Textos libro César Manrique. Pintura - Fundación César Manrique
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significa un punto final también en muchos otros sentidos. En el ámbito inmediato de lo canario, después<br />
del florecimiento vanguardista que habían significado las iniciativas de Gaceta de Arte y la presencia<br />
del grupo surrealista en los años treinta, la década de los cuarenta aparece como “la claudicación<br />
de la modernidad artística” 1 . Un ejemplo cercano de esta claudicación fue para <strong>Manrique</strong> el<br />
caso de Pancho Lasso, escultor lanzaroteño que había sido muy próximo a Alberto Sánchez en el<br />
Madrid de la preguerra, participando en las experiencias de la llamada Escuela de Vallecas. En los años<br />
posteriores a la contienda, aunque Lasso transmite al joven <strong>César</strong> su fervor por la experimentación<br />
formal, no se atreve a continuar con su trayectoria vanguardista. Son muchos los artistas y escritores<br />
que, habiendo participado en lo que se ha venido a llamar Edad de Plata 2 de la cultura española,<br />
como consecuencia de la guerra civil mueren, se exilian o, en caso de permanecer en el interior<br />
como Lasso y tantos otros, cambian el rumbo de su actividad para adaptarse a la nueva situación y<br />
necesidades.A pesar de todo, propuestas historiográficas recientes han estudiado precisamente este<br />
tránsito de una época a otra tratando de descubrir no sólo las rupturas, sino también sorprendentes<br />
continuidades 3 .Y aunque es indudable que el período de la inmediata postguerra debe entenderse,<br />
en líneas generales, como un regreso del conservadurismo, también conviene recordar que, en el<br />
ámbito de lo oficial, y especialmente en el mundo de la enseñanza artística y de las exposiciones<br />
nacionales, el más rancio academicismo nunca dejó de reinar, con las excepciones que se quieran, ni<br />
aun durante los momentos de mayor optimismo vanguardista en la década 1925-1935.<br />
La década de los cuarenta se abre en España ante los jóvenes artistas como un período difícil,<br />
cargado de problemas económicos y sociales, en el que a la actividad artística le resulta complicado<br />
encontrar su lugar. La acuciante situación de penuria hace que las prioridades sean otras. Salvo excepciones<br />
de primera hora marcadas por construcciones como el Valle de los Caídos, el Ministerio del<br />
Aire a imagen y semejanza de El Escorial o el cercano Arco de Triunfo en la Moncloa, o por la aparición<br />
de revistas como Vértice, Laureados de España o Escorial, a largo o medio plazo no puede decirse<br />
que exista una estética franquista. Por eso, la nueva situación no es tanto la de un arte políticamente<br />
dirigido, sino simple y llanamente la de una victoria del conservadurismo estético, siempre poderoso<br />
institucionalmente, que se había visto retado en las décadas anteriores por iniciativas renovadoras<br />
como las Exposiciones de la Sociedad de Artistas Ibéricos o de ADLAN (Amigos de las Artes Nuevas),<br />
sin llegar nunca a ser derrotado. En la Península, los centros que habían tenido mayor actividad antes<br />
de 1936, Barcelona, Bilbao y Madrid, intentan recuperar poco a poco su pulso.Tímidamente, y a pesar<br />
1. De la Nuez Santana, José Luis: La abstracción pictórica en<br />
Canarias. Dinámica histórica y debate teórico (1930-1970).<br />
Cabildo Insular de Gran Canaria, 1995, p. 33.<br />
2. Mainer, José Carlos: La Edad de Plata (1902-1939). Ensayo<br />
de interpretación de un proceso cultural. Madrid, Cátedra,<br />
1981.<br />
3. Brihuega, Jaime y Llorente, Ángel: Tránsitos. Artistas<br />
españoles antes y después de la guerra civil. Madrid, <strong>Fundación</strong><br />
Caja Madrid, 1999.