mitos y prejuicios de la sexualidad adulta - La Nueva Provincia

Miércoles 13 de enero de 2010
MITOS Y PREJUICIOS DE LA SEXUALIDAD ADULTA
El deseo sin fin
Las enfermedades crónicas, el deterioro o el fallecimiento de la pareja, cierto decaimiento propio del paso de los
años y muchas otras cuestiones pueden afectar a la sexualidad de las personas de mayor edad. No obstante, el
entorno --tanto las personas como las ideas imperantes sobre la sexualidad en la edad adulta-- puede ayudar o
empeorar las cosas.
"Nunca ningún médico me preguntó sobre mi sexualidad; ni siquiera, en el grupo de autoayuda. Es como si
este tema no existiera desde que me enfermé...".
Carlos tenía una vida sexual activa, cuando a los 65 años de edad, recibió su diagnóstico de mal de
Alzheimer.
A partir de entonces, tuvo problemas eréctiles y, aunque los médicos asumen que estas demencias pueden,
por sí solas, provocar disfunciones sexuales, no está del todo claro si lo que, en su caso, pesó más fue realmente
eso o si fue la angustia de sentir que su condición lo hacía menos atractivo para su mujer, que se ha convertido
ahora, además, en su cuidadora.
Carlos cayó en una depresión que se negó a tratar y con la cada vez menos frecuente vida sexual, la pareja
comenzó a llevarse cada vez peor.
Ciertos prejuicios y connotaciones negativas respecto del deseo sexual en (o hacia) un adulto mayor terminan
siendo frecuentemente barreras para asumir la vida sexual en la vejez.
Las disfunciones orgánicas limitan la expresión de esa sexualidad, pero también la limita la incomprensión.
De las más diversas formas, la sexualidad siempre está presente en la vida de los adultos mayores, incluso
entre quienes sufren enfermedades crónicas o en quienes están internados en instituciones geriátricas.
"Es importante tenerlo en cuenta y no confundir sexualidad con genitalidad, porque eso ayuda a comprender
lo que les pasa, a respetarlos y a mejorar su calidad de vida", dice el doctor Moisés Schapira, especialista en
geriatría y gerontología.
Mientras que la sexualidad acompaña a cada persona durante toda su vida, la genitalidad, es decir, la
capacidad de tener relaciones sexuales, es sólo uno de sus aspectos, pero no el único.
El impulso vital.
La vida sexual, tal cual lo define la propia Organización Mundial de la Salud (OMS), es algo mucho más
amplio que abarca, además, a la identidad de género, la orientación sexual, el placer y el erotismo, la intimidad,
la reproducción.
La sexualidad es un mundo amplio a cualquier otra edad.
A algunos, una buena salud --y el tener pareja-- les permite mantener relaciones satisfactorias.
A otros, el peso social de la vejez les genera una pérdida de deseo, aunque no tengan disfunciones físicas.

Unos han quedado solos y otros forman nueva pareja en una residencia geriátrica.
Otros descubren nuevas formas de expresar y disfrutar de un erotismo diferente al de los 20 años.
De todas formas, hay algo común a todos.
"Se trata de la necesidad de construir, desde el afecto, y de tener representaciones del amor que van más allá
de la genitalidad y no se pierden con la edad", destacó Schapira, en el marco de las Primeras Jornadas de
Gerontología Institucional, realizadas en Buenos Aires y en el Centro Hirsch de la localidad bonaerense de San
Miguel.
Sexualidad y genitalidad.
A diferencia de la genitalidad, que a edad adulta puede estar o no estar, dependiendo de muchos factores, la
sexualidad en un sentido más amplio siempre tiene en cuenta la calidad de la relación con el otro y siempre
involucra el afecto.
"No tenerlo en cuenta sería no tener en cuenta a la persona en su aspecto integral", señala Schapira.
La sexualidad depende de factores biológicos, sociales, psicológicos, económicos, políticos, culturales,
religiosos y espirituales.
Se sabe por estudios hechos en Estados Unidos en 18 hogares geriátricos es que alrededor de un 8 por
ciento de las personas residentes allí se mantienen sexualmente activas.
Sin embargo, otro estudio hecho a fines de los '70, con 63 personas institucionalizadas, halló que el 90 por
ciento de estos ancianos refiere tener sueños, fantasías y deseos sexuales.
Durante su vida, las personas pueden adaptarse a sus nuevas capacidades; su sexualidad puede apagarse o
(en un pequeño número de casos) exacerbarse, especialmente en hombres a los que la idea de envejecer y
enfermarse los desespera.
Un traje a medida.
En un trabajo realizado en la Argentina sobre este tema por el psiquiatra Daniel Matusevich, jefe de
Internación del servicio de Psicopatología del Hospital Italiano de Buenos Aires, se expresa que la sexualidad es
uno de los aspectos donde más se discrimina a la persona, especialmente a quienes padecen demencias.
"Ni la edad ni las demencias son necesariamente un impedimento para ejercer la sexualidad, pero como estos
son factores que transforman la identidad de la persona, la sexualidad también se transforma", explica
Matusevich.
Cada persona es un mundo y, por eso, en este terreno no hay recetas.
"El modelo de acompañamiento de cada persona debe diseñarse como un traje a medida", dice Matusevich.
La vida en pareja.
Es imposible predecir cómo incidirá una enfermedad crónica en la vida de la pareja, pero la sexualidad puede
ser un fusible.
"Uno de los factores más frecuentes de decaimiento de la sexualidad en las personas se da cuando se
enferma su pareja, y, más aún, por supuesto, al enviudar", cuenta Schapira.
Mientras se pueda sortear el embate de las enfermedades crónicas, la capacidad de cultivar el impulso sexual
a lo largo de la vida favorecerá, sin duda, el poder de mantenerlo en la vejez.
Pero redefinir la intimidad es todo un trabajo, en el que deben ser tenidos en cuenta los deseos y las
necesidades de las dos partes.
Cuando una persona empieza a tener dificultades cognitivas, se alteran, por ejemplo, los modos en que busca
placer y su pareja deberá entenderlo y asumir un rol más activo.
Esa redefinición es un difícil arte, en el que también influyen las ideas sobre la sexualidad masculina y
femenina de cada generación.
No hay que olvidar que los que hoy tienen 70 años incorporaron los valores de género de mitad del siglo
pasado, muy diferentes de los actuales.
Schapira advierte que la personas que estén a cargo del cuidado de los adultos deben evitar las actitudes
represivas, pero también el tratarlos como niños.
No hay que olvidar que se trata de personas adultas, a las que ciertas formas de contacto físico pueden
producirles agrado o una gran incomodidad.
"Esto no significa que deban guardar distancia, tratarlos con indiferencia o evitar todo contacto, aunque deben
tener en cuenta que son adultos. Es, simplemente, una cuestión de respeto", concluyó el especialista.

Es importante no confundir sexualidad con genitalidad, porque eso ayuda a comprender lo que les pasa, a
respetarlos y a mejorar su calidad de vida.
Mientras la sexualidad acompaña a cada persona durante toda su vida, la genitalidad, es decir, la capacidad de
tener relaciones sexuales, es sólo uno de sus aspectos, pero no el único.
Ni la edad ni las demencias son necesariamente un impedimento para ejercer la sexualidad, pero como estos
son factores que transforman la identidad de la persona, la sexualidad también se transforma.
En la práctica, cuando una persona empieza a tener dificultades cognitivas, se alteran, por ejemplo, los modos en
que busca placer y su pareja deberá entenderlo y asumir un rol más activo.