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Departures Mexico Summer 2017

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BLACKBOOK En la zona

BLACKBOOK En la zona más septentrional de Galicia, a lo largo de la adecuadamente denominada Costa da Morte, los percebeiros desafían las embestidas de las olas y, como acróbatas sobre las rocas, se mueven entre ellas para recolectar este manjar. De vuelta a Nueva York y con ganas de más, acudí a visitar a Jonathan Harris, copropietario de La Tienda, una firma dedicada a la importación de productos gourmet españoles. Según me explicó, España consume la mayor parte de la producción gallega, por eso él se aprovisiona de los percebes de la isla de Vancouver, en la Columbia Británica. Allí los nuuchah-nulth, una tribu de las Primeras Naciones o Naciones Originarias de Canadá, llevan generaciones recolectándolos en diversas zonas rocosas. Con la ayuda de Tyler Gray –recolector y presidente de Mikuni Wild Harvest, la empresa de Seattle que importa estos animales vivos a Estados Unidos–, Harris vende una exquisitez española procedente de Canadá. Todo eso me bastó para poner rumbo a Vancouver y subirme en una avioneta de siete plazas hacia Tofino, en el extremo occidental de la isla. Mientras volábamos dando tumbos entre oscuros cumulonimbos, cerré los ojos y me dediqué a pensar en mi epitafio. Justo cuando ya me había decidido por “Los percebes se la llevaron”, descendimos en picada sobre la playa y tocamos tierra un minuto después. Fuente de percebes en salsa de tomate en el restaurante Wolf in the Fog de Tofino Los veraneantes y los surfistas acuden a Tofino, situado en Clayoquot Sound –una zona declarada reserva de la biosfera por la Unesco–, atraídos por las kilométricas playas, las olas y un bosque de temperaturas moderadas. Sin embargo, las lluvias que azotan esta zona han supuesto un estímulo para los observadores de tormentas, transformando la pequeña ciudad en un destino apto para cualquier época del año. El plan era acercarme a las rocas con la marea baja y, acompañada de un miembro de la tribu nuu-chah-nulth, atrapar percebes y llevarlos a las cocinas de dos famosos chefs locales para que los convirtieran en su platillo del día. Billy George, mi ágil guía, eligió una de las mareas más bajas de todo el mes. Tuvimos suerte. Con sol y poco viento, las condiciones eran perfectas para una novata, pero yo sabía la verdad. Lo habitual es que Almejas ALIMENTADAS CON ESTEROIDES, pensé, con una textura que recuerda a la langosta más delicada los hombres trepen por los irregulares acantilados, medio enterrados por las olas, arriesgándolo todo por estas codiciadas joyas del mar. En España cada año muere un promedio de cinco percebeiros y en los acantilados pueden verse cruces en su honor. «¡Vamos, salta!», gritó George con su bigote negro como el carbón y su anguloso rostro, mientras el barco cabeceaba arriba y abajo, a punto de chocar con las rocas. De pronto dio un salto del barco a la roca. Vacilé un segundo demasiado largo, asustada ante la posibilidad de que mis botas de agua me traicionaran sobre las resbaladizas rocas. Había atravesado medio país y ahora todo lo que podía hacer era observar cómo George desafiaba las olas y, con sus barra de fabricación casera, hacía palanca por debajo de los racimos de percebes arrancándolos de las rocas a las que estaban adheridos. Me contó que cuanto más fuerte es el oleaje, más grandes se hacen los percebes puesto que ingieren más nutrientes; esto explica el motivo por el que los recolectores eligen los lugares más peligrosos. «No hace mucho perdimos a tres compañeros», me recordó George. Más tarde supe que su hermano, pescador de profesión, se había ahogado en esas mismas aguas. A pocos metros del barco, la aleta y el redondeado lomo de una orca salieron a la superficie, trazando círculos lentamente a nuestro alrededor. No estaba en peligro, pero el silencio resultaba inquietante. Para los recolectores locales como George –estudió artes culinarias y también trabajó de chef–, esta forma de vida y sustento se ha visto amenazada a lo largo de los últimos años. En la década de los noventa, una explotación pesquera comercial contrató a más de cien personas que se dedicaban a recolectar y enviar percebes a Europa (aunque la variedad gallega comparte los mismos genes, en realidad pertenece a una especie diferente). Los nuu-chah-nulth, quienes prefieren reunir y compartir los beneficios con la comunidad, se sentían desplazados y al gobierno canadiense le preocupaba la pesca indiscriminada. El gobierno cerró finalmente la explotación comercial y en 2006 algunos grupos de las Naciones Originarias de nuuchah-nulth exigieron a los legisladores que se reconocieran sus derechos comerciales aborígenes con respecto a todos los recursos del mar. El caso aún está pendiente de » 22 DEPARTURES-INTERNATIONAL.COM

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