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Pedro Pablo Rodríguez<br />

No obstante, es probable que la riqueza de este confl icto dramático haya<br />

pasado inadvertida o haya quedado en un muy distante plano para los lectores<br />

del periódico. Las circunstancias cubanas hacían del protagonista el héroe de<br />

una sola pieza, en el que sólo era admisible —y admirable, para ser repetido<br />

por los cubanos— su conducta patriótica, que pasaba hasta por encima del<br />

amor a la madre.<br />

Con sobrada razón este poema dramático ha sido entendido siempre<br />

como una alusión directa y explícita al problema que vivía Cuba entonces,<br />

donde había estallado, el 10 de octubre de 1868, la primera contienda por<br />

la independencia. Por esos días una ola de entusiasmo patriótico envolvía<br />

a buena parte de los cubanos, y La Habana era un foco de conspiraciones,<br />

mentideros y comentarios de todo tipo, a propósito de lo que ocurría en los<br />

campos de Oriente y de Camagüey, donde se escuchaba el fragor de las armas.<br />

Que no era una mera y romántica postura literaria el deseo de morir por la<br />

patria, lo prueba en su épica signifi cación lo ocurrido unos días atrás, el 13 de<br />

enero de 1869, cuando se incendia Bayamo para evitar su ocupación por las<br />

tropas colonialistas.<br />

Muchos de los patriotas, a pesar de la pérdida de la ciudad, esperaban<br />

todavía a corto plazo el derrumbe del colonialismo hispano. Incluso buena<br />

parte de los antiguos reformistas y sinceros partidarios del separatismo,<br />

estimaban que verían satisfechas sus respectivas aspiraciones tras la llegada<br />

del general Domingo Dulce a la capitanía general de la Isla, enviado por el<br />

gobierno revolucionario que había derrocado a Isabel II en España.<br />

Las medidas iniciales de este gobernante, como la misma libertad de imprenta,<br />

favorecieron esas expectativas en ambos sentidos: los liberales españoles<br />

representados en Cuba por Dulce —que había pasado antes por el mando<br />

del país y había dejado en las familias acaudaladas buena impresión, negocios<br />

comunes y hasta había hallado esposa—, concederían las reformas negadas<br />

sistemáticamente por el absolutismo y a lo mejor hasta la misma independencia.<br />

Es cierto que aquellas ilusiones se desvanecieron en un dos por tres cuando<br />

los voluntarios, que controlaban el orden y la defensa de La Habana y eran<br />

un cuerpo armado al servicio de la oligarquía comercial negrera tradicionalmente<br />

hegemónica del gobierno insular, desataron una feroz represión contra<br />

todo lo que oliera a independencia o simplemente a cubano, y de hecho dieron<br />

un golpe de Estado al obligar al Capitán General a romper sus devaneos con<br />

los cubanos y a continuar la política de mano dura y de aplastamiento de la<br />

insurrección a sangre y fuego.<br />

Fue precisamente la noche del 22 de enero de 1869, mientras probablemente<br />

se terminaba de imprimir el periódico o estaba fresca aún su tinta,<br />

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