La vida y la obra de Thomas Braidwood, fundador de ... - cultura Sorda
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Sobre <strong>la</strong> <strong>vida</strong> <strong>de</strong> <strong>Thomas</strong> <strong>Braidwood</strong> (1715‐1806). Alejandro Oviedo<br />
De modo que Gal<strong>la</strong>u<strong>de</strong>t viajó a París, en 1816, y pasó varios meses allá. Aprendió <strong>la</strong><br />
Lengua <strong>de</strong> Señas Francesa y terminó convenciendo a <strong>La</strong>urent Clerc <strong>de</strong> irse con él a<br />
Estados Unidos, don<strong>de</strong> ambos fundaron una escue<strong>la</strong> <strong>de</strong> Sordos. Pero esa es otra<br />
historia, que ya ha sido contada en otras partes <strong>de</strong> esta publicación electrónica<br />
(revisa <strong>la</strong>s <strong>vida</strong>s <strong>de</strong> Gal<strong>la</strong>u<strong>de</strong>t y Clerc, en los HITOS SORDOS).<br />
El secreto <strong>de</strong> <strong>Braidwood</strong><br />
A diferencia <strong>de</strong> los maestros que trabajaban con <strong>la</strong> lengua <strong>de</strong> señas, que no tenían<br />
empacho en proc<strong>la</strong>mar sus métodos (recuér<strong>de</strong>nse <strong>la</strong>s exposiciones públicas que<br />
realizaban cada semana los <strong>de</strong> <strong>la</strong> escue<strong>la</strong> fundada por Michel <strong>de</strong> l´Epée, y sus<br />
constantes invitaciones a extranjeros para que visitaran <strong>la</strong> escue<strong>la</strong>), los primeros<br />
maestros oralistas siempre <strong>de</strong>c<strong>la</strong>raron tener un secreto, y lo guardaron<br />
celosamente.<br />
No era en vano. <strong>La</strong> educación <strong>de</strong> niños sordos era un oficio bien remunerado, y<br />
quien tuviera una manera <strong>de</strong> hacerlo estaba en posesión <strong>de</strong> una segura hacienda.<br />
Así Jacob Rodrigues Pereira, y Samuel Heinicke, y también <strong>Braidwood</strong>, tejieron en<br />
torno a sus personas y su trabajo una atmósfera <strong>de</strong> misterio. No permitían a ningún<br />
extraño observar sus <strong>la</strong>bores, no escribieron trabajos explicándo<strong>la</strong>s, y a su muerte<br />
legaron a sus familias, como herencia, documentos encerrados en cajas fuertes,<br />
don<strong>de</strong> explicaban sus secretos, que eran valorados como objetos preciosos.<br />
Har<strong>la</strong>n <strong>La</strong>ne, cuyas investigaciones (en su libro <strong>de</strong> 1984) han <strong>de</strong>sacralizado mucho<br />
<strong>de</strong> <strong>la</strong> historia <strong>de</strong> los Sordos, es <strong>de</strong> <strong>la</strong> i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que esos secretos eran tan bien<br />
guardados fundamentalmente porque no existían. El secreto <strong>de</strong> esos oralistas<br />
iniciales no consistía en una serie <strong>de</strong> métodos que pudieran apren<strong>de</strong>rse o<br />
enseñarse, sino en el trabajo continuo y <strong>de</strong>dicado por años a un mismo grupo <strong>de</strong><br />
niños. Esa <strong>de</strong>voción terminaba por rendir frutos. Los maestros y los niños<br />
<strong>de</strong>sarrol<strong>la</strong>ban en últimas un sistema <strong>de</strong> comunicación común (muchas veces con<br />
bases visuales: el uso <strong>de</strong> señas y <strong>de</strong> <strong>la</strong> escritura), que les permitía realizar el<br />
trabajo pedagógico. Por otra parte, los alumnos eran rigurosamente seleccionados,<br />
lo que permite creer <strong>la</strong> especie <strong>de</strong> que estos maestros tenían el cuidado <strong>de</strong> recibir<br />
como alumnos so<strong>la</strong>mente a niños con suficientes restos auditivos, a partir <strong>de</strong> los<br />
cuales pudiera <strong>de</strong>sarrol<strong>la</strong>rse el hab<strong>la</strong>.<br />
<strong>Braidwood</strong> trabajaba siempre con un grupo muy pequeño <strong>de</strong> niños. Todo lo anterior<br />
es aplicable asimismo a él. Es probable que uno <strong>de</strong> los secretos <strong>de</strong> su trabajo fuera<br />
escoger muy bien a los niños, <strong>de</strong> modo que siempre pudiera contar con algunos<br />
restos auditivos aprovechables. Sus críticos seña<strong>la</strong>n también que, al igual que<br />
ocurría con otros sordos oralizados <strong>de</strong> aquel tiempo, los que los conocían<br />
exageraban <strong>la</strong>s cualida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l hab<strong>la</strong> que esos sordos habían <strong>de</strong>sarrol<strong>la</strong>do. Si se era<br />
lo bastante crítico, había que reconocer que <strong>la</strong> forma en que hab<strong>la</strong>ban era, a<strong>de</strong>más<br />
<strong>de</strong> muy <strong>de</strong>sagradable, re<strong>la</strong>tivamente ininteligible. Pero ante <strong>la</strong> novedad que<br />
representaban, cabía que <strong>la</strong> admiración cegara toda crítica.<br />
Alejandro Oviedo<br />
Berlín, 10 <strong>de</strong> octubre <strong>de</strong> 2006<br />
Texto redactado para www.<strong>cultura</strong>‐sorda.eu, en octubre <strong>de</strong> 2006 4