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TEMPLOS DE LA IGLESIA DE JESUCRISTO DE LOS SANTOS DE ...

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Nuestro líder entre todos aquellos<br />

santos alemanes era el hermano Eric P.<br />

Konietz, quien vivía allá con su esposa<br />

y sus hijos. El hermano Fetzer dio bendiciones<br />

patriarcales al hermano Konietz,<br />

a su esposa y a sus hijos mayores.<br />

Cuando el hermano Fetzer regresó<br />

a Estados Unidos, me llamó para preguntarme<br />

si podía pasar a visitarme.<br />

Sentado en mi oficina, se puso a llorar,<br />

y me dijo: “Hermano Monson, cuando<br />

coloqué mis manos sobre la cabeza de<br />

los miembros de la familia Konietz, les<br />

hice promesas que no se pueden cumplir.<br />

Les prometí al hermano Konietz<br />

y a su esposa que podrían regresar a<br />

Alemania, su país de origen, que no se<br />

encontrarían apresados por las decisiones<br />

arbitrarias de países conquistadores<br />

y que se sellarían como familia<br />

en la Casa del Señor. Le prometí al hijo<br />

de ellos que serviría en una misión, y<br />

le prometí a la hija que se casaría en<br />

el santo templo de Dios. Tanto usted<br />

como yo sabemos que por causa de<br />

que se han cerrado las fronteras, ellos<br />

no podrán ver el cumplimiento de esas<br />

bendiciones. ¿Qué he hecho?”.<br />

Le dije: “Hermano Fetzer, lo conozco<br />

lo suficiente para saber que usted ha<br />

hecho lo que el Padre Celestial deseaba<br />

que hiciera”. Los dos nos arrodillamos<br />

al costado de mi escritorio y expresamos<br />

los sentimientos de nuestros<br />

corazones al Padre Celestial, señalando<br />

que a una familia devota se le habían<br />

extendido promesas relativas al templo<br />

de Dios, así como otras promesas que<br />

ahora les quedaban vedadas. Sólo Él<br />

podía hacer realidad el milagro que<br />

necesitábamos.<br />

El milagro ocurrió. Se firmó un<br />

convenio entre los líderes del gobierno<br />

polaco y los de la República Federal de<br />

Alemania, el cual permitía a los ciudadanos<br />

alemanes que habían quedado<br />

atrapados en aquella región mudarse a<br />

Alemania Occidental. El hermano Konietz,<br />

su esposa y sus hijos se mudaron<br />

a Alemania Occidental, y el hermano<br />

Konietz llegó a ser el obispo del barrio<br />

en el que vivían.<br />

Toda la familia Konietz viajó al<br />

santo templo en Suiza. ¿Y quién era el<br />

presidente del templo que les dio la<br />

bienvenida de traje blanco y con brazos<br />

abiertos? Ni más ni menos que Percy<br />

Fetzer, el patriarca que les había hecho<br />

la promesa. Ahora, en calidad de presidente<br />

del Templo de Berna, Suiza, les<br />

daba la bienvenida a la Casa del Señor,<br />

al cumplimiento de aquella promesa, y<br />

selló el esposo a la esposa y los hijos a<br />

sus padres.<br />

Con el tiempo la joven hija se casó<br />

en la Casa del Señor, y el joven hijo<br />

recibió su llamamiento y cumplió una<br />

misión de tiempo completo.<br />

“¡Nos vemos en el templo!”<br />

Algunos no tenemos más que cruzar<br />

unas pocas cuadras para llegar al templo;<br />

otros tienen que atravesar océanos<br />

y recorrer kilómetros antes de entrar en<br />

el santo templo de Dios.<br />

Si cumplimos con nues-<br />

tro deber y confiamos<br />

plenamente en el Señor,<br />

llenaremos Sus templos,<br />

no sólo al llevar a cabo<br />

nuestras ordenanzas<br />

personales, sino al tener<br />

además el privilegio de<br />

efectuar la obra por otras<br />

personas.<br />

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