25.04.2013 Views

Gracia y libertad: - Iglesia Evangélica Menonita de Burgos

Gracia y libertad: - Iglesia Evangélica Menonita de Burgos

Gracia y libertad: - Iglesia Evangélica Menonita de Burgos

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

www.menonitas.org 11<br />

separado a judíos y gentiles, a amos y a esclavos, a<br />

varones y mujeres. No se trata simplemente <strong>de</strong><br />

una igualdad jurídica o política, sino <strong>de</strong> una gratuidad<br />

que emerge <strong>de</strong> la misma gratuidad sobre la<br />

que se funda la iglesia. La parábola <strong>de</strong> los jornaleros<br />

<strong>de</strong> la última hora (Mt 20,1-16), nos recuerda el<br />

carácter <strong>de</strong> la justicia gratuita <strong>de</strong> Dios. I<strong>de</strong>almente,<br />

la justicia <strong>de</strong> este mundo daría a cada cual lo que<br />

le correspon<strong>de</strong> en función <strong>de</strong> sus propios méritos.<br />

Es algo que no suce<strong>de</strong> <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego en un mundo<br />

injusto como el nuestro, pero que incluso en el caso<br />

<strong>de</strong> suce<strong>de</strong>r no crearía igualdad real, sino diferencias<br />

basadas en el mérito. La igualdad jurídica<br />

no es igualdad real, sino solamente la pretensión<br />

i<strong>de</strong>al <strong>de</strong> que las diferencias se basen exclusivamente<br />

en el mérito. Solamente la gratuidad que<br />

trascien<strong>de</strong> los méritos crea verda<strong>de</strong>ra igualdad, y<br />

solamente ella introduce por tanto una radical novedad<br />

en la historia humana.<br />

Démonos cuenta <strong>de</strong> la índole <strong>de</strong> esta novedad.<br />

La novedad <strong>de</strong> la salvación no es una distinción<br />

arbitraria <strong>de</strong> Dios entre un sector <strong>de</strong> la humanidad,<br />

elegido para ser salvado, y un el resto <strong>de</strong> la<br />

misma, que sólo pue<strong>de</strong> merecer el antiguo calificativo<br />

<strong>de</strong> massa damnata, <strong>de</strong> una masa con<strong>de</strong>nada.<br />

No hay sin embargo ninguna masa excluida por<br />

principio <strong>de</strong> la salvación divina. La salvación <strong>de</strong><br />

Dios no es otra cosa que la expansión gratuita <strong>de</strong><br />

su vida trinitaria, para restaurar a toda la humanidad.<br />

Si la esencia <strong>de</strong> la salvación <strong>de</strong> Dios es la<br />

gratuidad, la salvación divina no pue<strong>de</strong> consistir<br />

en una doble pre<strong>de</strong>stinación. La gratuidad por su<br />

propia esencia es un bien sobreabundante que no<br />

preten<strong>de</strong> excluir. La salvación es la pretensión divina<br />

<strong>de</strong> restaurar la creación entera, y no solamente<br />

una parte <strong>de</strong> la misma, elegida <strong>de</strong> forma arbitraria<br />

o indiscernible. Hay que afirmar inequívocamente<br />

la voluntad salvífica universal <strong>de</strong> Dios, tal<br />

como la testimonian las Escrituras. Al mismo<br />

tiempo, afirmar la gratuidad es afirmar la <strong>libertad</strong><br />

<strong>de</strong> Dios, y el carácter particular <strong>de</strong> su elección. El<br />

encuentro absolutamente personal y único <strong>de</strong>l encuentro<br />

humano con Dios no pue<strong>de</strong> ser sustituido<br />

por ninguna consi<strong>de</strong>ración teórica que convierta<br />

este encuentro en una oportunidad abstracta y<br />

universal. En el fondo, los intentos <strong>de</strong> universalización<br />

abstracta <strong>de</strong>sconocen el carácter esencialmente<br />

histórico, y por tanto particular, no sólo <strong>de</strong><br />

la condición humana, sino también <strong>de</strong> la forma en<br />

que Dios ha elegido relacionarse con la humanidad.<br />

En realidad, si Dios es verda<strong>de</strong>ramente Dios,<br />

su relación con la humanidad tendrá siempre el<br />

carácter <strong>de</strong> lo particular, porque lo particular pertenece<br />

esencialmente a lo inmanipulable. Una universalidad<br />

abstracta no es más que una norma para<br />

la propia justificación, y no el carácter absolutamente<br />

particular <strong>de</strong> la actuación histórica <strong>de</strong><br />

Dios.<br />

Lo que suce<strong>de</strong> es que la particularidad no está<br />

reñida con una universalidad históricamente entendida.<br />

Esto es algo que filosóficamente viene<br />

siendo claro <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los tiempos <strong>de</strong> Hegel. En la historia,<br />

cualquier universalidad es siempre una universalidad<br />

concreta. Y esto es perfectamente aplicable<br />

no sólo a la elección <strong>de</strong> Cristo <strong>de</strong> la que nos<br />

hablaba Barth, sino también a la elección <strong>de</strong> la<br />

iglesia. Dios no elige un pueblo para excluir a<br />

otros, como suce<strong>de</strong>ría en la concepción clásica <strong>de</strong><br />

una doble pre<strong>de</strong>stinación. La elección particular<br />

<strong>de</strong> Dios no tiene el fin <strong>de</strong> excluir a otros, sino al<br />

contrario, es una elección absolutamente particular<br />

con el fin <strong>de</strong> alcanzar a todos 15 . Si se quiere<br />

hablar <strong>de</strong> “doble pre<strong>de</strong>stinación”, hay que <strong>de</strong>cir<br />

que ésta consiste en que (1) Dios llama a algunos<br />

para (2) po<strong>de</strong>r alcanzar a todos, pero sin imponer<br />

nunca nada a nadie. La elección <strong>de</strong> Dios tiene el<br />

fin <strong>de</strong> constituir un pueblo absolutamente nuevo y<br />

especial, pero no con el fin <strong>de</strong> excluir a otros pueblos,<br />

sino con el fin <strong>de</strong> atraerlos hacia sí. Por eso, la<br />

iglesia es aquel pueblo en el que se hace ya visible<br />

la voluntad <strong>de</strong> Dios para toda la humanidad. De<br />

nuevo, aquí una gratuidad correctamente entendida<br />

no excluye en modo alguno la <strong>libertad</strong>. Porque<br />

la gratuidad <strong>de</strong> Dios, lejos <strong>de</strong> ser un <strong>de</strong>creto<br />

jurídico o un efluvio cosificado, es Dios mismo viviendo<br />

en medio <strong>de</strong> su pueblo, y haciendo posible<br />

una vida humana caracterizada, no por la autojustificación,<br />

sino por su opuesto, que es justamente<br />

la gratuidad. Esa gratuidad es la que <strong>de</strong>safía a los<br />

pueblos, contrasta con ellos, al mismo tiempo que<br />

los atrae. Ser una alternativa significa siempre la<br />

dualidad irrenunciable entre ser distinto y ser, al<br />

mismo tiempo, atractivo. Pues bien, lo atractivo<br />

<strong>de</strong>l pueblo <strong>de</strong> Dios es precisamente una gratuidad<br />

que supera el esquema <strong>de</strong> las retribuciones. Una<br />

gratuidad que no <strong>de</strong>vuelve a cada uno su merecido,<br />

sino que bendice a todos sin retribución ni resentimiento.<br />

Una gratuidad en la que la humanidad<br />

pue<strong>de</strong> encontrar aquello a lo que aspira, aque-<br />

15 Es una i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>sarrollada por W. Pannenberg en su<br />

Systematische Theologie, vol. 3, Göttingen, 1993, pp. 477-<br />

501.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!