cuentos-completos-de-truman-capote
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Digitalizado por kamparina y el_gato para Biblioteca-irc en julio <strong>de</strong> 2.005<br />
http://biblioteca.d2g.com<br />
Hamurabi llegó al mediodía para ayudarnos a arreglar el<br />
Valhalla. Había comprado en el camino una rolliza bolsa <strong>de</strong> castañas<br />
que comimos entre los dos, arrojando las cáscaras a una estufa<br />
barrigona recién instalada en medio <strong>de</strong> la sala (un regalo que Mr.<br />
Marshall se había hecho a sí mismo). Entonces mi tío cogió la botella,<br />
la limpió bien y la colocó en una mesa situada en un lugar<br />
prominente. Después no fue <strong>de</strong> gran ayuda, pues se pasó horas<br />
atando y <strong>de</strong>satando una raída cinta ver<strong>de</strong> en torno a la botella.<br />
Hamurabi y yo tuvimos que hacer lo <strong>de</strong>más: fregamos el suelo,<br />
limpiamos los espejos y las vitrinas y colocamos guirnaldas ver<strong>de</strong>s y<br />
rojas <strong>de</strong> papel crepé <strong>de</strong> pared a pared. Cuando terminamos, el local<br />
tenía un aspecto sumamente refinado y elegante, pero Hamurabi<br />
contempló nuestra obra con tristeza y dijo:<br />
—Bueno, creo que es mejor que me vaya.<br />
—¿No te quedas? —preguntó Mr. Marshall, muy asombrado.<br />
—No, no —dijo Hamurabi, negando con la cabeza—. No quiero<br />
ver la cara <strong>de</strong> ese niño. Estamos en Navidad y tengo intenciones <strong>de</strong><br />
pasar un rato alegre; no podría con eso en la conciencia. ¡Diablos!, no<br />
podría ni dormir.<br />
—Como quieras —dijo Mr. Marshall, encogiéndose <strong>de</strong> hombros,<br />
pero era obvio que estaba ofendido—. Así es la vida y, quién sabe, tal<br />
vez gane.<br />
Hamurabi suspiró <strong>de</strong>solado:<br />
—¿Cuánto ha dicho?<br />
—Setenta y siete dólares con treinta y cinco centavos —dije.<br />
—Es fantástico. —Hamurabi se sentó en una silla junto a Mr.<br />
Marshall, cruzó las piernas y encendió un cigarrillo—. Si hay<br />
chocolatinas Baby Ruth me comería una, tengo la boca amarga.<br />
Nos quedamos los tres en la mesa, y a medida que avanzaba la<br />
tar<strong>de</strong> nos fuimos sintiendo cada vez más tristes. Apenas cruzamos<br />
palabra. Cuando los chicos se alejaron <strong>de</strong> la plaza <strong>de</strong>l juzgado el<br />
único sonido provino <strong>de</strong>l reloj que tañía las horas en el campanario. El<br />
Valhalla estaba cerrado, pero la gente no <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> pasar ni <strong>de</strong><br />
asomarse por el ventanal. A las tres Mr. Marshall me dijo que abriera<br />
la puerta.<br />
En veinte minutos el sitio quedó atestado. Todo el mundo iba<br />
endomingado y el aire se impregnó <strong>de</strong> un aroma dulce, pues las<br />
chicas <strong>de</strong> la hilan<strong>de</strong>ría se habían perfumado con vainilla. Había gente