Número 64 - Cronica de Las Merindades

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BREVES
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Crónica de las Merindades Septiembre 2011
Andar por el quinto pino
EL VALLE DE VALDEBEZANA (3)
Por los pueblos de Arreba
Crónica Merindades
Antonio Gallardo Laureda
Los pueblos de Arreba, en
cuya busca partimos, están situados
en la parte noroeste
del Valle de Manzanedo y la
sureste del Valle de Valdebezana.
La componen los pueblos
de Arreba, Población de
Arreba, Crespos, Munilla,
Hoz de Arreba y Pradilla de
Hoz de Arreba. Los dos últimos
sitos en el Valle de Manzanedo,
en la ribera izquierda
del río Trifón, o parte occidental,
y el resto en la derecha,
o parte oriental.
La mejor entrada a la sub
comarca la tenemos por este
último valle, al que podemos
acceder por la carretera comarcal
que nace en Santa
Clara de Medina y, tras atravesar
Incinillas, penetra en el
Valle de Manzanedo y llega a
Soncillo. En el camino encontraremos
Rioseco, Argés,
Manzanedo, Cueva y Lándraves
y, un poco más arriba, a la
derecha, Pradilla de Hoz de
Arreba, ya pertenecientes a
la sub comarca de Arreba,
que hoy visitaremos y que,
por el norte, se cierra en el
bello poblado de Hoz de
Arreba.
El centro de los pueblos de
la parte oriental lo marcan los
restos, muy pocos, que aún
quedan de uno de los castillos
más antiguos e inexpugnables
de Las Merindades, hoy
apenas un muñón, muy altivo,
eso sí. Estamos a más de
mil metros de altitud y se nota.
Muy cerca de estas ruinas,
otrora apabullantes, se ubican
las aldeas de Crespos, Arreba
y Población de Arreba, todas
ellas acaparadoras de naturaleza
en estado puro, paz y silencios,
sobre todo en invierno.
Por desgracia, también todas
ellas han sufrido las
consecuencias de la emigración
masiva de sus habitantes
hace décadas, por lo que, salvo
en los veranos, tan sólo algunos
huéspedes de sus cómodas,
pintorescas y relajantes
casas rurales, tanto en
Población como en Crespos,
aportan vida a sus calles.
Crespos es una minúscula y
bella aldea situada al final de
un ramal de carretera que nace
en el alto de Arreba y allí
muere. La antigüedad del
asentamiento viene avalada
por la de su iglesia parroquial,
un bellísimo ejemplo
del estilo románico del siglo
XII, tan abundante por estos
Munilla. Iglesia de San Miguel
lares. Hace unos años, muy
pocos, ante el lastimoso y peligroso
estado en que se encontraba,
se llevaron a cabo
trabajos de consolidación
(nosotros fuimos testigos de
los mismos) del templo, pero
en nuestras últimas visitas hemos
podido comprobar que
han vuelto a aparecer signos
de decrepitud en sus muros y
cubiertas.
La iglesia posee su ingreso
en el paño sur, bajo una bella
portada de dos arquivoltas y
arco exterior que se apoyan
en sendos pares de columnas
ornadas con capiteles labrados.
Tiene un ábside de tambor,
el cual está formado por
tres tramos delimitados por
contrafuertes adosados y precedidos
de un pequeño tramo
recto. Por el interior, la existencia
de una serie ininterrumpida
de arcos ciegos le
Río Trifón en Hoz
de Arreba
Crespos
otorgan un aire elegante y
original. La espadaña, barroca,
se levanta sobre la portada
y se remata en un frontón
triangular, bajo el que se
abren dos vanos para campanas.
Toda la cornisa absidal
se apoya en una veintena de
bellos canecillos labrados
profusamente y con cierta calidad.
Para visitar el resto de poblados
de esta sub comarca
de Arreba, lo mejor es volver
al cruce por San Miguel de
Bornezuelo y tomar dirección
Soncillo, aguas arriba del río
Trifón. Pasado Lándraves, en
cuyo término se ubica el pintoresco
desfiladero de "Las
Palancas", un espectacular tajo
vertical abierto por la erosión
que, durante siglos, ha
ido forzando el pequeño arroyo
de La Serna, un afluente
del citado río Trifón. Si atravesásemos
dicho desfiladero,
cosa posible y fácil si las
aguas del arroyo vinieran escasas,
llegaríamos a Munilla,
término final de los pueblos
que aún nos faltan por visitar,
pero, normalmente, no es así,
por lo que deberemos seguir
dirección Soncillo por la carretera
BU-V 5740.
Un kilómetro largo más
adelante, a nuestra derecha,
arranca el ramal BU-V 5747,
que nos lleva, mediante un
tramo recto de un kilómetro
escaso, hasta Pradilla de Hoz
de Arreba. Poco antes de llegar,
a nuestra izquierda, se levanta
la antigua Ermita de la
Virgen, la cual, vendida por el
obispado hace ya algunos
años, pasó a ser, primero redil,
y, luego, un bar-merendero.
Pradilla de Hoz de Arreba
es un pueblecito con innegable
atractivo. Su caserío se
arracima a los pies de su iglesia
parroquial, un impactante
edificio del siglo XVI, que
hoy se antoja desproporcionado
para tan escaso vecindario.
Posee esta iglesia uno de
los mejores retablos manieristas
(principios del siglo
XVII) que hay en Las Merindades.
Ocupa este retablo el
altar mayor y está formado
por dos cuerpos y un ático,
todos ellos con tres calles
ocupadas por bultos y relieves.
La predela es muy rica,
con meritorios relieves representando
escenas de La Pasión.
Merece la pena esforzarse
por conseguir que nos
abran la iglesia (es gente muy
amable) porque, de seguro,
nos gustará la experiencia.
Volveremos a la carretera
por la que vinimos y, al poco,
estaremos entrando en Hoz
de Arreba, penúltimo de los
pueblos que nos habíamos
propuesto visitar. El poblado
se nos presenta lleno de encanto,
encajonado en el cauce
del río Trifón, el cual divide
el pueblo en dos barrios. Está
compuesto su caserío por
buenas casonas de piedra, varias
de ellas blasonadas, que
trascienden solidez y elegancia
por doquier. También en
Hoz, al arrullo del agua y la
paz reinante, trasmiten un clima
de relajamiento y paz de
espíritu de los que tan necesitados
estamos.
El último pueblo que nos
habíamos propuesto visitar
en nuestra excursión, Munilla,
está al otro lado de Hoz,
muy cercano y lejano a la
vez, pues para llegar a él en
coche deberemos seguir hacia
Soncillo y, en Torres, desviarnos
a la izquierda por una
calzada que parece llevar a
ninguna parte..
Tras una travesía por parajes
solitarios, Munilla se nos
aparece abajo, ,m
al fondo de un vallejo. Enseguida
llamará nuestra atención
lo bien cuidados que se
presentan los tejados de sus
casas. Al parecer, sus dueños
han escogido el lugar para sus
vacaciones y escapadas de fin
de semana, pues no hace tanto
tiempo que Munilla se quedó
casi sin habitantes. Hoy en
día ha vuelto a la vida, aunque
sea de forma temporal, y
su iglesia parroquial de San
Miguel (con ábside románico
del siglo XII) recobra sentido.