<strong>La</strong> <strong>Magia</strong> <strong>de</strong> <strong>las</strong> <strong>Runas</strong> Samael Aun Weor <strong>La</strong>s tres fuerzas primarias: POSITIVA, NEGATIVA Y NEUTRA, gobiernan ciertamente todo el mecanismo universal. En el espacio infinito coexiste materia y antimateria, estrel<strong>las</strong> y antiestrel<strong>las</strong>. El hidrógeno y antihidrógeno cristalizan con la fuerza gravitacional originando fusión nuclear. Es así, querido lector, cómo los protones <strong>de</strong> la misma c<strong>las</strong>e se acumulan unos sobre otros para formar todos los elementos <strong>de</strong> la naturaleza. 36
<strong>La</strong> <strong>Magia</strong> <strong>de</strong> <strong>las</strong> <strong>Runas</strong> Samael Aun Weor LAS ARPIAS CAPITULO 12 Eneas, el épico paladín troyano, navegando con su gente hacia <strong>las</strong> tierras maravillosas <strong>de</strong> la antigua Hesperia, fue sometido a nuevas y espantosas pruebas. Cuentan viejas tradiciones, que se pier<strong>de</strong>n en la noche <strong>de</strong> los siglos, que en el alta mar <strong>las</strong> fuerzas pavorosas <strong>de</strong> Neptuno alzaron terrible tempestad, que si bien (gracias a Dios), no hundieron su nave, por lo menos si le hicieron per<strong>de</strong>r el rumbo a PALINURO, el más hábil <strong>de</strong> sus pilotos, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> pasar tres noches sin estrel<strong>las</strong>. Momentos horrorosos, fueron aquellos que los troyanos se acercaron a <strong>las</strong> terroríficas is<strong>las</strong> Strófadas, que se encuentran en el Mar Jónico, y en <strong>las</strong> que habitan <strong>las</strong> dantescas arpías, brujas asqueantes con cabeza y cuello <strong>de</strong> mujer que eran antes hermosas doncel<strong>las</strong>, pero que ahora están transformadas en furias horribles, que con su abyecto contacto corrompen todo cuanto tocan. Monstruoso ejército el <strong>de</strong> <strong>las</strong> abominables arpías, capitaneadas otrora por la execrable Celeno, y provistas <strong>de</strong> luengas garras, tienen siempre en el rostro la pali<strong>de</strong>z <strong>de</strong>l hambre. El glorioso Héroe, con su gente, arribó a aquella tierra y <strong>de</strong>sembarcó en ella sin pensar en brujas abyectas ni en horripilantes aquelarres. Hambrientos como estaban los fuertes <strong>de</strong>scendientes <strong>de</strong> Dárdano, no tardaron en sacrificar hermosas y relucientes vacas que pastaban felices en la tierra <strong>de</strong> nadie. Mas, cuando estaban en lo mejor <strong>de</strong>l festín, bajaron <strong>de</strong> los montes <strong>las</strong> arpías, graznando como cuervos y batiendo sus negras y repugnantes a<strong>las</strong>, se aproximaron a la comida infectando todo con sus inmundas bocas. Horrendo aspecto el <strong>de</strong> aquella carne infectada, el hedor infestaba el aire, el banquete se hizo asqueroso, repugnante, nauseabundo. Huyendo los troyanos <strong>de</strong> tan siniestras damas transformadas en horripilantes pajarracos, se refugiaron en misteriosas cuevas apartadas <strong>de</strong> la asoleada playa. Pero para <strong>de</strong>sgracia <strong>de</strong> tan ilustres guerreros, cuando se disponían a comer <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> sacrificar nuevas reses; volvieron aquel<strong>las</strong> brujas malditas y estropearon <strong>de</strong> nuevo el alimento. Llenos <strong>de</strong> gran<strong>de</strong> ira, aquellos hombres se dispusieron al ataque, y armaron arcos y jabalinas para exterminar a tan abominables arpías; mas su piel asqueante no se <strong>de</strong>jaba atravesar por el bronce, y sus flancos eran invulnerables como el acero. Terrible maldición la que pronunció Celeno, cuando revoloteando sobre <strong>las</strong> cabezas gloriosas <strong>de</strong> los valerosos troyanos, dijo: "¿Por qué nos hacéis la guerra, insensatos? Los Dioses nos han hecho inmortales. No os hemos ofendido sin justicia, porque vosotros habéis sacrificado muchas vacas <strong>de</strong> nuestro rebaño". En castigo voy a daros una maldición. Eneas y su estirpe andarán errantes por el mar antes <strong>de</strong> encontrar la tierra que buscan, y pasarán hambre". "No podrán alzar <strong>las</strong> mural<strong>las</strong> <strong>de</strong> su nueva ciudad hasta que, <strong>de</strong> tan hambrientos, se hayan visto obligados a <strong>de</strong>vorar sus propias mesas". 37