lorenzo milani (1923-1967) - asociación educativa barbiana
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© SECRETARIADO DE PUBLICACIONES UNIVERSIDAD DE SEVILLA<br />
Virginia Guichot Reina<br />
una carta aportada por un cura de montaña -que, en realidad, era él mismo<br />
desde su nueva parroquia de Barbiana-, donde se muestra su toma de<br />
conciencia de que la ausencia de palabra deshumaniza, nos acerca a la<br />
animalidad. Sin que primero él se ocupe de este escalón elemental para el logro<br />
de seres humanos, será imposible realizar una labor evangelizadora. Entiende<br />
que su actividad sacerdotal de proporcionar Doctrina y Sacramentos la tiene<br />
cortada por un abismo de desnivel humano, de tal forma que como se siente<br />
párroco es haciendo escuela, es decir, liberando, emancipando del estadio de<br />
animalidad o de infantilismo. Dar la palabra, dentro de su compromiso<br />
sacerdotal, es preevangelizar:<br />
“a fuerza de vivir en soledad, sin el contrapeso de la cultura o del<br />
pensamiento o de una espiritualidad intensa, se han convertido<br />
realmente en animales inferiores. Y si esta frase parece una injuria contra<br />
el hecho de ser todos hijos de un mismo Padre, la digo para expresar<br />
cómo está sepultada en ellos la imagen de Dios, bajo un cúmulo de<br />
estructuras que no son ni divinas ni humanas...<br />
(..) Pero ojalá fuera éste todo el mal y sólo permanecieran cerrados<br />
al pensamiento, pero tuvieran un corazón desbordante de amor. Pero no<br />
tienen ni esto. Están cerrados en sí mismos, en el egoísmo más elemental.<br />
El egoísmo del niño y de la fiera... es todo lo que puede encontrarse en<br />
un hombre cuando no le ha alcanzado el influjo vivificador de la palabra,<br />
es decir, del medio para recibir la aportación de sus semejantes y, sobre<br />
todo, de un Semejante suyo, que es Palabra y se ha hecho Carne, o sea,<br />
Palabra Encarnada para ser Palabra más convincente aún, y que además<br />
ha puesto un Libro como fundamento de nuestra elevación y un<br />
Magisterio para la interpretación de ese Libro; y los Sacramentos, que en<br />
sí mismos son más que tal Libro y más que el Magisterio, pero que<br />
tampoco se puedan afrontar sin la antecámara de la Palabra (el<br />
catecismo)” (Vd. Corzo, 1981, p. 251)<br />
La finalidad de la escuela, para Milani, era la de formar hombres dedicados<br />
al prójimo, unos seres humanos que gozaran de autonomía, que fuesen capaces<br />
de darse a sí mismos sus propias normas, con criterio propio, auténticos<br />
soberanos y no súbditos de nadie. Unos individuos que luchasen con todas sus<br />
fuerzas en contra de las injusticias para lo que era necesario contar tanto con la<br />
capacidad de comprensión del mundo circundante como de expresión y<br />
actuación para participar en cualquier toma de decisiones. El aspecto de la<br />
comunicación con los otros cobraba una importancia trascendental, de ahí que<br />
para el sacerdote florentino no bastase con el conocimiento del italiano sino que<br />
era necesario dominar varios idiomas. Freire, otro autor consagrado a dar la<br />
palabra a los oprimidos, hubiera apoyado firmemente todos estos objetivos: sin<br />
lenguaje compartido no hay diálogo, y es éste la principal herramienta para un<br />
conocimiento que nos lleve a la acción en pro de intereses comunes. En Carta a<br />
una Maestra encontramos el siguiente fragmento acerca del fin de la escuela:<br />
Cuestiones Pedagógicas, 2008, pp. 81-103