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Consejos para la Iglesia (1991) - Iglesia Adventista del Séptimo Día ...

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<strong>Consejos</strong> sobre mayordomía 369<br />

éste; porque despierta en su corazón <strong>la</strong>s simpatías más profundas y<br />

le mueve a ejercitar <strong>la</strong>s más altas facultades de <strong>la</strong> mente. 1<br />

Debidamente dirigida, <strong>la</strong> generosidad ejercita <strong>la</strong>s energías mentales<br />

y morales de los hombres y los incita a una acción muy saludable<br />

<strong>para</strong> beneficiar a los necesitados y ade<strong>la</strong>ntar <strong>la</strong> causa de Dios. 2<br />

Toda oportunidad de ayudar a un hermano menesteroso o de<br />

ayudar a <strong>la</strong> causa de Dios en <strong>la</strong> difusión de <strong>la</strong> verdad, es una per<strong>la</strong><br />

que podéis enviar de<strong>la</strong>nte de vosotros <strong>para</strong> depositar<strong>la</strong> en el banco<br />

<strong>del</strong> cielo en segura custodia. 3<br />

“De cada hombre que da voluntariamente”<br />

El único medio que Dios ha dispuesto <strong>para</strong> hacer progresar su<br />

causa consiste en bendecir a los hombres con propiedades. Les da <strong>la</strong><br />

luz <strong>del</strong> sol y <strong>la</strong> lluvia, hace florecer <strong>la</strong> vegetación, les da salud y capacidad<br />

de adquirir recursos. Todas nuestras bendiciones provienen [494]<br />

de su mano bondadosa. En retribución, quiere él que los hombres<br />

y <strong>la</strong>s mujeres manifiesten su gratitud devolviéndole una porción<br />

en diezmos y ofrendas, en ofrendas de agradecimiento y ofrendas<br />

voluntarias. 4<br />

La generosidad de los judíos en <strong>la</strong> construcción <strong>del</strong> tabernáculo y<br />

<strong>del</strong> templo ilustra un espíritu de dadivosidad que no ha sido igua<strong>la</strong>do<br />

por los cristianos en ninguna ocasión ulterior. Los judíos acababan<br />

de ser libertados de su <strong>la</strong>rga esc<strong>la</strong>vitud en Egipto y erraban por<br />

el desierto; sin embargo, apenas fueron librados de los ejércitos<br />

de los egipcios que los perseguían en su apresurado viaje, llegó <strong>la</strong><br />

pa<strong>la</strong>bra <strong>del</strong> Señor a Moisés, diciendo: “Di a los hijos de Israel que<br />

tomen <strong>para</strong> mí ofrenda; de todo varón que <strong>la</strong> diere de su voluntad,<br />

de corazón tomaréis mi ofrenda”. Éxodo 25:2.<br />

El pueblo tenía pocas riquezas, y ninguna ha<strong>la</strong>güeña perspectiva<br />

de aumentar<strong>la</strong>s; pero tenía de<strong>la</strong>nte de sí un objeto: construir el<br />

tabernáculo <strong>para</strong> Dios. El Señor había hab<strong>la</strong>do, y sus hijos debían<br />

obedecer su voz. No retuvieron nada. Todos dieron con mano voluntaria;<br />

no cierta cantidad de sus ingresos, sino gran parte de lo<br />

que poseían. La consagraron gozosa y cordialmente al Señor, y le<br />

agradaron al hacerlo. ¿No le pertenecía acaso todo? ¿No les había<br />

dado él todo lo que poseían? Si él lo pedía, ¿no era su deber devolver<br />

al Prestamista lo suyo?

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