de la guerra gaucha a la resistencia peronista - Roberto Baschetti
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un pueblo manso y tranquilo; <strong>la</strong>borioso y noble que compren<strong>de</strong> que “a <strong>la</strong><br />
fuerza brutal <strong>de</strong> <strong>la</strong> antipatria” sólo pue<strong>de</strong> oponérsele con éxito una fuerza<br />
popu<strong>la</strong>r organizada. Pero este principio básico no se aprehen<strong>de</strong> <strong>de</strong> un día<br />
para el otro. No es pa<strong>la</strong>bra reve<strong>la</strong>da. Sobre su lomo caerán persecuciones,<br />
torturas, encarce<strong>la</strong>mientos, humil<strong>la</strong>ciones, gases y palos, prohibiciones (ley<br />
4161), picanas, fusi<strong>la</strong>mientos, proscripciones y votaciones ganadas (y<br />
anu<strong>la</strong>das), para enten<strong>de</strong>r que el camino es <strong>la</strong> lucha. Y que en esa lucha<br />
común cada uno <strong>de</strong>be sumar lo que pue<strong>de</strong> y un poquito más. De ese<br />
período hay dos testimonios que son más que elocuentes. El primero<br />
correspon<strong>de</strong> a César Marcos uno <strong>de</strong> los primeros resistentes <strong>peronista</strong>s<br />
luego <strong>de</strong>l golpe sangriento <strong>de</strong>l ’55. Él cuenta que los <strong>peronista</strong>s más<br />
<strong>de</strong>cididos, los más resueltos a <strong>la</strong> acción, para volver a organizarse recorrían<br />
los barrios <strong>de</strong> Capital y Gran Buenos Aires y allí, en ese espacio, se sentían<br />
como pez en el agua. No era para menos: “Allí siempre había una cocina<br />
amiga don<strong>de</strong> tomar unos mates y un sitio seguro don<strong>de</strong> po<strong>de</strong>r aguantarse si<br />
era necesario. ¡Las cocinas que hemos conocido! Para aquellos años los<br />
trabajadores ya tenían su casita y su cocina hospita<strong>la</strong>ria, abrigada en<br />
invierno y fresca en verano. Cocinas alegres, limpitas, con su he<strong>la</strong><strong>de</strong>ra en<br />
un rincón, <strong>la</strong> mesa con el hule, <strong>la</strong>s sil<strong>la</strong>s acogedoras. Y el mate o una<br />
cervecita he<strong>la</strong>da y, a veces en ese entonces, c<strong>la</strong>ro, <strong>la</strong> carne para el asadito<br />
en el fondo. No se hacer poemas –ac<strong>la</strong>ra Marcos- pero sugiero ese pequeño<br />
homenaje que todavía no se ha rendido a <strong>la</strong>s cocinas humil<strong>de</strong>s <strong>de</strong> nuestras<br />
barriadas, que fueron verda<strong>de</strong>ros fortines <strong>de</strong>l Movimiento Peronista. Allí se<br />
realizaban <strong>la</strong>s reuniones, con los compañeros barriales, se distribuía <strong>la</strong><br />
propaganda, se establecían en<strong>la</strong>ces, se programaban <strong>la</strong>s pintadas, se<br />
p<strong>la</strong>neaba <strong>la</strong> acción. Allí nos reuníamos, en el ámbito mimético <strong>de</strong> <strong>la</strong>s<br />
cocinas, don<strong>de</strong> todos son iguales y se confun<strong>de</strong>n, don<strong>de</strong> nadie l<strong>la</strong>ma <strong>la</strong><br />
atención, como en una gran familia”. Es una <strong>de</strong>scripción exacta <strong>de</strong>l espíritu<br />
que impregnaba <strong>la</strong> época. Y en tal sentido, un querido compañero<br />
recientemente fallecido, Enrique Oliva, suma su aporte testimonial a <strong>la</strong><br />
gesta <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>resistencia</strong>: “Era enorme <strong>la</strong> co<strong>la</strong>boración <strong>de</strong> <strong>la</strong> gente que quería<br />
hacer cosas. Recuerdo un caso, cerca <strong>de</strong>l Puente <strong>de</strong> <strong>la</strong> Noria, don<strong>de</strong><br />
teníamos una reunión en una casa muy humil<strong>de</strong> abarrotada <strong>de</strong> gente<br />
trabajadora. Yo estaba hab<strong>la</strong>ndo y <strong>la</strong> dueña <strong>de</strong> casa nos servía mate. Ya no<br />
sabía que más hacer, para ofrecernos cosas o comida. Todo eran<br />
atenciones. En un momento en que ya no sabía que más ofrecernos, me<br />
dice: ‘compañero, ¿quiere que mientras usted hab<strong>la</strong> le <strong>la</strong>ve <strong>la</strong> camisa?’. No