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<strong>Apariciones</strong><br />
Cristina Pacheco
(La antigua casona está dividida en tres viviendas. A las puertas de<br />
la última, señalada con la letra c, Adela y Rosalío despiden a Celia y<br />
Martín: dos de los vecinos que los acompañaron en la improvisada<br />
celebración.)<br />
Celia. Ahora sí, que pasen buenas noches, y otra vez gracias.<br />
Adela. ¿Pero de qué? Lo bueno es que jalamos todos parejo.<br />
Martín. Sí, Adela, pero lo que sea de cada quien la idea fue suya.<br />
Celia. Y la explicó tan bien que yo les juro que hasta me la creí.<br />
Fue lo bueno porque cuando uno de los periodistas me<br />
preguntó si deveras había visto a la niña, le dije que sí y<br />
no una vez sino varias.<br />
Martín. Por poco se me sale la risa cuando dijiste que tus hijos<br />
jugaban con la niña en el patio.<br />
Celia. Mi apuración era que les preguntaran a los escuincles de<br />
al lado y que metieran la pata.<br />
Rosalío. Sí, es cierto. ¿Quién los dejó entrar aquí?<br />
Adela. Nadie. Llegaron solitos. ¿Qué no conoces a los<br />
chamacos? Así son de curiosos.<br />
Rosalío. Pero a ésos se les pasa la mano: se encajan. Cuando<br />
iban a tomarnos la foto, luego luego se metieron porque<br />
querían salir.<br />
Adela. ¿Y qué? Entre más personas se pongan de nuestro lado<br />
mejor, y sobre todo si son niños.<br />
Celia. El que no se presentó para nada fue el administrador.<br />
Martín. No, ni se va a presentar. Es bien coyón. ¿Se acuerdan del<br />
día en que le eché la bronca?<br />
Rosalío. Estaba pálido.<br />
Celia. Pero cómo no, si mi viejo se le fue encima con el<br />
martillo. La verdá, yo también me asusté.<br />
Martín. Porque tú te asustas de todo. Además, no iba a pegarle.<br />
Celia. Pero él no lo sabía. (Su expresión desaparece cuando se<br />
palpa las bolsas del vestido.)<br />
Adela. ¿Qué te pasa, comadre? ¿Qué se te perdió?<br />
Celia. El recorte del periódico que me dieron. ¿Tú no lo trais,<br />
Martín?<br />
Martín. No. Lo vi en la mesa y pensé que tú lo habías agarrado.<br />
Adela. Allí estará, no se apuren. Como en la casa no tenemos<br />
niños, nadie agarra nada.<br />
Rosalío. (Dándole un codazo a su mujer.) ¿Cómo que no tenemos<br />
niños? Y entonces aquélla ¿qué es?<br />
Cristina Pacheco<br />
(1941- )<br />
Nació en San Felipe Torres<br />
Mochas, Guanajuato. Ha ejercido<br />
el periodismo desde 1961<br />
en diferentes publicaciones<br />
periodísticas como El Popular,<br />
Novedades, El Sol de México,<br />
Excélsior, Unomásuno, El Día, La<br />
Jornada y en las revistas Sucesos<br />
para todos y Siempre!<br />
Narradora, conductora y<br />
guionista del programa popular<br />
Aquí nos tocó vivir, que se<br />
transmite por Canal Once TV<br />
México. Entre las distinciones<br />
con las que se ha reconocido su<br />
trabajo figura el Premio Nacional<br />
de Periodismo, que recibió<br />
en reconocimiento a su labor<br />
como entrevistadora en 1975<br />
y en 1985, además del premio<br />
Manuel Buendía en 1992. Ha<br />
publicado Para vivir aquí (1983),<br />
Sopita de fideo (1984), Zona<br />
de desastre (1986), Cuarto de<br />
azotea (1986), La última noche<br />
del tigre (1987), entre otros.<br />
Tiene publicadas entrevistas<br />
en Testimonios y conversaciones<br />
(1984), La luz de México (1988)<br />
y Los dueños de la noche (1990).<br />
Tiene varios años de publicar un<br />
cuento semanal en La Jornada,<br />
con el título Mar de historias.<br />
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Martín. Sí, comadre, no se le vaya a olvidar. La dueña todavía puede venir.<br />
Rosalío. No lo creo. Si acaso mandará al administrador. Ah, pero si hablamos<br />
con él, que sea frente a un abogado y con papeles. Digo, porque no<br />
vayan a salirnos con que siempre no nos venden la casa.<br />
Adela. De eso no tengo miedo. Con todo el relajo que se armó, no creo que<br />
haya nadie interesado en meterse aquí.<br />
Celia. Dios te oiga, comadre.<br />
Adela. Yo creo que ya nos oyó. (Se persigna.)<br />
Rosalío. (Mirando hacia la vivienda marcada con la letra a.) Híjole, aquéllos ya<br />
pusieron su música.<br />
Adela. Están contentos. ¿A poco tú no?<br />
Rosalío. Pues sí, pero ya es bien tarde y como que ya es hora de dormir, ¿no?<br />
Martín. (Dándole un golpecito en el hombro a su esposa.) Órale, chaparra, ya<br />
despídete. Hasta mañana y otra vez, gracias.<br />
(Adela y Rosalío entran en la habitación. De paredes altísimas y muy amplias, hace<br />
las funciones de sala-comedor y taller. Sobre la mesa, donde quedaron vasos y<br />
botellas, hay algunos periódicos.)<br />
II<br />
Rosalío. (Con un recorte en la mano lee en voz alta.) “Para proteger el eterno<br />
descanso de una niña aparecida, tres familias lograron impedir la<br />
demolición de una antigua casona. Se convertirán en propietarios…”<br />
(Deja el recorte y sonriendo se vuelve a su mujer.) ¡Qué bárbara eres!<br />
¿Cómo se te ocurrió lo de la niña aparecida?<br />
Adela. No se me ocurrió nada, sólo recordé lo que mi abuela nos contaba<br />
cuando éramos niños: que en el patio se aparecía todas las noches el<br />
ánima de la niñita con la esperanza de encontrar a sus padres.<br />
Rosalío. ¿Quiénes eran?<br />
Adela. Según mi abuelita, nadie lo sabía. (Suspirando.) Cuando se enfermó le<br />
dio por decirnos que la niña aparecida jugaba con ella todas las noches<br />
y que ésa era la señal de que iba a morirse. Pobrecita.<br />
Rosalío. Pues qué bueno que te contó esa historia. Gracias a que la recordaste<br />
nos quitamos de encima un broncón. (Vuelve a tomar el recorte y lee en<br />
voz alta.) “No podemos permitir que esta casa sea demolida para hacer<br />
un estacionamiento porque entonces el ánima de la niña no tendrá<br />
jamás descanso, dijo emocionada Adela Suárez, quien además aseguró<br />
que frecuentemente conversa con el fantasma”. ¿Qué te parece? Ya eres<br />
famosa.<br />
Adela. ¿Famosa? Sí, cómo no.<br />
Rosalío. Óyeme, saliste en la tele y en los periódicos. ¿Ya viste tus fotos?
Adela. Salimos todos, tú también. (Se acerca a la mesa y toma otro recorte.)<br />
Mira nomás a Rodrigo, el hijo de Celia, haciendo cuernos con la mano.<br />
Que no se nos vaya a revolver este recorte con los demás. Le prometí a<br />
mi comadre guardárselo.<br />
Rosalío. (Al ver que Adela se dirige a la puerta.) ¿A poco vas a llevárselo?<br />
Adela. No, es que me dieron ganas de ir al baño. ¿Vas conmigo? Me esperas<br />
afuerita.<br />
Rosalío. (Burlón.) ¿A poco tienes miedo de que se te aparezca la niña?<br />
Adela. (Cruzando una pierna.) No, cómo crees.<br />
Rosalío. Entonces ¿por qué quieres que te acompañe?<br />
Adela. Total, me voy sola. (Desde la mitad del patio.) ¡Menso!<br />
Rosalío. ¡Miedosa! (A solas, vuelve a mirar los recortes y a leer en voz alta.) “…<br />
porque entonces el ánima de la niña ya no tendrá jamás descanso…”<br />
(Mueve la cabeza y ríe.) ¡Qué puntadón se aventó mi vieja, qué bruto!<br />
(La luz del amanecer entra por la ventana de la recámara conyugal. Adela se<br />
incorpora en el lecho y toma el despertador que está sobre el buró.)<br />
III<br />
Rosalío. (Somnoliento.) ¿Qué haces?<br />
Adela. Ver la hora. Todavía es muy temprano. Duérmete otro ratito.<br />
Rosalío. (Pasándole el brazo por los hombros.) Tú también, descansa.<br />
Adela. No tengo sueño.<br />
Rosalío. (Resignado.) Ahora, ¿qué te preocupa?<br />
Adela. Nada. Sólo estaba pensando que si nos vamos a quedar aquí, deberíamos<br />
demoler estos cuartos, son muy incómodos y fríos en el invierno.<br />
Rosalío. (Sonriendo.) Y a la niña aparecida ¿crees que el cambio le guste?<br />
Adela. (Levantándose.) Ay, deja ese cuento. Ya me fastidió. Hace días y días que<br />
nadie habla de otra cosa. Punto, ¡se acabó!<br />
Rosalío. (Sacando la cabeza de entre las sábanas.) ¿Vas al baño otra vez?<br />
Adela. No, pero si así estoy, ni descanso ni te dejo dormir. Mejor aprovecho el<br />
tiempo en alzar el tiradero.<br />
Rosalío. No exageres, ni que fuera tanto.<br />
Adela. No, pero como me toca planchada… Ándale, duérmete: al ratito vengo a<br />
despertarte. (Sale. El reflejo de un anuncio callejero ilumina la habitación<br />
principal. En la penumbra, Adela avanza hasta la mesa. Al tomar la<br />
botella tira un vaso. Cuando se inclina a recogerlo ve en el suelo un<br />
recorte de periódico donde está su fotografía. Mientras la observa se va<br />
haciendo más precisa en el papel la figura de la niña que, vestida de<br />
blanco, le sonríe.)<br />
Cristina Pacheco, “<strong>Apariciones</strong>”, en La Jornada, domingo 10 de noviembre de 1996, p. 60.<br />
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Lo que dicen<br />
las palabras<br />
Lo bueno es que jalamos todos parejo.<br />
Según su experiencia, por el contexto o consultando algún<br />
diccionario, reescriban las siguientes frases, sobre todo las que se<br />
resaltan en cada oración.<br />
Mi apuración era que les preguntaran a los escuincles y que metieran la pata.<br />
Es bien coyón.<br />
El día en que le eché la bronca.<br />
Pero a ésos se les pasa la mano: se encajan.<br />
Con todo el relajo que se armó.<br />
¡Qué puntadón se aventó!<br />
Mejor aprovecho el tiempo para alzar el tiradero.<br />
¿De qué se<br />
trató?<br />
I. Contesten y comenten las siguientes preguntas.<br />
¿Qué opinan del cuento? ¿Les gustó o no? Fundamenten.<br />
¿Cuál es el tipo de asunto del relato: cómico, de terror, absurdo, misterioso, inverosímil…?<br />
¿Consideran que esta historia podría suceder en la realidad? ¿Por qué?
¿Cómo califican el desenlace: absurdo, sorpresivo u otro?<br />
¿Recomendarían la lectura de este cuento? ¿Por qué?<br />
II. Discutan y lleguen a un acuerdo sobre quién de los personajes que aparecen<br />
en el cuento (Adela, Martín, Celia o Rosalío) dijo cada frase siguiente. . Anoten el<br />
nombre en la línea. Al final, revisen la historia para verificar.<br />
Mi apuración era que les preguntaran a los escuincles de al lado y que metieran la pata.<br />
No se me ocurrió nada, sólo recordé lo que mi abuela nos contaba cuando éramos niños: que<br />
en el patio se aparecía todas las noches el ánima de la niñita con la esperanza de encontrar a<br />
sus padres.<br />
Órale, chaparra, ya despídete. Hasta mañana y otra vez, gracias.<br />
De eso no tengo miedo. Con todo el relajo que se armó, no creo que haya nadie interesado<br />
en meterse aquí.<br />
Óyeme, saliste en la tele y en los periódicos. ¿Ya viste tus fotos?<br />
¡Qué puntadón se aventó mi vieja, qué bruto!<br />
Deberíamos demoler estos cuartos, son muy incómodos y fríos en el invierno.<br />
Por poco se me sale la risa cuando dijiste que tus hijos jugaban con la niña en el patio.<br />
Y a la niña aparecida ¿crees que el cambio le guste?<br />
El recorte del periódico que me dieron. ¿Tú no lo trais, Martín?<br />
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Y tú,<br />
¿qué opinas?<br />
Desde mi punto de vista, este cuento se titula “<strong>Apariciones</strong>” porque<br />
Realiza lo que se solicita y, al terminar, compara tus respuestas<br />
con otros compañeros:<br />
En el cuento dice:<br />
Celia. Mi apuración era que les preguntaran a los escuincles de al lado y que<br />
metieran la pata.<br />
Rosalío. Sí, es cierto. ¿Quién los dejó entrar aquí?<br />
Adela. Nadie. Llegaron solitos. ¿Qué no conoces a los chamacos? Así son de<br />
curiosos.<br />
Rosalío. Pero a ésos se les pasa la mano: se encajan.<br />
¿Crees que estos niños sean “apariciones” o piensas que sean niños curiosos entrometidos? Argumenta<br />
tu respuesta.<br />
En el cuento dice:<br />
Rosalío. (Mirando hacia la vivienda marcada con la letra a.) Híjole, aquéllos ya<br />
pusieron su música.<br />
Adela. Están contentos. ¿A poco tú no?<br />
Rosalío. Pues sí, pero ya es bien tarde y como que ya es hora de dormir, ¿no?<br />
¿Consideras que eran “apariciones” los que habitaban la vivienda, o realmente eran personas que<br />
disfrutaban el hecho que no se demoliera la casona? Fundamenta tu respuesta.<br />
En el cuento dice:<br />
Adela. Cuando (mi abuelita) se enfermó le dio por decirnos que la niña<br />
aparecida jugaba con ella todas las noches y que ésa era la señal de<br />
que iba a morirse. Pobrecita.<br />
(Al final del cuento)<br />
Adela. (...ve en el suelo un recorte de periódico donde está su fotografía.<br />
Mientras la observa se va haciendo más precisa en el papel la figura<br />
de la niña que, vestida de blanco, le sonríe.)
¿Piensas que la niña que vio Adela al final del cuento, sea la misma que se le apareció a la abuelita? ¿Por qué?<br />
Jueguen, dibujen, escriban,<br />
hablen, escuchen...<br />
¡Representen la obra!<br />
Esta lectura fue escrita para ser representada. Su extensión<br />
es breve, esto les permitirá escenificarla haciendo uso de su<br />
creatividad.<br />
Estudien las acotaciones para ubicar la acción en un espacio, tiempo y ambiente determinados.<br />
Realicen bocetos sobre cómo sería el vestuario y cómo los decorados para representarla.<br />
De acuerdo con las acciones que realizan los personajes, las reacciones que tienen y los diálogos que<br />
sostienen, señalen cómo es el carácter, la personalidad y los pensamientos de cada uno de ellos.<br />
Pónganse de acuerdo en la distribución de papeles y ensayen la obra para representarla sin leerla y sin<br />
memorizarla.<br />
Prepararen todo lo necesario para su presentación.<br />
El reto será hacer una representación que conserve el estilo de Cristina Pacheco, pero poniendo en práctica su<br />
capacidad de improvisación.<br />
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