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Descargar ( 2934k ) - Memoria de Madrid

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•i mL<br />

cuenteas muy tímido. Si es necesario tomarás anas copitas <strong>de</strong> triple anís pura oco.<br />

—Haré lo que tú quieras,— le repuso D. Mamerto,—por masque nada [necesito, pues rae hallo muy<br />

animoso. Ya veras. ¡Tengo un;pcnsaniicnto!<br />

D. a Trifona hizo un gesto <strong>de</strong> asombro al saber que su<br />

marido tenía un pensamiento. ¡Estaba tan acostumbrada<br />

a que no tuviese ninguno!Vistióle con la mejor ropa<br />

que tenia: púsole la camisa mas elegante; cepillóle cui.<br />

dañosamente la levita y la chistera, y <strong>de</strong>spidiéndole en<br />

la puerta, abrazólo muy emocionada diciéndole:<br />

—¡Encomiéndate A Dios!<br />

II<br />

El entierro <strong>de</strong>l subsecretario era por la mañana y aun<br />

había reunidos pocos acompañantes <strong>de</strong> los que habían<br />

<strong>de</strong> formar e! duelo, cuando a casa <strong>de</strong>l difunto llegó don<br />

Mamerto, hondamente preocupado en su plan <strong>de</strong> ba.<br />

talla.<br />

Después <strong>de</strong>l pésame A la familia <strong>de</strong>l fallecido y <strong>de</strong><br />

discretos apretones <strong>de</strong> mano .1 las personas conocidas,<br />

el pretendiente se puso en acecho para no per<br />

<strong>de</strong>r <strong>de</strong> vista la persona <strong>de</strong>l Presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>! Consejo,<br />

cuando llegase A la casa mortuoria; pero a pesar <strong>de</strong><br />

su vigilancia no pudo por el pronto lograr su propó<br />

sito. Llegó, en efecto, el jefe <strong>de</strong>l Gobierno, pero llegó<br />

ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> inlinidad <strong>de</strong> ministros y correligionarios<br />

<strong>de</strong> primera lila, por lo cual D. Mamerto se limitó a<br />

saludarle respetuosamente A cierta distancia.<br />

Emprendió la marcha al cementerio el fúnebre<br />

convoy: or<strong>de</strong>nóse el duelo en filas. Mas Albondiguillas,<br />

por más esfuerzos que hizo y <strong>de</strong> las diversas<br />

estratagemas que <strong>de</strong>splegó para exponerle a D. Práxe<strong>de</strong>s<br />

su pretcnsión, no consiguió su <strong>de</strong>seo, porque<br />

los amigos íntimos <strong>de</strong>l Presi<strong>de</strong>nte le tenían poco me-.<br />

nos que secuestrado.<br />

Llegaron al Campo Santo. Se bajó el féretro. La tu colaba abierta para recibir el cadáver. No<br />

había tiempo que per<strong>de</strong>r porque, enterrado aquél, el Presi<strong>de</strong>nte se apresuraría A regresar A su domicilio.<br />

Comprendiendo<br />

D. Mamerto que la<br />

ocasión <strong>de</strong> hablarle<br />

se le escapaba, abrióse<br />

precipitadamente<br />

paso entre la multitud,<br />

y, poniendo en<br />

ejecución su plan, se<br />

acercó al eminente<br />

hombre, diciéndole:<br />

—D. PrAxedcs: espero<br />

llenar el puesto<br />

<strong>de</strong>l difunto.<br />

—¡Imposible, amigo<br />

mío, imposible!—<br />

/ exclamó el ilustre jefe<br />

<strong>de</strong>l partido libera!,<br />

rascándose la barba<br />

con su acostumbrada<br />

fiema.<br />

—¿Por qué? —se<br />

atrevió A preguntarle<br />

el aspirant:.—Y le contestó su interlocutor irónicamente, señalando el féretro: —Porque... ya lo ve usted...<br />

estA ocupado.<br />

(Dibujo*

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