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EL VENCEJO. Una adaptación del autor de esta web con fines ...

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<strong>EL</strong> <strong>VENCEJO</strong><br />

Este trabajo es una <strong>adaptación</strong> <strong>con</strong> <strong>fines</strong> didácticos <strong>de</strong> los volúmenes 66 y 67 <strong>de</strong> El Cárabo, la magnífica revista <strong>de</strong> naturaleza que realiza Pierre Deom<br />

El pájaro más sorpren<strong>de</strong>nte <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo no se encuentra en ninguna selva recóndita ni en las más elevadas e inhóspi-<br />

tas montañas <strong>de</strong> la Tierra; lo tenemos entre nosotros volando y chillando sobre nuestras cabezas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el final <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

invierno hasta los primeros días <strong><strong>de</strong>l</strong> otoño. Se trata <strong><strong>de</strong>l</strong> vencejo, al que muchos llaman, por <strong>con</strong>fusión, avión o go- go<br />

londrina aunque, como veremos más a<strong><strong>de</strong>l</strong>ante, son aves diferentes.<br />

Los vencejos son capaces <strong>de</strong> <strong>de</strong>tectar las<br />

zonas don<strong>de</strong> abundan los insectos gracias a l<br />

Son las siete <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> <strong>de</strong> un día <strong>de</strong> mediados <strong>de</strong> julio y <strong>de</strong> repente, rozando las<br />

antenas y tejados a casi cien kilómetros por hora un grupo <strong>de</strong> vencejos se enfrasca en una<br />

carrera frenética lanzando al aire un estri<strong>de</strong>nte ¡sriii…skriiiii…sriiii! (fig.1). Siempre comienza<br />

igual, un miembro <strong>de</strong> la banda cae a toda velocidad sobre sus vecinos chillando<br />

como un loco y a <strong>con</strong>tinuación el grupo se lanza en una persecución estri<strong>de</strong>nte entre las<br />

calles <strong>de</strong> la ciudad.<br />

La explicación a <strong>esta</strong>s carreras frenéticas es la necesidad <strong>de</strong> marcar el territorio<br />

<strong>de</strong> la colonia ante la escasez <strong>de</strong> lugares a<strong>de</strong>cuados para anidar. Cada bando <strong>de</strong> vencejos<br />

gira <strong>de</strong> manera incansable por su barrio gritando sin parar advirtiendo así a los vencejos<br />

<strong>de</strong> las colonias vecinas hasta dón<strong>de</strong> se les permite acercarse, hecho este que ocurre fundamentalmente<br />

por la mañana temprano y al <strong>esta</strong>r próxima la pu<strong>esta</strong> <strong>de</strong> sol ya que el resto<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> día los vencejos están lejos <strong>de</strong> la colonia buscando alimento y regresando fugazmente<br />

para alimentar a los pollos.<br />

Es curioso como un cierto número <strong>de</strong> los participantes en <strong>esta</strong>s chillonas carreras<br />

son jóvenes <strong>de</strong> dos o tres años que no anidan aun (los vencejos no crían hasta los tres años;<br />

bastante más tar<strong>de</strong> en relación a otras aves). Tal vez lo hagan para <strong>con</strong>ocer al <strong>de</strong>talle la<br />

colonia y tener así localizados posibles emplazamientos para sus futuros nidos.<br />

El nombre científico <strong><strong>de</strong>l</strong> vencejo común es Apus apus que significa “sin patas”. Se<br />

refiere a que posee unas patas <strong>de</strong>masiado pequeñas (fig. 2) <strong>con</strong> las que apenas pue<strong>de</strong><br />

andar por lo que en el suelo se arrastra torpemente balanceándose como un lagarto. Estas<br />

patas están dotadas <strong>de</strong> una fuertes uñas <strong>con</strong> las que se enganchan en las superficies verticales<br />

y <strong>con</strong> las que luchan cuando compiten por los escasos lugres don<strong>de</strong> pue<strong>de</strong>n anidar.<br />

Estas luchas comienzan muchas veces en el aire cayendo ambos <strong>con</strong>tendientes al suelo sujetos<br />

por sus garras y <strong>con</strong>tinúan su lucha en la acera.<br />

Contrariamente a lo que dice la “leyenda” los vencejos son capaces <strong>de</strong> <strong>de</strong>spegar<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> suelo apoyando sus alas en el suelo e impulsándose <strong>con</strong> ellas hacia arriba para empezar<br />

a aletear y levantar el vuelo (fig. 3). Si vemos alguno que no pueda hacerlo es porque el<br />

golpe ha sido tan gran<strong>de</strong> que aun está <strong>con</strong>mocionado o que está incapacitado para volar<br />

por enfermedad o daño en el aparato locomotor. Lo mejor en este caso es ponerse en <strong>con</strong>tacto<br />

<strong>con</strong> la Consejería <strong>de</strong> Medio Ambiente <strong>con</strong> el fin <strong>de</strong> trasladarlo a algún centro <strong>de</strong> recuperación<br />

<strong>de</strong> fauna salvaje.<br />

El vencejo es un magnífico volador que logra velocida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> ciento sesenta kilómetros<br />

por hora (incluso doscientos). Para proteger sus oídos y ojos <strong><strong>de</strong>l</strong> aire que corta a<br />

tanta velocidad tiene una serie <strong>de</strong> plumillas rígidas en la parte superior <strong><strong>de</strong>l</strong> pico y los ojos<br />

están hundidos en la cara.<br />

Desplazarse siete u ocho kilómetros para avituallarse allí don<strong>de</strong> los insectos abundan<br />

es algo habitual.<br />

Los vencejos son capaces <strong>de</strong> <strong>de</strong>tectar las zonas don<strong>de</strong> abundan los insectos gracias a las<br />

nubes. El aire calentado por el sol ascien<strong>de</strong> como enormes burbujas arrastrando gran<strong>de</strong>s<br />

cantida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> insectos. Este aire caliente se hace visible cuando empieza <strong>con</strong><strong>de</strong>nsarse en<br />

altura formando los cúmulos <strong>de</strong> buen tiempo aprovechando entonces los vencejos la pista<br />

que les dan <strong>esta</strong>s nubes para ir en busca <strong>de</strong> su alimento (fig. 4).<br />

También son especialistas en aprovecharse <strong>de</strong> las nubes <strong>de</strong> tormenta que se <strong>de</strong>splazan empujando<br />

aire frío que hace ascen<strong>de</strong>r el caliente cercano al suelo y <strong>con</strong> él a los insectos que<br />

se encuentran allí. Se ven entonces los vencejos cazando <strong><strong>de</strong>l</strong>ante <strong>de</strong> las tormentas lo que<br />

les ha valido en algunos lugares el apelativo <strong>de</strong> Golondrina <strong>de</strong> lluvia o Siembra tormenta<br />

(fig. 5).<br />

La voracidad <strong>de</strong> <strong>esta</strong>s aves les lleva a tragarse en vuelo hasta un insecto cada<br />

cinco segundos. Para ello abre su enorme boca en forma <strong>de</strong> embudo camuflada tras su pequeño<br />

pico (fig. 6). Pero lo más impresionante es la capacidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>tectar y distinguir en<br />

una fracción <strong>de</strong> segundo qué insectos pue<strong>de</strong> comer llegando incluso a distinguir a algunos<br />

que se disfrazan <strong>de</strong> avispas.<br />

fig. 4<br />

fig. 1<br />

fig. 2<br />

fig. 5<br />

fig. 3


Durante la cría, los adultos pue<strong>de</strong>n <strong>esta</strong>r cazando insectos durante casi dieciocho<br />

horas diarias recorriendo un total <strong>de</strong> ochocientos o novecientos kilómetros sin posarse y<br />

aportar a sus crías en un día hasta doce mil insectos (el equivalente en peso a un ave<br />

adulta).<br />

Hasta que no tiene almacenada en su garganta una bola <strong>de</strong> unos trescientos insectos<br />

pegados <strong>con</strong> su saliva (más o menos <strong><strong>de</strong>l</strong> tamaño <strong>de</strong> un garbanzo; unos o dos gramos)<br />

no regresa al nido para cebar a los pollos (fig. 7). Esto ocurre unas tres veces por hora (muy<br />

poco comparado <strong>con</strong> un ave <strong>de</strong> alimentación similar como la golondrina que lo hace ¡cada<br />

veinticuatro segundos!).<br />

<strong>Una</strong> vez en el nido regurgita el paté <strong>de</strong> insectos en el gaznate <strong><strong>de</strong>l</strong> pollo que lo recibe<br />

<strong>con</strong> tanta ansiedad que da la impresión que va <strong>de</strong>vorar la cabeza <strong>de</strong> su progenitor (fig.<br />

8). La <strong>de</strong>scarga <strong>de</strong> alimento es <strong>de</strong> tal magnitud que los pollos <strong>de</strong> quince días son más pesados<br />

que sus progenitores llegando a alcanzar una vez y media el peso <strong>de</strong> éstos. Este afán<br />

por engordar no es por glotonería sino por necesidad, en previsión <strong>de</strong> que vengan mal<br />

dadas por cuestiones meteorológicas y porque la grasa acumulada bajo su piel en estos días<br />

será fundamental en sus últimos días en el nido.<br />

Así, en caso <strong>de</strong> lluvias tardías persistentes, aunque los vencejos adultos sean capaces<br />

<strong>de</strong> atravesar la cortina <strong>de</strong> agua y volar hasta a cien kilómetros <strong>de</strong> su nido a buscar<br />

alimento, las reservas acumuladas por los pollos serán imprescindibles para su supervivencia<br />

al menos durante diez días, gracias a<strong>de</strong>más a la capacidad que tiene éstos para pasar<br />

la noche en una especie <strong>de</strong> letargo perdiendo la <strong>con</strong>sciencia y bajando su temperatura<br />

corporal a unos cinco grados <strong>con</strong>siguiendo <strong>de</strong> <strong>esta</strong> manera un funcionamiento al mínimo <strong>de</strong><br />

su metabolismo y el ahorro <strong>con</strong>siguiente <strong>de</strong> sustancias <strong>de</strong> reserva. Tras los días <strong>de</strong> mal<br />

tiempo los adultos se lanzan en una lucha <strong>de</strong>sesperada por recuperarse ellos y a su prole<br />

y digo <strong>de</strong>sesperada porque en esas <strong>con</strong>diciones los insectos están más pegados al suelo<br />

obligando a los vencejos a bajar <strong>de</strong>masiado a por ellos <strong>con</strong> los <strong>con</strong>siguientes peligros que<br />

esto ocasiona. Si las lluvias <strong>con</strong>tinúan el <strong>de</strong>sastre está asegurado y los vencejos empiezan<br />

a morir en masa como ocurrió a mediados <strong>de</strong> los ochenta en la costa <strong>de</strong> Granada cuando<br />

una auténtica alfombra <strong>de</strong> <strong>esta</strong>s aves muertas tapizaba el suelo.<br />

Pronto se acaba el engor<strong>de</strong> extraordinario <strong>de</strong> los pollos <strong>de</strong> vencejo…llega un momento<br />

que incluso empiezan a a<strong><strong>de</strong>l</strong>gazar ya que todo el alimento se utiliza para fabricar<br />

el plumaje (que crecen a un ritmo <strong>de</strong> cinco milímetros al día). En pocos días <strong>de</strong>be alcanzar<br />

un peso razonable para po<strong>de</strong>r iniciar el vuelo. Los padres <strong>de</strong>jan <strong>de</strong> alimentarlo pues ya se<br />

han marchado a África, su peso se reduce a medida que aumenta su hambre. En el nido realiza<br />

<strong>con</strong>stantes ejercicios batiendo sus alas. Finalmente impulsado por el hambre se lanza<br />

al vacío; a partir <strong>de</strong> ahora se las tendrá que arreglar solito y ya no volverá a <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> volar<br />

hasta que trascurridos dos años (y volado casi quinientos mil kilómetros) se haya <strong>con</strong>vertido<br />

casi en un adulto y haya en<strong>con</strong>trado un lugar don<strong>de</strong> instalar su nido.<br />

Los nidos <strong>de</strong> los vencejos son lugares oscuros situados como mínimo a cinco metros<br />

<strong>de</strong> altura en el hueco que queda entre el muro y las tejas, en los huecos <strong>de</strong> las persianas,<br />

entre las tejas o entre las grietas <strong>de</strong> dilatación <strong>de</strong> los edificios y para <strong>con</strong>seguirlos han tenido<br />

en muchas ocasiones que expulsar a los gorriones.<br />

Año tras año regresan al mismo nido <strong>con</strong> la pareja que han elegido <strong>de</strong> por vida.<br />

Es muy probable que durante toda su vida sea el único sitio don<strong>de</strong> se posará; el resto <strong>de</strong><br />

su vida se <strong>de</strong>sarrolla en el aire. Los jóvenes que anida por primera vez lo hacen en otra población<br />

o alejados <strong>de</strong> su colonia natal<br />

Por la noche, cuando se pone el sol, los vencejos que no está criando o aquellos<br />

cuyos pollos ya han alcanzado los quince días <strong>de</strong> edad comienzan a ascen<strong>de</strong>r llegando a los<br />

dos mil metros para dormir…si como lo habéis leído, para dormir…volando por supuesto.<br />

Y es que los vencejos duermen mientras vuelan a unos veinte kilómetros por hora, batiendo<br />

las alas cada cuatro segundos y planeando durante los tres siguientes. Se ayudan en este<br />

vuelo-sueño reparador a<strong>de</strong>ntrándose en las capas <strong>de</strong> aire caliente que durante la noche se<br />

encuentran a esa altura y que provocan que sea arrastrado durante kilómetros lo que no<br />

impi<strong>de</strong> que por la mañana temprano los vencejos regresen (realizando en ocasiones verda<strong>de</strong>ras<br />

caídas libres) para <strong>con</strong>centrase por centenares sobre las ciuda<strong>de</strong>s.<br />

Pero no solo duerme en vuelo, también bebe dando pasadas sobre el agua como<br />

si fuera un hidroavión (fig. 9), se arregla el plumaje (fig. 10) o realiza la cópula (fig.<br />

11)…todo un portento <strong>de</strong> la “aviación”.<br />

A finales <strong>de</strong> agosto ya no quedan prácticamente vencejos sobrevolando nuestros<br />

cielos. Los pocos que quedan se apresuran en alimentar a las nidadas tardías y enseguida<br />

marcharán a África para pasar el otoño y la mayor parte <strong><strong>de</strong>l</strong> invierno.<br />

fig. 8<br />

fig. 9<br />

fig. 6<br />

fig. 7<br />

fig. 10<br />

fig. 11

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