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Departures Mexico Summer 2015

DEP MEX 2015 Q2

BLACKBOOK EL INFORME

BLACKBOOK EL INFORME EVERGLADES Pantano del Gran Ciprés en la zona oeste de los Everglades EL INFORME EVERGLADES Un paraíso del pasado ¿y del futuro? AUSTIN MERRILL averigua las causas del lento avance en la recuperación del parque nacional más grande de Florida, con sus 750 especies vegetales y 350 variedades de aves, por no mencionar los manatíes, cocodrilos y panteras en peligro de extinción El terreno ha sido dividido meticulosamente en cuadrantes. No queda ni rastro de naturaleza salvaje; incluso las líneas curvas trazadas para delimitar las subdivisiones –en un intento quijotesco por dar un aire natural a lo planificado– han desaparecido. Acá, en la calle SW 320, a unos 64 kilómetros al suroeste de Miami, estamos rodeados por parcelas agrícolas; es una cuadrícula interconectada por carreteras que separan los cítricos de las calabazas y los mangos de las piñas. Los canales que flanquean estos campos son el sustento de esta compleja construcción: sacian la tierra sedienta en la estación seca y la drenan cuando llegan las lluvias. Estas zanjas, cuya función es abastecer de agua y desaguar los campos, son las mismas que hicieron posible el desarrollo del sur de Florida: una red de cañerías al aire libre que, con el tiempo, ha acabado destruyendo los Everglades. Nos dirigimos hacia el este en dirección al Parque Nacional Biscayne. A lo largo de más de 68,700 hectáreas de terreno protegido, el parque abarca los manglares, la bahía Vizcaíno y el extremo más septentrional de los cayos de Florida. Hace poco más de un siglo, antes de que el área metropolitana de Miami estuviera habitada por casi seis millones de personas, esto formaba parte de los Everglades. Laura Reynolds, directora ejecutiva de la Tropical Audubon Society, está entre aquellos que desean devolver esta tierra a su legítimo dueño y es la persona que me está ayudando a entender por qué cada una de las cosas que hay aquí –desde las aves y la bahía hasta los modernos habitantes del centro de Miami– depende de la buena salud de los Everglades. «Todo está conectado y la gente empieza ahora a darse cuenta –dice Reynolds–. Una vez que comprenden que la única manera de garantizar el suministro de agua potable pasa por restaurar este ecosistema, toman conciencia de que tenemos que hacerlo bien». Los Everglades solían ocupar prácticamente todo el sur de Florida y daban cobijo a algunas de las formas de vida animal y vegetal más variadas del mundo. A lo largo de miles de años el agua originada en la cuenca del río Kissimmee, cerca de Orlando, desembocaba en el lago Okeechobee. Durante la temporada de lluvias, el lago se desbordaba por la orilla meridional y las aguas fluían lentamente hacia el sur, como un manto de poca profundidad y muchos kilómetros de ancho, extendiéndose por un complejo ecosistema tropical de pantanos de juncos, humedales, ciénagas de cipreses y bosques tropicales caducifolios hasta llegar a las lagunas y los manglares del archipiélago de las Diez Mil Islas, en el CLYDE BUTCHER 26 DEPARTURES-INTERNATIONAL.COM PARA RESERVACIONES CONTACTE AL SERVICIO DE LA TARJETA PLATINUM

oeste, o hasta la bahía de Florida, situada al sur entre el extremo del continente y los cayos. El asalto a los Everglades comenzó a principios del siglo xvi con la llegada del primer hombre blanco, el explorador español Ponce de León. El conquistador murió víctima de los ataques de los indios calusa, cuyo territorio abarcaba gran parte de la costa sudoccidental. Más tarde vendrían numerosos aspirantes a conquistadores, entre ellos, empresarios industriales, gobernadores e incluso presidentes. Aunque sus adversarios, los nativos americanos, fueron finalmente invadidos, esta tierra demostró ser un hueso bastante duro de roer. Estos hombres compartían el ambicioso y fantástico plan de drenar el agua de los Esta agonía de los Everglades logró que tanto los ecologistas como la población en general y ambos partidos políticos se unieran finalmente a la causa. En diciembre de 2000, el presidente Clinton promulgó una ley que asignaba US,800 millones a un enorme proyecto de recuperación de varias décadas de duración. Diseñado para eliminar una parte de la infraestructura de los canales y filtrar los vertidos contaminantes procedentes de las explotaciones agrícolas, el plan pretendía disminuir el flujo de agua dulce hacia el Atlántico y el golfo de México, captar y conservar el exceso de agua de la estación de lluvias, y restablecer una saludable corriente de agua en los Everglades. Entonces llegó el 11 de septiembre, seguido de las guerras de Afganistán e Irak y la crisis económica de 2008. La inundarse y, por el bien del ecosistema, habría que dejar que lo haga. La prioridad del ejército es proteger a la población de las inundaciones y, al mismo tiempo, el ejército es el principal responsable de recuperar los Everglades. Esto es un problema». Remamos hacia la bahía, el agua está tan caliente que prácticamente es imposible notar cuando se te mojan las manos. Las rocas cubiertas de algas descansan al fondo, donde debería reposar la pradera marina. Nos topamos con una gran hendidura en los manglares; se trata de la apertura de un canal –con un ancho equivalente a diez automóviles–, uno de los muchos que hay por todo el parque. Un poco más arriba, una enorme compuerta pende sobre el canal como una guillotina. Cuando está abierta, el agua fluye a BARON LAURENT POSSON/GALLERY STOCK Everglades con la esperanza de dejar al descubierto la tierra de cultivo más valiosa y fértil del mundo entero. Sin embargo, lo que realmente compartieron fue el fracaso. Durante décadas, estos visionarios charlatanes fueron testigos de cómo las promesas se incumplían y las fortunas se perdían mientras todos, uno tras otro, trataban de abrirse camino hasta tierra firme y seca. No fue hasta los años treinta, con la llegada del Cuerpo de Ingenieros del Ejército de los Estados Unidos, que el hombre comenzó a ganarle la partida a la Madre Naturaleza. El ejército se tomó muy en serio su tarea y dedicó tres décadas a construir una red de diques de 230 kilómetros en torno al lago Okeechobee y excavar suficientes canales por todo el sur de Florida como para dar a la península el aspecto de un mapa de suburbano. El corte del flujo natural de agua dulce no sólo secó los hábitats de vida salvaje, sino que provocó que el agua de mar se filtrara por los acuíferos subterráneos de caliza, acabando con las plantas, los animales y las cosechas, y poniendo en riesgo el suministro de agua potable en la zona sur del estado. recuperación de los Everglades quedó en segundo plano, a pesar de que el desarrollo urbanístico continuó despojando al sur de Florida de su hábitat natural, por no hablar de la invasión de algas causada por la liberación de agua del lago Okeechobee, que hizo imposible bañarse en las playas y redujo el suministro de agua potable a niveles peligrosamente bajos. A finales de 2011 se puso en marcha una nueva ofensiva liderada por el ejército con el objetivo de reparar los daños de varias décadas de excavaciones y reactivar los trabajos de recuperación de los ecosistemas. Se pidió a científicos de renombre que evaluaran el progreso de las operaciones; los políticos y los ecologistas apoyaron el proyecto. En menos de dos años, hacia el verano de 2013, se llevó a cabo un análisis pormenorizado de la situación acompañado de un informe preliminar. Parecía que todo volvía a su cauce. «El ejército ha cambiado mucho desde que dragaron Florida por primera vez. Están entendiendo lo que se puede hacer desde una perspectiva biológica para protegernos de ciertas situaciones que suelen provocar inundaciones –dice Reynolds–. Pero esta tierra quiere borbotones hacia las aguas salobres de la bahía provocando un fuerte impacto en un ecosistema que debería recibir dosis de agua dulce poco a poco. «Estamos acabando con nuestros viveros –señala Reynolds–. Liberar el agua hacia el estuario no mantiene un nivel constante de salinidad, sino que provoca que tanto peces como crustáceos y todo lo demás sean arrastrados por la corriente». Por recomendación de Reynolds manejo desde Miami en dirección oeste siguiendo el sendero Tamiami. Esta carretera de doble sentido, concluida en 1928 después de trece años de construcción, fue una hazaña de la ingeniería que conectó Miami con la costa del golfo, pero interrumpió el curso natural del agua hacia la parte baja de los Everglades. En la actualidad la carretera está salpicada de atracciones turísticas, restaurantes que sirven cola de cocodrilo frita y especialistas que ofrecen paseos de media hora en hidrodeslizador. El Parque Nacional de los Everglades protege más de medio millón de hectáreas de territorio al sur de la carretera; es el tercero más grande en los 48 estados continentales y, sin embargo, hoy tiene menos de la mitad de su tamaño original. » DEPARTURES-INTERNATIONAL.COM 27

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