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8 Política Jueves 25 de Octubre del 2012 La Opinión de Morelos No 5681 25 10 12.indd 8 24/10/2012 09:25:16 p.m.
La Opinión de Morelos De pensares y sentires Por Oscar Rodríguez/oscar@ccg.unam.mx Amables lectores, seguimos con este espacio periodístico, que ya va juntando adeptos y desde luego la invitación a realizar su refl exión y compartirla con nosotros ¿Quieren participar? Sólo escríbanme a mi correo electrónico, en un documento en Word. Y a petición de nuevos colaboradores, debe ser en documento Word. doc (no docx), a renglón sencillo, sin espacio entre párrafos, en letra arial, tamaño 12 y si tienen alguna ilustración, en jpg. Esta vez les comparto a tres excelentes amigos: César Alberto -psicólogo en ciernes-; mi incógnito amigo “elocelote” y Carlos Freyman -historiador-. Los abuelos César Alberto Hernández Rodríguez cesalber.herod@gmail.com “Qué difícil es ser padre”, parece complicado tremenda responsabilidad de tener a personas a cargo; algunos parece que se adelantan a edad, otros parecen que nunca adoptan ese rol y viven como un hermano o hermana mayor de su hijo, otros ansían ese momento y lo disfrutan intentando ser los mejores. Pero sin importar qué tan difícil pueda ser un papá o mamá, existe un punto en la vida que después de ser padre, la vida te da un regalo el cual se traduce en un nieto. Nunca se ha oído hablar de un “qué difícil es ser abuelo”, por lo menos en el reloj biológico de la vida; cuando uno es abuelo ya pasó una vida, ya supo qué es ser padre; tener un hijo y verlo crecer, ver cómo se aleja, estar con él en sus triunfos y derrotas en cualquier momento, siendo apenas un niño o un adulto, recibiendo su título de doctor, hasta el punto en que llega ese fruto de amor a crear su propia prole. El neonato no viene con un manual de “Cómo ser padre”, pero tampoco con un “cómo ser un buen abuelo”; sin embargo, esas personas que están siempre detrás de sus propios hijos a pesar de la edad y la pesadez del tiempo, no necesitan un manual de esos. Eso simplemente está de más -no es necesario -, para ellos que ya vivieron todo un desarrollo, nada les sorprende; el anhelo vuelve a nacer, los viejos recuerdos de lo que alguna vez tuvieron en sus manos, que ahora están en una edad con capacidad de poder tener un hijo, que recuerde esos viejos momentos. El ser abuelo tiene una gran ventaja, en la mayoría de los casos; puesto que no están totalmente a cargo del retoño, no es su responsabilidad, están como en un estatus de apoyo, pero no tienen la misma responsabilidad y carga que cuando eran padres. Algunos abuelos pueden pasar como unos gruñones que no les gusta oír ruidos fuertes y siempre están refunfuñando por los cambios que ha tenido la vida -los cuales ya no van a su ritmo-. Otros abuelos son los mejores aliados, para juegos, los que dan domingo, consejos, cuentan historias increíbles con una sensibilidad en cada palabra que te obliga a vivirlo y a imaginarlo con cada detalle, aunando su propia cosecha que le agregan para hacer esas grandes anécdotas, hazañas que todo nieto quiere presumir a sus amigos. Los abuelos conocen todas la historias de la familia, cada detalle que fue pasando a lo largo de la historia; son dueños de grandes conocimientos que con el paso del tiempo se fueron guardando en sus memorias, para después regalarla a todos los nietos curiosos que preguntamos por alguna cosa. Pueden encontrar soluciones sencillas a problemas que nos rompemos la cabeza en resolver, aunque ¿qué se puede esperar de los papás de nuestros padres? Si nuestros padres nos conocen y saben todo, pues nuestros abuelos todavía tienen más que dar. Desgraciadamente no todas las personas pudieron decir que conocieron a sus abuelos o convivieron con ellos, ya sea por la lejanía de tiempos o porque eran muy jóvenes, cuando el reloj biológico de esos abuelos dejó las manecillas sin movimiento. Y es que el tiempo se puede convertir en una amenaza en cuanto a la convivencia con nuestros abuelos. En mi caso, aunque conocí a mis 4 abuelos; en la actualidad sólo cuento con los padres de mi madre, una pareja increíble que intento aprovechar al máximo, con sus historias, sus experiencias incluso con su plática y las preguntas que me llegan a hacer, de preocupación o sólo de curiosidad. Desgraciadamente con el paso del tiempo dos de ellos fallecieron, pero puedo presumir que los disfrute de tal manera que hasta hoy en día, tengo recuerdos de ellos y de las anécdotas de las cuales disfrute, que sin duda contaré a mis hijos -cuando llegue el momento de tener-, y sin duda compartiré a mis nietos; aunque la verdad, todavía falta mucho. Sin embargo todavía tengo y tendré presente las historias de mis abuelas “Coca y Lupe”, mi abuelo Lalo y por supuesto las de mi abuelo “Limonada” y la “abuelita de Batman”. El hombre eléctrico Por Carlos Freeman/caufree@hotmail.com La bitácora comprendía tres municipios del noroeste mexiquense, con sendas agendas para cada uno. Naucalpan fue sencillo; siempre lo fue, gracias al Periférico. Llegamos y partimos, sin dar señas de nuestra pesadez por ir conduciendo en turnos somnolientos, llenos de la resaca toluqueña, cargando el frío en los huesos. De ahí hacia el norte, por rumbos donde el eterno necio jamás había estado. La vista nueva le recrea pasajes atiborrados de gris, congruentes con el crecimiento exponencial de la población -antaño intermitente -, ahora permanente, de esta zona metropolitana. La población creció; pero a la par de este crecimiento, no se sumó en todos los casos, la calidad en sus servicios sociales. Tampoco hay milpas; a lo lejos retumba el trueno y al ver las primeras industrias de abrasivos, conexiones y metalmecánica, el corazón añoró el verde morelense. Tlalnepantla de Baz mostró también su sempiterno gris y fue escala en un viaje con lluvia prometida, jurada a voz alta por un cielo tormentoso y eléctrico. Las consecuencias socio culturales de la construcción de las últimas etapas del Macrocircuito de Distribución de Agua Potable, representaba un esfuerzo fuerte e incomprendido, con la tarea de cuantifi car el impacto social que genera el uso de un recurso de poder; como lo es el agua potable. Testigos fuimos del poder del agua, como recurso en la metáfora política de nuestro país y sus regiones; de su infl uencia, rápida e inexorable, en la composición y el funcionamiento del tejido social de una zona históricamente sobre poblada. También identifi camos y sufrimos por una burocracia enredada en los hilos de su misma podredumbre, cínica ya a los embates de la conciencia. Después de la crisis, una torta y un refresco de manzana acomodaron los refl ejos y dieron paz a un hambre desconsiderada. El oriente aguardaba; Atizapán era el último destino, pero el camino se tornó difícil, misterioso. El GPS perjudicaba en mayor medida de lo que ayudaba a la causa y nuestra guía a través de las vueltas que dimos, fue siempre el instinto ignaro de ubicación en el lugar desconocido. Después de una hora de navegar sin idea concisa, sobre lo que todavía pretendíamos que era la avenida Adolfo Ruiz Cortines, decidimos hacer un alto en medio de un paraje semi rural para indagar nuestro paradero. Muy casuales entablamos confi anza en un taller eléctrico atendido por un señor menudo, Jueves 25 de Octubre del 2012 General curtido por el sol y dueño de una amabilidad que no cabía en su rostro sonriente. Prendimos cigarro y hablamos. En su colonia tienen serios problemas con el suministro del agua; normalmente el líquido llega cada 4 días, durante dos horas por día; lo que resulta en incapacidad para acumular la sufi ciente para el uso diario familiar. A esto debe añadirse el costo social a causa de las defi ciencias en la infraestructura pública, que ocasionan inundaciones cada año. Las afecciones infecciosas se multiplican, de igual manera que la inasistencia escolar y laboral, los daños a los asentamientos irregulares -muy regulares en esta zona- y el peligro mortal que esto conlleva. Por “elocelote” La táctica del día es sorprender, atacar y triunfar; no hay nada como las cosas sencillas, así se entiende mejor y cuesta menos que trazar planos, medir tiempos y asignar mandos; así que todos asienten y marchan fi rmes y decididos; alguien en la tropa tendrá que saber en dónde queda el campo de batalla. Se alinean juntos para convencer al enemigo de que la mayoría siempre es superior; la verdad, es que a ninguno se le ocurrió contar cuántos son, quizás por eso el enemigo no ha mostrado aún ningún temor. Van y avanzan con todas sus armas apuntando al cuello. En la academia explicaron con claridad que el cuello, por lo regular, va por debajo de la cabeza y justo arriba de los hombros, así que aferrados a su buen tino, invaden territorio ajeno con el arrojo bravo de los héroes de la historia, la verdad es que el miedo te lanza más fuerte de lo que crees que ibas a llegar. El fl anco derecho ha notado un hueco y avanza desquiciado buscando al jefe rival; una vez que queden los escuadrones sin mando, será más fácil tomar el control, el fl anco derecho todavía pregunta: ¿Cómo va a identifi car a ese comandante o capitán? Pero de seguro será el que tenga el sombrero más grande o una ceja levantada o una copa bien servida de licor. La caballería, es capaz de descuartizar sin piedad al enemigo, y aunque casi siempre que se encarreran, pasan gritando y se siguen de largo; esta vez, alguien guía el corcel con mucha calma caminando para que no pierdan al rumbo, no importa que todo tome un poco más de tiempo. Con tanta paciencia y precisión, seguro les darán una medalla. La falange recia y astuta ha tomado inmejorable colocación, se ha quedado mirando desde atrás, en una colina apostando a que, de todos los colores, el de su uniforme es el peor. Alguien debe cubrir la retaguardia y entonces, todos, noblemente abandonan su posición, a nadie le gusta la idea de un ataque por la espalda... qué desfachatez y cobardía, eso de atacar por donde normalmente va la salida. Se han roto un par de veces las fi las y se reagrupan los de atrás con los que creían que estaban en la avanzada y en medio de tal desmán han emboscado al enemigo. Todos chocan las palmas y se felicitan, no importa que seas sardo, teniente, sargento, capitán, o incluso que seas rival. El enemigo huye con pavor de este ejercito atolondrado, nadie sabe por qué pelean ni cómo llegó, nadie entiende esas tácticas confusas y un tanto festivas que además nadie ordenó; al ver la retirada, el victorioso ejército por fi n cubre sus costados, el aire es frío y no quieren regresar resfriados. Como en todas las batallas; el general despierta cuando ya todo pasó, le informan de otra implacable victoria, así que el general celebra acomodando su almohada, vuelve a cerrar los ojos y descansa plácido otra vez. Todos salen en silencio y puntillas del cuartel, no hay que despertar al general, se aproxima otra importante misión y nadie quiere que el mandamás despierte y eche a perder todo, tomando alguna decisión. 9 La charla del hombre eléctrico, fue dibujando en su expresión un ceño raro; a leguas molesto, a leguas triste. La conclusión fi nal fue un unánime “chale”. Nos alistamos para la partida. Por último, la pregunta obligada; -oiga jefe, ¿todavía falta mucho para Atizapán?-, -uy nooo joven, ya se pasaron: aquí ya es Nicolás Romero-. La lluvia arreció en ese momento y ambos viajeros hicieron lo posible por mostrar una cara de ah sí, ya sabía. A la postre arribamos a Atizapán, pero nuestra cita tenía más de una hora que había caducado, igual que la paciencia de nuestro contacto. Con resolución, emprendimos el retorno, silenciosos y ensimismados. Al llegar nuestro capitán, preguntó cómo había estado la onda en Atizapán. La respuesta bajó del cielo, como los truenos de esa tarde: uy nooo joven. El ejército atolondrado No 5681 25 10 12.indd 9 24/10/2012 09:25:16 p.m.
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