2. El ministerio anabaptista
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www.menonitas.org 3<br />
Últimamente estoy coleccionando algunas de<br />
las anécdotas acerca del <strong>ministerio</strong> eficaz de mi<br />
padre en la comunidad. Tal vez mi anécdota favorita<br />
es la vez que pintó el enorme tejado de un<br />
granero para un granjero que vivía a una ocho millas<br />
de casa. Desafortunadamente, por algún motivo<br />
la brea empezó a tener fugas al cabo de poco<br />
tiempo. <strong>El</strong> propietario estaba muy enfadado. Vino<br />
a casa para exigir que Papá hiciera algo sobre el<br />
desastre. La respuesta de mi padre fue ir a por<br />
más brea y pintarle el tejado entero otra vez sin<br />
cobrarle nada. La secuela instructiva a la anécdota<br />
se produjo bastante después, cuando murió aquel<br />
propietario. Su hijo vino a nuestra casa después<br />
del funeral para contarle a Papá que su padre se<br />
había hecho cristiano antes de morir y que esto<br />
había sido por la conducta de mi padre al volver a<br />
pintarle el tejado.<br />
Así que lo que he estado intentando decir con<br />
esta historia acerca de mi padre es que esa visión<br />
que era esencial e históricamente <strong>anabaptista</strong> respecto<br />
al <strong>ministerio</strong>, podía producir un <strong>ministerio</strong><br />
altamente eficaz. Con este ejemplo podemos, espero,<br />
hacernos con una idea mejor de cómo un<br />
modelo anterior funcionaba; y emplearlo como<br />
punto de comparación para lo que sigue.<br />
Ahora bien, una interrogante importante suscitada<br />
es si este modelo, por bueno y eficaz que sin<br />
lugar a dudas fuera para mi padre, sigue siendo<br />
un modelo viable para hoy día y para el futuro.<br />
Otra vez me es necesario empezar por afirmar lo<br />
que acabará por hacerse evidente, a saber, que<br />
tengo más interrogantes y observaciones que respuestas<br />
definitivas.<br />
Desde donde estoy yo —en la Iglesia de los<br />
Hermanos en Cristo— la respuesta a la interrogante<br />
que he expresado parece ser para muchos que<br />
aquella forma histórica de <strong>ministerio</strong> ya no es eficaz<br />
o por lo menos, es menos eficaz para la mayoría<br />
de situaciones. Opino que hay razones que<br />
explican esta respuesta; la mayoría son obvias.<br />
Una razón es el cambio de concepto de lo que<br />
viene a constituir el liderazgo pastoral. Y una de<br />
las razones de este cambio es el modelo que ahora<br />
seguimos frecuentemente para el liderazgo. Las<br />
congregaciones vienen estando inmersas en un<br />
proceso, en mi opinión, de cambiar de un modelo<br />
de liderazgo basado en la comunidad, donde el<br />
pastor era una parte de esa comunidad, a otro<br />
modelo basado más en estructuras corporativas<br />
empresariales. Esto, me parece a mí, tiene todo<br />
tipo de consecuencias para el <strong>ministerio</strong>.<br />
No es por accidente que viene ocurriendo este<br />
cambio. En los años pasados, las congregaciones<br />
eran rurales y su base económica era agraria, tal el<br />
caso de la congregación de mi padre. En esa situación,<br />
la comunidad es (o por lo menos lo era<br />
antes) la forma casi natural para diversos aspectos<br />
de la vida. Para los <strong>anabaptista</strong>s tradicionales la<br />
base escritural para la comunidad eclesial estaba<br />
apoyada, en un sentido sociológico, por el entorno<br />
rural.<br />
Sin embargo los tiempos han cambiado esto<br />
junto con casi todo lo demás. Los <strong>anabaptista</strong>s ya<br />
no son, como no lo es el resto de la sociedad canadiense<br />
y estadounidense, un pueblo mayoritariamente<br />
rural. La gente se ha marchado de sus<br />
granjas y al hacerlo, se han hecho empresarios y<br />
profesionales. Suele suceder que los laicos que<br />
ejercen mayor influencia en la congregación son<br />
precisamente esas personas, que llevan consigo,<br />
consciente o inconscientemente, una forma de entender<br />
el liderazgo presumiblemente más eficaz,<br />
basada en modelos empresariales y profesionales.<br />
Ese modelo, desde luego, tiene consecuencias para<br />
toda la vida de la iglesia, y sin lugar a dudas para<br />
el <strong>ministerio</strong>.<br />
Una de las consecuencias obvias es la promoción<br />
de un <strong>ministerio</strong> profesionalizado. Los<br />
miembros que son empresarios y profesionales,<br />
naturalmente, quieren que quien les ministra tenga<br />
un rango equiparable. Mi observación es que<br />
incluso los miembros que no son ni empresarios ni<br />
profesionales tienden hoy día a preferir una persona<br />
con estudios formales y que actúa de manera<br />
profesional. Es así como llega el pastor profesional<br />
a la congregación, tal vez sin que la propia<br />
congregación haya sido consultada expresamente<br />
sobre ese cambio, lo cual está sucediendo cada vez<br />
más entre los Hermanos en Cristo.<br />
Y desde luego, el pastor profesional se supone<br />
que debe vivir de la profesión que se le ha contratado<br />
para que ejerza. <strong>El</strong> resultado en la vida de la<br />
congregación suele ser que sienten que les corresponde<br />
seguir en lugar de participar y tomar iniciativas.<br />
Esa tendencia se acentúa con cursillos y<br />
programas, creados frecuentemente por personas<br />
presuntamente expertas de otras tradiciones que<br />
la <strong>anabaptista</strong>, que declaran que el pastor es quien<br />
tiene la visión y que le corresponde hacer lo que