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CRITICA DE LA RAZON IRONICA De Sade a Jim Morrison MARTÍN ...

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tiránica presencia del director en todos los detalles de la producción, las corrosivas pasiones del demiurgo<br />

Fassbinder con su elenco de actores y auxiliares, la manipulación del sexo y las dosis síderales de droga<br />

durante los períodos de filmación. Fabril pero febril. La razón irónica eslabona lo que se pretende en las<br />

antípodas, cristaliza en el cuerpo reventado del propio director.<br />

Las máquinas funcionan gastándose, incluso la cabeza de Fassbinder. La subutilización es el tabú del<br />

capitalismo, el colapso de su aparato productivo. La razón fabril intensifica todo lo que está contenido en la<br />

potencia: optimizar hasta el delirio, porque el delirio es el extremo posible en toda carrera de la producción.<br />

Así vive Fassbinder. Así filma y aspira. Así metaforiza su vida en esa maratón de celuloide que recicla la<br />

purulencia progresiva de su propio pellejo.<br />

Fassbinder no funda su excentricidad en la ruptura con el sistema de producción, sino en tomar literalmente<br />

el imperativo fabril. <strong>De</strong>masiado literalmente: ésa es la ironía. No es por faltar a la lógica de la productividad<br />

que se la transgrede, sino todo lo contrario, por incorporar al propio cuerpo un régimen maquinal. Maquinal<br />

y marginal. Inmoral e hiperproductivo. Lubrica una cosa con todas las demás para optimizar combustión y<br />

aceleración, alimenta la velo ciudad productiva con la descontención personal. La producción de Fassbinder<br />

es consecuencia de una inspiración. pero también de una intoxicación de ideas e imágenes. Otra vez, la<br />

mezcla de antípodas. Fassbinder tiene que vaciarse para sobrevivir, huye de su propio stock. No trabaja<br />

porque sea saludable hacerlo, sino porque es delirante.<br />

Esta fuga-de-sí es fabril pero también posindustrial. Evoca un patrón de globalización que huye de su propia<br />

estabilidad, y en que los saltos tecnológicos y los volátiles movimientos financieros no pueden volverse<br />

reflexivos: siempre deben ir hacia delante, colocándose en distintos nichos que emergen y mueren a alta<br />

velocidad. La producción tiene que huir de sí misma, escapar de su propia obsolescencia en un mercado<br />

donde nada dura en los escaparates. El vaciamiento es vital si no se quiere morir en la sobrepoblación de los<br />

stocks o en el rezago tecnológico. Los capitales no decantan y el consumo tampoco, sino que sobreviven a<br />

costa de fusiones y actualizaciones incesantes. ¿No suena esto a la mezcla Fassbinder? ¿No es también el<br />

fondo febril de la economía capitalista mundializada?<br />

La razón irónica desnuda esta pretendida salud productíva, coloca la intoxicación como máximo dispositivo<br />

de la creatividad, el vaciamiento como expediente de la acumulación. La dilapidación es la contracara de<br />

esta fiebre innovadora. Fassbinder dilapida todo lo que gana. Nada de cuentas bancarias: fajos de billetes<br />

que se tocan y se hacen volar; y que la dilapidación sea palpable, casi obscena.<br />

5. <strong>Morrison</strong><br />

<strong>Jim</strong> <strong>Morrison</strong>, vocalista de los Doors, funde en el rock lo pagano y lo ilustrado, el iluminismo de izquierda y<br />

la iluminación dionisíaca. Primer eslabonamiento de antípodas: el ilustrado se hace uno con el disolvente. A<br />

la vez que coloca distancia crítica, <strong>Morrison</strong> disuelve las distancias en u acto de fusión estética. Mezcla el<br />

desenfado erótico y el si mulacro de iluminación, ironiza la sensibilidad ilustrad con el retorno a lo primario.<br />

<strong>Morrison</strong> no construye la libertad sexual mediante ur discurso psicologizante, sino que moraliza el placer<br />

bajo le figura del predicador invertido. La desinhibición deviene ímperativo. El gesto rockero mezcla lo puro<br />

y lo obsceno, enfatiza el serpenteo de la pelvis como ícono de lo no contarninado. Invoca el goce polimorfo<br />

desde su mezcla de niñobonito, niño-brillante y niño-terrible.<br />

Sustraído de su escena ancestral y reflotado por el rock, el gesto dionisíaco de <strong>Morrison</strong> invita a la<br />

disolución de lírnites en un espacio moderno de comunión de masas. <strong>De</strong> allí las fusiones casi histéricas del<br />

"riot concert" o el "recital-revuelta". Pero allí la histeria no es patología sino descompresión de una energía<br />

asocial. Curiosa escena que pone en marcha un movimiento colectivo sin actor colectivo. Hav liberación,<br />

pero sin sujeto claro y diferenciado. La radicalidad pide finalmente despoblar el escenario para atestiguar esa<br />

libertad absoluta. El acto libertario devora al liberador y no propone a nadie en su relevo. Sólo cuerpos<br />

licuados. La luz incendia su objeto.<br />

El gesto dionisíaco produce estos efectos. La danza aleai-.r¡a de <strong>Morrison</strong> sobre el escenario, el cuerpo<br />

siempre a punto de caer o vacilar, la fusión de tantas figuras que encarna casi simultáneamente, la profusión<br />

de evocaciones con que emborracha la realidad. Todo importa y nada importa. Dionisos el ironista, el<br />

iluminado antifluminista, para quien sólo ese juego a la locura deja asomar una posible esencia de la libertad,

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