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es una nueva edad oscura

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Nu<strong>es</strong>tra portada:<br />

El Triunfo de la Muerte<br />

de PIETER BRUEGHEL<br />

EDITORIAL<br />

igo, pu<strong>es</strong>, que los años de la fructífera Encarnación del<br />

Hijo de Dios habían llegado al número 1348, cuando en<br />

la egregia ciudad de Florencia, nobilísima entre todas<br />

las de Italia, apareció la mortífera p<strong>es</strong>te, nacida años<br />

ant<strong>es</strong> en los país<strong>es</strong> oriental<strong>es</strong>, que, fuera por la influencia<br />

de los cuerpos cel<strong>es</strong>t<strong>es</strong> o por que nu<strong>es</strong>tras iniquidad<strong>es</strong><br />

nos acarreaban la justa ira de Dios para enmienda<br />

nu<strong>es</strong>tra, se extendió de un lugar a otro y llegó en poco<br />

tiempo a Europa. De nada valieron las humanas prevision<strong>es</strong><br />

y los <strong>es</strong>fuerzos en la limpieza de la ciudad por<br />

los encargados de ello, ni tampoco que se prohibiera la<br />

entrada a los enfermos que llegaban de fuera ni los<br />

buenos consejos para el cuidado de la salud, como ineficac<strong>es</strong><br />

fueron las humild<strong>es</strong> rogativas, las proc<strong>es</strong>ion<strong>es</strong><br />

y otras prácticas devotas. Casi al principio de la primavera del citado<br />

año, la mortífera p<strong>es</strong>te hizo su aparición de <strong>una</strong> forma que yo llamaría<br />

prodigiosa, y no como lo hiciera en Oriente, donde <strong>una</strong> simple hemorragia<br />

en la nariz era indicio de muerte inevitable. Al iniciarse la enferm<strong>edad</strong>,<br />

lo mismo al varón que a la hembra, formábansel<strong>es</strong> hinchazon<strong>es</strong><br />

en la ingle o en los sobacos, alcanzando alg<strong>una</strong>s el tamaño de<br />

<strong>una</strong> manzana o un huevo. Poco d<strong>es</strong>pués, los temibl<strong>es</strong> bubon<strong>es</strong> se manif<strong>es</strong>taban<br />

también en otras part<strong>es</strong> del cuerpo, al mismo tiempo que<br />

aparecían manchas negras o lívidas en brazos, muslos y aún en otros<br />

lugar<strong>es</strong> del cuerpo, en unos grand<strong>es</strong> y <strong>es</strong>casas y en otros abundant<strong>es</strong> y<br />

pequeñas. Y lo mismo que el bubón había sido y era indicio de muerte,<br />

lo eran también éstas manchas.<br />

Ni consejo de médico ni virtud de medicina eran eficac<strong>es</strong> para curar<br />

la enferm<strong>edad</strong>; de modo que, o por no permitirlo la índole del mal o<br />

por la ignorancia de los curanderos –de los cual<strong>es</strong>, sin contar los<br />

médicos inteligent<strong>es</strong>, había considerable número, tanto en hombr<strong>es</strong><br />

como mujer<strong>es</strong> sin noción alg<strong>una</strong> de medicina -,no conocieran de qué<br />

se trataba y, por consiguiente, no lo <strong>es</strong>tudiaban debidamente, no sólo<br />

eran pocos los que sanaban, sino que casi todos, al tercer día de aparecer<br />

las nefastas manchas, fallecían, a vec<strong>es</strong> sin fiebre ni otros síntomas.<br />

Y fue mayor la intensidad de <strong>es</strong>a p<strong>es</strong>te, por cuanto se contagiaba<br />

con rapidez, de enfermos a sanos, cual se extiende el fuego a las casas<br />

in mediatas a él. Más adelante aún, no sólo el frecuentar a los enfermos<br />

transmitía a los sanos la enferm<strong>edad</strong> u ocasión de común muerte,<br />

sino que incluso el tocar las ropas u otros objetos que aquellos hubi<strong>es</strong>en<br />

tocado, o de que se hubi<strong>es</strong>en servido, era motivo de contagio. Sorprendente<br />

<strong>es</strong> lo que os voy a contar ahora, que si los ojos de muchos y<br />

los míos no lo hubieran visto, apenas me atrevería a creerlo ni a <strong>es</strong>cribirlo<br />

por muy digna de fe que fuera la persona a quien lo hubi<strong>es</strong>e oído.<br />

Fragmento de la introducción al Decamerón de G. Bocaccio

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