Un lugar donde todos conocen el nombre de Dios LA - KCM Europe

Bendita la nación
cuyo Dios es el Señor
E Estados
Un simple paseo por el edificio del Capitolio de los
Estados Unidos, revela nuestra herencia cristiana. A sólo
unos cuantos pasos, verá sobre el muro circular imágenes
de personas orando de rodillas, varias Biblias abiertas y el
nombre del Señor Jesucristo. Además, arriba de la silla del
portavoz de la Cámara de Representantes en el Congreso
encontramos las siguientes palabras: “In God We Trust
[En Dios confiamos]”. Y atravesando la habitación, se
encuentra una escultura de Moisés en el muro.
Entonces exploremos tanto la historia de nuestra
gran nación como la necesidad que tienen las personas
—como usted y como yo— de levantarse y hablar para
que sus voces sean escuchadas; a fin de permanecer en
libertad. Es cierto que los Estados Unidos necesitan
fomentar el concepto de ciudadanía, pues como
ciudadanos debemos en realidad anhelar defender la
libertad. Y es necesario que permanezcamos involucrados
para mantener activa y viva esa verdadera libertad, sobre
toda esta tierra de libertad. En estos días, se debate
mucho en nuestra nación acerca de la libertad para todo
tipo de personas; sin embargo, así como lo estudiaremos,
a menudo esto es sólo una realidad desde un punto de
vista. Analicemos cómo dio inicio esta nación, a fin de
saber qué necesitamos hacer hoy; y así, mantener libre a
los Estados Unidos para las generaciones venideras.
«Una nación bajo la autoridad de Dios». Esta
aseveración fue un legado político y espiritual del Gran
despertar. A finales de 1700, todos los estadounidenses
de alguna forma habían oído y experimentado la verdad
bíblica que, en Cristo Jesús, todos somos hermanos
y hermanas. Aristócratas o plebeyos, un comerciante
exitoso o un granjero pobre, un magistrado o un soldado,
todos son iguales a los pies de la Cruz. Se predicó por
todo el país que los cielos estaban abiertos para todos
los que aceptaran a Jesús. La igualdad de los creyentes
se proclamó de forma constante en las iglesias, entonces
era normal que este sentimiento se extendiera por todo
el gobierno civil. Ésta es la semilla de la democracia que
se plasmó en la Constitución de los Estados Unidos
de América. Además, la resistencia a la maldad y a la
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por Dr. Stephen Lowell Swisher
Unidos de América es una nación cristiana. Esta declaración
es certera, tanto en lo histórico como en lo espiritual. Es imposible que alguien con
integridad intelectual separe el nacimiento de la república democrática de los Estados
Unidos de América de los estatutos claramente cristianos, los ideales y las convicciones
llenas de fe de los hombres y las mujeres que la fundaron. >>
opresión era el tema favorito en los púlpitos en todas
las colonias estadounidenses; y a menudo, en la calle se
expresaban las palabras: “Jesús es el único rey, Jesús es el
único rey, Jesús es el único rey”.
La primera semana de diciembre de 1775, el rey
Jorge III anunció su decisión de acabar con la llamada:
“Rebelión continental”, utilizando armas; incluyendo, el
uso de mercenarios. Esta rebelión la iniciaron nuestros
antepasados, a fin de obtener libertades como: No pagar
impuestos sin un representante legal, libertad de religión,
y la capacidad de poseer tierras sin endeudarse con una
monarquía extranjera. La Cámara de los Lores votó a favor
de la propuesta 76-33 del rey, y la Cámara de los Comunes
hizo lo mismo con la 278-108. Inglaterra le declaró la
guerra a las colonias estadounidenses.
El General George Washington, preparándose para la
batalla que tenía por delante, escribió en su diario: «Dirige
mis pensamientos, mis palabras y mis acciones; limpia
mis pecados con la sangre de Jesús y lava mi corazón con
el Espíritu Santo. A diario hazme más como Jesucristo».
Mientras Washington preparaba un ejército, grandes
legisladores como Franklin, Adams, Sherman, Livingston
y Jefferson trabajaban en la preparación de la propuesta
de la Declaración de Independencia. El 1 de julio de
1776, el Congreso entró al: «mayor debate de todos»,
según las palabras de John Adams. Así como no todos en
Inglaterra apoyaban la guerra con las colonias, tampoco
todos en el Congreso Continental estaban a favor de ir a
la guerra contra una de las potencias militares más grandes
del mundo. Debido a esto en el debate, Dickinson de
Pensilvania habló mucho en contra de la independencia.
Luego, John Adams se levantó y habló con tal poder
y convicción que no hubo persona presente que no se
conmoviera; en especial, cuando declaró las siguientes
palabras: «Ante Dios, creo que la hora ha llegado y mi
corazón completo está enfocado en esto. Todo lo que tengo,
todo lo que soy y todo lo que espero en esta vida; estoy
dispuesto a arriesgarlo por esta causa. Viva o muera estoy a
favor de esta declaración. ¡Vivamos en independencia desde
hoy y para siempre!».
Hoy
levántese,
hable y
haga oír su
voz por
la libertad.