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Emilio_Lledo._Conferencia_inaugural._Congreso_2007

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la posibilidad de mover el cerebro, de hacer fluir las neuronas. Por eso debemos que<br />

evitar la corrupción más grande de todas: la de la cabeza, de la mente, de las neuronas.<br />

Y quería hablaros de identidad, precisamente porque se habla tanto de ella -y es<br />

lo que nos construye como periodistas, escritores o profesores-, de cómo surge y qué es<br />

eso de la identidad. La necesita el periodista, por supuesto: si no, es un quien (que dice<br />

Píndaro); si es un si es un nadie, ¿qué nos puede decir?, ¿qué nos puede<br />

escribir, qué nos puede comunicar un nadie, un –qué bonita es la expresión castellana-<br />

don nadie? Nuestra vida desgraciadamente está llena de donnadies, que muchas veces<br />

tienen poder, posibilidad de actuar, de hacer.<br />

Pues bien, en el problema del periodismo y de la literatura yo creo que hay que<br />

pensar antes en qué construye la identidad de quien habla, la identidad del periodista,<br />

del escritor, del historiador, del profesor. Si no, como decía hace un momento, tampoco<br />

necesitaríamos libertad de expresión. ¿Para qué? La libertad se construye. Y se<br />

construye sobre todo (esa es una de mis obsesiones desde hace ya muchos años) en la<br />

escuela, en el instituto y en la universidad también. Me repugna –a cierta edad uno tiene<br />

derecho a decirlo- la propaganda de algunas universidades privadas, que dicen “meta<br />

usted al niño en esta universidad, que saldrá colocado”. Esto yo lo he oído, lo he leído.<br />

En 1810 fue creada la Universidad de Berlín por ese aristócrata genial que se llamaba<br />

Guillermo de Humboldt, hermano de otro aristócrata (¡qué aristocracia, eh!) llamado<br />

Alejandro de Humboldt, que no tenía ni 40 años cuando se lanzó a la aventura de<br />

describir la fauna y la flora americana. Yo he visto el Palacio de Tegel que tienen en<br />

Berlín los Humboldt y pensé: qué genial dejar todo esto para irse a la selva americana,<br />

qué pasión, qué deseos de mirar el mundo, de aprender… Porque todo entra por<br />

nuestros ojos. Pues bien, Guillermo, su hermano, fue ministro prusiano, estuvo en la<br />

política activa también. La política es, por cierto –y aunque ahora se la critica-, una<br />

hermosísima empresa, aunque a veces está un poco deteriorada. Pero el trabajar por los<br />

otros, el volcarse hacia los otros era una concepción tan importante de la política que en<br />

La República de Platón, y también en La Política aristotélica, se plantea el problema tan<br />

hermoso de si pueden ser felices los políticos, porque su vida es dar y darse a los demás<br />

y no pueden tener nada. No pueden ser felices, porque la palabra eudaimonía<br />

(εὐδαιμονία) era, en principio, poseer cosas: tener ánforas para el vino y el agua, tener<br />

aceite para el futuro, tener vestidos. Porque era dura la vida en Grecia en el siglo V o en<br />

el siglo IV, cuando inventaron esa hermosa palabra: eudaimonía, felicidad. Era un dios,

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