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Chamdi se frota las costillas con las manos. Intenta ... - Alfaguara

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Uno<br />

www.alfaguara.santillana.es<br />

Empieza a leer... La canción de Kahunsha<br />

<strong>Chamdi</strong> <strong>se</strong> <strong>frota</strong> <strong>las</strong> costil<strong>las</strong> <strong>con</strong> <strong>las</strong> <strong>manos</strong>.<br />

<strong>Intenta</strong> empujar<strong>las</strong> hacia dentro, pero no sirve de<br />

nada. Se le siguen marcando a través del chaleco blanco.<br />

A lo mejor es porque sólo tiene diez años. Cuando <strong>se</strong> haga<br />

mayor tendrá más carne y <strong>las</strong> costil<strong>las</strong> <strong>se</strong> le notarán menos,<br />

piensa mientras desciende la escalera del orfelinato.<br />

Sale al patio <strong>con</strong> los pies descalzos. Nunca lleva zapatil<strong>las</strong><br />

porque le gusta <strong>se</strong>ntir la tierra caliente en la planta<br />

de los pies. Aún son los primeros días de enero y <strong>las</strong> lluvias<br />

están todavía muy lejos. Aunque ha empezado el año nuevo,<br />

la tierra tiene aspecto envejecido y <strong>las</strong> grietas de su piel<br />

parecen más profundas que nunca. El sol cae <strong>con</strong> fuerza sobre<br />

el cabello negro de <strong>Chamdi</strong> y le obliga a guiñar los ojos.<br />

El niño estira los brazos y echa a andar hacia el<br />

muro, el lugar donde su mundo termina y el de los otros<br />

comienza. A medida que <strong>se</strong> aproxima a la pared <strong>se</strong> van escuchando<br />

los sonidos de la ciudad, los cláxones lejanos y<br />

el zumbido de <strong>las</strong> motos y motocicletas. Sabe que Bombay<br />

es mucho más ruidosa de lo que parece desde allí, lo<br />

que ocurre es que su patio no está cerca de la carretera<br />

principal. Más allá del muro hay un pequeño mercado<br />

donde <strong>las</strong> mujeres venden pescado y vegetales en cestas de<br />

caña y los hombres aguardan <strong>se</strong>ntados en cuclil<strong>las</strong> algún<br />

cliente al que limpiarle los oídos por unas cuantas rupias.<br />

Una hilera de palomas parlotea en lo alto del muro.<br />

El borde está protegido <strong>con</strong> cristales rotos para impedir<br />

que nadie salte dentro del patio. <strong>Chamdi</strong> no entiende<br />

por qué iba a intentar nadie colar<strong>se</strong> allí. En el orfelinato<br />

no hay nada que robar.


12<br />

El escandaloso timbre de una bicicleta espanta a <strong>las</strong><br />

palomas que revolotean durante unos <strong>se</strong>gundos, pero no tardan<br />

en regresar a su sitio en lo alto de la pared. Los trozos de<br />

cristal no parecen molestarles lo más mínimo. Saben por<br />

dónde caminar.<br />

<strong>Chamdi</strong> toca la pared <strong>con</strong> la mano y siente el tacto<br />

de la piedra negra. Sonríe al pensar en el musgo que la<br />

recubrirá en unos me<strong>se</strong>s. La lluvia puede hacer que <strong>las</strong> paredes<br />

cobren vida. Pero aún falta una buena temporada<br />

antes de que pueda llenar sus pulmones <strong>con</strong> su aroma favorito.<br />

Se pasa todo el año soñando <strong>con</strong> el olor de <strong>las</strong> primeras<br />

lluvias, el olor de la tierra agradecida y saciada de<br />

agua. Si el edificio oliera también así por dentro no habría<br />

mejor orfelinato en toda la ciudad.<br />

El décimo año de <strong>Chamdi</strong> ha sido duro. Ahora<br />

está empezando a entender muchas cosas. Cuando era un<br />

niño tenía muchas preguntas, pero ahora necesita respuestas<br />

y mucho <strong>se</strong> teme que no le van a gustar nada.<br />

Se aparta de la pared y <strong>se</strong> acerca dando un pa<strong>se</strong>o<br />

hasta el pozo de cemento gris.<br />

Se queda <strong>con</strong>templando su reflejo en el agua, preguntándo<strong>se</strong><br />

si <strong>se</strong> parecerá más a su madre o a su padre.<br />

Decide que los ojos son los de su madre, negros y grandes.<br />

¿Sería ella o su padre quien le dejara allí? Cómo le gustaría<br />

saber si están vivos.<br />

<strong>Chamdi</strong> posa un pie en el brocal del pozo.<br />

Está rodeado de buganvil<strong>las</strong>, sus flores favoritas.<br />

Tan rosas, tan rojas, tan llenas de amor, piensa. Si esas flores<br />

fueran humanas <strong>se</strong>rían <strong>las</strong> personas más hermosas de la<br />

Tierra.<br />

Sube el otro pie al brocal y <strong>se</strong> estira.<br />

Echa un vistazo a través de la ventana del orfelinato,<br />

que <strong>se</strong> encuentra abierta. Casi todos los niños están<br />

acurrucados sobre una de <strong>las</strong> camas, cantando el Railgaadi.<br />

Las niñas imitan el chu chu del tren mientras los niños<br />

gritan los nombres de <strong>las</strong> distintas localidades a toda velo-


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cidad: Mandwa, Khandwa, Raipur, Jaipur, Talegaon, Malegaon,<br />

Vellur, Sholapur, Kolhapur. Hay tantas ciudades en<br />

la India, piensa <strong>Chamdi</strong>, y yo no <strong>con</strong>ozco ninguna.<br />

Le gusta lo alto que <strong>se</strong> siente encima del pozo. A lo<br />

mejor un día llega a tener esa altura. Pero tendrá que esperar<br />

años. Y de todos modos, aunque llegue a <strong>se</strong>r más grande,<br />

¿qué más da? Seguirá sin tener adónde ir. Llegará un día<br />

en que tendrá que abandonar el orfelinato. Y no habrá nadie<br />

de quien despedir<strong>se</strong>. Nadie le echará de menos si <strong>se</strong> va.<br />

Ob<strong>se</strong>rva el agua del pozo.<br />

Está totalmente inmóvil. A lo mejor debería saltar<br />

dentro y tragar tanta agua como su cuerpo le permita. Si<br />

sus padres vuelven a buscarlo alguna vez lo en<strong>con</strong>trarán<br />

dormido en el fondo del pozo.<br />

Nada más pensarlo <strong>se</strong> baja del pozo.<br />

Se dirige a paso ligero hacia el orfelinato y asciende<br />

los tres escalones que <strong>con</strong>ducen hasta el vestíbulo. Las<br />

zapatil<strong>las</strong> de goma de los niños están colocadas en una fila<br />

ordenada y un paraguas negro cuelga de un gancho clavado<br />

en la pared des<strong>con</strong>chada y amarillenta.<br />

Según avanza sus piececitos van dejando manchas<br />

de suciedad sobre el suelo de piedra. <strong>Chamdi</strong> entra en el<br />

dormitorio y Jyoti, que está acuclillada fregando el suelo,<br />

le mira <strong>con</strong> expresión <strong>se</strong>vera. Siempre le regaña por no llevar<br />

zapatil<strong>las</strong>.<br />

La habitación está ocupada por veinte camas de<br />

metal dispuestas unas frente a <strong>las</strong> otras en dos fi<strong>las</strong> de diez.<br />

Los delgados colchones están cubiertos <strong>con</strong> sábanas blancas<br />

pero no tienen almohadas. Como Jyoti está fregando<br />

el suelo, los niños están encaramados sobre los lechos. La<br />

mayoría siguen subidos a la misma cama junto a la ventana,<br />

jugando al antakshari. Ya han terminado de cantar el<br />

Railgaadi y en este momento necesitan una canción que<br />

empiece <strong>con</strong> la letra uve.<br />

Sin apartar los ojos de <strong>Chamdi</strong>, Jyoti sumerge el<br />

trapo grisáceo en un cubo que <strong>con</strong>tiene una mezcla de


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agua y fenol. Luego lo arroja <strong>con</strong>tra el suelo. <strong>Chamdi</strong> la<br />

mira y sonríe. Tanto ella como su marido, Raman, llevan<br />

muchos años trabajando en el orfelinato y <strong>Chamdi</strong> sabe<br />

que es inofensiva. Ojalá Jyoti pare ya de fregar y le prepare<br />

la merienda, pero sabe que sólo empezará a preparar la<br />

comida de los niños cuando haya terminado de fregar el<br />

suelo. Hoy <strong>se</strong> ha untado aceite en el pelo y el olor flota por<br />

toda la habitación mezclado <strong>con</strong> el del desinfectante.<br />

El niño <strong>se</strong> asoma al enorme cubo verde, lleno de<br />

agua y suciedad, y de repente <strong>se</strong> acuerda del pozo. Aparta<br />

la vista de inmediato y corre a la sala de oración. <strong>Intenta</strong><br />

tranquilizar<strong>se</strong> <strong>con</strong> el pensamiento de que nadie sabrá nunca<br />

que <strong>se</strong> ha planteado saltar al pozo. Nadie excepto el<br />

hombre que preside la sala de oración como un hermoso<br />

gigante puesto en pie.<br />

<strong>Chamdi</strong> <strong>se</strong> siente incapaz de mirarle. Se avergüenza<br />

de los pensamientos que han atravesado su mente hace<br />

un rato, sobre todo porque e<strong>se</strong> hombre ha sufrido más<br />

que nadie en el mundo. <strong>Chamdi</strong> lo sabe.<br />

Jesús.<br />

A pesar de toda la crueldad que los ojos de Jesús<br />

debieron ver cuando estaba vivo, ésta no <strong>se</strong> refleja en absoluto<br />

en ellos. Pero lo que más le gusta a <strong>Chamdi</strong> de Jesús<br />

es toda esa luz que tiene alrededor de la cabeza, como<br />

si fuera el inventor de la electricidad. Cuando <strong>Chamdi</strong> sufre<br />

al ver a otros niños felices, niños que a lo mejor no tienen<br />

solamente un padre, sino incluso dos, piensa en cómo<br />

maltrataron a Jesús. Jesús llegó a la Tierra lleno de amor,<br />

pero le enviaron de vuelta a casa clavado a una cruz, cubierto<br />

de sangre y de improperios.<br />

A <strong>Chamdi</strong> le infunde valor saber que Jesús también<br />

fue niño una vez y llegó a <strong>con</strong>vertir<strong>se</strong> en un líder entre<br />

los hombres. Sin embargo, aunque hablar <strong>con</strong> él le<br />

hace <strong>se</strong>ntir<strong>se</strong> mejor, siempre <strong>se</strong> siente incómodo cuando<br />

le pide algo. Todas <strong>las</strong> mañanas los niños <strong>se</strong> reúnen en la<br />

sala de oración y en vez de rezar cierran los ojos y reali-


15<br />

zan peticiones. <strong>Chamdi</strong> no cree que eso <strong>se</strong>a rezar de verdad.<br />

Para él una auténtica oración <strong>con</strong>siste en enviar un<br />

pensamiento luminoso como «Gracias» o «Te quiero» al<br />

cielo. Eso es rezar. En el momento en que empiezas a pedir<br />

cosas la sala de oración <strong>se</strong> <strong>con</strong>vierte en la plaza de un<br />

mercado.<br />

Echa una ojeada a su alrededor para ver si hay alguien<br />

ob<strong>se</strong>rvándole. No quiere que nadie más <strong>se</strong>a testigo<br />

de su oración. Jesús jamás le ha respondido, pero <strong>Chamdi</strong><br />

comprende que después de la manera en la que le trataron,<br />

no debe de tener demasiada <strong>con</strong>fianza en los <strong>se</strong>res hu<strong>manos</strong>.<br />

De modo que acepta su silencio.<br />

<strong>Chamdi</strong> le dice a Jesús que de ahora en adelante va<br />

a aprender a llevar su tristeza <strong>con</strong>sigo <strong>con</strong> tanta naturalidad<br />

como si fuera parte de su cuerpo. Nada más pronunciar<br />

esas palabras siente que Jesús está orgulloso de él.<br />

Está cansado y le apetece descansar un rato, pero<br />

también quiere permanecer bajo la mirada protectora de<br />

Jesús, de modo que <strong>se</strong> tumba sobre el suelo de piedra y le<br />

envía un pensamiento: «Te prometo que voy a intentar <strong>se</strong>r<br />

feliz». <strong>Chamdi</strong> es <strong>con</strong>sciente de que es más afortunado<br />

que los ciegos o los niños enfermos e incluso que los perros<br />

callejeros, que siempre están llenos de heridas.<br />

Ya <strong>se</strong> siente mucho mejor. Ahora puede cerrar los<br />

ojos y dedicar<strong>se</strong> a su afición favorita, la que lleva practicando<br />

desde el día en que nació, o al menos desde los tres<br />

años: imaginar<strong>se</strong> la ciudad en la que nació, Bombay.<br />

Ha pasado toda la vida en el patio del orfelinato,<br />

así que no ha podido ver mucho de la ciudad. Y lo que ha<br />

escuchado sobre ella en los últimos tiempos le ha llenado<br />

de preocupación. La <strong>se</strong>ñora Sadiq, la encargada del orfelinato,<br />

no les ha permitido a ninguno de los niños poner los<br />

pies fuera del recinto en <strong>las</strong> últimas tres <strong>se</strong>manas.<br />

Según les ha <strong>con</strong>tado, los hindúes han destruido<br />

la mezquita de Babri Masjid, que <strong>se</strong> encuentra en algún<br />

lugar lejano llamado Ayodhya, y por eso ahora hindúes


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y musulmanes <strong>se</strong> están enfrentando unos <strong>con</strong> otros en<br />

Bombay. Las calles han dejado de <strong>se</strong>r <strong>se</strong>guras incluso para<br />

los niños.<br />

Entonces <strong>Chamdi</strong> recuerda que acaba de empezar<br />

un año nuevo.<br />

De modo que <strong>se</strong> acabaron <strong>las</strong> tiendas saqueadas,<br />

los taxis quemados y la gente herida. De cualquier manera,<br />

si es verdad que han ocurrido todas esas cosas, lo que<br />

tendrá que hacer es re<strong>con</strong>struir Bombay él mismo, ladrillo<br />

a ladrillo.<br />

Así que cierra los ojos y <strong>se</strong> imagina una pelota de<br />

goma roja.<br />

En el Bombay de <strong>Chamdi</strong> los niños juegan al cricket<br />

en la calle <strong>con</strong> una pelota de goma roja e incluso si el<br />

bateador la golpea <strong>con</strong> demasiada fuerza y la envía <strong>con</strong>tra<br />

la vitrina de una tienda, nadie <strong>se</strong> enfada. El cristal <strong>se</strong> recompone<br />

en cuestión de <strong>se</strong>gundos y el juego <strong>con</strong>tinúa. El<br />

árbitro es un viejo que vende cigarrillos y, aunque no puede<br />

prestar demasiada atención porque tiene que ocupar<strong>se</strong><br />

de vender su tabaco, su paan y su supari, es tan sumamente<br />

bueno que es capaz de rebobinar <strong>las</strong> imágenes del juego<br />

reproducidas en su cabeza, bola tras bola. El lanzador<br />

utiliza una técnica originalísima. Echa a correr marcha<br />

atrás, sin mirar siquiera hacia los tres palos y lanza la bola<br />

a kilómetros de altura. Entonces el bateador, si tiene la experiencia<br />

suficiente, espera pacientemente a que la bola<br />

aterrice, lo que puede suponer entre uno y siete minutos.<br />

Cuando la bola regresa lo hace dando vueltas de una manera<br />

tan frenética que todos acaban mareados.<br />

<strong>Chamdi</strong> asiste también a la celebración del Holi.<br />

Todo el mundo está en la calle bailando al ritmo que marcan<br />

los tambores dhols. La gente arroja polvos de colores al<br />

aire y luego salta dentro de la nube y <strong>se</strong> queda teñida de<br />

e<strong>se</strong> tono durante un día entero o una <strong>se</strong>mana. Los habitantes<br />

de Bombay por fin han entendido la verdadera naturaleza<br />

del Holi: si tienen el rostro pintado de verde du-


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rante los siguientes días, Bombay <strong>se</strong> <strong>con</strong>vierte en un lugar<br />

opulento y hombres, mujeres y niños superan sus problemas<br />

e<strong>con</strong>ómicos <strong>con</strong> facilidad; los que lleven el pecho<br />

manchado de rojo <strong>se</strong> enamorarán y <strong>se</strong> casarán. Todos y<br />

cada uno de los colores <strong>con</strong>ocidos por el hombre llegan a<br />

Bombay en calidad de amigos y la gente <strong>se</strong> transforma en<br />

todos ellos.<br />

Aunque un lugar así debería tener otro nombre,<br />

piensa. <strong>Chamdi</strong> <strong>se</strong> inventa uno y lo pronuncia en voz alta:<br />

«Kahunsha», que para él significa «la ciudad sin tristeza».<br />

Un día, toda la tristeza morirá, está <strong>con</strong>vencido, y Bombay<br />

renacerá como Kahunsha.

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