Visualizar REVISTA VOCACIÓN MISIÓN 2010 - Hijas de la Caridad
Visualizar REVISTA VOCACIÓN MISIÓN 2010 - Hijas de la Caridad
Visualizar REVISTA VOCACIÓN MISIÓN 2010 - Hijas de la Caridad
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
en paz, compartiendo el mundo, viviendo<br />
el hoy... Jesús ya nos había hecho imaginar<br />
esto en el evangelio, lo hacía a través<br />
<strong>de</strong> parábo<strong>la</strong>s que nos mostraban su<br />
sueño para <strong>la</strong> humanidad: el Reino <strong>de</strong><br />
Dios.<br />
¿Te lo imaginas?<br />
Lectura: Lc 13, 18 – 21<br />
(Silencio, música <strong>de</strong> fondo y ayudamos con <strong>la</strong>s<br />
siguientes pautas a <strong>la</strong> interiorización <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />
Pa<strong>la</strong>bra.)<br />
¿Te lo imaginas? Tienes en tus manos un<br />
pequeña semil<strong>la</strong>, tan pequeña que casi es<br />
imperceptible. ¿Cómo ha llegado hasta<br />
ti?... ¿Qué pue<strong>de</strong> llegar a dar si <strong>la</strong> p<strong>la</strong>ntas,<br />
<strong>la</strong> cuidas, <strong>la</strong> riegas?...Imagina ahora<br />
el gran árbol que ha brotado. ¿Quién se<br />
cobija en él? ¿A quién te invita Jesús a<br />
poner a su sombra?<br />
Dios piensa en ti<br />
Leemos el siguiente cuento:<br />
EL OJO DE LA AGUJA<br />
Por Mamerto Menapace, osb<br />
Monasterio Santa María <strong>de</strong> Los Toldos<br />
A los que hemos tenido infancia campesina,<br />
los adjetivos nos han quedado acol<strong>la</strong>rados<br />
casi siempre, no a i<strong>de</strong>as, sino a objetos. Por<br />
ejemplo, para mí, el adjetivo gran<strong>de</strong> lo tengo<br />
unido al eucalipto que quedaba entre el patio<br />
<strong>de</strong> naranjos y el piquete <strong>de</strong> terreno en que se<br />
encerraba al caballo nochero.<br />
Era realmente gran<strong>de</strong>. No sé cuánto <strong>de</strong> alto<br />
podría tener. Ahora pienso que tal vez llegara<br />
a los veinticinco metros. Pero era enorme<br />
para mi estatura <strong>de</strong> niño que no llegaba<br />
siquiera a uno. Se lo distinguía a más <strong>de</strong> dos<br />
leguas <strong>de</strong> distancia. Y era c<strong>la</strong>ramente un<br />
punto <strong>de</strong> referencia. Cuando alguien quería<br />
llegar a casa, era fácil ubicar<strong>la</strong> aunque se<br />
estuviera lejos. La casa <strong>de</strong> don Antonio era <strong>la</strong><br />
que tenía el eucalipto gran<strong>de</strong>. Me animaría a<br />
<strong>de</strong>cir que su tamaño llegaba a dar nombre<br />
propio al lugar. Así con mayúscu<strong>la</strong>s:<br />
Eucalipto Gran<strong>de</strong>.<br />
Tres niños tomados por <strong>la</strong> mano, haciendo<br />
ronda, no hubiéramos podido abarcar su<br />
enorme tronco, que se abría en ramas a una<br />
cierta altura. Esto hacía imposible treparlo.<br />
A<strong>de</strong>más, su tamaño había hecho que los<br />
mayores crearan una especie <strong>de</strong> zona <strong>de</strong><br />
exclusión respecto a este árbol. Al Eucalipto<br />
Gran<strong>de</strong> no se <strong>de</strong>bía subir. Eso lo hacía doblemente<br />
fascinante, y en más <strong>de</strong> una siesta los<br />
más chicos probamos fortuna. Sobre todo<br />
porque en sus ramas más abiertas <strong>la</strong>s cotorras<br />
hacían sus enormes nidos y nuestros<br />
gomerazos apenas llegaban hasta allá con<br />
fuerza como para ser efectivos.<br />
Pero aquí viene lo impresionante. Un día don<br />
Alejandro, el dueño <strong>de</strong>l campo, y antiguo<br />
pob<strong>la</strong>dor <strong>de</strong> <strong>la</strong> zona, nos informó <strong>de</strong> que<br />
aquel inmenso árbol había pasado por el ojo<br />
<strong>de</strong> una aguja. Si, así como suena, y sin exégesis<br />
atenuantes. No lo hubiéramos creído, si<br />
no fuera porque don Alejandro nos merecía<br />
un respeto muy cercano a <strong>la</strong> veneración.<br />
Nuestra familia le <strong>de</strong>bía al viejo habernos<br />
posibilitado ser inquilinos en su campo y con<br />
ello tener una tierra que trabajar y don<strong>de</strong><br />
vivir. En casa siempre se habló <strong>de</strong> él con<br />
sumo respeto y aprecio. Cuando él nos visitaba,<br />
los chicos éramos <strong>la</strong>vados a fondo, y amonestados<br />
para que no hiciéramos zafarrancho.<br />
Y esto era señal <strong>de</strong> que <strong>la</strong> visita sería <strong>de</strong><br />
máxima categoría.<br />
Pero a pesar <strong>de</strong> <strong>la</strong> credibilidad que nos merecía<br />
quien lo afirmaba, nuestras mentes<br />
infantiles ya eran lo suficientemente críticas<br />
como para negarse a creer que el Eucalipto<br />
5