Poesías Completas de Antonio Machado

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XX (PRELUDIO) DEL CAMINO Mientras la sombra pasa de un santo amor, hoy quiero poner un dulce salmo sobre mi viejo atril. Acordaré las notas del órgano severo al suspirar fragante del pífano de abril. Madurarán su aroma las pomas otoñales, la mirra y el incienso salmodiarán su olor; exhalarán su fresco perfume los rosales, bajo la paz en sombra del tibio huerto en flor. Al grave acorde lento de música y aroma, la sola y vieja y noble razón de mi rezar levantará su vuelo suave de paloma, y la palabra blanca se elevará al altar. XXI Daba el reloj las doce... y eran doce golpes de azada en tierra... ...¡Mi hora! —grité—. ... El silencio me respondió: —No temas; tú no verás caer la última gota que en la clepsidra tiembla. Dormirás muchas horas todavía sobre la orilla vieja, y encontrarás una mañana pura amarrada tu barca a otra ribera. XXII Sobre la tierra amarga, caminos tiene el sueño laberínticos, sendas tortuosas, parques en flor y en sombra y en silencio criptas hondas, escalas sobre estrellas; retablos de esperanzas y recuerdos. Figurillas que pasan y sonríen —juguetes melancólicos de viejo—; imágenes amigas, a la vuelta florida del sendero, y quimeras rosadas que hacen camino ... lejos... 16
XXIII En la desnuda tierra del camino la hora florida brota, espino solitario, del valle humilde en la revuelta umbrosa. El salmo verdadero de tenue voz hoy torna al corazón, y al labio, la palabra quebrada y temblorosa. Mis viejos mares duermen; se apagaron sus espumas sonoras sobre la playa estéril. La tormenta camina lejos en la nube torva. Vuelve la paz al cielo; la brisa tutelar esparce aromas otra vez sobre el campo, y aparece, en la bendita soledad, tu sombra. XXIV El sol es un globo de fuego, la luna es un disco morado. Una blanca paloma se posa en el alto ciprés centenario. Los cuadros de mirtos parecen de marchito velludo empolvado. ¡El jardín y la tarde tranquila!... Suena el agua en la fuente de mármol. XXV ¡Tenue rumor de túnicas que pasan sobre la infértil tierra!... ¡Y lágrimas sonoras de las campanas viejas! Las ascuas mortecinas del horizonte humean ... Blancos fantasmas lares van encendiendo estrellas. —Abre el balcón. La hora de una ilusión se acerca... La tarde se ha dormido, y las campanas sueñan. 17
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No fue por una trágica amargura es
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CIX (AMANECER DE OTOÑO) A Julio Ro
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ojos que vienen a la luz cerrados,
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VI ¡Soria fría, Soria pura, cabez
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otro a cuidar los merinos, y dio el
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AQUELLA TARDE.. I Sobre los campos
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III Los hijos de Alvargonzález, po
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En los sembrados crecieron las amap
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ojos que mirar no saben de frente,
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A ambas parejas que hubieron, sin q
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sin caminos ni posadas, ¡oh pobres
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II —Anoche, cuando volvía a casa
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olmo, quiero anotar en mi cartera l
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Tienen las vides pámpanos dorados
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CXXIV Al borrarse la nieve, se alej
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terraplenes, pedregales, olivares,
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Tic-tic, tic-tic... Siempre igual m
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ostezos de Salomón. ¿Todo es sole
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sino al que anduvo en el mar! CXXXI
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Venga Dios a los hogares y a las al
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¡buen viaje!... El acá y el allá
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y otras calvas en otras calaveras b
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un día para, después, ciegos torn
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XXVII ¿Dónde está la utilidad de
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Dicen que el ave divina, trocada en
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Ya con las trancas de pino furiosos
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es el Criador y la criatura lo hace
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CXXXIX ELOGIOS (A DON FRANCISCO GIN
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debajo de la blanca vestidura. ¡Qu
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y en esa maravilla de tu hombre tri
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Albión acecha y caza las quillas e
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¿Te han herido buscando la soñada
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y el irrisorio casco del buen manch
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CLIII (OLIVO DEL CAMINO) I NUEVAS C
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con la llama que libra de la muerte
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cuando no te vea! V Dondequiera vay
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que brilla sobre la mar. * A una ja
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Han cegado mis ojos las cenizas del
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y en el ancho llano por donde la ar
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de marzo, panal de luz que labran b
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A la orilla del río, por el negro
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VI Ese tu Narciso ya no se ve en el
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el hacer las cosas bien importa má
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usca el tú que nunca es tuyo ni pu
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las hojas secas del árbol. LXIII S
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LXXIX Del romance castellano no bus
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siempre con ribera y ancla? XCIV Do
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la barba que platea, y el estrago d
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un ascua de su fuego al gran Baroja
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La faena trabajosa, y la mar y la l
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poeta y capitán, nave y poema. EN
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II De su raza vieja tiene la palabr
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no a la vida, al amor, cerca del Du
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vuelve mi corazón a su faena, con
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II Ya había un albor de luna en el
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CLXVII (ABEL MARTIN) Abel Martín,
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de los cuerpos de las diosas. Sin m
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Tejidos sois de primavera, amantes,
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CANCIONERO APÓCRIFO CLXVIII JUAN D
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pobre la sierra fría, segura de su
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CLXXII (ABEL MARTÍN) LOS COMPLEMEN
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¡Oh gran saber del cero, del madur
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