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Francisco Fernández Carvajal NATURALIDAD Y ... - Homiletica.org

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manifestemos con llaneza lo que nos pasa, las alegrías y las preocupaciones, los<br />

motivos de nuestra conducta.<br />

III. La sencillez y la naturalidad son virtudes extraordinariamente atrayentes:<br />

para comprenderlo, basta mirar a Jesús, a María y a José. Pero hemos de saber que<br />

son virtudes difíciles, a causa de la soberbia, que nos lleva a tener una idea<br />

desmesurada sobre nosotros mismos, y a querer aparentar ante los demás por<br />

encima de lo que somos o tenemos. Nos sentimos humillados tantas veces por<br />

desear ser el centro de la atención y de la estima de quienes nos rodean; por no<br />

reconocer que, en ocasiones, actuamos mal; por no conformarnos con hacer y<br />

desaparecer, sin buscar la recompensa de una palabra de alabanza o de gratitud.<br />

Muchas veces nos complicamos la vida por no aceptar las propias limitaciones, por<br />

tomarnos demasiado en serio. La soberbia puede inducirnos a hablar demasiado<br />

sobre nosotros mismos, a pensar casi exclusivamente en nuestros problemas<br />

personales, o a procurar llamar la atención por caminos a veces complejos y<br />

enrevesados: hasta puede hacernos simular enfermedades inexistentes, o alegrías<br />

y tristezas que no se corresponden con nuestro estado de ánimo.<br />

La pedantería, la afectación, la jactancia, la hipocresía y la mentira se oponen a<br />

la sencillez y, por tanto, a la amistad; también dificultan una convivencia amable.<br />

Son un verdadero obstáculo para la vida de familia.<br />

Pero la sencillez que nos enseña el Señor no es ingenuidad: Mirad, nos dice, que<br />

os envío como ovejas en medio de lobos. Por tanto, habéis de ser prudentes como<br />

serpientes, y sencillos como palomas 11 . Los cristianos hemos de ir por el mundo con<br />

estas dos virtudes –la sencillez y la prudencia–, que se perfeccionan mutuamente.<br />

Para ser sencillos es preciso cuidar la rectitud de intención en nuestras acciones,<br />

que deben estar dirigidas a Dios. Solo así podrán prevalecer sobre nuestros<br />

complejos sentimientos, sobre las impresiones del momento o la confusa vida de<br />

los sentidos. Y junto a la rectitud de intención, la sinceridad clara, escueta –ruda, si<br />

fuese necesario– para exponer nuestras propias flaquezas, sin tratar de disimularlas

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