xx concurso tambores y bombos - Ejea Digital
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SALUDO DESDE LA PARROQUIA<br />
Con estas líneas os queremos recordar a todos los creyentes que la Historia que vamos a vivir durante la<br />
Semana Santa es una Historia de Salvación: una Historia que no termina, pues todavía vivimos de sus frutos<br />
saludables. Los hechos que vamos a rememorar: la pasión, muerte y resurrección del Señor son muy antiguos.<br />
Tienen casi dos mil años, pero a la vez gozan de gran actualidad.<br />
Jesucristo, que fue enviado al mundo por su Padre Dios, entregó su vida en la cruz “por nosotros los<br />
hombres y por nuestra salvación”; pero luego experimentó el gozo de la Pascua, su gloriosa resurrección, o<br />
sea, su “paso” a la plena comunión con Él. Así lo proclamamos cuando decimos que “está sentado a la<br />
derecha de Dios Padre”.<br />
La salvación que Él realizó consistió en liberarnos del pecado, o sea, de todo lo malo que nos oprime y<br />
esclaviza, y en hacernos hijos de Dios y partícipes de su vida divina. Mediante su entrega en la cruz nuestro<br />
Padre Dios quiso que experimentáramos el amor que nos tiene, su misericordia y su perdón; y, mediante su<br />
resurrección, quiso que fuéramos personas nuevas, abiertas a la plena comunión con Él acá y en el más allá.<br />
Jesucristo quiso ser elevado a lo alto de la cruz para ser visto por todos como bandera de salvación y de<br />
victoria. Lo mataron, sí; pero Él dio su vida libremente. La dio porque quiso. Esta fue la prueba más grande<br />
de su amor, pues “nadie tiene mayor amor que aquel que da la vida por quien ama”. No quiso subirse al árbol<br />
de los placeres ni al de los poderes ni al de la gloria humana. Subió al árbol de los dolores, porque quiso cargar<br />
con todos ellos para curarlos. No suprimió los dolores del mundo, pero les dio sentido convirtiéndolos en<br />
sacramento, o sea, en fuente de gracia.<br />
Pero esta Historia no terminó en la cruz, sino que culminó en la gloriosa resurrección de Jesucristo. La<br />
experiencia que tuvieron los apóstoles y los demás discípulos después de su resurrección fue significativa.<br />
Andaban dispersos o encerrados por el miedo. Estaban tristes y desesperados. La muerte de su Maestro había<br />
supuesto para ellos un mazazo “mortal”. No sólo no levantaban cabeza, sino que estaban “muertos”. Entonces,<br />
Jesucristo resucitado los reunió como un pastor reúne a sus ovejas y se presentó en medio de ellos para<br />
vivificarlos.<br />
Desde entonces Jesucristo es el centro de la Iglesia o comunidad de sus seguidores, el centro de nuestra<br />
vida, el centro del mundo. Nuestros pensamientos, nuestras miradas y toda nuestra vida deben estar orientados<br />
siempre hacia Él. Ninguna comunidad puede ser cristiana si no lo pone en medio, si no está “centrada” en<br />
Él. Jesucristo, muerto en la cruz y resucitado, además de nuestro Salvador debe ser para nosotros nuestro<br />
Guía, nuestro Maestro, nuestro Amigo y nuestro Señor que nos comunica la auténtica vida.<br />
Durante la Semana Santa, en la que celebraremos tantos acontecimientos en torno a la pasión, muerte y<br />
resurrección del Señor, podemos hacer entre otras las cosas siguientes: vivir intensamente las celebraciones<br />
litúrgicas en nuestros templos, rezar mucho, contemplar al Señor y sentirlo dentro de nosotros leyendo o<br />
escuchando los relatos de su pasión, practicar el vía-crucis, participar con actitud religiosa en las procesiones,<br />
silenciarnos interiormente algunos momentos para escuchar sus llamadas a que “muramos” también nosotros<br />
y a que “resucitemos” a una vida nueva participando gozosamente en su Pascua.<br />
Carlos Mendi Villa