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HARRYPOTTER_LA%20PIEDRAFILOSOFAL

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—¿Lo de siempre, Hagrid?<br />

—No puedo, Tom, estoy aquí por asuntos de Hogwarts —respondió Hagrid,<br />

poniendo la mano en el hombro de Harry y obligándole a doblar las rodillas.<br />

—Buen Dios —dijo el cantinero, mirando atentamente a Harry—. ¿Es éste... puede<br />

ser...?<br />

El Caldero Chorreante había quedado súbitamente inmóvil y en silencio.<br />

—Válgame Dios —susurró el cantinero—. Harry Potter... todo un honor.<br />

Salió rápidamente del mostrador, corrió hacia Harry y le estrechó la mano, con los<br />

ojos llenos de lágrimas.<br />

—Bienvenido, Harry, bienvenido.<br />

Harry no sabía qué decir. Todos lo miraban. La anciana de la pipa seguía<br />

chupando, sin darse cuenta de que se le había apagado. Hagrid estaba radiante.<br />

Entonces se produjo un gran movimiento de sillas y, al minuto siguiente, Harry se<br />

encontró estrechando la mano de todos los del Caldero Chorreante.<br />

—Doris Crockford, Harry. No puedo creer que por fin te haya conocido.<br />

—Estoy orgullosa, Harry, muy orgullosa.<br />

—Siempre quise estrechar tu mano... estoy muy complacido.<br />

—Encantado, Harry, no puedo decirte cuánto. Mi nombre es Diggle, Dedalus<br />

Diggle.<br />

—¡Yo lo he visto antes! —dijo Harry, mientras Dedalus Diggle dejaba caer su<br />

sombrero a causa de la emoción—. Usted me saludó una vez en una tienda.<br />

—¡Me recuerda! —gritó Dedalus Diggle, mirando a todos—. ¿Habéis oído eso?<br />

¡Se acuerda de mí!<br />

Harry estrechó manos una y otra vez. Doris Crockford volvió a repetir el saludo.<br />

Un joven pálido se adelantó, muy nervioso. Tenía un tic en el ojo.<br />

—¡Profesor Quirrell! —dijo Hagrid—. Harry, el profesor Quirrell te dará clases en<br />

Hogwarts.<br />

—P-P-Potter —tartamudeó el profesor Quirrell, apretando la mano de Harry—. Nno<br />

pue-e-do decirte l-lo contento que-e estoy de co-conocerte.<br />

—¿Qué clase de magia enseña usted, profesor Quirrell?<br />

—D-Defensa Contra las Artes O-Oscuras —murmuró el profesor Quirrell, como si<br />

no quisiera pensar en ello—. N-no es al-algo que t-tú n-necesites, ¿verdad, P-Potter?<br />

—Soltó una risa nerviosa—. Estás reuniendo el e-equipo, s-supongo. Yo tengo que bbuscar<br />

otro l-libro de va-vampiros. —Pareció aterrorizado ante la simple mención.<br />

Pero los demás, no permitieron que el profesor Quirrell acaparara a Harry. Éste<br />

tardó más de diez minutos en despedirse de ellos. Al fin, Hagrid se hizo oír.<br />

—Tenemos que irnos. Hay mucho que comprar. Vamos, Harry.<br />

Doris Crockford estrechó la mano de Harry una última vez y Hagrid se lo llevó a<br />

través del bar hasta un pequeño patio cerrado, donde no había más que un cubo de<br />

basura y hierbajos.<br />

Hagrid miró sonriente a Harry<br />

—Te lo dije, ¿verdad? Te dije que eras famoso. Hasta el profesor Quirrell temblaba<br />

al conocerte, aunque te diré que habitualmente tiembla.<br />

—¿Está siempre tan nervioso?<br />

—Oh, sí. Pobre hombre. Una mente brillante. Estaba bien mientras estudiaba esos<br />

libros de vampiros, pero entonces cogió un año de vacaciones, para tener experiencias<br />

directas... Dicen que encontró vampiros en la Selva Negra y que tuvo un desagradable<br />

problema con una hechicera... Y desde entonces no es el mismo. Se asusta de los<br />

alumnos, tiene miedo de su propia asignatura... Ahora ¿adónde vamos, paraguas?<br />

¿Vampiros? ¿Hechiceras? La cabeza de Harry era un torbellino. Hagrid, mientras

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