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A_Dos_Metros_de_Ti

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puerta, pero fue un regalo estúpido para alguien que nunca va a ningún

sitio que no sea las cafeterías del hospital.

Al menos como tope de puerta es útil.

Me pongo de pie, respirando hondo y tosiendo automáticamente

cuando el frío y duro aire invernal conmociona mis pulmones. Sin embargo,

se siente bien, estar afuera. No quedar atrapado dentro de muros

monocromáticos.

Me estiro, mirando hacia el cielo gris pálido, los copos de nieve

predichos finalmente se deslizan lentamente por el aire y aterrizan en mis

mejillas y cabello. Camino lentamente hacia el borde del techo y me siento

en la piedra helada, colgando mis piernas hacia un lado. Exhalo un aliento

que siento que he estado conteniendo desde que llegué hace dos semanas.

Todo es hermoso desde aquí.

No importa a qué hospital vaya, siempre busco la manera de llegar al

techo.

He visto desfiles desde el de Brasil, las personas lucían como hormigas

de colores brillantes mientras bailaban por las calles, salvajes y libres. He

visto dormir a Francia, la Torre Eiffel brillando intensamente en la distancia,

las luces apagándose silenciosamente en los apartamentos del tercer piso,

la luna vagando perezosamente a la vista. He visto las playas de California,

el agua que se extiende por millas y millas, la gente disfrutando de las olas

perfectas a primera hora de la mañana.

Cada lugar es diferente. Cada lugar es único. Son los hospitales desde

los que veo los que son los mismos.

Esta ciudad no es la vida de la fiesta, pero se siente como si fuera un

camino a casa. Tal vez eso debería hacerme sentir más cómodo, pero solo

me hace sentir más inquieto. Probablemente porque por primera vez en ocho

meses, estoy a un viaje en auto hasta casa. Casa. Donde están Hope y

Jason. Donde mis viejos compañeros de clase están abriéndose camino

lentamente hacia los finales, intentando entrar a cualquier escuela de la Ivy

League que sus padres seleccionaron para ellos. Donde mi habitación, mi

maldita vida, en realidad, está vacía y sin vida.

Observo los faros de los autos que pasan por la carretera al lado del

hospital, las luces parpadeantes de las fiestas en la distancia, los niños

riendo deslizándose en el estanque helado junto a un pequeño parque.

Hay algo simple en eso. Una libertad que hace que las puntas de mis

dedos piquen.

Recuerdo cuando éramos Jason y yo, deslizándonos en el estanque

helado al final de la calle de su casa, el frío hundiéndose profundamente en

nuestros huesos mientras jugábamos. Estaríamos allí por horas, teniendo

concursos para ver quién podría deslizarse más lejos sin caerse,

lanzándonos bolas de nieve, haciendo ángeles de nieve.

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