You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
que enviaran a setenta personas importantes para que respondieran de la
acusación que se les imputaba. Los doce, al llegar a Ecbatana y ver que sus
compatriotas no planeaban ninguna insurrección, los persuadieron para que
enviaran a los setenta hombres. Ellos, sin la menor sospecha de lo que iba a
ocurrir, los enviaron; éstos llegaron a Cesárea con los doce delegados. Varo les
salió al encuentro con el ejército real, los mató a todos, incluidos los
delegados, y se dirigió contra los judíos de Ecbatana. Pero uno de los setenta,
que había logrado escapar con vida, se adelantó a comunicárselo a los de
Ecbatana, los cuales, cogiendo las armas, se retiraron a la fortaleza de Gamala
con sus mujeres e hijos, abandonando sus aldeas llenas de provisiones y de
muchos miles de cabezas de ganado. Cuando Filipo lo supo, se dirigió también
a la fortaleza de Gamala. A su llegada, la multitud le gritaba pidiéndole que
tomara el mando y declarara la guerra a Varo y a los sirios de Cesárea, pues se
había difundido el rumor de que éstos habían matado al Rey. Filipo trató de
contener sus ímpetus recordándoles detalladamente el beneficio que el Rey les
había dispensado y el enorme poder de los romanos y diciéndoles que no era
conveniente provocar una guerra contra ellos; al Final, logró convencerlos. El
Rey a su vez, al enterarse de que Varo se disponía a acabar en un solo día con
los judíos de Cesárea —muchos miles, incluidos mujeres y niños—, le mandó
llamar y envió a Ecuo Modio para que le sustituyera, como he referido en otro
lugar. Filipo conservó la fortaleza de Gamala y mantuvo el territorio
circundante fiel a los romanos.
Demolición del templo de Herodes el Tetrarca
Cuando llegué a Galilea y me enteré de estos acontecimientos por medio
de mensajeros, escribí al Sanedrín de Jerusalén pidiendo instrucciones sobre lo
que debía hacer. Me aconsejaron que me quedara allí y me ocupara de Galilea,
junto con mis compañeros de embajada si querían. Éstos, que disponían de
mucho dinero procedente de los diezmos que recibían por su condición de
sacerdotes, consideraron preferible regresar a casa. Sin embargo, cuando les
pedí que esperasen hasta poner en orden las cosas, accedieron. Así pues, salí
con ellos de la ciudad de Séforis y vine a parar a una aldea llamada Betmaus,
que dista de Tiberíade cuatro estadios. Desde allí envié un mensaje al Consejo
de Jerusalén y a los notables de la ciudad pidiendo que se reunieran conmigo.
Cuando se presentaron —Justo había venido con ellos— les expliqué que mis
colegas y yo habíamos sido comisionados por la comunidad de Jerusalén para
convencerles de la necesidad de demoler el palacio, construido por Herodes el
Tetrarca, donde había representaciones de seres vivos, pues nuestras leyes
prohíben este tipo de decoración, y les pedí que nos permitieran poner manos a