El Paraíso - Partido Político CONSTRUCTORES PERU
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Jorge Basadre<br />
vehículos más variados, de acuerdo con el<br />
ambiente de cada generación.<br />
En el caso concreto del Perú, sin saberlo, la<br />
promesa recogió algunos elementos ya conocidos<br />
en el pasado, transformándolos. Los incas para sus<br />
conquistas inicialmente procuraron hacer ver a las<br />
tribus cuya agregación al Imperio buscaban, las<br />
perspectivas de una vida más ordenada y más<br />
próspera. Más tarde, incorporado el Perú a la<br />
cultura occidental, su nombre sonó universalmente<br />
como fascinador anuncio de riqueza y de bienestar.<br />
Al fundarse la Independencia, surgió también, un<br />
anhelo de concierto y comunidad: “Firme y feliz<br />
por la Unión”, dijo, por eso, el lema impreso en la<br />
moneda peruana. Y surgió igualmente en la<br />
Emancipación un anuncio de riqueza y de bienestar<br />
proveniente no sólo de las minas simbolizadas por<br />
la cornucopia grabada en el escudo nacional sino<br />
también por todas las riquezas que el Perú alberga<br />
en los demás reinos de la naturaleza, que el mismo<br />
escudo simboliza en la vicuña y en el árbol de la<br />
quina. Un fermento adicional tuvo todavía la<br />
promesa republicana que el “quipu” inca y el<br />
pergamino colonial no pudieron ostentar porque<br />
ambos correspondían a un tipo de vida socialmente<br />
estratificada: el fermento igualitario, o sea el<br />
profundo contenido de reivindicación humana que<br />
alienta en el ideal emancipador y que tiene su<br />
máxima expresión en el “Somos libres” del himno.<br />
Lágrimas de gozo derramáronse en la Plaza de<br />
Armas de Lima el 28 de julio de 1821; con<br />
majestad sacerdotal se sentaron los hombres del<br />
primer Congreso Constituyente en sus escaños;<br />
heroicamente fueron vertidos torrentes de sangre<br />
tantas veces; estentóreos sonaron los gritos de<br />
tantas muchedumbres incluyendo las que vocearon<br />
su solidaridad con México, Cuba y Centro América<br />
amenazados y las combatieron cantando el 2 de<br />
mayo de 1866. Y sin embargo ¡cuán pronto se<br />
escucha también en nuestro siglo XIX quejas y<br />
protestas, voces de ira y desengaño, recitaciones<br />
vacías, loas serviles, alardes mentidos y se ven al<br />
mismo tiempo, encumbramientos injustos, pecados<br />
impunes, arbitrariedades cínicas y oportunidades<br />
malgastadas!<br />
A pesar de todo, en los mejores, la fuerza<br />
formativa e inspiradora de la promesa siguió<br />
alentando. Dejada caer implicó el peligro de que<br />
otros la recogieran para usarla en su propio<br />
beneficio quizás sin entender bien que el destino<br />
dinámico de estas patrias, para ser adecuadamente<br />
cumplido, necesita realizarse sin socavar la<br />
cohesión nacional y los principios necesarios para<br />
el mantenimiento de su estabilidad. Porque<br />
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careciendo de otros vínculos históricos, algunos de<br />
estos países tienen como más importante en común<br />
sólo su tradición y su destino.<br />
En aquel ámbito de la vida republicana sobre el<br />
cual resulta posible intentar un juicio histórico,<br />
llaman preferentemente la atención dos entre los<br />
diferentes modos cómo se intentó el cumplimiento<br />
de la promesa: el debate entre las ideas de libertad<br />
y autoridad y el afán de acelerar el progreso<br />
material.<br />
<strong>El</strong> dilema libertad-autoridad no estuvo felizmente<br />
planteando por los ideólogos del siglo XIX. Los<br />
liberales se dejaron llevar por la corriente de<br />
exagerado individualismo que después de la<br />
Revolución Francesa surgió en Europa. Tuvieron<br />
de la libertad un concepto atómico y mecánico. No<br />
miraron a la colectividad como a una unidad<br />
orgánica. En las Constituciones de 1823, 1828,<br />
1834, 1856 y 1867 intentaron el debilitamiento del<br />
Ejecutivo y pusieron en todo instante una fe<br />
excesiva en el sufragio, cuya máxima ampliación<br />
buscaron. Por su parte, los conservadores fueron<br />
incrédulos ante la ilusión del sufragio, criticaron la<br />
acción del Poder Legislativo (léanse, por ejemplo,<br />
las páginas de La Verdad en 1832 y las notas de<br />
Bartolomé Herrera al texto de Derecho Público de<br />
Pinheiro Ferreira) y quisieron fortalecer el<br />
Ejecutivo. Pero a veces les caracterizó su falta de<br />
espíritu de progreso, su carencia de fe en el país y<br />
su poca cohesión. Los liberales, en cambio<br />
tuvieron seducción en su propaganda, optimismo,<br />
inquietud por los humildes. Cabe pensar, por eso,<br />
que el ideal habría sido “encontrar una fórmula que<br />
recogiendo los matices mejores de ambas<br />
concepciones fuese hacia un Estado fuerte pero<br />
identificado con el pueblo para realizar con energía<br />
y poder una obra democrática” (Son palabras de<br />
quien escribe también estas líneas, incluídas en un<br />
estudio titulado La Monarquía en el Perú, que se<br />
publicó en 1928).<br />
<strong>El</strong> afán exclusivo por el progreso material se<br />
plantea por primera vez en gran escala por acción<br />
de Enrique Meiggs hacia 1870. Este hombre de<br />
negocios norteamericano había vivido en Estados<br />
Unidos durante el rápido tránsito de dicho país<br />
desde la vida agrícola hacia la vida industrial.<br />
Había visto Meiggs, por lo tanto, surgir y<br />
desarrollarse aquella exuberancia de energía,<br />
aquella actividad casi frenética que siguieron a la<br />
guerra de Secesión, mediante la construcción de<br />
ferrocarriles, la difusión del telégrafo y del cable y<br />
las especulaciones osadas de los bancos y bolsas<br />
comerciales. Modelar el continente para beneficio<br />
del hombre y participar en las grandes ganancias