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Departures Mexico Autumn 2022

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Regreso a lo esencial

Regreso a lo esencial Vivir en armonía con la naturaleza es un enfoque sencillo pero no simplista que implica abrir mente y corazón. 38 DEPARTURES 39 Roatán | 42 Wellington | 43 Los 10 de Departures | 44 Una nueva vida para las tres ruedas

Donde está el corazón Lizzette Kattan Pozzi rememora en tecnicolor toda una vida de recuerdos construidos en Roatán, la mágica isla caribeña situada a 65 kilómetros de la costa de Honduras. «LA MEJOR MANERA de observar a un pez —declaró en una ocasión el cineasta y oceanógrafo francés Jacques- Yves Cousteau— es convertirse en pez». Así me siento yo al visitar Roatán. Mi vínculo con esta pequeña e inmaculada isla próxima a la costa norte de Honduras comenzó en los años 70, pero sigue grabada en mi alma décadas después. Me enamoré de este espacio de 64 km de largo y 8 km de ancho a bordo de un diminuto avión DC3 que me permitió contemplar, desde lo alto, la hermosa conexión entre Roatán y su entorno. Junto con Guanaja y Utila, forma las Islas de la Bahía, que se complementan con 53 cayos y con otras islas más pequeñas como Barbareta, Morat y Santa Elena. Todas estas piezas encajan a la perfección, como si de un puzle se tratara, y componen un pequeño enclave a lo largo de la segunda barrera de coral más grande del mundo. En aquella época, yo era redactora jefa de Harper’s Bazaar Italia y residía en Milán. Había viajado por todo el mundo, pero nunca había visitado la Roatán de mi Honduras natal. Antes de aterrizar, el avión se vio obligado a rozar la pista de tierra no una, sino dos veces, para ahuyentar a las gallinas y los perros que habían decidido acomodarse allí y se negaban a marcharse. Y, por si fuera poco, en un lateral del pasillo del avión, una mujer sostenía en su regazo a una gallina que cacareaba ruidosamente. Miré a Costantino, mi entonces novio y ahora marido, y sonreí. En medio del tranquilo pueblo pesquero en el que aterrizamos, me encontré con un paisaje tropical exótico y exuberante: el agua era de un millón de tonos diferentes y había infinidad de playas y arrecifes vacíos. Aunque nunca había estado allí, me sentí como en casa. Es más, incluso antes de salir de la única carretera sin pavimentar que rodeaba la isla, Costantino y yo inspiramos el aire salado y supimos que teníamos que echar raíces en esta joya oculta. A partir de ese momento, no hizo falta volver a sacar los trajes de lino blanco de Costantino de la maleta. Vivíamos en traje de baño, pasando el rato en la playa, listos para dejarnos guiar por la brisa o por el buceo, la máxima recompensa de este frondoso paisaje. Podíamos meter la cara en el agua sin necesidad de llevar máscaras y rodearnos de cientos de peces en REGRESO A LO ESENCIAL DEPARTURES ISTOCK 39

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