Un clásico en las
Un clásico en las Maldivas El Soneva Fushi ya ha cumplido su 25 aniversario, pero sigue tan cautivador como siempre. Por Lee Cobaj Vista de pájaro del Soneva Fushi en una isla privada del atolón Baa en las Maldivas 14 DEPARTURES EL MUNDO A MI ALREDEDOR es ahora mismo de un color azul intenso y sereno, salpicado de una galaxia infinita de plancton diminuto. Oigo mi respiración y el susurro del océano Índico mientras mis ojos buscan en el agua a los gigantes de las profundidades: las mantarrayas. En cuestión de minutos y como por arte de magia, la primera aparece a través de una bruma plateada, la sigue otra y, poco después, otra más. De pronto, contemplo con tal nitidez su forma angelical (algunas miden tres metros de ancho) que consigo apreciar el rizo de su aguijón y sus perlados ojos negros. Estoy tan embelesada mirando a este grupito de tres mantarrayas que no me doy cuenta de que una cuarta asciende desde el fondo; la veo tan de cerca que parece tener el tamaño de un Boeing 747. Unos instantes más tarde, estoy en el centro de un tornado de más de una docena de criaturas que se arremolinan lentamente. Este es el tipo de acontecimientos extraordinarios que cualquiera desearía experimentar una vez en la vida; en el Soneva Fushi, sin embargo, son algo habitual. Este lugar idílico en el océano Índico es una isla repleta de palmeras y envuelta en un halo de arena blanca en medio del atolón de Baa, situado a 30 minutos en hidroavión de la capital Malé. Los dueños del resort, Sonu y Eva Shivdasani, dieron rienda suelta a su creatividad y en 1995 idearon un santuario en una isla sustentable. Fueron los primeros en incorporar el verdadero lujo cinco estrellas a las Maldivas, los primeros en idear el concepto «no news, no shoes», y también los primeros en introducir los baños al aire libre, el cine al raso, un observatorio y helado gratis. Acostumbrado a que lo imiten, pero no a que lo superen, el Soneva continúa en cabeza un cuarto de siglo después. Justo acababan de presentar una colección de ocho nuevos retiros isleños cuando estuve allí. Las villas sobre el agua, las más grandes del mundo, disponen de uno o dos dormitorios, una amplia terraza, una alberca lo suficientemente extensa como para navegar en ella y un tobogán por el que tirarse al mar. En el dormitorio, el piso de cristal es una exhibición continua de espectáculo marino. El techo retráctil se puede plegar para admirar una brillante explosión de estrellas. En la versión «no news, no shoes» de 2021 es posible apagar el wifi con solo presionar un interruptor. © SONEVA FUSHI
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