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revista la pizarra magica 3 ed

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Lo que Sergio Nos Cuenta….<br />

Mi hermano estaba dos grados de<strong>la</strong>nte de mí. Recuerdo, si no estoy mal, pues<br />

los recuerdos siempre tienen algo de imaginación, que antes de entrar me re-<br />

cordó tener cuidado con los de 4º A; según decían a los nuevos le acostumbra-<br />

ban tirarle balonazos en recreo y eran los más burlones de <strong>la</strong> escue<strong>la</strong>. Sin em-<br />

bargo, nada era comparable al mi<strong>ed</strong>o que me despertó don Francisco, el coordi-<br />

nador de disciplina del colegio, quien tenía formado a un grupo de niños re-<br />

visándoles <strong>la</strong>s uñas de <strong>la</strong>s manos y los pies con una cara a <strong>la</strong> que parecía no aso-<br />

marse una sonrisa hacía mucho tiempo. Acostumbra a caminar descalzo en toda<br />

<strong>la</strong> casa, me sentía libre, tranquilo, pero en esa oportunidad pensé que mis pies eran muy feos, empecé<br />

a sudar, a arrugar los pies en el zapato y me imaginaba lo peor, que todos se iban a bur<strong>la</strong>r de mí. Dos<br />

canchas atravesaban el colegio, <strong>la</strong> primera fue un <strong>la</strong>rgo camino sin voltear a mirar a don Francisco, pe-<br />

ro alerta al momento que dijera: “¡Hey ust<strong>ed</strong>! Sí, el nuevo! ¡Déjeme ver sus pies!”, al atrevesar <strong>la</strong> se-<br />

gunda me creí afortunado porque mi salón qu<strong>ed</strong>aba en un corr<strong>ed</strong>or antes de 4ºA. Respiré hondo antes<br />

de entrar. Me senté en el m<strong>ed</strong>io sólo en esos puestos de dos en un lugar que me gustaba porque creía<br />

pasar desapercibido y de hecho parecía que nadie me notaba. (Transcurrí así hasta <strong>la</strong> siguiente hora<br />

cuando llegaría Juan, el primer compañero que conocí, con el pelo ordenado y su camisa en su sitio co-<br />

mo lo dejaba todas <strong>la</strong>s mañanas su mamá, aunque a <strong>la</strong>s 12 esto también sólo era un recuerdo). Al<br />

principio no sabía si sacar los libros, revisar si el jugo de <strong>la</strong> lonchera se había regado, mirar si el banano<br />

se había negreado o concentrarme en el cuaderno cuadricu<strong>la</strong>do con el motivo de una moto azul que<br />

escogí en <strong>la</strong> tienda de don Luis al frente de mi casa. Sonó el timbre, sentí que era <strong>la</strong> primera vez que<br />

escuchaba un timbre y vi como todos salían corriendo se sentaban apresurados y entre algunos se em-<br />

pezaban a <strong>la</strong>nzar papelitos, ya con el saco en <strong>la</strong> mano como si faltara poco para el recreo. Llegó mi pro-<br />

fesora Judith, vestida en impecable bata b<strong>la</strong>nca, saludó, llegaba minutos tarde, nos<br />

pidió a sacar el libro y a mí lo único que se me ocurrió fue mirar el cuaderno en<br />

silencio. Sacó una tiza de una bolsa, escribió unos números y no había terminado<br />

<strong>la</strong> cifra cuando dijo: “Tenemos dos nuevos alumnos en nuestra c<strong>la</strong>se·”. Me pre-<br />

guntó mi nombre y respondí.<br />

Mi primer día de c<strong>la</strong>ses<br />

Luego con Julio, el otro niño nuevo, nos sentamos en <strong>la</strong>s escaleras del primer patio<br />

a compartir <strong>la</strong>s onces. El banano tenía una punta negra…<br />

BIBLIOTECA PÚBLICA PARQUE EL TUNAL

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