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Jesus-y-la-familia

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Jesús y <strong>la</strong> <strong>familia</strong><br />

La segunda etapa es el «compromiso», es el tiempo en que<br />

después de haberse conocido en <strong>la</strong> «amistad» <strong>la</strong> pareja —el hombre y<br />

<strong>la</strong> mujer— saben que se gustan, atraen, necesitan, aman y desean<br />

unirse en matrimonio; ésta etapa se caracteriza principalmente<br />

porque el varón, se presenta ante los padres de <strong>la</strong> señorita para<br />

pedir<strong>la</strong> para matrimonio, indicando <strong>la</strong> fecha en que se realizará <strong>la</strong><br />

feliz boda y poniéndole a el<strong>la</strong> el anillo de compromiso. En ese tiempo<br />

los prometidos deben tener mucho cuidado y dominio propio porque al<br />

darse lugar a abrazos, besos y caricias pueden cometer pecados<br />

sexuales. Una buena práctica para celebrar el compromiso es hacerlo<br />

en <strong>la</strong> iglesia, en donde el varón, después de haber<strong>la</strong> pedido a los<br />

padres, le pone el anillo de compromiso a <strong>la</strong> prometida frente a toda<br />

<strong>la</strong> congregación.<br />

La tercera etapa es el «matrimonio». Los prometidos están<br />

convencidos de su amor y se unen en matrimonio para nunca más<br />

separarse. Desde ese momento el nuevo matrimonio debe invitar a<br />

Jesucristo a su hogar, pues a pesar del amor, se enfrentarán a<br />

problemas y adversidades de <strong>la</strong>s que so<strong>la</strong>mente <strong>la</strong> ayuda del Señor los<br />

sacará victoriosos (Mt. 8:23-26).<br />

Recordemos que el Señor no avergüenza a los que confían en Él;<br />

por eso aquellos que están en p<strong>la</strong>nes de unirse en matrimonio, desde ya<br />

deben invitar a Jesús a su re<strong>la</strong>ción sentimental y luego invitarlo a su<br />

hogar para disfrutar de <strong>la</strong> bendición de <strong>la</strong> vida <strong>familia</strong>r.<br />

No podemos dejar pasar por alto el error que se comete en<br />

muchas iglesias en donde los jóvenes —y no tan jóvenes— están<br />

adaptados a <strong>la</strong>s costumbres mundanas de tener «novia» o «novio»<br />

desde muy temprana edad y cambiando cada vez que se presente <strong>la</strong><br />

oportunidad, dándole lugar a <strong>la</strong> carne, incluso cayendo en pecados<br />

sexuales, en fornicación y/o adulterio.<br />

No unirse en yugo desigual<br />

Desde el Antiguo Testamento vemos que los israelitas buscaban<br />

a su futura esposa dentro de su misma tribu o pueblo, de igual forma,<br />

<strong>la</strong>s doncel<strong>la</strong>s esperaban a su amado de dentro de su pueblo; aún <strong>la</strong> ley<br />

establecía prohibiciones al respecto (Gn. 24:3-4; 29:19; Dt. 7:1-4; 2<br />

Co. 6:14); luego en el Nuevo Testamento leemos ese mismo tipo de<br />

instrucción cuando dice «No os unáis en yugo desigual con los<br />

incrédulos» refiriéndose, en este caso, a <strong>la</strong> unión matrimonial de<br />

creyentes con personas que no lo son.<br />

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