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Llamadas Oportunas

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que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos<br />

muy pequeños, y así enseñe a los hombres,<br />

muy pequeño será llamado en el reino de los cielos;<br />

mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será<br />

llamado grande en el reino de los cielos. Porque os<br />

digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de<br />

los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los<br />

cielos. Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás;<br />

y cualquiera que matare será culpable de juicio.<br />

Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra<br />

su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que<br />

diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio;<br />

y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto<br />

al infierno de fuego... Oísteis que fue dicho:<br />

No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera<br />

que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró<br />

con ella en su corazón.”<br />

Vemos que sólo los que guardan los mandamientos de<br />

Dios, pueden entrar en la Santa Ciudad. Ningunos otros<br />

son así privilegiados. No, Jesús no vino para traer crimen<br />

y confusión, sino por el contrario, a traer justicia y<br />

paz, borrando los pecados de todos los que se arrepientan<br />

de transgredir la ley. Para ser salvo involucra mucho<br />

más que meramente llamarle Señor y Salvador y gritar<br />

aleluya.<br />

“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino<br />

de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre<br />

que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día:<br />

Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu<br />

nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos<br />

muchos milagros? Y entonces<br />

Vol. 2, No. 37. 13.<br />

les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores<br />

de maldad. Cualquiera, pues, que me oye estas palabras,<br />

y las hace, le compararé a un hombre prudente, que<br />

edificó su casa sobre la roca” Mat. 7:21-24.<br />

Jesús dijo: “Porque si creyeseis a Moisés, me creeríais a<br />

mí” Juan 5:46. Creer en Moisés es creer lo que él escribió;<br />

creer en Jesús es creer lo que Él dice. Si usted no<br />

puede creer en Moisés, entonces no puede creer en<br />

Jesús. ¿Y cuánto debemos de creer? –Jesús responde:<br />

“¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo<br />

que los profetas han dicho!” Luc. 24:25. Si hemos de<br />

creer todo, entonces primero leamos –<br />

Mal. 4:4, 5 – “Acordaos de la ley de Moisés mi siervo,<br />

al cual encargué en Horeb ordenanzas y leyes para<br />

todo Israel. He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes<br />

que venga el día del Señor, grande y terrible.”<br />

Usted sabe ahora que Malaquías, capítulos 3 y 4, proféticamente<br />

hablan al pueblo de hoy, al pueblo justamente<br />

antes del día grande y terrible, al pueblo a quien<br />

es enviado el antitípico profeta Elías. ¿Y qué sabio consejo<br />

da el Señor por medio de Malaquías? –Él dice,<br />

“Acordaos de la ley de Moisés mi siervo.” ¿Cuál ley? –La<br />

ley de los “estatutos y ordenanzas” que el Señor ordenó<br />

“en Horeb.” Puesto que este es el consejo fiel de Dios para<br />

su pueblo de este tiempo, haríamos bien en volver a<br />

estudiar esta ley de Moisés, y recordarla, porque no podemos<br />

ignorar el consejo de Dios y todavía esperar sus<br />

bendiciones.<br />

Generalmente hablando, la ley de Moisés consiste<br />

Vol. 2, No. 37. 14.<br />

292<br />

<strong>Llamadas</strong> <strong>Oportunas</strong>, Vol. 2, No. 36, 37<br />

de tres partes. La primera es la ley ceremonial, la ley del<br />

templo –la ley de los sacrificios. Esta ley, por supuesto,<br />

no la debemos observar nosotros hoy, excepto en antitipo,<br />

porque prefiguraba cosas que habían de venir, particularmente<br />

el primer advenimiento de Cristo. Así es que<br />

si hubiéramos vivido en el tiempo del Antiguo Testamento<br />

y hubiéramos faltado en cumplir con la ley de sacrificios<br />

y sistema de ese tiempo, por ello hubiéramos demostrado<br />

incredulidad en Cristo, Quien había de venir.<br />

Pero puesto que estamos viviendo en la era cristiana, si<br />

observáramos ahora la ley típica de sacrificios y sistema,<br />

por ello demostraríamos incredulidad en Cristo, Quien<br />

ha venido.<br />

Y así, como esta ley fue clavada en la cruz (Col. 2:14),<br />

no necesitamos, y no debemos, observarla ahora.<br />

La segunda parte de la ley de Moisés es la ley por la<br />

cual Israel debía gobernar a su pueblo, la civil o ley legal,<br />

–la ley que define qué penalidad el gobierno debe<br />

imponer a los que son encontrados robando, matando o<br />

algo semejante. Ahora, puesto que nosotros como cristianos<br />

no tenemos un gobierno propio, sino que todavía<br />

estamos bajo los gobiernos de las naciones de hoy, a<br />

nosotros personalmente o como grupo tampoco se nos<br />

requiere cumplir la ley legal de Moisés.<br />

Por consiguiente, la única ley de Moisés, que posiblemente<br />

somos amonestados a recordar, es la tercera parte<br />

de su ley; la ley moral, que consiste de las cosas que<br />

pertenecen a nosotros como individuos, las cosas que<br />

nosotros como individuos debemos hacer, las cosas que<br />

perfeccionan nuestro carácter, las cosas que nos hacen<br />

un pueblo peculiar. Por lo tanto necesitamos escudriñar<br />

y hacer las cosas contenidas en la ley moral de Moisés –<br />

“Los mandamientos y estatutos y decretos.” Deut. 5:31.<br />

Vol. 2, No. 37. 15.<br />

Y la manera más segura para elegir estos elementos<br />

morales de entre las cosas que pertenecen al sistema<br />

sacrificial y al sistema legal, es ir al libro de Deuteronomio.<br />

Este libro es el resumen de todas las leyes y estatutos<br />

que Moisés habló al antiguo Israel, sus últimas palabras.<br />

Comenzaremos con su predicción de nuestra propia situación,<br />

de nuestra estancia en la tierra de los gentiles,<br />

como es hasta este día, la certificación del hecho que en<br />

los consejos de los escritos de Moisés nosotros también<br />

estamos incluidos.<br />

Deut. 4:26-31 – “Yo pongo hoy por testigos al cielo y<br />

a la tierra, que pronto pereceréis totalmente de la<br />

tierra hacia la cual pasáis el Jordán para tomar posesión<br />

de ella; no estaréis en ella largos días sin que<br />

seáis destruidos. Y el Señor os esparcirá entre los<br />

pueblos, y quedaréis pocos en número entre las naciones<br />

a las cuales os llevará el Señor. Y serviréis allí<br />

a dioses hechos de manos de hombres, de madera y<br />

piedra, que no ven, ni oyen, ni comen, ni huelen.<br />

Mas si desde allí buscares al Señor tu Dios, lo hallarás,<br />

si lo buscares de todo tu corazón y de toda tu alma.<br />

Cuando estuvieres en angustia, y te alcanzaren<br />

todas estas cosas, si en los postreros días te volvieres<br />

al Señor tu Dios, y oyeres su voz; porque Dios<br />

misericordioso es el Señor tu Dios; no te dejará, ni<br />

te destruirá, ni se olvidará del pacto que les juró a<br />

tus padres.”<br />

Aquí Moisés predice la desintegración del reino entonces<br />

esperado, y la dispersión del pueblo de Israel por todas<br />

las naciones, la situación exacta en<br />

Vol. 2, No. 37. 16.

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