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DANIEL

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para tu pueblo y tu Ciudad Santa:<br />

para cerrar el delito,<br />

poner fin al pecado<br />

y expiar el crimen,<br />

para traer una justicia eterna,<br />

para que se cumplan<br />

visiones y profecías<br />

y consagrar el lugar santísimo.<br />

25 Has de saberlo y comprenderlo:<br />

desde que se decretó la vuelta<br />

y la reconstrucción de Jerusalén<br />

hasta un príncipe ungido<br />

pasarán siete semanas;<br />

después<br />

durante sesenta y dos semanas<br />

será reconstruida con calles y fosos,<br />

pero en tiempos difíciles.<br />

26 Pasadas las sesenta y dos semanas<br />

matarán al ungido inocente;<br />

vendrá un príncipe con su tropa<br />

y arrasará la ciudad y el templo.<br />

El final será un cataclismo,<br />

y hasta el fin están decretadas<br />

guerra y destrucción.<br />

27 Firmará una alianza con muchos<br />

durante una semana,<br />

durante media semana<br />

hará cesar ofrendas y sacrificios<br />

y pondrá sobre el altar<br />

el ídolo abominable<br />

hasta que el fin decretado<br />

le llegue al destructor.<br />

Cuarta:<br />

La visión terrible ††††<br />

10<br />

1 El año tercero de Ciro, rey de Persia, le revelaron a Daniel una palabra: la palabra era<br />

verdadera, y se refería a un gran combate. Daniel estuvo atento a la palabra, y logró<br />

comprender la visión.<br />

2 Por entonces, yo, Daniel, estaba cumpliendo un luto de tres semanas: 3 no comía manjares<br />

exquisitos, no probaba vino ni carne, ni me ungía con perfumes durante las tres semanas.<br />

4 El día veinticuatro del mes primero estaba yo junto al Río Grande. 5 Levanté la vista y vi<br />

aparecer un hombre vestido con túnica de lino y con un cinturón de oro; 6 su cuerpo era como el<br />

topacio, su rostro como un relámpago, sus ojos como antorchas, sus brazos y piernas como<br />

destellos de bronce pulido, sus palabras resonaban como una multitud.<br />

7 Solo yo veía la visión; la gente que estaba conmigo, aunque no veía la visión, quedó llena de<br />

terror y corrió a esconderse. 8 Así quedé solo; al ver aquella magnífica visión me sentí desfallecer,<br />

mi semblante quedó desfigurado y no hallaba fuerzas. 9 Entonces oí ruido de palabras, y al oírlas<br />

caí desvanecido con el rostro en tierra.<br />

10 Una mano me tocó, y me hizo apoyar tembloroso sobre mis rodillas y sobre las palmas de mis<br />

manos. 11 Luego me habló:<br />

–Daniel, predilecto: fíjate en las palabras que voy a decirte y ponte de pie, porque me han<br />

enviado a ti.<br />

Mientras me hablaba así, me puse de pie temblando.<br />

12 Me dijo:<br />

–No temas, Daniel. Desde el día aquel en que te dedicaste a estudiar y a humillarte ante Dios,<br />

tus palabras han sido escuchadas y yo he venido a causa de ellas. 13 El príncipe del reino de Persia<br />

me opuso resistencia durante veintiún días; Miguel, uno de los príncipes supremos, vino en mi<br />

†††† 10,1–12,13 Cuarta: La visión terrible. Esta última visión no introduce propiamente nada nuevo, continúa ratificando el<br />

concepto de juicio divino sobre la historia y los acontecimientos que dentro de ella han protagonizado los distintos reyes y<br />

emperadores. El marco histórico sigue siendo el período dominado por los sucesores de Alejandro Magno.

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