La Clave bajo el Sol JUAN ROYO. DIRECCIÓN DE MARKETING E INVESTIGACIÓN DE MERCADOS. UNIVERSIDAD DE ZARAGOZA Miré al cielo azul y aullé sus nombres. Observé como llegaba María andando pausadamente; parecía haber estado tumbada sobre la hierba, pues sus cabellos olían a primavera. En cambio, Gabriel descendió de la copa de un árbol de cinco ramas. Una vez reunidos, juntos volvimos a mirar al cielo azul y descubrimos que el Astro Rey nos daría la clave. En aquel instante, una melodía de violín comenzó a sonar. Era un acorde místico en clave de Sol, que provenía de un teléfono de madera rojiza que Gabriel llevaba en su bolsillo. «Prometeo está al otro lado», dijo, y comenzó a tomar notas: Si, Re, Sol, #Fa, Sol, La, Do, Si, Sol, Re... Para entonces, María ya llevaba tiempo boceteando hojas y más hojas color marfil, ayudada por un pequeño carboncillo que tenía la forma de sus dedos. «¡Sauel!», gritó como si de una invocación en un idioma olvidado se tratara, y todo cambió de dimensión. Seducidos por la melodía, comenzamos a escuchar cómo susurraban las nubes. Sauel resultó ser un ser ancestral, de melena dorada y brillantes reflejos, morador de una realidad ignorada por el humano. Bajo la protección de Sauel descubrimos que la Madre Tierra y todos con ella vivían dichosos, inundando las noches de serenidad. Si una lágrima caía, cual escama de dragón, se tornaba a continuación en esencia vital. Alejada de todo caos la vida se enraizaba cada vez más y más en un futuro próspero. Todo se movía al ritmo de una danza de adoración alrededor de Sauel. Numerosas criaturas se acercaban para acariciar nuestras pupilas: pequeños insectos con piel de hojarasca, flores de rostro singular, curiosos balcones-rana, nenúfares voladores, una suerte de arácnido con largas patas metálicas... Gabriel notó que aquel tono era mágico y María no podía parar de bailar. Nos encantaba. Pero de repente, oscureció. Sauel se dirigió a nosotros con porte serio para decirnos que la Madre Tierra se apaga lentamente y todo con ella desaparecerá, ya que el maltrato infligido por el ser humano crece sin remisión. La incidencia en el deterioro ecológico no parece tener límite, ni mucho menos razón. Aquello nos dijo Sauel, y podéis creerme o no, aunque si deseáis averiguarlo buscad la Clave bajo el Sol. Antonio Sediles Comisario de la exposición 3
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