Ishraq, los colores del alma - Webislam
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79. Esta latifa, en el contexto <strong>del</strong> cuerpo sutil,<br />
se corresponde con el chakra bodistana <strong>del</strong> hinduismo,<br />
pero a diferencia de aquél, cuyo color<br />
es el naranja, aquí se corresponde con su color<br />
complementario, el azul. Tal vez esta discordancia<br />
obedezca a la misma razón de aquella otra<br />
que encontrábamos al hacer la lectura secuencial<br />
<strong>del</strong> color teniendo en cuenta una visión lineal<br />
horizontal y otra central y emergente.<br />
120 I S H R A Q , L O S C O L O R E S D E L A L M A<br />
tormentosas que son intensamente azules debido a las altas cargas orgónicas<br />
contenidas en las gotas de agua en suspensión. El agua, en <strong>los</strong> lagos<br />
profundos y en el océano, también es azul.<br />
Lo azul facilita su percepción en su solapamiento con la luz y el color<br />
blancos. Sin esa translucidez la luz azul sería tan sólo un heraldo de sombras<br />
pero junto a ella alimenta una resurrección luminosa tanto en el<br />
mundo imaginal como en en nuestra percepción visual, de la misma manera<br />
que ese solapamiento alumbra a la criatura en la cavidad intrauterina<br />
durante su gestación. Cuando esa luz blanca, en contacto con la luz azul,<br />
comienza a amarillear renace el color en nuestra percepción imaginal<br />
como luz verde refulgente y restauradora.<br />
Lo azul es, por tanto, como un estiércol cromático, el cuerpo escueto<br />
<strong>del</strong> color, un color que ha sufrido intensamente y aparece ahora agotado,<br />
aparentemente inmóvil, como un sustrato inerte que sirve de alimento a<br />
la resurrección <strong>del</strong> propio color en la frecuencia de la luz verde. De ahí la<br />
ambivalencia semántica: Es un color moribundo que alimenta a un color<br />
naciente. O, dicho de otro modo, se trata de un color que, por sí solo, no<br />
nos ayuda a percibir el color, todos <strong>los</strong> <strong>colores</strong>, pero que, en su agonía,<br />
léase en su completa manifestación, al agotar todas sus posibilidades de<br />
vida y expansión, transita hacia una frecuencia luminosa que revitaliza<br />
nuestra percepción, contrarrestando el cansancio cromático, preparándonos<br />
para nuevas percepciones <strong>del</strong> acontecer luminoso.<br />
Es así lo azul metáfora de la vida contemplativa, de la subsistencia <strong>del</strong> <strong>alma</strong><br />
sensitiva en la luz de lo real, heraldo de la luz esmeraldina que culmina el proceso<br />
<strong>del</strong> despertar consciente, de la resurrección interior. En el mundo biológico evolucionamos<br />
dentro de la placenta, flotando en un agua acogedora, protectora<br />
y nutricia. Ahí nos formamos y comenzamos a recibir la luz <strong>del</strong> mundo al que<br />
habremos de nacer, una luz modulada y filtrada. En ese ámbito, dentro de<br />
nuestras madres, experimentamos ya la luz blanca, una luz que se tiñe con<br />
el azul <strong>del</strong> agua vital, una luz tamizada por la piel humana.<br />
Según Semnani, en nuestro cuerpo luminoso, la latifa relacionada con<br />
este maqam se denomina latifa nafsiya 79 , y es el órgano sutil que rige el<br />
<strong>alma</strong> orgánica y vital, el <strong>alma</strong> sensible y libidinal donde surgen <strong>los</strong> deseos y<br />
la pasión —nafs anmara—. Es el yo de la sensorialidad, el que cree que la<br />
realidad es sólo aquello que contemplaron sus ojos y oyeron sus oídos. Este<br />
maqam se relaciona con el profeta Nuh (Noé), la paz sea con él, y con la travesía<br />
en el arca durante el diluvio. Es la mayor inconsciencia asociada a la<br />
entropía final, una energía que se repliega sobre sí misma hasta colapsar.