01.12.2012 Views

temas y debates 16 - Asociación Docente Barrancas del Paraná

temas y debates 16 - Asociación Docente Barrancas del Paraná

temas y debates 16 - Asociación Docente Barrancas del Paraná

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

ISSN <strong>16</strong>66-0714<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong><br />

[revista universitaria de ciencias sociales<br />

semestral / año 12 / número <strong>16</strong> / diciembre 2008]


ISSN <strong>16</strong>66-0714<br />

Comité Editorial<br />

Directora<br />

Adriana Chiroleu / U.N. Rosario<br />

Hugo Quiroga / U.N. Rosario<br />

Sandra Valdettaro / U. N. Rosario<br />

Graciela Zubelzú / U.N. Rosario<br />

María Eugenia Garma / U.N. Rosario<br />

Waldo Ansaldi / U. de Buenos Aires<br />

Carlos Borsotti / U.N. Luján<br />

Francisco Delich / U.N. Córdoba<br />

Emilio De Ipola / U. de Buenos aires<br />

Alicia Entel / U. de Buenos Aires<br />

Andrés Fontana / U. de Belgrano<br />

Aníbal Ford / U. de Buenos Aires<br />

Daniel García Delgado / U. de Buenos Aires / FLACSO<br />

Aldo Isuani / U. de Buenos Aires<br />

Carlos Juárez Centeno / U.N. Córdoba<br />

Alfredo Monza / U. de Buenos Aires / FLACSO<br />

Paulo Netto / U. Federal de Río de Janeiro<br />

José Nun / CONICET<br />

Félix Peña / U.N. de Tres de Febrero<br />

Luis Alberto Romero / U. de Buenos Aires<br />

Roberto Russell / U. Torcuato Di Tella<br />

Héctor Schmucler / U.N. Córdoba<br />

Carlos Strasser / Flacso<br />

Emilio Tenti Fanfani / U. de Buenos Aires<br />

Eliseo Verón / U. de San Andrés<br />

Secretaria Técnica<br />

María Elena Nogueira<br />

Corrección<br />

Claudia Voras<br />

Diseño Gráfico<br />

Lorena Arroyo<br />

María Julia Ferrari<br />

Silvia Gastaldo<br />

Eugenia Reboiro


TEMAS Y DEBATES es una revista de periodicidad semestral editada por la Facultad de Ciencia Política<br />

y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario (ISSN <strong>16</strong>66-0714). Tiene como<br />

objetivo principal la difusión de la producción académica en Ciencias Sociales, procurando generar un<br />

ámbito de discusión sobre temáticas propias de esta área de conocimiento a partir de la presentación<br />

de artículos inéditos, seleccionados por el Comité de Redacción con la colaboración de árbitros externos<br />

especialmente convocados para tal fin.<br />

Dirigir correspondencia a: TEMAS Y DEBATES, Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales.<br />

Universidad Nacional de Rosario, Riobamba 250 Bis, �onobloc�� �onobloc�� 1, Box Segundo Piso Ala Este, , 2000<br />

2000<br />

Rosario, Argentina.<br />

Autoridades<br />

FACULTAD DE CIENCIA POLITICA Y RELACIONES INTERNACIONALES<br />

UNIVERSIDAD NACIONAL DE ROSARIO<br />

DECANO: Lic. Fabián Bicciré<br />

VICEDECANA: Lic. Silvia Robin<br />

SECRETARIA ACADE�ICA: Lic. �ercedes Caila<br />

SECRETARIA DE INVESTIGACION Y POSGRADO: Lic. Claudia Voras<br />

SECRETARIO DE PLANIFICACION Y GESTION INSTITUCIONAL: Lic. Franco Bartolacci<br />

SECRETARIA DE EXTENSION: Lic. �aría Inés Suidini<br />

SECRETARIO ESTUDIANTIL: Lic. Pablo Alesandroni<br />

SECRETARIO FINANCIERO: Lic. Oscar Sgrazzutti<br />

DIRECTOR ESCUELA DE CIENCIA POLITICA: �g. V. Gastón �utti<br />

DIRECTORA ESCUELA DE CO�UNICACION SOCIAL: Lic. Elizabeth �artínez de Aguirre<br />

DIRECTOR ESCUELA DE RELACIONES INTERNACIONALES: Lic. Pedro Romero<br />

DIRECTOR ESCUELA DE TRABAJO SOCIAL: �g. Roberto Zampani


ARTICULOS<br />

Argentina, una vez más en la encrucijada<br />

Liliana De Riz<br />

La pérdida de legitimidad de los<br />

partidos políticos argentinos<br />

Ricardo Sidicaro<br />

El Parlamento <strong>del</strong> �ercosur: ¿hacia<br />

un proceso de integración más<br />

democrático?<br />

María Victoria Álvarez<br />

Educación, ciudadanía y democracia.<br />

Análisis en torno al acceso a la<br />

universidad de los sectores sociales<br />

de menores ingresos<br />

María Fernanda Juarros y Alejandra<br />

Martinetto<br />

�enores e inseguridad. Analizando las<br />

“cifras” de la <strong>del</strong>incuencia juvenil en la<br />

ciudad de Rosario<br />

Daniela Polola<br />

Las políticas sensibles al género:<br />

variedades conceptuales y desafíos<br />

de intervención<br />

Ana Laura Rodríguez Gustá<br />

Familia, sexualidad y género en los<br />

años 60. Pensar los cambios desde<br />

la Argentina: desafíos y problemas de<br />

investigación<br />

Isabella Cosse<br />

9<br />

29<br />

49<br />

61<br />

87<br />

109<br />

131<br />

ISSN <strong>16</strong>66-0714<br />

Sumario<br />

CONFERENCIAS<br />

La universidad frente a los desafíos de<br />

la democracia<br />

Alain Renaut<br />

RESEÑAS<br />

La política después de los partidos de<br />

Isidoro Cheres��y (comp.)<br />

Martín Pedro González<br />

Verdades y saberes sobre el marxismo.<br />

Reacciones de una tradición política<br />

ante su “crisis” de Elías Palti<br />

Juan Bautista Lucca<br />

Los senderos de la nueva izquierda<br />

partidaria de Juan Abal �edina<br />

María Laura Eberhardt<br />

¿Qué hacer con las universidades? de<br />

Alain Renaut<br />

Clara Ruvituso<br />

Historia reciente. Perspectivas para<br />

un campo en construcción de �arina<br />

Franco y Florencia Levín<br />

Mariángeles Zapata<br />

153<br />

<strong>16</strong>5<br />

<strong>16</strong>9<br />

173<br />

177<br />

183


artículos<br />

Argentina, una vez más en la encrucijada<br />

Liliana De Riz<br />

La pérdida de legitimidad de los partidos políticos<br />

argentinos<br />

Ricardo Sidicaro<br />

El Parlamento <strong>del</strong> �ercosur: ¿hacia un proceso de<br />

integración más democrático?<br />

María Victoria Álvarez<br />

Educación, ciudadanía y democracia. Análisis en<br />

torno al acceso a la universidad de los sectores<br />

sociales de menores ingresos<br />

María Fernanda Juarros y Alejandra Martinetto<br />

�enores e inseguridad. Analizando las “cifras” de la<br />

<strong>del</strong>incuencia juvenil en la ciudad de Rosario<br />

Daniela Polola<br />

Las políticas sensibles al género: variedades<br />

conceptuales y desafíos de intervención<br />

Ana Laura Rodríguez Gustá<br />

Familia, sexualidad y género en los años 60.<br />

Pensar los cambios desde la Argentina: desafíos y<br />

problemas de investigación<br />

Isabella Cosse


Argentina, una vez más en la encrucijada*<br />

Liliana De Riz<br />

Liliana De Riz es Investigadora de CONICET.<br />

�ail: liliana.deriz@fibertel.com.ar<br />

resumen<br />

Este artículo analiza las dimensiones de la crisis<br />

social y político-institucional que acompañó<br />

al colapso de la economía argentina a fines de<br />

2001, el proceso de normalización institucional<br />

y pacificación social, la presidencia de Néstor<br />

Kirchner y los comienzos de la presidencia de<br />

Cristina Kirchner. La autora sostiene que la fragmentación<br />

<strong>del</strong> Partido Justicialista y <strong>del</strong> espectro<br />

político no peronista, así como el mantenimiento<br />

de las redes clientelares y las rivalidades personales<br />

obstaculizan un proceso de aprendizaje<br />

innovador en la dirigencia política.<br />

palabras claves<br />

crisis / desafíos / gobierno de Néstor Kirchner /<br />

gobierno de Cristina Kirchner<br />

summary<br />

This paper analyses the extent of the social<br />

and political-institutional crisis that accompanied<br />

the collapse of the Argentine economy at<br />

the end of 2001, the path towards social pacification<br />

and institutional normalization, Néstor<br />

Kirchner´s government, and the beginning of<br />

Cristina Kirchner’s administration. The author<br />

outstands that the fragmentation of the PJ and<br />

the non-peronist party spectrum, as well as the<br />

maintenance of clientilist networks and personal<br />

rivalries are serious obstacles for innovative<br />

learning processes in the political elite.<br />

keywords<br />

crisis / challenges / Néstor Kirchner’s<br />

government / Cristina Kirchner’s government<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008


I. La Argentina en crisis<br />

Las experiencias históricas de la democracia en Argentina, recurrentemente<br />

interrumpidas por golpes militares a lo largo <strong>del</strong> siglo XX, estuvieron pervertidas<br />

por el fraude, la persecución de las minorías, la proscripción política <strong>del</strong> peronismo,<br />

la corrupción y el clientelismo. El primer gobierno de la democracia establecida<br />

en 1983 sucumbió al marasmo de la hiperinflación y el presidente Alfonsín debió<br />

a<strong>del</strong>antar la transmisión <strong>del</strong> mando. Tras dos presidencias (1989-1999), Menem<br />

fue derrotado en su intento de ser reelecto por tercera vez, por una coalición<br />

opositora que supo interpretar las demandas de restaurar la ética en la función<br />

pública y respetar el gobierno de la ley. El gobierno de la Alianza por el Trabajo,<br />

la Justicia y la Educación (1999-2001) no pudo modificar el curso de la economía<br />

y las medidas de austeridad que implementó profundizaron la recesión que se<br />

iniciara en 1998. 1 Como observa Juan Corradi, “Argentina parecía un monumento<br />

desvencijado <strong>del</strong> segundo mundo, un rompecabezas estatista desencajado que<br />

nadie podía o quería volver a armar” (Corradi, 2004:144; De Riz, 1995:59-78; De<br />

Riz, 1996:147-<strong>16</strong>5).<br />

Sin embargo, un escándalo de sobornos en el Senado fue el primero de una<br />

serie de episodios que restaron credibilidad al gobierno y precipitaron su caída.<br />

El clima de generalizado descontento cristalizó en los resultados de las elecciones<br />

legislativas de renovación parcial de octubre de 2001. Esas elecciones reflejaron<br />

el descrédito de la clase política: los votos nulos y en blanco y la tasa de abstención<br />

ascendieron a niveles inéditos. 2<br />

La percepción generalizada de un Estado a la deriva –la crisis de gobernabilidad,<br />

y en particular, de liderazgo– motorizó el desenlace. La negativa <strong>del</strong> Fondo<br />

Monetario Internacional (FMI) a a<strong>del</strong>antar un desembolso de U$S <strong>16</strong>00 millones<br />

que hubiera dado un respiro al gobierno, llevó al entonces ministro de Economía<br />

Domingo Cavallo a imponer estrictos límites a los retiros bancarios y a la circulación<br />

de efectivo en un intento por frenar la fuga de capitales <strong>del</strong> sistema financiero.<br />

Las consecuencias devastadoras <strong>del</strong> denominado “corralito” financiero sobre los<br />

ahorros de las clases medias y sobre los sectores empobrecidos dependientes de la<br />

economía informal, fueron inmediatas. La sociología analizó la importancia de la<br />

amplia clase media argentina en la contención <strong>del</strong> conflicto social; fue siempre un<br />

amortiguador frente a la pobreza creciente. Argentina tenía ciertos niveles básicos<br />

de igualdad reconocidos en todo el mundo y un paisaje social relativamente bien<br />

integrado. Cuando la clase media pacífica salió a la calle, en el acto la siguieron<br />

los excluidos. La rabia y la desesperación se multiplicaron en las calles. Los días<br />

18 y 19 de diciembre de 2001, Argentina fue sacudida por una ola de protestas,<br />

en gran parte espontáneas –manifestaciones a veces violentas, bloqueo de rutas<br />

por desocupados, demostraciones de decenas de miles de ahorristas golpeando<br />

cacerolas– y, en menor medida, menos espontáneas, como lo fueron los saqueos<br />

de comercios. La represión de las masas movilizadas ante la casa de gobierno para<br />

reclamar la renuncia <strong>del</strong> Presidente y todo su gabinete, dejó un saldo de treinta<br />

muertos y decenas de heridos.<br />

El 20 de diciembre el presidente De la Rúa renunció. 3 A pesar de la debacle


económica, la crisis social e institucional y la sucesión de cinco presidentes en<br />

menos de dos meses, las instituciones de la democracia sobrevivieron. Una salida<br />

parlamentaria aseguró la continuidad <strong>del</strong> régimen democrático en medio <strong>del</strong> vacío<br />

creado por la ausencia de proyectos políticos. La sociedad quedó a merced de<br />

iniciativas justificadas por la resignación o la impotencia.<br />

Argentina estuvo durante muchos meses sumergida en el caos institucional y<br />

social. La perspectiva de una desintegración incontenible acompañó las reacciones<br />

de la sociedad y <strong>del</strong> gobierno. Lo que había comenzado como una protesta<br />

contra la gestión de De la Rúa, se convirtió en una masiva rebelión cívica contra<br />

toda la dirigencia política. La rebelión llevaba una crítica implacable contra todo<br />

el sistema político. Bajo el slogan “Que se vayan todos”, las protestas atacaron los<br />

tres órdenes de gobierno, exigiendo la renuncia de todo el Congreso y la Corte<br />

Suprema de Justicia. La impugnación al sistema representativo y el reclamo de<br />

formas de democracia directa que cortaran de raíz con el pasado inmediato, tuvo<br />

su centro en la ciudad de Buenos Aires y entre sus principales protagonistas, a<br />

los ahorristas provenientes de la clase media que vieron sus ahorros pesificados<br />

y cautivos en los bancos. Los desocupados, conocidos como “piqueteros”,<br />

marcharon en todos los centros urbanos importantes <strong>del</strong> país exigiendo trabajo y<br />

comida. También comenzaron a formar parte de la vida cotidiana las “asambleas<br />

barriales” que dieron voz al descontento de la clase media empobrecida. En Buenos<br />

Aires primero, y en otras ciudades <strong>del</strong> interior después, los bancos acorazaron<br />

sus edificios para defenderse de los ahorristas que reclamaban la devolución de su<br />

dinero bloqueado; proliferaron las huelgas generales, las manifestaciones de los<br />

desocupados, los “piquetes”. El historiador Luis Alberto Romero describe las tres<br />

figuras sociales que sintetizaron la nueva realidad: los caceroleros, los piqueteros<br />

y los cartoneros: “[…] Los primeros, en general provenientes de los sectores de<br />

clase media, que reclamaban ante los bancos o las sedes gubernamentales por sus<br />

ahorros perdidos o por la corrupción de los políticos, expresan la protesta rabiosa<br />

e irreflexiva de los defraudados. Los segundos, desocupados que se manifiestan<br />

cortando caminos, son la voz, terrible y justa a la vez, de los excluidos. Los últimos,<br />

que por las noches revuelven la basura para juntar papeles y cartones que<br />

valen su peso en dólares, semejan la invasión de los ejércitos de las tinieblas sobre<br />

la ciudad propia, como decía hacia 1870, en circunstancias similares, el intendente<br />

de Santiago de Chile, Benjamín Vicuña Mackenna” (Romero, 2003:113; De<br />

Riz, 2007).<br />

II. Hacia la normalización institucional<br />

Las elecciones presidenciales de abril de 2003 se llevaron a cabo en medio de<br />

un clima de incertidumbre: en ese contexto, un 92% de los argentinos desconfiaba<br />

<strong>del</strong> gobierno y un 95%, de los partidos políticos (Latinobarómetro, 2002). Sin<br />

embargo, el dólar no se disparó y las señales de reactivación económica cambiaron<br />

el humor colectivo. 4 La fase favorable <strong>del</strong> ciclo económico, puede ser un<br />

instrumento formidable para reconstituir el liderazgo político. En el último siglo,<br />

los gobiernos con supremacía presidencial (el primer gobierno de Juan Domingo<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

11


Perón y el primero de Carlos Menem) estuvieron asociados a vientos favorables<br />

en la economía. En 2002, seis de cada diez argentinos consideraban que hay democracia<br />

cuando se garantiza el bienestar de la gente, atribuyéndole al voto y a la<br />

libertad de expresión, un papel secundario (PNUD, 2002:11).<br />

La previa manipulación <strong>del</strong> marco institucional a través de la suspensión de<br />

las internas partidarias en el Partido Justicialista –por ley se establecía la obligatoriedad<br />

de su realización– y la autorización a tres candidatos provenientes <strong>del</strong><br />

mismo partido a competir, reiteraron una práctica política de larga tradición en<br />

Argentina: cuando las reglas no favorecen los resultados esperados por los poderosos<br />

de turno, se cambian. 5 Los resultados de las elecciones de octubre de 2003<br />

confirmaron el colapso parcial <strong>del</strong> sistema partidario. El peronismo, en conjunto,<br />

cosechó el 61% de los votos. La crisis de representación quedó confinada sobre<br />

todo a los votantes de clase media que habían apoyado en el pasado, al Partido<br />

Radical. La debacle electoral <strong>del</strong> radicalismo –el candidato de la Unión Cívica<br />

Radical obtuvo el 2,27% de los sufragios– mostró el estallido <strong>del</strong> sistema partidario<br />

que desde 1983 había girado en torno <strong>del</strong> justicialismo y el radicalismo. El<br />

peronismo pudo sortear la crisis e iniciar el difícil proceso de reunificación interna<br />

bajo un nuevo liderazgo. El presidente Kirchner fue consagrado con el 22,4% de<br />

los sufragios, tras la renuncia de Menem, el candidato más votado <strong>del</strong> peronismo<br />

(24,5%), a competir en la segunda vuelta. Se descubrió entonces que no había<br />

sido regulada la circunstancia de que uno de los dos competidores renunciara a la<br />

segunda vuelta y en ausencia de especificaciones sobre qué hacer debido a “lagunas”<br />

en la legislación electoral, se consagró al segundo candidato más votado. No<br />

hubo ballotage a pesar de la enorme fragmentación partidaria que lo anunciaba<br />

como inevitable. Esta anomalía explica la excepcionalidad de la situación en la<br />

que Kirchner asumió el mando.<br />

El Presidente tenía que afirmar su autoridad para compensar la debilidad de su<br />

origen y debía hacerlo en el contexto de un sistema partidario en crisis, instituciones<br />

frágiles e inéditos niveles de fragmentación y protesta social. 6 El Presidencialismo<br />

argentino otorga al Ejecutivo un formidable número de competencias<br />

y facultades que le permiten tomar decisiones unilaterales (De Riz y Sabsay,<br />

1991:215-232; De Riz, 2005:223-228). No obstante, la fuerza de un presidente no<br />

depende sólo de sus poderes constitucionales: la solidez de su base partidaria, el<br />

alcance de los poderes administrativos que le permiten obtener los apoyos necesarios,<br />

la calidad <strong>del</strong> liderazgo presidencial, la tradición y la cultura política <strong>del</strong><br />

país, cuentan.<br />

III. La presidencia de Néstor Kirchner<br />

La acefalía <strong>del</strong> Partido Justicialista y la pasividad de su Consejo Nacional dieron<br />

un importante margen de autonomía al presidente en los comienzos de su<br />

gestión para fijar su impronta en el movimiento político creado por Perón. El<br />

crecimiento ininterrumpido y a elevadas tasas de la economía desde el segundo<br />

semestre de 2002, la exitosa reestructuración de la deuda, el notable crecimiento<br />

<strong>del</strong> empleo y la reducción de la pobreza y la indigencia, afirmaron la autoridad


presidencial, condición sine qua non de la gobernabilidad democrática en un país<br />

presidencialista, y lo hicieron en el doble sentido <strong>del</strong> término “gobernabilidad”,<br />

i.e., como eficacia <strong>del</strong> gobierno para lograr sus metas, y como reconocimiento de<br />

la autoridad estatal por parte de la sociedad, un aspecto clave para dejar atrás la<br />

crisis y comenzar la reconstrucción <strong>del</strong> aparato estatal. 7<br />

La renovación de los cargos de la Corte Suprema de Justicia y la anulación<br />

por la vía legislativa de las Leyes de Obediencia Debida 8 y de Punto Final 9 , en el<br />

contexto de la proclamada voluntad <strong>del</strong> Presidente de terminar con las formas tradicionales<br />

de hacer política, respondieron a la demanda de la sociedad de respeto<br />

de los derechos humanos y de transparencia en la gestión de la res pública. Las<br />

elecciones de renovación parcial de la legislatura, en octubre de 2005, dieron un<br />

triunfo claro al gobierno con el 40% de los sufragios logrado por el Frente para<br />

la Victoria, el partido creado por el Presidente. El Partido Justicialista (PJ) –peronistas<br />

no kirchneristas– obtuvo el 11% y la Unión Cívica Radical (UCR), poco<br />

más <strong>del</strong> 13%. Con 112 diputados, el partido <strong>del</strong> Presidente no logró el quórum<br />

propio, pero no le habría de ser difícil obtenerlo. 10 La fortaleza de los liderazgos<br />

partidarios está sometida al ciclo electoral. Quien se consagra en las urnas como<br />

presidente o como gobernador maneja recursos con los que sostiene su coalición<br />

de apoyo. Esta ha sido una regla de la política partidaria argentina que la implosión<br />

de los partidos políticos ha exacerbado al compás de los realineamientos<br />

internos que preceden o suceden a las elecciones. El triunfo electoral alimenta la<br />

cohesión partidaria.<br />

Las elecciones a mitad de mandato permitieron a Kirchner reparar la debilidad<br />

de origen que representó el 22% de los votos con los que fue consagrado presidente.<br />

El duelo Kirchner-Duhalde que se encarnó en esas elecciones, terminó con<br />

la victoria <strong>del</strong> Presidente sobre su adversario más poderoso. Ese fue un paso necesario<br />

para iniciar la reunificación <strong>del</strong> peronismo bajo su liderazgo. La disciplina<br />

partidaria de la bancada mayoritaria en ambas cámaras <strong>del</strong> Congreso y la fragmentación<br />

de los partidos de la oposición favorecieron la <strong>del</strong>egación de atribuciones<br />

y la concentración de las decisiones en el Presidente, única figura de alcance<br />

nacional. La ley que reglamentó los decretos de necesidad y urgencia (DNU) no<br />

fija plazos para que el Congreso se expida sobre un decreto de esas características<br />

y establece que basta una de las Cámaras para ratificarlo. Tampoco estableció la<br />

caducidad de los DNU no ratificados dentro de un plazo determinado y estableció<br />

que en caso de rechazo se deben expedir las dos Cámaras, de modo que si una lo<br />

rechaza y la otra lo aprueba, el decreto seguirá vigente. 11<br />

Por su parte, gracias a la modificación de la legislación de la administración<br />

financiera <strong>del</strong> Estado, el jefe de gabinete puede reformar el presupuesto, lo que libera<br />

al Ejecutivo de toda ingerencia <strong>del</strong> Congreso en materia presupuestaria. Esta<br />

es una formidable herramienta para que el presidente decida sin la interferencia<br />

de otros actores relevantes. 12<br />

La anunciada reforma política desapareció de la agenda. Ésta ha sido la suerte<br />

corrida por los reiterados compromisos que hicieron los partidos a favor de la renovación<br />

de las instituciones y luego abandonaron, sin dar explicación. El Partido<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

13


Justicialista logró descomprimir tensiones en su seno, atenazadas por las pujas<br />

constantes por el liderazgo, y fue cerrando filas alrededor de Kirchner, su líder<br />

de facto desde los resultados electorales de 2005. La oposición fragmentada no<br />

ha podido disputarle su supremacía y las encuestas continúan reflejando los altos<br />

niveles de popularidad <strong>del</strong> presidente. La fragmentación <strong>del</strong> PJ y <strong>del</strong> espectro partidario<br />

no peronista, el clientelismo y las rivalidades personales, son factores que<br />

bloquean la renovación de la dirigencia política e incentivan coaliciones ad hoc.<br />

Argentina es hoy un país en crecimiento y en proceso de reconstrucción social<br />

tras el marasmo de la crisis. La demanda por la transparencia sigue viva, pero no<br />

encuentra eco, como si la sociedad se resignara a que el gobierno quede encarnado<br />

en la voluntad de un presidente a quien se confía el timón y <strong>del</strong> que no se<br />

espera que rinda otra cuenta que no sea la eficacia de su desempeño para satisfacer<br />

demandas de diversos sectores de la población. Esta es una democracia de<br />

un partido dominante, unificado alrededor <strong>del</strong> presidente, ya sea por convicción<br />

de quienes le siguen, o bien por conveniencia de quienes siempre se alinean con<br />

los ganadores.<br />

Contrariando las previsiones acerca de la necesaria búsqueda de consensos a<br />

que se vería obligado por el escaso caudal electoral con que llegó al poder, y<br />

la proclama en su discurso inaugural de “una cultura de diálogo”, el presidente<br />

Kirchner gobierna prescindiendo de los partidos de la oposición, rodeado de un<br />

estrecho círculo de funcionarios de su confianza, sin la coordinación de los miembros<br />

de su gabinete ni la injerencia de su propio partido que en los hechos es un<br />

movimiento político movilizado en las elecciones. El triunfo electoral en las elecciones<br />

intermedias de octubre de 2005 fortaleció ese modo autocrático de ejercer<br />

el poder. La política aparece como un duelo entre el Presidente y los enemigos<br />

que lo acechan, pocas veces identificados de manera explícita (los periodistas, el<br />

FMI, algunos empresarios, el neoliberalismo, los ortodoxos…). Los recursos públicos<br />

son administrados como si fueran propiedad privada por un presidente que<br />

gobierna concentrando todas las decisiones y crea instituciones ad hoc como los<br />

fideicomisos en la obra pública que escapan al control <strong>del</strong> Congreso y desincentivan<br />

la gestión transparente de los bienes públicos por parte de los funcionarios<br />

<strong>del</strong> Estado, favoreciendo toda clase de manejos discrecionales. 13<br />

Las protestas sociales fueron contenidas con diferentes estrategias que incluyeron<br />

la implementación de programas sociales, la cooptación y el aislamiento de<br />

los más radicales (por ejemplo, <strong>del</strong> movimiento piquetero) y el tránsito desde una<br />

política inicial más permisiva hacia otra, más restrictiva, que ha resultado exitosa.<br />

Las protestas sociales continúan, pero su intensidad ha sido menor en la segunda<br />

mitad <strong>del</strong> mandato presidencial.<br />

Los sindicatos tradicionales y los grupos industriales fueron los principales<br />

apoyos de la política económica post convertibilidad. La Confederación General<br />

<strong>del</strong> Trabajo (CGT) obtuvo la elevación <strong>del</strong> salario mínimo vital; la rebaja <strong>del</strong> impuesto<br />

a las ganancias para trabajadores sindicalizados; el inminente aumento de<br />

las asignaciones familiares, y un futuro rédito político en el ajuste de jubilaciones,<br />

que se anunciará semanas antes de las elecciones. La Confederación Argentina de


Trabajadores (CTA) 14 , la promesa <strong>del</strong> postergado reconocimiento de su personería<br />

gremial. Y la Unión Industrial Argentina (UIA) la designación de un hombre de<br />

sus filas al frente <strong>del</strong> Ministerio de Economía; el plan Energía Total (que subsidia<br />

los combustibles a las fábricas que reemplacen el consumo de gas), más el compromiso<br />

oficial de crear un banco de fomento para inversiones fabriles, apurar una<br />

nueva legislación de accidentes de trabajo y eliminar la indemnización extra por<br />

despido. Sin embargo, un acuerdo social tripartito (Estado-empresas-sindicatos),<br />

como el propuesto por la candidata a la presidencia, Cristina Fernández, tiene<br />

una historia de fracasos recurrentes. A diferencia de los pactos que tuvieron éxito<br />

en otros países, basados en lo que cada sector sacrificó en lo inmediato a cuenta<br />

de beneficios futuros y en función de una estrategia global consensuada, las<br />

ventajas que cada uno logró a expensas de otros en la mesa de negociaciones fue<br />

el rasgo distintivo de los acuerdos décadas atrás en la Argentina. Resta ver si el<br />

sindicalismo y los grupos industriales se involucrarán en una política económica<br />

consensuada y en caso de que así sea, si esa política logrará estabilidad a través<br />

<strong>del</strong> tiempo en un eventual contexto en el que la inflación se acelere (De Riz et al.,<br />

1987; Etchemendy, 2005). 15<br />

Transcurridos 24 años desde el restablecimiento de la democracia, el período<br />

más prolongado de vigencia de la democracia en Argentina, seguido por el radicalismo<br />

(19<strong>16</strong>-1930) y el peronismo (1946-1955), la calidad y la transparencia<br />

de las instituciones no son hoy en día más sólidas que en los comienzos de la<br />

democracia. El Poder Ejecutivo está marginando al Congreso Nacional a través<br />

<strong>del</strong> expediente de los Decretos de Necesidad y Urgencia y de la <strong>del</strong>egación de<br />

facultades por parte <strong>del</strong> Poder Legislativo. La modificación en la integración <strong>del</strong><br />

Consejo de la Magistratura atenta contra la división de poderes entre el Poder<br />

Ejecutivo y el Poder Judicial. Durante 2007, las manipulaciones sobre el Índice<br />

de Costo de Vida que genera el Instituto de Estadística y Censos (INDEC) quita<br />

credibilidad a la información que produce el Estado, las sospechas de corrupción<br />

que involucran a funcionarios <strong>del</strong> gobierno en el caso de la empresa Skanska, la<br />

renuncia de la ministra de Economía en cuya oficina se encontró un sobre con una<br />

importante suma de dinero que aun no se ha justificado o el ingreso de 800 mil<br />

dólares no declarados por un ciudadano venezolano integrante de la comitiva de<br />

funcionarios argentinos de la empresa estatal ENARSA (Ente Regulador <strong>del</strong> Gas)<br />

que regresaban en jet privado al país, son algunos de los casos más resonantes,<br />

que reflejan la falta de transparencia en la gestión pública y alimentan las sospechas<br />

de corrupción. <strong>16</strong> Las tensiones sociales y políticas en provincia de Santa<br />

Cruz, de la que Néstor Kichner fuera tres veces gobernador –en 1991, 1995 y<br />

1999– luego de modificar la Constitución, ocurren pese a que la provincia registra<br />

el desempleo más bajo y los salarios públicos de bolsillo más altos. 17<br />

Los resultados de las elecciones a gobernadores provinciales celebradas con anterioridad<br />

a las elecciones generales de octubre son indicadores <strong>del</strong> mapa político<br />

heterogéneo que está emergiendo. Desaparecieron los emblemas y liturgias de los<br />

partidos dominantes en el siglo pasado y ya no se puede anticipar tendencias o<br />

gobernadores claramente alineados en el plano nacional.<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

15


En Córdoba, las denuncias de fraude realizadas por el candidato a gobernador<br />

<strong>del</strong> Frente Cívico y Social, integrado por sectores <strong>del</strong> peronismo, el radicalismo y<br />

organizaciones de la sociedad civil, fracturaron a la política y a la sociedad cordobesa,<br />

en el contexto de una sociedad nacional en la cual la percepción de que las<br />

elecciones son, en general, limpias, se redujo <strong>del</strong> 51% al 47% de los argentinos en<br />

2006 (Latinobarómetro, 2006). Córdoba refleja bien cómo los electorados urbanos<br />

canalizan sus expectativas de cambio a través de nuevos liderazgos y fuerzas<br />

políticas también nuevas –como es el caso de Juez y el Frente Cívico y Social–.<br />

Pero la burocracia <strong>del</strong> Partido Justicialista continúa siendo el actor clave para asegurar<br />

a la administración su anclaje en las provincias, los gremios y el Congreso.<br />

La debilidad de las instituciones representativas se refleja en la percepción que<br />

los argentinos tienen: el 74% expresó su rechazo por el Congreso y dijo que no se<br />

siente representado por sus legisladores (IPSOS/Mora y Araujo, 2007). Cuando<br />

se comparan datos entre el inicio de la democracia y el presente, se observa que<br />

mientras que en 1984 sólo un 7% respondía que “nunca va a sentir simpatía<br />

por ningún partido”, la cifra se eleva al 20% en 1990 tras la experiencia de la<br />

hiperinflación y el acortamiento <strong>del</strong> mandato presidencial. En 1998 alcanza al<br />

48% y desciende en 2000 al 40% con la llegada de la Alianza. En 2001 trepa<br />

al 60% de los argentinos y alcanza su máximo en 2002 con el 64%. Aun con<br />

tendencia decreciente a partir de entonces, más de la mitad de la población sigue<br />

afirmando que no sentirá simpatía por ningún partido en 2007 (IPSOS/Mora y<br />

Araujo, 2007). Con 2,9 puntos en la escala de 1 a 10, que registra la mínima a la<br />

máxima calidad institucional en un país, el Índice de Percepción de la Corrupción<br />

2007 de Argentina ubica al país entre los casos en que la corrupción es percibida<br />

como desenfrenada (Transparencia Internacional, 2007). Hay una demanda<br />

insatisfecha de modernización política en los sectores medios urbanos que plantea<br />

al gobierno un viejo dilema: ¿cómo satisfacer esa demanda sin perder el apoyo <strong>del</strong><br />

aparato peronista tradicional?<br />

La estrategia de la denominada “transversalidad” que consiste en construir<br />

alianzas basadas en la lealtad personal, mal se aviene con la declarada intención<br />

de renovación de la política de Kirchner. En los hechos, el gobierno se sigue<br />

estructurando en torno a alianzas con gobernadores que tienen consolidado su<br />

dominio territorial. Luego de meses de rumores, el presidente Kirchner designó<br />

a su esposa, la senadora Cristina Fernández y renunció a postularse a un segundo<br />

mandato al que la Constitución lo habilita. Su decisión desató rivalidades y resquemores<br />

en el seno <strong>del</strong> peronismo. A diferencia de las monarquías, el presidencialismo<br />

puede influir en la sucesión, pero no puede organizar el orden sucesorio.<br />

Este precepto también ha sido vulnerado. 18 El presidente constitucional puede<br />

asumir las facultades de un rey aunque se denomine presidente y establecer una<br />

dinastía en una variante de la “república posible” que muchos se resignan a aceptar.<br />

Comparado con su par en Estados Unidos, el presidencialismo argentino se<br />

distinguió por las atribuciones de intervención federal, declaración de estado de<br />

sitio e iniciativa legislativa, pero se trata de atribuciones compartidas o avaladas<br />

por el Congreso (Mustapic, 2000). 19 Una tradición de poder presidencial fuerte se


ve reforzada por la crisis de los partidos y por instrumentos como la <strong>del</strong>egación<br />

de facultades por parte <strong>del</strong> Congreso, o los DNU.<br />

La derogación de la ley de internas abiertas, previamente suspendida para las<br />

elecciones de 2003 con la intención de evitar que Carlos Menem pudiera ser consagrado<br />

candidato <strong>del</strong> justicialismo, despejó el camino hacia la proliferación de<br />

candidatos y de partidos “sellos” que cuelgan sus listas a la de un candidato/a. La<br />

permisividad de la legislación vigente sobre partidos políticos explica que la cifra<br />

de partidos que compiten ronda los 700 en la actualidad. Esa permisividad y las<br />

cambiantes interpretaciones de la legislación electoral, hacen posible que en el<br />

contexto de la pulverización de los partidos tradicionales haya listas denominadas<br />

“colectoras” que se cuelgan detrás de las figuras que se postulan a cargos ejecutivos.<br />

Son listas de diputados, gobernadores o intendentes que quieren beneficiarse<br />

<strong>del</strong> efecto arrastre. También da cuenta <strong>del</strong> hecho de que haya listas de un mismo<br />

partido presentadas para sostener a candidatos de partidos diferentes –las denominadas<br />

“listas espejo”– (De Riz, 2005). En la práctica funciona una suerte de<br />

doble voto simultáneo y acumulativo que, a diferencia <strong>del</strong> aplicado en el Uruguay,<br />

se colecta para candidatos, no para partidos. Este sistema permite sobrevivir a<br />

pequeños partidos personales al conseguir superar el requisito <strong>del</strong> 2% de los votos<br />

para conservar el reconocimiento como partido político y los provee de financiamiento<br />

para su actividad ya que los votos conseguidos por la lista resultan de la<br />

sumatoria de los obtenidos en las listas de los diferentes candidatos y el apoyo<br />

financiero <strong>del</strong> Fondo creado a ese efecto en el Ministerio <strong>del</strong> Interior depende de<br />

los votos obtenidos.<br />

Algunos de los dirigentes <strong>del</strong> justicialismo comenzaron a impulsar la resurrección<br />

<strong>del</strong> Partido Justicialista, en particular, el ex presidente Duhalde quien<br />

declaró: “Vuelvo a la política para hacer lo que nadie hace. Sólo me interesan<br />

dos cosas: reconstruir el justicialismo, que hace cuatro años que está cerrado, y<br />

aprobar la reforma política que no logré durante mi gestión. Nada más. Cosas de<br />

las que nadie se ocupa. El resto son todas macanas”. 20 En la tradición <strong>del</strong> peronismo,<br />

el presidente de la Nación es el presidente <strong>del</strong> partido y no existe la idea<br />

de que esos dos roles puedan no coincidir en la misma persona. Kirchner declara<br />

que se dedicará a la construcción de una fuerza política durante el mandato de su<br />

esposa, pero lo cierto es que se trata de conquistar los bastiones <strong>del</strong> peronismo<br />

tradicional y para ello, es imprescindible el triunfo electoral que posibilite quedarse<br />

con las banderas, los aparatos y la gente. Esa contienda aún no ha terminado.<br />

La normalización <strong>del</strong> Partido Justicialista y el futuro de esa organización como<br />

tal se ha transformado en una pretexto para hacer valer posiciones. La designación<br />

de la senadora Fernández vino a avivar la puja por los aparatos, territorios y<br />

clientelas.<br />

La continuidad de los ejes de la actual política económica y el objetivo de “acumulación<br />

con inclusión social” para reducir la pobreza que hoy alcanza a casi<br />

un tercio de los argentinos fue el leitmotiv <strong>del</strong> discurso de la candidata <strong>del</strong> oficialismo.<br />

21 Esos objetivos, empero, no generaron <strong>debates</strong> en la sociedad. Pocos<br />

están en desacuerdo. Lo distintivo de esta campaña fue la ausencia de <strong>debates</strong><br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

17


sobre propuestas. Cristina Kirchner omitió la consideración de los problemas que<br />

existen para avanzar en la dirección de un crecimiento sostenido con inclusión social.<br />

La candidata, Cristina, como se la llama, centró su discurso en el valor de la<br />

diferencia, a la que considera fuente de enriquecimiento antes que de conflicto, y<br />

se mantuvo en el ámbito más abstracto de los valores <strong>del</strong> pluralismo, los derechos<br />

humanos y la tolerancia, sin abordar el territorio más pragmático de las políticas<br />

con las que mejorar la calidad institucional, combatir la pobreza y la desigualdad,<br />

atraer inversiones, hacer frente a la crisis energética o a los déficit de infraestructura.<br />

Su consigna, “el cambio en la continuidad”, es consistente con la épica<br />

retórica a la que echó mano el gobierno de su esposo, indiferente a la distancia que<br />

media entre la radicalización en su discurso y sus acciones.<br />

La debilidad de la oposición no sólo resulta de su fragmentación, es, además, la<br />

consecuencia de que no consiguió instalar en la sociedad propuestas alternativas<br />

al oficialismo. El fracaso de la Alianza contribuyó a afectar más la ya deteriorada<br />

imagen de los partidos políticos, pero el descrédito no hizo impacto en todos<br />

los partidos por igual. Éste fue comparativamente menor para el PJ que desde la<br />

oposición pudo capitalizar el descontento. El peronismo logró sobrevivir como<br />

fuerza política predominante en las elecciones de renovación parcial de la Cámara<br />

de Diputados en 2001 y en las elecciones de 2003 en las que logró en conjunto<br />

el 61% de los votos. Fue el electorado de centro-derecha y los disidentes por izquierda<br />

de la Alianza –los “huérfanos de la política” según la oportuna expresión<br />

que Juan Carlos Torre propuso para designar a la masa crítica de ciudadanos y<br />

ciudadanas exigentes que demandan una democracia de partidos más transparente<br />

y con rendición de cuentas al público de sus actos– los que convirtieron su disconformismo<br />

en el problema político de la crisis de la representación partidaria en<br />

Argentina en 2001 (Torre, 2007).<br />

El fracaso de la Alianza, además, reactivó un prejuicio de larga data en Argentina<br />

según el cual toda alianza entre fuerzas políticas es un “contubernio”<br />

destinado a beneficiar sólo a los políticos. En el vacío creado por la crisis de los<br />

partidos también recobró fuerza la creencia arraigada en importantes sectores de<br />

la población en el rol de una presidencia fuerte encarnada en una figura capaz de<br />

resolver los problemas de los argentinos por encima de las estructuras partidarias<br />

(“pilotos de tormenta”, los presidentes son el actor clave para alimentar la esperanza<br />

ya sea de reparación o bien de transformación que anida en la sociedad). La<br />

envergadura de la crisis vivida en 2001/2002 ha favorecido políticas de corto plazo<br />

destinadas a dar respuesta a la emergencia económica y social en el contexto<br />

<strong>del</strong> vacío creado por la desarticulación <strong>del</strong> sistema de partidos. El eje <strong>del</strong> gobierno<br />

de Néstor Kirchner fue puesto en las políticas de reparación. Las reformas de<br />

fondo fueron postergadas.<br />

IV. El legado económico <strong>del</strong> futuro gobierno<br />

La economía argentina continuó su rápida recuperación y se logró revertir la<br />

tendencia negativa de los indicadores sociales. La cantidad de personas que vivían<br />

bajo la línea de pobreza pasó <strong>del</strong> 57% en mayo de 2002 al 27% en el segundo


semestre de 2006 y la indigencia se redujo <strong>del</strong> 25% al 9% en ese lapso. El desempleo<br />

que había alcanzado su pico en mayo de 2002 (24,5%) cayó al 8,7% en<br />

el segundo trimestre de 2006. Las cifras <strong>del</strong> INDEC también indican que durante<br />

el segundo semestre de 2006 el empleo no registrado descendió al 44,1%, pero<br />

fue superior al registrado a comienzos de la recesión, a pesar de que la economía<br />

argentina tiene registros de producción e inversión superiores a los de 1998.<br />

El paisaje social de la Argentina se ha transformado. La sociedad argentina está<br />

polarizada entre los de arriba y los de abajo y deja importantes sectores de la<br />

población fuera <strong>del</strong> mercado. La brecha de ingresos entre el 10% superior de la<br />

distribución y el 10% inferior llega a 30 veces en el primer trimestre de 2007 y<br />

mientras el 10% superior en la escala de ingresos capta el 35% <strong>del</strong> PBI, el 10%<br />

inferior, sólo el 1%. 22<br />

Parte de los logros –el crecimiento <strong>del</strong> consumo, la inversión, la ocupación, la<br />

masa salarial, la recaudación impositiva y las reservas <strong>del</strong> Banco Central– fueron<br />

posibles acumulando desequilibrios macroeconómicos importantes que dada su<br />

magnitud se reflejan en crecientes niveles de inflación. El gobierno, a través de<br />

subsidios que erosionan el ahorro público, ha logrado sostener las distorsiones<br />

en las tarifas en los mercados regulados y evitar que la mayor inflación impacte<br />

sobre el nivel de consumo. No obstante, la dinámica de “tapar” con subsidios<br />

la inflación para que no afecte al bolsillo <strong>del</strong> consumidor, tiene como límite el<br />

bolsillo <strong>del</strong> gobierno y el saturado cuadro energético. 23 Acuerdos sectoriales de<br />

precios, límites a las exportaciones de productos de consumo masivo e incentivos<br />

a la inversión son otros de los instrumentos con los que el gobierno ha tratado de<br />

controlar la inflación que según como se mida alcanza dos dígitos (entre 15 y 20<br />

anual). El Presidente, por su parte, adjudica la responsabilidad a “algunos empresarios<br />

que quieren inflar los costos de la producción para volver por la puerta<br />

de atrás a las esferas <strong>del</strong> poder” (La Nación, 19/09/2007), convencido de que la<br />

inflación es el exclusivo resultado <strong>del</strong> comportamiento de los malos empresarios.<br />

El secretario de Comercio, Guillermo Moreno, reitera a los empresarios que no<br />

hay leyes económicas intangibles y que eso es lo que el Consenso de Washington<br />

quiso instalar para dominarnos. El Gobierno pone en práctica la concepción de<br />

la economía que el propio Perón formulara en carta al presidente chileno, Carlos<br />

Ibáñez: “Mi querido amigo, déle al pueblo, especialmente a los trabajadores,<br />

todo lo que sea posible. Cuando parezca que ya les ha dado demasiado, déles<br />

más. Todos tratarán de asustarle con el fantasma <strong>del</strong> colapso económico, pero<br />

todo eso es mentira. No hay nada más elástico que la economía, a la que todos<br />

temen tanto porque no la entienden”. 24<br />

Estadísticas inflacionarias poco creíbles; déficit energético; insuficiencia de inversiones<br />

en bienes de capital y en infraestructura; aumento <strong>del</strong> gasto público y de<br />

los subsidios estatales; escasez de financiamiento externo e interno de largo plazo;<br />

aumento de la deuda pública y deterioro <strong>del</strong> tipo de cambio real así como de los<br />

superávit gemelos (fiscal y de la balanza comercial) que han pasado a depender<br />

cada vez más de los buenos precios internacionales de la producción exportable<br />

y de mercados financieros externos, configuran un panorama que pone en riesgo<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

1


la sustentabilidad <strong>del</strong> crecimiento. En el largo plazo se necesita más que el crecimiento<br />

de las exportaciones. La alta dependencia <strong>del</strong> contexto internacional y de<br />

pocos productos, y sobre todo, productos primarios de exportación, combinada<br />

con la baja inversión en ciencia y tecnología, tornan vulnerable el crecimiento.<br />

Una reforma estructural que siente las bases <strong>del</strong> crecimiento sostenido, el aumento<br />

de las inversiones y la mejora <strong>del</strong> clima de negocios es una tarea pendiente.<br />

V. La sucesión matrimonial<br />

La fragmentación fue el rasgo distintivo de las elecciones presidenciales celebradas<br />

en octubre de 2007. El Partido Justicialista concurrió dividido a las urnas,<br />

esta vez no en tres como lo hizo en 2003, sino en dos: el oficialista Frente para la<br />

Victoria (FPV) y el Frente Justicia, Unidad y Libertad (Frejuli). En la oposición,<br />

volvieron a competir por la presidencia, López Murphy (RECREAR) en alianza<br />

con Propuesta Republicana (PRO) y Carrió (Coalición Cívica). La UCR llevó<br />

como candidato a presidente a Roberto Lavagna, ex Ministro de Economía <strong>del</strong> gobierno,<br />

de filiación peronista, en coalición con sectores <strong>del</strong> peronismo no kirchnerista.<br />

Partidos menores a la izquierda y la derecha <strong>del</strong> espectro político, muchos<br />

de los cuales son partidos personales, completaron el panorama. El gobernador<br />

peronista reelecto, Alberto Rodríguez Saá compitió por los votos peronistas y<br />

conservadores remanentes al igual que el gobernador Sobisch, <strong>del</strong> Movimiento<br />

Popular Neuquino. Por primera vez en mucho tiempo, ni el Partido Justicialista<br />

ni la Unión Cívica Radical tuvieron boletas propias en elecciones presidenciales,<br />

sólo fueron aliados de varias coaliciones. Desapareció el viejo sistema de partidos<br />

políticos.<br />

Una indiscutida mayoría consagró presidenta a Cristina Fernández de Kirchner,<br />

la primera mujer en llegar a ese cargo a través de elecciones, en un país con arraigados<br />

resabios machistas en política. Con casi el 45% de los votos, el resultado<br />

más pobre para una elección presidencial desde la recuperación de la democracia<br />

en 1983, pero –a excepción de las elecciones irregulares de 2003– con la mayor<br />

ventaja registrada sobre la segunda fuerza política, encabezada por Elisa Carrió.<br />

La demanda de transparencia y mayor control de la acción de gobierno se dispersó<br />

en el arco opositor. Con los partidos pulverizados y retazos <strong>del</strong> radicalismo y <strong>del</strong><br />

peronismo distribuidos por doquier, un personalismo rampante y las identidades<br />

políticas en crisis, el voto <strong>del</strong> electorado de los sectores medios de los centros urbanos<br />

no encontró una expresión política unificada capaz de convertirse en alternativa<br />

al oficialismo. En las tres mayores ciudades argentinas, Buenos Aires, Rosario<br />

y Córdoba, Cristina Kirchner fue derrotada. Su fuerza electoral se afincó en el voto<br />

peronista <strong>del</strong> interior más alejado de las grandes ciudades, el voto más uniforme y<br />

masivamente pobre de todos los presidentes electos desde 1983, muy distante de la<br />

imaginada coalición con los sectores progresistas de la clase media. Sus registros<br />

más altos estuvieron en Santiago <strong>del</strong> Estero (77,91%), Salta (74,29%), Formosa<br />

(72,33%), Misiones (68,25%). En Mendoza, la fórmula oficialista alcanzó el 60%<br />

de los sufragios gracias a la tracción de Julio Cobos, ex gobernador radical de esa<br />

provincia y candidato a la vicepresidencia en la fórmula oficialista. 25


Cristina Kirchner recibió como propio el capital electoral de la gestión de su<br />

esposo y el beneficio de una oposición fragmentada y a la defensiva. El balance de<br />

lo sucedido en el último lustro, más que las aspiraciones hacia el porvenir, inclinó<br />

las preferencias. El crecimiento económico, el notable crecimiento <strong>del</strong> empleo, la<br />

recuperación <strong>del</strong> crédito y el salario, la reducción de la pobreza y la indigencia, el<br />

aumento <strong>del</strong> consumo, el superávit fiscal y externo y el prestigio de la Corte Suprema<br />

renovada pavimentaron el camino hacia la consagración electoral. Uno de<br />

cada cuatro votos de la fórmula oficialista Cristina Kirchner/Julio Cobos, provino<br />

<strong>del</strong> Gran Buenos Aires. La provincia de Buenos Aires fue la mayor impulsora<br />

de votos, más <strong>del</strong> 37% de los sufragios obtenidos a nivel nacional provinieron<br />

de dicha jurisdicción en la que el FPV logró el triunfo en 28 de los partidos <strong>del</strong><br />

conurbano y sólo en 2 fue derrotado. Lo que puede considerarse el legado de Eva<br />

Perón al peronismo como organización –la capacidad <strong>del</strong> peronismo bonaerense<br />

de movilizar tanto a hombres como a mujeres– benefició al oficialismo. Una vez<br />

más quedó comprobado, tal cual viene sucediendo desde 1983, que quien obtiene<br />

la mayor cantidad de votos en este distrito, gana las elecciones presidenciales. 26<br />

Casi el 90% de los sufragios se repartió entre tres coaliciones: la oficialista, la<br />

de Elisa Carrió y la de Roberto Lavagna. Heterogéneas tanto desde el punto de<br />

vista de las ideas como de los grupos representados, será difícil lograr la convergencia<br />

cuando en el gobierno o en la oposición deban definirse cuestiones sustanciales.<br />

No hubo reelección presidencial, pero se reeligió un gobierno. No sólo<br />

continúa el mismo partido en la gestión, sino que se inaugura una variante inédita:<br />

la sucesión matrimonial. Néstor Kirchner decidió continuar de otra manera. Jefe<br />

indiscutido <strong>del</strong> movimiento peronista, se propone construir la fuerza política que<br />

de sostén al oficialismo encarnado por su esposa. Que ese proyecto resulte en la<br />

transformación <strong>del</strong> peronismo en una suerte de aglutinador de un eje de centroizquierda,<br />

parece poco probable. La victoria alcanzada tuvo el perfil sociológico <strong>del</strong><br />

peronismo clásico como lo atestigua el pobre resultado electoral <strong>del</strong> oficialismo<br />

en las grandes ciudades <strong>del</strong> país. El ex senador Antonio Cafiero, un dirigente histórico<br />

<strong>del</strong> peronismo, advierte que “El Justicialismo como partido político podrá<br />

confluir con otras fuerzas políticas y sociales en diversas coaliciones electorales,<br />

pero como movimiento deberá seguir expresando un modo de pensar y de sentir<br />

la Argentina que le es propio e intransferible. En él adquieren otro significado las<br />

clásicas oposiciones ideológicas entre “derecha” e “izquierda”, que más bien<br />

quedan libradas a la oportunidad de los hechos. Esta característica que tanto<br />

critican algunos intelectuales no es un síntoma de debilidad o confusión, como<br />

pretenden, sino que es uno de los fundamentos de su eficacia, ya que permite<br />

compatibilizar el idealismo con el pragmatismo o, si se quiere, conjugar la “ética<br />

de las convicciones” con la “ética de las responsabilidades””(Clarín, 6/12/2007).<br />

El dirigente sindical Luis Barrionuevo, por su parte, señala que “Lo único que yo<br />

espero es que si decide (Néstor Kirchner) normalizar el peronismo, no sea plural.<br />

Porque en el peronismo –enfatizó– no puede haber radicales K” (La Nación,<br />

8/12/2007). Sin el aval de los votos de los sectores medios y con la resistencia<br />

manifiesta de dirigentes políticos y sindicales, el objetivo hasta ahora frustrado<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

21


de transformar al peronismo en una nueva fuerza política, desafiando la estrategia<br />

<strong>del</strong> propio Perón de anexar socio menores al conglomerado peronista, parece lejos<br />

de ser alcanzable.<br />

VI. La continuidad en el cambio<br />

Desde la reapertura democrática de 1983 ningún presidente de la Nación asumió<br />

sus funciones con una cuota de poder institucional comparable a la que logró<br />

Cristina Kirchner. Una abrumadora superioridad le permite alcanzar el quórum<br />

propio en ambas cámaras y acercarse a los dos tercios que le posibilitan un control<br />

absoluto <strong>del</strong> poder legislativo. 27 La ventaja de una oposición débil y fragmentada<br />

le augura un comienzo sin mayores tropiezos en el Congreso. Sin embargo, la<br />

disciplina <strong>del</strong> peronismo kirchnerista es difícil de predecir. La tradición <strong>del</strong> movimiento<br />

creado por Perón ha sido el desplazamiento de las luchas partidarias al<br />

seno de los órganos de gobierno, de tal suerte que el peronismo fue gobierno y<br />

oposición a la vez. Acaso el temor a repetir esta historia haya llevado a mantener<br />

las facultades legislativas que los legisladores otorgaron al poder Ejecutivo –los<br />

denominados superpoderes–.<br />

La promesa de la Presidenta de mejorar la calidad institucional e instalar el<br />

diálogo, la tolerancia y la concordia entre los argentinos no se aviene con la<br />

perduración de los superpoderes <strong>del</strong> Ejecutivo, la defensa de la manipulación <strong>del</strong><br />

Índice de Costo de Vida que genera el Instituto de Estadística y Censos (INDEC)<br />

o el no tratamiento de la ley de acceso a la información pública que ha esperado<br />

en vano en su despacho <strong>del</strong> Senado. ¿Cómo satisfacer las expectativas de modernización<br />

política que moviliza a los sectores medios y, a la vez, no perder el<br />

dominio sobre el peronismo, condición sine que non para el ejercicio <strong>del</strong> poder?<br />

Este dilema no ha sido resuelto aún por el matrimonio presidencial. Acaso la estrategia<br />

de alianzas de la presidenta innove respecto de su antecesor, pero ésta es<br />

una incógnita a develar.<br />

Cristina Kirchner ratificó a la mayoría de los ministros <strong>del</strong> gobierno de su esposo.<br />

“La continuidad en el cambio” es el lema que refleja la ambigüedad como<br />

punto de partida de la nueva gestión. ¿Cambia el gobierno para seguir fiel a sí<br />

mismo o bien continúa decidido a cambiar? Acaso, como algunos sospechan, comienza<br />

una etapa de sucesiones consecutivas entre la pareja presidencial que la<br />

prolongará en el poder, una vez “pingüino”, otra “pingüina”, como gusta decir el<br />

ex presidente. Una suerte de “presidencialismo matrimonial” combina los riesgos<br />

<strong>del</strong> presidencialismo con los que trae aparejado el vínculo entre los cónyuges,<br />

emocional, patrimonial, de pasado y de futuro común para ejercer el poder. Empero,<br />

la nominación <strong>del</strong> nuevo ministro de Economía, Martín Lousteau, ha sido<br />

percibida como un cambio: oficialistas y opositores han abierto un compás de<br />

espera sobre su futura acción y han registrado los buenos antecedentes <strong>del</strong> candidato.<br />

Resta ver cuánto de continuidad y cuánto de innovación habrá en las acciones<br />

de gobierno. 28 La expectativa de que se mantenga la bonanza en los precios<br />

agrícolas y un alto ritmo de crecimiento –instrumento formidable para consolidar<br />

liderazgos políticos– otorga condiciones muy favorables al gobierno. Sin embar-


go, la Presidenta deberá enfrentar un legado difícil signado por la inflación, la<br />

energía en estado límite, las sospechas de corrupción que afectan a funcionarios<br />

<strong>del</strong> gobierno –incluso a miembros confirmados en el nuevo gabinete– y los problemas<br />

de inseguridad. ¿Cómo se gobernará en ausencia de estadísticas oficiales<br />

creíbles? La reconstrucción de la credibilidad <strong>del</strong> INDEC es otro desafío que tiene<br />

por <strong>del</strong>ante la Presidenta.<br />

VII. Los desafíos de la nueva presidencia<br />

El sindicalismo será el más grande de los desafíos en los inicios de la gestión<br />

para controlar la inflación. La convocatoria hecha por la Presidenta a un acuerdo<br />

social orientado a asegurar crecimiento, controlar la inflación, incrementar<br />

la inversión y mejorar la distribución <strong>del</strong> ingreso, reitera un viejo dilema de la<br />

Argentina inflacionaria: la cerrada defensa que hace el sindicalismo <strong>del</strong> salario<br />

nominal en el presente so pena de resignar aumentos <strong>del</strong> salario real en el futuro.<br />

Algunas señales auguran un futuro difícil al acuerdo. El representante <strong>del</strong> gremio<br />

gastronómico, Luis Barrionuevo calificó la convocatoria a una concertación social<br />

hecha por la Presidenta como “una expresión de deseos” y afirmó : “Yo no<br />

creo en esos acuerdos. Los pactos son entre el empresariado y el Gobierno y a los<br />

trabajadores se los mandan cocinado” (La Nación, 8/12/2007).<br />

La novedad de una suerte de doble comando que inauguraría la gestión de Cristina<br />

Kirchner, encarnado en la presencia de su esposo como jefe <strong>del</strong> Partido Justicialista,<br />

en la actualidad acéfalo, y ella, a la cabeza <strong>del</strong> Ejecutivo, dota a la nueva<br />

administración <strong>del</strong> recurso de un conductor de probada eficacia para disciplinar<br />

los conflictos en el seno <strong>del</strong> peronismo. 29 Las reformas han sido aplazadas bajo<br />

el imperio de la urgencia de la coyuntura crítica, situación que refleja la frase <strong>del</strong><br />

ex presidente Kirchner al declarar que el objetivo de su gobierno fue salir <strong>del</strong><br />

infierno para acceder al purgatorio, no al cielo. Una reforma estructural que siente<br />

las bases <strong>del</strong> crecimiento sostenido y reformas que incentiven la transparencia y<br />

eficacia de las decisiones, poniendo límites al ejercicio discrecional <strong>del</strong> poder, son<br />

desafíos que enfrenta la Presidenta. Más que la batalla entre el centro izquierda<br />

y el centro derecha –una batalla que refleja la fractura vertical de la sociedad<br />

argentina hoy dividida entre los de arriba y los de abajo– es la batalla entre la<br />

modernización y el continuismo lo que está en juego en la próxima gestión. Resta<br />

saber si el nuevo gobierno habrá de representar un cambio de fondo frente a los<br />

cambios estructurales que esperan al país para adaptarlo a los requerimientos de<br />

la nueva realidad mundial. También es una incógnita saber si la Presidenta fijará<br />

los principios y objetivos estratégicos que inspirarán la política exterior y abandonará<br />

una política errática y dependiente de los conflictos domésticos.<br />

VIII. La debilidad de la oposición<br />

La oposición desconcertada y dividida poco ayuda para animar el debate de<br />

ideas que diseñe los cambios. El ex ministro de Economía Roberto Lavagna,<br />

candidato de una coalición entre el peronismo no kirchnerista y la Unión Cívica<br />

Radical, con el 17% de los votos y el tercer lugar en la competencia, perdió su<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

23


oportunidad. Hoy, un sector de la diezmada UCR busca aliarse a la Coalición Cívica<br />

de Carrió que supo apropiarse <strong>del</strong> papel de opositora implacable y eficaz <strong>del</strong><br />

matrimonio Kirchner, pero que no pudo contener los conflictos de su heterogénea<br />

coalición y sufre los efectos de la sangría. Los restos <strong>del</strong> peronismo no kirchnerista<br />

tratan de reacomodarse en el nuevo mapa político surgido de las elecciones. La<br />

oposición enfrenta dos grandes problemas. Por un lado, la incapacidad de crecer<br />

fuera de las grandes ciudades, en parte debida a un sistema electoral con sesgo<br />

mayoritario y partidario que ha beneficiado al peronismo. Por otro, la dificultad<br />

de conciliar la competencia política con la convergencia en un frente común, fruto<br />

de la afirmación de personalismos que perciben los acuerdos como pura amenaza.<br />

Estas limitaciones aplazan la necesaria recomposición de un sistema político<br />

que exprese las demandas de una sociedad transformada por los cambios ocurridos<br />

en democracia. Sin embargo, el triunfo de una coalición socialista-radical<br />

en Santa Fe y <strong>del</strong> candidato <strong>del</strong> centro derecha en la Ciudad de Buenos Aires, en<br />

las elecciones subnacionales que precedieron a los comicios de octubre, puso de<br />

manifiesto que importantes franjas <strong>del</strong> electorado no contenidas en el esquema<br />

bipartidista peronista-radical, apoyaron nuevos liderazgos. Esta renovación generacional<br />

en la dirigencia puede ser considerada como síntoma de cambios hacia<br />

la reconstrucción <strong>del</strong> sistema de partidos. 30 Las elecciones que instalaron el sexto<br />

mandato presidencial desde 1983 se llevaron a cabo con partidos convertidos en<br />

cáscaras vacías o en “taxis” que conducen a posiciones de poder según la acertada<br />

metáfora de Dahrendorf (2003:108). La ausencia de organizaciones partidarias<br />

sólidas en el plano nacional, el peronismo dominante aunque dividido y las crisis<br />

de liderazgos alternativos, poco ayudan a los cambios de fondo postergados. Acaso<br />

la Presidenta, coherente con su declarada intención de diálogo, abra un nuevo<br />

capítulo en las relaciones <strong>del</strong> gobierno con la oposición en el que, antes que intentar<br />

deglutirla, valore la necesidad de reforzarla. Se trata de una condición sine<br />

qua non para que emerja un sistema multipartidario moderado al calor de nuevos<br />

liderazgos y sea el pilar de futuras coaliciones de gobierno capaces de sostener en<br />

el tiempo una política de compromisos.<br />

Referencias<br />

* Este artículo fue publicado en Cultura Política y Alternancia en América Latina, Madrid, Fundación<br />

Pablo Iglesias, 2008, 47-70.<br />

1. La crisis financiera asiática, la mexicana y por último la brasileña, alimentaron la prolongada recesión<br />

iniciada en 1998.<br />

2. Entre 1983 y 1999, el voto nulo osciló entre el 0,5% y el 1,5% de los sufragios emitidos; el voto<br />

blanco a su vez lo hizo entre el 2% y el 4%. En 2001, el primero ascendió hasta el 12,5% y el segundo<br />

hasta el 9,4%. La tasa de abstención, que en el período 1983-1999 se ubicó en promedio entre el 15%<br />

y el 20%, en octubre de 2001 alcanzó el 27%.<br />

3. Vacante la vicepresidencia, el Congreso, tras una breve asunción <strong>del</strong> Presidente Provisional <strong>del</strong><br />

Senado, eligió a Adolfo Rodríguez Saá, gobernador peronista de la provincia de San Luis, como presidente<br />

interino. Rodríguez Saá declaró la suspensión de pagos de la deuda externa. Sin el aval de su<br />

partido, y en medio de un clima de tumultos y saqueos, terminó por renunciar a tan sólo una semana de<br />

haber sido electo. En enero, luego de un fugaz paso por la presidencia <strong>del</strong> Presidente de la Cámara de<br />

Diputados, el Congreso designó a Eduardo Duhalde presidente, el quinto en menos de dos semanas.


4. Con el sistema bancario paralizado y sin perspectivas claras de una posible ayuda internacional, el<br />

Producto Bruto Interno (PBI) se contrajo <strong>16</strong>% en el primer semestre de 2002. La tasa de desempleo<br />

alcanzó uno de sus niveles más altos en la historia con un porcentaje cercano al 25%. Alrededor de 5<br />

millones de personas cayeron en la pobreza entre octubre de 2001 y junio de 2002 y la indigencia alcanzó<br />

a un cuarto de la población urbana. Cuando parecía reinar una suerte de tregua social, en junio de<br />

2002, el asesinato de dos piqueteros en una represión policial a una protesta precipitó el acortamiento<br />

<strong>del</strong> mandato <strong>del</strong> presidente Duhalde y abrió un período de gran incertidumbre política. La amenaza de<br />

una espiral de violencia sin control, con un presidente transitorio en retirada a plazo definido, instaló la<br />

confusión generalizada y tiñó la convocatoria a elecciones de sospechas de violencia.<br />

5. Una abrumadora mayoría de argentinos –82%– reconoce que la falta de respecto a las leyes es un<br />

problema grave en el país (PNUD, 2005:36).<br />

6. La desconfianza hacia los políticos y los partidos se extiende al Poder Judicial. Sólo un 29% de los<br />

ciudadanos confía en la Justicia (Latinobarómetro, 2006:80).<br />

7. La economía cumplió cinco años de crecimiento ininterrumpido, a tasas estables y muy elevadas. La<br />

historia <strong>del</strong> país no mostró crecimiento con tasas de esa magnitud y por tantos años desde el período<br />

previo a la Primera Guerra Mundial. Hubo, en rigor, períodos más prolongados de expansión (en años<br />

comprendidos entre las décadas <strong>del</strong> 30 al 40 y <strong>del</strong> 60 al 70), pero a tasas menores y más volátiles.<br />

8. La Ley de Obediencia Debida, sancionada en junio de 1987, calificó como no punibles a todos<br />

aquellos que obraron en estado de coerción bajo subordinación a la autoridad superior y en cumplimiento<br />

de órdenes, sin facultad o posibilidad de inspección, oposición o resistencia a ellas en cuanto a<br />

su oportunidad y legitimidad.<br />

9. La Ley de Punto Final sancionada en diciembre de 1986 fijó un plazo de sesenta días corridos a<br />

partir de la fecha de su promulgación para iniciar acciones legales. A partir de esa fecha se extinguía la<br />

acción penal contra toda persona que hubiere cometido <strong>del</strong>itos vinculados a la instauración de formas<br />

violentas de acción política hasta el 10 de diciembre de 1983.<br />

10. El Frente para la Victoria es una coalición que incluye a peronistas y no peronistas alineados con el<br />

presidente Kirchner. La fórmula no es nueva, porque el peronismo ha practicado esa estrategia durante<br />

décadas. La diferencia es que el presidente Kirchner y su esposa han asumido el riesgo de abandonar<br />

las emblemáticas siglas peronistas aunque para las elecciones presidenciales de octubre próximo están<br />

gestionando la autorización <strong>del</strong> PJ para utilizar en las boletas electorales el escudo peronista. Los partidos<br />

menores, como Propuesta Republicana (PRO) y Recrear para el Crecimiento (RECREAR), ambos<br />

en el centro derecha <strong>del</strong> espectro partidario, y afirmación para una República Igualitaria (ARI), en el<br />

centro izquierda, sólo tienen caudal electoral importante en algunos distritos.<br />

11. En todo el gobierno de Alfonsín sólo se aprobaron diez decretos de necesidad y urgencia. En los tres<br />

primeros años <strong>del</strong> Gobierno de Menem se sancionaron 178 decretos y durante la gestión de Kirchner<br />

249 DNU. Centro de Estudios para Políticas Públicas, cit. en La Nación, 02/10/2007.<br />

12. Ejemplifica esta afirmación el Presupuesto presentado en el Congreso en setiembre de 2007, un<br />

texto que ningún analista duda en afirmar que es fantasioso, que puede ser modificado cuantas veces<br />

quiera y con la profundidad que su criterio le dicte por el presidente, o por el jefe de Gabinete. En<br />

términos presupuestarios no existe la división de poderes. El Congreso le ha <strong>del</strong>egado también lo que<br />

la Constitución le prohíbe ceder, que es la materia tributaria. Los denominados cargos específicos a<br />

la energía eléctrica y el gas son impuestos, que el Ejecutivo puede administrar, aumentar, reducir y<br />

exceptuar como le plazca.<br />

13. En los fideicomisos, funcionarios públicos manejan fondos privados o mixtos (los grandes consumidores<br />

pagan cargos específicos establecidos por el Congreso que engrosan el fondo) no está regulado<br />

-es un limbo jurídico-. Son los funcionarios quienes determinan qué obras se harán y quiénes las<br />

realizarán (pocas empresas siempre ganan licitaciones o concursos). Hay unos <strong>16</strong> fideicomisos (de<br />

transporte, <strong>del</strong> gas, hídrico, etc.). El Ministerio de Planificación es el encargado de administrarlos. No<br />

hay ninguna razón que no sea la vocación de evadir los controles administrativos y el escrutinio <strong>del</strong><br />

Congreso que justifique la extraordinaria expansión de la cantidad de recursos manejados por fuera<br />

<strong>del</strong> presupuesto.<br />

14. La CTA, escindida de la CGT en 1992, moviliza a los desocupados y sus sindicatos tienen muchos<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

25


menos recursos que la CGT. Incluye dos federaciones nacionales, la de los maestros y una de los trabajadores<br />

estatales.<br />

15. En la actualidad, la conducción de la CGT en manos <strong>del</strong> dirigente de los camioneros, Hugo Moyano,<br />

está siendo cuestionada por representantes de otros gremios. La representatividad y la estabilidad de<br />

los grupos que pactan, requisitos para el éxito de los pactos sociales tripartitos, no están aseguradas.<br />

<strong>16</strong>. La intervención <strong>del</strong> Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) y especialmente <strong>del</strong> índice<br />

de inflación, sumada a la falta de actualización de muchos índices y la decisión de discontinuar otros,<br />

trae como consecuencia que todas las estadísticas sean sospechosas y la falta de credibilidad de los<br />

datos con que el Gobierno construye el presupuesto nacional.<br />

17. En agosto de 2007, un ex funcionario kirchnerista de la provincia de Santa Cruz, acorralado en<br />

una manifestación de protesta de los docentes, huyó en su camioneta pasando por sobre los cuerpos<br />

de los manifestantes, una imagen brutal que hizo evocar el impacto de la quema <strong>del</strong> cajón en el acto<br />

de cierre de la campaña peronista de 1983, una acción que selló la derrota de su entonces candidato,<br />

Ítalo Luder.<br />

18. La esposa <strong>del</strong> general Perón, Isabel Martínez, llegó a la presidencia tras la muerte <strong>del</strong> general y lo<br />

hizo desde su cargo de vicepresidenta. Eva Perón no pudo lograr ese objetivo.<br />

19. J. B. ALBERDI (1980), Bases y puntos de partida para la organización política de la República<br />

Argentina, Buenos Aires, Plus Ultra.<br />

20. La Nación, 15/09/07. La inclusión <strong>del</strong> gobernador radical como acompañante en la fórmula de<br />

Cristina Fernández obedece a la estrategia adoptada por el presidente Néstor Kirchner, quien tras llegar<br />

a la Casa Rosada en 2003 y ver que no podía hacerse con las riendas <strong>del</strong> Partido Justicialista optó por<br />

cambiar de rumbo y aglutinar en torno a su persona a políticos y dirigentes fuera <strong>del</strong> peronismo.<br />

21. La pobreza en el primer semestre de 2007 fue de 28.3%, cinco puntos por encima de la cifra <strong>del</strong><br />

INDEC (23.4%), debido a la distorsión en el cálculo oficial de la inflación, SEL (2007), Newsletter<br />

sobre la situación laboral y social de la Argentina. (www.selconsultores.com.ar)<br />

22. I. BERMÚDEZ, Clarín, 20/06/07.<br />

23. R. CASTIÑEIRA, “ Se acentúa la descoordinación macroeconómica”, en Econométrica, setiembre<br />

de 2007 (www.econometrica.com.ar)<br />

24. Citado en A. HIRSCHMAN (1979), “The Turn to Authoritarianism in Latin America and the<br />

Search for its Economic Determinants”, en D. COLLIER (editor), The new Authoritarianism in Latin<br />

America, New Jersey, Princeton University Press, p.65.<br />

25. Pese a haber sido elegido como compañero de fórmula de su esposa, Kirchner impulsó en Mendoza<br />

una fórmula de gobierno propia cuya victoria dejó sin base territorial al vicepresidente Cobos.<br />

26. En las elecciones para la Cámara de Diputados, la sobre representación de los distritos pequeños<br />

(ninguno elige menos de 5 diputados, con independencia de su población) tiende a conformar gobiernos<br />

divididos cuando el presidente –elegido en los distritos grandes– no pertenece al partido que<br />

domina en esos distritos pequeños (tradicionalmente ha sido el peronismo el partido predominante en<br />

el interior). El gobierno dividido ha sido el rasgo de las dos administraciones radicales desde 1983.<br />

27. La sobre representación de los distritos pequeños en ambas cámaras explica la distribución <strong>del</strong><br />

poder institucional en el Congreso.<br />

28. “Para mí y para todos los argentinos (Néstor Kirchner) seguirá siendo presidente”, dijo Cristina<br />

Fernández en el acto de asunción <strong>del</strong> segundo mandato <strong>del</strong> gobernador Mario Das Neves en la provincia<br />

de Chubut, antes de asumir su mandato.<br />

29. Al momento de escribir estas líneas no se ha concretado aun la presidencia <strong>del</strong> Partido Justicialista<br />

en manos <strong>del</strong> ex presidente Kirchner. El jefe de Gabinete, Alberto Fernández, aseguró que el presidente<br />

Kirchner tiene para los próximos años “una tarea muy grande” que es “ordenar un espacio tan disímil”<br />

como el justicialismo (La Nación 9/12/2007).<br />

30. El socialista Hermes Binner se consagró gobernador de Santa Fe; Mauricio Macri, el candidato <strong>del</strong><br />

centro derecha, fue elegido jefe <strong>del</strong> gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.<br />

Bibliografía<br />

N. BOTANA (2006), Poder y hegemonía. El régimen político después de la crisis, Buenos Aires,<br />

Emecé.


J. CORRADI (2004), “El preludio <strong>del</strong> desastre: reforma débil, política competitiva en la Argentina”,<br />

en C. WISE y R. ROETT (2004), La Política Posterior a la Reforma de Mercado en América Latina:<br />

competencia, transición, colapso, Buenos Aires, ISEN/ Grupo Editor Latinomericano.<br />

R. DAHRENDORF (2003), Después de la Democracia (en diálogo con Antonio Polino), Buenos<br />

Aires, Fondo de Cultura Económica.<br />

L. DE RIZ (2007), “Democracia sin reforma política”, en J. R. LÓPEZ RUBÍ (coordinador), Política<br />

y Ciencia Política en Dieter Nohlen, México, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.<br />

(2005), “La frustrada reforma <strong>del</strong> presidencialismo argentino”, en C. ARIAS y B.<br />

RAMACCIOTTI (Editores), Presidencialismo y Parlamentarismo en América Latina, Washington D.<br />

C., OEA/ Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Georgetown.<br />

(1996), “Argentina: Democracy in turmoil”, en J. DOMÍNGUEZ y A. LOWENTHAL,<br />

Constructing Democratic Governance: South America in the 1990, Washington, D. C., John Hopkins<br />

University Press.<br />

L. DE RIZ; M. CAVAROZZI y J. FELDMAN (1987), Estado y sindicatos en la Argentina<br />

contemporánea, Buenos Aires, Estudios CEDES.<br />

S. ETCHEMENDY (2005), “Old Actors in New Markets: Transforming the Populist/Industrial<br />

Coalition in Argentina, 1989-2001”, en S. LEVINTSKY and M. V. MURILLO (ed), The Politics of<br />

Institutional Weakness Argentine Democracy, Pennsylvania, The Pennsylvania State University press,<br />

University Park.<br />

S. LEVINTSKY and M. V. MURILLO (2005), “Building Castles in the Sand? The Politics of<br />

Institutional Weakness in Argentina”, en S. LEVINTSKY and M. V. MURILLO (ed), The Politics of<br />

Institutional Weakness Argentine Democracy, Pennsylvania, The Pennsylvania State University press,<br />

University Park.<br />

A. M. MUSTAPIC (2000), “Oficialistas y diputados. Las relaciones Ejecutivo-Legislativo en<br />

Argentina”, en Desarrollo Económico, Vol. 39, Nº 156.<br />

PNUD (2005), Argentina después de la crisis: un tiempo de oportunidades. Informe de Desarrollo<br />

Humano. Disponible en www.desarrollohumano.org.ar<br />

PNUD (2002), Aportes para el Desarrollo Humano de la Argentina. Informe de Desarrollo Humano<br />

de la Argentina. La Democracia y los Argentinos. Disponible en: www.desarrollohumano.org.ar<br />

L. A. ROMERO (2003), La crisis argentina. Una mirada al siglo XX, Buenos Aires, Siglo XXI<br />

Editores.<br />

J. C. TORRE (2005), “Citizens versus Political Class: the crisis of partisan representation”, en S.<br />

LEVINTSKY and M. V. MURILLO (ed), The Politics of Institutional Weakness Argentine Democracy,<br />

Pennsylvania, The Pennsylvania State University press, University Park.<br />

Recibido: 10/08/08. Aceptado: 20/09/08<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

27


La pérdida de legitimidad de los partidos políticos argentinos<br />

Ricardo Sidicaro<br />

Ricardo Sidicaro es Profesor de la Universidad de<br />

Buenos Aires e Investigador de CONICET<br />

�ail: rsidicaro@mail.fsoc.uba.ar<br />

resumen<br />

Para analizar las causas de la declinación de<br />

la legitimidad de los partidos políticos argentinos<br />

en el período de reconstrucción institucional<br />

abierto en 1983, este artículo se centra: 1) en el<br />

sentido de las acciones de los dirigentes políticos<br />

y 2) en las transformaciones de las subjetividades<br />

de los ciudadanos. El análisis sostiene que en<br />

la medida que la vida política nacional de 1930-<br />

1983 se caracterizó por la violación casi permanente<br />

de las reglas democráticas, los dirigentes<br />

políticos adquirieron estilos de acción que luego<br />

obstaculizaron la construcción de un sistema democrático<br />

moderno. Desde 1983, en la sociedad,<br />

las combinaciones entre reclamos antimilitaristas<br />

y demandas democráticas produjeron muchas<br />

expectativas que luego se frustraron. Por<br />

otra parte, el debilitamiento de la cohesión social<br />

y la mayor libertad cultural aumentaron los<br />

niveles de exigencias políticas de los ciudadanos<br />

y sus críticas a los partidos políticos.<br />

palabras claves<br />

partidos políticos / Estado / democracia<br />

Argentina<br />

summary<br />

To analyze the reasons of the decline of the<br />

legitimacy of the Argentine political parties in<br />

the period of institutional reconstruction opened<br />

in 1984, this article centres: 1) in the sense of<br />

the actions (shares) of the political leaders and<br />

2) in the transformations of the subjectivities of<br />

the citizens. The analysis holds that in the measure<br />

that the political national life of 1930-1983<br />

characterized for the almost permanent violation<br />

of the democratic rules, the political leaders acquired<br />

styles of action that complicated then the<br />

construction of a democratic modern system.<br />

From 1983, in the society, the combinations<br />

between claims antimilitarists and democratic<br />

demands produced many expectations that then<br />

frustrated. On the other hand, the weakening<br />

of the social cohesion and the major cultural<br />

freedom increased the levels of political requirements<br />

of the citizens and his critiques to the<br />

political parties.<br />

keywords<br />

political parties / State / democracy Argentina<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

2


Existen numerosos observables empíricos que permiten considerar a la pérdida<br />

de legitimidad de los partidos políticos como una de las características principales<br />

de la actual situación argentina. Ese fenómeno no es reciente, sus manifestaciones<br />

variaron en el curso de los últimos dos decenios, pero a partir de la crisis de 2001<br />

adquirió una notable visualización pública. Abordar este tema es, por cierto, introducirse<br />

en una cuestión compleja, en buena medida oscurecida y simplificada<br />

al ser mencionada corrientemente sin mayor precisión conceptual y como parte de<br />

controversias en las pujas por posiciones de poder. No está de más recordar que<br />

los conocimientos de las ciencias sociales sobre procesos en curso suelen tener<br />

fronteras porosas o difusas con los argumentos de los actores más directamente<br />

concernidos, con las opiniones normativas de índole jurídico y con las narraciones<br />

de los medios de comunicación. Usualmente, los avatares de la política que<br />

invaden las preocupaciones ciudadanas se trivializan y son naturalizados al punto<br />

tal que se pierde su significado detrás de anécdotas sobre las idiosincrasias de los<br />

altos personajes o las atribuciones de culpas.<br />

En términos sociológicos, la legitimidad política de un actor, individual o colectivo,<br />

se estima considerando el grado positivo de consenso social acordado a<br />

sus desempeños. En el caso de las democracias modernas, se trata, entonces, de<br />

una creencia existente en la ciudadanía situada en un plano distinto al de sus preferencias<br />

por una u otra fuerza política. A su vez, las creencias sobre los grados de<br />

legitimidad de los partidos pueden ser distintas a las referidas a la validez <strong>del</strong> orden<br />

político vigente y a la valoración de la función de los partidos, en abstracto, en<br />

tanto mecanismos necesarios para la representación de la diversidad de opiniones<br />

de la ciudadanía. En el caso argentino, como en muchos otros países, los considerables<br />

porcentajes de personas que critican los modos de acción de los partidos,<br />

no manifiestan puntos de vista adversos hacia el régimen político democrático y<br />

el principio de representación partidaria. En ese marco de percepciones de la vida<br />

pública, la erosión de la confianza en los dirigentes partidarios se combina contradictoriamente<br />

con el apoyo al sistema de regulaciones institucionales que supone<br />

necesaria su existencia para representar y para gobernar. De allí que no deba resultar<br />

paradójico que los mismos individuos inclinados a denostar a los dirigentes políticos<br />

en general, a la hora electoral escojan por algunos de sus partidos y declaren<br />

luego no tener expectativas en ser representados por ellos. En cierto sentido, puede<br />

decirse que la creencia en la validez <strong>del</strong> orden político democrático opera como un<br />

factor que da estabilidad a la democracia y neutraliza las posibilidades de que minorías<br />

activas antidemocráticas, de origen militar o civil, intenten la instauración<br />

de regímenes de tipo autoritario. Por otra parte, es probable que la distancia establecida<br />

entre la sociedad y los dirigentes partidarios haya favorecido la libertad de<br />

estos últimos para transgredir normas que, de todos modos, la ciudadanía suponía<br />

que no respetaban. En tanto las elecciones y las alternancias constituyeron elementos<br />

esenciales <strong>del</strong> orden democrático, los dirigentes de partidos cuya descomposición<br />

creciente era evidente continuaron obteniendo reconocimientos electorales<br />

y posiciones de gobierno y, en cierto grado, algunos candidatos consiguieron<br />

crear circunstancialmente una buena aceptación en parte de la sociedad, aunque


los estudios de opinión seguían reflejando la falta de confianza de los ciudadanos<br />

en sus partidos. Las entrevistas y las encuestas que revelan la falta de confianza<br />

de la sociedad en los partidos argentinos proporcionan informaciones confiables<br />

sobre las creencias vigentes en la sociedad sobre su pérdida de legitimidad, sin<br />

ser esos los únicos observables empíricos al respecto. Hechos más puntuales tales<br />

como los estallidos de protestas sociales, las acciones de autorepresentación de las<br />

personas que suponen no tener otros medios para hacer valer sus derechos o para<br />

peticionar, el ausentismo electoral, el voto en blanco, son otros tipos de conductas<br />

que pueden leerse en la misma clave.<br />

En este texto nos preguntaremos sobre las causas <strong>del</strong> deterioro de la legitimidad<br />

de los partidos diferenciando dos planos de análisis: 1) el de las ambivalencias<br />

iniciales <strong>del</strong> proceso de reconstrucción de las instituciones democráticas; y 2) el<br />

de las transformaciones de la sociedad que incidieron en los cambios de las creencias<br />

sobre la política. Ambos planos forman parte de una totalidad compleja de<br />

la que sólo destacaremos algunos de sus nexos más relevantes. En fin, no está de<br />

más aclarar que los procesos particulares, las corrientes de opinión, los acontecimientos<br />

puntuales o los sis<strong>temas</strong> de acciones <strong>del</strong>imitados espacio-temporalmente<br />

que mencionaremos, sólo tendrán por finalidad sustentar empíricamente nuestra<br />

interpretación sociológica.<br />

Las opiniones ciudadanas<br />

Para la elaboración de este análisis fueron de fundamental importancia los resultados<br />

de una investigación que realizamos en los años 2004-2005 sobre la legitimidad<br />

de las instituciones estatales y de los partidos políticos argentinos. 1 Una<br />

amplia mayoría de los entrevistados coincidió en criticar a los dirigentes de los<br />

partidos políticos por considerarlos: ajenos a las demandas y necesidades de la<br />

sociedad; preocupados por preservar sus cargos y los beneficios derivados de<br />

los mismos; incumplidores de sus anuncios electorales; carentes de capacidad<br />

para la gestión pública y, mediante ideas diversas, asociaron la política con la<br />

búsqueda de oportunidades ilícitas de enriquecimiento personal. En sus sentidos<br />

clásicos y modernos, el término corrupción tuvo una recurrente presencia en los<br />

relatos recogidos. Si bien los entrevistados fueron seleccionados de acuerdo a las<br />

distintas situaciones y condiciones sociales presentes en el conjunto <strong>del</strong> cuerpo<br />

electoral, las críticas a la falta de representatividad de las dirigencias partidarias<br />

fue casi unánime. En parte, la diversidad de las inserciones en la sociedad incidió<br />

en los estilos de argumentación: quienes tenían mayores formaciones educativas<br />

o se desempeñaban en puestos jerárquicos mostraron más propensión a proponer<br />

soluciones, ese tipo de respuestas fueron menos frecuentes en el resto de los entrevistados.<br />

Con independencia de ciertas variaciones menores relacionadas con<br />

experiencias generacionales, la valoración positiva <strong>del</strong> orden político democrático<br />

y las críticas a los dirigentes de los partidos fueron el punto de convergencia de la<br />

mayoría de las opiniones recogidas.<br />

En general, los entrevistados de más de 40 años expresaron sentimientos de<br />

desencanto al referirse a sus expectativas políticas de la época de comienzos <strong>del</strong><br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

31


égimen democrático. Una parte de esas personas hizo menciones explícitas a las<br />

esperanzas frustradas en materia de mejora de las condiciones socioeconómicas de<br />

la población, sin ser ese el tema que predominó. Las objeciones al modus operandi<br />

de los partidos en general no establecieron mayores distinciones entre los mismos.<br />

Sólo en una cantidad numéricamente poco significativa de los entrevistados, el<br />

descontento sobre el presente era acompañado de objeciones a eventuales abandonos<br />

de tradiciones ideológicas de los partidos a los que habían votado. En cuanto<br />

a los viejos enfrentamientos que en otras circunstancias dividieron las sensibilidades<br />

políticas nacionales, su mención fue secundaria. La antinomia efectivamente<br />

recurrente fue de otro carácter: nosotros, los ciudadanos, y ellos, los dirigentes<br />

políticos. Con independencia de sus discrepancias sobre los gobiernos iniciados a<br />

partir de 1983, la mayoría de las opiniones coincidió en la condena a la dictadura<br />

militar y a sus responsables. En lo que hace a las experiencias personales, sólo<br />

alrededor de un 10% de los entrevistados dijo haber participado de las actividades<br />

de algún partido político y una proporción ínfima declaró mantener todavía algún<br />

tipo de relación. Sobre la crisis de diciembre de 2001, las referencias a los perjuicios<br />

ocasionados por el fin de la convertibilidad fueron netamente más numerosas<br />

que las evocaciones <strong>del</strong> rechazo contra los dirigentes partidarios manifestado en<br />

aquella ocasión por los sectores movilizados de la población. El fin <strong>del</strong> gobierno<br />

de De la Rúa apareció como un hecho importante sólo para los entrevistados que<br />

se mostraron más interesados por cuestiones políticas. En general, primó el pesimismo<br />

sobre las posibilidades de renovación de las dirigencias partidarias o de<br />

sus modos de acción. Sin dejar de manifestar falta de confianza en la dirigencia<br />

política, una cierta cantidad de los entrevistados reveló expectativas favorables al<br />

inicio <strong>del</strong> gobierno de Néstor Kirchner.<br />

El análisis de las opiniones recogidas por nuestra investigación fue realizado<br />

mediante una lectura que apuntó a la comprensión global <strong>del</strong> sentido de lo dicho<br />

por los entrevistados, en tanto expresión de subjetividades individuales que con sus<br />

recuerdos no sistemáticos y sus ambigüedades, expresan pensamientos colectivamente<br />

compartidos sobre situaciones vividas individualmente pero decodificadas<br />

desde puntos de vista, o de visión, condicionados por los lugares ocupados en el<br />

espacio social. Digamos que si en apariencia no hay nada que se pueda considerar<br />

más personal que el acto de contestar en una entrevista, comparable si se quiere al<br />

de entrar al cuarto oscuro a depositar un sufragio, las selecciones de los recuerdos<br />

y de las palabras, al igual que las de los candidatos que se a vota, están socialmente<br />

condicionadas y expresan un saber común y experiencias colectivas y, casi siempre,<br />

previamente habladas. La alta homogeneidad de las miradas críticas sobre los<br />

dirigentes partidarios, más allá de las evaluaciones puntuales no necesariamente<br />

concordantes, brindó ejes temáticos, no siempre nombrados explícitamente por<br />

los entrevistados, a partir de los cuales nos propusimos establecer la comprensión<br />

<strong>del</strong> sentido de las conductas de quienes estiman que, por acción u omisión, los<br />

partidos y sus dirigentes carecen de legitimidad.<br />

Además de los datos cualitativos de nuestra investigación, hemos empleado informaciones<br />

elaboradas por distintas entidades que realizan mediciones cuantitati-


vas periódicas de los niveles de confianza en las instituciones públicas. En el Cuadro<br />

1 se resumen los resultados de un estudio realizado por la consultora Gallup:<br />

Cuadro 1. Indicadores de confianza en las instituciones 1984-2007<br />

1984 1991 2002 2007<br />

Congreso 73% 17% 7% 12%<br />

Partidos Políticos (**) 15% 4% 7%<br />

Fuente: Estudio acerca <strong>del</strong> trabajo voluntario y la responsabilidad empresaria. Gallup Argentina<br />

2007<br />

Cabe señalar que en la fuente citada se aclara que la primera medición sobre la<br />

confianza en los partidos políticos fue hecha en 1987 y que en esa oportunidad el<br />

38% de los encuestados manifestó confiar en ellos. Después de 1984, el aumento<br />

<strong>del</strong> porcentaje de opiniones críticas sobre el Congreso, es el indicador que mejor<br />

resume la caída de las expectativas puestas por la ciudadanía en la nueva etapa<br />

de la vida política nacional. Es interesante señalar que la leve recuperación de los<br />

porcentajes de confianza en el Congreso y en los partidos registrada entre 2002 y<br />

2007, no alteraron significativamente la tendencia general imperante.<br />

Cuadro 2. Indicadores de déficit de confianza en las instituciones 2004-2007<br />

2004 2007<br />

Valoración <strong>del</strong> Gobierno Nacional 82% 70%<br />

Valoración <strong>del</strong> Congreso 94% 84%<br />

Valoración de los Partidos Políticos 98% 95%<br />

Valoración <strong>del</strong> acto de votar 14% 22%<br />

Fuente: Índice de desarrollo humano y social. Boletín <strong>del</strong> Observatorio de la deuda social<br />

argentina. Nº 1/2008. Universidad Católica Argentina 2<br />

La otra fuente a la que hemos recurrido, el Observatorio de la deuda social argentina<br />

de la Universidad Católica Argentina, corresponde a los años 2004 y 2007,<br />

y aporta datos igualmente significativos. Los indicadores sobre el Congreso y los<br />

partidos son casi similares a los <strong>del</strong> estudio de Gallup, si bien en su presentación<br />

el Observatorio opta por referirse al déficit de confianza, es decir a los porcentajes<br />

de respuestas que dicen no tener confianza. La información <strong>del</strong> Cuadro 2 muestra<br />

que entre 2004 y 2007 se registró una mínima baja porcentual en el indicador de<br />

desconfianza en los partidos, pero que mejoró de un modo relativamente mayor la<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

33


confianza en el gobierno nacional y en el Congreso, así como la valoración asignada<br />

al acto de votar.<br />

La buena recepción en la opinión pública de la gestión presidencial de Néstor<br />

Kirchner fue, sin duda, la razón por la que se mejoraron los porcentajes de confianza,<br />

entre 2004 y 2007, en el Gobierno nacional. Cabe destacar que la modificación<br />

positiva de los valores de dicho indicador se dio en una situación en la que a los<br />

efectos de continuar con la reconstrucción de la economía la acción gubernamental<br />

adquirió una centralidad mayor y los logros, en ese aspecto, debieron estar en<br />

la base <strong>del</strong> cierto aumento de confianza captado en las encuestas. También el Poder<br />

Ejecutivo tuvo desempeños visualizados como antimilitaristas y favorables a la<br />

política de derechos humanos que, como veremos más a<strong>del</strong>ante, son cuestiones<br />

que despiertan la adhesión de una parte de la ciudadanía. En cambio, distintos<br />

análisis muestran que en ese período se registraron numerosas transgresiones al<br />

normal funcionamiento de la división de poderes, acrecentándose el decisionismo<br />

presidencial que emprendió tareas de orden legislativo constitucionalmente reservadas<br />

al parlamento. 3 Aún así, los porcentajes de mejora de la confianza en el Poder<br />

Legislativo se vieron acrecentados, probablemente, por su participación en las<br />

decisiones sobre los cambios en la Corte Suprema de Justicia o en la reapertura de<br />

los juzgamientos a los responsables de <strong>del</strong>itos durante la dictadura. Es interesante<br />

señalar que lo sucedido con la confianza en el Gobierno nacional y en el Congreso,<br />

prácticamente no repercutió en la mejoría de la valoración de los partidos. Más<br />

aún, tal como veremos, en las elecciones nacionales 2007 los partidos dejaron su<br />

lugar a frentes electorales y a candidaturas personalizadas, lo que de hecho mostró<br />

un nivel alto de autoconciencia de su desprestigio.<br />

La política y la segunda modernidad<br />

Entre los rasgos más característicos de la actual época de la modernidad occidental<br />

se encuentra el debilitamiento <strong>del</strong> atractivo de los partidos políticos que,<br />

con manifestaciones disímiles, se registra en las más diversas sociedades de nuestros<br />

días. Es común observar como la política dejó de proveer identidades colectivas<br />

y de polarizar las opiniones de los ciudadanos.<br />

Con conceptos durkhemnianos, puede decirse que el interés que suscitaban los<br />

partidos fue tanto mayor cuando existían tejidos sociales más integrados que daban<br />

lugar a las confrontaciones de ideas divididas en torno a las orientaciones de<br />

los llamados “destinos colectivos”. En ese tipo de situaciones, los partidos fueron<br />

los actores que condensaron la expresión de las representaciones colectivas de los<br />

diferentes sectores sociales que se cristalizaron en grandes y durables clivajes políticos.<br />

Los discursos y las acciones de esos partidos crearon tradiciones políticas<br />

e ideológicas que no necesariamente han desaparecido, pero junto con la declinación<br />

de los niveles de integración social perdieron intensidad las anteriores pasiones<br />

y certezas políticas. Los vínculos sociales más laxos se reflejan en la aparición<br />

de subjetividades menos apegadas a las herencias culturales de toda índole. Si bien<br />

esos cambios no impiden que los encargados de la puesta en escena de la acción<br />

política recurran a las retóricas que otrora habían mostrado ser efectivas para mo-


vilizar adhesiones, esos anacronismos en algunos casos debieron incrementar la<br />

desconfianza ciudadana.<br />

Es notorio que en la medida que se diversificaron las formas actuales de vida<br />

y se modificaron las inserciones sociales rígidas y permanentes, en especial, pero<br />

no sólo, en el mundo <strong>del</strong> trabajo, se fueron produciendo vaciamientos de sentido<br />

en los contenidos de los discursos y simbologías políticas. Los viejos sis<strong>temas</strong><br />

de alteridades colectivas que alcanzaron su apogeo en las luchas por la “ciudadanía<br />

política” primero y después por la “ciudadanía social”, comenzaron luego<br />

a desdibujarse con los efectos socialmente integradores de aquellas importantes<br />

conquistas.<br />

Luego, junto con las ampliaciones de los horizontes de posibilidades individuales,<br />

las preferencias políticas adquirieron más matices, y aún quienes siguieron<br />

votando por los mismos partidos ya no se subordinaron de igual forma a sus dirigentes<br />

y comenzaron a dudar sobre cómo orientar sus sufragios.<br />

Con la globalización y el paso de la modernidad sólida a la modernidad líquida,<br />

para decirlo con términos de Zygmunt Bauman (2003a), no debe verse como algo<br />

paradójico que los beneficiados de los cambios políticos y sociales de la etapa<br />

sólida, relativizaron sus anteriores identificaciones políticas. Por otra parte, con el<br />

avance de las desigualdades sociales y la fragmentación de los antiguos colectivos<br />

sociales, en el pasaje de la sociedad de protección a la de inseguridad social, según<br />

las nociones propuestas por Robert Castel (2004), los individuos quedaron más<br />

expuestos a riesgos antes controlados. En procesos sociales, que como sostiene<br />

Bauman (2003b:23): “los riesgos y las contradicciones siguen siendo producidos<br />

socialmente, y se está cargando al individuo con la responsabilidad y la necesidad<br />

de enfrentarlos”, hasta puede resultar un contrasentido que muchísimas personas<br />

carentes de otros medios para expresar sus situaciones de deterioro tomen distancia<br />

de los sis<strong>temas</strong> de partidos en los que podrían intentar buscar, u organizar, la<br />

representación de sus intereses.<br />

Sin embargo, los efectos ambiguos de las transformaciones en curso no aceptan<br />

lecturas unilineales: en la nueva etapa de la modernidad occidental se producen<br />

fenómenos múltiples cuya fluidez no es inteligible empleando las herramientas<br />

conceptuales aptas para épocas precedentes. La coexistencia entre la declinación<br />

<strong>del</strong> poder de las tradiciones en las diversas esferas de la vida, con el consiguiente<br />

retroceso de las estructuras estructurantes de los modos de hacer, pensar y sentir,<br />

tanto en los dominios de lo privado como de lo público, favorecen la autonomía de<br />

la reflexividad individual y colectiva que reclama más y mejores fundadas razones<br />

para aceptar la autoridad y la legitimidad de las instancias de poder. Cuando mucho<br />

de lo sólido parece desvanecerse en el aire, los espacios nacionales-estatales y<br />

los actores vernáculos de las luchas políticas, no quedaron al margen de las crisis<br />

de confianza.<br />

Puede afirmarse que el capital globalizado operó revolucionando las relaciones<br />

económicas y sociales y su movilidad mundial desarticuló el triángulo fordista o<br />

socialdemócrata de relaciones Estado-asalariados-empresarios. La disminución de<br />

las capacidades estatales ante los agentes <strong>del</strong> capitalismo globalizado y los orga-<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

35


nismos internacionales de supervisión y de crédito, le restó sentido en los foros<br />

políticos a las discusiones sobre las estrategias de desarrollo autónomo y en esas<br />

circunstancias el denominado pensamiento único <strong>del</strong> neoliberalismo se convirtió<br />

en una especie de acta notarial de la constatación de la nueva situación nacional<br />

y mundial. Por su parte, la globalización cultural contribuyó a la heterogeneidad<br />

de todos los sectores sociales. En el extremo, puede afirmarse que los partidos sin<br />

ideas no fueron más que una especie de sinceramiento <strong>del</strong> hecho de la exterioridad<br />

<strong>del</strong> poder de decisión sobre los grandes asuntos públicos que tendía a restringir las<br />

intervenciones efectivas de los partidos y de los gobiernos.<br />

Lo que Ralf Dahrendorf (1989) denominó la cuadratura <strong>del</strong> círculo o, si se<br />

prefiere, la difícil tarea de combinar el mantenimiento de la capacidad competitiva<br />

de un país bajo las inestables y agresivas condiciones de la mundialización<br />

económica, lograr ese objetivo sin lesionar las bases de la cohesión y de la solidaridad<br />

social, asegurando la plena vigencia <strong>del</strong> régimen político democrático y<br />

respetando las regulaciones de una sociedad libre, fue, sin duda, la mejor síntesis<br />

de los desafíos de la complicada situación de la política en la segunda modernidad.<br />

Los dirigentes partidarios o gubernamentales que debieron enfrentar esa situación,<br />

a diferencia de Dahrendorf no estaban en una cálida biblioteca <strong>del</strong> St. Antony´s<br />

College de Oxford; se hallaban, por el contrario, al frente de naciones, estructuras<br />

partidarias o de aparatos estatales que habían entrado en la vorágine de lo<br />

que Anthony Giddens llamó un mundo desbocado. Dicho autor designó como la<br />

paradoja de la democracia, al hecho que ese tipo de régimen político “se expande<br />

por el mundo mientras que en las democracias maduras a las que el resto <strong>del</strong> mundo<br />

debe −en teoría− copiar, existe una desilusión generalizada con los procesos<br />

democráticos. En la mayoría de los países occidentales los niveles de confianza<br />

en los políticos ha caído en los últimos años. Vota menos gente que antes, particularmente<br />

en Estados Unidos. Cada vez son más quienes dicen no tener interés en<br />

la política parlamentaria, especialmente entre las generaciones jóvenes” (Giddens,<br />

2000:85).<br />

Con Giddens puede decirse que la modernización de los partidos fue considerablemente<br />

más lenta que los cambios registrados en los modos de vida de sus electores.<br />

En el heterogéneo panorama ideológico derivado de las modificaciones de la<br />

sociedad <strong>del</strong> último cuarto <strong>del</strong> siglo XX no faltaron, tampoco, quienes reaccionaron<br />

en defensa de los valores <strong>del</strong> “hombre y de la mujer corriente” y encontraron<br />

ecos en los discursos antipolíticos de los viejos y nuevos qualunquistas, críticos<br />

de lo que denominaban las “partidocracias”.<br />

Si la idea de la corrupción, con sus usos varios y equívocos, conoció a finales<br />

<strong>del</strong> siglo XX una enorme difusión para vilipendiar a los dirigentes partidarios o<br />

gubernamentales, fue, en buena medida, por haber canalizado malestares sociales<br />

de orígenes diversos. Desde ópticas distintas, fue el lugar común de reflexiones<br />

profanas y de reformadores éticos, que predicaban nuevas morales políticas. Aquí<br />

también cabe coincidir con Giddens y dudar sobre la novedad de la corrupción en<br />

los países democráticos, y pensar que “en una sociedad abierta a la información<br />

es más visible y los límites de lo que se considera corrupción han cambiado”


(Ibídem, 83). Esa observación sobre los países democráticos de más larga data,<br />

probablemente no corresponde a los que combinaron la salida de regímenes de<br />

tipo totalitario o autoritario con las privatizaciones de empresas estatales, que,<br />

como lo mostraron diversos estudios, expandieron las posibilidades de corrupción<br />

partidaria y gubernamental. 4<br />

Manteniéndonos en el tema de la relación entre partidos y valores éticos, digamos<br />

que la denominada crisis <strong>del</strong> militantismo, con la disminución <strong>del</strong> componente<br />

vocacional de la acción política, favoreció la entrada en los partidos de<br />

buscadores de prebendas, centrados en los intercambios y en las gratificaciones<br />

materiales, prácticas que encuentran climas propicios en las condiciones sociales<br />

de anomia o de crisis de sentido, propias de las épocas de cambio político. Sin ser<br />

el único factor en presencia, el rechazo a la política sin valores incrementó la desconfianza<br />

de la sociedad en los partidos. Pero, como lo destaca Klaus von Beyme<br />

(1995:195), esas críticas al cinismo de los partidos no son sólo disfuncionales para<br />

el funcionamiento de los sis<strong>temas</strong> políticos ya que incentivan a sectores de sus<br />

dirigencias a buscar soluciones para superar esas imágenes negativas.<br />

En fin, al igual que cualquier otra cuestión vinculada con cambios políticos,<br />

sociales y culturales actuales, el tema de la relación de la sociedad con los partidos<br />

deja abierto los interrogantes acerca de su carácter de fenómeno coyuntural o estructural.<br />

¿Se trata de una distancia crítica pasajera destinada a resolverse mediante<br />

la readecuación de los partidos a las nuevas configuraciones societales o se está<br />

frente a un cambio en los vínculos de la ciudadanía con los partidos que anuncia el<br />

inicio de una modificación permanente de los modos de representación? En todo<br />

caso, una respuesta que considere, a la vez, la existencia en las sociedades occidentales<br />

de una nueva cultura política, en la que la desconfianza ciudadana frente<br />

al poder y a las jerarquías se articula con demandas mucho más individualizadas<br />

que las de épocas inmediatamente precedentes, puede permitir indagar mejor sobre<br />

las realidades presentes y evitar profecías sin fundamentos. En todo caso, está<br />

casi de más aclarar que la constatación de la declinación de la legitimidad de los<br />

partidos en muchos contextos nacionales contemporáneos, no permite explicar la<br />

existencia de esos procesos diciendo, simplemente, que esto ocurre porque es un<br />

fenómeno época.<br />

Democracia y antimilitarismo<br />

Juan Linz sostuvo que los gobiernos democráticos que llegan al poder sin rupturas<br />

violentas o sin enfrentamientos con los regímenes autoritarios anteriores encuentran<br />

siempre dificultades para emprender las tareas de depuración política, de<br />

modificación legislativa o de cambios de los equipos administrativos y militares<br />

(Linz, 1978:35). En el caso argentino, al listado de dificultades de Linz cabe agregar<br />

las aportadas por los dirigentes partidarios que nunca habían participado de<br />

cuerpos institucionales de <strong>del</strong>iberaciones democráticas normales durante períodos<br />

razonablemente prolongados. Tampoco los partidos políticos habían tenido vidas<br />

internas capaces de funcionar, como se suele decir, como escuelas de democracia.<br />

En las condiciones de restricciones de las libertades públicas, los microcosmos<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

37


partidarios fueron lugares de formación de pequeños grupos que rememoraban<br />

pasados mejores que, salvo en ocasiones excepcionales, no participaban realmente<br />

en conflictos políticos.<br />

Durante el Proceso, algunos dirigentes partidarios colaboraron con los dictadores,<br />

mientras la mayoría hibernó a la espera de su desgaste y sólo unos pocos<br />

actuaron pidiendo reivindicaciones democráticas. En las elecciones de 1983, los<br />

clivajes políticos de las épocas anteriores no se reavivaron excesivamente ya que<br />

las coincidencias pidiendo el fin <strong>del</strong> régimen autoritario operaron disminuyendo<br />

la mención de los anteriores antagonismos, pero, de todos modos, tanto los peronistas<br />

como los radicales atrajeron adhesiones por sus respectivos pasados. Probablemente,<br />

al denunciar la existencia de un pacto militar-sindical, Raúl Alfonsín<br />

consiguió ganar a su favor las sensibilidades más marcadamente antimilitaristas<br />

a la vez que estableció un nexo con la antinomia histórica. 5 Los peronistas, en<br />

cambio, se mostraron más inclinados a recordar su decenio fundacional ya que<br />

el efímero gobierno 1973-76 no debió parecerles un tema proselitista atractivo y,<br />

convencidos <strong>del</strong> seguro triunfo de su candidato, prefirieron no agitar propuestas<br />

antimilitaristas. En la confusión reinante, ninguna fuerza política pareció estar en<br />

condiciones de captar las transformaciones de la sociedad y <strong>del</strong> Estado dejadas por<br />

la experiencia autoritaria que se cerraba.<br />

En la sociedad, la efervescencia política que estalló en la agonía <strong>del</strong> régimen<br />

procesista generó una sensibilidad social antimilitarista de características desconocidas<br />

en el país, originada más por la derrota en la guerra de las Malvinas, que<br />

por las informaciones, escasas todavía, de lo sucedido en materia de violaciones<br />

a los derechos humanos. La simpatía popular que despertó en sus comienzos la<br />

iniciativa bélica <strong>del</strong> Atlántico sur actuó como un factor de reconstrucción circunstancial<br />

<strong>del</strong> tejido social. Las multitudes que plebiscitaron en las calles el inicio y<br />

desarrollo de la guerra, fueron acompañadas por la mayoría de los dirigentes de<br />

todos los partidos políticos, de las corporaciones empresarias y sindicales, y por<br />

figuras relevantes de la cultura. Esa efervescencia social cambió de signo ante<br />

la certeza de la derrota y se convirtió en la base de un verdadero sentido común<br />

antimilitar que resultó decisivo en la transformación institucional <strong>del</strong> país. Si bien<br />

en sus comienzos el conflicto malvinense había suscitado reacciones antiimperialistas<br />

que objetivamente fortalecieron a los altos jefes castrenses en la lucha<br />

contra la alteridad británica, haciéndoles fantasear, seguramente, con el logro de<br />

un duradero apoyo de masas, con la capitulación la sociedad civil buscó, esta vez<br />

sin metáfora, a los “mariscales de la derrota” y los militares in toto fueron condenados<br />

por la opinión pública. No es arriesgado suponer que sin esa indignación<br />

ciudadana, los dirigentes de los principales partidos no hubiesen optado por juzgar<br />

a las Juntas.<br />

El antimilitarismo convertido en adhesión a la democracia, y la reconstrucción<br />

<strong>del</strong> pluralismo político pensada como lo inverso de la dictadura, formaron la base<br />

de un complicado entramado ideológico que generó las expectativas políticas y<br />

emocionales de un amplio sector de la población que por razones diversas luego se<br />

sentiría defraudado por los modos en que las dirigencias partidarias respondieron a


sus demandas y reclamos. Esa confusión entre el antimilitarismo y la democracia<br />

fue, desde 1984, incentivada por los conflictos institucionales con el militarismo<br />

residual de esa década. Las amenazas de retorno de los militares a la escena política,<br />

así como los retrocesos en materia de castigos a los responsables <strong>del</strong> Proceso,<br />

potenciaron la particular manera en que se había definido la democracia. Puede<br />

afirmarse que en la efervescencia política <strong>del</strong> ’83, se yuxtapusieron, sin coincidir,<br />

dos demandas en sentido estricto no coincidentes: la primera era la consecuencia<br />

real <strong>del</strong> desenlace de la guerra; la segunda, una expectativa imaginada sobre la<br />

democracia, cuestión ideal sobre la que la gran mayoría de la población carecía<br />

de experiencia.<br />

Más allá <strong>del</strong> valor histórico que suele asignarse a las legislaciones de la década<br />

de 1910 sobre la instauración <strong>del</strong> sufragio universal, secreto y obligatorio, ese<br />

buen comienzo quedó archivado en menos de dos decenios. Luego, durante algo<br />

más de medio siglo las reglas democráticas de funcionamiento <strong>del</strong> sistema político<br />

fueron sistemáticamente vulneradas. Los gobiernos civiles y militares, desde<br />

1930, restringieron, de diferentes modos y con disímiles argumentos, la plena vigencia<br />

de las libertades públicas y limitaron el pluralismo político. Al respecto, redunda<br />

nombrar aspectos emblemáticos: los conservadores de 1930/43 y el fraude;<br />

los peronistas de 1946/55 y el cercenamiento de la libre expresión; los gobiernos<br />

militares de los años 1955/73 y la anulación <strong>del</strong> pluralismo partidario; los peronistas<br />

de 1973/76 y el uso de medios extralegales de represión; el “proceso” y la<br />

supresión total <strong>del</strong> Estado de Derecho y los crímenes de lesa humanidad. En los<br />

intersticios de esos cinco decenios existieron intentos precarios de restauración<br />

democrática, sin legitimidad de origen, bajo tutela militar y en todos los casos<br />

cerrados por golpes castrenses.<br />

Durante ese prolongado período de intervenciones de los uniformados en la<br />

vida política, importantes sectores de la sociedad civil, no siempre los mismos,<br />

participaron de la formación de coaliciones golpistas y apoyaron las políticas de<br />

los gobiernos de facto (Sidicaro, 2004). En ese medio siglo, limitaciones de los<br />

derechos de ciudadanía política fue el rasgo predominante <strong>del</strong> desarrollo institucional.<br />

El campo político sui generis creado en esa situación naturalizó tanto la<br />

presencia <strong>del</strong> actor militar destituyendo gobiernos civiles, como a los dirigentes<br />

políticos que aceptaban o prohijaban la violación de las normas constitucionales.<br />

La ruptura histórica de 1983, no pudo, obviamente, suprimir los habitus o sis<strong>temas</strong><br />

de predisposiciones de las dirigencias partidarias socializadas en la anormalidad<br />

institucional reinante durante un período tan prolongado. En general, los análisis<br />

que abordaron la transición argentina a la democracia no adjudicaron mayor<br />

importancia al hecho de que los partidos que debían asumir un papel central en el<br />

nuevo régimen político eran portadores de continuidades de prácticas y de modos<br />

de pensar que poco tenían en común con las virtudes republicanas necesarias para<br />

construir una democracia de tipo occidental. Los principales partidos capitalizaban<br />

sufragios de importantes conjuntos de ciudadanos con su capacidad de evocar<br />

recuerdos más o menos difusos que dividían a la sociedad en sensibilidades políticas<br />

divergentes, cuyo poder emocional se mantenía, en buena medida, ayudado<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

3


por las discontinuidades <strong>del</strong> sistema institucional. Como un efecto no buscado de<br />

los golpes militares y las periódicas supresiones de las actividades de esos partidos,<br />

se congelaban las representaciones imaginarias de la sociedad y los discursos<br />

partidarios. Las transformaciones sociales y culturales de la sociedad alcanzaban<br />

en cierto modo a los partidos pero sus efectos se iban depositando como capas<br />

geológicas, modificando poco sus tradiciones ideológicas, sin alterar los estilos<br />

caudillistas de liderazgos.<br />

Esas máquinas partidarias defectuosas, aisladas de la ciudadanía durante las dictaduras,<br />

en un momento u otro habían fracasado en efímeros pasos por los gobiernos.<br />

El peronismo, la fuerza política que concitaba más apoyos desde mediados<br />

de los años ’40, nunca había tenido una organización normal de partido político;<br />

proscripto durante muchos años, existió como una combinación de grupos heterogéneos<br />

conducidos por un líder carismático, quien al fallecer en el gobierno sin que<br />

se hubiese producido el tipo de proceso que Max Weber denomina de rutinización<br />

<strong>del</strong> carisma, su sucesión llevó al desorden de sus seguidores. La Unión Cívica<br />

Radical conoció desde 1930 una serie de divisiones que debilitaron su capacidad<br />

electoral; su poder de convocatoria política desde mediados de los ’40 se basó en<br />

presentarse como el rival <strong>del</strong> peronismo. Luego, la dictadura procesista les dejó a<br />

los gobernantes radicales una desorganización <strong>del</strong> Estado, de la sociedad y de la<br />

economía, que conformaron problemas cualitativamente distintos a los previstos<br />

por su dirigencia partidaria. Pero, sobre todo, el radicalismo alfonsinista había<br />

llegado al gobierno en la época de la cuadratura <strong>del</strong> círculo.<br />

La inflexión pascual<br />

Los sucesos de abril de 1987 no inauguraron el distanciamiento de la sociedad<br />

civil con respecto a los partidos políticos, pero dieron un salto en ese sentido, por<br />

eso perduraron en la memoria colectiva como el final de la primera etapa <strong>del</strong> período<br />

de reconstrucción de las instituciones. Semana Santa <strong>del</strong> ’87 fue, si se quiere,<br />

el último acto de la efervescencia popular iniciada con la derrota en la guerra de<br />

las Malvinas. Si en el primer trienio alfonsinista, el entusiasmo por la clausura <strong>del</strong><br />

ciclo militar se combinó con la ilusión democrática, resumidos ambos en la fuerza<br />

simbólica de los Juicios a las Juntas, las evidencias de los retrocesos ante las imposiciones<br />

de los uniformados en abril de 1987, crearon en el espíritu público las<br />

certezas de que las instancias representativas no expresaban las demandas de justicia.<br />

Los sentimientos y las expectativas antimilitaristas habían tenido ya algunos<br />

motivos de fricciones con el gobierno, pero recién con el golpe pascual pareció<br />

quedar por primera vez en claro que en las condiciones de democracia representativa<br />

el pueblo no <strong>del</strong>iberaba ni gobernaba sino por medio de sus representantes.<br />

Sin embargo, para que tal división <strong>del</strong> trabajo político, normal en los regímenes<br />

democráticos, fuese aceptada como tal por los representados hubiese sido necesario<br />

que los representantes previamente transmitiesen mediante discursos públicos<br />

y acciones partidarias ideas al respecto para hacerlas aceptar por la ciudadanía. Es<br />

probable que esa meta hubiese sido factible ya que en una demostración de confianza,<br />

según se calcula, alrededor de tres millones y medio de personas se habían


afiliado a los dos grandes partidos tradicionales en las vísperas de las elecciones<br />

presidenciales. Sin embargo, los dirigentes de esos partidos demostraron no tener<br />

vocación, o interés, en discutir sobre el sentido de la democracia con la ciudadanía<br />

o, al menos, en generar espacios de <strong>del</strong>iberación y formación de quienes poseían<br />

más vocación y conocimientos acerca de las cuestiones públicas.<br />

La efervescencia política que había acompañado el establecimiento de la democracia<br />

no había sido considerada por amplios sectores de la población como<br />

un acto de <strong>del</strong>egación sin condiciones y, en especial, buena parte de aquellos que<br />

habían apoyado al radicalismo en 1983 y muchos de los que luego le dieron su adhesión<br />

por sus iniciativas tendientes a castigar a los responsables de la dictadura,<br />

no tenían subordinación a ningún partido político.<br />

Si en condiciones normales los dirigentes partidarios creen que “la política es el<br />

arte de lo posible” y sus apoyos les dejan la responsabilidad de gobernar sin otro<br />

recurso que el de castigarlos en las urnas venideras, algo muy distinto sucedió<br />

cuando las movilizaciones sociales se convirtieron en actores de la esfera pública<br />

de la política en los momentos liminares de la restauración democrática. Con independencia<br />

de las cantidades de personas que participaron en las movilizaciones<br />

antidictatoriales, en la sociedad había ganado espacio un nivel de <strong>del</strong>iberación y de<br />

politización como nunca se había conocido hasta entonces: las prioridades en materia<br />

de derechos humanos y peticiones de justicia se habían colocado por encima<br />

de las comparativamente menos atractivas agendas de los partidos tradicionales.<br />

Dichos partidos, sin experiencia de gestión, se vieron superados por el lenguaje de<br />

las reivindicaciones de carácter universal que venían de la sociedad y por el tenor<br />

de los reclamos fundados en valores. Sin proponérselo, los sublevados de Semana<br />

Santa de 1987 pusieron la piedra fundacional de un nuevo período: la clásica<br />

disyuntiva entre la ética de las convicciones y la ética de las responsabilidades no<br />

fue el dilema de un actor sino que abrió dos senderos que se bifurcaron. Con la<br />

inflexión pascual, lo que dio en llamarse el posibilismo argumentó en nombre <strong>del</strong><br />

grado de justicia posible en las condiciones políticas imperantes, mientras que en<br />

amplios sectores de la opinión movilizada se instaló la tesis de que la justicia no<br />

era materia de negociación. 6<br />

La legitimidad de la democracia<br />

Con conceptos de Max Weber se puede caracterizar al régimen democrático<br />

como un sistema de dominación legítimo basado en la creencia reinante en la población<br />

acerca de la aceptación de las directivas y orientaciones de las autoridades<br />

políticas a cargo de la conducción de los asuntos públicos por medio de las actividades<br />

de las burocracias estatales (Weber, 1999:173-180). 7 Dos elementos son<br />

fundamentales para asegurar esa creencia: el origen de las autoridades se ajusta a<br />

las normas legales establecidas para su designación y en el ejercicio de sus funciones<br />

éstas se subordinan al mandato de las leyes y aseguran la igualdad legal de los<br />

ciudadanos. No pocas veces se ha señalado el carácter formal de dicha igualdad<br />

ante la ley, pues las desigualdades sociales y económicas colocan a los individuos<br />

en asimetrías reales que contrastan con la igualdad legal. En ese sentido, la exis-<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

41


tencia <strong>del</strong> régimen democrático debe considerarse, justamente, a partir <strong>del</strong> poder<br />

simbólico <strong>del</strong> criterio de igualdad ante la ley compartido por sujetos conscientes<br />

de vivir en sociedades social y económicamente desiguales. Los privilegios de<br />

quienes poseen más riqueza y las asimetrías cotidianas surgidas de la división <strong>del</strong><br />

trabajo social son aspectos normales de las sociedades capitalistas cuyos sis<strong>temas</strong><br />

políticos se rigen por principios democráticos y esas diferencias usualmente son<br />

aceptadas salvo en las situaciones de extrema injusticia. Resulta aún más interesante<br />

el hecho de que cualquier ciudadano medianamente informado sabe que sus<br />

representantes en el ejecutivo o en el parlamento, a los que otorga su sufragio,<br />

reciben desde el momento de asumir sus funciones salarios que los sitúan en el<br />

estrato correspondiente al diez por ciento superior de los perceptores de ingresos.<br />

En las opiniones recogidas en nuestra investigación sobre la legitimidad de las<br />

instituciones públicas y de los partidos políticos argentinos, y lo mismo se constata<br />

en muchos estudios sobre <strong>temas</strong> conexos, las críticas a los dirigentes partidarios y<br />

a los funcionarios estatales en general se referían con gran frecuencia a las prácticas<br />

de corrupción y a su impunidad. Desde comienzos <strong>del</strong> decenio de 1990, las<br />

denuncias de corrupción se habían multiplicado en los medios de comunicación,<br />

encontrando acogida en las oposiciones antimenemistas, y sus ecos, naturalmente,<br />

se reflejaron en los estudios de opinión. Pero, detrás de las reiteradas menciones<br />

a la corrupción, aún cuando no todos los que nombran el tema lo digan explícitamente,<br />

se encuentra, en realidad, una cuestión mucho más significativa que el<br />

hecho de lucrar desde puestos de gobierno: la impunidad de los actos de corrupción<br />

en un régimen democrático revela la existencia de comportamientos que no<br />

se ciñen a las obligaciones de respeto a las leyes a la vez que muestran la falta de<br />

igualdad entre los ciudadanos. Si con la idea de la falta de justicia con respecto a<br />

los crímenes de la dictadura se había iniciado la erosión de la legitimidad de los<br />

dirigentes partidarios, luego, con el tema de la corrupción ese deterioro se amplió.<br />

Las percepciones individuales y/o colectivas de incumplimiento de las obligaciones<br />

legales minaron las bases <strong>del</strong> reconocimiento de las autoridades públicas y<br />

fueron haciendo crecientemente verosímiles las denuncias sobre nuevos actos de<br />

corrupción. Aún cuando, la corrupción no es una práctica inmediatamente visible,<br />

sin embargo, cuando se instala en una sociedad la creencia en su existencia a partir<br />

de algunos hechos puntuales, se deteriora la legitimidad <strong>del</strong> poder político que<br />

acepta, por acción u omisión, su existencia. 8<br />

Fragmentación social y la legitimidad política<br />

La idea de fragmentación social se ha incorporado al uso corriente para aludir<br />

al debilitamiento de la cohesión social, o de la integración social, y al aumento de<br />

las conductas individualistas. De modo más o menos directo según los casos, la<br />

fisura social resumida en la ampliación de la brecha de ingresos entre ganadores<br />

y perdedores de la experiencia económica neoliberal suele ser la referencia más<br />

conocida de las interpretaciones sobre los cambios sociales de las últimas décadas.<br />

Desde esa óptica, el descontento de la mayor parte de la ciudadanía con los<br />

partidos tiende a relacionarse mecánicamente con el deterioro de sus niveles de


ingresos. El error de ese tipo de reducciones explicativas consiste en convertir al<br />

interés económico en el factor clave de la producción de las subjetividades, visión<br />

de lo social, por otra parte, totalmente afín al denominado pensamiento único popularizado<br />

por el neoliberalismo.<br />

Por el contrario, aquí entendemos que es válido relacionar la fragmentación social<br />

con lo sucedido con las creencias en la legitimidad de los partidos políticos<br />

y sus dirigentes, en la medida que consideramos que dicho debilitamiento de la<br />

cohesión social tiene como consecuencia la aparición de procesos de individualización,<br />

en el sentido que Ulrich Beck da a ese concepto, que hacen que los sujetos<br />

tiendan a tomar distancia de sus anteriores creencias y tradiciones. La gran<br />

mutación social que se registró en los recientes decenios no fue la aparición de la<br />

pobreza ni la concentración <strong>del</strong> poder económico, tampoco es nueva la heterogeneidad<br />

de los sectores medios. Lo más relevante de los cambios producidos fue la<br />

crisis de las anteriores identidades sociales, la declinación de los antiguos actores<br />

colectivos, la multiplicación de los modos de vida diferentes, la caída de muchas<br />

de las certezas precedentes.<br />

Para decirlo de otro modo, se registraron crisis de sentido, fenómenos que aparecen<br />

en las sociedades que registran cambios sociales rápidos, ya sea que favorezcan<br />

o que perjudiquen a distintos sectores de sus poblaciones. Con la crisis de<br />

sentido aumenta la reflexión sobre lo social, y lógicamente sobre lo político, de<br />

muchas personas que antes estaban más sujetadas por las ideas hegemónicas y<br />

por los criterios de autoridad que fijaban límites a sus percepciones y a sus razonamientos.<br />

En otras palabras: el mayor éxito de la vigencia de la democracia, de<br />

la libertad de expresión, <strong>del</strong> fin <strong>del</strong> autoritarismo en los ámbitos culturales y de<br />

la comunicación, fue la aparición de múltiples y opuestos modos de pensar. Los<br />

efectos <strong>del</strong> cambio de régimen político se combinaron luego con la modernización<br />

económica que hizo más heterogénea la estructura social y, a la vez, la apertura al<br />

mundo globalizado completó la complejidad de los factores en presencia.<br />

De todas esas contradictorias transformaciones salieron individuos más exigentes<br />

frente a las instituciones estatales y a los partidos políticos, menos proclives a<br />

acordar legitimidad a partir de criterios tradicionales o de sus afinidades políticas<br />

anteriores con sectores dirigentes y, por lo tanto, más inclinados a defender lo<br />

que consideran sus derechos de ciudadanos. Esas personas, no importa cual fue<br />

su participación porcentual sobre el total de la población, reaccionaron en esferas<br />

distintas contra los privilegios, los abusos de poder y las más disímiles formas<br />

de injusticia, más allá que se hallasen entre los ganadores o los perdedores de la<br />

esfera económica.<br />

Si en lugar de tomar el término fragmentación como un sustantivo que describe<br />

las fisuras <strong>del</strong> mundo social se lo emplea como un concepto para hacer inteligible<br />

el debilitamiento de los vínculos sociales y sus consecuencias sobre las subjetividades,<br />

con la desorganización de las anteriores entidades colectivas, se puede<br />

establecer una referencia teórica fuerte para explicar las nuevas construcciones<br />

imaginarias de la sociedad que verbalizan los entrevistados o encuestados que<br />

dicen no tener confianza en los dirigentes partidarios. El debilitamiento de la co-<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

43


hesión social está en la base de la mayor diferenciación individual que posibilita<br />

las evaluaciones ciudadanas más exigentes sobre el respeto de las regulaciones<br />

jurídicas y, obviamente, la percepción de las desigualdades políticas que vulneran<br />

el funcionamiento esperado <strong>del</strong> régimen democrático.<br />

En el caso argentino, las frecuentes movilizaciones sociales de protesta ante<br />

situaciones de injusticia de los más disímiles tipos produjeron las fusiones de esas<br />

conciencias individuales en torno a los <strong>temas</strong> directamente relacionados con el<br />

cuestionamiento a la legitimidad de las instituciones públicas, de los partidos políticos<br />

y de sus dirigentes. Más allá que se tratase de incumplimientos de compromisos<br />

salariales, crímenes que se atribuían a elites provinciales, violación de regulaciones<br />

<strong>del</strong> sistema bancario, reclamos de mayor seguridad urbana, etc., la falta<br />

de idoneidad y/o las transgresiones de quienes desempeñaban funciones públicas<br />

suscitaron reacciones individuales y colectivas denunciando el incumplimiento<br />

de las leyes. Si los tejidos sociales más sólidos y la mayor integración social tienden<br />

a generar representaciones colectivas durables, con altas probabilidades de<br />

aparición de organizaciones corporativas o políticas permanentes, en cambio, con<br />

las condiciones de fragmentación social surgen conductas anómicas, generándose<br />

reacciones puntuales y erráticas, a veces violentas, que provocan un mayor debilitamiento<br />

de la legitimidad de las instituciones políticas.<br />

En la medida que la sociedad se hace menos representable, quienes se proponen<br />

realizar procesos de agregación de las demandas dispersas se encuentran con las<br />

dificultades de hacerlas compatibles entre sí. No es sorprendente, entonces, que<br />

con el aumento de las acciones sectoriales de autorepresentación hayan declinado<br />

las creencias en la legitimidad de los partidos y <strong>del</strong> parlamento, dado que esas<br />

instancias institucionales de negociación perdieron capacidades para armonizar y<br />

articular intereses parciales a los efectos de convertirlos en intereses generales.<br />

Conclusiones abiertas<br />

Tal como muchos aspectos lo indican, la combinación de factores que llevaron<br />

a la pérdida de la legitimidad de las instituciones estatales y de los partidos<br />

políticos se pone de manifiesto con frecuencia en nuestros días. Esa situación de<br />

escasa legitimidad no implica un riesgo inmediato para la existencia <strong>del</strong> régimen<br />

democrático pero disminuye la calidad de la vida pública. Sin duda, no existen<br />

soluciones mágicas e inmediatas para mejorar los nexos entre la ciudadanía y el<br />

sistema representativo, pero eso no debe llevar a obviar que la reproducción de<br />

las prácticas que debilitaron la legitimidad de las instituciones estatales y de los<br />

partidos deja abierto un futuro incierto para el todavía joven régimen democrático.<br />

Es notorio que en la opinión pública no existe un cuestionamiento de la validez <strong>del</strong><br />

orden político democrático en cuanto tal y el horizonte de referencias negativas<br />

lo siguen ocupando los dictadores militares. Las críticas a los dirigentes partidarios,<br />

las objeciones al funcionamiento de la justicia, las disconformidades con las<br />

políticas económicas, las denuncias de los numerosos casos de corrupción, las<br />

protestas ante los excesos e ineficiencias policiales, y la enumeración podría continuar,<br />

son <strong>temas</strong> que en principio preocupan a sectores distintos de la población


que ven afectados sus intereses particulares. Es más, no sólo todos los integrantes<br />

de esos sectores no coinciden en sus apreciaciones sino que, además, en no pocos<br />

dominios las opiniones se dividen según líneas de ruptura que impiden encontrar<br />

la unidad de las visiones contradictorias que fundamentan el malestar político<br />

existente.<br />

La novedad de diciembre de 2001 residió en la puesta en escena de una beligerante<br />

configuración de un sistema de alteridades en la que una amplia corriente<br />

de opinión coincidió en identificarse en un nosotros (el pueblo o los ciudadanos)<br />

versus ellos (la clase política). La caída de los relatos unificadores, el debilitamiento<br />

de las corporaciones profesionales, los deterioros <strong>del</strong> sistema ocupacional,<br />

la descomposición de las antiguas solidaridades, la erosión de las filiaciones<br />

institucionales, habían dado como consecuencia la vacancia política de quienes, a<br />

los tanteos, buscaban nuevas identidades. En no pocos casos, desde las ciencias<br />

sociales, el fenómeno tendió a pensarse cifrando expectativas en la eventual aparición<br />

de nuevos partidos o movimientos sociales destinados a suturar a los individuos<br />

atomizados, para convertirlos en protagonistas de procesos de recomposición<br />

progresista de la escena política primero y de la sociedad luego. Sería, entonces,<br />

resuelta una crisis que era definida, como en el caso de la salud de una persona,<br />

como una enfermedad pasajera. Siguiendo ese tipo de razonamientos no fueron<br />

pocos los que creyeron que en los sucesos de 2001 se encontraba el nacimiento<br />

de nuevas fuerzas sociales que reemplazaban a las de etapas anteriores. Desde esa<br />

óptica, la protesta de los individuos debía dar paso a la organización de sus demandas,<br />

al encuadramiento de sus preferencias, en síntesis, a la “reconstrucción de un<br />

sistema político normal para un país en serio”.<br />

Dichos observadores y narradores interesados por los fenómenos políticos de<br />

2001 pusieron el énfasis en la irrupción en el espacio público de nuevos actores<br />

destinados a sustituir, según opinaban, a los antiguos. En el margen opuesto se<br />

situaron aquellos que leyeron los hechos desde una óptica que remitía a la simple<br />

alternancia, poco prolija por cierto, entre las dos fuerzas partidarias que se turnaban<br />

en el control de los gobiernos nacionales y provinciales desde hacía más de<br />

medio siglo. Prácticamente, todas las visiones inmediatas captaban aspectos significativos<br />

de los acontecimientos, pero a la distancia de esos sucesos cabe destacar<br />

como traza más permanente de lo ocurrido el mantenimiento de la declinación de<br />

la legitimidad los partidos políticos, así como las notorias dificultades de crear<br />

nuevos. Mientras que en el plano económico existió una recuperación exitosa, en<br />

el político se generó una cierta polarización entre los adherentes y los opositores<br />

al gobierno 2003-2007, que se restableciese un sistema de partidos capaces de<br />

representar de un modo organizado las distintas sensibilidades en las que se habían<br />

dividido las opiniones de la ciudadanía. En las elecciones presidenciales de 2007,<br />

los Frentes expresaron la adecuación de los dirigentes políticos a la pérdida de<br />

legitimidad de los partidos. Pero, igualmente, fue un modo de aceptar el hecho de<br />

que los viejos conjuntos colectivos de personas se habían debilitado y que la convocatoria<br />

de apoyos debía hacerse a los individuos más que a los sectores sociales.<br />

Hoy, cuando se usa la noción de “sector social”, se está haciendo referencia a lo<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

45


que Pierre Bourdieu (2000) denomina un sector en el papel muy distinto al que<br />

poseía los atributos de hace varias décadas atrás. Si en un plano los Frentes pusieron<br />

de manifiesto las debilidades organizativas y las divisiones de los partidos<br />

que formalmente los integraban, en otro, al juntar candidatos de las más opuestas<br />

procedencias revelaron el alto grado de licuación de las antiguas identidades. Los<br />

Frentes supusieron alteridades ocasionales a diferencia de la época de los partidos,<br />

en la que el otro era un adversario bien definido. Es interesante destacar al respecto<br />

que la idea de la volatilidad de las preferencias ciudadanas se encontró presente en<br />

las estrategias de los tres Frentes considerados con más probabilidades competitivas:<br />

todos sabían, más por sentido práctico que por lecturas de modernas teorías<br />

sociales, que los procesos de individualización habían hecho más heterogénea la<br />

sociedad y exigentes a los ciudadanos. Los viejos partidos habían sido constructores<br />

de la política sólida, en tanto que la fluidez de los Frentes era una expresión <strong>del</strong><br />

bricolage precario de la política líquida: “hoy estamos, mañana…”.<br />

La distancia sociedad-partidos, no debe, sin embargo, confundirse con el desinterés<br />

por lo público ya que el mismo crece, normalmente, junto con la mayor<br />

información y educación ciudadana que caracteriza la época actual. Las personas<br />

que se hacen más exigentes y desconfían de muchas de las instituciones y personalidades<br />

en las que antes creían más o menos irreflexivamente, no son apolíticas.<br />

Por otra parte, si en la Argentina se mantuviese de un modo prolongado el debilitamiento<br />

de la legitimidad de fuerzas políticas sin organizaciones <strong>del</strong>iberativas y<br />

continuase la inclinación a colocar en el centro de la arena electoral a personalidades<br />

que compiten por los altos cargos de gobierno, eso crearía las condiciones<br />

típicas en las que los grandes intereses corporativos ven crecer sus capacidades de<br />

intervención en los procesos de toma de decisiones. No cabe descartar, tampoco,<br />

que la demagogia, la desviación clásica de la democracia, gane espacio en una<br />

escena política así desestructurada.<br />

Referencias<br />

1. La investigación se desarrolló en el marco <strong>del</strong> proyecto UBACyT: “Desestructuración de los<br />

vínculos sociales y pérdida de legitimidad de los partidos políticos argentinos y de las instituciones<br />

estatales en los 20 años de reconstrucción <strong>del</strong> régimen democrático” y de un Taller de Investigación de<br />

la Carrera de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Se realizaron 250 entrevistas<br />

no directivas a ciudadanos argentinos residentes en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, siguiendo<br />

los criterios de selección y de análisis de la información que muy resumidamente se presentan en el<br />

curso <strong>del</strong> presente texto.<br />

2. Se trata de informaciones provenientes de una encuesta multipropósito y longitudinal, con diseño<br />

en panel, aplicada a una muestra aleatoria de 2.500 casos representativos de la población de 18 años y<br />

más, residentes en el Área Metropolitana de Buenos Aires, Gran Córdoba, Gran Rosario, Gran Salta,<br />

Gran Resistencia, Gran Mendoza, <strong>Paraná</strong>, Bahía Blanca y Neuquén.<br />

3. Al respecto ver, N. BOTANA (2006) y H. QUIROGA (2005), Cap. 8.<br />

4. Al respecto, ver K. VON BEYME (1995), p.97.<br />

5. Al respecto, ver G. ABOY CARLÉS (2001).<br />

6. Sobre la politización de los Juicios a la Juntas, J. MALAMUD GOTI (2000:204) sostiene que: “Lo<br />

que sucedió en la Argentina es que una sociedad fragmentada no consideró –y sigue sin considerar– a<br />

los juicios como un modo de implantar el sentido de la responsabilidad personal, esencial para una<br />

democracia fundada en el respeto a los derechos individuales”. Al respecto, ver S. PEREYRA (2005).


7. Como resume Habermas (2005:535): “Max Weber entiende los órdenes estatales de las sociedades<br />

occidentales modernas como acuñaciones de la ‘dominación legal’. Basan su legitimidad en la fe en<br />

la legalidad <strong>del</strong> ejercicio de la dominación. La dominación legal cobra su carácter racional entre otras<br />

cosas porque la fe en la legalidad de los órdenes establecidos y en la preparación y competencia de los<br />

llamados al ejercicio de la dominación es de calidad distinta que la fe en la tradición o el carisma: es la<br />

racionalidad inmanente a la forma jurídica misma la que procura legitimidad a la dominación ejercida<br />

en formas legales”.<br />

8. Sobre las percepciones sociales de la corrupción en Argentina, hemos consultado los Informes<br />

Latinbarómetro <strong>del</strong> período analizado.<br />

Bibliografía<br />

G. ABOY CARLÉS (2001), Las dos fronteras de la democracia argentina, Rosario, Homo Sapiens.<br />

Z. BAUMAN (2003a), Modernidad líquida, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.<br />

(2003b), “Individualmente, pero juntos”, Prefacio de Z. Bauman a U.BECK; E. BECK-<br />

GERNSHEIM, La individualización. El individualismo institucionalizado y sus consecuencias sociales<br />

y políticas, Barcelona, Paidós.<br />

N. BOTANA (2006), Poder y hegemonía. El régimen político después de la crisis, Buenos Aires,<br />

Emecé.<br />

P. BOURDIEU (2000), “¿Cómo se hace una clase social? Sobre la existencia teórica y práctica de los<br />

grupos”, en P. BOURDIEU, Poder, derecho y clases sociales, Bilbao, Desclée.<br />

R. CASTEL (2004), La inseguridad social. ¿Qué es estar protegido?, Buenos Aires, Manantial.<br />

R. DAHRENDORF (1997), After 1989: Morals, Revolution and Civil Society, London, Macmillan.<br />

A. GIDDENS (2000), Un mundo desbocado. Los efectos de la globalización en nuestras vidas, Madrid,<br />

Taurus.<br />

J. HABERMAS (2005), Facticidad y validez. Sobre el derecho y el Estado democrático de derecho en<br />

términos de teoría <strong>del</strong> discurso, Madrid, Editorial Trotta.<br />

J. LINZ (1978), The Breakdown of democratic regimes: Crisis, Breakdown and Reequilibration,<br />

Baltimore, John Hopkins University.<br />

J. MALAMUD GOTI (2000), Terror y justicia en la Argentina. Responsabilidad y democracia después<br />

<strong>del</strong> terrorismo de Estado, Buenos Aires, Ediciones de la Flor.<br />

S. PEREYRA (2005), “¿Cuál es el legado <strong>del</strong> movimiento de derechos humanos? El problema de la<br />

impunidad y el reclamo de justicia en los noventa”, en F. SCHUSTER et al. (compiladores), Tomar la<br />

palabra. Estudios sobre protesta social y acción colectiva en la Argentina contemporánea, Buenos<br />

Aires, Prometeo-Facultad de Ciencias Sociales.<br />

H. QUIROGA (2005), La Argentina en emergencia permanente, Buenos Aires, Edhasa.<br />

R. SIDICARO (2004), “Coaliciones golpistas y dictaduras militares: el “proceso” en perspectiva<br />

comparada”, en A. PUCCIARELLI (comp.), Empresarios, tecnócratas y militares. La trama<br />

corporativa de la última dictadura, Buenos Aires, Siglo XXI.<br />

M. WEBER (1999), Economía y sociedad. Esbozo de sociología comprensiva, México, Fondo de<br />

Cultura Económica.<br />

K. VON BEYME (1995), Las clases políticas en el Estado de los partidos, Madrid, Alianza.<br />

Recibido: 20/09/08. Aceptado: 20/10/08<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

47


El Parlamento <strong>del</strong> �ercosur: ¿hacia un proceso de integración más<br />

democrático?<br />

María Victoria Álvarez<br />

María Victoria Álvarez es �agister en Integración y<br />

Cooperación Internacional – Universidad Nacional de<br />

Rosario y Katholie��e Univeriteit Leuven, Bélgica.<br />

�ail: mvalvarez@fcpolit.unr.edu.ar<br />

resumen<br />

La instalación de un Parlamento regional, cuyos<br />

miembros serán elegidos a través de sufragio<br />

universal directo a partir de 2011, constituye un<br />

hito sin precedentes en la historia <strong>del</strong> bloque.<br />

Este trabajo pretende realizar un breve análisis<br />

<strong>del</strong> alcance de la instalación de un órgano de estas<br />

características en el Mercosur, especialmente<br />

en relación al “déficit democrático” <strong>del</strong> bloque.<br />

Desde un punto de vista político, el Parlamento<br />

–que significa una señal de compromiso con la<br />

continuidad <strong>del</strong> proceso de integración– podría<br />

ejercer un papel fundamental en la defensa de la<br />

democracia y los derechos humanos; así como<br />

en la protección de los diversos intereses de la<br />

población. Adicionalmente, la elección directa<br />

de los parlamentarios podría constituir un ejercicio<br />

ciudadano que contribuya a incrementar<br />

la representatividad y legitimidad democrática<br />

<strong>del</strong> proceso de integración. Sin embargo, desde<br />

una perspectiva jurídica, el Parlamento regional<br />

se caracteriza por ser un órgano consultivo, con<br />

débiles atribuciones legislativas, presupuestarias<br />

y de control. Difícilmente la existencia <strong>del</strong><br />

Parlamento <strong>del</strong> Mercosur, tal como ha sido instituido,<br />

sea capaz de enmendar el “déficit democrático”<br />

<strong>del</strong> bloque.<br />

palabras claves<br />

Procesos de integración / Mercosur / Parlamento<br />

<strong>del</strong> Mercosur / déficit democrático<br />

summary<br />

The creation of a directly elected parliamentary<br />

body constitutes a milestone in the history of<br />

the bloc. Representatives to the Parliament will<br />

be elected by direct, universal and secret ballot<br />

in 2011. We analyze the creation of the Mercosur<br />

Parliament from both a political and a legal perspective,<br />

with emphasis on its effects on the “democratic<br />

deficit”. From a political point of view,<br />

the Mercosur Parliament could play an outstanding<br />

role in the defence of democracy and human<br />

rights, as well as the protection of interests<br />

of Member States’ populations. Additionally,<br />

direct elections to the Parliament could contribute<br />

to enlarge the bloc’s democratic legitimacy.<br />

From a legal standpoint, however, the regional<br />

Parliament’s fragile legislative, budgetary and<br />

oversight powers seem to hinder any possibility<br />

to overcoming the “democratic deficit” of the<br />

bloc.<br />

keywords<br />

Processes of economic integration / Mercosur /<br />

Mercosur Parliament / democratic deficit<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

4


Introducción<br />

Los procesos de integración no se desarrollan en el vacío sino en determinados<br />

contextos políticos, sociales y económicos. El desenvolvimiento de las instituciones<br />

democráticas internas de los países embarcados en proyectos integracionistas tiene<br />

repercusiones en las instituciones comunes.<br />

La consolidación democrática de los países <strong>del</strong> Mercosur en los últimos años,<br />

junto con el compromiso de sus gobiernos respecto al reforzamiento <strong>del</strong> bloque en<br />

el ámbito político, se conjugaron para llevar a<strong>del</strong>ante la creación de un Parlamento<br />

regional, elegido por los ciudadanos <strong>del</strong> Mercosur.<br />

El Parlamento <strong>del</strong> Mercosur (PM), que entró efectivamente en funciones el 7 de<br />

mayo de 2007, está compuesto por parlamentarios designados por sus respectivos<br />

congresos nacionales. El nuevo órgano unicameral cuenta con 18 parlamentarios<br />

por cada Estado parte <strong>del</strong> bloque, con un mandato de cuatro años. Además de Argentina,<br />

Brasil, Uruguay y Paraguay, participan <strong>del</strong> Parlamento los representantes<br />

de Venezuela, con voz pero sin voto hasta que se complete su proceso de adhesión<br />

al bloque.<br />

La novedad principal <strong>del</strong> PM, indudablemente, reside en el hecho de que sus<br />

miembros serán elegidos en forma directa por la ciudadanía a partir de 2011. El<br />

Parlamento estará conformado, entonces, por legisladores elegidos por los ciudadanos<br />

a través de sufragio universal, convirtiéndose en la única institución <strong>del</strong><br />

bloque que contará con una representación democrática directa.<br />

Este trabajo pretende realizar un breve análisis <strong>del</strong> significado que posee la instalación<br />

de un órgano de estas características en el Mercosur, teniendo en cuenta que<br />

el abordaje de la institucionalización <strong>del</strong> bloque regional “debe hacerse a partir de<br />

las características propias de esta alianza y de su expresión histórica, identificando<br />

con realismo necesidades y posibilidades, y no tratando de deducir respuestas institucionales<br />

basadas en mo<strong>del</strong>os teóricos o en experiencias de procesos de integración<br />

con rasgos diferentes” (Pena y Rozemberg, 2005:14).<br />

A un año de su puesta en marcha efectiva, el Parlamento se constituye en un<br />

actor digno de ser analizado, desde dos puntos de vista complementarios. Por un<br />

lado, por el significado presente y futuro <strong>del</strong> Parlamento desde una perspectiva<br />

política. En particular, analizaremos en este artículo el papel <strong>del</strong> PM en la defensa<br />

de derechos humanos y en los vínculos con la sociedad civil. Por otro, la justa<br />

valoración de un órgano de este tipo resulta incompleta si se excluye el examen jurídico<br />

de su naturaleza y atribuciones. Finalmente, incluiremos algunas reflexiones<br />

acerca de los efectos que la instalación <strong>del</strong> Parlamento podría producir respecto al<br />

llamado “déficit democrático” <strong>del</strong> Mercosur.<br />

Perspectiva política<br />

Tal como afirma Bernal-Meza (2001:39), la institucionalización es la manifestación<br />

jurídica de la voluntad política de integrarse, de la decisión política de<br />

avanzar en un proceso irreversible de integración. La instalación <strong>del</strong> Parlamento<br />

formaliza la voluntad de los gobiernos <strong>del</strong> bloque (principalmente de Argentina y<br />

Brasil) de afirmar la continuidad <strong>del</strong> proyecto integracionista.


La instalación <strong>del</strong> Parlamento concreta una importante señal política, por parte<br />

de los Estados parte, hacia dentro y hacia afuera <strong>del</strong> Mercosur respecto a la irreversibilidad<br />

<strong>del</strong> proceso de integración. Más aún, implica un intento por dejar<br />

de entender al Mercosur solamente como un proyecto económico-comercial para<br />

apuntar a convertirse en una empresa de integración más profunda.<br />

Este ha sido el objetivo principal de la política brasileña respecto al Mercosur<br />

desde la llegada al gobierno de Luiz Inácio “Lula” da Silva en 2002. El cambio<br />

de gobierno implicó un giro respecto a la percepción <strong>del</strong> proyecto integracionista<br />

en el Cono Sur, otorgando mayor importancia a los avances institucionales de tipo<br />

político, como la constitución de un parlamento regional elegido mediante sufragio<br />

universal (Castro Mendizábal, 2005:13).<br />

La creación de órganos que no habían sido contemplados en los acuerdos originarios,<br />

y que surgen con posterioridad, forma parte <strong>del</strong> “gradualismo” típico <strong>del</strong><br />

Mercosur, una tendencia a crear organismos a partir de los requerimientos que el<br />

proceso va demandando (Pena y Rozemberg, 2005:2). Sin embargo, es materia<br />

de controversia si los resultados <strong>del</strong> proceso de institucionalización <strong>del</strong> bloque<br />

proveen un marco de referencia consistente para el intercambio de capitales,<br />

bienes, personas y servicios, tareas imprescindibles en un proceso de integración<br />

que aspira a convertirse en un mercado común. En este sentido, se torna vital la<br />

necesidad de realizar una reformulación conceptual <strong>del</strong> Mercosur paralelamente a<br />

la creación de instancias institucionales, de manera que la institucionalización sea<br />

justificada por la profundización <strong>del</strong> proceso de integración (Bernal-Meza, 2001:74).<br />

Un proceso de mayor institucionalización, sin embargo, no necesariamente conduce<br />

a un incremento de la eficiencia gubernamental, ya que puede suceder que se<br />

sustituya la burocracia doméstica por una internacional (Bernal-Meza 2001:40).<br />

En particular, existe el riesgo de que el Parlamento regional se convierta en otro<br />

órgano burocrático vacío de sentido, que aumente el costo de la estructura institucional<br />

sin alcanzar sus cometidos políticos. La introducción de una institución<br />

costosa e ineficiente pondría en juego la confianza de las sociedades de los Estados<br />

parte en el proyecto integracionista. El crecimiento exponencial de órganos y<br />

mecanismos institucionales, además, no lograría disimular las evidentes deficiencias<br />

<strong>del</strong> Mercosur (Czar de Zalduendo, 2004:5).<br />

El Parlamento <strong>del</strong> Mercosur debería evitar el desprestigio de otras experiencias<br />

en América Latina, como el Parlamento Centroamericano, que sufre la amenaza<br />

de desaparición bajo acusaciones de ser ineficiente, despilfarrar fondos públicos y<br />

proteger a ex-funcionarios corruptos gracias a sus inmunidades. Por el contrario,<br />

al otro lado <strong>del</strong> Atlántico, el Parlamento Europeo ofrece una enseñanza clara en el<br />

sentido que la consolidación como institución legislativa es una tarea que requiere<br />

tiempo, y sobre todo, voluntad política.<br />

Para que el establecimiento <strong>del</strong> Parlamento constituya un aporte institucional<br />

positivo, y no forme parte de una inconveniente multiplicación de órganos, esta<br />

institución debería encarnar la representación política y social de las comunidades<br />

de los Estados participantes. En este sentido, las esperanzas se orientaron a la<br />

posibilidad de que el Parlamento <strong>del</strong> Mercosur amplíe la agenda interna <strong>del</strong> bloque<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

51


y tenga la capacidad de contener, articular y orientar los diversos intereses de las<br />

sociedades de los Estados parte que no encuentran cabida en otras instituciones.<br />

Inclusive, muchos de los <strong>temas</strong> conflictivos <strong>del</strong> bloque podrían ser debatidos en el<br />

Parlamento, como foro privilegiado para intentar zanjar las discusiones y alcanzar<br />

consensos.<br />

Competencias <strong>del</strong> PM en el ámbito político<br />

El Parlamento <strong>del</strong> Mercosur podría convertirse en un canal privilegiado de<br />

conexión con la ciudadanía. En este ámbito, sobresale la función de “organizar<br />

reuniones públicas, sobre cuestiones vinculadas al desarrollo <strong>del</strong> proceso de integración,<br />

con entidades de la sociedad civil y los sectores productivos” (art. 4<br />

inciso 9 Protocolo Constitutivo <strong>del</strong> Parlamento <strong>del</strong> Mercosur, PCPM, el énfasis es<br />

nuestro). Asimismo, el PM puede “recibir, examinar y en su caso canalizar hacia<br />

los órganos decisorios, peticiones de cualquier particular de los Estados Partes,<br />

sean personas físicas o jurídicas, relacionadas con actos u omisiones de los órganos<br />

<strong>del</strong> Mercosur” (art. 4 inciso 10 PCPM, el énfasis es nuestro). Estas disposiciones<br />

resultan sumamente relevantes ya que la calidad <strong>del</strong> vínculo que el Parlamento<br />

establezca con los ciudadanos y la sociedad civil es central para avanzar hacia una<br />

cultura política e institucional favorable al proceso de integración.<br />

En este sentido, se trata de un órgano que ha sido concebido para desempeñar<br />

un fuerte papel político. El Parlamento tiene importantes funciones referidas a la<br />

preservación de la democracia y el respeto de los derechos humanos. Es destacable<br />

la obligación <strong>del</strong> Parlamento de presentar un informe anual sobre la situación de<br />

los derechos humanos en la región (art. 4 inciso 3 PCPM, el énfasis es nuestro),<br />

el cual podría ser utilizado como instrumento de presión hacia cualquier tentativa<br />

de los gobiernos de afrentar esos derechos en su territorio. De particular interés,<br />

asimismo, es el deber <strong>del</strong> Parlamento de velar por la preservación <strong>del</strong> régimen<br />

democrático en los Estados Partes, de conformidad con las normas <strong>del</strong> Mercosur<br />

(art. 4 inciso 2 PCPM, el énfasis es nuestro).<br />

Los logros <strong>del</strong> PM en el ámbito político<br />

Desde que entró efectivamente en funciones, en mayo de 2007, el Parlamento<br />

<strong>del</strong> Mercosur ha realizado una tarea por demás discreta en su rol político y de vínculo<br />

entre el esquema institucional <strong>del</strong> Mercosur y la ciudadanía.<br />

Las primeras cinco sesiones ordinarias (de mayo a septiembre de 2007) estuvieron<br />

dedicadas a la puesta en marcha y organización interna <strong>del</strong> Parlamento,<br />

que incluyó, entre las cuestiones más importantes, la aprobación <strong>del</strong> Reglamento<br />

interno, la conformación de las comisiones parlamentarias y la organización de los<br />

órganos internos <strong>del</strong> Parlamento.<br />

A partir de la VI sesión ordinaria (octubre 2007) el Parlamento inició su accionar<br />

propiamente dicho. La VII sesión ordinaria (noviembre 2007) y la sesión extraordinaria<br />

de diciembre de 2007 completaron el primer año de actividad. El resultado<br />

de esas reuniones se resume en varias Disposiciones, cuatro Declaraciones y dos<br />

Resoluciones.


De los principales actos jurídicos aprobados, sólo pueden destacarse la Declaración<br />

de Apoyo <strong>del</strong> Parlamento <strong>del</strong> Mercosur al régimen institucional de<br />

Bolivia 1 , de respaldo a las gestiones <strong>del</strong> Presidente de Venezuela Hugo Chávez<br />

para un acuerdo humanitario en Colombia 2 , y la condena al genocidio <strong>del</strong> pueblo<br />

armenio 3 .<br />

Desde el inicio <strong>del</strong> año 2008, el Parlamento se ha reunido en dos ocasiones: el<br />

31 de marzo (VIII sesión plenaria) y los días 28 y 29 de abril (IX sesión plenaria).<br />

Entre los actos aprobados, cabe mencionar una Declaración de aplauso al Grupo<br />

de Rio y al Consejo Permanente de la Organización de los Estados Americanos,<br />

que condenaron la violación <strong>del</strong> territorio ecuatoriano por parte de las fuerzas<br />

militares de Colombia, durante la operación contra guerrilleros de las Fuerzas Armadas<br />

Revolucionarias de Colombia 4 .<br />

Más allá de estas exiguas manifestaciones, algunos <strong>temas</strong> políticos sensibles<br />

dentro <strong>del</strong> Mercosur no han podido ingresar en el orden <strong>del</strong> día <strong>del</strong> Parlamento.<br />

Este es el caso de los cortes de puentes internacionales entre Argentina y<br />

Uruguay por parte de movimientos ambientalistas argentinos en protesta por la<br />

instalación de papeleras sobre el Río Uruguay. La cuestión, de importantes efectos<br />

medioambientales y económicos, y que, además, ha generado ásperas rigideces<br />

entre los respectivos gobiernos, ha estado ausente <strong>del</strong> debate parlamentario<br />

regional. La insistencia <strong>del</strong> gobierno argentino sobre la “bilateralidad” <strong>del</strong> conflicto<br />

en contra de cualquier intento de “multilateralización” quedó fielmente reflejada en<br />

la constante oposición de los diputados argentinos oficialistas a discutir la cuestión<br />

en el recinto pese a constantes pedidos por parte de legisladores uruguayos, quienes<br />

consideran a los cortes como una trasgresión al Tratado de Asunción.<br />

La lentitud en la puesta en marcha <strong>del</strong> Parlamento, la aprobación de declaraciones<br />

que no constituyen ningún tipo de aporte a la visibilidad <strong>del</strong> nuevo órgano,<br />

sumado a la falta de debate sobre <strong>temas</strong> de interés para la ciudadanía de los Estados<br />

parte, acrecienta las dudas sobre las condiciones <strong>del</strong> PM para conducir la<br />

representación de las sociedades de los países <strong>del</strong> bloque.<br />

Perspectiva jurídica<br />

El análisis en este ámbito gira alrededor de dos cuestiones principales: la supranacionalidad<br />

y las competencias <strong>del</strong> nuevo órgano.<br />

En cuanto a la primera cuestión, funcionarios y especialistas afirman que el<br />

establecimiento <strong>del</strong> parlamento regional representa para el bloque el paso de una<br />

estructura institucional exclusivamente intergubernamental a un sistema mixto, al<br />

añadir una institución supranacional.<br />

Para que una institución sea supranacional debe cumplir rígidas condiciones<br />

–que suponen cesión de soberanía de los Estados–, que no están presentes en el<br />

PM. El Parlamento es beneficiario, sin embargo, de algunas disposiciones que lo<br />

aproximan a la supranacionalidad.<br />

Uno de estos elementos está expresado en el PCPM: “Los miembros <strong>del</strong> Parlamento<br />

no estarán sujetos a mandato imperativo y actuarán con independencia<br />

en el ejercicio de sus funciones” (art. 9). El Parlamento se erige así en un órgano<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

53


independiente y autónomo de los demás órganos <strong>del</strong> bloque y de los gobiernos de<br />

los Estados parte. Adicionalmente, los parlamentarios <strong>del</strong> Mercosur, al redactar<br />

su Reglamento interno, han reforzado esta predisposición. Tal como ocurre en el<br />

Parlamento Europeo, el PM podrá organizarse en grupos de acuerdo con sus afinidades<br />

políticas (art. 33 Reglamento interno <strong>del</strong> PM). 5 La existencia de grupos<br />

políticos trans-nacionales es una condición esencial para avanzar en la construcción<br />

de una representatividad regional.<br />

El Protocolo <strong>del</strong> PM ofrece un elemento adicional intrínsecamente supranacional<br />

al establecer que el Parlamento adopta sus decisiones y actos por distintas<br />

mayorías (mayoría simple, absoluta, especial o calificada, art. 15 PCPM).<br />

Una organización de tipo supranacional tiene capacidad de adoptar decisiones<br />

por mayoría en contraposición a los órganos intergubernamentales, que deciden<br />

por unanimidad, lo cual otorga un poder de veto a cualquiera de los Estados parte.<br />

El mecanismo de mayorías previsto para el PM constituye un rasgo que lo diferencia<br />

de su antecesora, la Comisión Parlamentaria Conjunta <strong>del</strong> Mercosur (CPC),<br />

que por su carácter intergubernamental, sólo adoptaba decisiones por consenso.<br />

Sin embargo, el rasgo de supranacionalidad que podría otorgar la forma de<br />

tomar decisiones no consigue convertir al Parlamento <strong>del</strong> Mercosur en un órgano<br />

supranacional.<br />

En primer lugar, las decisiones <strong>del</strong> PM carecen de estatus superior a las normas<br />

de los parlamentos nacionales; la normativa <strong>del</strong> bloque es creada por los órganos<br />

decisorios intergubernamentales, y continúa vigente la necesidad de incorporar<br />

dicha normativa a los respectivos ordenamientos jurídicos nacionales. Las normas<br />

Mercosur carecen de aplicabilidad inmediata y efecto directo, característico de<br />

esquemas supranacionales.<br />

En segundo lugar, la relevancia <strong>del</strong> procedimiento de decisión por mayoría resulta<br />

reducida por el hecho de que las competencias legislativas, de control y presupuestarias<br />

<strong>del</strong> Parlamento son sumamente débiles.<br />

Competencias legislativas, de control y presupuestarias <strong>del</strong> PM<br />

La existencia de un parlamento regional conlleva ventajas a un proceso de integración<br />

por su contribución a la función legislativa. Las competencias <strong>del</strong> Parlamento<br />

en este ámbito son cualitativa y cuantitativamente superiores a las de la<br />

CPC. Ello no implica, sin embargo, que el Parlamento sea propiamente un órgano<br />

legislativo.<br />

Por un lado, las llamadas atribuciones legislativas <strong>del</strong> Parlamento <strong>del</strong> Mercosur<br />

no atañen estrictamente la “creación” de normas supranacionales, pese a que la<br />

variedad de actos jurídicos que puede generar se ve acrecentada, al poder “emitir<br />

declaraciones, recomendaciones e informes sobre cuestiones vinculadas al desarrollo<br />

<strong>del</strong> proceso de integración” (art. 4 inc. 11 PCPM), “proponer proyectos de<br />

normas Mercosur al Consejo Mercado Común (CMC)” (art. 4 inc.13) o “elaborar<br />

estudios y anteproyectos de normas nacionales” (art. 4 inc. 14).<br />

Por otro lado, se configura un procedimiento que requiere el dictamen <strong>del</strong> PM<br />

sobre proyectos de normas <strong>del</strong> Mercosur. Los órganos decisorios <strong>del</strong> bloque tienen


la obligación de transmitir al Parlamento los proyectos de normas antes de ser<br />

aprobados, para que éste emita un dictamen. Si el proyecto de norma es aprobado<br />

por el órgano decisorio de conformidad con los términos <strong>del</strong> dictamen <strong>del</strong> Parlamento,<br />

la norma debe ser considerada por los poderes legislativos nacionales<br />

dentro de los 180 días siguientes a través de un procedimiento preferencial. Sin<br />

embargo, los órganos decisorios <strong>del</strong> Mercosur no están obligados a aprobar la<br />

norma según los términos <strong>del</strong> dictamen <strong>del</strong> Parlamento sino que sólo tienen la<br />

obligación de solicitarlo (art. 4 inc. 12 PCPM). Pese a ser un avance, este procedimiento<br />

no significa la incorporación de una competencia propiamente de creación<br />

de legislación.<br />

En definitiva, el Parlamento carece de poderes que le permitan exceder su carácter<br />

de órgano básicamente consultivo y asesor. La limitación de sus competencias<br />

legislativas es especialmente grave, y crea dudas acerca de la capacidad <strong>del</strong><br />

Parlamento para avanzar en sus objetivos de armonización de las legislaciones<br />

nacionales e incorporación de la normativa <strong>del</strong> Mercosur a los ordenamientos jurídicos<br />

internos, designios fundamentales para acrecentar la seguridad jurídica <strong>del</strong><br />

bloque.<br />

En cuanto a las competencias de control, el Parlamento <strong>del</strong> Mercosur supone<br />

un a<strong>del</strong>anto respecto a la CPC. Mientras que ésta podía “solicitar a los órganos<br />

institucionales <strong>del</strong> Mercosur informaciones respecto a la evolución <strong>del</strong> proceso de<br />

integración” (art. 3 inc. c Reglamento interno CPC), el Parlamento puede efectuar<br />

pedidos de informes u opiniones por escrito a los órganos decisorios y consultivos<br />

<strong>del</strong> Mercosur sobre cuestiones vinculadas al desarrollo <strong>del</strong> proceso de integración<br />

que deben ser respondidos en un plazo máximo de 180 días (art. 4 inc. 4 PCPM).<br />

El PM, entonces, puede solicitar informes y este pedido debe ser respondido en<br />

menos de seis meses. Si bien este plazo es relativamente prolongado, representa<br />

una mejora respecto a la CPC, que no preveía ningún lapso de tiempo para que su<br />

pedido fuera satisfecho. Adicionalmente, el PM recibe de la Presidencia Pro Tempore<br />

<strong>del</strong> Mercosur un programa de trabajo al inicio de cada semestre, y un informe<br />

final sobre las actividades realizadas (art. 4 incisos 6 y 7). Sin embargo, el PM no<br />

tiene ninguna potestad sobre el nombramiento o remoción de los miembros de<br />

los órganos decisorios intergubernamentales. Los frágiles mecanismos de control<br />

institucional <strong>del</strong> Mercosur no son comparables con el control político instaurado<br />

en otros procesos de integración.<br />

Por último, el Parlamento <strong>del</strong> Mercosur carece prácticamente de atribuciones<br />

presupuestarias, ya que sólo es notificado sobre estas cuestiones al recibir, dentro<br />

<strong>del</strong> primer semestre de cada año, un informe sobre la ejecución <strong>del</strong> presupuesto de<br />

la Secretaría Administrativa <strong>del</strong> Mercosur <strong>del</strong> año anterior. El presupuesto de la<br />

Secretaría en 2008 representa algo más de un millón de dólares.<br />

Los logros <strong>del</strong> PM en materia legislativa y de control<br />

Hasta la fecha, el Parlamento <strong>del</strong> Mercosur se ha limitado a aprobar un puñado<br />

de Declaraciones, Resoluciones y Recomendaciones. El órgano parlamentario<br />

regional no ha aprovechado las atribuciones que posee (y que no contaba su an-<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

55


tecesora, la CPC) en cuanto a la posibilidad de aprobar anteproyectos de normas<br />

–que son las proposiciones orientadas a la armonización de las legislaciones de los<br />

Estados Parte, dirigidos a los parlamentos nacionales para su eventual consideración–;<br />

y los proyectos de normas <strong>del</strong> Mercosur, que constituyen las proposiciones<br />

normativas presentadas para la consideración <strong>del</strong> CMC.<br />

El Parlamento tampoco ha tenido la ocasión de llevar a<strong>del</strong>ante el denominado<br />

“procedimiento de dictamen consultivo” ya que el CMC todavía no ha enviado<br />

proyectos de normas –que requieren aprobación legislativa en uno o más Estados<br />

Parte– para que el Parlamento emita su opinión antes de su aprobación.<br />

En cuanto a las tareas de control, el Parlamento, en cumplimiento <strong>del</strong> PCPM, se<br />

limitó a recibir el programa de trabajo al inicio de la Presidencia Pro Tempore de<br />

Paraguay para el primer semestre de 2007 y de Uruguay para el segundo semestre<br />

de 2007. Asimismo, en la IX Sesión Plenaria recibió <strong>del</strong> Canciller argentino el<br />

informe de la Presidencia Pro Tempore para el primer semestre de 2008.<br />

El debate sobre el “déficit democrático”<br />

El Parlamento <strong>del</strong> Mercosur dista de ser un órgano legislativo en tanto el poder<br />

reglamentario se mantiene en manos de los órganos decisorios, y sólo se instala un<br />

procedimiento que requiere el dictamen <strong>del</strong> PM aunque no es vinculante. Igualmente,<br />

sus potestades de control y presupuestarias son prácticamente inexistentes.<br />

El Parlamento se asemeja a un órgano con funciones netamente consultivas sin<br />

protagonismo en los procesos de decisión <strong>del</strong> bloque. Con todo, supone un avance<br />

con relación a la CPC. Entonces, ¿se ha conseguido subsanar la falta de “democratización”<br />

en el Mercosur con la creación <strong>del</strong> Parlamento?<br />

Recordemos que el problema <strong>del</strong> llamado “déficit democrático” es causado, según<br />

los especialistas, por la falta de mayor participación <strong>del</strong> poder legislativo en<br />

el proceso de toma de decisiones, esto es, la ausencia de mecanismos propios de<br />

control y de creación de normas (Vázquez, 2002:<strong>16</strong>9).<br />

Explicar el “déficit democrático” que se registra en el Mercosur en términos<br />

de falta de efectiva intervención <strong>del</strong> órgano legislativo en el proceso decisorio<br />

implica, consiguientemente, que la solución se remitiría a la constitución de un<br />

parlamento regional, de características supranacionales, con amplios poderes, que<br />

reduzca la hegemonía de los ejecutivos en el bloque. Entendido el déficit en estos<br />

términos, difícilmente la existencia <strong>del</strong> Parlamento <strong>del</strong> Mercosur, tal como ha sido<br />

instituido, sea capaz de enmendarlo.<br />

No obstante, la conveniencia de crear el Parlamento <strong>del</strong> Mercosur podría basarse<br />

en el empeño de dotar de mayor representatividad al proceso de integración, teniendo<br />

en cuenta que los parlamentos disfrutan de una función de representación.<br />

Según el PCPM, los parlamentarios representan a los pueblos <strong>del</strong> Mercosur (art.<br />

2). La elección de los miembros <strong>del</strong> Parlamento por sufragio universal directo se<br />

constituiría, así, como un medio para la promoción de la participación ciudadana<br />

en el proceso de integración y el aumento de la legitimidad democrática. Asimismo<br />

muchos creen que el PM puede coadyuvar a la construcción de un demos e<br />

identidad “mercosureñas”.


Estas consideraciones están imbuidas de enfoques que aseveran que las instituciones<br />

poseen un valor “constitutivo” y, por lo tanto, pueden contribuir a robustecer<br />

el propio proceso de integración regional. A la luz de esta visión, el PM podría<br />

apuntar a la construcción de una nueva auto-percepción y de una identidad en<br />

relación con el espacio regional (Colacrai, 2005:394).<br />

Sin embargo, es apresurada cualquier conclusión sobre la posibilidad que tengan<br />

las elecciones al Parlamento de construir una conciencia de identidad regional, y<br />

otorgar mayor legitimidad al proceso de integración. La experiencia en otras partes<br />

<strong>del</strong> mundo indica claramente que la construcción de una identidad regional es<br />

una cuestión cultural y no se resuelve a fuerza de tratados o procesos electorales<br />

(CERA, 2006:19). En el caso de la Unión Europea, por ejemplo, las elecciones al<br />

Parlamento Europeo aún no han logrado crear una verdadera “identidad comunitaria”.<br />

La continua merma en la concurrencia de los votantes –sumado al hecho<br />

de que las elecciones europeas resultan ser referendos sobre el desempeño de los<br />

respectivos gobiernos nacionales– son manifestaciones de las persistentes dificultades<br />

para alcanzar ese objetivo.<br />

Tal como ha sido concebido, el Parlamento <strong>del</strong> Mercosur no resuelve por sí solo<br />

el importante “déficit democrático” que caracteriza al bloque (Geneyro y Vázquez,<br />

2006:14). Adicionalmente, la posibilidad de avanzar hacia una cultura política e<br />

institucional favorable a un proceso de integración cualitativamente diferente no<br />

deja de estar condicionada por la situación política que se registre en los países<br />

miembros, caracterizada en los últimos años por sucesivas crisis de representatividad<br />

y legitimidad democrática (CERA, 2006:14).<br />

Consideraciones finales<br />

Son diversas las dudas sobre el futuro <strong>del</strong> Parlamento <strong>del</strong> Mercosur. Una nueva<br />

institución puede implicar formidables costos financieros y políticos si el acrecentamiento<br />

de la burocracia no se traduce en respuestas y mayor representatividad<br />

para los ciudadanos. La falta de competencias relevantes y el consecuente papel<br />

relegado en el proceso de toma de decisiones hacen <strong>del</strong> Parlamento un órgano<br />

jurídicamente irrelevante en el esquema institucional. Por consiguiente, es incierta<br />

su contribución en el proceso de internalización de normas y la seguridad jurídica<br />

<strong>del</strong> bloque.<br />

Sin embargo, los beneficios de contar con un órgano parlamentario democrático<br />

deberían ser superiores a las desventajas. Desde el punto de vista político, el<br />

Parlamento –cuya cristalización significa una señal de compromiso con la continuidad<br />

<strong>del</strong> proceso de integración– puede ejercer un papel fundamental en la<br />

defensa de la democracia y los derechos humanos; así como en la protección de<br />

los diversos intereses de la población. Adicionalmente, la elección directa de los<br />

parlamentarios a partir de 2011 podría constituir un relevante ejercicio ciudadano<br />

que contribuya a incrementar la representatividad y legitimidad democrática <strong>del</strong><br />

proceso de integración.<br />

El logro de este objetivo se cumplirá en la medida en que el Parlamento consiga<br />

superar los condicionamientos jurídicos que lo debilitan, maximizar su papel po-<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

57


lítico, y convertirse en un verdadero órgano representativo de los ciudadanos <strong>del</strong><br />

bloque y en un auténtico legislador de la integración. Difícilmente el proceso de<br />

integración logre un carácter democrático si el cuerpo legislativo no es más que un<br />

órgano consultivo y no tiene verdadera y efectiva intervención en los procesos de<br />

decisión relevantes para la ciudadanía.<br />

El desafío es lograr articular la idea política de un Mercosur democrático y representativo<br />

con una institución parlamentaria ambiciosa y eficaz.<br />

Referencias<br />

1. MERCOSUR/PM/DECL, 05/2007.<br />

2. MERCOSUR/PM/DECL, 03/2007.<br />

3. MERCOSUR/PM/DECL, 04/2007.<br />

4. MERCOSUR/PM/DECL, 03/2008. La declaración incluye la sugerencia de que América <strong>del</strong> Sur<br />

continúe siendo una región en que “predominen la cooperación y la solución negociada de los conflictos,<br />

con vistas a su integración en los marcos de democracias prósperas, estables y socialmente<br />

justas”.<br />

5. Actualmente, el Parlamento <strong>del</strong> Mercosur cuenta con un grupo político constituido: el Partido<br />

Nacional.<br />

Bibliografía<br />

R. BERNAL-MEZA (2001), “Institucionalización <strong>del</strong> Mercosur”, en D. BENECKE y A. LOSCHKY<br />

(editores), Mercosur: Desafío político, Buenos Aires, CIEDLA/Fundación Konrad Adenauer.<br />

CÁMARA DE EXPORTADORES DE LA REPÚBLICA ARGENTINA (CERA) (2006), Parlamento<br />

<strong>del</strong> Mercosur: ¿la voz de los ciudadanos en la integración?, Buenos Aires, Disponible en http://www.<br />

cera.org.ar/new-site/documentos/es/139/0.93860000%2011931814<strong>16</strong>/pdf/PARLAMENTO_DEL_<br />

MERCOSUR.pdf.<br />

M. S. CASTRO MENDIZÁBAL (2005), “La política exterior de Brasil durante el primer año de presidencia<br />

de Lula: un marco para el análisis futuro”, Ponencia presentada en el XI Encuentro de Estudiantes<br />

y Graduados de Relaciones Internacionales <strong>del</strong> Cono Sur - CONOSUR “El Mandato histórico de<br />

la Integración”, Montevideo, 6-9 de octubre.<br />

M. COLACRAI (2005), “La marcha de la integración en América Latina. El rol de las ideas, instituciones<br />

y políticas en el Mercosur”, en A. BORÓN y G. LECHINI, Política y movimientos sociales en un<br />

mundo hegemónico. Lecciones desde África, Asia y América Latina, Buenos Aires, CLACSO.<br />

S. CZAR DE ZALDUENDO (2004), “La institucionalización <strong>del</strong> Mercosur: ¿Ouro Preto II?”, en<br />

Puente@Europa, Año 2, Nº 8.<br />

P. DA MOTTA VEIGA (2005), “A política comercial do Governo Lula: continuidade e inflexão”, Brief<br />

#19, Latin American Trade Network (LATN) - Fundaçao Centro de Estudos do Comércio Exterior,<br />

Buenos Aires – Rio de Janeiro.<br />

A. DREYZIN DE KLOR (2004), “La necesidad de un Parlamento para el Mercosur”, en Fundación<br />

Konrad Adenauer y Comisión Parlamentaria Conjunta <strong>del</strong> Mercosur (editores), Hacia el Parlamento<br />

<strong>del</strong> Mercosur, Montevideo.<br />

R. GENEYRO y A. MUSTAPIC (2000), “Fortalecimiento de la dimensión parlamentaria e institucional<br />

<strong>del</strong> proceso de integración. Pautas para su futura evolución”, en G. CAETANO y R. PERINA<br />

(Coord.), Parlamentos e instituciones en el Mercosur. Los nuevos desafíos, Montevideo, CLAEH y<br />

UPD-OEA.<br />

R. GENEYRO y M. VÁZQUEZ (2006), “La ampliación de la agenda política y social para el Mercosur<br />

actual”, Revista sobre fronteras e integración, Año 11, Nº 20, Aldea Mundo.<br />

A. MALAMUD (2001), “Democracias presidencialistas y procesos de integración. Hacia un enfoque<br />

comparativo <strong>del</strong> Mercosur”, en J. PINTO (Comp.), Argentina entre dos siglos. La política que viene,<br />

Buenos Aires, EUDEBA.


(2002), “Integración regional en América Latina: teorías e instituciones comparadas”,<br />

en Revista Argentina de Ciencia Política, Nº 5/6, Buenos Aires, EUDEBA.<br />

A. MALAMUD y L. DE SOUSA (2005), “Regional Parliaments in Europe and Latin America: Between<br />

Empowerment and Irrelevance”, presentado en el First Global International Studies Conference<br />

(World International Studies Committee - WISC), Bilgi University, Istanbul.<br />

D. PAIKIN (2006), “Legitimidad, soberanía y democracia. Debates abordados en torno al Parlamento<br />

<strong>del</strong> MERCOSUR”, ponencia presentada en las XIV Jornadas de Jóvenes Investigadores de AUGM,<br />

Buenos Aires.<br />

C. PENA y R. ROZEMBERG (2005), “Una aproximación al desarrollo institucional <strong>del</strong> Mercosur: sus<br />

fortalezas y debilidades”, Documento de divulgación, Nº 31, Buenos Aires, BID – INTAL.<br />

F. PEÑA (2005), “Understanding Mercosur and its future”, Jean Monnet/Robert Schuman Paper Series,<br />

Vol. 5, Nº 14, The Jean Monnet Chair, University of Miami (USA).<br />

M. VÁZQUEZ (2002), “Sobre la dimensión parlamentaria de los procesos de integración regional.<br />

El Mercosur y la Unión Europea en perspectiva comparada a la luz de los desafíos <strong>del</strong> Área de Libre<br />

Comercio de las Américas”, en Revista de Ciencia Política, Nº 5/6, Buenos Aires, EUDEBA.<br />

Recibido: 20/05. Aceptado: 07/07<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

5


Educación, ciudadanía y democracia.<br />

Análisis en torno al acceso a la universidad de los sectores sociales de<br />

menores ingresos<br />

María Fernanda Juarros y Alejandra Martinetto<br />

María Fernanda Juarros es �agíster en Política<br />

y Gestión de la Ciencia y la Tecnología (CEA-UBA),<br />

docente- investigadora <strong>del</strong> Instituto de Investigaciones<br />

en Ciencias de la Educación (IICE-FFyL-UBA).<br />

�ail: fjuarros@clacso.edu.ar<br />

resumen<br />

La plena ciudadanía se ejerce haciendo uso<br />

de todos los derechos ciudadanos; esto implica<br />

no sólo el derecho a votar y expresarse en las<br />

urnas, sino también, a educarse, trabajar, a tener<br />

atención en salud, a tener previsión social, entre<br />

otros. Si la mitad de la población, no puede hacer<br />

uso pleno de sus derechos porque no tiene<br />

acceso real a los servicios básicos que el Estado<br />

debiera garantizar, la democracia no funciona<br />

plenamente.<br />

En una sociedad estructurada alrededor <strong>del</strong><br />

mundo <strong>del</strong> trabajo, los certificados de estudio<br />

cobran cada vez mayor importancia. La pregunta<br />

es si la universidad pública puede dar respuesta a<br />

esta fragmentación <strong>del</strong> tejido social, democratizando<br />

su acceso a los distintos sectores sociales,<br />

posibilitando el ejercicio de sus derechos.<br />

Las políticas de admisión que buscan regular<br />

el acceso a este nivel en función de la relación<br />

demanda-capacidad, establecen requisitos exigibles<br />

a los aspirantes. Allí se sitúa la discusión<br />

acerca de la Educación Superior como derecho o<br />

como privilegio.<br />

El presente artículo intenta plantear algunas<br />

líneas de discusión y reflexión a partir de la necesidad<br />

de atender la problemática de acceso real<br />

a los estudios universitarios, y analiza el perfil<br />

de los estudiantes universitarios para visualizar<br />

la composición social de este colectivo en los<br />

25 años de democracia en nuestro país, especialmente<br />

en la UBA.<br />

palabras claves<br />

universidad pública / ciudadanía / democracia /<br />

ingreso / perfil de los estudiantes<br />

Alejandra Martinetto es �agíster en Políticas<br />

Sociales (FCS-UBA), docente-investigadora <strong>del</strong><br />

Instituto de Investigaciones en Ciencias de la<br />

Educación (IICE-FFyL-UBA).<br />

�ail: alemartinetto@arnet.com.ar<br />

summary<br />

Full citizenship works when exercised by<br />

people through their all citizen rights, which<br />

means not only their political rights, but to receive<br />

a full education, to healthcare, the rights<br />

to work, standard rights, and more. When half<br />

of the citizens in a nation haven’t access to the<br />

social rights, that the Estate should guarantee,<br />

democracy cannot be substantive.<br />

When society is structured about work’s<br />

world, education certificates become more and<br />

more social- valued. The present question is if<br />

public university may contribute to reconstruct<br />

social integration, democratizing access for social<br />

groups traditionally excluded from this level<br />

of studies.<br />

Admission policies that regulate the entrance<br />

at this high level of education by regulating the<br />

ratio between qualifications and applications,<br />

establish the requirements of average skills for<br />

applying students. Is at this point where resides<br />

the discussion about High School education as a<br />

right or a privilege.<br />

The present article tries to lead some of the<br />

most important issues about this theme, intending<br />

to analyze the “real access” to the university<br />

studies, and to characterize the students’<br />

social composition during the actual democracy<br />

process in our country, particularly at Buenos<br />

Aires University.<br />

keywords<br />

public university / citizenship / democracy /<br />

access / students’ social composition<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

61


Introducción<br />

En el presente trabajo nos proponemos analizar el concepto de ciudadanía y la<br />

ampliación de los derechos sociales 1 focalizándolo en el derecho a la educación, y<br />

en particular a la Educación Superior de la que históricamente los grupos sociales<br />

de menores ingresos han quedado excluidos.<br />

En nuestro país, el ingreso a este nivel <strong>del</strong> sistema educativo aparece como tema<br />

problemático. 2 Al inicio de cada año lectivo, los medios de comunicación se hacen<br />

eco de esta situación proyectando la conflictiva y compleja relación que se establece<br />

entre el Estado, la sociedad y las instituciones universitarias. 3 Asimismo, su<br />

centralidad como tema permanente de preocupación de los actores involucrados<br />

en la actividad académica quedó manifiesta en la realización <strong>del</strong> Primer Encuentro<br />

Nacional sobre la Problemática de Ingreso que se realizó en el año 2004, organizado<br />

por la Universidad Nacional de Córdoba, y en el II Encuentro Nacional de<br />

Ingreso realizado en octubre de 2006, en la Universidad Nacional de Entre Ríos,<br />

con el fin de profundizar el debate iniciado, comparar prácticas y elaborar críticamente<br />

aportes y propuestas que enriquezcan esta compleja temática.<br />

Las políticas de admisión que buscan regular el acceso a este nivel mediante<br />

diversos procedimientos, constituyen el componente en discusión en las políticas<br />

universitarias, que en función de la relación demanda-capacidad, establecen requisitos<br />

exigibles a los aspirantes. 4 Estas políticas han llevado, en algunas instituciones,<br />

a la configuración de un sistema de mayor selectividad desde el punto de vista<br />

social por el hecho de ser restringido a los jóvenes con mayor formación previa,<br />

y dificultar el ingreso de jóvenes de menores recursos que no pueden competir en<br />

términos académicos con aquellos. 5 Sin embargo, la argumentación a favor <strong>del</strong><br />

ingreso directo que apela a garantizar la igualdad de oportunidades, no toma en<br />

cuenta que el ingreso irrestricto sólo garantiza el acceso a las instituciones universitarias<br />

pero no la permanencia en ellas. Si a éstas ingresan alumnos que no poseen<br />

las habilidades necesarias para apropiarse de los conocimientos que las mismas<br />

producen y reproducen, el acceso es sólo ilusorio. De este modo, existe consenso<br />

en torno a la idea de la inexistencia de un ingreso irrestricto en las actuales condiciones<br />

de desigualdad y exclusión social. Es posible distinguir entonces, el acceso<br />

formal <strong>del</strong> acceso real a las instituciones universitarias.<br />

Nuestra intención es dar cuenta <strong>del</strong> fenómeno por el cual el nivel universitario<br />

continúa presentando un claro sesgo en su composición socioeconómica hacia los<br />

sectores de clase media y alta. Asimismo, pretendemos plantear algunas líneas<br />

de discusión y reflexión a partir de la necesidad de atender la problemática de la<br />

democratización <strong>del</strong> nivel que se impone con creciente preocupación en la agenda<br />

de la Educación Superior.<br />

El concepto de ciudadanía y la adquisición de los derechos sociales en<br />

el contexto de los países de la región<br />

La plena ciudadanía se ejerce pudiendo hacer uso de todos los derechos <strong>del</strong><br />

ciudadano; esto implica no sólo el derecho a votar y expresarse en las urnas, sino<br />

también, a educarse, a trabajar, a tener atención en salud, a contar con previsión


social, y a ampliar todas sus capacidades como ser humano. Si la mitad de la población<br />

no puede hacer uso pleno de sus derechos porque no tiene acceso real a<br />

los servicios básicos que el Estado debería garantizar, el carácter democrático <strong>del</strong><br />

gobierno no funciona plenamente.<br />

La constitución <strong>del</strong> Estado de Derecho en Europa tuvo, como dimensión paralela,<br />

la configuración de la sociedad civil como expresión de la influencia de las<br />

asociaciones libres sobre las políticas públicas. El emblema de esta nueva relación<br />

entre poder político y sociedad fue la figura <strong>del</strong> ciudadano opuesta a la <strong>del</strong> súbdito<br />

(Portantiero, 2000:124). La legitimidad reconocida al orden social y político no<br />

era incompatible, sino que incluía, la aceptación amplia de un conjunto de desigualdades<br />

en ciertos aspectos de la vida colectiva, que Carlos Franco (1998:176)<br />

denominó principio de desigualdades socialmente aceptadas. 6 De este modo, la<br />

ciudadanía, clave de la tradición política de la modernidad, impregnó también el<br />

horizonte de nuestra historia latinoamericana desde el momento en que la constitución<br />

de las repúblicas en el siglo XIX se inspiraron en las declaraciones de<br />

derechos norteamericana y francesa (Portantiero, 2000:127). Sin embargo, a partir<br />

de la constitución de los Estados latinoamericanos, se han dado procesos de autoritarismo<br />

ligados con mo<strong>del</strong>os populistas en lo político, en el marco de un desarrollo<br />

económico basado en los principios capitalistas, pero cumpliendo el rol de<br />

países dependientes. En este contexto, se generó una sociedad desigual, ya desde<br />

su origen, con gran presencia de pobres y un núcleo pequeño de sectores de elite,<br />

decisores de las políticas, ligados a intereses económicos nacionales y/o foráneos,<br />

que han concentrado más de la mitad de la riqueza desarrollada en la región y que<br />

se han mantenido hasta la actualidad en el poder.<br />

La transición a las democracias en los países de nuestra región a partir de los<br />

’80 no cambió este mo<strong>del</strong>o, más bien intentó una reconstrucción de las prácticas<br />

de la democracia liberal, y hoy conviven una relativamente afianzada democracia<br />

electoral (con los límites que esta práctica tiene en nuestros países) con un deterioro<br />

significativo de sus aspectos republicanos y con una exclusión y marginalidad<br />

social y cultural que va en crecimiento. Según Portantiero (2000:131) constituye<br />

un espacio de escasa densidad ciudadana y baja calidad democrática dentro de los<br />

parámetros de una poliarquía.<br />

De este modo, si acordamos que la democracia debe ser un régimen indisociable<br />

de una concepción sustantiva de los fines de la institución política (Castoriadis,1997:59)<br />

podemos señalar que en Argentina y también en el resto de la región,<br />

no ha tenido lugar el proceso de consolidación <strong>del</strong> régimen democrático, no se han<br />

realizado cambios económicos y sociales tales como la mayor redistribución de<br />

ingresos, los derechos económico-sociales, igualdad de oportunidades, necesarios<br />

para que se de la igualdad de todos los ciudadanos. Por lo tanto el principio que<br />

planteara Franco de desigualdades socialmente aceptadas se ve continuamente<br />

resquebrajado; los sectores excluidos se reconocen como marginados <strong>del</strong> sistema<br />

y sin acceso a los derechos que la legislación garantiza. Para el caso latinoamericano,<br />

Gino Germani 7 utilizó la conceptualización de Marshall elaborando un<br />

diseño sobre los dilemas de la constitución de una comunidad política en América<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

63


Latina. En su enfoque, la saga de los derechos se articula con modulaciones de la<br />

participación ciudadana (desde la limitada a la plena, pasando por la ampliada)<br />

a la vez que propone una suerte de desviación lógica y cronológica <strong>del</strong> patrón<br />

marshalliano, derivada de formas particulares de relación entre movilización y<br />

representación (Portantiero, 2000:174).<br />

Uno de los aparatos por excelencia para reproducir estas relaciones sociales de<br />

poder es el sistema educativo. El acceso a los diferentes niveles de educación es,<br />

por lo tanto, un objeto de estudio interesante para analizar cómo se constituye y se<br />

resignifica la ciudadanía en un país periférico, luego de la reforma neoliberal <strong>del</strong><br />

Estado y en un contexto de aparente cambio superador de la misma. Asimismo, se<br />

debe poner en consideración que pertenecemos a una sociedad estructurada alrededor<br />

<strong>del</strong> mundo <strong>del</strong> trabajo, en la cual los certificados de estudio cobran cada vez<br />

mayor importancia, al tiempo que se agudizan los procesos de desigualdad.<br />

Hasta la segunda mitad <strong>del</strong> siglo pasado, el centro de atención en el análisis<br />

<strong>del</strong> ejercicio de la ciudadanía a partir de la búsqueda de igualdad, estuvo puesto<br />

en la dimensión político- jurídica. El énfasis en el acceso a derechos sociales y<br />

la distribución justa –y no sólo formal– de oportunidades económicas inspiró<br />

desde la posguerra las políticas de bienestar universales. Se sostenía que toda diferenciación<br />

temprana perseguía una consolidación de las diferencias de clase. Sin<br />

embargo, las transformaciones socio-económicas de las últimas décadas, la crisis<br />

<strong>del</strong> empleo y los procesos de exclusión, han abierto la preocupación en el debate<br />

social-demócrata sobre la igualdad de oportunidades no sólo de la cuestión de la<br />

justa distribución de oportunidades, sino también en torno al principio que Rawls<br />

(2000) llama de la diferencia. Según este principio, las expectativas de quienes<br />

están mejor situados son justas sí y sólo sí funcionan como parte de un esquema<br />

que mejora las expectativas de los miembros menos favorecidos de la sociedad.<br />

En este marco, la equidad significa el derecho igual a tratamiento equivalente. La<br />

equidad de las oportunidades consiste entonces no sólo en compensar en el punto<br />

de partida las desigualdades de la naturaleza o las disparidades de fortuna, sino que<br />

apunta a dar de manera permanente los medios para garantizar equidad (Rosanvallon,<br />

1995:210). De este modo, el concepto de equidad concentra los reclamos por<br />

redistribución económico-social y reconocimiento de diversidades culturales.<br />

En la región, en desarrollos más recientes nos encontramos con un mo<strong>del</strong>o que<br />

parte de la política social de los noventa. Sonia Fleury (1997), por ejemplo, critica<br />

a los mo<strong>del</strong>os ideales en sentido weberiano que fueron sujetos a las realidades de<br />

ciertos países industrializados <strong>del</strong> Primer Mundo y que a pesar de eso, no se pueden<br />

ver reflejados en los casos concretos. De todas maneras rescata la importancia de<br />

contar con mo<strong>del</strong>os que sirven para realizar el análisis y brindan instrumental para<br />

organizar las características principales <strong>del</strong> fenómeno (Ibídem:135). Esta estrecha<br />

relación entre políticas sociales e ideologías queda explícita en la diversidad de<br />

conceptos aplicados a un mismo aspecto y, más aún, en el significado antagónico<br />

atribuido, a veces, a un mismo concepto. En ese sentido, desarrolla una nueva conceptualización,<br />

inspirada en la clasificación de Tittmus (1981) y Esping-Andersen<br />

(1993) y también distingue tres modalidades. 8


E. Bustelo (1998) integra no sólo la tensión compensación-redistribución, sino<br />

que enfatiza el eje de la autonomía y emancipación de los actores sociales. En ese<br />

sentido desarrolla la noción de Ciudadanía Asistida que apunta a la no preocupación<br />

por la distribución <strong>del</strong> ingreso y la riqueza; las desigualdades son vistas<br />

como naturales, considerando que las políticas <strong>del</strong> Estado deben ser marginales. 9<br />

De manera opuesta, presenta la Ciudadanía Emancipada que toma la igualdad<br />

social como valor central, entendida principalmente como derecho de las personas<br />

a tener iguales oportunidades para acceder a los bienes social y económicamente<br />

relevantes. Igualdad implica equidad y también la justicia redistributiva basada en<br />

la solidaridad colectiva. 10<br />

Estos últimos aportes tienen una relación directa con el rol que juega la educación<br />

en los logros de este tipo de ciudadanía. A su vez, el nivel universitario<br />

es el encargado de proveer, no sólo profesionales, sino también productores de<br />

políticas, mo<strong>del</strong>os, propuestas superadoras de la situación actual. Esta temática ha<br />

comenzado a ocupar un espacio en los <strong>debates</strong> de los estudios sobre la universidad.<br />

Poder tener en claro la relación con el desarrollo de la ciudadanía, nos da más<br />

elementos para intentar trabajar por una democratización integral y sustantiva.<br />

Una mirada histórica al proceso de nuestras universidades<br />

Los cambios ocurridos en el mundo a partir de mediados <strong>del</strong> siglo XX, suscitaron<br />

en los países de la región, una extraordinaria demanda <strong>del</strong> incremento de<br />

las oportunidades para acceder a niveles superiores de educación, de manera que<br />

la admisión restrictiva a la universidad fue difícil de sostener. Durante los años<br />

’60, la teoría <strong>del</strong> Capital Humano 11 , tuvo notable influencia en el crecimiento de<br />

instituciones y en el aumento de la cobertura esencialmente <strong>del</strong> segundo nivel de<br />

educación. 12<br />

En este contexto de crecimiento de los estudios secundarios habilitantes para<br />

cursar estudios superiores, la demanda por estos últimos comenzó a imponer la<br />

necesidad de atender el tema de la admisión a la universidad (Chiroleu, 1999:32).<br />

En otros términos, la expansión de la matrícula de educación media generó en<br />

las instituciones de Educación Superior un desplazamiento <strong>del</strong> acceso de elite al<br />

acceso de masa.<br />

Si hasta mediados <strong>del</strong> siglo XX, la universidad recibía a un número reducido<br />

de jóvenes que reunían condiciones semejantes de pertenencia social, a partir de<br />

esa etapa, se incorporaron grupos heterogéneos tanto en su formación académica<br />

como en su origen social. Surgieron entonces mecanismos de control explícitos<br />

como el ingreso restringido para lograr un aumento de la eficacia seleccionando a<br />

los mejores, o mecanismos de control implícito como el ingreso irrestricto apelando<br />

al principio de justicia social. De modo que la selección operó en ambos casos<br />

aunque en momentos diferentes <strong>del</strong> transcurso de los estudios, y con costos y<br />

resultados institucionales y sociales diferentes (García Guardilla, 1991:78). Estos<br />

mecanismos fueron desde la imposición de exámenes de ingreso y cupos, hasta la<br />

diferenciación de la Educación Superior y la creación de circuitos alternativos a<br />

partir de la ampliación de la oferta de carreras terciarias.<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

65


Aunque el crecimiento de estos circuitos alternativos al sistema universitario en<br />

América Latina fue heterogéneo, en Argentina la matrícula total de la Educación<br />

Superior que comprende tanto al sector superior terciario como al universitario, se<br />

expandió a un ritmo elevado a lo largo de todo el siglo XX y comienzos <strong>del</strong> XXI,<br />

con una tasa de crecimiento <strong>del</strong> orden <strong>del</strong> 14% anual (ver Cuadro 1). Asimismo<br />

cuenta con una de las tasas brutas de escolarización superior más altas de Latinoamérica,<br />

<strong>del</strong> 50% de los jóvenes en el año 2001 (INDEC, 2005).<br />

Cuadro 1<br />

Aumento de la matrícula de nivel Terciario, por sexos. Argentina<br />

Año Ambos sexos Masc. Fem.<br />

1970 13.4 15.1 11.6<br />

1980 21.8 21.8 21.9<br />

1983 25.1 23.2 27.0<br />

1984 29.0 26.9 31.0<br />

1985 35.7 33.6 37.8<br />

1986 37.7 35.0 40.4<br />

1987 39.5 36.4 42.7<br />

1994 36.2<br />

Fuente: Elaboración propia, 2008, sobre la base de los datos de UNESCO, 2008.<br />

Cabe destacar que en América Latina, el sistema de Educación Superior (unisistema<br />

de Educación Superior (universitario<br />

y no universitario) se ha caracterizado históricamente por el beneficio<br />

<strong>del</strong> financiamiento estatal. Aún hoy, en nuestro país el porcentaje de jóvenes matriculados<br />

en instituciones públicas asciende a más <strong>del</strong> 82% en relación al 18% que<br />

elige estudiar en universidades de gestión privada (ver Cuadro 2). Sin embargo,<br />

la crisis por la que atravesó la región a partir de la década <strong>del</strong> 80, impactó en las<br />

prácticas y formas de organización de estas instituciones, las que debieron afrontar<br />

el desafío de actuar en escenarios cada vez más complejos, inciertos e inestables a<br />

partir de la desaceleración de la expansión económica producida por las políticas<br />

keynesianas. Los nuevos escenarios se edificaron entonces a partir <strong>del</strong> cambio en<br />

el papel <strong>del</strong> Estado que se plasmó en las nuevas tendencias de las políticas públicas<br />

en relación con la Educación Superior. La aplicación de los principios <strong>del</strong> libre<br />

mercado estableció presiones a los gobiernos de la región para que adoptaran estrategias<br />

tendientes a racionalizar y recortar el presupuesto universitario (Juarros,<br />

2006:71).<br />

Para el caso argentino, la dictadura militar de 1976 significó el desplazamiento<br />

de los ejes centrales <strong>del</strong> principal discurso educacional, que con revisiones y reformas<br />

en diversos momentos, tenía un siglo de existencia. A partir de la nueva<br />

orientación <strong>del</strong> régimen autoritario, comenzó a enunciarse lo que sería una nueva<br />

tendencia en el modo de entender las funciones y sentidos colectivos <strong>del</strong> sistema


educativo en general, y <strong>del</strong> sistema universitario público en particular (Martinetto,<br />

2007 en prensa). Básicamente, la educación dejó de ser una razón de Estado para<br />

pasar a ser una razón individual, poniendo en cuestión la concepción sobre aquél<br />

como principal agente educativo. Ese desplazamiento en el discurso generó una<br />

serie de consecuencias, entre las que entraba fuertemente en cuestión la tradicional<br />

concepción <strong>del</strong> sistema educacional argentino, que articulaba las nociones de<br />

modernización, civilización, laicismo, Estado educador, progreso, educación para<br />

todos como cuestión de Estado (Southwell, 2006) e igualación como homogeneización,<br />

entre otras; es decir, entró en cuestión la concepción tradicional sarmientina<br />

que había funcionado por casi un siglo de nuestra historia.<br />

Cuadro 2<br />

Cantidad de estudiantes de carreras de pregrado y grado según tipo de gestión<br />

Estudiantes 2006 %<br />

Total 1.583.376 100<br />

Gestión estatal 1.304.003 82,36<br />

Gestión privada 279.373 17,64<br />

Fuente: Secretaría de Políticas Universitarias, Ministerio de Educación, Anuario de Estadísticas<br />

Universitarias 2007.<br />

Después de la profunda interrupción que significó la dictadura, era necesario<br />

generar las condiciones para el desarrollo de un nuevo discurso educacional, tal<br />

como ocurriera con el discurso político. Por ello, el intento <strong>del</strong> gobierno radical de<br />

1983 fue fundamentalmente restablecer el canon clásico <strong>del</strong> sistema educacional,<br />

más que generar uno nuevo. En ese contexto, se dieron varias disputas en torno<br />

a lo que significaba una educación democrática para los diferentes sectores en<br />

pugna. Sin lugar a dudas el gobierno de la transición democrática –y la figura de<br />

Alfonsín en particular– hicieron importantes esfuerzos vinculados a dejar de lado<br />

el autoritarismo a través <strong>del</strong> descabezamiento de ciertas figuras e instituciones; sin<br />

embargo, los intentos no fueron tan profundos como para construir una tradición<br />

político-educacional nueva. Puede decirse que el alfonsinismo tuvo una concepción<br />

de la educación, cercana a la <strong>del</strong> yrigoyenismo de principios de siglo XX,<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

67


asociadas a una idea de modernización que era entendida como una expresión <strong>del</strong><br />

desenvolvimiento estatal. En ese discurso, el sistema educacional crecía como<br />

parte de una lógica civilizatoria y de modernización generadas por la acción estatal.<br />

A partir de esta lógica es que buscaba la redistribución de bienes simbólicos.<br />

Braslavsky (1985) señalaba por aquel entonces, que el nuevo mo<strong>del</strong>o societal<br />

que se enunciaba en 1983 contenía elementos que encerraban la oposición con<br />

rasgos <strong>del</strong> mo<strong>del</strong>o anterior, debía ser: democrático para superar el régimen autoritario<br />

anterior, moderno para superar el atraso tecnológico, productivo para revertir<br />

la tendencia a la desindustrialización, libre de condicionamientos externos para<br />

detener el creciente endeudamiento externo, con justicia social para invertir la<br />

creciente concentración de la riqueza.<br />

Sobre esas bases, el gobierno intentó generalizar las características estructurales<br />

que el sistema educativo argentino había tenido tradicionalmente, ampliando su<br />

capacidad de cobertura. Esto se llevó a<strong>del</strong>ante quitando los condicionamientos<br />

para el ingreso a las instituciones educativas y promoviendo formas de<br />

participación de los integrantes de la comunidad educativa. El intento fue reabrir<br />

los mecanismos institucionales para que la población pudiera volver a contar con<br />

las instituciones. En el ámbito educativo, el mayor afán restaurador estuvo en<br />

las universidades, a partir de la reapertura de las carreras que habían sido<br />

cerradas y el restablecimiento de los principios establecidos desde la Reforma<br />

Universitaria.<br />

Democracia era el significante 13 central. En este sentido, pareció existir un intento<br />

hacia lo que Braslavsky ha caracterizado como un nuevo estilo educativo<br />

democrático (Ibídem, 1985), pero este enunciado tenía diferentes sentidos para<br />

los distintos sectores involucrados. El carácter propio <strong>del</strong> concepto democracia<br />

estaba también presente y los <strong>debates</strong> educacionales hacían eje en la dicotomía<br />

democracia-autoritarismo como punto de partida. Significantes como democracia,<br />

participación, pluralismo, soberanía, entre otros, eran adoptados como el marco<br />

desde el cual se enunciaban diferentes proyectos educacionales. 14 Tanto en los<br />

documentos oficiales, como en los que se producían por fuera <strong>del</strong> circuito oficial,<br />

las prescripciones y recomendaciones para experiencias educativas contenían esas<br />

ideas anti-autoritarias.<br />

El escenario, consecuencia de la crisis –ya descripta– que sufrió América Latina<br />

sobre fines de los 70 y se agudizó en los 80, significó la puesta en cuestión <strong>del</strong><br />

preponderante papel adjudicado a la educación en la construcción de las naciones<br />

a partir de su independencia (Filmus y Miranda, 1999:126). Cuando los procesos<br />

de industrialización incipiente de la región así lo requirieron, los sis<strong>temas</strong> educativos<br />

se dedicaron a priorizar la formación de mano de obra calificada para<br />

atender las nuevas necesidades laborales. En el marco de las concepciones <strong>del</strong><br />

capital humano, que ya describimos, sobre todo en la época <strong>del</strong> desarrollismo en<br />

Argentina, la educación pasó a convertirse en un insumo indispensable para el<br />

aumento de la productividad de las personas y para el desarrollo económico de<br />

los países. Sin embargo, el énfasis puesto en el rol económico de la escuela se<br />

desdibujó cuando se comenzó a quebrar la correlación positiva entre educación y


desarrollo. Mientras que la primera continuó con importante ritmo de expansión,<br />

las economías comenzaron a estancarse. En efecto, durante la década de los 80 el<br />

Producto Bruto Interno per cápita de América Latina decreció a una tasa media<br />

<strong>del</strong> -1,1% (BID 1993, citado por Filmus, 1999), al tiempo que las tasas brutas de<br />

matriculación en la enseñanza básica tendieron a universalizarse y en la enseñanza<br />

secundaria y superior crecieron <strong>del</strong> 45% y el 14% en 1980 al 53% y el 17% en<br />

1990 respectivamente (datos citados por Filmus y Miranda, 1999:2). Las consecuencias<br />

de este proceso fueron previsibles: el efecto combinado de la recesión, el<br />

ajuste y la reestructuración afectó relativamente más la demanda de trabajadores<br />

más calificados frente al rápido aumento de la oferta. Los ingresos promedio de la<br />

fuerza de trabajo urbana con instrucción secundaria y universitaria disminuyeron,<br />

en general, con respeto a quienes sólo habían recibido instrucción primaria (Altimir,<br />

citado por Filmus y Miranda, 1999:3).<br />

Por otra parte, el aumento constante de la deuda externa, la situación inflacionaria<br />

y las recomendaciones de los organismos multilaterales de crédito llevaron<br />

a un marcado descenso en la inversión educativa (ver Cuadros 3 y 4). Pero la<br />

desatención educativa no estuvo únicamente vinculada a los factores macroeconómicos;<br />

también existieron importantes condicionantes políticos e ideológicos.<br />

Desde los organismos internacionales de crédito se cuestionó la pertinencia <strong>del</strong><br />

papel educador <strong>del</strong> Estado, especialmente en el nivel superior, argumentando<br />

la necesidad de su arancelamiento, la restricción en el acceso por falta de presupuesto,<br />

etc.<br />

Estas argumentaciones y los antecedentes <strong>del</strong> Congreso Pedagógico de<br />

1986 15 , generaron el consenso social necesario para la discusión de la Ley<br />

Federal de Educación en 1993 y la Ley de Educación Superior en 1995 (Martinetto;<br />

2006). Ambas fueron debatidas por algunos sectores de la población,<br />

generalmente provenientes <strong>del</strong> ámbito educativo y de Ciencia y Técnica, pero<br />

no por la sociedad en general. Las dos leyes tienden a la privatización y mercantilización<br />

de la educación en todos sus niveles, entendiendo esto, no sólo<br />

como el aumento de la oferta privada de educación sino también como el ingreso<br />

de la empresa privada en el negocio de la educación, de momento que la<br />

misma se define como un servicio y por lo tanto como bien que debe competir<br />

en el mercado.<br />

Cuadro 3<br />

Gasto público en educación, América Latina y el Caribe, 1980-1994<br />

1980 1985 1994<br />

Gasto público (miles de millones de U$S) 33,5 27,9 72,8<br />

Gasto público como % <strong>del</strong> PNB 3,8 3,9 4,5<br />

Gasto público per cápita (U$S) 93 70 153<br />

Fuente: UNESCO Statistical Yearbook 1997 (París, UNESCO y Lanham, Maryland, Bernan<br />

Press, 1997)<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

6


Cuadro 4<br />

Gasto Anual por alumno por nivel de educación 1992<br />

América Latina y<br />

el Caribe<br />

Países de la<br />

OCDE<br />

Educación preescolar y primaria $252 $4.170<br />

Educación secundaria $394 $5.170<br />

Educación superior $1.485 $10.030<br />

Fuente: UNESCO, World Education Report, 1995 (París, UNESCO, 1995); Centre for<br />

Educational Research and Innovation, Education at a Glance (París, Organización para la<br />

Cooperación y Desarrollo Económicos, 1995).<br />

Así, el sector educativo vivió un proceso de profunda reforma, a partir de la<br />

sanción de las siguientes leyes que se llevó a cabo a lo largo de los dos gobiernos<br />

de Menem: de transferencia de los servicios de enseñanza media y superior <strong>del</strong><br />

Estado Nacional a los Estados Provinciales (1992); la Ley Federal de Educación<br />

(1993), que brinda el marco legal para la puesta en marcha de la autodenominada<br />

Transformación Educativa (1994), que incluyó una reforma curricular, un cambio<br />

en la estructura <strong>del</strong> sistema educativo y un incremento en la obligatoriedad escolar<br />

(de 7 a 10 años); la modificación de la formación docente y la necesidad de reconversión<br />

laboral de los docentes en ejercicio. <strong>16</strong> La educación como derecho era,<br />

para ese entonces, un discurso fuera de lugar.<br />

La universidad y el complejo proceso de normalización a partir de 1983<br />

En nuestro país, la vuelta a la democracia dentro de las universidades públicas<br />

significó un lento proceso marcado por contradicciones y <strong>debates</strong> significativos<br />

después de haber vivido una época tan dura y siniestra. El 11 de abril de 1980 la<br />

dictadura sancionó la ley 22.202 que determinaba la autonomía académica y la<br />

autarquía administrativa, económica y financiera (artículo 11), pero debía ajustarse<br />

a rigurosas normas programáticas, acordes con los principios y objetivos <strong>del</strong> régimen<br />

imperante, detallados en los artículos 2, 3 y 4 (Mignone, 1998:54-55). Los<br />

concursos se sustanciaron en un momento en que buena parte de la intelectualidad<br />

argentina estaba muerta, exiliada o por lo menos proscripta en nuestro país.<br />

En diciembre de 1983, el Poder Ejecutivo Nacional dictó el decreto 143 y envió<br />

al Congreso un proyecto de ley de tres artículos que lo ratificaba y derogaba la ley<br />

de facto 22.207, con excepción de seis cláusulas sobre intervenciones a las universidades<br />

y atribuciones de los órganos de gobierno universitario. (Ibídem:56). El<br />

11 de enero de 1984 la Cámara de Diputados aprobó dicho proyecto con algunos<br />

cambios de forma. Se realizó de este modo, un ordenamiento legal, dentro <strong>del</strong> cual<br />

se incorporaron modificaciones a los seis artículos que provenían de la ley de facto<br />

22.207.


A partir de entonces, comenzó un largo proceso de restauración de las condiciones<br />

académicas y de gobierno (Paviglianiti et al.,1996:22) para que las universidades<br />

pudieran recuperar su autonomía y reiniciar el proceso de transmisión y<br />

producción <strong>del</strong> conocimiento. Hubo un largo proceso legislativo durante el cual no<br />

se logró llegar a una ley de fondo, por ello las universidades siguieron funcionando<br />

con ese ordenamiento legal. La falta de consenso se evidenció en que a pesar de la<br />

cantidad de proyectos de ley orgánica para las universidades nacionales presentados,<br />

no se logró su tratamiento y sanción. Según Buchbinder (2005:2<strong>16</strong>), de todas<br />

maneras, el proceso de normalización se inició y se sustanciaron cerca de 15.000<br />

concursos entre 1984 y 1988. Asimismo, en 1985 se dotó a las universidades de un<br />

presupuesto más elevado, ya desde principios de 1986 se fueron conformando las<br />

asambleas universitarias, que designaron, por primera vez en más de 20 años, a las<br />

autoridades de las casas de estudios.<br />

El haber consensuado los concursos de 1980, dio un marco de debilidad a la<br />

tan ansiada normalización universitaria. La situación que debieron enfrentar las<br />

universidades en ese periodo estuvo signada por la ausencia de proyectos de investigación,<br />

un grave deterioro de la formación docente, importantes problemas<br />

edilicios debido a la falta de mantenimiento, y el aumento explosivo de la matrícula.<br />

En 1985 (ver Cuadro 5), la cantidad de alumnos casi superaba el medio millón,<br />

cifra cercana a la de 1975. En 1986 sumaban 664.000 y hacia 1988 llegaban a<br />

los 700.000. Los primeros años <strong>del</strong> gobierno de Alfonsín se vieron teñidos por el<br />

optimismo de la primavera alfonsinista. En este marco, los estudiantes que finalizaban<br />

el nivel medio y querían continuar sus estudios en la universidad, debían<br />

atravesar, para el caso de la Universidad de Buenos Aires, el Ciclo Básico Común.<br />

Este ciclo introductorio fue creado como una instancia niveladora, que brindaba,<br />

de algún modo, la posibilidad de homogeneizar las diferencias de calidad de los<br />

distintos establecimientos de educación media. Asimismo, todas las universidades<br />

nacionales implementaron políticas tendientes al acceso irrestricto, al crecimiento<br />

de la investigación y al mejoramiento de las condiciones de trabajo en el ámbito<br />

académico, pero en poco tiempo se vieron afectadas por la creciente crisis económica.<br />

A principios de 1989, la hiperinflación licuó el presupuesto universitario y<br />

agudizó los conflictos gremiales.<br />

Si tenemos en cuenta la falencia de base que fue no profundizar el sentido real<br />

de la democracia y sumamos a ello el retroceso en las acciones de juicio a los militares<br />

involucrados en la dictadura, es claro que creció el desencanto en la sociedad<br />

en general y también en las universidades (Martinetto, 2006). Se necesitaba una<br />

verdadera reforma que apuntara a la misión de la universidad en la sociedad post<br />

dictadura, pero esta profundización no ocurrió.<br />

Muy por el contrario, la reforma universitaria de los 90 en Argentina se inscribió<br />

dentro de un proceso de reforma profunda <strong>del</strong> Estado que se dio al mismo<br />

tiempo en casi todos los países de la región (Ibídem, 2006). La implementación<br />

de políticas neoliberales en todos los sectores que atendía el Estado, dieron como<br />

resultado un aumento de la pobreza y de la desigualdad social que nuestro país no<br />

había sufrido en épocas anteriores.<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

71


Cuadro 5<br />

Matrícula en la enseñanza de tercer nivel*<br />

Argentina 1970 1980 Aumento 1985 Aumento<br />

N° de alum.<br />

Matriculados<br />

274634 491473 55,90% 852500 173,50%<br />

Tasa bruta de matrícula en el tercer nivel de enseñanza**<br />

Argentina 1980 1985 Aumento<br />

Porcentaje 22,2 36,4 +14,2<br />

Fuente: Elaboración propia, 2008, sobre la base de Series Estadísticas, CEPAL, 2005.<br />

* Incluye a los estudiantes de las universidades, establecimientos equivalentes, como<br />

asimismo, de Instituciones de enseñanza normal y de establecimientos no universitarios<br />

de tercer nivel.<br />

**Total de matriculados, independientemente de su edad, sobre la población, multiplicado<br />

por 100.<br />

Como antecedentes al proceso de sanción de la Ley de Educación Superior<br />

en Argentina, debemos destacar, a partir de 1993, la creación de la Secretaría de<br />

Políticas Universitarias, a través de la cual, el entonces Ministerio de Cultura y<br />

Educación, modificó la estrategia de definición de políticas para el sector. Así,<br />

de las propuestas <strong>del</strong> Poder Ejecutivo que se basaban en discursos más que en<br />

definiciones, se pasó a la aplicación concreta de políticas parciales, diseñadas por<br />

los nuevos equipos técnicos <strong>del</strong> Ministerio y establecidas a través de decretos o resoluciones,<br />

que cambiaron, en esencia, el funcionamiento de la casas de estudios.<br />

Estas modificaciones se encontrarían en el Proyecto de Ley de Educación Superior<br />

que posteriormente enviara el PEN al Congreso. (Paviglianitti et al., 1996:93).<br />

Según la autora, las grandes líneas de políticas propuestas por el Ministerio de<br />

Cultura y Educación en materia universitaria durante este período se refieren a<br />

modificaciones:<br />

Institucionales: creación de la Secretaría de Políticas Universitarias; creación<br />

de los Consejos de Planificación Universitaria Regional; creación <strong>del</strong> Consejo<br />

Nacional de Educación Superior; otra medida es la limitación a las universidades<br />

nacionales para la creación de nuevas sedes o unidades académicas –sólo podrán<br />

crearlas con la autorización <strong>del</strong> Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) –. También<br />

se establece una nueva reglamentación de la Ley de Universidades Privadas<br />

Nº 17.504.<br />

Al régimen laboral: se dio a conocer el documento Bases para la discusión <strong>del</strong><br />

régimen Laboral <strong>Docente</strong>, junto con un proyecto que establece, entre otras cuestiones,<br />

nuevas categorizaciones y dedicaciones <strong>del</strong> personal docente, las características<br />

de la carrera académica, un nomenclador salarial y el régimen de licencias.<br />

El Decreto <strong>16</strong>10/93 establece un criterio de asignación de un adicional mensual


emunerativo no bonificable aplicable a los cargos de profesores y auxiliares con<br />

dedicación semiexclusiva y simple. Se crea mediante el Decreto 2427/93 el programa<br />

de incentivos a docentes investigadores. En el proyecto de Presupuesto<br />

Nacional para el ejercicio 1995 el Poder Ejecutivo Nacional propone la descentralización<br />

salarial de las universidades nacionales. De esta manera, las casas<br />

de estudios comenzaban a determinar el régimen salarial y la administración de<br />

personal y representar a la parte empleadora en las negociaciones colectivas de<br />

trabajo.<br />

En el financiamiento y gestión económico- financiera: el PEN envía al Congreso<br />

el Proyecto de Ley de modificación <strong>del</strong> Régimen económico-financiero de<br />

las Universidades Nacionales, en forma separada y previa al proyecto de Ley de<br />

Educación Superior. También se determina la modificación de la administración<br />

financiera y de sis<strong>temas</strong> de control en la Administración Pública Nacional establecida<br />

en la ley 24.156. 17<br />

Académicas: básicamente se centraron en el tema de la evaluación de<br />

la calidad, ya incorporado por el Ministerio de Educación en 1991 a partir de<br />

la ejecución <strong>del</strong> Subproyecto 06 <strong>del</strong> Banco Mundial. El Ministerio fija criterios<br />

y promueve la firma de convenios en los que el PEN se compromete al<br />

financiamiento de dicha tarea a través de la firma de convenios-tipo con cada<br />

universidad. La autoevaluación la financia la universidad, la evaluación externa,<br />

el Ministerio de Educación. A partir <strong>del</strong> Decreto 256/94 se reglamenta la atribución<br />

<strong>del</strong> Ministerio de Cultura y Educación con respecto a la determinación de la<br />

validez nacional de estudios y títulos y las habilitaciones e incumbencias<br />

profesionales (Ibídem, 96). También se crea el Programa de Mejoramiento <strong>del</strong><br />

Sistema de Información Universitaria a través de la Resolución Nº 1069/93.<br />

Con esta nueva configuración que se llevó a cabo en todos sus aspectos,<br />

la universidad reformada genera nuevos desafíos a la cuestión <strong>del</strong> ingreso y<br />

permanencia de los estudiantes en estas casas de estudios.<br />

La Educación Superior ¿es un derecho o un privilegio?<br />

La discusión y la legislación argentina sobre este tema han girado, con variantes,<br />

alrededor de los dos mo<strong>del</strong>os de ingreso que coexisten en las universidades<br />

públicas con sus correspondientes variantes: el ingreso directo puede o no ir acompañado<br />

de cursos introductorios, algunas veces incorporados al currículum y otras<br />

organizados por cada unidad académica con carácter no eliminatorio; el ingreso<br />

restringido se obtiene a partir de la aprobación de un examen selectivo y puede<br />

ir o no acompañado de un cupo determinado por carrera (Chiroleu, 1999:62). El<br />

debate acerca de la limitación o no en el acceso a la universidad en nuestro país<br />

muchas veces quedó compendiado en dos posiciones antagónicas. Las mismas son<br />

definidas como: el ingreso restringido que pone su énfasis en la preservación de<br />

elevados patrones de excelencia académica a través de la selectividad de los ingresantes,<br />

y el ingreso irrestricto y directo que prioriza criterios de justicia social.<br />

Situación antagónica que supone relaciones directas entre la calidad y la equidad,<br />

abreviando el debate a un interés institucional o político de seleccionar o no a los<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

73


aspirantes. Analicemos los argumentos que sostienen dichas posiciones.<br />

El ingreso restringido supone los mecanismos que reglan el pasaje entre el segundo<br />

y el tercer nivel <strong>del</strong> sistema, estableciendo los requisitos para el ingreso a<br />

este último (pruebas de admisión con o sin cupos) y está vinculado a las prácticas<br />

de selectividad social para garantizar la exclusividad de la educación universitaria<br />

a ciertos sectores (Chiroleu, 1999:33). Para algunos autores, esta tendencia a promover<br />

el proceso selectivo se fundamenta en la inadecuación de las posibilidades<br />

de absorción de graduados por parte <strong>del</strong> mercado laboral, en el costo para la sociedad<br />

y en el presupuesto insuficiente a partir <strong>del</strong> cual la cantidad atentaría contra la<br />

calidad. La idea de aplicar mecanismos de racionamiento se basaría, de este modo,<br />

en el reconocimiento de la existencia de una cierta capacidad de recursos físicos y<br />

humanos, de manera que si esa capacidad no es respetada, el ajuste se daría por la<br />

vía de la disminución de la calidad. La excelencia sólo podría estar asegurada en<br />

instituciones que utilicen mecanismos para certificar un ingreso anual regulado a<br />

partir de las disponibilidades físicas y los recursos humanos <strong>del</strong> establecimiento. 18<br />

En síntesis, la dificultad para mantener la calidad en contextos de masividad es el<br />

argumento más usado.<br />

El ingreso irrestricto supone el pasaje <strong>del</strong> segundo nivel al tercero con el sólo requisito<br />

de la obtención <strong>del</strong> título secundario. Contrariamente a la posición anterior,<br />

la argumentación a favor <strong>del</strong> ingreso directo se basa en sostener que éste garantizaría<br />

la igualdad de oportunidades, la inclusión de los sectores menos favorecidos,<br />

el aumento de la equidad. Plantea que la Educación Superior cumpliría otras<br />

funciones no tradicionales como la socialización juvenil o la ampliación de la<br />

base cultural de la población, considerando la cantidad de ingresantes como factor<br />

de democratización de la Educación Superior. Sin embargo, el ingreso irrestricto<br />

sólo garantiza el acceso a la institución pero no la permanencia en ella. El elevado<br />

porcentaje de abandono en los primeros años y la tasa de egresados promedio en<br />

las universidades públicas 19 son una muestra de los limitados efectos democratizadores<br />

de esta política.<br />

Sin embargo, el ingreso irrestricto sólo garantiza el acceso a la institución pero<br />

no la permanencia en ella. Según datos de la Secretaría de Políticas Universitarias<br />

es en los primeros años de la carrera donde se cifran las tasas más altas de abandono<br />

constituyendo una muestra <strong>del</strong> recorte de los efectos democratizadores de esta<br />

política. Se puede legalizar el ingreso irrestricto a la institución, pero no se puede<br />

garantizar por decreto la distribución igualitaria <strong>del</strong> saber elaborado que garantiza<br />

la permanencia y el éxito en el sistema universitario. Tedesco (1985:49) refiere<br />

en este sentido, a una “selección por el fracaso que, analizada desde el punto de<br />

vista social, tiene el mismo carácter antidemocrático <strong>del</strong> limitacionismo y un costo<br />

social y personal muy alto”. El autor distingue además entre acceso formal a las<br />

instituciones y acceso real al conocimiento teniendo en cuenta que sin la posesión<br />

de ciertos niveles mínimos de conocimiento no se puede garantizar un aprendizaje<br />

efectivo. En la misma línea de análisis, Sigal (1998:78) elabora el concepto de<br />

selección implícita, señalando que los sis<strong>temas</strong> de Educación Superior sujetos a<br />

la presión de la demanda responden con un mecanismo implícito de selección


que opera a lo largo de la formación universitaria con mayor concentración en los<br />

primeros años de formación; es decir, demora la exclusión <strong>del</strong> sistema de aquellos<br />

que no están en condiciones de afrontar las exigencias de un nivel tradicionalmente<br />

restringido para los sectores populares.<br />

El predominio de los sectores medios y altos en la universidad<br />

Para examinar la composición social de los estudiantes universitarios, dado que<br />

para ingresar a la Educación Superior se requiere disponer de título secundario, lo<br />

pertinente es tomar como base de análisis comparativo exclusivamente a aquellos<br />

que han concluido sus estudios de nivel medio. Los datos para el total de la población<br />

en Argentina publicados en un trabajo realizado por Ana García de Fanelli<br />

(2005:4) para el Sistema de Información de Tendencias Educativas en América<br />

Latina (SITEAL), confirman que los jóvenes de los sectores socioeconómicos más<br />

altos (los quintiles 4 y 5 de ingreso familiar per cápita) tienen una mayor presencia<br />

entre los estudiantes de la Educación Superior y sobre todo entre sus graduados<br />

(ver Cuadro 6), también resulta evidente que la barrera más clara al acceso al nivel<br />

universitario o terciario por parte <strong>del</strong> 40% más pobre de la población se encuentra<br />

en el nivel medio.<br />

Cuadro 6<br />

Argentina 2000. Jóvenes de 18 a 30 años por nivel educativo alcanzado,<br />

asistencia y quintil de ingreso per cápita familiar (IPCF) e indicador de<br />

deserción (en porcentajes)<br />

Indicador<br />

Quintil de IPCF<br />

1 2 3 4 5<br />

Total<br />

1- Secundario a 58,7 50,4 43,0 33,4 21,0 34,8<br />

2- Desertor educación<br />

superior b 9,2 8,9 8,1 8,3 10,9 9,3<br />

3- Estudiante educación<br />

superior<br />

4- Graduado educación<br />

superior<br />

28,2 35,1 42,1 47,5 46,5 43,3<br />

3,9 5,4 6,5 10,8 21,8 12,6<br />

TOTAL 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0<br />

a. Jóvenes de 18 a 30 años que han concluido el nivel medio y que no asisten ni asistieron<br />

a la educación superior.<br />

b. Jóvenes de 18 a 30 años que han concluido el nivel medio y que han asistido pero que ya<br />

no asisten al nivel superior.<br />

Fuente: García de Fanelli, 2005, sobre la base de información de SITEAL, EPH, octubre<br />

2000.<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

75


Analizando los cuadros que nos ofrecen una perspectiva histórica de matrícula<br />

en el nivel de Educación Superior (Cuadros 1, 5 y 7), se puede advertir el aumento<br />

de la misma desde el año 1980 hasta 2006 (últimos datos obtenidos). Aunque a<br />

primera vista sean positivos, por el aumento de la matrícula, debemos focalizar la<br />

atención en tres cuestiones que hacen a la diferenciación de los circuitos a los que<br />

ingresan.<br />

Primero, de los jóvenes de 18 a 30 años que no han alcanzado el nivel secundario,<br />

entre el 79% y el 67,5% pertenecen a los sectores socioeconómicamente<br />

más desfavorecidos. Asimismo, dentro de este subconjunto de jóvenes de 18 a 30<br />

años que han logrado concluir el nivel medio, si bien una proporción mayor de<br />

aquellos pertenecientes al 40% más rico sigue estudios universitarios y terciarios<br />

en comparación con el 40% más pobre, la brecha no es tan pronunciada como en<br />

ocasiones se suele señalar, aunque sí lo es cuando se considera al grupo de los que<br />

se han graduado (ver Cuadro 7). De este modo, si bien la probabilidad de acceder<br />

a la Educación Superior aumenta con el ingreso per cápita familiar, no deja de ser<br />

significativo el porcentaje de jóvenes de los quintiles de ingreso más bajo (primer<br />

y segundo quintil) que logran realizar su tránsito a este nivel (Ibídem:5). Esto se<br />

puede observar en la comparación de datos entre 1980 y 2006.<br />

Lo que se destaca en el análisis es que si bien los jóvenes logran ingresar a la<br />

Educación Superior, un alto porcentaje de ellos no logra concluir sus estudios<br />

universitarios o superiores terciarios. Esto se percibe con claridad si comparamos<br />

los cuadros 6 y 7: mientras que para la matrícula, las diferencias se mantienen bastante<br />

constantes, con una brecha un poco mayor entre los quintiles 1 y 5, cuando<br />

se analiza por graduados, la brecha se profundiza mucho más.<br />

Cuadro 7<br />

Asistencia escolar de ambos sexos en áreas urbanas por quintiles de ingreso<br />

per cápita <strong>del</strong> hogar, según grupos de edad (Porcentaje de la población de<br />

ambos sexos de la misma edad: rango: 20-24 años)<br />

Año QUINTIL<br />

1 3 5<br />

1980 11,1 20,3 33,5<br />

1986 15,1 27,7 42,8<br />

1990 12,4 22 39,8<br />

1997 11,3 27,6 61,4<br />

2002 21,7 47,2 61,6<br />

2006 24 41,5 62,2<br />

Fuente: elaboración propia, 2008, sobre la base de los datos de UNESCO, 2008 y CEPAL,<br />

División de Estadística y Proyecciones Económicas. Unidad de Estadísticas Sociales, sobre<br />

la base de tabulaciones especiales de las encuestas de hogares de los respectivos países.


Para aproximar una estimación de la deserción diferencial según nivel socioeconómico,<br />

en el trabajo mencionado se elaboró un indicador que relaciona para cada<br />

quintil de IPCF el total de los que abandonaron la Educación Superior, respecto<br />

de aquellos que asisten, asistieron a la Educación Superior sin graduarse y los que<br />

egresaron. Según este indicador, la deserción es un fenómeno con mayor impacto<br />

en el 40% de jóvenes con menor ingreso per cápita familiar (ver Cuadro 8). Asimismo,<br />

según datos <strong>del</strong> Censo Nacional de Población y Viviendas <strong>del</strong> año 2001, la<br />

tasa de abandono para la franja de 25 a 39 años, ascendía al 39,2%.<br />

Cuadro 8<br />

Argentina 2000. Egresados de la población urbana de 25 años y más según<br />

máximo nivel alcanzado e ingreso per cápita familiar (IPCF) (en porcentaje)<br />

Quintil<br />

IPCF<br />

Secundario Terciario Universitario<br />

1 6,1 2,1 0,6<br />

2 11,1 7,1 1,1<br />

3 18,6 12,9 5,4<br />

4 26,5 29,2 15,7<br />

5 37,6 48,6 76,4<br />

Total 99,9 99,9 100,0<br />

Fuente: SITEAL, sobre la base de la EPH, total urbano octubre 2000.<br />

Los indicadores elaborados por SITEAL permiten aproximarnos a algunos rasgos<br />

sociodemográficos y laborales de aquellos que abandonaron la Educación Superior<br />

(ver Cuadro 9).<br />

Cuadro 9<br />

Argentina 2000: Jóvenes de 18 a 30 años según máximo nivel de estudios<br />

alcanzados e indicadores laborales seleccionados<br />

Indicadores<br />

Seleccionados<br />

Secundario<br />

Completo<br />

Superior<br />

Incompleto<br />

asistían<br />

Superior<br />

Incompleto<br />

asisten<br />

% Jefes y Cónyuges 31,5 41,3 17,5<br />

Tasa de actividad 81,8 86,8 43,1<br />

% de Asalariados<br />

precarios<br />

42,8 34,5 42,1<br />

Fuente: SITEAL, sobre la base de la EPH, total urbano octubre 2000.<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

77


En el subgrupo de jóvenes de 18 a 30 años que abandonaron los estudios encontramos<br />

que más <strong>del</strong> 40% era jefe de hogar o cónyuge. Los datos aportados<br />

por dichos indicadores permiten advertir que la necesidad de ingresar al mercado<br />

laboral es un factor de probable relevancia en la explicación <strong>del</strong> fenómeno de la<br />

deserción según se refleja en la mayor tasa de actividad de los que abandonan los<br />

estudios respecto de aquellos que continúan estudiando. Este resultado se encadena<br />

con la mayor incidencia de la deserción en el quintil de menor ingreso, según<br />

muestran los datos <strong>del</strong> Cuadro 6.<br />

En segundo lugar debemos tener en cuenta que los jóvenes que acceden al nivel<br />

superior, ingresan a instituciones que pueden ser universitarias o no universitarias<br />

(no hay datos desagregados), con finalidades y calidades de oferta muy distintas,<br />

y por último, la asistencia a circuitos diferenciados de educación resulta en niveles<br />

de aprendizaje también muy diferenciados al terminar la carrera. Por lo cual el<br />

acceso a la vida laboral también se verá afectado.<br />

De ello se desprende que el sistema de admisión con bajo nivel de selectividad y<br />

la enseñanza gratuita predominantes en las universidades públicas de la Argentina<br />

no son condiciones suficientes para garantizar la permanencia de los sectores de<br />

menores ingresos en la Educación Superior. Cuando comparamos cómo se distribuyen<br />

los graduados <strong>del</strong> nivel medio, superior terciario y superior universitario<br />

entre quintiles, se puede apreciar que tres de cada cuatro profesionales universitarios<br />

se ubican en el quintil más elevado socioeconómicamente (Ver Cuadro 10<br />

para la UBA). Este cuadro refleja tanto el fenómeno de reproducción social de la<br />

clase de origen 20 : los grupos de mayor nivel socioeconómico acceden y concluyen<br />

la educación universitaria en mayor medida que los más pobres, como el de movilidad<br />

social ascendente. Este resultado contrasta con la posición socioeconómica<br />

que alcanzan los egresados de nivel medio y de nivel terciario no universitario.<br />

También es claro que en términos de nivel de ingreso per cápita familiar, los últimos<br />

se ubican en una mejor posición que los que alcanzaron, como máximo, el<br />

título <strong>del</strong> nivel medio. 21<br />

Por ejemplo, de acuerdo a los datos proporcionados por el Censo de la UBA de<br />

1954, el 18,4% de los alumnos pertenecía al sector de bajos ingresos; en 1993,<br />

con 10 años de vigencia <strong>del</strong> ingreso irrestricto, sólo el 13,3 % de los alumnos<br />

pertenecía a ese sector (Sigal, 1998:64). Lo que se puede observar es que, a pesar<br />

de la masificación producida a partir de los años 50 en a<strong>del</strong>ante, los sectores más<br />

desfavorecidos no solo no incrementaron su permanencia, sino que ésta disminuyó<br />

en un 7,2% a esa fecha.<br />

Si tomamos los censos de estudiantes de la UBA de 1996, 2000 y 2004 (últimos<br />

datos disponibles), y los comparamos con datos generales <strong>del</strong> país, <strong>del</strong> Censo<br />

Nacional 2001 y de la Encuesta Permanente de Hogares de los últimos años, teniendo<br />

como referencia histórica, el censo de 1954 antes citado, podemos realizar<br />

algunas inferencias.<br />

De los datos de la UBA, se desprende que en 1996 el total de alumnos cursantes<br />

de las distintas carreras –incluido el Ciclo Básico Común (CBC)– era de 183.347.<br />

En el año 2000 ese número aumentó, llegando a 253.260, lo cual representó un in-


cremento <strong>del</strong> 28%. Para los datos preliminares <strong>del</strong> Censo 2004, el número de estudiantes<br />

ascendía a 294.038, representando un aumento <strong>del</strong> <strong>16</strong>,3%, lo cual muestra<br />

una marcada desaceleración en la matrícula.<br />

Cuadro 10<br />

Resumen de las comparaciones entre consultas EPH 1991 y 2001 y Censos<br />

estudiantes UBA 1996, 2000 y 2004 expresados en porcentajes.<br />

%<br />

Grado de<br />

ocupación<br />

País Alumnos UBA Padres UBA Madres UBA<br />

1991 2000 1996 2000 2004 1996 2000 2004 1996 2000 2004<br />

74 76 59 61 58 84 84 95 52 65 81<br />

Uso de PC s/d 21 71 74 s/d<br />

Uso de Internet s/d 9 18 64 s/d<br />

Nivel de<br />

Instrucción<br />

1º 51 42 23 22 20 25 22 19<br />

2º 31 37 33 34 33 35 35 32<br />

3º<br />

7 8 8 7 17 17 18<br />

Univ. 14 13 36 36 32 23 25 23<br />

Fuente: elaboración propia, 2008, sobre la base de: Censos de estudiantes de la UBA: 1996-<br />

2000-2004, datos de la EPH- INDEC de los Censos 1991 y 2001 y Encuesta Permanente<br />

de Hogares, 2000 en a<strong>del</strong>ante.<br />

Para la categoría nivel de ingresos, que nos permitiría la comparación por quintiles,<br />

no hay datos directos, por lo cual los estudios se centran, generalmente, en<br />

los datos llamados indirectos, que incluyen: ocupación, tipo de actividad, nivel de<br />

instrucción, y otros como tenencia de PCs domiciliarias, uso de internet, manejo<br />

de idiomas, etc., para aproximar una idea <strong>del</strong> nivel de ingresos que podrían tener<br />

según la actividad que realizan. Estos son los indicadores utilizados en nuestro<br />

caso para los alumnos de la UBA y comparados con los generales <strong>del</strong> país.<br />

Si se observan los datos volcados en el Cuadro 10, de la comparación de indicadores<br />

se puede concluir que por lo menos alrededor <strong>del</strong> 70% de las familias de<br />

alumnos de la UBA en el periodo analizado, corresponderían a los quintiles más<br />

altos (considerando nivel de ocupación, tipo de actividad, nivel de instrucción<br />

de los padres, uso de PC, uso de internet). Esto determinaría que por lo menos el<br />

18% de las familias se ubicarían en los quintiles más bajos (teniendo en cuenta la<br />

posibilidad de errores por uso de indicadores indirectos), lo cual nos muestra un<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

7


elativo aumento, sobre todo para los datos de 2004, acercándose al valor histórico<br />

más alto de 1954 (18,5%), y revirtiendo la tendencia negativa de 1993, pero<br />

aún insuficiente para poder asegurar una democratización genuina y sustantiva<br />

en el acceso y permanencia de estos sectores en la universidad. Esta composición<br />

<strong>del</strong> alumnado no ha tenido grandes fluctuaciones en los últimos años. La<br />

escasa participación de alumnos de niveles de ingresos bajos (Sigal, 1998:81), es<br />

similar en períodos en que el acceso a la universidad adquirió carácter selectivo<br />

(mediante exámenes, durante las dictaduras militares), y en períodos en los que<br />

no existieron restricciones (a partir de la reapertura democrática), aunque observándose<br />

una incipiente tendencia al aumento en la participación de este sector<br />

de la población.<br />

Reflexiones finales<br />

La democracia debe ser un régimen indisociable de una concepción sustantiva<br />

de los fines de la institución política. Sin embargo, en Argentina y también en el<br />

resto de la región, no ha tenido lugar el proceso de consolidación <strong>del</strong> régimen<br />

democrático. Como señaláramos, no se han realizado los cambios económicos y<br />

sociales tales como la redistribución de ingresos, los derechos económicos sociales,<br />

igualdad de oportunidades, necesarios para que se de la igualdad de todos los<br />

ciudadanos, el derecho a tratamiento equivalente.<br />

La igualdad de todos los ciudadanos consiste entonces no sólo en compensar en<br />

el punto de partida las desigualdades de la naturaleza o las disparidades de fortuna,<br />

sino que apunta a dar de manera permanente los medios para garantizar equidad<br />

y concentra los reclamos por redistribución económico-social. En el campo de los<br />

estudios sobre la universidad, la temática de la igualdad de oportunidades para<br />

todos los ciudadanos forma parte central <strong>del</strong> debate de las últimas décadas acerca<br />

<strong>del</strong> poder democratizador de la educación y sus posibilidades o no de debilitar<br />

circuitos de reproducción social.<br />

Este trabajo presenta argumentos para llevar a cabo una discusión abierta y<br />

fundamentada acerca de la cuestión <strong>del</strong> acceso de los estudiantes al sistema universitario,<br />

y acerca de la capacidad de éste para dar respuesta a la necesidad de<br />

recomposición <strong>del</strong> tejido social, democratizando el ingreso y permanencia de los<br />

distintos sectores sociales para su formación profesional e inclusión en el mercado<br />

laboral. En relación con ello, en las últimas décadas aparecen dos posiciones antagónicas<br />

(arancelamiento y selectividad, por un lado, y provisión pública y acceso<br />

irrestricto, por el otro). La primera se fundamenta en la dificultad de mantener<br />

la calidad en contextos de masividad. En la segunda, el argumento se basa en la<br />

democratización de la educación como garantía de la igualdad de oportunidades.<br />

No obstante, muchos trabajos coinciden en señalar que existe una selección que<br />

tiene lugar a posteriori <strong>del</strong> ingreso en función de los resultados académicos que<br />

los estudiantes obtienen principalmente en los primeros años de sus carreras. Si<br />

ingresan alumnos que no poseen las cualidades necesarias para apropiarse de los<br />

saberes elaborados propios <strong>del</strong> nivel superior, el acceso directo es sólo ilusorio;<br />

los fracasos y abandonos frecuentemente se corresponden con las condiciones so-


cioeconómicas de origen y muy frecuentemente con sus trayectorias educativas<br />

anteriores.<br />

Más allá de las debilidades que presenta el sistema universitario argentino, la<br />

incorporación creciente de estudiantes es un activo valioso. Si bien de los datos<br />

analizados, no se desprende que los que alcanzaron una educación superior incompleta<br />

lograron mejores oportunidades laborales que los egresados <strong>del</strong> nivel<br />

medio, el ingreso irrestricto aunque continúe siendo, como ya se señaló ilusorio,<br />

confiere a los que acceden un capital social y cultural acumulado en su paso por<br />

la Universidad.<br />

En la sociedad actual, el conocimiento es un factor esencial para el desarrollo<br />

productivo y por ende éste se constituye en un elemento de poder. La disparidad<br />

en el nivel de desarrollo de recursos humanos entre los países de Latinoamérica y<br />

otras regiones sigue creciendo. Esa disparidad se explica observando las cifras de<br />

matriculación en el nivel secundario, el porcentaje de ingresantes al nivel superior<br />

y el número de científicos producidos por el sistema.<br />

Referencias<br />

1. Tomamos la clasificación elaborada en 1949 por T. H. Marshall.<br />

2. Al respecto ver: “La Universidad no promueve la igualdad”, nota firmada por Jorge Gelman en el<br />

Diario Clarín de Buenos Aires, 28/3/ 2005. Sitio web: www.clarin.com<br />

3. Por ejemplo: “Faltaron políticas a largo plazo”, Diario Página 12, 17/3/2008. http://www.pagina12.com.ar/diario/universidad/10-100776-2008-03-17.html;<br />

“La mayoría sigue ciencias sociales”,<br />

de la misma fecha. http://www.pagina12.com.ar/diario/universidad/10-100775-2008-03-17.html;<br />

“Los que no logran seguir estudiando”, Diario Página 12, 14/10/2005 http://www.pagina12.com.<br />

ar/diario/universidad/10-57921-2005-10-14.html<br />

4. Al respecto, se puede leer: “La Universidad, un lugar para sobrevivir. Entrevista con Claudio Rama,<br />

especialista en Educación Superior”, publicado por el Diario La Nación, 21/09/2006. Link: http://<br />

www.lanacion.com.ar/842157<br />

5. En términos de Bourdieu, hablamos de diferencia en el capital cultural de cada grupo social, a partir<br />

de la construcción de sus respectivos habitus.<br />

6. Según el autor, este principio sintetiza la convergencia de tres aspectos: “1) las demandas y expectativas<br />

democráticas de la ciudadanía, y en particular lo que ésta considera que son sus derechos<br />

frente al poder institucionalizado en el Estado, 2) la dinámica <strong>del</strong> mercado capitalista y su impronta<br />

generadora de desigualdades, y 3) la eficacia <strong>del</strong> poder político para limitar cualquier tamaño de la<br />

desigualdad producida por el orden económico que sea incompatible con la gestión política de los<br />

conflictos, y extender, con los recursos proveídos por el orden económico, todos los derechos de ciudadanía<br />

que no pongan en cuestión las garantías básicas a la propiedad <strong>del</strong> capital y el funcionamiento<br />

<strong>del</strong> mercado” (Franco, 1998:177).<br />

7. Citado por Portantiero (2000:<strong>16</strong>9).<br />

8. A) Ciudadanía Invertida: en la cual subyace el mo<strong>del</strong>o de asistencia social. Aquí el individuo o<br />

grupo objetivo pasa a ser objeto de la política como consecuencia de su propio fracaso social. B) Ciudadanía<br />

Regulada: propia de los mo<strong>del</strong>os de seguro social. La ciudadanía se vincula con el principio<br />

de mérito, razón por la cual, tal relación es denominada Ciudadanía Regulada en base a la condición de<br />

inserción en la estructura productiva. C) Ciudadanía Universal: asociada al mo<strong>del</strong>o de la seguridad social.<br />

Aquí se procura garantizar a la totalidad de los ciudadanos, un mínimo vital en términos de renta,<br />

bienes y servicios, fundamentado en un ideal de justicia social. (Fleury, 1997:140-143).<br />

9. Bajo esta mirada, las políticas sociales son meros mecanismos de control social que permiten la<br />

gobernabilidad necesaria para la legitimación de reformas estructurales exigidas por el mercado y los<br />

organismos internacionales de crédito; políticas focalizadas para grupos en riesgo en lugar de procurar<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

81


la distribución <strong>del</strong> ingreso.<br />

10. La Ciudadanía Emancipada es por definición una propuesta socialmente inclusiva: el acceso a un<br />

empleo productivo, a una educación de calidad y a los códigos socialmente relevantes que permitan a<br />

los ciudadanos participar y ampliar el campo de sus derechos y responsabilidades.<br />

11. Mo<strong>del</strong>o tecno-democrático previsto en el marco teórico <strong>del</strong> funcionalismo que consideraba la inversión<br />

pública en educación como factor clave <strong>del</strong> desarrollo económico y como el vehículo principal<br />

de igualación de oportunidades sociales.<br />

l2. Las cifras dan cuenta de procesos y de prioridades diferentes entre los países. En 1970, Argentina<br />

tenía un nivel de escolarización secundaria superior al de Portugal. Sin embargo, en 1994 Portugal ya<br />

había universalizado ese nivel entre sus jóvenes. Uruguay, en 1970, tenía porcentajes de escolarización<br />

similares a los de España en el nivel secundario (58,7% y 52,3% respectivamente). Sin embargo,<br />

España logró acercarse mucho más a la meta de universalización, mientras Uruguay (tanto como Argentina)<br />

aún están lejos de lograrlo (PNUD, 2000).<br />

13. En los términos en que E. Laclau hace uso de este concepto.<br />

14. En este trabajo no tomamos el desarrollo <strong>del</strong> Congreso Pedagógico Nacional de 1986 que excede<br />

su extensión y profundidad.<br />

15. Para más información acerca de las mesas de discusión y las conclusiones de dicho Congreso se puede<br />

consultar: http://www.fmmeducacion.com.ar/Sisteduc/Segundocongreso/0segundocongreso.htm<br />

<strong>16</strong>. Para ampliar información sobre las leyes y reglamentaciones se puede consultar la página web de<br />

CTERA: http://www.ctera.org.ar/docum/docum.htm<br />

17. Hay que tener en cuenta que una de las fuentes de financiamiento privilegiadas por el PEN en<br />

ese momento fueron los organismos multilaterales de crédito, como por ejemplo el crédito <strong>del</strong> Banco<br />

Mundial-BIRF, de 150 millones de dólares destinado a mejorar la capacitación docente, desarrollo de<br />

posgrados, fortalecer las ciencias básicas e ingenierías y apoyar los proyectos de reforma global de<br />

universidades medianas.<br />

18. En un Informe realizado por el Decanato de la Facultad de Medicina de la UBA en 1999, se señalaba<br />

que dicha Facultad podría aceptar en primer año un máximo de 900 alumnos. El cupo se calculó<br />

en base al número de plazas para la práctica final de la carrera (en 52 hospitales de la Capital Federal<br />

y el Gran Buenos Aires asociados a la Facultad). Según el entonces Decano, ese era el número al que<br />

se le podría brindar una educación de calidad (Diario Clarín, nov. 2000).<br />

19. Según datos de la Secretaría de Políticas Universitarias (SPU) <strong>del</strong> Ministerio de Educación, la tasa<br />

de egresados de carreras de grado, para Instituciones Universitarias de Gestión Estatal en el año 2005,<br />

fue de 30,7%.<br />

20. Los “herederos” en términos de Bourdieu.<br />

21. El porcentaje de jefes de hogar y cónyuges en todos los grupos de egresados de 25 años y más<br />

es muy elevado: 81,2% nivel secundario, 82,2% nivel terciario, 86,7% nivel universitario (SITEAL,<br />

2005).<br />

Bibliografía<br />

C. BRASLAVSKY (1985), La situación educativa heredada en 1983: apuntes para su diagnóstico,<br />

paper, Buenos Aires, FLACSO.<br />

J. BRUNNER (1989), Educación Superior y Cultura en América Latina, Documento de Trabajo 412,<br />

Santiago de Chile, FLACSO.<br />

P. BUCHBINDER (2005), Historia de las Universidades Argentinas, Buenos Aires, Sudamericana.<br />

E. BUSTELO (1998), “Expansión de la ciudadanía y construcción democrática”, en E. BUSTELO y<br />

A. MINUJIN (Editores), Todos Entran. Propuesta para sociedades incluyentes, Colombia, UNICEF<br />

y Ed. Santillana.<br />

C. CASTORIADIS (1997), “La democracia como procedimiento y como régimen”, en C. CASTO-<br />

RIADIS, El avance de la insignificancia, Buenos Aires, Editorial Eudeba.<br />

R. CORTES y A. MARSHALL (1991), “Estrategias económicas, intervención social <strong>del</strong> Estado y<br />

regulación de la fuerza de trabajo. Argentina 1890-1990”, en Estudios de Trabajo, Buenos Aires.<br />

A. CHIROLEU (1999), El ingreso a la Universidad. Las experiencias de Argentina y Brasil, Rosario,


UNR Editora.<br />

D. FILMUS y A. MIRANDA (1999), “América Latina y Argentina en los 90: más educación, menos<br />

trabajo = más desigualdad”, en D. FILMUS (comp.), Los noventa. Política, sociedad y cultura en<br />

América Latina y Argentina de fin de siglo, Buenos Aires, EUDEBA, FLACSO.<br />

S. FLEURY (1997), Estado sin ciudadanos. Seguridad Social en América latina, Buenos Aires, Lugar<br />

Editorial.<br />

C. FRANCO (1998), Acerca <strong>del</strong> modo de pensar la democracia en América Latina, Lima, Fundación<br />

Friedrich Ebert.<br />

A. GARCÍA de FANELLI (2005), “Indicadores y estructura en relación con el abandono y la graduación<br />

universitaria”, en C. MARQUIS, La agenda universitaria. Colección Educación Superior,<br />

Buenos Aires, Universidad de Palermo.<br />

C. GARCÍA GUADILLA (1991), “Mo<strong>del</strong>os de acceso y Políticas de acceso a la Educación Superior.<br />

El caso de América Latina y el Caribe”, en Educación Superior y Sociedad, CRESAL-UNESCO, Vol.<br />

2, N° 2, Caracas.<br />

C. JARQUE (2001), “Los retos de la educación secundaria en América Latina”, en Seminario “Alternativas<br />

de la reforma de la educación secundaria”, 17 de marzo, Chile. Disponible:


Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras,UBA, Miño y Dávila editores.<br />

Fuentes<br />

CEPAL, Series estadísticas; Estadísticas Sociales. Disponible en: http://www.eclac.org/estadisticas/<br />

bases/ Última consulta: Agosto 2008.<br />

Encuesta Permanente de Hogares (EPH) http://www.indec.mecon.gov.ar/dbindec/login.asp. (Última<br />

consulta marzo 2008).<br />

Instituto Nacional de Estadística y Censo (INDEC): consulta en el sitio web: http://www.indec.mecon.<br />

ar/ Última consulta: marzo 2008.<br />

Ministerio de Cultura y Educación (MCE) (2005), Anuario de Estadísticas Universitarias, Buenos<br />

Aires. Disponible en: http://www.me.gov.ar/spu/index.html<br />

SITEAL (2005), en: http://www.siteal.iipe-oei.org . Última consulta: mayo 2006.<br />

UNESCO, Database, Education & Literacy; Enrolment by level. Disponible en: http://www.uis.unesco.<br />

org/pagesen/ed.htm. Última consulta: agosto 2008.<br />

Universidad de Buenos Aires, Censos estudiantiles, disponible en: http://www.uba.ar/institucional/<br />

contenidos.php?idm=28.<br />

Universidad de Buenos Aires, Censos de estudiantes universitarios. Disponible en: http://www.uba.<br />

ar/institucional/uba/datos.php. Última consulta: marzo 2008.<br />

Recibido: 03/07/08. Aceptado: 19/09/08


<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

85


�enores e inseguridad. Analizando las “cifras” de la <strong>del</strong>incuencia juvenil en<br />

la ciudad de Rosario<br />

Daniela Polola<br />

Daniela Polola es Antropóloga, Becaria CONICET,<br />

Facultad de Humanidades y Artes, Universidad<br />

Nacional de Rosario.<br />

�ail: danielapolola@ciudad.com.ar<br />

resumen<br />

En el presente trabajo realizaremos un acercamiento<br />

a la problemática de las personas de<br />

edad en conflicto con la ley penal en la ciudad<br />

de Rosario, Santa Fe, desarrollando, en una primera<br />

instancia, el estado de la cuestión en torno<br />

al tema, y describiendo la estructura burocrático-administrativa<br />

y judicial, junto con el marco<br />

legal que regula las intervenciones.<br />

El objetivo central <strong>del</strong> trabajo radica en analizar<br />

la información estadística proporcionada por<br />

la Corte Suprema de Justicia sobre los Juzgados<br />

de Menores de la ciudad de Rosario, para analizar<br />

la situación de los menores de edad infractores<br />

a la ley, y así poder realizar una contrastación<br />

entre los datos oficiales y aquellos expuestos por<br />

la prensa gráfica, en particular en lo referente a<br />

<strong>temas</strong> de alta sensibilidad social tales como la<br />

(in)seguridad, los <strong>del</strong>itos cometidos por menores<br />

y los consecuentes pedidos de reducción de la<br />

edad de imputabilidad penal.<br />

palabras claves<br />

menores en conflicto con la ley penal / edad de<br />

imputabilidad / (in)seguridad<br />

summary<br />

In this paper we shall approach the issue of<br />

underage offenders in the city of Rosario, Santa<br />

Fe, developing the state of the art and describing<br />

the judicial and bureaucratic structure, including<br />

the legal frame that regulates intervention.<br />

The main purpose of this paper is to analyze<br />

statistics produced by the Law Court about<br />

underage offenders in the city of Rosario to<br />

evaluate their situation so as to contrast official<br />

information with articles of the press, especially<br />

those referring to (in)security, juvenile crime<br />

and the consequent request of lowering the age<br />

of imputability amongst underage people.<br />

keywords<br />

underage offenders / age of imputability /<br />

(in)security<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

87


1. Introducción<br />

La problemática de las personas menores de edad en conflicto con la ley penal<br />

ha cobrado gran notoriedad en los últimos años en Argentina, en especial a través<br />

de los medios masivos de comunicación. Desde estos ámbitos se hace hincapié<br />

no sólo en el aumento de las causas cometidas por menores, sino también en los<br />

niveles de violencia que estos <strong>del</strong>itos involucran. Expresiones tales como la “ola<br />

<strong>del</strong>ictiva”, que “azota” a nuestras ciudades, se constituyen en moneda corriente<br />

en los artículos de la prensa gráfica y constantemente se enfatizan las demandas<br />

por parte de la ciudadanía de “mayor seguridad” al mismo tiempo que se apela,<br />

como una de las posibles soluciones, a la baja de la edad de imputabilidad de los<br />

menores.<br />

Nuestro objetivo en este trabajo es realizar un análisis de la información estadística<br />

suministrada por la Corte Suprema de Justicia con respecto a causas cometidas<br />

por menores de edad en el período 1997-2006 en la ciudad de Rosario, provincia<br />

de Santa Fe, para efectuar una contrastación con los dichos de la prensa gráfica.<br />

Como marco general <strong>del</strong> trabajo, se tomarán tanto los antecedentes de investigación<br />

como el contexto jurídico-burocrático que regula la intervención sobre<br />

menores de edad en nuestra provincia.<br />

2. Aproximación al estado <strong>del</strong> arte<br />

Desde la sanción, por parte de Naciones Unidas, de la Convención Internacional<br />

de los Derechos <strong>del</strong> Niño (CIDN) 1 , el tema niñez y adolescencia se convirtió en<br />

básico y prioritario en las agendas políticas de los diferentes países que la incorporaron<br />

–entre ellos Argentina– (al menos desde el punto de vista discursivo) y<br />

en función de esto, comenzó la proliferación de una gran cantidad de bibliografía<br />

en torno a la niñez, adolescencia y/o minoridad (dependiendo de la concepción<br />

doctrinaria de los investigadores y juristas) y sus derechos.<br />

Existen numerosos antecedentes en torno a la problemática de la minoridad bajo<br />

procesos de intervención, ya sea <strong>del</strong> orden judicial como técnico-administrativo.<br />

Desde Donzelot (1990) se puede rastrear cómo se fue configurando en Francia, en<br />

torno a la infancia, una red de instituciones de control de las cuales la familia y<br />

la escuela son sólo el comienzo, culminando en las instituciones de reclusión, los<br />

juzgados de menores y las sociedades de beneficencia.<br />

A nivel nacional, Dubaniewicz (1997) desarrolla un rastreo historiográfico de<br />

las instituciones de protección de menores desde la época colonial hasta 1997,<br />

describiendo cada una de las características principales de las instituciones de protección<br />

y castigo para menores abandonados o infractores.<br />

Larrandart (1990), por su parte, realiza un racconto histórico a partir <strong>del</strong> cual el<br />

control institucionalizado (familia, escuela, policía) se tornó insuficiente debido a<br />

la gran ola inmigratoria que recibiera nuestro país a principios <strong>del</strong> siglo pasado y<br />

tal preocupación derivó en la creación de instituciones que pudieran ejercer dicho<br />

control, comenzando a tomar fuerza el discurso sobre la necesidad de “tutelar y<br />

proteger” a los menores y crear leyes e instituciones específicamente destinadas a<br />

ellos. Dentro de este contexto, de fuerte corte positivista e higienista, se sanciona,


a nivel nacional, en 1919 la ley 10.903 de Patronato <strong>del</strong> Estado, que establecía la<br />

tutela <strong>del</strong> Estado tanto para los casos de comisión de un <strong>del</strong>ito como para los de supuesto<br />

abandono de menores, enmarcada en la doctrina de la Situación Irregular 2<br />

(vigente en toda América Latina). El duro cuestionamiento que recibió la anómala<br />

situación legislativa generada por la vigencia de esta ley simultáneamente con<br />

la CIDN, provocó la proliferación de gran cantidad de bibliografía en torno al<br />

tema, fundamentalmente a cargo de juristas. García Méndez (2004) desarrolla un<br />

exhaustivo análisis de las leyes de menores en la Argentina y, comparativamente,<br />

en algunos países de América Latina que modificaron sus legislaciones en virtud<br />

de la incorporación de la CIDN. En una línea similar de trabajo, Beloff (2000)<br />

indaga en algunos aspectos negativos que implica la aplicación de la CIDN, y<br />

simultáneamente hace hincapié en la necesidad de atender a la “responsabilidad”<br />

de los jóvenes en conflicto con la ley penal, plasmado en un sistema de sanciones<br />

específicas que se base en medidas alternativas a la privación de la libertad, tales<br />

como la mediación y conciliación.<br />

Desde las ciencias sociales, en los últimos quince años, el tema ha comenzado a<br />

adquirir interés y se han desarrollado investigaciones en el ámbito de la sociología<br />

y la antropología. Guemureman y Daroqui (2001) realizan un exhaustivo análisis<br />

acerca de las instituciones que surgen dentro <strong>del</strong> paradigma de la Situación Irregular<br />

y que se definen bajo el marco legislativo de la ley 10.903, conjuntamente<br />

con un amplio relevamiento de la situación normativa actual. Asimismo, describen<br />

el funcionamiento de una serie de instituciones que intervienen en menores, tales<br />

como los organismos técnico-administrativos, la policía y las comisarías de menores<br />

y cómo se incorporan al circuito judicial menores cuyos motivos de ingreso se<br />

vinculan a problemas de orden psiquiátrico o de droga-dependencia. Realizan una<br />

interesante contrastación entre el discurso de los jueces de menores y su práctica<br />

concreta –plasmada en la resolución de la situación que motivó la judicialización–<br />

a través de la sentencia.<br />

Desde la antropología hay varios antecedentes, especialmente referidos a Buenos<br />

Aires. En cuanto al análisis de la estructura institucional de los juzgados de<br />

menores en la Ciudad de Buenos Aires, Villalta (1999) describe las peculiaridades<br />

de la justicia de menores y la problematización de los procesos de construcción de<br />

identidad en lo distintos agentes que la componen. Por su parte, Noriega (2002)<br />

realiza una indagación acerca de las “formas alternativas de resolución de conflictos”<br />

implementadas en el marco de la Red de Defensorías de Niños, Niñas y<br />

Adolescentes <strong>del</strong> gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, tomando como contexto<br />

la Convención de los Derechos <strong>del</strong> Niño.<br />

Grinberg (2004) focaliza en el análisis <strong>del</strong> entramado burocrático de protección<br />

y atención a la infancia en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, a partir de los<br />

cambios de orden político-administrativo, legislativo y judicial producidos luego<br />

de la sanción de la constitución local en 1996.<br />

Miguez y González (2003), desde una perspectiva diferente, problematizan la<br />

noción clásica <strong>del</strong> sistema de minoridad como mecanismo de control social y enfatizan<br />

en la necesidad de un abordaje etnográfico en profundidad que permita<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

8


desmitificar ciertos presupuestos. Sostienen que lejos de encontrarse en las instituciones<br />

de menores una estructura disciplinadora, lo que subyace es un “palimpsesto<br />

organizacional con prácticas contradictorias”, que reproduce la violencia pero<br />

hacia el interior de los institutos, es decir, sobre los menores.<br />

Kessler (2006), desde una perspectiva de corte etnográfico, se sumerge en las<br />

lógicas de “trabajo y provisión” entre las cuales pivotean jóvenes para los cuales<br />

el <strong>del</strong>ito no es su único medio de ingresos, sino que también alternan con períodos<br />

de trabajo. Asimismo analiza las relaciones que se establecen dentro de los grupos<br />

de pares y la vinculación de los mismos con las drogas y el alcohol.<br />

Desde el psicoanálisis, Degano (2004) problematiza la noción de “responsabilidad”<br />

en menores en conflicto con la ley penal a partir de una investigación realizada<br />

en Rosario. Cuestiona la rehabilitación como objetivo <strong>del</strong> tratamiento judicial.<br />

Elabora la categoría de “ficción jurídica” que define como la “característica ficcional<br />

<strong>del</strong> concepto de rehabilitación en el marco judicial de Menores” y finalmente<br />

propone una “política de la subjetividad” que involucre la responsabilización y la<br />

“producción de espacios para la subjetividad” de los menores.<br />

Por otro lado, parecería ser una preocupación que se habría instalado en la agenda<br />

política como un área de vacancia y como consecuencia se han generado desde<br />

el Estado intentos –algo aislados y recientes– por activar una mirada más crítica<br />

sobre el tema, con actividades orientadas a la discusión de estas problemáticas,<br />

dirigidas tanto a los funcionarios de las instituciones de atención <strong>del</strong> área, como<br />

al público en general. 3<br />

Es interesante considerar también la producción en torno al tema generada desde<br />

los mismos organismos estatales como la Dirección Nacional de Política Criminal.<br />

4 Si bien existen trabajos de relevamiento, en especial de tipo cuantitativo en<br />

cuanto a las “cifras” de la <strong>del</strong>incuencia juvenil, estos informes sólo se limitan a la<br />

exposición de los datos, sin que se vislumbre un interés por analizar, problematizar,<br />

de-construir esos datos, y convertirlos en información útil para sugerir líneas<br />

de acción en torno al tema. 5<br />

Desde el ámbito de las ciencias de la comunicación existe un significativo aporte<br />

a partir de investigaciones que abordan la incidencia de los medios masivos de<br />

comunicación en la conformación en la opinión pública de una imagen de “niñez<br />

<strong>del</strong>incuente y peligrosa” en virtud de un énfasis en las noticias policiales protagonizadas<br />

por menores de edad. Desde esta perspectiva, algunos trabajos indagan<br />

acerca de la construcción <strong>del</strong> problema de la violencia en los medios gráficos<br />

(Manguía, 2004).<br />

Martini et al. (2002) analiza las crónicas policiales en los medios en torno a categorías<br />

de inclusión/exclusión y las representaciones <strong>del</strong> “nosotros” y “los otros”<br />

y cómo, a través de estas categorizaciones se naturalizan discursos hegemónicos,<br />

instalándose en la sociedad el tema de la inseguridad y la violencia por su constante<br />

aparición en los medios. El enemigo es el <strong>del</strong>incuente, en especial joven y<br />

pobre.<br />

Vasilachis de Gialdino (2003), por su parte, evalúa el tratamiento que se realiza<br />

de los niños en situación de calle desde la prensa gráfica. En este sentido, analiza


cómo a través de diversos procesos sintácticos y semánticos se enfatizan u ocultan<br />

los roles de estos niños, al mismo tiempo que se los estigmatiza por una situación<br />

(la de estar en la calle) que lejos de considerarse contingente se establece como<br />

inherente a ellos. Asimismo observa cómo dichos procesos construyen representaciones<br />

acerca de estos niños en la opinión pública que determinarán la manera en<br />

que serán vistos por la sociedad.<br />

Calzado (2006) analiza, a través de las asambleas <strong>del</strong> Plan de Prevención <strong>del</strong><br />

Delito de la ciudad de Buenos Aires, cómo éstas se convierten en generadoras<br />

de un discurso en torno a la inseguridad y al <strong>del</strong>ito cometido por jóvenes, y esto<br />

ayuda a reforzar el binomio minoridad/inseguridad, para lo cual se conjugan tanto<br />

la opinión pública como los medios de comunicación. En consecuencia, esta construcción<br />

discursiva legitima respuestas políticas punitivas a problemas de orden<br />

estructural de nuestra sociedad.<br />

Siguiendo esta idea <strong>del</strong> “miedo al <strong>del</strong>ito” que se comienza a generalizar en la<br />

sociedad, Varela (2005) analiza la aparición de dicho concepto en la investigación<br />

criminológica británica y su utilización a nivel local como “sensación de inseguridad”<br />

asociado a la realización de la Encuesta de Victimización de la Dirección<br />

Nacional de Política Criminal, que establece el problema <strong>del</strong> <strong>del</strong>ito antes de que<br />

los encuestados lo manifiesten como tal y en este sentido, también alude a cómo<br />

los medios de comunicación coadyuvan a instalar esta “sensación de inseguridad”<br />

en la población.<br />

3. Nuestro mapa institucional<br />

La Dirección Provincial <strong>del</strong> Menor, la Mujer y la Familia 6 contaba inicialmente<br />

con el Programa de Menores en Conflicto con la Ley Penal, que comenzó a funcionar<br />

en abril de 1994. El 11 de agosto de 2000 este programa se convirtió en<br />

la Dirección <strong>del</strong> Menor en Conflicto con la Ley Penal que, en lugar de continuar<br />

dependiendo de la Secretaría de Estado de Promoción Comunitaria, pasó a estar<br />

bajo la órbita <strong>del</strong> Ministerio de Gobierno, Justicia y Culto.<br />

En la actualidad, dichas instancias burocráticas están sufriendo una profunda<br />

reestructuración, paralelamente a una renovación de autoridades, a partir <strong>del</strong> cambio<br />

de gobierno de la provincia de Santa Fe a fines de 2007. En este contexto, se<br />

crea el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos <strong>del</strong> cual pasa a depender la<br />

ya existente Subsecretaría de Asuntos Penales, que a su vez controla la Dirección<br />

Provincial <strong>del</strong> Menor en Conflicto con la Ley Penal (DPMCLP), organismo que<br />

rige para toda la provincia de Santa Fe.<br />

La DPMCLP tiene incumbencia en toda la provincia de Santa Fe y se organiza<br />

en torno a tres grandes Programas dentro de los cuales se agrupan los más específicos.<br />

Estos son los Programas de Primera Intervención, por un lado Diagnóstico<br />

y Orientación, y Dispositivos de Asistencia en Seccionales Policiales. En segunda<br />

instancia los Programas de Tratamientos Alternativos a la privación de la libertad,<br />

que comprenden: Libertad Asistida, Centro de Día con Capacitación Laboral<br />

y emprendimientos productivos, y Centros de Asistencia de Víctimas en Violencia<br />

Familiar y Delito Sexual, y por último, los Programas de Tratamiento con In-<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

1


tervención, que pueden revestir tres modalidades: Hogares de Puertas Abiertas,<br />

Institutos Cerrados y Gestión Mixta.<br />

Desde su creación a mediados de 2000 hasta fines de 2007, la DPMCLP estuvo<br />

bajo la órbita de control <strong>del</strong> Ministerio de Gobierno, Justicia y Culto, es decir, bajo<br />

la estructura de Seguridad, la misma instancia de la cual dependía tanto la Policía<br />

como el Servicio Penitenciario Provincial y todo el sistema de castigo vinculado a<br />

adultos. En este sentido, la decisión de que el ámbito penal en cuestiones referidas<br />

a menores (en lo que concierne a la provincia de Santa Fe), dependa de la misma<br />

estructura institucional de castigo de la cual dependen los mayores, implica que la<br />

justicia juvenil está concebida –al menos en parte– en los mismos términos que la<br />

justicia de adultos.<br />

De todos modos, a la luz de los cambios institucionales que se están produciendo<br />

actualmente en los estamentos burocráticos provinciales, es muy aventurado a<strong>del</strong>antar<br />

una hipótesis sobre la morfología que adquirirán dichas instancias estatales<br />

y si, eventualmente, esos cambios redundarán en modificaciones en las prácticas<br />

de intervención sobre la población de menores en conflicto con la ley penal.<br />

4. Marco legal y situación jurídico-administrativa de los menores de<br />

edad en la ciudad de Rosario<br />

La ley nacional de fondo que regía desde 1919 en Argentina era la Nº 10.903 de<br />

Patronato de Menores que se correspondía con la doctrina de la Situación Irregular.<br />

Sin embargo, a partir de la aprobación de la CIDN por parte de la Asamblea<br />

General de las Naciones Unidas, el 20 de noviembre de 1989, su ratificación al año<br />

siguiente en nuestro país por Ley 23.849 <strong>del</strong> Congreso de la Nación y su posterior<br />

incorporación en 1994 a la Constitución Nacional, la situación jurídica de los menores<br />

de edad se tornó anómala dada la vigencia de dos leyes prácticamente antagónicas,<br />

durante casi quince años. Situación que sólo se modificó, en septiembre<br />

de 2005 al sancionarse la ley 26.061 de Protección Integral de los Derechos de las<br />

Niñas, Niños y Adolescentes, que automáticamente deroga la 10.903.<br />

Si bien el texto de la nueva ley retoma en sus principios generales lo propugnado<br />

por la CIDN añade algunas cuestiones interesantes en las disposiciones generales<br />

en torno a las políticas públicas, en las cuales enfatiza el rol <strong>del</strong> Estado como garante<br />

<strong>del</strong> fortalecimiento familiar, la descentralización de los organismos de aplicación<br />

y de planes y programas, la gestión asociada de los organismos de gobierno<br />

en sus diferentes niveles coordinado con la sociedad civil, con una fiscalización<br />

permanente, y la promoción de redes intersectoriales locales. A pesar de que la<br />

sanción de esta ley constituye un avance importante desde el ámbito jurídico todavía<br />

se requieren adecuaciones, de tipo burocrático y de carácter procedimental,<br />

para lograr que ésta se efectivice plenamente.<br />

En cuanto a la situación de la ciudad de la ciudad de Rosario, en 2001 su población<br />

era de 1.121.558 habitantes, según el Censo Nacional de Población, Hogares<br />

y Viviendas <strong>del</strong> mismo año. 7 Para atender a los menores de edad, Rosario contaba<br />

con tres Juzgados de Menores, a los cuales se agregó un cuarto a mediados de<br />

2006. Dichos juzgados, de acuerdo al marco legislativo que regula su práctica,<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

3


intervenían tanto en el orden civil sobre menores en estado de abandono, como en<br />

el orden penal, sobre menores a los cuales se les imputaban hechos sancionados<br />

por la ley penal. 8<br />

A partir de la sanción de la ley 26.061 de Protección Integral de los Derechos<br />

de Niñas, Niños y Adolescentes gran parte de las competencias de los Juzgados de<br />

Menores pasan a los Juzgados de Familia, y a los órganos técnico-administrativos<br />

(Subsecretaría de la Niñez, Adolescencia y Familia) con lo cual, los Jueces de<br />

Menores restringen su área de incumbencia casi exclusivamente a lo relacionado<br />

con el ámbito penal.<br />

5. Las cifras de la <strong>del</strong>incuencia juvenil<br />

5.1. El acceso a los datos<br />

Con este contexto jurídico-administrativo como marco general de nuestra investigación<br />

y, habiendo consultado la página web institucional <strong>del</strong> Poder Judicial<br />

de la Provincia de Santa Fe, constatamos que si bien existía información estadística<br />

correspondiente al fuero penal, ésta no figuraba desagregada entre mayores<br />

y menores de edad, motivo por el cual decidimos solicitar por nota material de<br />

tipo estadístico a la Corte Suprema de Justicia de la provincia de Santa Fe sobre<br />

Juzgados de Menores de la ciudad de Rosario, con respecto a: cantidad de causas<br />

por juzgados, cantidad de menores imputados, edad de los menores, tipo de <strong>del</strong>ito,<br />

etc., <strong>del</strong> período 1997-2006. En base a nuestro conocimiento surgido de entrevistas<br />

informales con personal de un Juzgado de Menores, estábamos al tanto que<br />

existía un “Sistema de Gestión de Menores” informatizado en el cual se registraban<br />

este tipo de datos.<br />

A partir de nuestro pedido concreto, se nos entregó un detalle estadístico desde<br />

el año 1997 al 2006. Algunos cuadros estadísticos adolecían de errores, que<br />

surgieron a partir de controles cruzados que efectuamos sobre los mismos (Rao,<br />

1994). El origen de los errores puede deberse a varios motivos, entre ellos: un mal<br />

registro inicial de los datos, un incorrecto traspaso de los mismos <strong>del</strong> Sistema de<br />

Gestión de Menores a las planillas de tabulación de la Oficina de Estadísticas de la<br />

Corte o, inclusive, la falta de un rubro en el cual registrar datos, que incidiera en el<br />

total, pero no se viera reflejado en la desagregación.<br />

El material se podía dividir en dos tipos: los datos ya tabulados y los datos<br />

“crudos”, planillas directamente impresas <strong>del</strong> Sistema de Gestión de Menores sin<br />

procesamiento alguno. El análisis de ambos tipos de material implicó un arduo<br />

trabajo no solamente por los errores sino además, porque, los datos sobre <strong>del</strong>itos<br />

estaban ordenados alfabéticamente, sin ningún criterio específico, por lo cual decidimos<br />

clasificarlos según la tipificación de <strong>del</strong>itos establecida por el Código Penal<br />

de la Nación. Por otro lado, dentro de la categoría <strong>del</strong>itos aparecían ítems que no<br />

lo eran, por ejemplo figuras legales tales como el amparo.<br />

5.2. El análisis de los datos<br />

En la Tabla 1, nos interesa analizar la progresión de las causas iniciadas por<br />

Juzgado durante los diez últimos años.


Tabla Nº 1. Cantidad de causas ingresadas por Juzgado. Período 1997-2006<br />

Juzgado / Años 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006*<br />

Juzgado Nº 1 3368 2742 3146 3112 3022 3259 2915 2876 2645 1965<br />

Juzgado Nº 2 2857 3251 3098 3200 3593 3657 3134 3208 4008 2855<br />

Juzgado Nº 3 3<strong>16</strong>9 3158 32<strong>16</strong> 3494 3604 3524 3015 3001 2305 1889<br />

Juzgado Nº 4 .... .... .... .... .... .... .... .... .... 1329<br />

Total 9394 9151 9460 9806 10219 10440 9064 9085 8958 8038<br />

* A mediados de este año se incorpora el Juzgado de Menores Nº 4<br />

Fuente: Elaboración propia en base a datos suministrados por la Corte Suprema de Justicia<br />

de la Provincia de Santa Fe.<br />

Gráfico Nº 1. Total de causas Ingresadas. Período 1997-2006<br />

A partir de esta Tabla, podemos inferir que a pesar de las fluctuaciones, el número<br />

de causas ingresadas no muestra diferencias significativas, salvo en el período<br />

2001-2002, lo cual podría ser atribuido a la crisis socio-política-económica que<br />

sufriera Argentina a fines <strong>del</strong> 2001. 9<br />

Según el Gráfico 1, los guarismos estarían dando cuenta que el fenómeno de la<br />

<strong>del</strong>incuencia juvenil –de acuerdo a las causas ingresadas en el fuero de Menores–<br />

lejos de estar in crescendo, y a pesar de algún pico puntual, se mantiene constante<br />

e incluso registra un leve descenso en los últimos años.<br />

En la Tabla 2 se puede ver claramente que tanto las contravenciones de mayores<br />

contra menores 10 , como los recursos de Hábeas Corpus 11 , son los dos ítem<br />

que registran los guarismos más bajos, en relación con la averiguación de hechos/consultas,<br />

y fundamentalmente con respecto a los <strong>del</strong>itos o faltas cometidos<br />

por menores de edad que superan ampliamente a los demás ítem. No obstante<br />

esto, si realizamos un análisis en términos diacrónicos vemos que las contravenciones<br />

de mayores contra menores, la averiguación de hechos, y los recursos de<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

5


Hábeas Corpus se mantienen relativamente constantes en el decenio analizado.<br />

En cambio, los <strong>del</strong>itos o faltas cometidas por menores registran una tendencia en<br />

aumento desde 1997 hasta 2002, año, este último, en que se verifica el máximo<br />

número de causas, y desde esa fecha comienza a descender bruscamente hasta el<br />

año 2003, registrando un ascenso en los años 2004 y 2005, que sin embargo nunca<br />

alcanza el pico de 2002, y que se encuentra en disminución en el último año.<br />

Tabla Nº 2. Desagregación de causas en Secretaría Penal<br />

Delitos o faltas cometidas<br />

por menores<br />

Contravenciones de<br />

mayores c/menores<br />

Averiguación de<br />

hechos/denuncias/consult.<br />

1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006<br />

7132 7465 7749 8361 8557 8915 5771 7202 7603 6948<br />

4 0 1 4 204 0 0 192 0 0<br />

413 253 476 255 254 325 248 264 233 <strong>16</strong>7<br />

Recursos de Habeas Corpus <strong>16</strong> 9 19 14 12 29 26 19 17 15<br />

Total causas iniciadas<br />

Secretaría Penal<br />

7565 7727 8245 8634 9027 9269 6045 7677 7853 7130<br />

Fuente: Elaboración propia en base a datos suministrados por la Corte Suprema de Justicia<br />

de la Provincia de Santa Fe<br />

5.3. Menores de edad y tipos de <strong>del</strong>ito cometidos. Un acercamiento desde el<br />

Código Penal<br />

En cuanto al tipo de <strong>del</strong>ito cometido por menores de edad, establecimos un ordenamiento<br />

de acuerdo a la tipificación <strong>del</strong> Código Penal de la Nación, ya que en<br />

las planillas que nos suministrara la Corte Suprema los <strong>del</strong>itos estaban ordenados<br />

alfabéticamente, sin ningún otro criterio de clasificación, excepto la discriminación<br />

entre menores de hasta <strong>16</strong> años de edad, que la ley clasifica como no punibles<br />

y aquellos mayores de <strong>16</strong> años, que sí son pasibles de recibir sanción. 12<br />

Un dato importante es que en estas planillas de la Corte figura una leyenda que<br />

dice: “El cálculo de la edad tiene en cuenta la fecha de nacimiento y la fecha <strong>del</strong><br />

hecho, si alguno de estos datos no posee información, no se contabiliza en la estadística”.<br />

Esta aclaración cobra sentido si la relacionamos con el hecho de que los<br />

menores a veces mienten sobre su edad para evitar ser sancionados, entonces, si no<br />

se conocen los datos de nacimiento, o <strong>del</strong> hecho, no se lo consigna para evitar un<br />

registro erróneo. Esta situación implica que probablemente exista un subregistro<br />

de hechos, que nos impide realizar un control cruzado para establecer la confiabilidad<br />

de los mismos.<br />

Tomamos un Juzgado de Menores como caso testigo para evaluar qué tipos de<br />

<strong>del</strong>itos poseen mayor incidencia.


Tabla Nº 3. Desagregación por tipo de <strong>del</strong>ito. Período 2003-2006<br />

Tipo de <strong>del</strong>ito<br />

Menores no<br />

punibles<br />

Juzgado Nº 1<br />

Menores<br />

punibles<br />

(hasta <strong>16</strong> años) (<strong>16</strong> a 18 años) Total<br />

contra las personas 714 534 1248<br />

1. Homicidio 30 30 60<br />

2. Tentativa de homicidio 8 5 13<br />

3. Lesiones 644 466 1110<br />

4. Abuso de armas 30 32 62<br />

5. Agresión con armas 2 0 2<br />

6. Aborto 0 1 1<br />

contra la integridad sexual 45 22 67<br />

1. Abuso 36 18 54<br />

2. Violación 1 0 1<br />

3. Exhibiciones obscenas 8 4 12<br />

contra la libertad 420 325 745<br />

1. Amenazas 378 302 680<br />

2. Privación ilegal de la libertad 2 5 7<br />

3. Violación de domicilio particular 40 18 58<br />

contra la propiedad 3511 1915 5426<br />

1. Daño 269 175 444<br />

2. Hurto 7<strong>16</strong> 355 1071<br />

3. Tentativa de hurto 400 <strong>16</strong>2 562<br />

4. Robo 1298 1079 2377<br />

5. Tentativa de robo 819 140 959<br />

6. Estafa y defraudación 6 2 8<br />

7. Usurpación 2 1 3<br />

8. Tentativa de extorsión 1 1 2<br />

contra la seguridad pública 420 263 683<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

7


1. Acopio de armas 2 0 2<br />

2. Portación de arma de fuego 28 32 60<br />

3. Tenencia de arma de uso civil 1 2 3<br />

4. Incendios 29 23 52<br />

5. Infracción leyes policía sanitaria<br />

animal 360 206 566<br />

contra la Adm. Pública 97 137 234<br />

1. Encubrimiento 31 45 76<br />

2. Falsa denuncia 1 0 1<br />

3. Evasión 17 17 34<br />

4. Desobediencia 2 0 2<br />

5. Resistencia contra la autoridad 46 72 118<br />

6. Atentado contra la autoridad 0 1 1<br />

7. Falso testimonio 0 2 2<br />

Ley 23.737 (tenencia y tráfico<br />

estupefacientes) 17 27 44<br />

Total 5224 3223 8447<br />

Fuente: Elaboración propia en base a datos suministrados por la Corte Suprema de Justicia<br />

de la Provincia de Santa Fe<br />

Con una simple visualización de la Tabla 3, podemos inferir que los <strong>del</strong>itos contra<br />

la propiedad son los que registran el mayor número de casos que corresponden<br />

a 64,24% <strong>del</strong> total. Y dentro de esta categoría los guarismos más altos se dan en<br />

robo y hurto, siendo el primero relativamente similar entre menores y mayores de<br />

<strong>16</strong> años. Sin embargo, en el hurto, los casos de menores de <strong>16</strong> años duplican a los<br />

mayores de esa edad. Dado que el robo implica la utilización de “fuerza en las cosas<br />

o (…) violencia física en las personas” 13 , podríamos inferir que los menores de<br />

<strong>16</strong> años cometen hurtos más ocasionales y con menor grado de organización, sin<br />

la utilización de armas. Sin embargo si prestamos atención a la columna de <strong>del</strong>itos<br />

contra la seguridad pública vemos que tanto la tenencia de armas de guerra, como<br />

de uso civil, es muy similar en ambos estratos etarios con un leve aumento en los<br />

mayores de <strong>16</strong> años. Con lo cual los datos no confirmarían esta hipótesis.<br />

En cuanto a los <strong>del</strong>itos contra la integridad sexual, el abuso es el que registra<br />

mayor incidencia, especialmente en menores de <strong>16</strong> años, que duplican a los cometidos<br />

por los mayores de <strong>16</strong> años.<br />

Los <strong>del</strong>itos contra las personas constituyen el 14,78% <strong>del</strong> total, pero dentro de<br />

los mismos, las lesiones ocupan el primer lugar, con 88,95%, siendo los homici-


dios sólo el 4,80% <strong>del</strong> total de estos <strong>del</strong>itos.<br />

A diferencia de las demás tipificaciones, los <strong>del</strong>itos contra la administración<br />

pública y los de tenencia y tráfico de estupefacientes, son los únicos que sufren<br />

incrementos en la franja etaria de <strong>16</strong> a 18 años de edad, que en el caso de los primeros,<br />

los mayores de <strong>16</strong> años representan el 58,54% <strong>del</strong> total de estos <strong>del</strong>itos,<br />

mientras que con respeto a la ley de estupefacientes, sería el 61,36%.<br />

Grafico Nº2: Desagregación por tipo de <strong>del</strong>ito. Menores no punibles y punibles.<br />

Período 2003-2006<br />

En otro orden de cosas, nos preguntamos por el objetivo que tiene el relevamiento<br />

de estos datos a nivel <strong>del</strong> fuero de menores, es decir, si efectivamente se<br />

utilizan en el mejoramiento <strong>del</strong> sistema, o si son aprovechados por otra instancia<br />

institucional para el diseño de políticas públicas para el sector. En otras palabras,<br />

si el dato se recopila con algún fin específico, o si sólo obedece a un requerimiento<br />

formal.<br />

Los jueces <strong>del</strong> fuero penal consultados, sostienen que las estadísticas que pro-<br />

ducen los Juzgados sirven para su mismo control (Juez de Menores, Reg. Nº 2,<br />

2007) y que sería interesante que además puedan ser utilizadas para formular e<br />

implementar políticas hacia el sector e inclusive para modificar lo códigos de procedimientos<br />

(Juez de Cámara en lo Penal, Reg. Nº 1, 2007). De las entrevistas<br />

realizadas no surge que los datos, generados por los propios juzgados y procesados<br />

por la Oficina de Estadísticas de la Corte, se utilicen efectivamente para formular<br />

políticas públicas, para adaptar o mejorar cuestiones procedimentales o simplemente<br />

para realizar un diagnóstico de situación. De ser así, los jueces entrevistados<br />

no están al tanto <strong>del</strong> fin con que se recopilan dichos datos.<br />

6. La prensa gráfica y la inseguridad<br />

6.1. Estableciendo lineamientos generales<br />

Es interesante analizar la información precedente a la luz de las noticias periodísticas<br />

que hacen hincapié en un aumento de los <strong>del</strong>itos cometidos por menores<br />

de edad dentro de una presunta “ola <strong>del</strong>ictiva” que “azota” a nuestro país y especialmente<br />

a las ciudades más populosas.<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008


Para ello, se seleccionaron noticias periodísticas relacionadas con la <strong>del</strong>incuencia<br />

juvenil, pero especialmente intentando analizar si se plasma desde los funcionarios<br />

<strong>del</strong> área una preocupación por el tema. Escogimos el diario La Capital<br />

de la ciudad de Rosario (por ser el periódico con mayor tirada a nivel local) sobre<br />

el cual relevamos las notas <strong>del</strong> primer mes de cada cuatrimestre <strong>del</strong> período<br />

2001-2006. 14<br />

A través <strong>del</strong> establecimiento de ejes a partir de los cuales ordenar las noticias<br />

periodísticas por año, pudimos constatar cómo el tema de la inseguridad atraviesa<br />

transversalmente los seis años analizados, siendo un común denominador en todo<br />

el país –según los medios– en un contexto marcado por la crisis de fines de 2001<br />

en Argentina. También comienza a destacarse una notoria participación pública<br />

–especialmente la aparición de la clase media– en manifestaciones –a partir de las<br />

restrictivas medidas económicas implementadas por el entonces ministro de Economía<br />

Domingo Cavallo, en noviembre de 2001– y conjuntamente, comienzan a<br />

proliferar, a partir de 2002, las marchas solicitando mayor “seguridad”.<br />

Otro tema que aparece es el de la violencia institucional, es decir, muertes en<br />

cárceles o casos de “gatillo fácil”. 15 Y como contrapartida surge la preocupación<br />

por sanear la imagen de las fuerzas de seguridad, probablemente vinculado con lo<br />

anterior, pero también debido al alto índice de corrupción dentro de las mismas.<br />

En este sentido, el tratamiento que realiza la prensa gráfica sobre el tema de la<br />

“(in)seguridad”, sin duda contribuye a generar aquello que Hall define como “pánico<br />

moral”, una reacción oficial desproporcionada en relación con aquello que se<br />

percibe como amenaza (Isla, 2003; Miguez y González, 2003). Y esto conduce a<br />

la demanda, por parte de la población, de más policía y mayor seguridad –otro de<br />

los ejes que aparece en el material periodístico–.<br />

Ante esta situación, se postulan como posibles soluciones el establecimiento de<br />

planes de seguridad a nivel provincial; la construcción de más cárceles o la adaptación<br />

de edificios desocupados a tal fin. Como contracara, Apropol <strong>16</strong> sostiene que<br />

los planes de seguridad provincial sólo implican dotar de más vehículos y mayor<br />

cantidad de efectivos policiales y que esto, aparte de no constituir una solución<br />

tiende a “la destrucción paulatina de la seguridad pública” (25/05/04).<br />

En otros casos, la visibilidad que la prensa le otorga a ciertos sucesos contribuye<br />

a denunciar situaciones problemáticas. Por ejemplo, a partir de algunos motines<br />

protagonizados por menores de edad alojados en comisarías, se resuelve que sean<br />

trasladados a institutos de internación dependientes de la DPMCLP, ya sea de régimen<br />

abierto o cerrado, para solucionar una situación que de hecho ya era irregular:<br />

que existan personas menores de edad detenidas en comisarías.<br />

Por otro lado, las políticas públicas destinadas a menores de edad que estén o<br />

hayan estado en conflicto con la ley penal son muy escasas, sólo en dos notas (de<br />

un total de noventa y una relevadas) se menciona un programa de deporte, alfabetización,<br />

educación formal y talleres de oficios gestionado a través de la DPMCLP<br />

(29/09/02) y, en otra, la propuesta de fomentar actividades deportivas como factor<br />

de contención social (09/05/05).<br />

Un Juez de Menores se refiere a esta situación de la siguiente manera: “Para


extraerlo <strong>del</strong> <strong>del</strong>ito, es decir, un ejemplo tonto, tonto: no puede haber ningún pibe<br />

que haya cometido un <strong>del</strong>ito aunque sea el más grave, que se vaya en libertad y<br />

no tenga, por ejemplo, trabajo. O no tenga, que no termine sus estudios…” (Juez<br />

de Menores: 2007).<br />

Asimismo, la consulta a especialistas en el tema –cuando se realiza– se ve restringida<br />

a abogados, que participan en instituciones <strong>del</strong> Estado, o a criminólogos.<br />

Algo notorio es el casi nulo recurso de este medio gráfico a incluir la opinión de<br />

cientistas sociales, ya que en los seis años relevados sólo aparece una nota en la<br />

cual opina sobre el tema una socióloga.<br />

Al respecto, en un informe publicado por la ONG Periodismo Social 17 , la Dra.<br />

Trumper sostiene que “…es problema de las sociedades científicas, que no sabemos<br />

llegar o creemos que no nos van a tener en cuenta. Desconocemos el trabajo<br />

de los periodistas. No hay relación fuera de la coyuntura noticiosa… Tendríamos<br />

que usar más los medios de prensa para que pueda llegar más información veraz a<br />

la prensa” (Periodismo Social, 2006:20).<br />

La duda que surge entonces es: ¿la prensa se aleja de los cientistas sociales o los<br />

cientistas sociales no se acercan a la prensa? 18<br />

6.2. Los menores infractores y la prensa gráfica<br />

Es interesante, entonces, analizar ahora las cifras de la <strong>del</strong>incuencia juvenil en<br />

cruce con los dichos de la prensa. Para ello tomaremos una serie de noticias, que<br />

consideramos paradigmáticas en la construcción de la “inseguridad” vinculada a<br />

<strong>del</strong>itos cometidos por menores de edad.<br />

Un titular anuncia “A contrapelo <strong>del</strong> país, en la provincia no disminuye el índice<br />

de <strong>del</strong>itos” (30/05/2005) y más a<strong>del</strong>ante expresa: “Mientras la media nacional indica<br />

una merma de 2,12% entre los años 2003 y 2004, en Santa Fe se registró un incremento<br />

<strong>del</strong> 4,29%”. Si bien no queda claro si estos porcentajes incluyen a los <strong>del</strong>itos<br />

cometidos por menores de edad, lo más probable es que sí los tengan en cuenta 19 ,<br />

entonces, parecería ser que nuestros datos sobre menores siguen la tendencia enunciada<br />

para el resto <strong>del</strong> país (con una disminución en 2003-2004), que sin embargo,<br />

no coincidiría con la esbozada por el medio gráfico para la provincia de Santa Fe.<br />

“El <strong>del</strong>ito en menores sube con el colapso <strong>del</strong> sistema tutelar” (18/05/2005) y<br />

en el subtítulo continúa “En un año calendario en Rosario se abrieron más de 6<br />

mil causas”, lo cual, según nuestros informes de hecho es cierto, porque en 2005<br />

la cantidad de causas fue 8958. No obstante, este guarismo está por debajo de<br />

los nueve años anteriores, lo cual implica el riesgo que existe al realizar aseveraciones<br />

de este tipo en un medio masivo de comunicación sin contextualizar los<br />

datos con los de años previos, permitiendo que el lector pueda sacar sus propias<br />

conclusiones.<br />

Es notorio que a pesar de la resonancia de la cual goza el tema de menores en<br />

conflicto con la ley penal, no se encuentren datos oficiales de fácil acceso sobre<br />

las cifras de este fenómeno. En este sentido, Daroqui y Guemureman señalan que:<br />

“...la ausencia de producción de información sobre un tema candente como la <strong>del</strong>incuencia<br />

juvenil, permite, en contraposición, la vulneración de derechos, ya que<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

101


promueve -por omisión- la posibilidad de decir virtualmente “cualquier cosa” sobre<br />

los adolescentes y jóvenes y el diseño responsable de políticas públicas sobre<br />

la desinformación” (citado en Guemureman, 2004:48).<br />

En otra noticia se hace hincapié en los <strong>del</strong>itos cometidos en un turno judicial,<br />

que equivale a un mes: “En un mes, hubo más de 600 <strong>del</strong>itos de menores en el<br />

área de Rosario” (12/05/2003). Si calculamos la media de las causas iniciadas<br />

en el período 1997-2006 obtendríamos 9300 por año, y tendríamos alrededor de<br />

775 causas por mes, lo cual supera al número mencionado en esta nota, pero que,<br />

volvemos a remarcar, tomado el dato aisladamente, sin una correcta contextualización,<br />

puede resultar “alto” para el lector, pero ¿alto con respecto a qué?<br />

Martín et al. (2002:88) señala: “Se asume que la agenda policial de los medios<br />

excluye a la ciudadanía de la posibilidad de participación activa en el debate público<br />

por la reiteración de representaciones simplificadas y reduccionistas de la<br />

realidad construidas por los medios y por el modo incompleto en que se publican<br />

las noticias sobre el crimen.”<br />

Estos discursos contribuyen a construir una imagen dicotomizada de “nosotros” y<br />

“los otros” (Calzado, 2006; Martín et al., 2002) que refuerza los estereotipos y asocia<br />

joven con <strong>del</strong>incuente, al mismo tiempo que ubica los actos <strong>del</strong>ictivos fuera de todo<br />

contexto social y como simple resultado de la voluntad individual de los sujetos.<br />

En este sentido, no debemos olvidar que la prensa construye discursos que se<br />

constituyen en verdad y son apenas cuestionados o tomados críticamente por la<br />

opinión pública: “La legitimidad que tiene históricamente la prensa le concede<br />

el estatuto de voz autorizada, y que se deriva de su coincidencia con el discurso<br />

hegemónico, “oficial”, es decir con las fuentes que producen autoridad.” (Martín<br />

et al., 2002:90 - subrayado original)<br />

Entonces, noticias que mencionan <strong>temas</strong> tales como “La ola de inseguridad<br />

que padece Rosario desató un fuego cruzado entre la Municipalidad y la Casa<br />

Gris” (30/05/2003 - el subrayado es nuestro) desatan polémica en la opinión pública<br />

y llevan a que la solución se encauce por la vía de la reducción de la edad<br />

de imputabilidad de los menores, tal y como se manifiesta en este titular: “El gobierno<br />

analiza bajar a 14 años la edad para imputar <strong>del</strong>itos. El funcionario negó<br />

que se trate de una reacción al reclamo <strong>del</strong> empresario Juan Carlos Blumberg”<br />

(18/05/2005). 20<br />

Según Calzado (2006:28) “este tipo de estados de conmoción social no necesariamente<br />

coinciden con mayores índices <strong>del</strong>ictivos”. En este sentido, en un artículo<br />

publicado el 19/09/04 cuyo titular era: “Rosario: la mayoría de los crímenes<br />

son por conflictos personales y no por robos”, se hace hincapié en que “…una<br />

caída <strong>del</strong> número de crímenes en Rosario, reflejaría un declive <strong>del</strong> homicidio como<br />

emergente de la inseguridad pública” y a continuación agrega: “Sin embargo, lejos<br />

de decaer, el temor público a la <strong>del</strong>incuencia aumenta”. En el mismo artículo, el<br />

criminólogo Máximo Sozzo sostiene que los <strong>del</strong>itos contra las personas –puntualmente<br />

los homicidios– no se hayan en la base <strong>del</strong> temor público sino, por el<br />

contrario, los que atentan contra la propiedad.<br />

Un informe presentado por la ONG Periodismo Social menciona que: “La Vio-


lencia, en sus diversas formas, ha sido el tema más tratado por el conjunto de los<br />

diarios nacionales argentinos durante 2004 en asuntos de niñez y adolescencia<br />

(26,1% <strong>del</strong> total de notas)” (Informe Anual 2005, pp.22). Pero agrega que “…los<br />

textos sobre chicos víctimas de actos violentos quintuplican –incluido abuso y<br />

explotación sexual– a aquellos en los que fueron agentes: el 65,6% de las piezas<br />

sobre violencia los tiene como víctimas, el 12,6%, como agentes” (Ibídem). 21<br />

Por otro lado, debemos tener en cuenta que “el crimen vende” y que: “La información<br />

periodística sobre el “mundo <strong>del</strong> <strong>del</strong>ito” constituye una de las más poderosas<br />

narrativas explicativas que ha diseñado lo modernidad y se ha instaurado…como<br />

forma más o menos sutil de control social” (Martín et al., 2002:87<br />

- subrayado original).<br />

Este cruce <strong>del</strong> material periodístico con los datos provenientes de la Corte Suprema<br />

nos indica lo cuidadosos que debemos ser al establecer conclusiones, para<br />

que éstas no impliquen una generalización incorrecta o una total descontextualización<br />

<strong>del</strong> problema en términos comparativos.<br />

7. Algunas reflexiones finales. Retomando ideas<br />

En el presente trabajo desarrollamos el complejo entramado jurídico-administrativo<br />

que interviene sobre menores de edad, a través de una somera descripción<br />

de las instituciones <strong>del</strong> área <strong>del</strong> Estado provincial santafesino, con incumbencia<br />

en la ciudad de Rosario. Asimismo realizamos un acercamiento al estado <strong>del</strong> arte<br />

para, finalmente, sumergirnos en el análisis de las estadísticas oficiales en contraste<br />

con el tratamiento de la problemática que se realiza desde la prensa gráfica.<br />

Como vimos, la situación de la provincia es paradigmática ya que la estructura<br />

burocrática de la DPMCLP (desde su creación hasta fines <strong>del</strong> 2007) estuvo<br />

vinculada al Ministerio <strong>del</strong> cual dependía todo el sistema penal de adultos. En<br />

este sentido, la decisión política de incluir a los menores dentro de esta instancia<br />

institucional implicaba, de algún modo, que el sistema de justicia juvenil estaba<br />

siendo pensado en términos de castigo más que de reinserción de los jóvenes en<br />

ámbitos de contención social que les posibilitaran salir de la <strong>del</strong>incuencia. Con lo<br />

cual, se continuaba con un tratamiento tutelar de los menores que desatiende el<br />

interés en la responsabilización subjetiva de los mismos. Esta decisión en parte<br />

contradice el espíritu de los tratados y convenciones internacionales a los cuales<br />

adhirió Argentina. 22<br />

Sin embargo, debemos puntualizar también que, a la luz de las recientes reestructuraciones<br />

institucionales que está sufriendo la provincia de Santa Fe a partir<br />

<strong>del</strong> cambio de gobierno en 2007, es demasiado aventurado a<strong>del</strong>antar el curso que<br />

tomará el tratamiento de la problemática a nivel provincial. Situación que, probablemente,<br />

sólo podrá ser evaluada a largo plazo.<br />

En cuanto a las “cifras” de la <strong>del</strong>incuencia juvenil, los datos aportados por la<br />

Corte Suprema reflejan no sólo una relativa estabilidad en el número de causas,<br />

sino inclusive, un leve descenso de las mismas en el último año. Sin embargo, desde<br />

los medios de comunicación se construyen imágenes en torno a la (in)seguridad<br />

que ubican a los menores de edad como uno de los principales causantes <strong>del</strong> pro-<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

103


lema y en este sentido, la exacerbación de la sensibilidad social en torno al tema<br />

genera reacciones de la opinión pública que se orientan hacia el endurecimiento<br />

de las penas, la baja de la edad de imputabilidad penal y otras medidas de corte<br />

punitivo que, lejos de resolver el problema, son sólo medidas paliativas de muy<br />

corto alcance.<br />

En este sentido, el problema no son los datos que maneja la prensa, sino la utilización<br />

que se realiza de ellos, especialmente cuando se los analiza descontextualizadamente,<br />

sin otorgar al lector elementos que le permitan evaluar críticamente<br />

la información.<br />

En cuanto a las políticas públicas destinadas al sector, tanto desde lo analizado<br />

a partir de los medios masivos de comunicación como a través de las voces de los<br />

jueces <strong>del</strong> fuero penal, parece vislumbrarse una ausencia <strong>del</strong> tema en la agenda<br />

política, en especial en torno a programas que tiendan a la reinserción social de<br />

adolescentes infractores a la ley penal en ámbitos de contención, ya sean vinculados<br />

al estudio o al trabajo.<br />

Finalmente creemos que no basta con sancionar leyes “supuestamente”<br />

aggiornadas al contexto internacional –que luego fallan en el momento de la<br />

implementación, porque no fueron realizadas las reestructuraciones institucionales<br />

suficientes para llevarlas a cabo– ni el agregado de Juzgados de Menores, ni<br />

medidas paliativas aisladas, sino que, una política juvenil comprometida con<br />

nuestra realidad social implica comprender la complejidad <strong>del</strong> problema cuya<br />

raigambre es eminentemente social y su abordaje debe ser también pensado en<br />

esos términos, articulando a nivel horizontal los diferentes Ministerios y a nivel<br />

transversal los estamentos nacional, provincial y municipal y, fundamentalmente,<br />

abordando el problema desde una perspectiva holística que entienda a la niñez y a<br />

la adolescencia no como parcialidades sino como una totalidad.<br />

Referencias<br />

1. El 20 de noviembre de 1989 es aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas la Convención<br />

Internacional de los Derechos <strong>del</strong> Niño y ratificada en nuestro país por Ley 23.849 <strong>del</strong> Congreso<br />

de la Nación y en 1994 incorporada a la Constitución Nacional.<br />

2. Para mayor información sobre la doctrina de la Situación Irregular y de la Protección Integral y las<br />

leyes que se inscriben dentro de cada una de ellas en la República Argentina, consúltese POLOLA,<br />

Daniela (2004) De Niños y de Menores. Los profesionales y el complejo mapa institucional de la<br />

“minoridad” en la ciudad de Rosario, Tesis de licenciatura, Escuela de Antropología, Facultad de<br />

Humanidades y Artes, Universidad Nacional <strong>del</strong> Rosario.<br />

3. Iº Seminario Internacional “Respuesta institucional a la niñez en riesgo” (marzo de 2005) y IIº<br />

Seminario Internacional “La violencia en la familia, escuela y sociedad” (noviembre de 2006), ambos<br />

organizados por la Defensoría <strong>del</strong> Pueblo de la Provincia de Santa Fe, 1º Foro sobre Niñez, Adolescencia<br />

y Familia: El Sistema de Protección Integral de Derechos en el marco de la nueva Ley Nacional<br />

26.061 (agosto de 2006), organizado por la Municipalidad de Rosario.<br />

4. Cfr. Dirección Nacional de Política Criminal, Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la<br />

Nación. Adolescentes infractores a la ley penal. Tribunales Orales de Menores. 2002 Informe de la<br />

http://www.polcrim.jus.gov.ar; L. ELBERT; V. VASILE; F. REYES (2002), Situación normativa de las<br />

personas menores de 18 años imputadas de la comisión de un <strong>del</strong>ito, Dirección Nacional de Política<br />

Criminal, Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación. http://www.polcrim.jus.gov.ar; L.<br />

ELBERT; V. VASILE; F. REYES, Violencia juvenil y seguridad ciudadana. Problemas y soluciones,


Informe de la Dirección Nacional de Política Criminal, Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de<br />

la Nación. http://www.polcrim.jus.gov.ar<br />

5. Guemureman (2004:3) señala que actualmente existen más “usinas generadoras de datos” que las<br />

que había hace algunos años, probablemente porque se visualiza como positiva la información. Al<br />

mismo tiempo señala que “Hoy por hoy existe muchísima más información disponible, pero por ese<br />

mismo motivo también hay mayor fragmentación y atomización. La lectura integrada resulta mucho<br />

más difícil…”.<br />

6. Esta Dirección recientemente cambió su nombre por el de Subsecretaría de Niñez, Adolescencia y<br />

Familia como parte de la adecuación a la ley 26.061 de Protección Integral de los Derechos de niñas,<br />

niños y adolescentes sancionada en octubre de 2005. Sin embargo, en el presente trabajo utilizaremos<br />

la antigua denominación ya que al momento de los relatados cambios institucionales llevaba ese<br />

nombre.<br />

7. Datos obtenidos <strong>del</strong> Instituto Nacional de Estadística y Censos de la República Argentina.<br />

8. Art. 5, Ley 11.452, Código Procesal <strong>del</strong> Menor de la provincia de Santa Fe.<br />

9. De todos modos, ésta sería una hipótesis provisional que requeriría una indagación más profunda.<br />

10. Derogado en 2005 por la ley 11.452, Código Procesal <strong>del</strong> Menor de la provincia de Santa Fe.<br />

11. Éstos se presentan para retirar a los menores de un lugar de detención.<br />

12. “Art. 1º. No es punible el menor que no haya cumplido <strong>16</strong> años de edad. Tampoco lo es el que no<br />

haya cumplido 18 años, respecto de <strong>del</strong>itos de acción privada o reprimidos con una pena privativa de la<br />

libertad que no exceda de dos años, con multa o inhabilitación - Art. 2º Es punible el menor de dieciséis<br />

a dieciocho años de edad que incurriere en <strong>del</strong>ito que no fuera de los enunciados en el art. 1º” - Ley<br />

22.278, Régimen Penal de la Minoridad.<br />

13. Art.<strong>16</strong>4 <strong>del</strong> Código Penal de la Nación Argentina.<br />

14. Establecimos como comienzo <strong>del</strong> período el año 2001 por ser el momento en que comienza a funcionar<br />

la DPMCLP en la provincia de Santa Fe.<br />

15. Se denomina “gatillo fácil” a las ejecuciones llevadas a cabo por miembros de la fuerzas de seguridad<br />

en “supuestos” enfrentamientos armados con <strong>del</strong>incuentes, cuya veracidad es difícil de<br />

establecer.<br />

<strong>16</strong>. <strong>Asociación</strong> Profesional Policial de la provincia de Santa Fe.<br />

17. La ONG Periodismo Social realiza monitoreos de los principales diarios <strong>del</strong> país (entre los cuales<br />

incluye La Capital, de Rosario) sobre diversos <strong>temas</strong> (entre ellos niñez y adolescencia), estableciendo<br />

la ocurrencia de los mismos en los medios gráficos y analizando qué temática tiene mayor aparición,<br />

fuentes consultadas, etc. Para mayor información consúltese: http://www.periodismosocial.org.<br />

ar/quienes.cfm?hd=2.<br />

18. Este interrogante excede ampliamente los objetivos <strong>del</strong> presente artículo. Sin embargo, nos interesa<br />

dejarlo planteado, ya que se requiere una reflexión profunda sobre la vinculación entre academia y<br />

sociedad, en el sentido de considerar si un medio de llegada tan amplio como es la prensa no permitiría<br />

una interacción más fluida entre las producciones de los cientistas sociales y el conjunto de la población.<br />

Al respecto puede consultarse J. GLEDHILL (2000), “Antropología y política: compromiso,<br />

responsabilidad y ámbito académico”, en El poder y sus disfraces. Perspectivas antropológicas de la<br />

política, Barcelona, Edicions Bellaterra.<br />

19. Como indicáramos ut supra las estadísticas sobre <strong>del</strong>itos que están publicadas en la página oficial<br />

de Poder Judicial de la provincia de Santa Fe (http://www.poderjudicial-sfe.gov.ar/) contienen la sumatoria<br />

de causas de mayores y menores de edad dentro <strong>del</strong> fuero penal; en consecuencia, podríamos<br />

suponer que los datos que maneja el medio gráfico corresponden a ambos grupos de edad.<br />

20. A fines de marzo de 2004 se produce la muerte de un joven luego de su secuestro extorsivo, y su<br />

padre, un empresario de la Capital Federal comienza una “cruzada” contra el <strong>del</strong>ito y la inseguridad,<br />

exigiendo —a través de manifestaciones que congregan un gran número de personas— el endurecimiento<br />

de las penas, la baja de la edad de imputabilidad, etc. Para ampliar este tema consúltese: M.<br />

CALZADO (2006), “Elementos para el análisis <strong>del</strong> tratamiento mediático <strong>del</strong> caso Blumberg”, Documento<br />

de Trabajo Nº 5, Programa de Antropología Social y Política, Buenos Aires, FLACSO.<br />

21. Dado que nuestro tema de análisis es menores en conflicto con la ley penal, no tomamos los casos<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

105


de menores víctimas de violencia, pero sí nos interesa poder cotejar estos datos, ya que consideramos,<br />

nos aportan una visión más relacional <strong>del</strong> problema que nos permite un abordaje holístico <strong>del</strong><br />

mismo.<br />

22. Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la Administración de la Justicia de Menores —Reglas<br />

de Beijing—; Directrices de las Naciones Unidas para la Administración de la Justicia Juvenil —Directrices<br />

de Ryadh—; Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para los Jóvenes Privados de Libertad,<br />

Convención Internacional de los Derechos <strong>del</strong> Niño.<br />

Bibliografía<br />

M. BELOFF et al. (2000), Derecho, infancia y familia, Barcelona, Editorial Gedisa.<br />

M. CALZADO (2006), “Elementos para el análisis <strong>del</strong> tratamiento mediático <strong>del</strong> caso Blumberg”,<br />

Documento de Trabajo Nº 5, Programa de Antropología Social y Política, Buenos Aires, FLACSO.<br />

(2004), “Discursos sociales y prácticas punitivas. Las construcciones significantes de<br />

la opinión pública en las asambleas <strong>del</strong> Plan de Prevención <strong>del</strong> Delito”, en DELITO y Sociedad, Revista<br />

de Ciencias Sociales, Año 13, Nº 20, Buenos Aires, Santa Fe, Universidad Nacional <strong>del</strong> Litoral.<br />

J. DEGANO (2004), Minoridad y Rehabilitación. Estudio crítico de las prácticas judiciales actuales,<br />

Tesis de doctorado, Facultad de Psicología, Rosario, Universidad Nacional de Rosario.<br />

Dirección Nacional de Política Criminal – Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación<br />

(2002), Adolescentes infractores a la ley penal, Tribunales Orales de Menores, Informe de la http://<br />

www.polcrim.jus.gov.ar<br />

J. DONZELOT (1990), La policía de las familias, Valencia, Pre-textos.<br />

A. DUBANIEWICZ (1997), Abandono de Menores. Historia y problemática de las instituciones de<br />

protección, Buenos Aires, Edigraf.<br />

L. ELBERT; V. VASILE; F. REYES (2002), “Situación normativa de las personas menores de 18 años<br />

imputadas de la comisión de un <strong>del</strong>ito”, Dirección Nacional de Política Criminal – Ministerio de Justicia<br />

y Derechos Humanos de la Nación, en http://www.polcrim.jus.gov.ar<br />

(2002), Violencia Juvenil y Seguridad ciudadana. Problemas y soluciones.<br />

Informe de la Dirección Nacional de Política Criminal – Ministerio de Justicia y Derechos<br />

Humanos de la Nación. http://www.polcrim.jus.gov.ar<br />

E. GARCIA MENDEZ (2004), Infancia. De los derechos y de la justicia, Ciudad Autónoma de Buenos<br />

Aires, Editores <strong>del</strong> Puerto.<br />

et al. (2004), Infancia y democracia en la Argentina. La cuestión de la responsabilidad<br />

penal de los adolescentes, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Editores <strong>del</strong> Puerto.<br />

J. GRINBERG (2004), Características y funcionamiento <strong>del</strong> entramado burocrático de protección y<br />

atención de la infancia en la Ciudad de Buenos Aires. Zonas grises en torno a las intervenciones con<br />

chicos, Tesis de Licenciatura en Antropología, Buenos Aires.<br />

S. GUEMUREMAN (2004), “Sistema de producción de información para el monitoreo de adolescentes<br />

y jóvenes infractores a la ley penal en Argentina”, Documento de Trabajo UNICEF - Oficina de<br />

Argentina, en http://www.catedras.fsoc.uba.ar/guemure/bibliografia/Anexo1_IF%20SG.htm<br />

S. GUEMUREMAN y A. DAROQUI (2001), La niñez ajusticiada, Buenos Aires, Editores <strong>del</strong><br />

Puerto.<br />

P. HOEL (1979), “La naturaleza de los métodos estadísticos”, en Estadística Elemental, México, Editorial<br />

Continental.<br />

G. KESSLER (2006), Sociología <strong>del</strong> <strong>del</strong>ito amateur, Buenos Aires, Paidós.<br />

L. LARRANDART (1990), “Informe <strong>del</strong> Grupo de Investigación de Argentina”, en Infancia, adolescencia<br />

y control social en América Latina. Primer Informe, San José de Costa Rica, 21 a 25 de agosto<br />

de 1989, UNICRI-ILANUD, Buenos Aires, Editorial Depalma.<br />

S. MANGUÍA (2004), “Los medios de comunicación y el <strong>del</strong>ito de ser menor”, Taller de Infancia - II<br />

Congreso Nacional de Sociología, UBA, 20 al 23 de octubre.<br />

S. MARTINI et al. (2002), “Agendas policiales de los medios en la Argentina: la exclusión como un<br />

hecho natural”, en Violencias, Delitos y Justicias en la Argentina, Buenos Aires Ed. Manantial.<br />

D. MIGUEZ; A. GONZALEZ (2003), “El Estado como palimpsesto. Control Social, Anomia y Parti-


cularismo en el sistema penal de menores de la provincia de Buenos Aires, una aproximación etnográfica”,<br />

en A. ISLA y D. MIGUEZ (Comp.), Heridas Urbanas. Violencia Delictiva y Transformaciones<br />

sociales en los noventa, Buenos Aires, Editorial de las Ciencias, FLACSO.<br />

C. NORIEGA (2002), Nuevos discursos y prácticas en torno a la resolución de conflictos en las Defensorías<br />

de Niños, Niñas y Adolescentes <strong>del</strong> Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Tesis de Licenciatura<br />

en Antropología, Buenos Aires.<br />

Periodismo Social, Niñez y adolescencia en al prensa argentina, Informe Anual, Monitoreo 2004 en<br />

www.observatoriojovenes.com.arpublicacionesperiodismoSocialprensa.pdf.<br />

Informe Anual, Monitoreo 2006, en<br />

http://www.capituloinfancia.periodismosocial.net/PS/images/PDF%20-%20Final.pdf<br />

D. POLOLA (2004), De Niños y de Menores. Los profesionales y el complejo mapa institucional de<br />

la “minoridad” en la ciudad de Rosario, Tesis de licenciatura, Escuela de Antropología, Facultad de<br />

Humanidades y Artes, Universidad Nacional <strong>del</strong> Rosario.<br />

C. RAO (1994), “Principios y estrategias <strong>del</strong> análisis de datos: Examen cruzado de Datos”, en Estadística<br />

y verdad. Aprovechamiento <strong>del</strong> azar, Barcelona, PPU.<br />

C. VARELA (2005), Las representaciones sociales sobre el <strong>del</strong>ito y la “crisis de la seguridad” desde<br />

una perspectiva de género, VI Reunión de Antropología <strong>del</strong> MERCOSUR: Identidad, fragmentación<br />

y diversidad, Montevideo, Uruguay, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, <strong>16</strong> al 18<br />

de noviembre de 2005.<br />

I. VASILACHIS DE GIALDINO (2003), Pobres, pobreza, identidad y representaciones sociales, Buenos<br />

Aires, Gedisa.<br />

C. VILLALTA (1999), JUSTICIA Y MENORES. Taxonomías, metáforas y prácticas, Tesis de Licenciatura<br />

en Antropología, Buenos Aires.<br />

Documentos<br />

Código Penal de la Nación Argentina<br />

Convención sobre los Derechos <strong>del</strong> Niño – Ley 23.849<br />

Ley 11.452, Código Procesal de Menores de la Provincia de Santa Fe<br />

Ley 26.061, Protección Integral de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes<br />

Registro Nº 1, Entrevista a Juez de Cámara en lo Penal, octubre de 2007.<br />

Registro Nº 2, Entrevista a Juez de Menores, diciembre de 2007.<br />

Recibido: 28/02/08. Aceptado: 22/05<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

107


Las políticas sensibles al género: variedades conceptuales y desafíos de<br />

intervención<br />

Ana Laura Rodríguez Gustá<br />

Ana Laura Rodríguez Gustá es docente-investigadora<br />

<strong>del</strong> Centro de Estudios de Desarrollo y Estrategias<br />

Territoriales (CEDET), Escuela de Política y Gobierno,<br />

Universidad Nacional de San �artín.<br />

�ail: alrgusta@unsam.edu.ar<br />

resumen<br />

Este artículo repasa algunas de las principales<br />

características de las políticas orientadas a<br />

instaurar una mayor igualdad de género, discutiendo,<br />

en líneas generales, cuatro grandes categorías<br />

identificadas en la literatura: a) las políticas<br />

de acción afirmativa, b) las políticas para<br />

las mujeres, c) las políticas con perspectiva de<br />

género y, finalmente, d) las políticas de transversalización<br />

de género –conocidas por su término<br />

en inglés gender mainstreaming–. Dichas<br />

políticas difieren en sus enfoques teóricos y en<br />

sus metodologías de intervención. Además, este<br />

artículo discute sus efectos imprevistos e inesperados.<br />

A modo de conclusión, examinamos qué<br />

aspectos de cada una de estas líneas de acción<br />

podrían combinarse en una plataforma de políticas<br />

mayor en aras de promover intervenciones<br />

estatales capaces de instaurar un Estado democrático<br />

de género.<br />

palabras claves<br />

políticas de género / institucionalidad de género<br />

/ transversalización de género / políticas de acción<br />

afirmativa<br />

summary<br />

This article reviews some of the main features<br />

of those policies geared towards introducing<br />

a greater degree of gender inequality. In broad<br />

strokes, this paper discusses four main categories<br />

commonly addressed in the literature: a)<br />

affirmative action policies, b) women’s policies,<br />

c) gender policies, and, lastly, d) gender mainstreaming<br />

policies. They differ in their theoretical<br />

perspectives as well as in their practical methodologies,<br />

though all of them have unexpected<br />

consequences and ramifications beyond their<br />

planned goals. By means of conclusions, we ask<br />

whether we combine piecemeal aspects of these<br />

policies into a larger institutional platform in order<br />

to promote actions for an enhanced gender<br />

democratic state.<br />

keywords<br />

gender policy / gender mainstreaming / affirmative<br />

action<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

10


I. Introducción<br />

El Estado tiene un papel primordial en la construcción de condiciones de igualdad<br />

para varones y mujeres puesto que las intervenciones públicas distribuyen recursos<br />

materiales y oportunidades de reconocimiento simbólico entre los géneros<br />

(Fraser, 1995; Haney, 1998). En un sentido estricto, todas las políticas públicas<br />

estarían, de acuerdo con Joan Acker (1990) generizadas, lo cual significa que los<br />

contenidos, los objetivos y las metodologías de las acciones <strong>del</strong> Estado están imbuidos<br />

de concepciones sobre el valor relativo de atributos culturales masculinos<br />

y femeninos, así como de creencias respecto de los comportamientos normativamente<br />

deseables para cada uno de los sexos.<br />

El interés de este trabajo es discutir aquellas políticas públicas que han sido<br />

enunciadas explícitamente con el fin de asegurar el bienestar, la seguridad, la autonomía,<br />

y los derechos de las mujeres, las cuales denominamos sensibles al género.<br />

En América Latina, estas políticas han ganado creciente relevancia desde mediados<br />

de los años setenta al punto que, actualmente, prácticamente la totalidad de la<br />

región cuenta con planes de igualdad de oportunidades.<br />

En líneas generales, este trabajo discute las características de cuatro categorías<br />

de políticas sensibles al género identificadas en la literatura: a) las políticas de acción<br />

afirmativa, b) las políticas para las mujeres, c) las políticas con perspectiva de<br />

género y, finalmente, d) las políticas de transversalización de género –conocidas<br />

por su término en inglés gender mainstreaming–. Como veremos en la primera<br />

parte, estas políticas difieren en sus enfoques teóricos y en sus metodologías de intervención.<br />

Seguidamente, examinaremos cuáles son las consecuencias y las ramificaciones<br />

de estas políticas, destacando así sus efectos imprevistos e inesperados.<br />

Estos dos ejes de discusión aparecen resumidos en la Tabla 1 más a<strong>del</strong>ante en el<br />

texto. Finalmente, las conclusiones abordarán la posibilidad de combinar aspectos<br />

selectivos de estas políticas en una plataforma institucional ampliada, con el fin<br />

de promover intervenciones estatales orientadas hacia un Estado democrático de<br />

género.<br />

II. Los supuestos principales de las políticas con sensibilidad de<br />

género<br />

II. 1. Las políticas de acción afirmativa<br />

En América Latina, la obtención de la ciudadanía política mediante el sufragio<br />

femenino consagrado entre los años cuarenta y cincuenta resultó insuficiente para<br />

garantizar el acceso de las mujeres a las jerarquías estatales. En vistas de ello, los<br />

movimientos de mujeres y las mujeres políticas han procurado introducir medidas<br />

de acción afirmativa en aras de alcanzar mayores grados de participación en ámbitos<br />

decisorios.<br />

Inspiradas en los planteos <strong>del</strong> Art. 4 de la Convención sobre la Eliminación de<br />

todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW), las medidas afirmativas<br />

–también denominadas positivas–, promueven la presencia femenina en<br />

los lugares decisorios <strong>del</strong> Estado. Si bien la acción afirmativa no está restringida a<br />

procesos políticos e institucionales, en América Latina, éstos han sido el principal


foco de atención de las políticas positivas (Astelarra, 2004). 2<br />

Al menos diez países de la región cuentan con leyes de cuotas femeninas para<br />

las candidaturas legislativas nacionales y otros gobiernos están debatiendo la<br />

adopción de mecanismos análogos (i.e., Uruguay). Brasil y Colombia, por su parte,<br />

disponen de instrumentos afirmativos para la asignación de cargos en el Poder<br />

Ejecutivo (Htun 2002 y 2004).<br />

En su visión más clásica, las acciones afirmativas son procedimientos que procuran<br />

garantizar la representación de grupos cuyos atributos adscriptos están socialmente<br />

desvalorados (como el género femenino, las minorías raciales y étnicas,<br />

ciertos grupos etarios, entre otros). Precisamente, esta baja valoración daría cuenta<br />

de su exigua participación en jerarquías formalmente exentas de restricciones relativas<br />

a cualidades subjetivas. En el caso de las mujeres, su escasa representación<br />

parece deberse –entre múltiples factores– a creencias culturales que malinterpretan<br />

y devalúan las contribuciones que las mujeres podrían imprimir en la política<br />

y las instituciones (Ridgeway y Correll, 2004).<br />

Los argumentos esgrimidos a favor de las acciones afirmativas rescatan el hecho<br />

de que las mujeres conforman un grupo en desventaja y, por ende, el Estado está<br />

obligado a garantizar sus derechos mediante disposiciones normativas específicas<br />

(Harper y Reskin, 2005). De esta forma, el reconocimiento <strong>del</strong> derecho al ejercicio<br />

de una ciudadanía política plena permitiría un efecto de protección grupal<br />

contra las prácticas de discriminación. A pesar de ello, las acciones positivas son<br />

comúnmente criticadas porque, como su nombre denota, constituyen remedios<br />

meramente “afirmativos” frente a las injusticias más estructurales –un importante<br />

punto sobre el cual volveremos más a<strong>del</strong>ante–.<br />

Las políticas de acción afirmativa más conocidas son las directas, al estar orientadas<br />

a modificar la composición demográfica de una organización en forma inmediata<br />

(Harper y Reskin, 2005). La Ley de Cupo Femenino que rige la conformación<br />

de las listas electorales de los partidos para el Congreso de la Nación en Argentina<br />

es un buen ejemplo de ello (Marx, Borner y Caminotti, 2007). Aunque menos<br />

conceptuadas como políticas de acción afirmativa, existen medidas indirectas que<br />

promueven transformaciones en la estructura de oportunidades de las instituciones<br />

para que, eventualmente, exista una mayor representación femenina en las jerarquías<br />

organizacionales. A diferencia de las acciones directas, este segundo tipo de<br />

medidas afirmativas no cambia de manera automática las proporciones de varones<br />

y mujeres pero, análogamente, su propósito es tender a una pirámide institucional<br />

más paritaria. Entre estos procedimientos encontramos, por ejemplo, instancias de<br />

reorganización de puestos laborales a efectos de facilitar la promoción de mujeres<br />

a otros de mayor responsabilidad.<br />

Más allá de estas variantes, las acciones afirmativas implican una clara política<br />

de acceso de mujeres a las instituciones con el fin de asegurar su participación en<br />

los procesos de toma de decisión política, al garantizar, como ya fuera mencionado,<br />

su mayor presencia numérica en las jerarquías.<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

111


II. 2. Políticas para las mujeres y políticas con perspectiva de género<br />

En términos generales, las mujeres enfrentan más dificultades que los hombres<br />

para acceder a los trabajos mejor remunerados, usualmente acompañados de mayores<br />

perspectivas profesionales y de protección social. En el hogar, ellas permanecen<br />

en una posición de desventaja respecto de las decisiones familiares, a lo que<br />

se suma una carga prácticamente unilateral en el cuidado de los hijos y las tareas<br />

domésticas.<br />

A efectos de abordar estos problemas provenientes de una división sexual desigual<br />

<strong>del</strong> trabajo, que reserva el ámbito de lo público para los varones y la esfera<br />

doméstica para las mujeres, aparecen dos propuestas de intervención alternativas:<br />

las políticas para las mujeres y las políticas con perspectiva de género que, en<br />

América Latina, han influido en el diseño y la implementación de políticas sociales<br />

(Dador Tozzini, 2007). 3 Si bien podríamos establecer cierta cronología en el<br />

sentido de que las políticas para las mujeres fueron antecesoras de las políticas de<br />

género, asociadas con el pasaje <strong>del</strong> enfoque de mujeres y desarrollo a la perspectiva<br />

de género (WID y GAD respectivamente por sus siglas en inglés) 4 , la realidad<br />

empírica resulta menos lineal, con ambos tipos de orientaciones reinscribiéndose,<br />

con variantes e innovaciones, aún en las más recientes acciones estatales.<br />

Ambas líneas de intervención concuerdan en situar en la división sexual <strong>del</strong><br />

trabajo la fuente principal de desigualdad entre los sexos. Aquí concluye el acuerdo,<br />

puesto que, mientras las políticas para las mujeres mantienen las diferencias<br />

primarias buscando compensar a las mujeres por su eventual doble inserción en el<br />

ámbito público y privado, la perspectiva de género propone acciones para transformar<br />

dicha división <strong>del</strong> trabajo. No sorprende, entonces, que ambas políticas<br />

mantengan concepciones muy disímiles sobre las relaciones de género y el papel<br />

<strong>del</strong> Estado.<br />

Concepciones de género y orientaciones de acción<br />

Bajo el enfoque de las políticas para las mujeres, los roles y las responsabilidades<br />

entre los sexos en la reproducción y el bienestar familiar y social son asuntos<br />

tomados como dados y no como resultantes de una situación históricamente construida.<br />

Bajo esta óptica, la conciliación entre el trabajo y el cuidado de la familia<br />

supone mejorar las condiciones de las mujeres para realizar ambas actividades,<br />

más que lograr una distribución equitativa entre los integrantes <strong>del</strong> hogar (Pascall<br />

y Lewis, 2004).<br />

La agenda de intervención derivada de este enfoque de política buscaría rectificar<br />

los denominados efectos negativos de la división sexual <strong>del</strong> trabajo –como una<br />

mayor carga laboral diaria para las mujeres– mediante políticas que compensen las<br />

desventajas <strong>del</strong> género femenino. En consecuencia, las políticas para las mujeres<br />

procuran disminuir las brechas de género como lo son, por ejemplo, las diferencias<br />

en el ingreso de varones y mujeres, mediante cambios en la legislación laboral y educativa.<br />

El papel socialmente asignado a los hombres no es cuestionado y estas políticas<br />

asumen, de hecho, su desvinculación de la esfera doméstica. En tal sentido, estas<br />

políticas no han fomentado la participación masculina en las tareas <strong>del</strong> cuidado.


Como contrapunto, las políticas con perspectiva de género buscan distribuir<br />

recursos materiales y simbólicos con el fin de ampliar las oportunidades de elección<br />

de las mujeres, por lo cual la transformación de las relaciones jerárquicas de<br />

género constituye el núcleo fundamental de intervención. 5 En consecuencia, estas<br />

políticas implementan acciones concernientes a los derechos de las mujeres, la<br />

democratización de las familias y las responsabilidades domésticas compartidas<br />

(Di Marco, 2005).<br />

Al intentar modificar las raíces estructurales de la desigualdad, y en particular<br />

las instituciones sociales de la familia y el mercado de trabajo, estas políticas emplean<br />

el término relaciones de género: lo que se cuestiona en última instancia es<br />

la división entre lo público (masculino) y lo privado (femenino). Esta perspectiva<br />

concibe el género como un sistema institucionalizado de prácticas sociales que, a<br />

partir de la organización de categorías sexuales diferenciadas, edifica relaciones<br />

de poder (Ferree, Lorber y Hess, 2000). En su calidad de sistema de diferencias<br />

y desigualdades, las relaciones de género se despliegan en múltiples niveles, es<br />

decir, en creencias culturales socialmente hegemónicas, en pautas sesgadas de distribución<br />

de recursos sociales, y en identidades individuales con disímiles grados<br />

de aceptación y reconocimiento (Ridgeway y Correll, 2004).<br />

A efectos de lograr distinguir cabalmente las divergencias entre estos dos tipos<br />

de políticas públicas, considérese el siguiente ejemplo. Una política de salud sexual<br />

y reproductiva estaría elaborada desde una perspectiva de género busca asegurar<br />

los derechos de las mujeres. Esto último supondría el desarrollo de acciones tendientes<br />

a garantizar la maternidad voluntaria, la elección de la contracepción, el<br />

acceso al aborto y el ejercicio pleno de la sexualidad. Un ejemplo paradigmático<br />

lo ofrece el Programa de Salud Reproductiva de Atención Integral a la Mujer de la<br />

Intendencia Municipal de Montevideo (Uruguay), vigente desde 1996, cuyos ejes<br />

son, de acuerdo con Varela Petito (2007), la promoción de los derechos sexuales<br />

y reproductivos y el empoderamiento de las mujeres a partir <strong>del</strong> desarrollo de sus<br />

capacidades individuales, la participación comunitaria en el marco de grupos de<br />

vecinas, y la capacitación <strong>del</strong> personal técnico de salud en la perspectiva de los<br />

derechos en salud sexual y reproductiva (44-45). Por el contrario, la política para<br />

las mujeres, procuraría regular la reproducción femenina mediante una opción de<br />

planificación familiar que responsabilice primordialmente a las mujeres y donde<br />

su elección respecto de la maternidad voluntaria esté menos clara. 6<br />

La visión acerca <strong>del</strong> Estado<br />

En el contexto de las políticas con perspectiva de género, el cambio social aparece<br />

como un deber normativo <strong>del</strong> Estado que debería plasmarse en estrategias<br />

de política pública. En principio, el Estado –aún el democrático– representaría,<br />

predominantemente, los intereses de varones, por lo cual sería una institución patriarcal<br />

y, por tanto, un vehículo significativo de la opresión sexual y de la propia<br />

regulación de la desigualdad de género (Connell, 1990). A pesar de estas limitaciones,<br />

es posible impulsar políticas que fomenten una mayor igualdad de género<br />

por la mentada “autonomía relativa” <strong>del</strong> Estado y, además, porque los intereses<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

113


usualmente conforman un terreno contradictorio (y no homogéneo) de preferencias<br />

(Haney, 1996). De esta forma, y en combinación con demandas provenientes<br />

de grupos de mujeres organizadas insertas en los espacios públicos <strong>del</strong>iberativos,<br />

el Estado podría mejorar las condiciones de vida relativas de ambos sexos.<br />

En términos de política pública, la elaboración de políticas con perspectiva de<br />

género presupone el diseño y la puesta en marcha de acciones de largo plazo,<br />

relacionadas con políticas sectoriales más amplias. Ello resultaría en la elaboración<br />

de planes de igualdad de oportunidades nacionales y sectoriales (como lo<br />

son, por ejemplo, los planes para las mujeres rurales, para la igualdad <strong>del</strong> género<br />

en la educación, etc.). En tal sentido, la propia conformación de una agenda de<br />

políticas de desigualdad quedaría enmarcada en aquellas concernientes al desarrollo<br />

nacional en general. A su vez, esto implica que el Estado debería contar<br />

con funcionarios y funcionarias entrenados en las perspectivas de género y capaces<br />

de confeccionar indicadores para establecer cómo y dónde se requiere de<br />

la intervención estatal. A título ilustrativo, el Plan de Igualdad de Oportunidades<br />

para las Mujeres 1994–1999 de Chile es una de las primeras muestras regionales<br />

de la incorporación de la perspectiva de género en un proyecto político de mayor<br />

alcance.<br />

Por otra parte, las políticas con perspectiva de género suponen una interacción<br />

con las organizaciones de mujeres (tanto ONGs como de base) y los movimientos<br />

feministas. Por cierto, esta interlocución no constituye un proceso automático.<br />

En particular, coloca el Estado en un lugar de constructor de espacios públicos de<br />

“inclusión popular” con el propósito de elaborar marcos de política (Ferree et al.,<br />

2002).<br />

Así, la política se inicia con las mujeres organizadas y movilizadas desde la<br />

sociedad civil, quienes han tradicionalmente propugnado por la incorporación en<br />

la agenda estatal las cuestiones relativas a la desigualdad de género en calidad de<br />

problema público. Esta modalidad de conformación de agenda remite a lo que<br />

Guzmán (2001) denomina mo<strong>del</strong>o de iniciativa externa. Los movimientos y las<br />

organizaciones de mujeres son fundamentales para convocar y agrupar a quienes<br />

están en desventaja, ya que la acción colectiva es la estrategia básica para obtener<br />

poder y autonomía individual, es decir, empoderamiento en términos de las políticas<br />

con perspectiva de género (León, s/d).<br />

De acuerdo con Ferree et al. (2002), la inclusión popular privilegia la “doble<br />

visión” de quienes son “extraños dentro” <strong>del</strong> sistema: en la medida en que existan<br />

mecanismos de consulta abiertos y asiduos, la interlocución entre el Estado y la<br />

sociedad civil permitiría una política de presencia de las voces y los intereses de<br />

mujeres, especialmente de quienes han estado marginadas y situadas por fuera de<br />

la elite política.<br />

Si las políticas con perspectiva de género consideran que la organización colectiva<br />

de las mujeres es primordial para el propio proceso de elaboración de los<br />

planes de acción, la transversalización presupone, como desarrollamos a continuación,<br />

el reconocimiento de que las propias políticas públicas así como la estructura<br />

<strong>del</strong> Estado presentan sesgos de género.


II. 3. Políticas de transversalización de género<br />

En palabras de Rees (2005), las políticas de gender mainstreaming (cuya dificultosa<br />

traducción sería transversalización de género) consisten en “la promoción<br />

de la igualdad de género mediante su integración sistemática en todos los sis<strong>temas</strong><br />

y las estructuras, en todas las políticas, los procesos y los procedimientos, en la<br />

organización y su cultura, en las formas de ver y hacer” (560; énfasis propio). De<br />

esta forma, la igualdad de género sería un criterio que daría forma y significado a<br />

las políticas y la institucionalidad <strong>del</strong> Estado. Por ello es que, desde el enfoque de<br />

la transversalización, cobra relevancia la idea de un Estado imbuido de una lógica<br />

de género. Siguiendo a Acker (1990):<br />

“Afirmar que una organización, o cualquier otra unidad analítica, está generizada<br />

significa que las ventajas y las desventajas, la explotación y el control, la<br />

acción y la emoción, los significados y las identidades, cobran forma a través,<br />

y en términos de, una distinción entre varones y mujeres, y entre masculino y<br />

femenino. El género no es un proceso que se añade a otros ya en curso concebidos<br />

como neutrales. Por el contrario, es una parte integral de estos procesos<br />

que no pueden ser adecuadamente comprendidos sin un análisis de género”<br />

(Acker, 1990: 146).<br />

En otras palabras, asumir la perspectiva de la transversalización de género en<br />

las políticas públicas significa que las construcciones culturales en torno a lo femenino<br />

y lo masculino están cristalizadas en las estructuras y las prácticas <strong>del</strong><br />

propio Estado. De esta forma, las relaciones entre varones y mujeres son asimétricas<br />

ya que se despliegan en el marco de reglas y procedimientos androcéntricos,<br />

donde los elementos simbólicos <strong>del</strong> mundo cultural femenino están subordinados<br />

y devaluados respecto de los masculinos (Acker, 1990).<br />

En consecuencia, la institucionalidad <strong>del</strong> Estado y las desigualdades de género<br />

están inexorablemente imbricadas: a través de sus regulaciones y de sus jerarquías,<br />

el Estado construye estas desigualdades y, asimismo, refracta y reproduce<br />

desigualdades socialmente existentes, amplificándolas e imprimiéndoles nuevos<br />

significados (Connell, 1990). Habida cuenta de estas consideraciones, el fin último<br />

de las políticas de transversalización es transformar los estándares asociados con<br />

la masculinidad y la feminidad así como su desigual valoración cultural, de modo<br />

tal de cambiar las inercias de género sedimentadas en el apartado estatal y perpetuadas<br />

mediante sus regulaciones e intervenciones (Rees, 2005).<br />

En otras palabras, a la larga, es preciso modificar un Estado culturalmente edificado<br />

a partir de jerarquías de género. Es decir, las mujeres lograrían ejercer más<br />

plenamente sus derechos sociales, civiles y políticos si se producen transformaciones<br />

en la lógica generizada masculina <strong>del</strong> Estado (Britton, 2000). Se presupone,<br />

entonces, que las acciones orientadas a modificar los sesgos de género institucionalizados<br />

en el aparato <strong>del</strong> Estado son un paso previo para poder combatir la<br />

inequidad socialmente existente. En particular, y tal como su nombre lo denota, la<br />

transversalización intenta incorporar una visión de género en las políticas clave<br />

<strong>del</strong> Estado como son las económicas, y de inversión, tradicionalmente ajenas a las<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

115


problemáticas de las relaciones entre varones y mujeres a pesar de su indiscutible<br />

relevancia en la distribución de recursos.<br />

Respecto de la concepción de género de las políticas de transversalización, Rees<br />

(2005) sugiere que, en términos normativo-ideales, hay un especial interés en dar<br />

cuenta de las múltiples desigualdades mutuamente imbricadas con el género, como<br />

las de clase, raza y etnia entre otras (Hill Collins, 1999).<br />

Las políticas de transversalización incorporan a los varones y sus necesidades<br />

particulares como destinatarios de las políticas (Rees, 2005). Después de todo,<br />

las vidas de las mujeres no cambiarán si no cambian las de los hombres. A título<br />

ilustrativo, por ejemplo, para que la conciliación entre el empleo y la vida familiar<br />

implique una mayor responsabilidad de los varones en el cuidado y en la vida<br />

doméstica, las políticas de empleo deberían acompañarse de regulaciones que los<br />

afecten directamente. Precisamente, algunos países europeos cuentan con licencia<br />

de paternidad extendida, la cual es además bonificada con un monto económico<br />

extrasalarial (Pascall y Lewis, 2004).<br />

Un nuevo paradigma de política y esfera pública<br />

Algunas investigadoras afirman que las políticas de transversalización de género<br />

implican un cambio de paradigma de gestión. En primer lugar, la transversalización<br />

debería acompañarse de ámbitos de inclusión democrática. Squires (2005)<br />

expresa que, en la medida en que la desigualdad de género esté considerada junto<br />

con otras desigualdades sociales, la consecuente pluralidad de problemáticas requiere<br />

de mecanismos de discusión diferentes a los enmarcados dentro de estructuras<br />

burocráticas. De allí que serían necesarios espacios de <strong>del</strong>iberación inclusiva<br />

amplificados:<br />

“Lo que los demócratas de la <strong>del</strong>iberación ofrecen a las teorías de la transversalización<br />

de género es una preocupación por la calidad y la forma de compromiso<br />

entre los ciudadanos y los foros participativos, enfatizando en particular la<br />

importancia de la igualdad política y la inclusividad, y la importancia <strong>del</strong> diálogo<br />

sin restricciones. Los demócratas de la <strong>del</strong>iberación al igual que los teóricos<br />

de la transversalización de género sugieren que si el proceso de elaboración de<br />

decisiones es inclusivo y el diálogo irrestricto, entonces es más probable una<br />

extensa comprensión de las diferentes perspectivas planteadas. De este modo,<br />

es posible obtener una mayor aceptación de resultados por parte de los participantes”<br />

(Squires, 2005:381).<br />

Las redes de organizaciones ofrecen una plataforma desde la cual impulsar el<br />

debate y la elaboración de acciones de transversalización de género. A través de<br />

estas redes circula información y tiene lugar el proceso de identificación de problemas<br />

sociales, de formación de problemas de agenda y de toma de decisión. En<br />

la medida en que las mismas estén integradas por actores disímiles, es posible<br />

contar con comunidades epistémicas (Incháustegui Romero, 1999), es decir, comunidades<br />

de generación y debate de conocimiento constituidas entre el Estado,


las expertas y los movimientos de mujeres.<br />

Respecto de la gestión pública, la transversalización de políticas supone mecanismos<br />

más horizontales al interior <strong>del</strong> Estado a efectos de visualizar problemáticas<br />

de género en la totalidad de las áreas de intervención. Ello demanda capacidades<br />

sinérgicas, usualmente asociadas con estructuras menos jerárquicas y<br />

grupos de trabajo denominados integradores. En definitiva, la transversalización<br />

implicaría mayores grados de articulación en redes intra-burocráticas más que un<br />

Estado con una alta diferenciación funcional y jerárquica.<br />

A propósito, una vieja propuesta <strong>del</strong> feminismo de las organizaciones es, precisamente,<br />

una estructura institucional más flexible, con jerarquías más achatadas y<br />

una débil diferenciación funcional que de paso a una interacción colegiada (Ferree<br />

y Martín, 1995). La transversalización en la elaboración y ejecución de las políticas<br />

públicas recoge este enfoque, puesto que sus acciones deberían acompañarse<br />

de un contexto organizacional “orgánico” que permita marcos políticos creativos.<br />

Las desigualdades de género, en constante flujo y redefinición, demandan un escrutinio<br />

permanente que sería menos probable en contextos burocráticos tradicionales<br />

centralizados y gestionados con procedimientos formales poco proclives al<br />

cambio (Squires, 2005).<br />

III. Dificultades, tensiones y efectos paradójicos de las políticas<br />

Es poco común observar una relación unívoca y lineal entre el diseño de las políticas<br />

públicas, su implementación y sus resultados. De acuerdo con Portes (2000),<br />

es posible identificar consecuencias no esperadas, efectos emergentes e impactos<br />

imprevistos de las intervenciones públicas. En este sentido, los contextos de implementación<br />

son clave para entender cómo y por qué razones una política puede<br />

eventualmente promover situaciones disímiles a las inicialmente propuestas o aún<br />

contrarias a sus propósitos. Precisamente, en este apartado exploramos, para cada<br />

una de las políticas anteriormente discutidas, los efectos no deseados y paradójicos<br />

que las mismas suelen acarrear, lo cual debería hacernos más sensibles a las<br />

contingencias <strong>del</strong> terreno y al propio azar de las interacciones sociales.<br />

Tabla 1: Comparación y valoración de las políticas con sensibilidad de género<br />

Ejes<br />

principales<br />

Aspectos<br />

definitorios<br />

Políticas de<br />

acción afirmativa<br />

. Promueven<br />

la inclusión<br />

femenina<br />

en ámbitos<br />

decisorios <strong>del</strong><br />

Estado sexual<br />

<strong>del</strong> trabajo<br />

desigual que<br />

Políticas para la<br />

mujer<br />

. Las mujeres<br />

tienen necesidades<br />

propias en<br />

el marco de una<br />

división<br />

Políticas con<br />

perspectiva de<br />

género<br />

. Las relaciones<br />

de género entre<br />

varones y mujeres<br />

están basadas<br />

en asimetrías de<br />

poder por lo cual,<br />

para lograr una<br />

mayor<br />

Políticas de<br />

transversalización<br />

de género<br />

. Las políticas<br />

de género son<br />

sistémicas: deben<br />

estar presentes en<br />

el conjunto de la<br />

institucionalidad<br />

<strong>del</strong> Estado<br />

. El género es un<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

117


Objetivo<br />

específico<br />

deben ser<br />

atendidas<br />

. Lograr aumentar<br />

el número de<br />

mujeres en las<br />

jerarquías<br />

Críticas . Reducción<br />

<strong>del</strong> género a<br />

la presencia<br />

numérica de<br />

mujeres<br />

. Remedio o<br />

tratamiento<br />

paliativo de las<br />

discriminaciones<br />

Aportes . Cuestiona la<br />

composición de<br />

las jerarquías<br />

. Fomenta políticas<br />

explíticas de<br />

acceso<br />

. Lograr conciliar<br />

el trabajo y<br />

la familia, o el<br />

papel dual de<br />

las mujeres mediante<br />

políticas<br />

compensatorias<br />

. No cuestionan<br />

la asimetría de<br />

poder de la división<br />

sexual <strong>del</strong><br />

trabajo<br />

. Reducen las<br />

necesidades de<br />

las mujeres a<br />

compensaciones<br />

. No integran a los<br />

varones<br />

. Históricamente,<br />

representó un<br />

primer paso en<br />

identificar problemas<br />

relativos<br />

a la posición de<br />

desventaja de las<br />

mujeres<br />

equidad,<br />

es preciso<br />

transformar la<br />

división sexual de<br />

trabajo<br />

. Empoderamiento<br />

de las mujeres<br />

y transformación<br />

de las relaciones<br />

de poder y autoridades<br />

en las familias,<br />

la escuela y<br />

el trabajo<br />

. El género como<br />

un sistema de<br />

múltiples niveles<br />

de desigualdad<br />

excede a la división<br />

sexual<br />

<strong>del</strong> trabajo y,<br />

por tanto, no son<br />

suficientes las acciones<br />

relativas al<br />

empoderamiento<br />

de mujeres<br />

. Si bien parte<br />

<strong>del</strong> supuesto <strong>del</strong><br />

género como<br />

categoría relacional,<br />

no ha fomentado<br />

acciones<br />

activas de trabajo<br />

con los varones<br />

. Coloca al poder<br />

en el centro de las<br />

acciones de las<br />

políticas públicas<br />

. Las necesidades<br />

de las mujeres<br />

aparecen inscriptas<br />

en el marco<br />

<strong>del</strong> ejercicio de<br />

derechos y de<br />

su participación<br />

social y política<br />

sistema de niveles<br />

múltiples que entra<br />

en intersección<br />

con raza y clase<br />

. Integrar la perspectiva<br />

de género<br />

en la totalidad<br />

de las políticas<br />

públicas<br />

. Las cuestiones<br />

de género pueden<br />

perder especificidad<br />

al colocarse<br />

entre otros objetivos<br />

de políticas<br />

públicas<br />

. Al transversalizarse,<br />

puede<br />

ocurrir una pérdida<br />

de espacios<br />

institucionales<br />

propios<br />

. El Estado es un<br />

actor clave en<br />

la construcción<br />

<strong>del</strong> sistema de<br />

desigualdad de<br />

género<br />

. No hay equidad<br />

si no hay una<br />

transformación<br />

de los términos<br />

culturales <strong>del</strong><br />

Estado


Efectos no<br />

esperados<br />

. Encapsulamiento<br />

de las necesidades<br />

y los derechos<br />

de las mujeres a<br />

sus números en<br />

la jerarquía <strong>del</strong><br />

Estado<br />

Fuente: Elaboración propia<br />

. Clara reproducción<br />

de la<br />

subordinación<br />

femenina<br />

. Reducción de<br />

las necesidades<br />

de las mujeres a<br />

las de sus hijos y<br />

familias<br />

. En algunas prácticas,<br />

se reducen<br />

las complejas<br />

cuestiones de<br />

empoderamiento<br />

a asuntos actitudinales<br />

de psicología<br />

individual<br />

. Las políticas de<br />

género quedan<br />

aisladas de otras<br />

políticas públicas<br />

centrales <strong>del</strong><br />

Estado<br />

. Evaporación de<br />

la política<br />

. Uso ceremonial<br />

y tecnocrático que<br />

toma el lenguaje<br />

de equidad de<br />

género pero poco<br />

apunta a transformar<br />

la sustancia<br />

de las relaciones<br />

. Captura de los<br />

actores más dinámicas<br />

de los espacios<br />

<strong>del</strong>iberativos<br />

III. 1. Las políticas de acción afirmativa: ¿re-segregación o transformación<br />

por demografía?<br />

Las políticas de acción afirmativa procuran remediar injusticias mediante la<br />

corrección en los resultados de los procesos de discriminación manifestados en<br />

la escasa representación de mujeres en las jerarquías institucionales. Con todo,<br />

al centrarse en los resultados, estas políticas poco podrían hacer respecto de los<br />

procesos valorativos de orden macro-social que reproducen las creencias culturales<br />

de género sobre las cuales se edifican las jerarquías entre varones y mujeres<br />

(Ridgeway y Correll, 2004). En efecto, si una mayor participación femenina en<br />

las jerarquías implica, además, la representación sustantiva de los intereses de<br />

mujeres, esto es una cuestión netamente empírica y no un requisito impuesto por<br />

estas políticas. Htun (2002) sugiere, no obstante, que la expansión de la presencia<br />

de mujeres en las legislaturas nacionales ha resultado primordial en la promoción<br />

de una agenda sensible a los derechos de mujeres en América Latina.<br />

Una aguda crítica a la acción afirmativa es elaborada por Rees (2005), para<br />

quien estas políticas ignoran la discriminación institucional presente en el Estado,<br />

es decir, los sesgos de género existentes en las estructuras, los procedimientos<br />

y las culturas de las organizaciones públicas. Los cambios demográficos en las<br />

jerarquías institucionales serían meramente superficiales y, por ende, re-absorbidos<br />

sin consecuencias sustantivas sobre la equidad en la medida en que el Estado<br />

permanezca generizado.<br />

Aún con estas críticas en mente, es preciso recuperar la noción de que la representación<br />

numérica supone un reconocimiento social al derecho a participar<br />

de grupos previamente excluidos. Por cierto, el riesgo es, de acuerdo con Britton<br />

(2000), reducir el reconocimiento de la identidad de las mujeres a una cuestión<br />

únicamente nominal: si las relaciones de género corresponden a la proporción de<br />

mujeres y varones en las jerarquías, se pierden de vista las asimetrías de poder de<br />

toda relación social. Sin embargo, y admitiendo que los estereotipos desplegados<br />

en la interacción cotidiana entre varones y mujeres están presentes entre quienes<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

11


toman decisiones, la mayor presencia femenina entre las jerarquías adquiere un<br />

valor simbólico por su potencial de remover prejuicios de género (Kanter, 1977).<br />

En este sentido, la presencia de mujeres en espacios políticos formales constituye<br />

un punto de influencia para los y las interesadas en promover temáticas de<br />

igualdad de género, lo que se correspondería con un mo<strong>del</strong>o de acceso interno de<br />

políticas públicas (Guzmán, 2001). Esto se ha visto reflejado en la conformación<br />

de alianzas con el fin de promover leyes de interés de mujeres (Htun, 2002). Alternativamente,<br />

los asuntos de la agenda formal pueden, mediante una mayor presencia<br />

femenina en el Estado, incorporarse a una agenda pública a fin de incrementar<br />

su visibilidad y, así, ampliar sus posibilidades de aprobación. En consecuencia, las<br />

políticas de acción afirmativa podrían disparar lo que Guzmán (2001) denomina<br />

un mo<strong>del</strong>o de movilización en torno a la formulación de agendas y políticas donde<br />

un actor político (por ejemplo, una legisladora) busca obtener apoyo público en<br />

organizaciones de la sociedad civil en pos de la aprobación de una determinada<br />

iniciativa.<br />

Finalmente, los resultados de las políticas de acción afirmativa indirectas parecerían<br />

ir más allá de la presencia numérica de mujeres. Como fue mencionado,<br />

estas políticas suponen revisar, por ejemplo, las prácticas informales y formales<br />

de selección o promoción de aspirantes en las organizaciones con el propósito de<br />

aumentar la participación jerárquica de mujeres (Sheridan, 1998). En los hechos<br />

y paradójicamente, estas políticas han abierto la puerta a acciones de género más<br />

amplias, como las de “igual valor por igual trabajo”. 7<br />

III. 2. Los cambios en las políticas en contextos de ajuste estructural<br />

Las políticas para la mujer, con su énfasis puesto en el papel (tradicional) de<br />

los sexos respecto de las tareas remuneradas y no remuneradas despiertan duras<br />

críticas porque, en definitiva, legitiman la desigualdad de género. Las necesidades<br />

de las mujeres son conceptuadas como problemas a paliar y no como el resultado<br />

de intersecciones de desventajas acumuladas (Rees, 2005).<br />

En América Latina, estas políticas han sido desplegadas en el marco de las políticas<br />

sociales de “combate a la pobreza”. Estas últimas consisten en programas<br />

con beneficios a término y atados a requisitos de elegibilidad. Tienen un carácter<br />

altamente focalizado y están desligadas de las políticas económicas y de empleo<br />

más estratégicas. Además, estas políticas utilizaron el enfoque <strong>del</strong> maternalismo<br />

como un pilar organizador de su instrumentación: las mujeres son ejecutoras porque<br />

su “papel” de madre es visualizado como fundamental en la consecución de<br />

los objetivos <strong>del</strong> programa —aunque no necesariamente para las propias mujeres<br />

(Molyneux, 2006)—.<br />

Las políticas anti-pobreza supusieron que las destinatarias fueran “co-responsables”<br />

en la ejecución, lo cual implicaría un proceso simultáneo de cambio<br />

de “actitud” para lograr superar su “dependencia” <strong>del</strong> Estado (Daeren, 2004;<br />

Molyneux, 2006; Schild, 2000). 8 Puesto que estas políticas no se diseñaron con<br />

un propósito de movilidad social e integración, se produjo una desafortunada<br />

alquimia: las desventajas de las mujeres socialmente excluidas fueron construi-


das como “patologías sociales” y “situaciones extremas”, estigmatizando así a<br />

las mujeres por su propia pobreza (Álvarez, 1999; Di Marco, 2005). Incluso, las<br />

destinatarias de las políticas fueron concebidas como “ciudadanas de mercado”<br />

y no como sujetos con derechos universales (Schild, 2000). Los crecientes niveles<br />

de pobreza, la baja capacidad de las economías de generar empleo, y las<br />

modificaciones sociales en la estructura familiar, no fueron interpretadas como<br />

manifestaciones propias de la desigualdad de género que afectó, en particular, a<br />

las mujeres pobres.<br />

Algunas investigaciones señalan que, dado el enfoque maternalista adoptado,<br />

estas políticas significaron una sobrecarga de las tareas de las mujeres y una verdadera<br />

“jornada redonda” (Daeren, 2004; Molyneux, 2006). Las destinatarias fueron<br />

un engranaje en la implementación de las intervenciones públicas, pasando a<br />

constituirse ellas mismas en proveedoras de servicios sociales para las familias y<br />

sus comunidades, otrora en manos <strong>del</strong> Estado y cuyo acceso se restringió al transferirse<br />

al mercado. Las oportunidades para la transformación de la desigualdad en<br />

la esfera doméstica se desvanecieron, al no cuestionar las asimetrías de poder en<br />

las tareas no remuneradas y dejar a los varones por fuera de toda consideración<br />

programática.<br />

Además, la ciudadanía femenina parecería confinarse a un asunto meramente<br />

instrumental, ya que la misma se produciría únicamente si las mujeres resultaran<br />

ser co-ejecutoras de programas. En tal sentido, las necesidades de las mujeres no<br />

adquirieron identidad propia y quedaron subordinadas a las necesidades de los<br />

otros (ya sean los hijos, la familia e incluso los ejecutores de programas).<br />

Con todo, aunque en forma involuntaria y bajo ciertas circunstancias, algunas<br />

de estas políticas anti-pobreza lograron impulsar micro prácticas de ejercicio de<br />

derechos. En efecto, Daeren (2004), Montaño et al. (2003) y Garzón de la Rosa<br />

(2006) identificaron procesos de desarrollo de ciudadanía femenina en el marco<br />

de la capacitación colectiva y las acciones comunitarias que fueron promovidas a<br />

partir de algunas de estas políticas sociales. En resultados preliminares de investigación,<br />

Di Marco et al. (2006) amplían esta visión proponiendo que la calidad de<br />

las instituciones en las cuales se albergan y despliegan los procesos de capacitación<br />

y trabajos comunitarios deriva en procesos disímiles de ejercicio de derechos.<br />

Aquí resulta clave la difusión de los discursos de género y derechos en los niveles<br />

territoriales <strong>del</strong> Estado y en las organizaciones de la sociedad civil. Podemos<br />

argumentar, entonces, que se conforman diferentes regímenes institucionales de<br />

género por la propia heterogeneidad <strong>del</strong> Estado que, en ocasiones, desafían las<br />

visiones restringidas impuestas desde las políticas para las mujeres (Rodríguez<br />

Gustá, 2007).<br />

Inversamente, en algunas ocasiones, las políticas concebidas desde la perspectiva<br />

de cambio social de la visión relacional de género, fueron tergiversadas cuando<br />

la participación de organizaciones de mujeres resultó ceremonial y no sustantiva<br />

(Craske, 2000). A propósito, Álvarez (1999:192) resume esta mutación en los siguientes<br />

términos: “Entre los miembros <strong>del</strong> staff de las maquinarias de mujeres<br />

<strong>del</strong> gobierno que entrevisté, el género parece haberse tornado parte <strong>del</strong> léxico de<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

121


la planificación técnica, un indicador neutro de poder de la “modernidad” y el<br />

“desarrollo” más que un campo teñido de poder de relaciones desiguales entre<br />

mujeres y varones”.<br />

Si bien las políticas con perspectiva de género han fomentado el desarrollo de<br />

planes sectoriales e incluso nacionales de igualdad de oportunidades, en América<br />

Latina, su grado de avance práctico ha estado condicionado por la vulnerabilidad<br />

de la institucionalidad frente a los cambios de gobierno, las presiones de la iglesia<br />

católica y los ajustes en el gasto fiscal (Gray, 2004; Montaño, 2003; Zaremberg,<br />

2004).<br />

III. 3. Pérdida de sentido, tecnocracia y captura<br />

La capacidad de impulsar políticas de transversalidad de género representa un<br />

verdadero desafío porque demanda una articulación política e institucional virtuosa.<br />

En primer término, el Estado precisa de capacidades burocráticas afinadas destacándose,<br />

entre otras, las prácticas formalizadas de planificación, la presencia de<br />

personal estable y entrenado, así como instancias de coordinación y articulación<br />

continuas (Rees, 2005). A su vez, es preciso contar con la capacidad de establecer<br />

objetivos estratégicos, construir indicadores y metodologías de seguimiento, e introducir<br />

prácticas flexibles para la contratación de expertas en los diversos <strong>temas</strong><br />

que afectan la desigualdad de género (Beverdige et al., 2000).<br />

Más allá de estos aspectos que atañen a la gestión interna <strong>del</strong> Estado, las políticas<br />

de transversalización de género adquieren un sentido sustantivo solamente<br />

si están acompañadas por redes sociales capaces de nutrir la formulación de las<br />

políticas públicas (Squires, 2005). Por ello, estas políticas demandan modalidades<br />

activas de articulación con la sociedad civil así como la apertura de lazos de decisión<br />

y comunicación propios de redes de organizaciones.<br />

Respecto de las experiencias de transversalización en la región, los denominados<br />

Programas de Mejoramiento de Gestión (PMG) de Chile posiblemente constituyan<br />

el ejemplo más acabado. Estos Programas han permitido al Servicio Nacional<br />

de la Mujer (SERNAM) un verdadero “antes y después” en cuanto a su trabajo de<br />

coordinar con otros organismos la adopción <strong>del</strong> enfoque de género (Alvarez San<br />

Martín, 2007). A pesar de ello, las instancias participativas con los movimientos<br />

de mujeres aún son su punto más débil (Richards, 2002). Con todo, las experiencias<br />

municipales son más frecuentes, destacándose la ciudad de Montevideo (en<br />

Uruguay), y Morón y Rosario en Argentina (Provincia de Buenos Aires y Santa Fe<br />

respectivamente), donde existen espacios de consulta <strong>del</strong>iberativos con las redes<br />

territoriales de mujeres.<br />

Evaporación de la política<br />

Como afirman Moser y Moser (2005), las políticas de transversalización de<br />

género pueden “evaporarse”, entre otros factores, por la escasez de recursos o la<br />

presencia de culturas institucionales adversas a la igualdad y, en particular, por<br />

el tratamiento de la equidad de género como un asunto encapsulado de política.<br />

Esta evaporación es más plausible de ocurrir cuando las maquinarias de género


son vulnerables. En América Latina, los organismos de género no cuentan con<br />

suficiente autoridad jerárquica respecto de los otros segmentos <strong>del</strong> Estado. Adicionalmente,<br />

en ausencia de un equipo técnico entrenado, estable y comprometido<br />

con la tarea, es difícil cumplir con los requisitos de la transversalización.<br />

Por su parte, en la región, el propio proceso de planificación de políticas públicas<br />

está débilmente institucionalizado y poco formalizado, con las excepciones<br />

de Chile y de Brasil (Iacoviello y Zuvanic, 2006; Iacoviello y Rodríguez Gustá,<br />

2006), lo cual atenta contra la naturaleza sistémica de la transversalización.<br />

Deben agregarse, además, fallas en la disponibilidad de información válida, actualizada<br />

y comprehensiva <strong>del</strong> conjunto <strong>del</strong> Estado. Si las organizaciones no recopilan<br />

información asiduamente, y, además, no tienen mecanismos de difusión<br />

entre la ciudadanía, la probabilidad de construir indicadores de género y hacerlos<br />

transparentes para su escrutinio por parte de la sociedad civil es baja, aún cuando<br />

exista compromiso político con la equidad. Además, en vistas de que el análisis<br />

de género en el presupuesto está considerado como un instrumento fundamental<br />

de la transversalización (Rees, 2005), las debilidades en la planificación son un<br />

obstáculo de envergadura para que los gobiernos efectivamente puedan adoptar<br />

esta perspectiva.<br />

La pérdida de sentido<br />

Actualmente, son muchos los gobiernos que manejan un lenguaje de género.<br />

Con todo, existe una amplia brecha entre “las concepciones y comprensiones sobre<br />

el tema que tienen los/as integrantes de las oficinas y las autoridades y funcionarios<br />

<strong>del</strong> resto de los sectores <strong>del</strong> Estado”, a lo que se sumaría “la distancia e<br />

incluso las contradicciones entre los discursos de las autoridades y funcionarios y<br />

sus prácticas institucionales” Guzmán (2001:7).<br />

En varias ocasiones, los términos igualdad de género y transversalización serían<br />

una pantalla de “humo y espejo” (Meyer y Rowan, 1977), al emplearse en forma<br />

ceremonial y ritual y carecer de significado real sobre las actividades <strong>del</strong> Estado.<br />

En particular, el hecho de iniciar acciones orientadas a transformar el comportamiento<br />

de los varones acarrea enormes tensiones, por lo que se los incorpora de<br />

forma mecánica, sin politizar su presencia en las acciones estatales ni cuestionar<br />

cómo, en los hechos, estos actores pueden desarrollar relaciones de poder alternativas<br />

a las establecidas. A efectos de evitar la pérdida de sentido, Rees (2005) destaca<br />

la relevancia <strong>del</strong> compromiso político de quienes deciden y ejecutan políticas<br />

públicas. Ello evitaría que la transversalización de género resulte, eventualmente,<br />

en un significante vaciado de contenido susceptible de ser maleable en diferentes<br />

contextos y, por ende, desvirtuado.<br />

Connell (1990), por su parte, señala que el Estado es, esencialmente, un terreno<br />

de conflictos y de negociación, donde grupos privilegiados de varones podrían<br />

movilizar sus intereses en contra de una mayor igualdad de género. La incorporación<br />

de las temáticas de género en las políticas poco tiene de consensual y lineal<br />

porque afecta intereses diversos –dentro y fuera <strong>del</strong> Estado–. En consecuencia,<br />

la pérdida de sentido podría tratarse de una estrategia que busque evitar una ver-<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

123


dadera transformación. En esta dirección, aún faltaría identificar quiénes serían<br />

los “porteros” (gatekeepers) que promuevan, en términos sustantivos, políticas de<br />

transversalización en pos de una mayor equidad (Connell, 2005).<br />

El riesgo tecnocrático<br />

Al examinar experiencias nacionales europeas, Daly (2005) concluye que existe<br />

un proceso de “embudo” y “selectividad” que desplazaría el compromiso sustantivo<br />

con la transversalización por cierto tecnicismo en la implementación de las<br />

políticas. Así, la transformación de los estándares de género sería reducida a la<br />

generación de estadísticas desagregadas por sexo y a un análisis de impacto de las<br />

acciones de política, distanciado de la realidad cotidiana de los sujetos.<br />

Ello ocurre cuando la transversalización se despliega en el marco de lo que Beverdige<br />

et al. (2000) denominan “burocracias expertas”, conformadas por especialistas<br />

en <strong>temas</strong> de género, más que en instancias “participativas-democráticas” que<br />

involucrarían un rango de organizaciones y mujeres de disímil extracción social.<br />

En definitiva, se trata aquí <strong>del</strong> desplazamiento de una racionalidad sustantiva o<br />

material donde importa la equidad y los principios de justicia por otra racionalidad<br />

formal en la que prima el cumplimiento de la norma como principio de acción<br />

abstracto (López Novo, 1994).<br />

El riesgo de la captura<br />

Como fue mencionado, las políticas de transversalización de género requieren<br />

de un espacio público con ideas y participantes diversos, y además, con continuidad<br />

temporal. En la práctica, no obstante, existen importantes impedimentos que<br />

atentan contra su conformación. Como lo resume Guzmán (2001):<br />

“(...) no todos los sujetos que participan en este proceso cuentan con los mismos<br />

recursos, ni tienen las mismas oportunidades para acceder a los espacios<br />

donde se debaten las agendas. Tampoco los distintos espacios están abiertos de<br />

manera similar a los diversos tipos de problemas... En efecto, los espacios públicos<br />

erigen barreras a la incorporación de algunos <strong>temas</strong> y sujetos sociales.<br />

Desde su interior se ejercen presiones para excluir a los actores más débiles o<br />

divergentes y los criterios de prioridad hegemónicos llevan a considerar algunos<br />

problemas en menoscabo de otros” (12; énfasis propio).<br />

A propósito, las redes de mujeres no constituyen un todo homogéneo y ello se<br />

refleja, por ejemplo, en las divergencias entre grupos de mujeres de base y ONGs.<br />

En particular, Álvarez (1999) señala la tensión existente entre las ONGs profesionales,<br />

expertas en <strong>temas</strong> de género y consultoras <strong>del</strong> Estado, con trabajo técnico<br />

de tiempo completo, por un lado, y las organizaciones “de base” de mujeres, inorgánicas,<br />

fluctuantes y dependientes de otras actividades para su supervivencia.<br />

La creciente labor puramente técnica de las ONGs afectaría, de acuerdo con esta<br />

autora, el desarrollo de un trabajo conjunto con mujeres populares en territorios<br />

vulnerables, y así impediría que la visión de estas últimas sea conocida, represen-


tada e incorporada al momento de diseñar políticas.<br />

Además, existen importantes asimetrías en las oportunidades de acceso al espacio<br />

público (Craske, 2000). En efecto, varias ONGs reciben, para su subsistencia,<br />

financiamiento oficial. Desde el ángulo de la representación de las ideas, existe el<br />

riesgo de que sean convocadas las ONGs que están en sintonía con el discurso<br />

dominante. Asimismo, ciertas ONGs son más aptas para captar fondos y conseguir<br />

financiamiento internacional, por lo que saben “empaquetar” sus proyectos y, por<br />

ende, instalar sus ideas, mientras otras no cuentan con estas ventajas.<br />

A partir de estas observaciones, es posible que un segmento de mujeres organizadas<br />

presente mayores habilidades para dialogar con el Estado y plasmar sus intereses<br />

en la definición de los problemas de política. La representación en nombre<br />

de otros grupos resulta más complicada de garantizar, habida cuenta de la actual<br />

variedad de feminismos (Vargas, 2001). Estas cuestiones invitan a reflexionar si la<br />

variedad de voces e intereses de las organizaciones de mujeres está representada y<br />

si, aún las temáticas de género, no podrían ser definidas sólo desde la perspectiva<br />

de algunos grupos específicos con ciertas ventajas estructurales.<br />

IV. Conclusiones<br />

El recorrido realizado sugiere que las medidas orientadas a promover la equidad<br />

de género requieren múltiples factores, como lo son un mayor número de mujeres<br />

en las jerarquías institucionales, organizaciones de mujeres activas y con liderazgo<br />

en el plano de las ideas, y funcionarios y funcionarias con conocimiento en<br />

<strong>temas</strong> de género capaces de plasmarlo en políticas. Además, la interlocución con<br />

las organizaciones de mujeres presupone modalidades ampliadas de articulación<br />

entre el Estado y la sociedad civil. En esta dirección, si bien el menú de políticas<br />

con sensibilidad de género parece diverso, ninguna política tomada aisladamente<br />

produce resultados óptimos.<br />

En tal sentido, cabe la pregunta: ¿qué aspectos de cada una de estas políticas<br />

podrían combinarse en una plataforma de política más potente? La respuesta no es<br />

unívoca. En efecto, por un lado, las políticas para la mujer son las más problemáticas<br />

desde el punto de vista de la justicia de género, por lo cual es difícil extraer<br />

conclusiones que rescaten aspectos selectivos más allá de valorar su aporte histórico<br />

por haber reconocido que las mujeres tienen necesidades especificas. Pero,<br />

como hemos visto, las políticas con perspectiva de género son las que realmente<br />

imprimen un sentido más amplio a la noción de necesidad.<br />

Por otro lado, las políticas con perspectiva de género y las acciones afirmativas<br />

podrían ser instrumentos de la transversalización, cuyo valor reside precisamente<br />

en su planteo sistémico acerca de la totalidad de las acciones <strong>del</strong> Estado. En efecto,<br />

cuestiones como el acceso de un mayor número de mujeres a las jerarquías<br />

político-institucionales, la presencia de maquinarias de género adecuadamente financiadas,<br />

la disponibilidad de información desagregada por sexo, la construcción<br />

de ámbitos de consulta y la articulación con las organizaciones de mujeres, son<br />

requisitos esenciales para que las políticas de transversalización sean exitosas.<br />

Finalmente, la formulación de los problemas de políticas, los diseños de obje-<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

125


tivos e instrumentos así como la dinámica de la ejecución, han sido territorios no<br />

siempre en armonía entre el Estado y sus expertas, los movimientos feministas,<br />

los grupos de mujeres y los organismos de financiamiento internacional. Los mecanismos<br />

institucionales de género no han estado exentos de críticas, entre otras<br />

razones, por desmovilizar los movimientos de mujeres e incluso desvirtuar los<br />

proyectos más radicales de transformación social.<br />

A pesar de ello, como lo demuestra Franceschet (2003:14), a propósito <strong>del</strong> SER-<br />

NAM en Chile, estas maquinarias difunden discursos de género, en particular, “un<br />

discurso de derechos de las mujeres e iniciativas de política” a partir de los cuales<br />

las organizaciones de mujeres pueden movilizarse e interpelar al propio Estado.<br />

Análogamente, las divergencias entre redes feministas locales y globales y las<br />

expertas gubernamentales (e internacionales) no han impedido la conformación de<br />

redes temáticas (issue networks) que han traído avances cruciales para la región en<br />

términos de derechos de mujeres (Craske, 2000; Gray, 2004; Guzmán, 2003).<br />

En síntesis, las políticas con sensibilidad de género requieren, simultáneamente,<br />

de Estados capaces así como de una sociedad civil más diversa y organizada. Los<br />

intereses y las preferencias de las mujeres no son cuestiones fijas a priori, sino<br />

que emergen de procesos políticos dinámicos. En el mismo sentido, las políticas<br />

no son acciones estáticas, sino que sus efectos pueden ser disímiles a los originalmente<br />

previstos por lo cual el doble monitoreo <strong>del</strong> Estado y de los movimientos de<br />

mujeres es un imperativo normativo así como un requisito de gestión.<br />

Referencias<br />

1. Agradezco los sugerentes comentarios de Mariana Caminotti, Valeria Llobert y Andrea Voria a<br />

versiones anteriores de este trabajo. Las opiniones aquí vertidas son de exclusiva responsabilidad de<br />

la autora.<br />

2. Una compleja excepción a ello es la acción positiva <strong>del</strong> programa Progresa/Oportunidades, donde<br />

las madres reciben un monto adicional monetario para garantizar la educación de las niñas (Molyneux,<br />

2006).<br />

3. En Europa occidental, estas políticas se han traducido, primordialmente, en temáticas relativas a la<br />

regulación sobre el empleo (Walby, 2005).<br />

4. WID significa Women in Development y GAD Gender and Development (Para la evolución<br />

conceptual y terminológica, véase Rathgeber, 1989).<br />

5. Existe un abundante cuerpo de literatura que caracteriza este tipo de política. Por ejemplo, véase<br />

Astelarra (2004), Incháustegui Romero (1999), Di Marco (2005) y Pascall y Lewis (2004) (por su<br />

aplicación en Europa).<br />

6. Para clarificar con otro ejemplo tómese el tratamiento de la violencia doméstica. Las políticas hacia<br />

las mujeres enfatizan la necesidad de su pronta denuncia así como la obligatoriedad <strong>del</strong> Estado en<br />

ofrecer refugios adecuados. En una perspectiva de género, las políticas compartirían estas acciones pero,<br />

esencialmente, cuestionarían el problema como una violación a los derechos humanos (de acuerdo con<br />

la Conferencia de Viena de 1993), sugiriendo, además, otras intervenciones en un organización familiar<br />

que genera violencia y acentuando las prácticas de prevención (Bustelo y Lombardo, 2004).<br />

7. Las políticas de igual trabajo por igual valor (comparable worth) implican, en contextos altamente<br />

segregados por género, el valorar las tareas que realizan los cargos ocupados, mayoritariamente, por las<br />

mujeres, al: a) tornar visibles el conjunto de acciones ejecutadas, b) de-construir la diferencia trabajo<br />

secretarial versus trabajo gerencial, y c) hacer posible la movilidad entre puestos feminizados hacia<br />

puestos jerárquicos (usualmente ocupados por varones). La estrategia de igual trabajo por igual valor<br />

conlleva a una profunda revisión de las descripciones de puestos (Acker, 1989).


8. Cabe señalar que este lenguaje sobre cómo debería ser la arquitectura de instrumentación de<br />

las políticas sociales, forjado por el Banco Mundial, paradójicamente, parecería converger con los<br />

principios básicos de la Plataforma de Acción de Beijing: énfasis en las mujeres jefas de hogar, aumento<br />

de la participación de las mujeres en los procesos de decisión comunal, y extensión de créditos y<br />

subsidios para las mujeres.<br />

Bibliografía<br />

J. ACKER (1990), “Hierarchies, Jobs, Bodies: A Theory of Gendered Organizations”, en Gender and<br />

Society, Vol. 4 (2): 139–158.<br />

(1989), Doing Comparable Worth: Gender, Class and Pay Equity, Phila<strong>del</strong>phia, Temple<br />

University Press.<br />

R. ÁLVAREZ SAN MARTIN (2007), “Perspectiva de género en las políticas públicas en Chile”, en<br />

Revista Política y Gestión, Nº 10: 45–63.<br />

S. ÁLVAREZ (1999), “Advocating Feminism: The Latin American Feminist NGO Boom”, en<br />

International Feminist Journal of Politics, Vol. 1 (2): 181–209.<br />

I. ARRIAGADA (2006), Cambios en las políticas sociales: políticas de género y familia, Serie Políticas<br />

Sociales 119, Santiago de Chile, CEPAL.<br />

J. ASTELARRA (2004), Políticas de género en la Unión Europea y algunos apuntes sobre América<br />

Latina, Serie Políticas Sociales 57, Santiago de Chile, CEPAL.<br />

F. BEVERDIGE; S. NOTT y K. STEPHEN (2000), “Mainstreaming and the Engendering of Policymaking:<br />

A Means to an End?”, en Journal of European Public Policyk, Vol. 7 (3): 385–405.<br />

D. M. BRITTON (2000), “The Epistemology of the Gendered Organization”, en Gender and Society,<br />

Vol. 14 (3): 418–434.<br />

M. BUSTELO y E. LOMBARDO (2004), “Mainstreaming de género y análisis de los diferentes<br />

‘marcos interpretativos’ de las políticas de igualdad en Europa. El proyecto MAGEEQ”, Mimeo,<br />

Departamento de Ciencia Política y Administración II, Facultad de Ciencias Políticas y Sociología,<br />

Universidad Complutense de Madrid.<br />

R.W. CONNELL (2005), “Change among the gatekeepers”, en Signs, Vol. 30 (1): 1801–1825.<br />

(1990), “The State, Gender, and Sexual Politics. Theory and Appraisal”, en Theory<br />

and Society, Vol. 19: 507–544.<br />

N. CRASKE (2000), “Continuing the Challenge. The Contemporary Latin American Women’s<br />

Movement(s)”, Institute of Latin American Studies, Research Paper 23, University of Liverpool.<br />

L. DAEREN (2004), “Mujeres pobres: ¿prestadoras de servicios o sujetos de derechos? Los programas<br />

de superación de la pobreza en América Latina desde una mirada de género. Trabajo presentado en el<br />

Seminario Internacional Políticas y programas de superación de la pobreza desde la perspectiva de la<br />

gobernabilidad democrática y el género, Quito, CEPAL.<br />

M. J. DADOR TOZZINI (2007), “Contexto político de la región: desafíos y oportunidades para las<br />

políticas de género”, en A. FALÚ y O. SEGOVIA (editoras), Ciudades para convivir sin violencia<br />

hacia las mujeres. Debate para la construcción de propuestas, Santiago de Chile, Ediciones SUR.<br />

M. DALY (2005), “Gender Mainstreaming in Theory and Practice”, en Social Politics, Vol. 12 (3):<br />

433–450.<br />

G. DI MARCO (2005), “Políticas sociales y democratización”, en G. DI MARCO (Coordinadora),<br />

Democratización de las familias, Buenos Aires, UNICEF.<br />

G. DI MARCO; A. L. RODRÍGUEZ GUSTÁ; V. LLOVET; A. BRENER (2006), “El Plan Jefes y Jefas<br />

de Hogar: una mirada desde los procesos de ampliación de derechos de las mujeres”, Cuartas Jornadas<br />

de Investigación en Antropología Social, Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires.<br />

D. ELSON y R. MCGEE (1995), “Gender Equality, Bilateral Program Assistance and Structural<br />

Adjustment: Policy and Procedures”, en World Development, Vol. 23 (11): 1987–1994.<br />

M.M. FERREE; W. A. GAMSON; J. GERHARDS y D. RUCHT (2002), “Four Mo<strong>del</strong>s of the Public<br />

Sphere in Modern Bureaucracies”, en Theory and Society, 31: 289–324.<br />

M. M.FERREE; J. LORBER; B. B. HESS (2000), “Introduction”, en M. M.FERREE; J. LORBER; B.<br />

B. HESS (Editors) (2000), Revisioning Gender, Walnut Creek, California, AltaMira Press.<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

127


M. M. FERREE y P. Y. MARTÍN (1995), Feminist Organizations, Phila<strong>del</strong>phia, Temple University<br />

Press.<br />

S. FRANCESCHET (2003), ““State Feminism” and Women’s Movements: The Impact of Chile’s<br />

Servicio Nacional de la Mujer on Women’s Activism”, en Latin America Research Review, Vol. 38<br />

(1): 9–40.<br />

N. FRASER (1995), “From Redistribution to Recognition? Dilemmas of Justice in a Post-Socialist<br />

Age”, en New Left Review I (212). 68–93.<br />

G. GARZÓN DE LA ROSA (2006), Continued Struggles for Survivall: How Plan Jefes y Jefas<br />

Affected Poor Women’s lives in Greater Buenos Aires, 2002–2005. A thesis submitted to the Faculty<br />

of the Graduate School of Arts and Sciences of Georgetown University in partial fulfillment of the<br />

requirements for the degree of Master of Arts in Development Management and Policy. Washington,<br />

D.C.<br />

T. GRAY (2004), “The Marriage of Policy and Reality: The Struggle for Civil Divorce in Chile”, Latin<br />

American Studies Association Annual Metting, Las Vegas, Nevada.<br />

V. GUZMÁN (2003), “Gobernabilidad democrática y género, una articulación posible”, Serie Políticas<br />

Sociales 48, Santiago de Chile, CEPAL.<br />

(2001), “La institucionalidad de género en el Estado: nuevas perspectivas de análisis”,<br />

Serie Políticas Sociales 32, Santiago de Chile, CEPAL.<br />

L. A. HANEY (1998), “Engendering the Welfare State. A Review Article”, en Comparative Studies in<br />

Society and History, Vol. 40 (4): 748–767.<br />

(1996), “Homeboys, Babies, Men in Suits: The State and the Reproduction of Male<br />

Dominance”, en American Sociological Review, Vol. 61: 759–778.<br />

S. HARPER y B. RESKIN (2005), “Afirmative Action at School and on the Job”, Annual Review of<br />

Sociology, Vol. 31: 357–79.<br />

P. HILL COLLINS (1999), “Moving Beyond Gender: Intersectionality and Scientific Knowledge”, in<br />

M.M. FERREE; J. LORBER and B. HESS (ed.), Revisioning Gender, London, Sage.<br />

M. N. HTUN (2004), “From ¨Racial Democracy¨ to Affirmative Action: Changing State Policy on<br />

Race in Brazil”, en Latin American Research Review Vol. 39 (1): 60–89.<br />

(2002), Women in Political Power in Latin America, International IDEA, Women in<br />

Parliament. Stockholm: http://www.idea.int (Acceso: enero, 2008).<br />

M. IACOVIELLO y A. L. RODRÍGUEZ GUSTÁ (2006), “Síntesis <strong>del</strong> diagnóstico. Caso Brasil”, en K.<br />

ECHEBARRIA (Editor), Informe sobre la situación <strong>del</strong> servicio civil en América Latina, Washington,<br />

D.C., Banco Interamericano de Desarrollo, Diálogo regional de Política.<br />

M. IACOVIELLO y L. ZUVANIC (2006), “Síntesis <strong>del</strong> diagnóstico. Caso Chile”, en K. ECHEBARRIA<br />

(Editor), Informe sobre la situación <strong>del</strong> servicio civil en América Latina, Washington, D.C., Banco<br />

Interamericano de Desarrollo, Diálogo regional de Política.<br />

T. INCHÁUSTEGUI ROMERO (1999), “La institucionalización <strong>del</strong> enfoque de género en las políticas<br />

públicas. Apuntes en torno a sus alcances y restricciones”, La ventana, Núm. 10: 84–121.<br />

R. M. KANTER (1977), Men and Women of the Corporation, New York, Basic Books.<br />

M. LEÓN (s/d), “Mujer, género y desarrollo. Concepciones, instituciones y <strong>debates</strong> en América<br />

Latina”, Mimeo, Instituto Interamericano de Derechos Humanos, Costa Rica, http://www.iidh.ed.cr/<br />

(Acceso: enero, 2008).<br />

M. LÓPEZ NOVO (1994), “El particularismo reconsiderado. Orientación de la acción y contexto<br />

institucional”, en REIS Revista Española de Investigaciones Sociológicas, Núm. 67: 31–63.<br />

J. MARX, J. BORNER y M. CAMINOTTI (2007), Las legisladoras. Cupos de género y política en<br />

Argentina y Brasil, Buenos Aires, Siglo XXI.<br />

S. MAZEY (2000), “Introduction: Integrating Gender – Intellectual and Real World Mainstreaming”,<br />

en Journal of European Public Policy, Vol. 7, (3): 333–45.<br />

J. MEYER y B. ROWAN (1977), “Institutionalized Organizations: Formal Structure as Myth and<br />

Ceremony”, American Sociological Review, Vol. 83, (2): 340–363.<br />

M. MOLYNEUX (2006), “Mothers at the Service of the New Poverty Agenda: Progresa/Oportunidades,<br />

Mexico’s Conditional Transfer Progamme”, en Social Policy and Administration, Vol. 40, (4):425–449.


S. MONTAÑO (2003), “Las políticas públicas de género: un mo<strong>del</strong>o para armar. El caso de Brasil”, en<br />

S. MONTAÑO; J. PITANGUY y T. LOBO (2003), Las políticas públicas de género: un mo<strong>del</strong>o para<br />

armar, Serie Políticas Sociales 45, Santiago de Chile, CEPAL.<br />

C. MOSER y A. MOSER (2005), “Gender Mainstreaming Since Beijing: A Review of Success and<br />

Limitations in International Institutions”, en Gender and Development, Vol. 13, (2): 11–22.<br />

G. PASCALL y J. LEWIS (2004), “Emerging Gender Regimes and Policies for Gender Equality in a<br />

Wider Europe”, Inl. Soc. Pol. 33, (3): 373–394.<br />

A. PORTES (2000), “The Hidden Above: Sociology as Analysis of the Unexpected. 1999 Presidential<br />

Address”, en American Sociological Review, 65 (1): 1–18.<br />

E. M. RATHGEBER (1989), “WID, WAD, GAD: Trends in Research and Practice”, Manuscript,<br />

Ottawa, International Development Research Center.<br />

T. REES (2005), “Reflections on the Uneven Development of Gender Mainstreaming in Europe”, en<br />

International Feminist Journal of Politics, Vol. 7, (4): 555–574.<br />

P. RICHARDS (2002), Expanding Women’s Citizenship? The Representation of Pobladora and<br />

Mapuche Women in the Chilean State, Doctoral Dissertation, The University of Texas at Austin.<br />

C. L. RIDGEWAY y S. J. CORRELL (2004), “Unpacking the Gender System. A Theoretical Perspective<br />

on Gender Beliefs and Social Relations”, Gender and Society, Vol. 18, (4): 510–531.<br />

A. L. RODRIGUEZ GUSTA (2007), “El dualismo de género en el Municipio El Pinar: algunas ideas<br />

preliminares sobre las capacidades estatales”, manuscrito sin publicar.<br />

V. SCHILD (2000), “Neo-liberalism’s New Gendered Market Citizens: The ´Civilizing´ Dimension of<br />

Social Programmes in Chile”, en Citizenship Studies, Vol. 4, (3): 275–305.<br />

A. SHERIDAN (1998), “Patterns in the Policies: Affirmative Action in Australia”, Women in<br />

Management Review, Vol. 13, (7): 243–252.<br />

J. SQUIRES (2005), “Is Mainstreaming Transformative? Theorizing Mainstreaming in the Context of<br />

Diversity and Delibertation”, en Social Politics, 366–388.<br />

C. VARELA PETITO (2007), “Fecundidad. Propuestas para la formulación de políticas públicas”, en J.<br />

J. CALVO y P. MIERES, Importante pero urgente. Políticas de población en Uruguay, Montevideo,<br />

UNFPA – Rumbos.<br />

V. VARGAS (2001), “Los feminismos latinoamericanos en su tránsito al nuevo milenio (una lectura<br />

político personal)”, en Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales, Vol. 7, (3): 151–173.<br />

S. WALBY (2005), “Introduction: Comparative Gender Mainstreaming in a Global Era”, en<br />

International Feminist Journal of Politics, Vol. 7, (4): 453 – 470.<br />

G. ZAREMBERG (2004), Alpargatas y libros: estilos de gestión, género y política social en Argentina<br />

y Chile, Serie Políticas Sociales 90, Santiago de Chile, CEPAL.<br />

Recibido: 18/05/08. Aceptado: 26/06/08<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

12


Familia, sexualidad y género en los años 60. Pensar los cambios desde la<br />

Argentina: desafíos y problemas de investigación*<br />

Isabella Cosse<br />

Isabella Cosse es Licenciada en Historia por la<br />

Universidad de la República (Uruguay), �agíster<br />

en Ciencias Históricas y Doctora en Historia por la<br />

Universidad de San Andrés.<br />

�ail: icosse@mail.retina.ar.<br />

resumen<br />

La comprensión de los cambios en las costumbres,<br />

los mo<strong>del</strong>os familiares y la moral<br />

sexual requiere pensar estrategias y enfoques<br />

de investigación que discutan los antecedentes<br />

para Estados Unidos y Europa en función de las<br />

especificidades <strong>del</strong> caso argentino y que, de ese<br />

modo, contribuyan a entender las peculiaridades<br />

<strong>del</strong> proceso de cambio en estas latitudes y aporten<br />

a una perspectiva latinoamericana.<br />

Con esa intención, este artículo analiza dos<br />

problemas. En primer término, se plantea que las<br />

interpretaciones sobre el proceso argentino han<br />

estado marcadas por una comparación implícita<br />

o explícita con el proceso en Estados Unidos y<br />

Europa, discutiéndose los efectos de esta perspectiva.<br />

En segundo lugar se analiza la importancia<br />

<strong>del</strong> peso de los actores tradicionalistas y<br />

el carácter moderado de la ruptura en la moral<br />

sexual en la Argentina de los años 60.<br />

El examen de estos problemas pone de relieve<br />

los rasgos peculiares y distintivos de las transformaciones<br />

en la Argentina y, de este modo,<br />

ofrece un insumo para avanzar en la formulación<br />

de marcos interpretativos para comprender<br />

los cambios que en los últimos treinta años han<br />

modificado radicalmente las formas de vivir en<br />

familia.<br />

palabras claves<br />

historia / Argentina / años sesenta / familia /<br />

revolución sexual<br />

summary<br />

The analysis of the changes in the customs,<br />

the family mo<strong>del</strong>s and the sexual morality in<br />

the Argentina of the 60s needs to think research<br />

strategies and approaches to discuss the interpretations<br />

for the United States and European<br />

countries depending on the specificities of the<br />

Argentine case. This position helps to understand<br />

the peculiarities of the process of change<br />

in these latitudes and to find a Latin American<br />

perspective.<br />

With this goal, this article analyse two problems.<br />

First, I explain that Argentine process has<br />

been marked by an implicit or explicit comparison<br />

with the process in The United States and<br />

Europe and I discuss the effects of this perspective.<br />

Secondly, I analysis the importance of the<br />

traditionalist actors and I describe the moderate<br />

character of the break in the sexual morality in<br />

the Argentina of the 60s.<br />

This examination shows the peculiar and distinctive<br />

features of the changes in the Argentina.<br />

Thus, it offers an input to advance in the formulation<br />

of interpretive frames to understand the<br />

changes that in the last thirty years have modified<br />

radically the ways of living in family.<br />

keywords<br />

history / Argentina / the sixties / family / sex<br />

revolution<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

131


1. Introducción<br />

A escala mundial los años 60 inauguraron transformaciones en los más variados<br />

planos de la vida de las personas que tuvieron especial significación en el de las<br />

formas de organizar la vida cotidiana, los mo<strong>del</strong>os familiares y los criterios relativos<br />

a la moral sexual. De acuerdo con los antecedentes de investigación, en países<br />

como Estados Unidos, Inglaterra y Francia las uniones consensuales aparecieron<br />

como una alternativa al matrimonio y el divorcio perdió su condición vergonzante;<br />

las relaciones familiares fueron concebidas desde nuevos parámetros, entre los<br />

cuales cada vez tuvo mayor peso la libertad personal y la autenticidad, y emergió<br />

un nuevo paradigma de crianza de los hijos: progresista, centrado en los niños y<br />

contrario a la disciplina; las mujeres reclamaron condiciones de igualdad, la crisis<br />

de la ética <strong>del</strong> hombre proveedor dio lugar la reformulación de la identidad masculina<br />

y la sexualidad se desligó de la unión conyugal (Rothman, 1984:308-330;<br />

Ehrenreich et al., 1987; Gordon, 1990; Singly y Cicchelli, 2004:417-464; Segalen,<br />

1992).<br />

Sin embargo, la significación de estos cambios ha sido discutida. Los propios<br />

estudios para Estados Unidos y Europa han cuestionado sus alcances, desde diferentes<br />

puntos de mira. Por un lado, desde lecturas sociológicas o demográficas,<br />

se considera que los controles sexuales más que relajarse se redefinieron, que el<br />

matrimonio siguió siendo una opción mayoritaria, que la cohabitación se convirtió<br />

en una fase de prueba hacia el matrimonio, que la pauta de unión estable persistió<br />

como marco ideal de la procreación y que, finalmente, las parejas homosexuales<br />

terminaron por reivindicar la estabilidad <strong>del</strong> vínculo y los derechos a formar una<br />

familia legítima (Bozon, 2002:45; de Singly y Cicchelli, 2004:427-451; Roudinesco,<br />

2003:195).<br />

Por otro lado, desde ciertas posturas feministas de tenor militante, se plantea que<br />

las transformaciones pasaron por el surgimiento de un mercado <strong>del</strong> sexo que reforzó<br />

la dominación y la marginación de las mujeres, quienes siguieron cargando con<br />

las tareas domésticas (referencias a tales posturas en Ehrenreich et al., 1987:3-4 y<br />

Cook, 2004:1-3). Ciertamente, las expectativas albergadas por los activistas de la<br />

liberación sexual de los años 60 quedaron limitadas. La revolución sexual no cambió<br />

drásticamente las relaciones de poder en el capitalismo, ni surgió una sociedad<br />

reconfigurada sobre nuevos principios políticos, derivados de una nueva moral<br />

sexual, como planteaba el optimismo de Wilheim Reich (1992, 1ª edición 1945) y<br />

de Hebert Marcuse (1968, 1ª edición 1953). Tampoco desaparecieron la iniquidad<br />

en las relaciones de pareja y la discriminación a las mujeres y a los homosexuales.<br />

Finalmente, en el plano de las políticas públicas en Europa y Estados Unidos la<br />

ola liberal y progresiva de los años 60 y de los tempranos 70 fue seguida de una<br />

etapa de reacción y conservadurismo en los años 80 (Weeks, 1992:3-6 y 294-312<br />

y D`Emilio y Freedman, 1988:301-330).<br />

De todas formas, estas críticas no impiden resaltar que el clima de los tardíos<br />

años 60 y tempranos 70 resulta diferente al dominante después <strong>del</strong> fin de la segunda<br />

guerra mundial, cuando resurgió un impulso familiarista que atacó la permisividad<br />

sexual de las décadas previas, expresado en el aumento <strong>del</strong> promedio de hijos


por mujer, la reducción de la edad <strong>del</strong> casamiento y la disminución de las tasas<br />

de divorcio. Como han mostrado diferentes estudios, los jóvenes de la posguerra<br />

apostaron a la felicidad dada por los moldes de la división de género por la cual la<br />

mujer debía realizarse a través de su dedicación al marido, los hijos y el hogar, y el<br />

varón hacerlo mediante la capacidad de mantenerlos a través de su trabajo fuera<br />

<strong>del</strong> hogar, mandatos considerados una medida de su éxito y promesa de seguridad,<br />

contención y bienestar (Tyler, 1988:301-330). En este panorama, los jóvenes de<br />

los años 60 introdujeron un cambio radical en este clima de posguerra.<br />

De todas formas, los resultados de investigación exigen considerar que el impacto<br />

de las transformaciones de los años 60 aparece en toda su envergadura poniéndola<br />

en relación con el horizonte de 1980, momento en el cual los mo<strong>del</strong>os<br />

y las convenciones inaugurados en los años 60 y 70 se consolidaron en nuevas<br />

pautas de comportamiento expresadas en tendencias demográficas definidas. Así,<br />

en Europa entre 1960 y 1980 la proporción de matrimonios se redujo entre el 30 y<br />

el 40% y el divorcio aumentó entre 25 y 35%; en Francia el número de divorcios<br />

se duplicó entre 1960 y 1976 y se triplicó hacia 1985; la cohabitación aumentó un<br />

50% entre 1960 y 1970, haciendo que a mediados de esta década el 9,7% de los jóvenes<br />

de 18 a 29 años estuvieran cohabitando y que el 44% de las parejas casadas<br />

entre 18 y 30 años hubieran convivido antes <strong>del</strong> matrimonio (Segalen, 1992:133-<br />

139 y 198; Engelen, 2004:384-387). En Estados Unidos, el divorcio pasó de 2,2<br />

en 1960 a 4% en 1970 y a 5,2 en 1980; entre 1960 y 1980 el matrimonio declinó<br />

en un 25%, aumentó la cohabitación previa al matrimonio que se ubicaba en el 3%<br />

en 1960 al 11% en 1970 y al 50% en 1980; los nacimientos extramatrimoniales en<br />

la población blanca pasaron <strong>del</strong> 2,3% en 1960 al 5,7% en 1970 y al 11% en 1980<br />

y en la población negra pasaron <strong>del</strong> 21,6% al 37,6% y al 55,2% para las mismas<br />

fechas (Varenne, 1988:435 y 443; Sassler y Goldscheider, 2004:140).<br />

Estos parámetros indican que entre 1960 y 1980 se produjo una transformación<br />

amplia de la familia y la sexualidad. Tales cambios mostraban que en países como<br />

Estados Unidos y Francia los cimientos de un mo<strong>del</strong>o familiar, de largo predominio<br />

en Occidente, comenzó a derrumbarse en los años 60 y 70, etapa en la cual se<br />

produjo una ruptura en el plano cultural. El mo<strong>del</strong>o impugnado estaba definido por<br />

la entronización <strong>del</strong> matrimonio como espacio legítimo <strong>del</strong> amor, la sexualidad y<br />

la reproducción, la asunción de un doble patrón moral (que valorizaba la virginidad<br />

de las jóvenes solteras y la experimentación sexual de los varones); mandatos<br />

articulados con la teoría de las dos esferas separadas, de lo público y lo privado,<br />

confinando a las mujeres al dominio de la vida doméstica, al cuidados de los hijos<br />

y dotando al varón de la capacidad de acción en el ámbito exterior. Dicho mo<strong>del</strong>o,<br />

aquí denominado de la domesticidad, había surgido de un largo proceso originado<br />

por la “revolución sentimental” de los siglos XVII y XVIII con la cual se habría<br />

producido la reclusión de la familia en el espacio <strong>del</strong> hogar, convertido en privado,<br />

el estrechamiento de los vínculos familiares, el surgimiento de la noción de amor<br />

conyugal y un nuevo vínculo entre padres e hijos (Ariès, 1987; Shorter, 1977;<br />

Stone, 1990; Rothman, 1984:91-158; Maynes, 2003; Pateman, 1995). De allí que<br />

la ruptura de los años 60 y 70 haya significado el inicio de una transformación<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

133


profunda de las bases de la división de género, de la organización familiar y de la<br />

moral sexual que cuestionó el sentido común que había dominado durante siglos<br />

en las sociedades occidentales.<br />

Claro está que, como han mostrado numerosos estudios, la realidad de la vida<br />

familiar con frecuencia escapaba a los mandatos de la domesticidad pero lo cierto<br />

es que las columnas vertebrales de este mo<strong>del</strong>o se habían reinstalado en la posguerra<br />

y regían las convenciones para el comportamiento de varones y mujeres a<br />

principios de los años sesenta cuando los cambios en las costumbres, los estilos<br />

de vida y las modas se transformaron en una forma de rebeldía de los jóvenes y<br />

cuando las bases de este mo<strong>del</strong>o sufrieron un severo embate (Tyler, 1988; Gordon,<br />

1990:356-362; Kimmel, 1996:384-387).<br />

En resumen, según las investigaciones para los Estados Unidos, Francia e Inglaterra<br />

los años 60 y 70 significaron paradigmáticamente cambios de orden cultural<br />

que recién se expresaron en las tendencias demográficas en las décadas siguientes.<br />

Esto no significa desconocer la importancia de las rupturas producidas durante<br />

este período sino entender la época como una especie de “bisagra” entre el mo<strong>del</strong>o<br />

de la domesticidad y la apertura a la aceptación de una diversidad de prácticas<br />

familiares, con la aceptación de la jefatura femenina de los hogares, las uniones<br />

consensuales, de la cohabitación a prueba y <strong>del</strong> divorcio, y la aparición de nuevos<br />

ideales de género y estilos de relación, con la valoración de la realización profesional<br />

de la mujer; el rechazo de la doble moral sexual y la legitimación de la<br />

búsqueda de la satisfacción sexual, incluso fuera <strong>del</strong> matrimonio.<br />

2. Pensar el proceso de cambio desde la Argentina<br />

Suele suponerse que estos cambios tuvieron alcance mundial. Los escasos estudios<br />

sobre esta problemática en América Latina exigen considerar que el surgimiento<br />

<strong>del</strong> mo<strong>del</strong>o de la domesticidad estuvo atravesado por los rasgos característicos<br />

de las sociedades latinoamericanas, en las cuales las diferencias sociales,<br />

culturales y étnicas potenciaron la diversidad de formas de organización familiar<br />

y reforzaron el papel jugado por el Estado y las elites políticas e intelectuales en<br />

dicho proceso (entre otros, Gonzalbo Aizpuru y Rabell Romero, 1996; Samara,<br />

2001; Barrán, 1990). Estos factores, a los que se sumaron los relacionados con<br />

las peculiaridades de la modernización latinoamericana y el peso de la Iglesia<br />

católica, hicieron que el mo<strong>del</strong>o de domesticidad se articulara con otros modos de<br />

organización familiar.<br />

Para la Argentina, también se ha resaltado esta diversidad de formas de organizaciones<br />

familiares (Barrancos, 2001:553-601). Como han descubierto numerosas<br />

investigaciones para la época colonial y el siglo XIX, la diversidad de comportamientos<br />

familiares se expresó en pautas culturales que suponían liberalidad en los<br />

comportamientos sexuales, la aceptación de las uniones consensuales y la escasa<br />

segregación de los hijos naturales, vigentes en contextos sociales y culturales muy<br />

diferentes, como eran las dinámicas familiares de la pampa húmeda, las poblaciones<br />

indígenas y los sectores populares urbanos (Cicerchia, 1994:49-72; Mateo,<br />

1996; Moreno, 2004a:97-117 y 2004b:133-170). En el siglo XX, estos patrones


siguieron siendo importantes, como reflejan tasas de nacimientos ilegítimos. En<br />

1950 la tasa de nacimientos ilegítimos en el total <strong>del</strong> país se ubicaba en el 27,8%;<br />

la proporción menor, que correspondía a la Capital, se situaba en 11,2%, seguida<br />

por la provincia de Buenos Aires, <strong>16</strong>,9%, porcentajes que se elevaban en provincias<br />

como Jujuy (46%), Salta (45,1%) y Corrientes (53%), donde existían tasas<br />

más altas de natalidad y menor número de inmigrantes transatlánticos (IV Censo,<br />

ca.1950:LXXV). Hernán Otero (2004:92-102) propone que la conexión de la<br />

alta fecundidad con la ilegitimidad y las uniones de hecho más que entenderse,<br />

siguiendo las interpretaciones europeas, como el resultado de comportamientos<br />

laicos, opuestos a la influencia católica, debe explicarse por la presencia <strong>del</strong> Estado<br />

nacional, el avance de la integración normativa y la persistencia de tradiciones<br />

culturales antiguas. De hecho, estos comportamientos demográficos en la Capital<br />

quedaron asociados a los patrones de los sectores populares, los cuales fueron<br />

resignificados por la consolidación <strong>del</strong> mo<strong>del</strong>o de domesticidad, con el cual las<br />

estigmatizaciones a quienes vivían fuera <strong>del</strong> mismo adquirieron creciente visibilidad,<br />

contribuyendo a <strong>del</strong>inear, por contraposición, el sentido de la normatividad<br />

social (Cosse, 2006).<br />

En este contexto, existe acuerdo, aunque no se ha estudiado con profundidad,<br />

en que el mo<strong>del</strong>o de domesticidad decantó de un proceso en el que confluyeron,<br />

no sin contradicciones, las propias políticas estatales, la religión, las regulaciones,<br />

las ideas de las elites y el discurso médico, que engarzaron con una tendencia a<br />

la organización doméstica nuclear y con las aspiraciones de respetabilidad de los<br />

sectores medios urbanos. Es consensual suponer que la movilidad social jugó un<br />

papel decisivo en la conexión entre el mo<strong>del</strong>o de la domesticidad y los sectores<br />

medios. En ese sentido, el cumplimiento de los mandatos de la domesticidad habría<br />

dotado de respetabilidad a las familias y, a la vez, habría funcionado como<br />

mecanismo y requisito para la movilidad social. Es decir, tener una familia doméstica<br />

(nuclear, conyugal, con separación de roles, y con pocos hijos) dotaba de prestigio<br />

a los nuevos sectores urbanos, diferenciándolos de los sectores populares, y<br />

exigía estrategias que, además, contribuían, a mejorar la condición social, como la<br />

reducción <strong>del</strong> número de hijos (Míguez, 1999:21-45; Nari, 2004:55-71). A esto se<br />

suma el hecho de que este mo<strong>del</strong>o rígido y compartimentado introducía un ancla<br />

firme de expectativas y valores en un mundo urbano, muchas veces nuevo, para<br />

esa sociedad de inmigrantes que era la Argentina, en plena transformación.<br />

De tal forma que existe cierto consenso en suponer que el mo<strong>del</strong>o de la domesticidad<br />

predominó entre los sectores medios urbanos, fundamentalmente en Buenos<br />

Aires, y alcanzó un punto de cristalización hacia los años 30 y 40. Esto significa<br />

que para ese momento este mo<strong>del</strong>o no sólo se había erigido como norma social<br />

sino también que existía cierta concordancia entre ésta y las conductas de los sectores<br />

medios, en forma diferente a lo que sucedía entre los sectores populares. Para<br />

éstos la consolidación <strong>del</strong> estándar de la domesticidad en el marco <strong>del</strong> proceso de<br />

integración normativa parecería haber potenciado la conciencia de la minusvalía<br />

de derechos.<br />

Es decir, los cuestionamientos de los años 60 y los tempranos 70 al mo<strong>del</strong>o fa-<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

135


miliar supusieron una ruptura con los estándares que tenían especial fuerza entre<br />

los estratos medios. Lo interesante resulta que dichas transformaciones habrían<br />

estado protagonizadas por los jóvenes provenientes de familias identificadas con<br />

estos sectores, por lo cual, el cambio implicó un cuestionamiento generacional con<br />

los moldes vigentes en los hogares de origen. En ese sentido, debe considerarse<br />

que según los antecedentes, existieron importantes diferencias entre las culturas<br />

juveniles, diferenciándose un polo politizado/intelectual y otro contracultural, que<br />

estuvieron, de distinto modo, a la vanguardia de las transformaciones y tuvieron<br />

impacto disímil en las distintas realidades sociales <strong>del</strong> continente.<br />

Para el caso mexicano, Eric Zolov (1999) sostiene que la cultura <strong>del</strong> rock fue<br />

un agente modernizador, que quebró la “familia revolucionaria” <strong>del</strong> Partido de<br />

la Revolución Institucional y, al mismo tiempo, cuestionó los valores familiares<br />

instituidos creando conflictos intergeneracionales que significaron el repudio al<br />

autoritarismo y el impulso de la liberación <strong>del</strong> cuerpo, la aceleración <strong>del</strong> consumo<br />

y la distensión de las relaciones entre varones y mujeres. Esta cultura <strong>del</strong> rock interceptó<br />

a la revuelta estudiantil de 1968 que, a pesar <strong>del</strong> carácter heroico y masculino<br />

de la memoria surgida después de Tlatelolco, significó transformaciones en la<br />

dimensión subjetiva y de la vida cotidiana que remo<strong>del</strong>aron los ritos de iniciación<br />

sexual, las relaciones entre varones y mujeres, los roles de género y lazos de los<br />

jóvenes con la familia.<br />

Dado que estos movimientos afectaron mayormente a segmentos juveniles de<br />

las clases medias y altas durante los años 60 y los tempranos 70, los cambios no<br />

reflejaron a escala de los comportamientos demográficos de la población mexicana<br />

que, como sucedió con la transición de la fecundidad recién se inició en México<br />

entre 1965 y 1968 y estuvo unida a las políticas oficiales de anticoncepción o<br />

que, como la tendencia al descenso en las uniones consensuales, manifestaron una<br />

tendencia inversa a los países centrales en conexión con la importancia de la divergencia<br />

histórica entre los mo<strong>del</strong>os instituidos y las prácticas familiares, dentro<br />

de las cuales el concubinato está unido con la existencia de condiciones sociales<br />

desfavorables en vez <strong>del</strong> avance de nuevos patrones de relación entre los segmentos<br />

medios (Quilodrán, 2001:239-260; para el caso brasilero, Pedro, 2003:239-<br />

260). En pocas palabras, los cambios culturales protagonizados por los jóvenes<br />

mexicanos en los años 60 no se habrían expresado en patrones demográficos hasta<br />

décadas posteriores.<br />

El panorama en Argentina presenta tres diferencias sustanciales con el caso<br />

mexicano que deben ser consideradas para entender las peculiaridades locales.<br />

En primer término, debe recordarse que el país, al igual que el Uruguay, tuvo una<br />

temprana y rápida transición demográfica, iniciada a partir de las últimas décadas<br />

<strong>del</strong> siglo XIX, en la cual descendieron simultáneamente las tasas de mortalidad y<br />

natalidad. La tasa bruta de natalidad comenzó el descenso hacia 1890, cuando se<br />

ubicaba en el orden <strong>del</strong> 49,1‰, es decir, en los niveles de reproducción biológica<br />

sin que interviniese la limitación de los nacimientos, tasa que pasó a 36,5‰ en<br />

1914 y que se ubicó en 26,3‰ para 1947 (Pantelides, 1981). En la Capital este<br />

proceso fue más acelerado: partiendo de un nivel similar, la ciudad de Buenos


Aires alcanzó en 1914 el 27,6‰ y en 1936 llegó a su nivel más bajo, 13,6‰ (Nari,<br />

1996:182-183). En términos de la tasa global de fecundidad en el total <strong>del</strong> país la<br />

transición ya había comenzado en 1914 cuando el número promedio de hijos por<br />

mujer para el total <strong>del</strong> país se ubicaba en 5,3, proporción que descendió a 3,2 en<br />

1947, momento en el cual los índices prácticamente se estabilizaron. En Buenos<br />

Aires, la fecundidad habría pasado de un promedio de 4,8 hijos por mujer en 1887<br />

a 3,4 en 1909 y 1,3 en 1936, su momento más bajo a partir <strong>del</strong> cual comenzó a<br />

crecer hasta 1975, cuando se ubicó en 2,48 (Pantelides, 1981). En forma simultánea<br />

con la transición demográfica, se mantenía la importancia de los patrones<br />

familiares que suponían liberalidad en los comportamientos sexuales que, como<br />

se ha planteado anteriormente, adquirieron una nueva significación ante el carácter<br />

homogéneo y excluyente <strong>del</strong> nuevo mo<strong>del</strong>o que definía la normatividad social<br />

(Cosse, 2006).<br />

En segundo lugar, a diferencia de otros países de la región, esta transición no<br />

sólo se caracterizó por ser temprana sino, también, por no haber sido el resultado<br />

directo de las políticas estatales de población aunque no pueda dilucidarse el efecto<br />

indirecto de la acción <strong>del</strong> Estado en otras esferas, como en la escolarización y<br />

en la integración normativa, dimensiones que, como ha analizado Hernán Otero<br />

(2004) son variables correlacionadas con el descenso de la natalidad. De todos<br />

modos, a diferencia de los casos mexicano y brasileño, en Argentina la transición<br />

demográfica fue un fenómeno relacionado con los cambios sociales producidos<br />

por la inmigración, el desarrollo económico y la conformación de los sectores<br />

medios en las primeras décadas <strong>del</strong> siglo XX. En ese sentido, el descenso <strong>del</strong><br />

número de hijos debe inscribirse en el surgimiento <strong>del</strong> mo<strong>del</strong>o de familia de la<br />

domesticidad en articulación con las aspiraciones de respetabilidad de los sectores<br />

medios urbanos, pudiéndoselo concebir con una racionalidad que explica los comportamientos<br />

de las parejas (Míguez, 1999:21-45).<br />

En tercer lugar, en este panorama de largo plazo, en la Argentina es posible<br />

detectar ciertas inflexiones en los patrones demográficos a partir de los años 60 en<br />

una dirección similar a los de otras latitudes: pequeñas variaciones entre 1960 y<br />

1970 que adquieren envergadura en 1980. Así, los divorcios, que no eran vinculares<br />

al haber quedado suspendida con la deposición <strong>del</strong> peronismo la ley que lo<br />

había aprobado en 1954, pasaron de representar el 0,6% en 1960 a 1,6% en 1970<br />

y 2,1% <strong>del</strong> total de la población en el conjunto <strong>del</strong> país, proporción que se consideraba<br />

poco representativa de la escala real <strong>del</strong> fenómeno (Censo 1960 2: Cuadro<br />

6: <strong>16</strong>; Censo 1960 1: Cuadro 7: 88); las uniones consensuales pasaron <strong>del</strong> 7% en<br />

1960, al 9,5% en 1970 y al 11,5% en 1980, alcanzando el 18% en 1990; la natalidad<br />

extramatrimonial pasó <strong>del</strong> 24% de los nacimientos en 1960 al 30% en 1980,<br />

careciéndose de esta información para 1970 (Torrado, 2003:268-272). También la<br />

población femenina económicamente activa creció <strong>del</strong> 21,5% en 1960, al 25,3%<br />

en 1970 y al 27,5% en 1980, lo cual resulta significativo dado que representa algo<br />

más <strong>del</strong> doble en relación al total y que la aceleración fue especialmente notable<br />

en las edades centrales, en las cuales se supone que las mujeres cambian de estado<br />

civil y tienen su primer hijo (Rechini de Lattes, 1980:13-23, 47 y 101). No obs-<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

137


tante, al mismo tiempo, la nupcialidad tuvo un pico de aumento a principios de<br />

los años 70, momento para el cual se discute si existió una pauta similar en cuanto<br />

al número de hijos por mujer (Pantelides, 1981). Es decir, estos indicadores demográficos<br />

resultan significativos pero adquirieron toda su magnitud en los años<br />

80, subrayándose el componente cultural de las transformaciones de la década <strong>del</strong><br />

sesenta y de los tempranos setenta.<br />

Pero las investigaciones para Argentina sobre las dimensiones culturales también<br />

resaltan el carácter ambiguo y moderado <strong>del</strong> proceso de cambio. Encuentran<br />

que en esta época comenzó a hablarse más libremente sobre la sexualidad, se<br />

aceptaron las relaciones prematrimoniales, produciéndose un debilitamiento de<br />

los prejuicios de la doble moral de género, mediante el rechazo, por ejemplo, de la<br />

asociación entre la decencia y la virginidad femenina. A pesar de ello, los mismos<br />

análisis advierten la timidez de estas transformaciones: los actores contraculturales<br />

fueron débiles, no se desafió la condición maternal de las mujeres, las expresiones<br />

de permisividad sexual fueron limitadas y no existió fuerte protagonismo de<br />

los movimientos feministas o de las minorías sexuales (Feijoó y Nari, 1996:7-27;<br />

Plotkin, 2003:150-<strong>16</strong>1; Cosse, 2006: 131-153; Barrancos, 2007:209-264).<br />

Estas conclusiones muestran que la comprensión de las continuidades y rupturas<br />

a escala de los valores, actitudes y convenciones en los años 60 constituye<br />

un desafío complejo. Las páginas siguientes tienen por objeto explorar ciertos<br />

presupuestos interpretativos que colaboren a sortear las dificultades que presenta<br />

el estudio de estos fenómenos y lograr entender, no sólo la envergadura de los<br />

cambios, sino los significados que tuvieron para los hombres y las mujeres que los<br />

vivieron y protagonizaron. En otras palabras, no se busca a continuación discutir<br />

el carácter moderado de las transformaciones de los años 60 y de los tempranos 70<br />

en la Argentina sino pensar marcos de análisis para su comprensión.<br />

3. La escala de la comparación<br />

Las conclusiones sobre la moderación <strong>del</strong> proceso argentino se realizan basándose<br />

en una comparación, implícita o explícita, con los estándares de la revolución<br />

sexual en otras latitudes, que conduce a una evaluación <strong>del</strong> proceso argentino<br />

según su mayor cercanía o lejanía respecto a dichos parámetros. Estas interpretaciones,<br />

al convertir los procesos de los países desarrollados en el estándar de medición<br />

de los cambios, impiden comprender la magnitud de las transformaciones<br />

en los escenarios locales, dado que las realidades de cada una de estas regiones en<br />

la fase previa al cambio tenían considerables distancias.<br />

Esta constatación exige, entonces, un enfoque que ilumine cuánto se modificó el<br />

statu quo en el escenario local, mostrando las continuidades y rupturas respecto a<br />

ese momento inicial y, considerando las variaciones <strong>del</strong> fenómeno según género,<br />

generaciones y pertenencia cultural, entre otros. Es decir, sólo el conocimiento<br />

pormenorizado de las pautas y conductas vigentes en los años 50 permite comprender<br />

el grado en el que fueron erosionadas y el significado de las transformaciones<br />

en las décadas siguientes.<br />

Por un lado, este enfoque, casi de sentido común, trasciende la mera reconstruc-


ción de antecedentes, exigiendo contar con una descripción <strong>del</strong> mo<strong>del</strong>o instituido,<br />

vigente en la etapa previa a los años 60, con una densidad de análisis semejante<br />

a la manejada para la fase de cambio. Tal necesidad no sólo se debe a la escasez<br />

de las investigaciones, lo cual efectivamente impide la elaboración de un cuadro<br />

completo de los años 50, sino también a la importancia de contar con un ancla<br />

segura de apoyo para la comparación. Un ejemplo ayudará a precisar la perspectiva<br />

propuesta. Las mujeres argentinas de principios de los años 60 no tenían posiciones<br />

demasiado atrevidas en relación a la revolución sexual. Ellas eran más<br />

tolerantes con la infi<strong>del</strong>idad <strong>del</strong> varón que con la de su mismo sexo, respetaban el<br />

matrimonio, rechazaban el aborto y pasaban por alto su insatisfacción sexual. Sin<br />

embargo, los resultados también evidenciaban que estaban a favor de la limitación<br />

de la natalidad y de la educación sexual, y que, entre las casadas, se apoyaba la iniciación<br />

sexual antes <strong>del</strong> matrimonio (Feijoó y Nari, 1996:<strong>16</strong>-17). La comparación<br />

de estos resultados con ciertas situaciones de esa misma época en Estados Unidos,<br />

por ejemplo, en las cuales puede encontrarse que las jóvenes universitarias neoyorquinas<br />

quemaban sus corpiños o que la educación sexual estaba incorporándose<br />

en el currículo de las escuelas, conduce a resaltar la timidez y escasa relevancia de<br />

las expresiones locales. Sin embargo, las opiniones de las encuestadas adquieren<br />

otra dimensión, al contrastarlas con las sostenidas a principios de los años 50 en<br />

Argentina, cuando no sólo las relaciones sexuales prematrimoniales eran penadas<br />

sino también lo eran las chicas que coqueteaban en forma abierta con los muchachos,<br />

estigmatizadas como “muchachas fáciles” y cuando se les contestaba a los<br />

niños que los bebés venían en cigüeña de París y no existía currículo de educación<br />

sexual en las escuelas (Cosse, 2008:244). Esta perspectiva hace pensar que los<br />

cambios en los años 60 y 70 modificaron presupuestos centrales de la moral sexual<br />

imperante una década atrás. De tal forma, colocar el proceso de cambio en relación<br />

con la situación previa a su inicio, modifica la interpretación de los mismos.<br />

Por otro lado, el conocimiento de la fase previa al cambio ofrece una vía diferente<br />

de usar las comparaciones entre la Argentina y los países europeos y Estados<br />

Unidos ya que permite desplazarlas hacia las distancias en el orden familiar y<br />

moral cuestionado en cada una de estas latitudes. Esto resulta visible, por ejemplo,<br />

al considerar las diferencias en los estándares sexuales vigentes hacia 1950 en<br />

Argentina y Estados Unidos. Según la bibliografía norteamericana ya en los años<br />

20, en el marco de las secuelas de la experiencia de la primera guerra mundial,<br />

más la importancia de la experiencia de los high school (muchos de los cuales<br />

eran mixtos y a los que asistían en 1930 el 60% de los jóvenes en edad de hacerlo),<br />

habían surgido dos nuevos patrones de trato entre varones y mujeres: el dating y<br />

el petting (Fass, 1977:119-135). El dating, sistema de citas, desplazó el encuentro<br />

en las casas y anuló el control parental, disoció la salida <strong>del</strong> compromiso afectivo<br />

con vistas al casamiento y creó nuevas formas para la exploración de la compatibilidad<br />

y el conocimiento de otro género. El petting, es decir, los juegos sexuales<br />

en los que se evitaba consumar el acto sexual completo, significó un nuevo patrón<br />

sexual caracterizado por una mayor tolerancia, el reconocimiento de la sexualidad<br />

femenina y la aceptación de la experimentación sexual. Por último, se afianzó la<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

13


permisividad de la sexualidad premarital con compromiso afectivo, cambiando<br />

el estándar de virginidad al matrimonio por el de virginidad al compromiso. Hacia<br />

los años 50 estos patrones tenían plena importancia (Rothman, 1984:289-307;<br />

Bailey, 1989 y Mo<strong>del</strong>l, 1983:91-126).<br />

En cambio, en la Argentina, antes de 1950, no parecería haber existido un proceso<br />

semejante. Cierto es que en la entreguerra, el ideal de la domesticidad fue acicateado<br />

por nuevas preocupaciones en una época en la cual la mujer adquirió los<br />

derechos civiles (1926), las imágenes femeninas se contaminaron de una aureola<br />

moderna, se usó una expresión más libre <strong>del</strong> cuerpo y reglas de sociabilidad más<br />

flexibles y surgió una curiosidad acerca de la sexualidad (Barrancos, 1999:199-<br />

226 y Guy, 1994:175-187), como muestra el éxito editorial <strong>del</strong> libro El Matrimonio<br />

Perfecto de Van de Velde que agotó más de treinta ediciones entre 1939 y<br />

1950 (Vezzetti, 1996:104-106 y 150-155). Sin embargo, el insinuante componente<br />

disruptivo de estos cambios no alcanzó a la valoración de la virginidad femenina,<br />

no modificó el cortejo ni la importancia atribuida a la contención <strong>del</strong> deseo sexual<br />

previo al matrimonio. En concreto, en esta margen <strong>del</strong> Río de la Plata a fines de los<br />

años 40 las citas recién comenzaban a difundirse, el “franeleo” no era una convención<br />

aceptada socialmente y la virginidad femenina era un valor importante dentro<br />

<strong>del</strong> estándar de la doble moral sexual.<br />

Esta comparación permite subrayar la existencia de puntos de partida diferentes en<br />

Estados Unidos y Argentina. En el Río de la Plata, recién hacia los años 50 comenzaron<br />

a implantarse formas más flexibles de relación entre varones y mujeres y se<br />

aflojaron los controles paternales sobre los encuentros de las parejas. En otras palabras,<br />

el hecho de que a principios de la década de 1950 no existiera en Argentina el<br />

estándar de virginidad al compromiso constituye un aspecto central para comprender<br />

el alcance de las transformaciones de los años 60 y 70. De tal modo, mediante<br />

este enfoque la comparación entre dos realidades históricas contrastantes facilita<br />

la comprensión de las singularidades locales.<br />

En ese sentido, las comparaciones deben prestar atención a las fases, los tiempos<br />

y las especificidades de los procesos en pos de desmontar visiones monolíticas<br />

sobre las dinámicas de cambio a escala y la relación entre los fenómenos en Argentina<br />

y en Estados Unidos, Francia o Inglaterra, referentes principales de estas<br />

evaluaciones. Así, por ejemplo, el tardío desarrollo de los movimientos feministas,<br />

gays y lesbianas ha sido considerado un factor decisivo para remarcar la timidez y<br />

moderación <strong>del</strong> proceso argentino. Sin embargo, esta interpretación adquiere otro<br />

carácter al recordar que el apogeo <strong>del</strong> progresismo sexual en Estados Unidos y<br />

Europa se produjo recién hacia finales de la década de 1960 y principios de la de<br />

1970: el movimiento feminista alzó las consignas de despenalización <strong>del</strong> aborto<br />

en los tardíos 60, la rebelión gay en Nueva York se desató en 1969 y la comunidad<br />

médica dio de baja a la homosexualidad en el listado de enfermedades en 1973<br />

(D´Emilio y Freedman, 1988:319-326 y Gordon, 1990:397-400). Esta fase coincide<br />

en Argentina con la caída <strong>del</strong> general Juan Carlos Onganía, las primeras acciones<br />

armadas de Montoneros y las estrategias de Lanusse para llamar a elecciones<br />

y el triunfo <strong>del</strong> peronismo. En este acelerado y conmovido escenario político, se


produjo una creciente visibilidad de los movimientos feministas (Grammáttico,<br />

2005: 19-38 y Vasallo, 2005:45-88; Gil Lozano, 2006:881-902), surgieron organizaciones<br />

gays y existió cierta inflexión en el tratamiento de la homosexualidad de<br />

ciertos medios de comunicación (Rapisardi y Modarelli, 2001:140-173; Sebreli,<br />

1997:273-370; Cosse, 2008:261-266). Es decir, en el contexto <strong>del</strong> impulso transnacional<br />

de las luchas de las mujeres y los homosexuales en Estados Unidos es<br />

posible detectar una inflexión en el país: notas de prensa menos estigmatizantes de<br />

los homosexuales, la aparición de una organización gay y de varios nucleamientos<br />

feministas.<br />

En conclusión, la envergadura de los cambios sólo puede ser comprendida mediante<br />

el conocimiento de las pautas y los comportamientos vigentes que habrían<br />

sido erosionados en los escenarios locales. La comparación entre la Argentina y<br />

los países concebidos pioneros de la revolución sexual requiere considerar los<br />

distintos puntos de partida para poder sopesar el alcance y el significado de las<br />

transformaciones desde una óptica que contemple las distancias de partida, así<br />

como atender a la existencia de diferentes tiempos y fases en el proceso de cambio.<br />

Por esta razón, el conocimiento pormenorizado de la realidad previa a las transformaciones<br />

constituye el punto de arranque desde el cual puede pensarse cuánto<br />

cambiaron y en qué las conductas y los valores respecto a la moral familiar y sexual<br />

en los años 60 y 70.<br />

4. La moderación: entre la modernización y el conservadurismo<br />

El proceso de cambio en los años 60 fue inicialmente conceptualizado en términos<br />

de una modernización de las costumbres que había despuntado con el derrocamiento<br />

<strong>del</strong> peronismo y había alcanzado renovado impulso con el frondizismo. Sin embargo,<br />

los primeros avances de investigación rápidamente detectaron que esta perspectiva<br />

debía ser discutida, dada la envergadura de los actores, los emprendimientos y<br />

las concepciones moderadas y conservadoras.<br />

En este marco, la existencia en Argentina de actores que legitimaban el cambio<br />

de actitudes hacia la familia y la sexualidad mediante argumentos moderados<br />

(como el papel maternal de la mujer) son interpretados como una evidencia<br />

<strong>del</strong> corto alcance de las transformaciones. Esta interpretación suele estar unida<br />

a una visión homogénea de la escala mundial donde predominan la radicalidad<br />

<strong>del</strong> movimiento feminista, la permisividad <strong>del</strong> destape sexual, el impacto de los<br />

estilos contraculturales, por nombrar algunos factores (Terán, 1993:156 y King,<br />

1985:108). Sin embargo, una mirada atenta a las complejidades, las variaciones y<br />

las temporalidades <strong>del</strong> proceso en países como Estados Unidos o Francia muestra<br />

que en los mismos también existieron fenómenos semejantes. Fue el caso, por<br />

ejemplo, de SIECUS, una institución decisiva en la incorporación de nuevos contenidos<br />

en la educación sexual en las escuelas en Estados Unidos, cuyo lema de<br />

moralidad y liberalismo tenía por fin enfrentar la revolución sexual: fomentaba las<br />

relaciones estables entre varones y mujeres pero también afirmaba la importancia<br />

de la realización <strong>del</strong> deseo personal, <strong>del</strong> conocimiento de la sexualidad y <strong>del</strong> rechazo<br />

al autoritarismo (Moran, 2000:156-170). En otras palabras, por sí misma<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

141


la existencia de actores con amplia audiencia y con posiciones moderadas desde<br />

las cuales apoyaban el cambio no constituye, necesariamente, un indicador de la<br />

debilidad de las transformaciones.<br />

Incluso se ha considerado que la reacción conservadora fue una característica común<br />

a los procesos de cambio de los años 60, incluyéndose a los países que encabezaron<br />

la revolución sexual. En estos países, esta época abrió enfrentamientos<br />

virulentos en torno a la moral, las costumbres y los valores respecto a los roles de<br />

género, las dinámicas familiares y la sexualidad. En Estados Unidos se produjeron<br />

elementos de extrema reacción, concentrados en fuerzas políticas y grupos religiosos,<br />

que en las etapas últimas provocaron <strong>del</strong>iberadamente a la violencia (Marwick,<br />

1998:<strong>16</strong>-25). Así lo muestra la oposición a la enmienda de Igualdad de Derechos de<br />

las organizaciones de mujeres conservadoras cuya movilización tuvo por lema la<br />

defensa <strong>del</strong> “derecho” de ser ama de casa y mantenida por sus maridos. Estas expresiones<br />

conservadoras adquirieron especial importancia en ciudades alejadas de<br />

los centros cosmopolitas, donde, los activistas contraculturales, contestatarios <strong>del</strong><br />

orden familiar y sexual, fueron fuertemente combatidos (Ehrenreich, 1983:150-<br />

152 y Bailey, 2002). En cualquier caso en este esquema la reacción conservadora<br />

es considerada una respuesta al efecto de los actores propulsores de un nuevo<br />

orden familiar y sexual.<br />

Considerando lo anterior, vale preguntarse cuáles fueron las peculiaridades <strong>del</strong><br />

proceso argentino en relación al enfrentamiento virulento de los actores a favor<br />

<strong>del</strong> cambio y la reacción conservadora. Oscar Terán (1993:89-115) explica que<br />

en los años 60, y especialmente con el golpe <strong>del</strong> general Juan Carlos Onganía, las<br />

fuerzas tradicionalistas, integristas y familiaristas, nutridas de diversas franjas de<br />

la sociedad civil y de la Iglesia católica, cuajaron en un “bloqueo tradicionalista”<br />

que se propuso detener a la subversión que incluía no sólo al avance de la izquierda<br />

y el comunismo sino también los cambios que se producían en las costumbres<br />

y la moral. Recientemente, Valeria Manzano (2005 y 2007) ha subrayado este<br />

enraizamiento de las fuerzas conservadoras (no sólo en el Estado sino también<br />

en la sociedad), sugiriendo que las mismas no constituyeron una reacción ante el<br />

avance de la subversión, sino una dimensión permanente y central <strong>del</strong> proceso de<br />

cambio que no surgió con el golpe de Estado de Onganía sino que estuvo presente<br />

desde muy temprano. En ese sentido, las campañas moralistas (la primera de las<br />

cuales se remonta a los años 1960 y 1961, durante la presidencia de Arturo Frondizi)<br />

reflejaron el intento de frenar, mediante la acción <strong>del</strong> Estado, el avance de los<br />

cambios en las costumbres y la moral sexual, como demostraban los allanamientos<br />

a los hoteles alojamientos, las detenciones en los bailes y los vigilantes en las<br />

playas. En otras palabras, la ofensiva de los actores tradicionalistas hace pensar en<br />

las conmociones producidas por los impulsos de cambio y, al mismo tiempo, en la<br />

capacidad de respuesta <strong>del</strong> espectro conservador. Este fenómeno matrizó el proceso<br />

de cambio con efectos que no siempre, y no sólo, produjeron una limitación<br />

en el proceso de cambio.<br />

De tal modo que, paradójicamente, mientras en Estados Unidos, Francia e Inglaterra<br />

los años 60 se caracterizaron por el levantamiento de la censura y la asunción


de políticas de Estado más permisivas, aún cuando estas tendencias hubieran sido<br />

combatidas por organizaciones y sectores de la opinión pública conservadores, en<br />

la Argentina este período representa el afianzamiento de medidas represivas <strong>del</strong><br />

Estado, visibles desde temprano en el campo cultural. Es decir, una característica<br />

central <strong>del</strong> proceso argentino está dada por el hecho de que los cambios en las<br />

costumbres y la moral de los años 60 se produjeron en un contexto autoritario en<br />

el cual las perspectivas moralistas y tradicionalistas permearon las políticas <strong>del</strong><br />

Estado. En la misma dirección, mientras la circulación libre de anticonceptivos<br />

se amplió en países como Estados Unidos, Inglaterra y Francia ampliaron la circulación<br />

libre de anticonceptivos, una de las consignas centrales <strong>del</strong> movimiento<br />

feminista, en la Argentina se produjo el proceso inverso: se pasó de la libre circulación<br />

a las medidas restrictivas. En 1974 el tercer gobierno justicialista, en el marco<br />

de un repunte de la preocupación por la denatalidad, se instituyó el control de la<br />

comercialización y venta de anticonceptivos, disponiendo el requerimiento de una<br />

receta médica triplicada y la realización de una campaña de educación sanitaria.<br />

Como plantea Karina Felitti (2005), la exigencia de la receta no se aplicó en forma<br />

sistemática y la campaña educativa no se llevó a cabo, pero la medida sirvió para<br />

cerrar los más de sesenta consultorios de planificación familiar que funcionaban<br />

en hospitales públicos. De tal modo, la medida muestra que, a contrapelo de la<br />

tendencia predominante en otras latitudes, en Argentina las tendencias tradicionalistas<br />

hacían retroceder políticas estatales en plena implementación. De allí que<br />

las expresiones tradicionalistas, acicateadas por la expansión de las voces críticas<br />

y contestatarias, compusieron un contexto particular que dotó de unidad a los actores<br />

innovadores y redimensionó los programas de cambio moderados y otorgó<br />

alcances disruptivos a expresiones que no las hubieran tenido en otro contexto.<br />

Ahora bien, la visión conservadora de un enemigo subversivo que incluía a las<br />

organizaciones de la izquierda revolucionaria y a los actores que promovían un<br />

cambio en la moral familiar y sexual no debe ocultar las tensiones y las discordancias<br />

existentes entre quienes se consideraban la vanguardia política y la vanguardia<br />

contracultural. Al respecto, debe señalarse que la lucha en contra de la doble<br />

moral de género y sexual se engarzó de un modo complejo con los movimientos<br />

de izquierda. Éstos oscilaron entre ofrecer un horizonte de cambio en el cual la<br />

vida privada se inscribía en un movimiento más amplio de carácter político (donde<br />

las relaciones de pareja y la decisión de tener hijos adquirían sentido en el marco<br />

de la lucha revolucionaria) y sostener principios fuertemente moralistas de las<br />

relaciones familiares y la sexualidad que se fundamentaban, paradójicamente, en<br />

la lucha en contra de los valores burgueses, como revelan los código de disciplina<br />

de ciertas organizaciones guerrilleras, en los cuales se penaba la infi<strong>del</strong>idad de<br />

pareja. De tal modo que, en un clima marcado por la urgencia y la certeza de una<br />

revolución inminente, las reivindicaciones relacionadas con los derechos de las<br />

mujeres, la revolución sexual y las luchas de los homosexuales se incorporaron en<br />

forma tardía y conflictiva, como muestra la formación de la Agrupación Evita en<br />

1973 (Grammáttico, 2005) y la aparición <strong>del</strong> Frente de Liberación Homosexual en<br />

1971 (Rapisardi y Modarelli, 2001:140-173). Debe advertirse que ello no significa<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

143


afirmar que los cambios en esta dimensión hayan estado ausentes de las dinámicas<br />

y las experiencias concretas de los hombres y mujeres que participaron de los<br />

movimientos de izquierda, como reflejan las investigaciones existentes y estudios<br />

testimoniales (Oberti, 2004:77-84; Ciriza y Rodríguez, 2004:85-92; Diana, 1996;<br />

Ollier, 1998).<br />

A diferencia de la situación en otras latitudes, en Argentina el detenimiento de<br />

la contienda pública contra la moral sexual imperante fue consecuencia <strong>del</strong> avance<br />

de la polarización y <strong>del</strong> terrorismo de Estado que se dio en simultáneo con el<br />

momento en el cual los actores progresistas y contraculturales en Estados Unidos y<br />

Europa alcanzaban su máxima radicalidad. En ese sentido, debe considerarse que el<br />

golpe de Estado de 1976 fue el límite a este proceso de cambio y abrió una ruptura<br />

de tal magnitud que tiene una entidad propia (Gilman, 2003:39-44; Filc, 1997;<br />

Jelin, 2005).<br />

En resumen, una de las peculiaridades <strong>del</strong> proceso de cambio a escala de la moral<br />

familiar y sexual en los años 60 y 70 estuvo dada por el peso de las corrientes tradicionalistas<br />

y moralistas, cuya ofensiva expresa la apertura a los cambios, y por la<br />

inexistencia de una fuerte y temprana articulación entre la revolución política y la<br />

revolución sexual.<br />

Ahora bien, el señalamiento de la importancia de la moderación y el conservadurismo<br />

en el proceso argentino ha conducido a discutir su interpretación en términos<br />

de modernización, en un debate que trasciende a la problemática abordada en esta<br />

investigación. En la actualidad existe consenso en considerar que las respuestas en<br />

clave de modernización suponen una perspectiva simplificada, progresiva y etnocéntrica<br />

<strong>del</strong> proceso histórico, que no dan cuenta <strong>del</strong> proceso histórico en América<br />

Latina. El argumento central radica en que el concepto de modernización favoreció<br />

un enfoque teleológico que ocultó la multiplicidad de direcciones <strong>del</strong> proceso<br />

histórico, el papel de las asincronías y de la diversidad.<br />

Con esta idea, las investigaciones actuales en Argentina han focalizado en las<br />

tensiones entre modernización y tradicionalismo (Feijoó y Nari, 1996; Plotkin,<br />

2003; Barrancos, 2007:209-264), en sintonía con la idea de hibridación propuesta<br />

desde la tradición mexicana, para detectar ambigüedades, dotar de complejidad al<br />

análisis y ofrecer una visión más ajustada <strong>del</strong> proceso histórico. En tal sentido, los<br />

estudios sobre las ideas y las imágenes asociadas a la mujer y los roles de género<br />

en los años 60 muestran que los cambios estuvieron lejos de poderse considerar<br />

una ruptura clara, observándose más bien una zona confusa e interpenetrada de<br />

perspectivas contradictorias (Canclini, 1989).<br />

La interpretación en clave modernizadora resulta aún más problemática al ser<br />

usada para analizar las transformaciones en la familia, la pareja y la sexualidad en<br />

los años 60 y 70, dado que los propios actores apoyaron la promoción de cambios<br />

en la moral familiar y sexual en la teoría de la modernización, la cual se constituyó<br />

en una especie de sentido común que operó a favor de los cambios.<br />

El acuerdo sobre la inadecuación de la noción de modernización y sobre la importancia<br />

de las tensiones contradictorias a favor y en contra <strong>del</strong> cambio exige<br />

pensar una estrategia de investigación que permita avanzar en la comprensión <strong>del</strong>


fenómeno desde otro lugar. En ese sentido, parecería conveniente reconstruir las<br />

tendencias de cambio concretas y ponerlas en relación con el punto de partida inicial<br />

y el contexto en el cual surgieron. De allí que parezca necesario elegir dimensiones<br />

de análisis que permitan dar cuenta de la complejidad <strong>del</strong> proceso, registrando las<br />

tendencias moderadas y conservadoras pero también los impulsos de cambio a escala<br />

masiva.<br />

Conclusiones<br />

En las páginas anteriores se discutieron dos problemas. En primer término, se<br />

pensaron los efectos de analizar el proceso argentino en términos de una evaluación<br />

<strong>del</strong> grado de cercanía/lejanía respecto a los países desarrollados. Se argumentó<br />

que estas posturas desconocen los distintos puntos de partida en cada una<br />

de las regiones analizadas, tienen una visión homogénea <strong>del</strong> proceso de cambio<br />

en los países pioneros de la revolución sexual y suponen que la tensión modernidad<br />

versus tradición no estuvo presente en ellos. En segundo lugar, se analizaron<br />

ciertos rasgos particulares que asumieron las transformaciones en la moral sexual<br />

y familiar en la Argentina de los años 60. En especial, se subrayó el peso de las<br />

corrientes tradicionalistas y moralistas, acicateadas por los impulsos de cambio,<br />

y la inexistencia de una fuerte y temprana articulación entre la revolución política y<br />

la revolución sexual.<br />

En este marco, para avanzar en la comprensión de los cambios en Argentina,<br />

durante los años 60 y los tempranos 70 se propusieron dos estrategias de análisis<br />

tendientes a resaltar las peculiaridades locales. La primera consiste en analizar los<br />

cambios en relación con el momento previo al inicio de los mismos, como forma<br />

de contextualizar el alcance y la significación de los cuestionamientos. La segunda<br />

radica en estudiar las transformaciones a partir de la reconstrucción de patrones<br />

concretos de comportamiento, considerando que éstos facilitan comprender el alcance<br />

y el significado de las mismas.<br />

La pertinencia de estas estrategias asume especial importancia porque contribuyen<br />

a establecer una distancia con los años 60 y, de ese modo, descentrar su<br />

análisis de la importancia que esta época tiene en la actualidad. En ese sentido, es<br />

necesario considerar que las reflexiones sobre el grado de trasgresión o las limitaciones<br />

<strong>del</strong> “cambio radical” producido en los años 60 constituyen, en cierto modo,<br />

un epifenómeno <strong>del</strong> carácter presente de la época estudiada. Esta cercanía facilita<br />

que las interpretaciones sobre los cambios estén impregnadas de una crítica a los<br />

protagonistas –es decir, a generaciones aún prevalecientes en diferentes espacios<br />

sociales, culturales y políticos– en función de un reclamo formulado desde la experiencia<br />

de otras latitudes o desde el punto de llegada contemporáneo.<br />

Por eso, aquí se propone poner en suspenso este tipo de valoraciones para intentar<br />

una comprensión en términos <strong>del</strong> propio proceso de cambio. Desde este<br />

ángulo, más que reclamar de los años 60 y los tempranos 70 una uniformidad de<br />

la que carecieron, resultaría más útil colocar las ambigüedades en el marco de un<br />

cambio de sensibilidades. La dinámica de este tipo de procesos –de carácter cultural–<br />

supone pensar en transformaciones graduales, contradictorias y con marchas<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

145


y contramarchas, en las cuales no es posible esperar el surgimiento inmediato de<br />

patrones por completo articulados, en rápido reemplazo <strong>del</strong> mo<strong>del</strong>o cuestionado.<br />

De allí que resulta útil pensar a los años 60 y 70 como una época bisagra en la<br />

cual el sentido común imperante a mediados de siglo habría sufrido un quiebre<br />

profundo, aunque en ese momento no hubiese sido sustituido por un nuevo sistema<br />

único, definido y hegemónico.<br />

Referencias<br />

* Este artículo resume ciertos desarrollos de Familia, pareja y sexualidad en Buenos Aires (1950–<br />

1975). Patrones, convenciones y mo<strong>del</strong>os en una época de cambio cultural, Tesis de doctorado en<br />

Historia, Universidad de San Andrés, Buenos Aires, inédito, 2008. Quiero agradecerle a Eduardo<br />

Míguez, director de la tesis, las discusiones sobre los problemas aquí abordados y los comentarios a<br />

versiones previas de este texto; a Lila Caimari, directora <strong>del</strong> Taller de Tesis y a Elena Urrutia, tutora<br />

en mi estancia de investigación en El Colegio de México. También deseo expresar mi agradecimiento<br />

a esta institución que puso a mi disposición su biblioteca y a todos los investigadores de esa Casa de<br />

Estudios que me ofrecieron su interlocución, así como al gobierno mexicano que me otorgó una beca<br />

para realizar mi investigación.<br />

Bibliografía<br />

ARGENTINA. DIRECCIÓN NACIONAL DEL SERVICIO ESTADÍSTICO (ca. 1950), IV Censo<br />

General de la Nación. Tomo 1. Censo de población, Buenos Aires, Dirección <strong>del</strong> Servicio Estadístico.<br />

ARGENTINA. DIRECCIÓN NACIONAL DE ESTADÍSTICA Y CENSOS (1963), Censo nacional<br />

de población 1960, Tomo 1 y 2, Total <strong>del</strong> País, Buenos Aires, Dirección Nacional de Estadística y<br />

Censos.<br />

ARGENTINA. INSTITUTO NACIONAL DE ESTADÍSTICA Y CENSOS (ca. 1970), Censo nacional<br />

de población, familias y vivienda. 1970. Resultados obtenidos por muestra, Buenos Aires, INDEC.<br />

P. ARIÈS (1987), El niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen, Madrid, Taurus.<br />

B. BAILEY (2002), Sex in the Heartland, Cambridge, Harvard University Press.<br />

(1989), From Front Porch to Back Seat: Courtship in Twentieth-Century America,<br />

Baltimore, Johns Hopkins University.<br />

J. P. BARRÁN (1990), Historia de la sensibilidad en el Uruguay. Tomo 2. El disciplinamiento (1860-<br />

1920), Montevideo, Banda Oriental.<br />

D. BARRANCOS (2007), Mujeres en la sociedad argentina. Una historia de cinco siglos, Buenos<br />

Aires, Sudamericana.<br />

(2001), “La vida cotidiana”, en M. LOBATO (dir.), Nueva Historia Argentina. El<br />

progreso, la modernización y sus límites (1880-19<strong>16</strong>), Buenos Aires, Sudamericana.<br />

(1999), “Moral sexual, sexualidad y mujeres trabajadoras en el período de entreguerras”,<br />

en F. DEVOTO y M. MADERO (dir.), Historia de la vida privada en la Argentina. La Argentina entre<br />

multitudes y soledades. De los años treinta a la actualidad, Buenos Aires, Santillana.<br />

M. BOZON (2002), Sociologie de la Sexualité, París, Nathan Université.<br />

R. CICERCHIA (1994), “Familia: la historia de una idea. Los desórdenes domésticos de la plebe<br />

urbana porteña, Buenos Aires, 1776-1850”, en C. WAINERMAN (comp.), Vivir en familia, Buenos<br />

Aires, UNICEF/Losada.<br />

A. CIRIZA y E. RODRIGUEZ (2004), “Militancia, política y subjetividad. La moral <strong>del</strong> PRT-ERP”,<br />

Política de la Memoria, Anuario de Investigación <strong>del</strong> CeDInCI, núm. 5, Buenos Aires, diciembre, pp.<br />

85-92.<br />

H. COOK (2004), The Long Sexual Revolution. English Women, Sex, and Contraception (1800-1975),<br />

Great Britain, Oxford University Press.<br />

I. COSSE (2008), Familia, pareja y sexualidad en Buenos Aires (1950-1975). Patrones, convenciones y<br />

mo<strong>del</strong>os en una época de cambio cultural, Tesis de doctorado en Historia, Universidad de San Andrés,


Buenos Aires, inédito.<br />

(2007), “Relaciones de pareja a mediados de siglo en las representaciones de la radio<br />

porteña: entre sueños románticos y visos de realidad”, en Estudios Sociológicos, Vol. XXV, núm. 73,<br />

enero-abril, pp. 131-153.<br />

(2006), Estigmas de nacimiento. Peronismo y orden familiar (1946-1955), Buenos Aires,<br />

Fondo de Cultura Económica.<br />

J. D`EMILIO y E. FREEDMAN (1988), Intimate Matters: A History of Sexuality in America, New<br />

York, Harper and Row.<br />

B. EHRENREICH (1983), The Hearts of Men: American Dreams and the Flight from Commitment,<br />

New York, Doubleday.<br />

B.EHRENREICH; E. HESS and G. JACOBS (1987), Re-making Love: The Feminization of Sex,<br />

Garden City, NY, Anchor.<br />

T. ENGELEN (2004), “Una transición prolongada: aspectos demográficos de la familia europea”, en<br />

D. KERTZER y M. BARBAGLI (comp.), Historia de la familia europea. La vida familiar en el siglo<br />

XX, Barcelona, Paidós.<br />

P. FASS (1977), The Damned and the Beautiful: American Youth in the 1920s, New York, Oxford<br />

University Press.<br />

M. FEIJOÓ y M. NARI (1996), “Women in Argentina during the 1960s”, in Latin American<br />

Perspectives, Vol. 23, Num. 1, Winter, pp. 7-27.<br />

K. FELITTI (2005), “Las políticas de población durante el tercer gobierno justicialista (1973-1976):<br />

sus repercusiones en la prensa escrita”, A. ANDÚJAR et al., Historia, género y política en los ‘70,<br />

Buenos Aires, Seminaria Editora, , (diciembre de 2007).<br />

(2000), “El placer de elegir. Anticoncepción y liberación sexual en la década <strong>del</strong> sesenta”,<br />

en F. GIL LOZANO, V. PITA, M. G. GABRIELA (dir.), Historia de las mujeres en la Argentina. Siglo<br />

XX, Buenos Aires, Taurus.<br />

J. FILC (1997), Entre el parentesco y la política: familia y dictadura, 1976-1983, Buenos Aires,<br />

Editorial Biblos.<br />

N. GARCÍA CANCLINI (1989), Culturas Híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad,<br />

México, Grijalbo.<br />

F. GIL LOZANO (2006), “Surgimiento de prácticas propias. Experiencias de la Segunda Ola en<br />

Argentina y Uruguay (1960-2000)”, en I. MORANTE (dir.), G. GÓMEZ- FERRER, A. LAVRIN, G.<br />

CANO y D. BARRANCOS (comp.), Historia de las mujeres en España y América. América Latina.<br />

Del siglo XX a los umbrales <strong>del</strong> XXI, vol. IV, Madrid, Cátedra.<br />

C. GILMAN (2003), Entre la pluma y el fusil. Debates y dilemas <strong>del</strong> escritor revolucionario en<br />

América Latina, Buenos Aires, Siglo XXI.<br />

P. GONZALBO AIZPURU y C. RABELL ROMERO (1996), Familia y vida privada en la Historia de<br />

Iberoamérica. Seminario de Historia de la Familia, México, El Colegio de México – UNAM.<br />

L. GORDON (1990), Woman’s Body, Woman’s Right: Birth Control in America, New York, Penguin.<br />

K. GRAMMÁTTICO (2005), “Las `mujeres políticas` y las feministas en los tempranos setenta:<br />

¿Un diálogo (im)posible?”, en A. ANDÚJAR et al., Historia, género y política en los ‘70, Buenos<br />

Aires, Feminaria Editora, , (diciembre de 2007).<br />

D. GUY (1994), El sexo peligroso. La prostitución legal en Buenos Aires. 1875-1955, Buenos Aires,<br />

Sudamericana.<br />

E. JELIN (2005), “The Family in Argentina. Modernity, Economic Crisis, y Politics”, in B. ADAMS y<br />

J. TROST (eds.), Handbook of World Familias, Londres, Sage.<br />

M. KIMMEL (1996), Manhood in America: a Cultural History, The Free Press, United States.<br />

J. KING (1985), El Di Tella y el desarrollo cultural argentino en la década <strong>del</strong> sesenta, Buenos Aires,<br />

Gaglianone.<br />

V. MANZANO (2007), “Ella se va de casa: fugas de chicas, “Dolce Vita” y drama social en la Buenos<br />

Aires de los tempranos 1960”, XI Jornadas Interescuelas / Departamentos de Historia, Departamento<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

147


de Historia. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Tucumán.<br />

(2005), “Sexualizing Youth: Morality Campaigns and Representations of Youth, in Early<br />

1960s Buenos Aires”, Journal of the History of Sexuality, vol. 14, num. 4, October, pp. 433-461.<br />

H. MARCUSE (1968; 1ª edición 1953), Eros y civilización, Barcelona, Seix Barral.<br />

A. MARWICK (1998), The Sixties: Cultural Revolution in Britain, France, Italy and the United Status,<br />

c.1958-1974, Oxford-New York, Oxford University Press.<br />

J. MATEO (1996), “Bastardos y concubinas. La ilegitimidad conyugal y filial en la frontera pampeana<br />

bonaerense (Lobos 1810-1869)”, Boletín <strong>del</strong> Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio<br />

Ravignani, tercera serie, núm. 13, Buenos Aires, UBA, 1er. semestre, pp. 7-33.<br />

M. J. MAYNES (2003), “Cultura de clase e imágenes de la vida familiar”, en D. KERTZER y M.<br />

BARBAGLI, Historia de la familia europea, volumen 2. La vida familiar desde la Revolución Francesa<br />

hasta la Primera Guerra Mundial (1789-1913), Barcelona, Paidós.<br />

E. MÍGUEZ (1999), “Familias de clase media: la formación de un mo<strong>del</strong>o”, en F. DEVOTO y M.<br />

MADERO, (dir.), Historia de la vida privada en Argentina. La Argentina plural (1870-1930), Buenos<br />

Aires, Santillana.<br />

J. MODELL (1983), “Dating Becomes the Way of American Youth”, en L. PAGE MOCH y G. D.<br />

STARK, Essays on the Family and Historical Change, University Press, United State of America,<br />

1983.<br />

J. MORAN (2000), Teaching Sex: The Shaping of Adolescence in the 20th Century, Cambridge,<br />

Harvard University Press.<br />

J. L. MORENO (2004a), Historia de la familia en el Río de la Plata, Buenos Aires, Editorial<br />

Sudamericana.<br />

(2004b), “Familia e ilegitimidad en perspectiva: reflexiones a partir <strong>del</strong> caso<br />

rioplatense”, en M. BJERG y R. BOIXADÓS, La familia. Campo de investigación interdisciplinario.<br />

Teoría, métodos y fuentes, Quilmes, Universidad Nacional de Quilmes.<br />

M. NARI (2004), Las Políticas de la maternidad y maternalismo político. Buenos Aires (1890-1940),<br />

Buenos Aires, Biblos.<br />

(1996), “Las prácticas anticonceptivas, la disminución de la natalidad y el debate médico,<br />

1890-1940”, en M. LOBATO (ed.), Política, médicos y enfermedades, Buenos Aires, Biblos-Universidad<br />

de Mar <strong>del</strong> Plata.<br />

A. OBERTI (2004), “La moral según los revolucionarios”, en Política de la Memoria, Anuario de<br />

Investigación <strong>del</strong> CeDInCI, núm. 5, Buenos Aires, diciembre, pp. 77-84.<br />

H. OTERO (2004), “La transición demográfica argentina a debate. Una perspectiva espacial de las<br />

explicaciones ideacionales, económicas y político-institucionales”, en H. OTERO (dir.), El mosaico<br />

argentino. Mo<strong>del</strong>os y representaciones <strong>del</strong> espacio y de la población, siglos XIX y XX, Buenos Aires,<br />

Siglo XXI.<br />

E. A. PANTELIDES (1981), La fecundidad argentina desde mediados <strong>del</strong> siglo XX, Buenos Aires, CENEP,<br />

Cuaderno <strong>del</strong> CENEP Nº 41.<br />

C. PATEMAN (1995), El contrato sexual, Barcelona, Antrophos.<br />

J. M. PEDRO (2003), “A experi�ncia experi�ncia com contraceptivos no Brasil: uma questão de geração”, Revista<br />

Brasileira de História, São Paulo, Anpuh/Humanitas, Vol. 23, N° 45, pp. 239-260.<br />

M. PLOTKIN (2003), Freud en las Pampas, Buenos Aires, Sudamericana.<br />

J. QUILODRÁN (2001), Un siglo de matrimonio en México, México, El Colegio de México.<br />

F. RAPISARDI y A. MODARELLI (2001), Fiestas, baños y exilios. Los gays porteños en la última<br />

dictadura, Buenos Aires, Editorial Sudamericana.<br />

Z. RECHINI de LATTES (1980), La participación económica femenina en la Argentina desde la<br />

segunda posguerra hasta 1970, Cuadernos <strong>del</strong> CENEP, Buenos Aires, Cenep.<br />

W. REICH (1992), La revolución sexual, Barcelona, Planeta, (1ª edición en inglés 1945).<br />

E. ROTHMAN (1984), Hands and Hearts: A History of Courtship in America, New York Basic.<br />

E. ROUDINESCO (2003), La familia en desorden, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.<br />

SAMARA, E de M. (2001), “Familia, género y cambios económicos en Brasil (1836-1996)” en P.<br />

GONZALBO AIZPURU (coord.), Familias iberoamericanas. Historia, identidad y conflictos, México,


El Colegio de México.<br />

S. SASSLER y F. GOLDSCHEIDER (2004), “Revisiting Jane Austen`s Theory of Marriage Timing.<br />

Changes in Union Formation among American Men in the Late 20 th Century”, Journal of Family<br />

Issues, Vol. 25, Num. 2, March, pp. 139-<strong>16</strong>6.<br />

J. J. SEBRELI (1997), Escritos sobre escritos, ciudades bajo ciudades, Buenos Aires, Sudamericana.<br />

M. SEGALEN (1992), Antropología histórica de la familia, Madrid, Taurus.<br />

E. SHORTER (1977), El nacimiento de la familia moderna, Buenos Aires, Editorial Crea.<br />

F. de SINGLY y V. CICCHELLI (2004), “Familias contemporáneas: reproducción social y realización<br />

personal”, en D. KERTZER y M. BARBAGLI (comp.), Historia de la familia europea. La vida<br />

familiar en el siglo XX, Barcelona, Paidós.<br />

L. STONE (1990), Familia, sexo y matrimonio en Inglaterra 1500-1800, México, Fondo de Cultura<br />

Económica.<br />

O. TERÁN (1993), Nuestros años 60. La formación de la nueva izquierda intelectual argentina, 1956-<br />

1966, Buenos Aires, El Cielo por Asalto.<br />

S. TORRADO (2003), Historia de la familia en la Argentina Moderna, Buenos Aires, Ediciones de la<br />

Flor.<br />

E. M. TYLER (1988), Homeward Bound: American Families in the Cold War Era, New York, Basic<br />

Books.<br />

H. VARENNE (1988), “Love and liberty: la familia americana contemporánea”, en A. BURGIÈRE,<br />

C. KALPISCH-ZUBER, M. SEGALEN, F. ZONABEND, Historia de la familia. Tomo 2, Madrid,<br />

Alianza.<br />

A. VASALLO (2005), “`Las mujeres dicen basta´: movilización, política y orígenes <strong>del</strong> feminismo<br />

argentino en los 70”, en A. ANDÚJAR et al., Historia, género y política en los ‘70, Buenos<br />

Aires, Feminaria Editora, , (diciembre de 2007).<br />

H. VEZZETTI (1996), Aventuras de Freud en el país de los argentinos. De José Ingenieros a Enrique<br />

Pichón Rivière, Buenos Aires, Paidós.<br />

J. WEEKS (1992), Sex, Politics & Society: the Regulation of Sexuality since 1800, London – New<br />

York, Longman.<br />

R. WILHEIM (1992; 1ª edición 1945), La revolución sexual, Barcelona, Planeta.<br />

E. ZOLOV (1999), Refried Elvis: The Rise of the Mexican Counterculture, United States of America,<br />

University of California Press.<br />

Recibido: 07/07/08. Aceptado: 24/10/08<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />

14


conferencias<br />

La universidad frente a los desafíos de la<br />

democracia<br />

Alain Renaut


La universidad frente a los desafíos de la democracia 1<br />

Alain Renaut<br />

Alain Renaut es Doctor en Filosofía, Profesor de Ética<br />

y Filosofía Política (Universidad de Paris – Sorbonne,<br />

Francia), Director de la �aestría en Filosofía Política<br />

y Sociología, Director <strong>del</strong> Observatorio Europeo de<br />

Políticas Universitarias.<br />

La política universitaria encarna, desde el siglo XVIII hasta nuestros días, la<br />

mayoría de las interrogaciones a las que se ha enfrentado el Estado moderno cuando,<br />

haciendo <strong>del</strong> individuo como tal un principio y un valor, tuvo que integrar en<br />

la definición de sus objetivos las exigencias, mayormente formuladas en términos<br />

jurídicos, que estos individuos le reclamaban. En el caso de la institución universitaria,<br />

esta nueva situación suscitó interrogaciones particularmente difíciles,<br />

porque esta institución, procedente <strong>del</strong> mundo medieval, estaba regida por principios<br />

provenientes de un universo dominado por las ideas de jerarquía y privilegio<br />

más que por los valores individuales de libertad y de igualdad. Dejaré aquí<br />

de lado la consideración <strong>del</strong> valor de la libertad, sobre el que gira la cuestión de<br />

la autonomía de las universidades y de los universitarios, y limitaré mi intervención<br />

para presentarles algunos elementos de reflexión sobre el segundo debate,<br />

es decir, la consideración <strong>del</strong> valor de la igualdad de los individuos. Este debate<br />

es muy antiguo. En Francia, nació en gran medida a partir <strong>del</strong> momento revolucionario,<br />

en los años que siguieron a 1789, a propósito <strong>del</strong> conflicto entre Condorcet<br />

y Robespièrre. No recordaré cómo, a favor de una interrogación profunda<br />

y apasionada sobre los niveles de educación, se inició un amplio debate sobre la<br />

cuestión de saber si la conquista de nuevas verdades y su difusión a una elite <strong>del</strong><br />

espíritu eran tan útiles a la nación para formar sus cuadros, como la implementación<br />

de una enseñanza elemental para un número mayor de personas; y si, para<br />

hacerlo, sería o no necesaria la existencia de una institución como la universidad.<br />

Sabemos que los Jacobinos, después de la eliminación de Condorcet, eligieron<br />

resolver ese problema de manera radical, a través de la total y simple supresión<br />

de las universidades, que sólo volvieron a aparecer, expresamente en Francia, un<br />

siglo más tarde.<br />

Saltando, para simplificar el análisis, por encima de aquel siglo, observaré solamente<br />

que la noción de igualdad que sirvió de referencia en el debate sobre las universidades<br />

en Francia, a partir de su re-creación en 1896 por la Tercera República,<br />

marcó, de hecho, el objeto de dos interpretaciones bien distintas; colocando de esa<br />

manera al Estado democrático, en materia de políticas universitarias, frente a una<br />

nueva interrogación: desde entonces la cuestión se planteó en relación al tipo de<br />

igualdad que las universidades y, más generalmente, el conjunto <strong>del</strong> sector público<br />

(<strong>del</strong> que las universidades francesas formaban parte) tenían que favorecer. Clara-<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / conferencias / diciembre 2008<br />

153


mente, se perfiló allí todo un debate sobre los principios mismos de una política<br />

preocupada por la justicia; en este caso de una clase de política universitaria preocupada<br />

por asegurar a los estudiantes una justa igualdad de posibilidades en el<br />

acceso a los establecimientos de enseñanza superior, en el éxito de sus estudios o<br />

en las perspectivas de una profesionalización conforme a ese éxito.<br />

Ese debate ha desbordado el contexto francés de reflexión sobre los fines <strong>del</strong><br />

servicio público universitario. De manera evidente, es en el espacio norteamericano<br />

donde este debate ha tomado la mayor amplitud, al mismo tiempo que, allí,<br />

los procedimientos para procurar la igualdad adoptaron formas en relación a las<br />

cuales la concepción republicana <strong>del</strong> principio de igualdad, tematizada en Francia<br />

a partir de una reflexión sobre la figura particular <strong>del</strong> elitismo, debería finalmente<br />

hacer el esfuerzo de plantearse con claridad. Es en el fondo la necesidad de emprender<br />

tal clarificación, necesidad inducida por las exigencias de una sociedad de<br />

individuos, lo que quisiera poner en evidencia en el curso de mi análisis.<br />

Antes de avanzar con algunos elementos de información y de reflexión que van<br />

en la dirección de esta clarificación, quisiera, en un primer momento, proponer<br />

una conceptualización rigurosa de esta figura precisa <strong>del</strong> elitismo, la <strong>del</strong> elitismo<br />

republicano, para mostrar qué clase de apuesta se propuso sostener en materia de<br />

política universitaria.<br />

1. La apuesta <strong>del</strong> elitismo republicano<br />

En lo que concierne a la apuesta <strong>del</strong> elitismo republicano, sólo recordaré que<br />

consistía en intentar construir, con la universidad, una nueva forma de “institución<br />

aristocrática”. La invención medieval de las universidades había estado animada<br />

en su tiempo por el proyecto de hacer coincidir la producción de saber de alto<br />

nivel con la formación de los mejores estudiantes de ese saber, y esto, en vistas a<br />

reclutar los mejores espíritus llamados a transformarse en los juristas, los médicos,<br />

los clérigos que la sociedad necesitaba. La determinación de esos “mejores”<br />

necesarios para el buen funcionamiento de la sociedad ha sin duda evolucionado<br />

al compás de los siglos, y hoy sería necesario incluir allí un conjunto más diferenciado<br />

de “cuadros” administrativos, pedagógicos o políticos, al igual que el<br />

marco tecno-científico y económico requerido después de las diferentes revoluciones<br />

industriales: al menos no hay ninguna duda de que, en su concepto mismo,<br />

la universidad incluye así la perspectiva de construir, a través de la formación que<br />

dispensa, lo que es necesario llamar una “aristocracia”. A fin de cuentas, toda una<br />

sensibilidad de revolucionarios franceses (la sensibilidad jacobina) no se había<br />

equivocado, en los años de 1790, al denunciar expresamente la aristocracia de los<br />

sabios, fundada sobre nuevos privilegios, que, según ellos, otorgaba la posesión<br />

<strong>del</strong> saber: nuevos privilegios que la institución universitaria, tanto si continuaba<br />

funcionando o si se encontraba recreada sobre nuevas formas, no dejaría de hacer<br />

resurgir en una sociedad que había intentado hacer tabla rasa de todos los privilegios<br />

y hacer desaparecer toda forma de aristocracia.<br />

Es precisamente por intentar hacer compatibles, a pesar de todo, la pasión<br />

democrática de la igualdad, o incluso <strong>del</strong> igualitarismo (en una sociedad que no


econoce más que individuos) y la vocación “aristocrática” de la universidad,<br />

que la doctrina <strong>del</strong> elitismo republicano ha debido ser elaborada a fines <strong>del</strong> siglo<br />

XIX.<br />

En efecto, a falta de tal elaboración, las posibilidades de ver reaparecer y desarrollarse<br />

esta institución “aristocrática” en una sociedad y una cultura democráticas,<br />

habrían sido nulas. Esta constatación da por sí misma una idea de las puestas<br />

en juego ligadas a la producción de una noción y de una práctica que son lo<br />

suficientemente coherentes con aquel famoso “elitismo republicano”: a falta de<br />

tal coherencia, insisto , no podría ser desmentido el oscuro pronóstico según el<br />

cual las universidades de las sociedades modernas se encontrarían por definición<br />

condenadas a ser reducidas, al menos en lo que tienen propiamente de universitario,<br />

por la dinámica <strong>del</strong> individualismo democrático que atraviesa su medio.<br />

Ciertamente que podrían continuar existiendo “universidades”, instituciones que<br />

se remiten en su denominación a la tradición “universitaria”, pero ellas cumplirían<br />

entonces funciones muy diferentes a las de la selección de los “mejores”, es decir<br />

de aquellos que serían llamados a transformarse, en el sentido amplio <strong>del</strong> término,<br />

en “los prominentes de la ciudad”. De alguna manera, un análisis tan severo como<br />

el de Allan Bloom, que avoca en 1987 la “descomposición de la universidad” bajo<br />

el efecto de lo que designa como “la educación democrática”, no tiene otra raíz<br />

que esta suposición. Cuando Bloom, para entender la lógica de la crisis que, a sus<br />

ojos, aqueja a las universidades, escribe que “en los Estados Unidos, la igualdad<br />

parece acabar en el rechazo y en la incapacidad de pretender una superioridad<br />

cualquiera”, su propósito corresponde solamente a la versión pesimista, o incluso<br />

desesperada, de la constatación de que existe una tensión fuerte entre la vocación<br />

aristocrática de la institución universitaria y la pasión democrática de la igualdad<br />

entre los individuos: por supuesto, nosotros no estamos obligados a compartir ese<br />

pesimismo, pero para seguir siendo optimistas en ese terreno, es, en todo caso,<br />

necesario analizar con precisión los términos de la tensión y reflexionar sobre las<br />

condiciones capaces de permitir su control.<br />

Para observarlo más de cerca, me parece indispensable conservar el espíritu<br />

de la expresión “elitismo republicano”, en la cual los dos términos, aunque antagónicos,<br />

resultan necesarios: un elitismo, esto es una selección de los “mejores”,<br />

pero de carácter republicano (en el sentido de que en una democracia republicana,<br />

cada ciudadano debe tener el derecho de competir en esa selección). En efecto, es<br />

sólo a condición de integrar lo que inducen esas dos exigencias “potencialmente<br />

antagónicas”, que el elitismo social universitario no derivará en una pura y simple<br />

reconducción, o incluso en una pura y simple “reproducción”, <strong>del</strong> elitismo social:<br />

excepto en la integración de esas dos exigencias, los análisis críticos sobre la universidad<br />

desarrollados por un sociólogo como Pierre Bourdieu, en los años 60<br />

y 80, se volverían en efecto imposibles de remediar, ya que la meritocracia que<br />

constituye el objetivo <strong>del</strong> elitismo republicano devendría entonces en una pura<br />

y simple selección social. En este caso los “mejores” serían únicamente, en su<br />

inmensa mayoría y algunos casi “milagrosamente”, los “herederos” de aquellos<br />

que, detentando el “capital cultural”, ponían a disposición de sus descendientes la<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / conferencias / diciembre 2008<br />

155


posibilidad de adquirir más eficientemente el saber de alto nivel dispensado por la<br />

universidad: de manera que la aristocracia universitaria coincidiría finalmente con<br />

los poseedores de nuevos privilegios sociales, los que refieren al acceso, desde la<br />

infancia, a una cultura que se constituye de hecho en el prerrequisito –no declarado–<br />

de una trayectoria académica exitosa. Al mismo tiempo, a pesar de su violencia,<br />

la supresión revolucionaria de las universidades, en 1793, habría procedido de<br />

un análisis vuelto básicamente, a posteriori, más exacto de lo que era seguramente<br />

entonces: la historia de las sociedades democráticas hubiera validado en efecto la<br />

apreciación según la cual, en un mundo donde en principio se afirma la igualdad<br />

de derechos de todos los individuos, los privilegios, aunque fueran en apariencia<br />

<strong>del</strong> saber, reintroducen desigualdades inadmisibles.<br />

Cualquiera sea la parte de verdad de los estudios que han puesto en evidencia<br />

la tendencia <strong>del</strong> elitismo social a hipotecar los avances <strong>del</strong> elitismo meritocrático,<br />

tenemos mientras tanto, me parece, buenas razones (para no suscribir al diagnóstico<br />

bloomiano de una “descomposición de la universidad”) para no renunciar al<br />

ideal universitario que yo señalo aquí como aquel de una “aristocracia democrática”<br />

(Ludivine Thiaw-Po-Une) o todavía como aquel de una “aristocracia para todo<br />

el mundo” (Benjamin Barber), expresiones ambas fuertes que muestran lo que<br />

constituye para las universidades un profundo dilema: o bien eliminar el elitismo,<br />

y entonces arriesgarse a perder el ideal de la excelencia, o bien deshacerse <strong>del</strong><br />

componente democrático, y entonces reservar la excelencia a una elite social que<br />

se reproduce indefinidamente. Cuesta decir que la apuesta de las universidades,<br />

en nuestras sociedades, es la de conseguir evitar dos orientaciones tan ruinosas la<br />

una como la otra:<br />

- Por un lado, un republicanismo sin elites, que aparece a menudo particularmente<br />

amenazante en Europa, a través <strong>del</strong> surgimiento contemporáneo de universidades<br />

de masas donde el acceso está ciertamente dispuesto a todo el mundo, pero donde<br />

la apertura a todos tiende a acompañarse de una reducción de los criterios de excelencia<br />

aplicados por las formaciones universitarias. De esto resulta cada vez con<br />

mayor frecuencia, que las universidades abiertas se abren ellas mismas cada vez<br />

menos a una selección de los mejores quienes, designados por los méritos de sus<br />

trayectorias académicas, estarían llamados a constituir una elite en los principales<br />

sectores de actividad.<br />

- Por otro lado y simétricamente, la otra orientación ruinosa correspondería a<br />

aquella de un elitismo sin igualdad democrática de oportunidades, riesgo al cual<br />

se encontrarían a menudo expuestas, si ellas (por ejemplo las universidades norteamericanas)<br />

no inventaban, particularmente a causa de las exigencias de las familias,<br />

las condiciones financieras de acceso a los mejores establecimientos, realizando<br />

una verdadera “inversión”. En ese marco, si contrafuegos no han sido encendidos,<br />

la universidad podrá desempeñar bien, gracias a la asistencia financiera<br />

que las inscripciones procuran a su presupuesto, el programa de construcción de<br />

sectores de excelencia permitiendo sacar una elite de saber. Pero, bajo reserva de<br />

introducir, en el funcionamiento mismo de las universidades, importantes correctivos,<br />

la elite universitaria podrá apenas despegarse de una base que será aquella


de la elite socio-económica.<br />

A partir de este contexto, para intentar escapar a esos dos escollos, debemos<br />

referirnos a un principio como el de la igualdad de oportunidades. Respecto de<br />

este principio, no es inútil recordar el pasaje de John Rawls, que explicita, en<br />

1971, los “principios de justicia” sobre los cuales una sociedad democrática debería<br />

ponerse de acuerdo e insiste sobre la importancia de implementar una “justa<br />

igualdad de oportunidades” en el acceso a los títulos y a las funciones. Esta dimensión,<br />

considerada por Rawls como constitutiva de la justicia, se aplicaba especialmente<br />

al caso <strong>del</strong> acceso a los estudios universitarios. En efecto, en vistas de las<br />

condiciones de igualdad, en la definición que daba, la equidad debía integrar una<br />

consideración suplementaria según la cual los más desfavorecidos no deberían<br />

verse excluidos de ciertos lugares que, más allá <strong>del</strong> derecho de estar abiertos a<br />

todos, en realidad no lo estaban. Y esto, no en razón de diferencias existentes en<br />

los talentos de unos y de otros, sino porque la posibilidad de dar pruebas de sus talentos<br />

no se encontraba igualmente dada para algunos, por motivos de orden puramente<br />

materiales. 2 Esta profundización de la igualdad en el sentido de la igualdad<br />

de oportunidades permite en este caso, independientemente de su alcance general,<br />

construir los diversos objetivos que una política universitaria puede darse si ella<br />

desea hacer que el funcionamiento de la institución sea lo más justo posible respecto<br />

de los individuos. En materia de igualdad, al menos, parece que se debe<br />

cumplir con dos tipos de condiciones. A la identificación de estas condiciones<br />

consagraré la segunda parte, más breve, de mi intervención.<br />

2. Las condiciones de la igualdad de oportunidades<br />

El primer tipo de condición a cumplir por las universidades, si esperan realizar<br />

el ideal de una “aristocracia para todo el mundo”, es necesaria, pero no suficiente.<br />

Acabamos de verlo, en la consideración de la equidad. Ella concierne a las<br />

condiciones formales de la apertura de las universidades a todos aquellos que<br />

satisfagan las exigencias requeridas para entrar; en Francia, por ejemplo, quienes<br />

hayan obtenido un diploma como el de bachillerato, o, en los Estados Unidos,<br />

para quienes hayan aprobado los test nacionales de aptitud, en base a los cuales<br />

las universidades proceden al reclutamiento de sus estudiantes. La definición de<br />

ese primer tipo de condición parece evidente, puesto que consideramos que todos<br />

los individuos “nacen y permanecen libres e iguales en derechos” y que el reconocimiento<br />

de esta igualdad en derechos excluye, en méritos y talentos comparables,<br />

toda forma de discriminación en la admisión a los establecimientos universitarios<br />

<strong>del</strong> mismo modo que, según la fórmula de 1789, a “todas las dignidades, puestos<br />

y empleos públicos”.<br />

Aunque sea sólo necesario y no suficiente, sin embargo, este parámetro de igualdad<br />

debería ser recordado, ya que fue necesario esperar, como sabemos, a 1865<br />

y el fin de la esclavitud en los Estados Unidos, para que los primeros estudiantes<br />

negros entraran a Harvard o a Yale, y luego a Princeton. No se puede ignorar que,<br />

en los hechos, una discriminación <strong>del</strong>iberada tuvo lugar, luego de la esclavitud,<br />

durante mucho tiempo y que, hasta finales de los años cuarenta, sólo un número<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / conferencias / diciembre 2008<br />

157


simbólico de estudiantes negros fueron admitidos a frecuentar los grandes establecimientos<br />

universitarios. Esta situación no se modificó antes <strong>del</strong> movimiento por<br />

los derechos cívicos de comienzos de los años sesenta y la política radical <strong>del</strong> gobierno<br />

de Kennedy. De hecho, en relación con un pasado todavía reciente, persiste<br />

la evocación de las condiciones formales de igualdad como no-discriminación, la<br />

cual continúa siendo un fundamento indispensable para toda reflexión sobre lo que<br />

debe ser una política universitaria no discriminatoria.<br />

Pero estas condiciones formales no aseguran todavía por sí mismas, insisto,<br />

la igualdad en el acceso al espacio universitario: un acceso libre no equivale a<br />

un acceso igual. El ejemplo americano da testimonio de ese tipo de situaciones<br />

inequitativas, ya que en 1970, un decenio después de la conquista de la igualdad<br />

de derechos civiles, un 21% de negros de 18 a 21 años entraban en un College<br />

contra un 36% de blancos de la misma franja etaria; aún, 7% de negros de 21 a<br />

24 años figuraban entre los estudiantes graduados, contra 15% de blancos. Alain<br />

Touraine, quien elaboró esas cifras desde 1972 en un estudio sobre las universidades<br />

americanas, agregó que en el mismo periodo las mujeres representaban sin<br />

duda el 43% de los nuevos estudiantes, pero que no constituían más que el 13%<br />

de los estudiantes que obtenían un doctorado. Señalo simplemente, respecto de la<br />

situación francesa, que actualmente sólo el 18% de los profesores de la universidad<br />

son mujeres. De modo que es necesario insistir en que la necesaria abolición<br />

de las barreras jurídicas es insuficiente para asegurar una verdadera inscripción en<br />

los principios <strong>del</strong> elitismo republicano o de la aristocracia democrática. Para que<br />

la aristocracia académica sea una “aristocracia para todo el mundo”, es decir, una<br />

aristocracia democrática, es necesario que las barreras sociales no impidan que<br />

una gran parte de los individuos puedan probar su posibilidad con perspectivas<br />

razonables de éxito.<br />

Claramente, la cuestión consiste en saber qué política universitaria es necesaria<br />

para garantizar a todos los individuos la posibilidad de probar su chance de emprender<br />

un estudio universitario. Desde este punto de vista, uno puede ciertamente<br />

estimar que la cuasi gratuidad de los estudios superiores, en los países europeos<br />

que han hecho esa elección, facilita el pasaje de las condiciones formales a las<br />

condiciones reales de la igualdad. Esta opción “europea” (dejo de lado, por así<br />

decirlo, el caso de las universidades británicas) por los estudios gratuitos, se vincula<br />

con el “principio de gratuidad” de la doctrina francesa <strong>del</strong> servicio público.<br />

Aunque haya sido considerado en general como un “principio falso”, de estatuto<br />

menos asegurado que el <strong>del</strong> principio de igualdad; sin embargo, desde hace tiempo,<br />

el principio de gratuidad se ha convertido en una especie de regla no escrita acerca<br />

de la no participación financiera directa o de la cuasi ausencia de participación<br />

financiera directa de los usuarios de servicios públicos como contrapartida de las<br />

prestaciones que reciben. Aunque el debate sobre la espinosa cuestión de derechos<br />

de inscripción está regularmente a punto de abrirse, es de todas maneras dudoso<br />

que se lo pueda desarrollar verdaderamente en el estado actual de los espíritus.<br />

La modicidad de gastos de una matrícula universitaria se inscribe, de hecho, en<br />

todo caso en Francia, en la lógica de la afirmación, continua desde 1896, de que


la universidad es un servicio público, respecto de cuyas prestaciones, de acuerdo<br />

con las conquista de la democracia, los usuarios gozan gratuitamente.<br />

Específicamente en el caso <strong>del</strong> acceso a la universidad, no se trata, a pesar de<br />

todo, esta es la observación con la que quisiera terminar o casi terminar, más que<br />

de una nueva especie de condición formal. La gratuidad prepara seguramente el<br />

paso hacia las condiciones reales de la igualdad, pero no la realiza enteramente.<br />

Además, el libre acceso, en el sentido, esta vez, <strong>del</strong> acceso gratuito, no equivale,<br />

en efecto, a un acceso igual, es decir a un acceso que garantice a todos los individuos<br />

la oportunidad de “probar sus posibilidades” en igualdad. Una vez inscripto<br />

en la universidad, todo estudiante, cualquiera sea su mérito y sus esfuerzos<br />

personales, no está verdaderamente en “igualdad” con todos los otros, respecto<br />

de su capacidad de sacar provecho de las prestaciones que se le ofrecen y de ser<br />

parte de la “aristocracia democrática” en curso de formación en su generación.<br />

Son necesarias, como todos nosotros sabemos, importantes mediaciones que conciernen<br />

tanto al manejo de diferentes lenguajes de saber como a los fundamentos<br />

culturales sobre los cuales el saber se construirá. Ahora bien, estas mediaciones<br />

no están igualmente disponibles, a la entrada de las universidades, para todos los<br />

estudiantes, ellas llevan todavía la marca de diferencias sociales.<br />

Para que el objetivo de una “aristocracia democrática” no ceda ante la constitución<br />

de una mera oligarquía, establecida sobre una determinada base social o<br />

sociológica, es necesario dar un paso más a<strong>del</strong>ante en la búsqueda de las condiciones<br />

de realización de un elitismo auténticamente republicano (o de una verdadera<br />

igualación de oportunidades) que incluya a todos los ciudadanos que desean intentar<br />

la carrera hacia la excelencia. Esta búsqueda sobrepasa evidentemente los<br />

límites de esta intervención, pero quisiera simplemente subrayar que, desde ese<br />

punto de vista, Francia aparece particularmente mal parada, de manera paradojal,<br />

si tenemos en cuenta sus proclamaciones de sentirse satisfecha con la búsqueda<br />

de las condiciones de realización de un elitismo verdaderamente republicano. En<br />

pocas palabras, diría simplemente que la enseñanza superior de tipo universitario<br />

no sólo se mantuvo durante mucho tiempo en las condiciones simplemente formales<br />

(las de la apertura) y cuasi-formales (las de la gratuidad) de la igualdad,<br />

sino también que no se interrogó sobre lo que podría introducir una igualdad realmente<br />

“equitativa” de posibilidades. Y es necesario agregar, además, que Francia<br />

ha duplicado las limitaciones de su sistema, en materia de elitismo republicano,<br />

por la puesta en marcha de un dispositivo paralelo, nacido particularmente durante<br />

el siglo donde no existían las universidades: las “grandes escuelas”, que no<br />

fueron fundadas sobre un principio de apertura, sino sobre un fuerte principio de<br />

selección. Dejo de lado esta dimensión <strong>del</strong> sistema francés, porque es demasiado<br />

específico de Francia para introducirlo en mi argumentación, que quiere concentrarse<br />

en las condiciones generales de realización <strong>del</strong> programa de una “aristocracia<br />

democrática”. 3<br />

De una manera más general, en efecto, la evaluación de las políticas universitarias,<br />

desde el punto de vista de su capacidad de estar a la altura de la apuesta<br />

democrática de la igualdad, supondría una reflexión profunda sobre el derecho de<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / conferencias / diciembre 2008<br />

159


ser tratado como un igual sobre el que se funda la noción de igualdad de posibilidades:<br />

¿Cómo entenderlo? Se trata en principio, ciertamente, <strong>del</strong> derecho de cada<br />

uno, de ser tratado con el mismo interés y el mismo respeto que todos los otros.<br />

Como lo ha explicado bien Ronald Dworkin, ese derecho fundamental no debe<br />

ser confundido con el derecho a un tratamiento igual, que significaría el derecho<br />

de recibir todos los mismos recursos, o a ejercer todos las mismas funciones, o<br />

a ocupar todos los mismos puestos. Perspectiva utópica, irrealista, que relevaría<br />

un estricto igualitarismo con el que hoy ya nadie sueña. El derecho a la igualdad<br />

significa entonces más bien el derecho de todos a ser tratados igualitariamente,<br />

por ejemplo, cuando somos candidatos para cumplir una función, para un empleo<br />

o cuando somos candidatos a ingresar en una universidad; aún cuando no seamos<br />

admitidos, nuestro derecho a la igualdad es, por lo menos por una parte respetado,<br />

cuando nuestro expediente ha sido examinado según los mismos procedimientos<br />

que todos los otros, no ha sido cambiado. En pocas palabras, que hayamos tenido<br />

las mismas posibilidades que todos los otros, sin exclusión o discriminación a<br />

priori, por el sexo, el color de nuestra piel, la consonancia de nuestro apellido.<br />

Esta dimensión de la igualdad de oportunidades ¿agota la exigencia, en el caso<br />

de los estudios universitarios? Que no haya discriminación en las inscripciones, es<br />

lo menos que puede esperarse. Pero si el derecho a la igualdad de oportunidades se<br />

limita a esas condiciones formales indispensables, esta concepción de la igualdad<br />

de oportunidades corre el riesgo, en el caso de estudiantes salidos de familias o<br />

barrios desfavorecidos, de traducirse, en la mayoría de los casos, en la posibilidad<br />

de hacer solamente una “prueba de pista” en los estudios elegidos; porque, faltando<br />

un sostén específico para sus necesidades, ¿tendrán, de hecho, alguna posibilidad<br />

de tener éxito? De modo que, entre la igualdad formal de oportunidades (la no<br />

discriminación al ser admitidos por ejemplo), que es una condición necesaria<br />

de la igualdad, y la igualdad de resultados (que es utópica e irrealizable), ¿no<br />

es necesario considerar una forma más compleja de igualdad de oportunidades<br />

que busque que cada uno obtenga (bajo la forma, en el caso de los estudios, de<br />

complementos de formación) la posibilidad de emprender su trayectoria con<br />

posibilidades razonables de éxito? Contar con esas posibilidades razonables de<br />

éxito no es prometer la igualdad de resultados, porque el éxito depende todavía<br />

de los talentos y de los esfuerzos de unos y de otros. Pero no es tampoco quedarse<br />

sólo con una “igualdad de probar la pista”. Entre la igualdad de resultados y la<br />

igualdad-prueba de pista, en vista de disponer, por ejemplo, de los complementos<br />

de formación, hay lugar para una política preferencial o, si me permiten introducir<br />

esta noción, para una forma de “acción positiva” (affirmative action) que no<br />

pasaría a ser nunca, en mi espíritu, el establecimiento de cuotas 4 (sólo lo sería, en<br />

todo caso, en la medida en que esta problemática tiene sentido, no en un país como<br />

el mío, donde las universidades están abiertas y donde la ausencia de selección no<br />

inducen este tipo de interrogación, pues para establecer cuotas es necesario que los<br />

bienes a asignar sean raros, y no es el caso de este tipo de bienes que es el acceso<br />

de los estudios cuando no hay selección para ingresar a las universidades).<br />

Se trataría en efecto, en mi espíritu, de otra forma de acción positiva, que con-


sideraría, en los primeros años de los estudios académicos, dar más en materia de<br />

cultura general, sobre dominios de la lengua nacional o <strong>del</strong> inglés como lengua<br />

de comunicación internacional, en donde algunos, por razones familiares, sociales<br />

o contingentes (ligados a contingencias de la historia personal), se encuentran<br />

disminuidos. Evidentemente esto no los conducirá necesariamente al éxito en sus<br />

estudios (eso sería reivindicar la absurda igualdad de resultados), pero les dará posibilidades<br />

más equitativas de éxito como las que hubieran conseguido en función<br />

de sus cualidades y de sus esfuerzos, si no se hubieran encontrado en desventaja<br />

desde la línea de partida de su trayecto académico, por eso que podríamos llamar<br />

la lotería familiar, social o histórica.<br />

Correlativamente a estas decisiones organizacionales poco costosas (porque no<br />

exigen la creación de formaciones nuevas, pero sí de diversificar las formaciones<br />

excesivamente homogéneas que no tienen en cuenta la diversificación familiar o<br />

social de los estudiantes) la institución universitaria se aproximaría al objetivo<br />

que debe ser el suyo en una sociedad democrática: crear, en cada generación, una<br />

aristocracia “abierta”, una aristocracia “para todo el mundo”, ya no en el sentido<br />

que cada individuo debería formar parte de los “mejores”, sino en el sentido que<br />

cada uno debería tener la posibilidad equitativa de mostrar si, por sus esfuerzos y<br />

talentos, merece ser parte de ellos.<br />

Referencias<br />

1. Conferencia pronunciada por el Dr. Alain Renaut el día 26 de junio de 2008 en el Honorable Senado<br />

de la Nación, en el marco <strong>del</strong> Seminario de Investigación “Universidad y Democracia: los desafíos de<br />

una política <strong>del</strong> conocimiento”, organizado por el Observatorio de Políticas Universitarias y Educación<br />

Superior de la Universidad Nacional de San Martín. Traducción de: Clara Ruvituso. Temas y Debates<br />

agradece la gentileza <strong>del</strong> Dr. Edgardo Castro, director <strong>del</strong> Observatorio, al autorizar la inclusión de este<br />

texto en este número de la Revista.<br />

2. La manera en que Rawls plantea el problema de la igualdad toma un curso mucho más pausado en<br />

el capítulo 17 de su Teoría de la justicia, poniendo en cuestión el principio mismo de la meritocracia.<br />

A partir <strong>del</strong> capítulo 14, Rawls señala, en efecto, que el principio de equidad, de la manera que él lo<br />

entiende, no obra sobre una “sociedad meritocrática”. El autor precisa en el capítulo 17 que si acordamos<br />

que “las desigualdades no merecidas deben ser corregidas” (principio de reparación), se sigue que,<br />

“debido a que las desigualdades de nacimiento y los dones naturales son inmerecidos, es necesario dar<br />

compensaciones”. Contra la idea de meritocracia, Rawls agrega que “para tratar a todas las personas de<br />

manera igual, para ofrecer una verdadera igualdad de oportunidades, la sociedad debe poner más atención<br />

en los más disminuidos en relación a los dones naturales y en los menos favorecidos socialmente<br />

por nacimiento”. De manera que se pueda “corregir la influencia de contingencias en el sentido de la<br />

mayor igualdad”. A fin de realizar ese principio, concluye él, “podríamos consagrar más recursos a la<br />

educación de los menos inteligentes que a la de los más inteligentes, al menos durante un determinado<br />

tiempo, por ejemplo los primeros años de la escuela primaria”. La última precisión, permite dejar de<br />

lado, en nuestra propia reflexión, esa dimensión anti-meritocrática <strong>del</strong> principio de equidad.<br />

3. Nota <strong>del</strong> T: Sobre esta temática puede consultarse además, A. Renaut (2008), ¿Qué hacer con las<br />

universidades?, UNSAM Edita, Buenos Aires.<br />

4. Nota <strong>del</strong> T: Las cuotas constituyen mecanismos de acción afirmativa que reservan un porcentaje de<br />

vacantes para un grupo determinado de la población, en este caso para el ingreso a la universidad.<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / conferencias / diciembre 2008<br />

<strong>16</strong>1


eseñas<br />

La política después de los partidos de Isidoro<br />

Cheres��y (comp.)<br />

Martín Pedro González<br />

Verdades y saberes sobre el marxismo. Reacciones<br />

de una tradición política ante su “crisis” de Elías<br />

Palti<br />

Juan Bautista Lucca<br />

Los senderos de la nueva izquierda partidaria de<br />

Juan Abal �edina<br />

María Laura Eberhardt<br />

¿Qué hacer con las universidades? de Alain Renaut<br />

Clara Ruvituso<br />

Historia reciente. Perspectivas para un campo en<br />

construcción de �arina Franco y Florencia Levín<br />

Mariángeles Zapata


Libro: La política después de los partidos<br />

Isidoro Cheres��y (comp.)<br />

Prometeo Libros, Buenos Aires, 2006. (440 pp.)<br />

Martín Pedro González<br />

Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires<br />

martinpgonzalez@hotmail.com<br />

Con una fecha de edición un tanto engañosa –ya que el libro vio la luz de las<br />

estanterías recién a partir de febrero <strong>del</strong> año pasado–, la presente compilación de<br />

artículos coordinada por Isidoro Cheresky constituye un lúcido análisis de la escena<br />

política nacional, partiendo asimismo de una reflexión teórica sustentada en<br />

la larga experiencia de Cheresky como politólogo, y en el equipo de investigación<br />

que dirige, “Las Nuevas Formas Políticas”, con sede en el Instituto de Investigaciones<br />

Gino Germani. 1<br />

El armazón teórico general <strong>del</strong> libro –desarrollado en una breve introducción,<br />

“La política después de los partidos”, confeccionada por el mismo compilador,<br />

pero compartido y reflejado en la totalidad de los artículos– se entronca dentro<br />

de los últimos aportes de la teoría política francesa. En este sentido, la base fundamental<br />

la constituye el análisis de Bernard Manin (1993), quien afirmó, hace<br />

ya quince años, que asistimos a un proceso de metamorfosis de la representación<br />

política, fundamentada en el ocaso de la llamada “democracia de partidos” y el<br />

surgimiento de un nuevo mo<strong>del</strong>o, el de la “democracia de audiencia”, signado<br />

por la importancia de los liderazgos mediáticos, el declive de las viejas lealtades<br />

partidarias, la constitución de nuevas identidades en el espacio público y la contingencia<br />

<strong>del</strong> vínculo de representación.<br />

Tras esta breve introducción, el libro se divide en tres secciones claramente<br />

diferenciadas. La primera versa sobre las características de la escena nacional y su<br />

recomposición tras la crisis de 2001. La segunda parte, la más extensa en cuanto a<br />

cantidad de artículos y páginas, analiza los escenarios políticos locales –generalmente<br />

municipales–, y cómo se posicionan frente al aparato justicialista y la figura<br />

de Néstor Kirchner, mientras que el tercer segmento da cuenta de la normativa y<br />

calidad de los actos electorales a partir de dos estudios de caso. Finalmente, encontramos<br />

una serie de anexos destinados a ilustrar gráficamente los resultados de<br />

las elecciones de diputados y senadores de 2005.<br />

La primera sección <strong>del</strong> libro consta de dos artículos, “Un signo de interrogación<br />

sobre la evolución <strong>del</strong> régimen político”, de Isidoro Cheresky, y “La arquitectura<br />

<strong>del</strong> poder en un gobierno de la opinión pública”, de Hugo Quiroga. El eje<br />

de análisis está centrado en los fundamentos de la legitimidad <strong>del</strong> gobierno de<br />

Kirchner, haciendo especial hincapié en la construcción de un mo<strong>del</strong>o de salida de<br />

la crisis de 2001 basado en la creación de sus propios recursos de afirmación en<br />

el poder presidencial, sustentando claramente su liderazgo en la opinión pública.<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / reseñas / diciembre 2008<br />

<strong>16</strong>5


La reestructuración de los altos mandos de las Fuerzas Armadas, su compromiso<br />

con los Derechos Humanos, el enjuiciamiento de los miembros de la “mayoría automática”<br />

de la Corte Suprema, sumados a la reestructuración de la deuda externa<br />

y un exitoso encarrilamiento de la economía, dan cuenta de un accionar de gobierno<br />

identificado –tanto política como económicamente– en la figura <strong>del</strong> –ahora<br />

ex– presidente Néstor Kirchner.<br />

Ahora bien, el argumento fundamental en este análisis es que dicha popularidad<br />

presidencial no llega a constituirse en una verdadera identidad política, puesto que<br />

su dependencia <strong>del</strong> estado de opinión no le permite cristalizarse en un comportamiento<br />

electoral predecible y de alcance nacional. Toman pertinencia entonces los<br />

diferentes estudios de caso que componen el segundo apartado de este libro. 2<br />

De la gran cantidad de artículos que se ocupan de los escenarios locales, hay<br />

dos que son especialmente interesantes, debido a que logran ir más allá de una<br />

mera descripción de la escena política, logrando así articularla con una reflexión<br />

teórica. El primero de estos trabajos es el realizado por Rocío Annunziata, “Ni oficialista<br />

ni opositor: más acá de la nacionalización de la campaña. La significación<br />

<strong>del</strong> caso moronense”, en el cual, a partir de la experiencia de Martín Sabbatella<br />

como intendente <strong>del</strong> municipio de Morón, la autora da cuenta de cómo la crisis<br />

de representación a nivel nacional impactó en el escenario municipal, y cómo la<br />

ciudadanía, desinteresada por los asuntos públicos, parece mostrarse mucho más<br />

activa a nivel local. El gran logro <strong>del</strong> nuevo Intendente ha sido el de darle forma<br />

al ser moronense, demostrando así que la crisis de las identidades políticas nacionales<br />

puede tener su contracara en una recomposición de las identificaciones a<br />

nivel local. Dentro de esta misma lógica se inscribe también el artículo de Darío<br />

Rodríguez, “Nacionalización y localización: las elecciones 2005 en La Plata y la<br />

fragmentación <strong>del</strong> escenario político municipal”, quien da cuenta de las diversas<br />

lógicas –nacionales, provinciales y locales– que entraron en conflicto en las elecciones<br />

de 2005 en La Plata, donde un viejo liderazgo municipal (el de Julio Alak)<br />

se vio problematizado por las nuevas dinámicas nacionales y provinciales.<br />

Hemos elegido estos dos casos ya que, frente a un mismo fenómeno –el de la<br />

crisis de las identidades políticas y la metamorfosis de la representación– han dado<br />

resultados disímiles: por un lado, una territorialización de la ciudadanía en torno a<br />

la figura de un líder, y por el otro, una fragmentación de la escena política municipal<br />

a partir de la problemática coexistencia de lógicas diferenciadas.<br />

El tercer apartado <strong>del</strong> libro analiza el aspecto normativo-institucional y la calidad<br />

<strong>del</strong> acto electoral, y se compone a su vez de dos artículos, “Reformas políticas:<br />

internas abiertas obligatorias y unificación electoral en las elecciones de 2005”,<br />

de Virginia Oliveros y Gerardo Scherlis, y “Ritos y rutinas: una aproximación<br />

etnográfica al Acto Electoral de 2005”, de Daniela Slipak.<br />

En resumen, si bien la presente compilación de artículos constituye una sólida<br />

e interesante reflexión sobre el devenir de la política argentina actual, es objetable<br />

que el análisis teórico no presente una gran novedad en relación con los paradigmas<br />

dominantes en la teoría política contemporánea. Asimismo, los análisis de las<br />

coyunturas locales han sido un tanto dispares, teniendo trabajos verdaderamente


excelentes –como los que comentamos anteriormente– con otras producciones<br />

comparativamente más pobres, demasiado centradas en aspectos descriptivos, realizando<br />

escasas reflexiones sobre los mismos.<br />

De todas maneras, La política después de los partidos es un valioso intento de<br />

iluminar los oscuros laberintos de la turbulenta escena política nacional, tan convulsionada<br />

en estos días de conflicto entre el gobierno y el campo, permitiéndonos<br />

así reflexionar sobre la naturaleza <strong>del</strong> poder político de los Kirchner y cómo han<br />

construido los fundamentos de su legitimidad, marcando así la actualidad de la<br />

presente compilación.<br />

Referencias<br />

1. Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires. Además, muchos de los aportes <strong>del</strong><br />

equipo pueden consultarse en la página <strong>del</strong> Observatorio Político Electoral, http://www.observadorpolitico.com.ar/<br />

2. Debido a la gran cantidad de artículos (son ocho en total), haremos referencia a los más significativos.<br />

De todas maneras, los artículos son: Rodríguez, Darío, “Liderazgos y partidos “partidos”: la<br />

fractura <strong>del</strong> justicialismo y la reconfiguración <strong>del</strong> escenario político en la Provincia de Buenos Aires”;<br />

Rocca Rivarola, María, “La Matanza: avatares de la continuidad asegurada. Peronismo, partidos opositores<br />

y organizaciones piqueteras”; Annunziata, Rocío, “Ni oficialista ni opositor: más acá de la nacionalización<br />

de la campaña. La significación <strong>del</strong> caso moronense”; Rodríguez, Darío, “Nacionalización<br />

y localización: las elecciones 2005 en La Plata y la fragmentación <strong>del</strong> escenario político municipal”;<br />

Delgado, María Soledad, “Frente a frente. Alianzas electorales, reforma institucional y recomposición<br />

política en Rosario y Santa Fe (2004-2006)”; Mauro, Sebastián y Montero, Federico, “Dilemas de<br />

la recomposición en la escena porteña. El Juicio Político y la articulación de la retórica opositora”;<br />

Silveti, María, “Alianza entre dirigentes y apatía ciudadana en Santiago <strong>del</strong> Estero”; Slipak, Daniela,<br />

“Entre liderazgos locales y nacionales: popularidad, desagregación partidaria y nuevas alianzas en la<br />

escena política mendocina”.<br />

Bibliografía citada<br />

B. MANIN, B. (1993), “Metamorfosis de la representación”, en M. DO SANTOS (coord.) ¿Qué queda<br />

de la representación política?, Caracas, Nueva Sociedad.<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / reseñas / diciembre 2008<br />

<strong>16</strong>7


Libro: Verdades y saberes <strong>del</strong> marxismo. Reacciones de una tradición<br />

política ante su “crisis”<br />

Elías José Palti<br />

Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2005. (232 pp.)<br />

Juan Bautista Lucca<br />

Universidad Nacional de Rosario / FLACSO Argentina/ Universidad de Salamanca<br />

La intelectualidad europea de izquierda convive con los enigmas de las innumerables<br />

cesuras impuestas por este interregno post que los emplaza, en un tiempo<br />

extra después <strong>del</strong> final <strong>del</strong> tiempo de descuento <strong>del</strong> match –o de la caída <strong>del</strong> muro<br />

para hacerlo más explícito– que genera por un lado, la pérdida de uno de los nortes<br />

brujuleares de la tradición marxista y, por el otro, el desvanecer en mil pedazos<br />

de su solidez en el aire que ha generado justamente una pluralidad de entradas y<br />

salidas <strong>del</strong> –y al– marxismo contemporáneo.<br />

Esta nueva ola de intelectuales busca, por un lado, reponerse a los sinsabores de<br />

la imposibilidad de remontar la evidencia <strong>del</strong> esparcimiento de los escombros que<br />

amuraban e imantaban la “tradición” marxista y, por el otro, recuperar con nuevas<br />

claves y perspectivas post (modernas, estructuralistas o marxistas), al marxismo<br />

mismo. Allí encontramos por ejemplo las perspectivas de Perry Anderson, Fredric<br />

Jameson, Alain Badiou, Ernesto Laclau, Slavoj Žižek y Jacques Derrida, cuyas<br />

formulaciones se encuentran tantas veces tan próximas entre sí, aunque como sucede<br />

con aquellos que comparten la misma polaridad, la repelencia es irremediable<br />

a pesar que la similitud es fácilmente reconocible.<br />

Estos pensadores forman el mosaico de los que, en palabras de E. Palti, se han<br />

repuesto a la crisis <strong>del</strong> marxismo, a partir de entender de qué se trataba ella y que<br />

en grandes rasgos han recuperado de aquellas ruinas sus “saberes” o sus “verdades”<br />

para lanzarlas a la post-eridad.<br />

El cuerpo de la propuesta de Palti parte de la reflexión sobre la crisis, y las<br />

vicisitudes <strong>del</strong> marxismo en torno a ella. Tras hacer un racconto etimológico <strong>del</strong><br />

vocablo, aborda la particular crisis <strong>del</strong> marxismo, “…no como otras tantas ya ocurridas,<br />

sino su crisis última y final” (p.<strong>16</strong>), que está directamente emparentada con<br />

la puesta en tensión <strong>del</strong> propio concepto de crisis dentro de la tradición marxista,<br />

y cómo un cúmulo de autores han reaccionado teóricamente frente a este nuevo<br />

desafío.<br />

Según el propio Palti, la obra se articula en el tratamiento que Nahuel Moreno<br />

y Alain Badiou (capítulo 2 y 5 respectivamente) realizan sobre la mencionada<br />

crisis <strong>del</strong> marxismo, recuperando en el primer caso “una visión más trágica <strong>del</strong><br />

mundo”, en tanto Badiou –según Blanchot– propondría filosofar las “experiencias<br />

<strong>del</strong> desastre”.<br />

Según Palti, más allá de las diferencias, “… el presupuesto común a ambos es<br />

que únicamente en la ortodoxia marxista la crisis se volvería una suerte de expe-<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / reseñas / diciembre 2008<br />

<strong>16</strong>9


iencia vívida, mientras que en las corrientes revisionistas, por su propia versatilidad<br />

conceptual, tendería a diluirse” (p. 21).<br />

Parte de este corpus revisionista –que se adentra en los intersticios de la crisis<br />

sobrepasándola– lo encontramos en el rodeo que Palti realiza de la obra de F.<br />

Jameson y P. Anderson (capítulo 1). Allí, la particularidad de la propuesta de Palti<br />

reside en leer al primer autor desde el prisma <strong>del</strong> segundo, con lo cual la mediatización<br />

de su mirada produce en más de una ocasión un desenfoque que acorta la<br />

profundidad de su análisis.<br />

Luego, en el tercer capítulo, Palti recupera la matriz posestructuralista que marcó<br />

la tónica <strong>del</strong> capítulo sobre Badiou, pero en este caso para contraponerlo y/o<br />

complejizarlo, a partir de sus relecturas sobre la obra de E. Laclau y los puntos de<br />

cesura de éste en relación a Z. Žižek. Como el mismo Palti aduce, es la obra de J.<br />

Derrida la que le permitirá realizar el pendant entre las obras de Badiou-Laclau-<br />

Žižek, ya que le habilita una reentrada en los vestigios de la crisis <strong>del</strong> marxismo,<br />

para encontrar en este campo derrumbado algún rastro de Ariadna y su hilo que<br />

nos permita encontrarle un sentido al juego, después <strong>del</strong> fin <strong>del</strong> juego.<br />

Al decir de Palti –con remembranzas de Derrida– este panorama (y tarea) “…se<br />

vuelve un síntoma e índice de una dislocación objetiva más general, que abraza,<br />

por lo tanto, de conjunto al pensamiento político finisecular” (p. 22).<br />

El colofón de la obra es plantear esta deriva por los enfoques <strong>del</strong> posestructuralismo/posmarxismo<br />

como un objeto de preocupación analítica sobre el sentido<br />

de la política, una vez que lo sólido <strong>del</strong> sentido de la política (parece) haberse<br />

desvanecido en el aire.


<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / reseñas / diciembre 2008<br />

171


Libro: Los senderos de la nueva izquierda partidaria<br />

Juan Abal �edina (compilador)<br />

Editorial Prometeo, Buenos Aires, 2006. (296 pp.)<br />

María Laura Eberhardt<br />

Becaria Doctoral, Universidad Nacional de Gral. San �artín<br />

Un novedoso marco conceptual para el estudio <strong>del</strong> origen de los partidos políticos,<br />

el mo<strong>del</strong>o multidimensional, constituye uno de los principales aportes de este<br />

libro, en cuyos diversos capítulos se da prueba contundente de la solidez y consistencia<br />

<strong>del</strong> mismo, aplicable no sólo (como muy sobradamente se demuestra en<br />

este caso), al estudio <strong>del</strong> surgimiento de las nuevas agrupaciones partidarias de la<br />

izquierda ascendente en América Latina y el mundo –Frente Grande (Argentina),<br />

Partido de los Democráticos de Izquierda (Italia), Movimiento Quinta República<br />

(Venezuela), Partido Verde (Alemania), Frente Farabundo Martí para la Liberación<br />

Nacional (El Salvador), Partido de la Revolución Democrática (México), Partido<br />

de los Trabajadores (Brasil) y Frente Amplio (Uruguay)–, sino también, por qué<br />

no, a otras tantas y variadas organizaciones de partidos de extracciones ideológicas<br />

y características divergentes.<br />

La riqueza de este mo<strong>del</strong>o consiste en su capacidad de fusionar los distintos enfoques<br />

teóricos preexistentes sobre el tema a partir de seis dimensiones específicas:<br />

las variables institucionales, los conflictos sociales, los procesos de modernización<br />

social, los incentivos de los grupos, los incentivos electorales para la constitución<br />

de nuevos partidos, y los cambios importantes en los partidos vigentes. Todas ellas<br />

aparecen agrupadas en dos racimos de variables explicativas básicas, institucional<br />

y societal, que impactan en un tercero más residual: los espacios electorales disponibles<br />

y/o las motivaciones de las elites para ocuparlos. En la articulación de<br />

estas tres dimensiones es donde se hallará el motivo central de la presencia de los<br />

incentivos clave para tales surgimientos.<br />

El segundo gran aporte de esta obra tiene que ver con el análisis comparado <strong>del</strong><br />

proceso de institucionalización atravesado por tales partidos, por medio de la aplicación<br />

de un marco interpretativo compuesto por dos dimensiones centrales: el arraigamiento<br />

organizacional y la autonomía <strong>del</strong> liderazgo, operacionalizadas cada<br />

una de ellas en torno a cuatro indicadores principales: la relación miembros/votos,<br />

la disponibilidad de padronazgo, el tamaño <strong>del</strong> aparato administrativo partidario,<br />

y la integración ideológica por un lado; y el control en la selección de candidatos<br />

nacionales, el control de los Congresos partidarios, el dominio de los dirigentes<br />

sobre las autoridades partidarias, y la autonomía de los líderes partidarios frente<br />

a los sindicatos, por el otro. Dichos indicadores se resumirán luego en otras cuatro<br />

combinaciones estipuladas, las que permitirán clasificar ciertamente los casos<br />

empíricos bajo examen.<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / reseñas / diciembre 2008<br />

173


Fiel a su propuesta inicial, este libro consigue reducir la deuda pendiente contraída<br />

por una teoría insuficiente respecto de la emergencia e institucionalización<br />

de los partidos en general, así como de estas nuevas organizaciones partidarias<br />

exitosas de izquierda en particular, introduciendo al campo de estudio dos herramientas<br />

heurísticas de gran utilidad y notable relevancia en la cruzada contra ambos<br />

vacíos.<br />

Evitando recaer en meras “narraciones densas” de poco contenido explicativo,<br />

los autores recrean la historia partidaria de las diferentes organizaciones bajo estudio,<br />

identificando sus causas de origen, la forma de su institucionalización, y el<br />

núcleo central de su organización, factores importantes al momento de dar cuenta,<br />

de modo científico, de los múltiples motivos y caracteres de su construcción y<br />

desarrollo.<br />

Finalmente, si bien se anexa en último término un Post Scriptum a fin de actualizar<br />

al lector respecto de la situación coyuntural atravesada por cada uno de los<br />

ocho partidos relevados al momento de cerrar la confección <strong>del</strong> libro, su alcance<br />

se extiende mucho más allá <strong>del</strong> solo intento de reseñar el sendero recorrido por<br />

aquellos en sus escenarios respectivos. Por el contrario, pretende, y ciertamente<br />

consigue, brindar una lectura interpretativa de los motivos y condiciones específicas<br />

de su aparición y crecimiento, a modo individual y extensivo primero, pero<br />

comparado e intensivo después, sobre la base de una matriz interrelacionada de<br />

factores explicativos de influencia variada para cada caso, que permite valorar la<br />

multicausalidad implicada en los momentos originario e institucionalizador.<br />

Un novedoso y fructífero marco teórico-conceptual explicativo de análisis, junto<br />

con un amplio y consistente trabajo empírico aplicado sobre la izquierda partidaria<br />

de extracción reciente, constituye la combinación explosiva de esta obra, esfuerzo<br />

a incorporar y también a continuar por todo cientista social comprometido<br />

con este área <strong>del</strong> conocimiento.


<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / reseñas / diciembre 2008<br />

175


Libro: ¿Qué hacer con las universidades?<br />

Alain Renaut<br />

UNSA� EDITA, Universidad Nacional de San �artín, Buenos Aires, 2008. (71 pp.).<br />

Clara Ruvituso<br />

Secretaria <strong>del</strong> Observatorio de Educación Superior de la UNSA�<br />

“La universidad debe readquirir la unidad de espíritu que ha perdido por inadaptación<br />

a la época y al medio; y debe, a su vez, infundir e todos los que la<br />

frecuenten –profesores, alumnos, oyentes– esa cultura general que refluirá toda<br />

sobre la sociedad cuya ideología aspira a representar” 1 (José Ingenieros, 19<strong>16</strong>).<br />

En cada época, la educación no cesó de requerir una vasta y profunda reflexión<br />

sobre sí misma y la filosofía no ha dejado de sentirse concernida por esta convocatoria.<br />

Con el sugerente título ¿Qué hacer con las universidades?, el filósofo francés<br />

Alain Renaut invita a renovar el espíritu crítico de la filosofía a través <strong>del</strong> desarrollo<br />

de lo que denomina una “filosofía política aplicada a la universidad”. Esta<br />

perspectiva implica retomar la cuestión central de la crisis de “modernización”<br />

en la que se encuentra inmersa, indicando, a su vez, vías de salidas posibles en<br />

el marco de las actuales sociedades democráticas. A lo largo de los seis capítulos<br />

que componen el libro, la crisis de la universidad francesa es comprendida a la luz<br />

de la importancia de su origen medieval y de sus transformaciones históricas. Su<br />

especificidad muestra para Renaut las consecuencias de una crisis de largo plazo,<br />

cuando la universidad medieval debió enfrentarse a las exigencias de la dinámica<br />

global de la modernidad democrática de finales <strong>del</strong> siglo XVIII. Mientras en<br />

Francia las universidades eran suprimidas durante más de un siglo dando lugar al<br />

desarrollo de las grandes escuelas profesionales 2 , <strong>del</strong> otro lado <strong>del</strong> Rin, el mo<strong>del</strong>o<br />

humboldtiano salvó con extraordinario éxito a la universidad de su desaparición,<br />

recreando las funciones heredadas <strong>del</strong> mundo medieval a la luz de los imperativos<br />

de la modernidad. Las posteriores reformulaciones <strong>del</strong> mo<strong>del</strong>o alemán para<br />

superar las exigencias de los nuevos tiempos no ofrecieron soluciones a la crisis;<br />

en este sentido, la miseria presente de la universidad francesa exige formular las<br />

propias respuestas.<br />

En el primer capítulo de la obra, Renaut da cuenta de la perspectiva general de<br />

este análisis, centrada en las dificultades que la universidad francesa encontró,<br />

desde el inicio de la modernidad, en el intento de superar los cuestionamientos<br />

sobre su capacidad de asumir los valores de igualdad y libertad exigidos por la<br />

modernización. Pero antes de presentar en toda su complejidad lo que significó<br />

para Francia el enfrentamiento con la modernidad, Renaut examina, en el capítulo<br />

dos, la situación actual de la crisis universitaria a través de datos institucionales,<br />

demográficos y político-económicos. En este capítulo se recalca la “miseria” en<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / reseñas / diciembre 2008<br />

177


que la universidad se encuentra inmersa, en competencia con las grandes escuelas<br />

que convocan un número mucho menor de estudiantes seleccionados y reciben la<br />

mayoría <strong>del</strong> presupuesto asumiendo la función, que antes correspondía a la universidad,<br />

de reclutar a la elite. La universidad, por el contrario, está abierta al ingreso<br />

irrestricto de todo bachiller y ha aumentado el número de sus estudiantes sin encontrar<br />

una función que le sea propia. La concentración en el área de humanidades<br />

y la masividad de la convocatoria constituyen, para Renaut, datos centrales para el<br />

análisis, que moldearán, al final de este texto, posibles caminos para su solución.<br />

Antes de pensar los caminos que pudieran conducir a salir de la crisis, el siguiente<br />

capítulo da cuenta <strong>del</strong> concepto de universidad en el que fundamenta su análisis.<br />

Esta noción se desprende de lo que ha sido el desarrollo de la universidad desde el<br />

siglo XIII en dos momentos claves, el origen medieval y su reformulación sobre<br />

nuevas bases a fines <strong>del</strong> siglo XVIII a partir <strong>del</strong> mo<strong>del</strong>o humboldtiano. Lo extraordinario<br />

de la refundación modernizante de la universidad que inició Wilhelm von<br />

Humboldt fue conseguir preservar la esfera <strong>del</strong> “saber puro” incluyendo, a su vez,<br />

una perspectiva “práctica” en la convicción según la cual el saber constituido de<br />

manera libre y autónoma “forma” lo humano en el hombre. De este modo, Alemania<br />

lograba preservar a la universidad como ámbito de enseñanza, investigación y<br />

reclutamiento de las elites, contra los riesgos de su disolución a favor de las escuelas<br />

superiores especializadas. Este fascinante mo<strong>del</strong>o, que sirvió como base para<br />

la construcción de universidades en todo el mundo, es retomado por Renaut con el<br />

fin de reflexionar sobre su capacidad de enfrentar la actual realidad universitaria.<br />

En el capítulo cuatro, “Olvidar Berlín”, nuestro autor comprende esta cuestión a<br />

través de un análisis crítico de dos reformulaciones que la filosofía alemana ensayó<br />

como soluciones de la crisis <strong>del</strong> idealismo, la de Jürgen Habermas y Jürgen<br />

Mittelstrass. La solución planteada por Habermas a la crisis <strong>del</strong> mo<strong>del</strong>o idealista<br />

se basó en el reemplazo <strong>del</strong> árbitro <strong>del</strong> “conflicto de las facultades”, planteado por<br />

Kant en 1798 como función de la filosofía. Para el Habermas de los años sesenta,<br />

esta función debía pasar a las ciencias humanas, garantes de una nueva reflexibilidad<br />

y constitutivas de una nueva instancia formadora.<br />

La concepción habermasiana es rechazada por Renaut. Por un lado, porque la<br />

sustitución de la filosofía por las ciencias humanas no garantiza que puedan volver<br />

a generarse nuevos dogmatismos y, por otro, deja intacto –después <strong>del</strong> paso<br />

de un siglo y medio de historia– casi la totalidad <strong>del</strong> edificio humboldtiano-kantiano<br />

para una universidad que ha cambiado tanto en términos de organización<br />

administrativa y demográfica como disciplinar. Luego de esta crítica, Renaut pasa<br />

a analizar el debate alemán contemporáneo retomando las ideas de Mittelstrass.<br />

Para este especialista alemán, la universidad de masas y los actuales imperativos<br />

de profesionalización han desmoronado el mito humboldtiano de unidad de ciencia<br />

e investigación como “formación”. Mittelstrass critica las transformaciones<br />

que profesionalizaron los primeros ciclos universitarios, defendiendo una solución<br />

inversa: la deportación de una serie de carreras profesionales y técnicas fuera de la<br />

universidad hacia las escuelas superiores. Para Mittelstrass, esta solución dejaría<br />

el espacio universitario libre de la demasía de estudiantes para reorganizar sus


tareas específicas: la formación de elites sabias a través de la unión entre enseñanza<br />

e investigación. Renaut critica severamente esta opción, sosteniendo que<br />

esta “cura de a<strong>del</strong>gazamiento” estaría renunciando a un desarrollo que lleva más<br />

de cuarenta años, el que hizo posible que más estudiantes accedan a la formación<br />

universitaria; al tiempo que una evacuación de tal envergadura no estaría dando<br />

una respuesta satisfactoria a una mayoría de estudiantes que están interesados<br />

en una formación humanística, sin interés prioritario en la profesionalización. La<br />

masividad y la inquietud literaria es una experiencia cultural que para Renaut no<br />

debería ser descuidada.<br />

Descartadas las alternativas alemanas, Renaut vuelve a la especificidad francesa<br />

en el capítulo cinco. La crisis <strong>del</strong> sistema francés tiene su origen en el prolongado<br />

vacío que generó la supresión de la universidad por parte de la Convención en<br />

1793, medida sostenida por los diferentes gobiernos durante más de un siglo hasta<br />

la ley <strong>del</strong> 10 julio de 1896 durante la Tercera República. Esta supresión motivó<br />

el desarrollo de las grandes escuelas con un vigor sin equivalente en el mundo,<br />

en ellas se concentró desde entonces la vida cultural y científica de la nación,<br />

así como el reclutamiento de las elites. La universidad francesa convive desde<br />

su reapertura con el dispositivo de las grandes escuelas, este sistema dual genera<br />

competencias desiguales y un desfasaje creciente en la búsqueda de funciones propias<br />

para la universidad. A través de este esquema Renaut llega a una conclusión<br />

que puede sorprendernos por la gravedad <strong>del</strong> diagnóstico. Si la crisis <strong>del</strong> 68 fue<br />

fuerte en el imperativo de democratización interna y apertura, no ponía en duda<br />

que la universidad cumplía con cierto número de funciones sociales; en cambio, la<br />

universidad actual, sin funciones propias, con bajo presupuesto y una marea de estudiantes<br />

concentrados en todos sus ciclos, enfrenta una crisis que, “sin estruendo<br />

ni explosión”, pone en cuestión su propia existencia.<br />

Lejos de quedar paralizado ante semejante cuadro, Renaut culmina este texto<br />

con una propuesta que invita a refundar las funciones universitarias a partir de<br />

una opción que realza los rasgos positivos que tanto la masividad como la demanda<br />

por las humanidades constituyen para la modernización de la universidad,<br />

marcando un fuerte rechazo a las propuestas que intentaron saldar la crisis con el<br />

vaciamiento de la universidad o la profesionalización de los estudios. Nuestro autor<br />

propone entonces una serie de transformaciones: contra la profesionalización<br />

de los primeros ciclos, los tres primeros años deberían dispensar una “formación<br />

general” considerada indispensable para el dominio de una disciplina. A este primer<br />

ciclo le seguirían dos años consagrados a la adquisición de los fundamentos<br />

disciplinares, para culminar con una profesionalización fuerte en el tercer ciclo<br />

que trataría de hacer que las ofertas de formación se encuentren suficientemente<br />

diversificadas. La libertad de acceso al complemento de cultura general que significaría<br />

este primer ciclo, ofrece las mejores oportunidades para seguir el camino<br />

de la especialización en las diferentes disciplinas con una base sólida y plural.<br />

Además de preámbulo para la especialización, la formación general dispensada<br />

por la universidad a una población cada vez más vasta, dotaría a la universidad de<br />

una misión esencial en la vida de la democracia: la reducción de las desigualdades<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / reseñas / diciembre 2008<br />

179


culturales. La universidad así reestructurada, sin atacar a las grandes escuelas ni<br />

exigir inversiones imposibles, lograría ser parte <strong>del</strong> saber de una época, en un<br />

devenir cultural, plural y abierto, constituyendo el soporte de una sociedad más<br />

democrática e igualitaria.<br />

El libro de Renaut proporciona un punto de vista que, en el medio de fuegos<br />

cruzados entre especialistas y funcionarios, vuelve a retomar el análisis de la universidad<br />

desde la filosofía que, en tanto acompañó las reflexiones fundamentales<br />

sobre sus transformaciones, tiene mucho que decirnos sobre cómo pensar los dilemas<br />

y crisis contemporáneos. No ha de sorprendernos entonces la similitud que<br />

encuentran las propuestas que Renaut planteaba en el año 2002 en Francia, con los<br />

postulados que enfatizaba José Ingenieros para la modernización de la universidad<br />

argentina en 19<strong>16</strong>. Ambos filósofos, activos en el devenir de la universidad en<br />

épocas y países diferentes, rechazaron su devenir en mera profesionalización y en<br />

la técnica, y postularon que la universidad tiene la misión fundamental de fijar los<br />

principios que permitan organizar la cultura superior al servicio de las sociedades<br />

democráticas contemporáneas de sus respectivos tiempos.<br />

¿Qué hacer con las universidades? es, pues, un aporte fundamental al debate<br />

universitario abierto en la cultura occidental hace más de dos siglos con el cual<br />

estamos destinados, por su profundidad y cercanía, a dialogar.<br />

Referencias<br />

1. En J. INGENIEROS, La universidad <strong>del</strong> porvenir y otros escritos, Buenos Aires, Ediciones<br />

Meridión, 1957.<br />

2. El sistema de educación superior francés está constituido por ochenta y siete establecimientos<br />

estrictamente catalogados como “universidades” y noventa y dos Institutos Universitarios de<br />

Tecnología (IUT) que corresponden a la parte que no incluye ni a las grandes escuelas (grandes écoles)<br />

ni a las denominadas secciones de técnico superior (STS). Las universidades francesas se caracterizan<br />

por ser abiertas y gratuitas, de modo que todo poseedor de bachillerato puede acceder a los estudios<br />

universitarios. Las grandes escuelas, creadas a finales <strong>del</strong> siglo XVIII paralelamente al sistema<br />

universitario, ofrecen una enseñanza profesionalizada de muy alto nivel con una rigurosa selección<br />

para el ingreso que incluye la aprobación de clases preparatorias de dos o tres años de duración.


<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / reseñas / diciembre 2008<br />

181


Libro: Historia reciente: perspectivas y desafíos para un campo en<br />

construcción<br />

�arina Franco – Florencia Levín (comps.)<br />

Editorial Paidós, Buenos Aires, 2007. (352 pp.)<br />

Mariángeles Zapata<br />

UNNOBA<br />

mariangeleszp_84@yahoo.com.ar<br />

En nuestro país la preocupación académica y la demanda social por abordar e<br />

interpretar el pasado reciente, convirtiéndolo en campo de estudio, se ha acrecentado<br />

en los últimos tiempos. De ello da cuenta el incremento en el número de jornadas,<br />

congresos y publicaciones abocados a esta temática. Sin embargo, debido<br />

a que es un margen muy <strong>del</strong>gado el que separa a este pretérito <strong>del</strong> presente en el<br />

que transcurren nuestras vidas, interpretarlo implica problematizarlo, reconocerlo<br />

como un “pasado que no pasa”, un tiempo que apela a la subjetividad de lo vivido,<br />

que por ser tan cercano, genera tanto pasiones como odios o rencores, aunque<br />

también indiferencias.<br />

Partiendo de estas premisas, el trabajo de compilación de las historiadoras Marina<br />

Franco y Florencia Levín, se propone generar un espacio de debate y reflexión<br />

sobre este nuevo campo que, denominado de diferentes maneras –historia <strong>del</strong> presente,<br />

historia muy contemporánea, historia de nuestros tiempos, historia reciente,<br />

etc.– ha convertido al pasado cercano en un objeto legítimo de investigación para<br />

ser abordado por los cientistas sociales, y propicio, a su vez, para ser interpelado<br />

a partir de un enfoque interdisciplinario, capaz de enriquecer y complejizar su<br />

comprensión. No obstante esta ventaja, la Historia Reciente –tomando de esas<br />

denominaciones la más usual– por representar un campo historiográfico todavía<br />

en ciernes requiere, para su abordaje, de amplios <strong>debates</strong> tanto epistemológicos y<br />

metodológicos, como éticos y políticos, capaces de impulsar su eficaz desarrollo.<br />

Con el objetivo de contribuir a este debate, el libro se compone de una serie de trabajos,<br />

que desde diferentes autorías y disciplinas sociales, abordan tanto las cuestiones<br />

metodológicas y conceptuales, como las éticas y políticas que, consideran,<br />

se deben tener en cuenta a la hora de historizar e interpretar el pasado cercano.<br />

Si bien el mismo se halla organizado en tres partes, determinadas cada una de ellas<br />

por una temática matriz: problemáticas conceptuales e historiográficas, en la<br />

primera; acercamientos metodológicos y cuestiones ético-políticas, en la segunda<br />

y, finalmente la relación entre pasado cercano y sociedad actual, en la tercera; hay<br />

cuestiones que son comunes y transversales a todos los artículos que forman parte<br />

de él. De esta manera, conceptos como “memoria”, “trauma”, “verdad” y “justicia”<br />

se presentan como ejes vertebradores de esta obra colectiva.<br />

La primera parte está conformada por cuatro artículos. El primero de ellos, “El<br />

pasado cercano en clave historiográfica”, elaborado por las propias compiladoras,<br />

consiste en una puesta en discusión de la Historia Reciente como disciplina<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / reseñas / diciembre 2008<br />

183


historiográfica, en proceso aún de construcción y consolidación, por lo cual trata<br />

de abordar, desde una perspectiva analítica su posicionamiento e inserción en el<br />

campo académico. Para ello da cuenta, por un lado, de las objeciones y críticas<br />

que desde éste ámbito le han sido formuladas al abordaje <strong>del</strong> pasado cercano, y<br />

por otro lado, de los fundamentos metodológicos utilizados por los propios cientistas<br />

sociales abocados al estudio de esta disciplina; asimismo la íntima relación<br />

existente entre la historia reciente y el pasado traumático, por un lado, y las demandas<br />

sociales que recaen sobre ella, exigiéndole su aporte en aras de contribuir<br />

a la verdad y la justicia, por el otro, llevan a las autoras a poner en primer plano<br />

la correlación entre este campo con los conceptos de “memoria” y “testimonio”.<br />

Por último, el texto aporta una mirada prospectiva sobre el lugar de la Historia Reciente<br />

en el campo historiográfico, desde sus posibilidades de legitimación como<br />

objeto de estudio específico, hasta lo fructífero de la interdisciplinariedad como<br />

forma de abordaje <strong>del</strong> mismo.<br />

El segundo artículo “Historia y memoria. Notas sobre un debate” corresponde<br />

a la autoría <strong>del</strong> historiador italiano Enzo Traverso, quien basando su análisis en<br />

las relaciones entre historia y memoria, coteja los hechos traumáticos <strong>del</strong> pasado<br />

reciente –desde la Shoá hasta el terrorismo de Estado argentino– y la forma en<br />

que han sido y son resignificados e incorporados a la memoria colectiva en el<br />

presente. Esto lo lleva a plantear el peligro que puede significar –y ha significado<br />

en algunos casos– la reificación de ese pasado por la posibilidad que encierra de<br />

cosificar o convertir a la memoria en un producto de consumo. Por último, su<br />

trabajo pone en evidencia, al igual que el resto de los artículos que forman parte<br />

de esta compilación, los lazos estrechos que unen los conceptos de historia y memoria<br />

con los de “verdad” y “justicia”, lo cual vincula al estudio de este pasado<br />

cercano, por el hecho de haber sido tan traumático, con la noción de deber cívico<br />

y político, haciendo de la construcción de la memoria un mandato ético. Todas<br />

estas consideraciones son atravesadas por una permanente introspección sobre la<br />

incidencia <strong>del</strong> historiador en este proceso de construcción <strong>del</strong> saber histórico y de<br />

la memoria colectiva.<br />

El tercero de los artículos, “Historia reciente de los pasados traumáticos. Desde<br />

los fascismos y colaboracionismos europeos a la historia de la última dictadura<br />

argentina”, es obra de otro historiador, Daniel Lvovich, quien se aboca a analizar,<br />

de manera más amplia y exhaustiva los modos de construcción de la memoria<br />

colectiva en los diferentes países que comparten el hecho de haber vivenciado un<br />

pasado traumático.<br />

A partir de una comparación entre los casos de Italia, Francia y Alemania, entre<br />

sí y de un cotejo entre estos tres países en general, con el terrorismo aplicado por la<br />

última dictadura en Argentina, el trabajo busca y logra mostrar las resignificaciones<br />

que cobra el pasado a partir de un presente, que se expresa y legitima a sí mismo<br />

interpelándolo. Teniendo en cuenta que en este proceso de interpelación intervienen<br />

tanto los <strong>debates</strong> intelectuales como las elaboraciones de las distintas memorias<br />

en pugna sobre ese pasado y la producción historiográfica, Lvovich considera las<br />

formas en que en cada uno de estos países estas diversas instancias se vincularon.


No obstante, su planteo no se agota en los alcances de esta interpelación, sino<br />

que bucea, sobre todo para lo que concierne al caso argentino, en sus limitaciones<br />

y desafíos a futuro, brindando desde la perspectiva historiográfica un conjunto<br />

de claves interpretativas y metodológicas para el abordaje de la historia reciente,<br />

como campo específico de estudio.<br />

Esta primera parte <strong>del</strong> libro se cierra con el trabajo <strong>del</strong> historiador Roberto Pittaluga<br />

“Miradas sobre el pasado reciente argentino. Las escrituras entorno a la militancia<br />

setentista”, en el cual el autor hace un recorrido historiográfico por un tema<br />

que durante mucho tiempo permaneció ausente como objeto de estudio de la disciplina<br />

histórica, para luego convertirse en una de las temáticas más recurrentes de la<br />

historia reciente. Así, Pittaluga expone, en clave analítica, los factores que durante<br />

la década que siguió al retorno de la democracia, contribuyeron a invisibilizar o<br />

soslayar, en el campo académico e historiográfico, el pasado inmediato de los años<br />

sesenta y setenta; luego, a la inversa, da cuenta de las posibles causas que llevaron,<br />

desde mediados de los ’90, a abordar la temática de la militancia setentista desde<br />

diferentes perspectivas: historia, literatura, memorias, autobiografías de los propios<br />

militantes, etc. De esta manera, su trabajo permite vislumbrar y comprender<br />

los diferentes modos en que este pasado ha sido resignificado desde el presente, y<br />

las ambigüedades que estas interpelaciones aún conllevan en el tratamiento, sobre<br />

todo, de las figuras de los desaparecidos, cuya categorización binaria antagónica, o<br />

“víctima” o “mártir”, muchas veces ocluye la necesidad de un análisis más crítico<br />

y complejo.<br />

La segunda parte <strong>del</strong> libro, cuyo eje articulador es el tratamiento e interrelación<br />

entre los aspectos éticos, políticos y metodológicos, que se presentan a los cientistas<br />

sociales al momento de abordar una investigación, consta de cuatro artículos,<br />

provenientes de diferentes disciplinas sociales: historia, antropología, filosofía y<br />

comunicación.<br />

El primero de ellos, “Aportes y problemas de los testimonios en la reconstrucción<br />

<strong>del</strong> pasado reciente en la Argentina” es el trabajo de la historiadora Vera Carnovale<br />

quien, partiendo de un ejemplo concreto <strong>del</strong> testimonio de quien fuera un militante<br />

<strong>del</strong> PRT-ERP, da cuenta de los alcances, limitaciones y cuidados que conlleva el<br />

uso metodológico de la historia oral en el tratamiento <strong>del</strong> pasado reciente. Este<br />

trabajo muestra que, si bien los testimonios orales se presentan como una fuente<br />

indispensable para el abordaje de la historia reciente, contraponer a estas memorias<br />

un análisis crítico es una tarea ineludible por parte <strong>del</strong> investigador. Asimismo,<br />

dado que todas estas consideraciones metodológicas se encuentran atravesadas<br />

por otras de orden ético y político, la autora advierte acerca de la empatía que<br />

puede significar estar frente al testimonio que <strong>del</strong>ata un pasado traumático vivido<br />

en primera persona, así como de la necesidad de un abordaje más sistemático <strong>del</strong><br />

pasado cercano con el fin de “interpelar a la sociedad en su conjunto para poder<br />

dar cuenta de las responsabilidades colectivas en la instalación y funcionamiento<br />

<strong>del</strong> aparato terrorista” (p.178).<br />

El segundo trabajo “Etnografía de los archivos de la represión en la Argentina”<br />

proviene <strong>del</strong> campo de la antropología cultural, y en él su autora, Ludmila Catela<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / reseñas / diciembre 2008<br />

185


Da Silva realiza un reconto descriptivo y analítico, a su vez, de la disponibilidad<br />

de fuentes documentales de la represión y de las posibilidades de acceso a ellas,<br />

así como también de los <strong>debates</strong> metodológicos que entorno a ellas se generan. La<br />

autora analiza por un lado las riquezas y limitaciones de esas fuentes para su tratamiento<br />

metodológico, y por otro, advierte sobre las expectativas sociales que se<br />

desprenden <strong>del</strong> uso público de estos archivos, ya que se los suele considerar como<br />

depositorios o baluartes de verdad y generadores de justicia per se, sin considerar<br />

que esos documentos fueron construidos por los mismos agentes de la represión,<br />

por lo cual se los deberá cotejar con otros testimonios, para poder, de esta forma<br />

dar cuenta de una manera más crítica y compleja de ese pasado traumático.<br />

Seguidamente, en esta segunda sección <strong>del</strong> libro se halla el artículo de la historiadora<br />

Hilda Sabato “Saberes y pasiones <strong>del</strong> historiador. Apuntes en primera<br />

persona”. Este artículo, narrado por la autora en primera persona, da cuenta de los<br />

avatares que conlleva el trabajo <strong>del</strong> historiador abocado a los estudios de historia<br />

reciente. Analiza cómo su propia subjetividad y anclaje ideológico se entrecruzan<br />

con las relaciones propias entre historia y memoria en el proceso de construcción<br />

de una conciencia histórica y de una memoria colectiva, y cómo en este entrecruzamiento<br />

interviene también el factor ético y político. Todas estas consideraciones<br />

llevan a la autora a preguntarse cómo y hasta qué punto el historiador puede controlar<br />

“sus pasiones presentes (políticas, ideológicas, culturales) que orientan sus<br />

preguntas a la hora de generar las respuestas, de producir resultados” (p.231).<br />

Esta segunda parte <strong>del</strong> libro culmina con el artículo de Alejandro Kaufman “Los<br />

desaparecidos, lo indecidible y la crisis. Memoria y ethos en la Argentina <strong>del</strong> presente”.<br />

Kaufman analiza la desaparición como un concepto y condición que al<br />

estar cargado de indeterminación, por estar fuera de las condiciones binarias esenciales<br />

<strong>del</strong> ser humano –la vida y la muerte– se traduce en algo completamente<br />

indecidible. El eje que recorre este trabajo consiste en la postulación de la imposibilidad<br />

de generar una memoria histórica y epistémica de la inconmensurabilidad<br />

y singularidad que representaron la Shoá y el terrorismo de Estado en Argentina,<br />

soslayando el valor de los testimonios morales y anamnéticos de las figuras de los<br />

sobrevivientes de ambos pasados traumáticos. De esta manera, estos testimonios,<br />

al estar atravesados por un ethos tan fuerte, se convierten en piezas únicas, singulares<br />

e incomparables por sí mismas, capaces de volver falaz cualquier atisbo de<br />

discordia entre historia y memoria.<br />

La tercera y última parte de esta compilación está compuesta por tres trabajos,<br />

que provenientes de tres disciplinas diferentes (ciencias de la educación, sociología<br />

y antropología cultural), comparten en común la temática de indagar en<br />

la relación entre la historia reciente y la sociedad civil posdictatorial, postulando<br />

a través de un exhaustivo análisis las resignificaciones, discursos y miradas que<br />

conviven e interactúan en la interpelación de ese pasado, en distintas esferas <strong>del</strong><br />

campo social.<br />

El primero de ellos, “Entradas educativas en los lugares de la memoria”, que<br />

corresponde a la autoría de Silvia Finocchio, se aboca al análisis de las diferentes<br />

formas en que el pasado traumático de la última dictadura militar ha sido


abordado en el ámbito de la educación formal, específicamente en la enseñanza<br />

escolar de la historia, desde el retorno de la democracia hasta nuestros días. A<br />

partir de un somero pero rico esbozo sobre la conformación y modos de abordaje<br />

de la disciplina histórica en la historia escolar, la autora plantea los avances de los<br />

programas educativos, en la última década, en cuanto han sido capaces de incluir<br />

el tratamiento de la historia reciente, pero advierte acerca de la fragilidad y dificultad<br />

que esta tarea conlleva en el campo de la praxis, a la hora de transmitirlos<br />

a los alumnos. De esta manera, el artículo permite vislumbrar cuáles son los retos<br />

que enfrenta hoy la escuela ante la enseñanza de la historia en general, y ante los<br />

lugares de memoria, en particular; al mismo tiempo aporta posibles caminos para<br />

repensar las formas de abordaje <strong>del</strong> pasado reciente en las escuelas, para que en<br />

efecto éstas dejen de ser una “máquina imponente de memoria institucionalizada”<br />

(p.274).<br />

El artículo siguiente, titulado “Historias próximas, historias lejanas. Usos sociales<br />

de las distancias temporales en la organización de las experiencias sobre<br />

el pasado: el caso <strong>del</strong> servicio de psiquiatría <strong>del</strong> Lanús” pertenece a Sergio<br />

Visacovsky. A partir de un estudio etnográfico, anclado en el campo de la antropología<br />

cultural, el autor se sumerge en el análisis de un caso ejemplar: las formas<br />

en que los actores sociales de una institución, separados entre sí por condicionantes<br />

generacionales, etarios y por la forma en que conciben su propia historia y la<br />

de la institución a la que pertenecen, el ‘Lanús’, resignifican el pasado cercano<br />

traumático como modo de validar o legitimar sus percepciones <strong>del</strong> propio presente.<br />

Así, a partir de este trabajo, Visacosvky da cuenta de un hecho, muchas veces<br />

invisibilizado en el campo historiográfico: la coexistencia de una doble perspectiva<br />

o escala de análisis, subyacente en todo abordaje teórico: la <strong>del</strong> investigador<br />

y la de los propios actores estudiados, quienes a su vez, presentan o crean una<br />

pluralidad de significantes y significados diferentes, más aún cuando se trata <strong>del</strong><br />

abordaje de la historia reciente. Esto a su vez da cuenta de que las conceptualizaciones<br />

o usos sociales de las distancias temporales, no son ahistóricas o naturales,<br />

sino que responden a una determinada concepción de la realidad social, y a fines<br />

político-ideológicos concretos. Los <strong>debates</strong>, posicionamientos y revalidaciones<br />

<strong>del</strong> pasado, efectuados por integrantes <strong>del</strong> servicio de psiquiatría <strong>del</strong> ‘Lanús’, estudiados<br />

por el autor, permiten ejemplificar perfectamente estos procesos.<br />

Finalmente, el último artículo “La conflictiva y nunca acabada mirada sobre<br />

el pasado” de la socióloga Elizabeth Jelin, bucea en forma comparativa, a partir<br />

<strong>del</strong> caso alemán y de los casos <strong>del</strong> Cono Sur, en los modos en que ha sido construida<br />

la memoria colectiva en países que han atravesado pasados traumáticos, y<br />

las tensiones entre estas memorias y otros sentidos <strong>del</strong> pasado, construidos por<br />

diferentes actores e instituciones. Dado que el pasado no es algo inmóvil y cerrado<br />

en el tiempo, sino que por el contrario, se halla permanentemente resignificado e<br />

interpelado por el presente, la autora sostiene que los procesos de construcción<br />

de memorias se presentan como eternamente inacabados, sujetos a ser revisados<br />

una y otra vez, desde el presente y los posibles futuros. A su vez, Jelin, sugiere<br />

interesantes herramientas conceptuales y sendos interrogantes para acceder a la<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / reseñas / diciembre 2008<br />

187


comprensión <strong>del</strong> modo en que las memorias de este pasado cercano han sido<br />

elaboradas a lo largo <strong>del</strong> tiempo.<br />

Como corolario, se puede sostener que si bien al pasado reciente –como a cualquier<br />

otro pasado– sólo se puede acceder asintóticamente, a partir <strong>del</strong> cotejo de<br />

diferentes fuentes, como ha sido planteado por todos los autores que conforman<br />

este libro, su abordaje es indispensable para toda sociedad, especialmente para<br />

aquellas que han vivenciado procesos traumáticos, como es el caso de nuestro<br />

país. En este sentido, y como quedó plasmado en todos los artículos, el abordaje<br />

de la historia reciente no se puede deslindar de una cuestión ética y moral. De<br />

aquí también emana la importancia de la consolidación de la Historia Reciente<br />

como campo de estudio específico. Por todo ello, este libro representa un aporte<br />

insoslayable para quien desee indagar en este período de la historia.


<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / reseñas / diciembre 2008<br />

189


Convocatoria<br />

Temas y Debates es una publicación académica, editada por la Facultad de Ciencia<br />

Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario, que recoge<br />

colaboraciones de las diversas disciplinas de las ciencias sociales, es editada de manera<br />

semestral y recibe los siguientes tipos de trabajos:<br />

- Artículos de investigación: deberán ser textos originales.<br />

- Comunicaciones y estados <strong>del</strong> arte.<br />

- Reseñas.<br />

Los trabajos con pedido de publicación deben ser inéditos en español y observar las<br />

siguientes normas:<br />

1. Presentar una nota con pedido de publicación dirigida al Comité de Redacción, que<br />

incluya, el título <strong>del</strong> trabajo, los datos completos <strong>del</strong> autor (nombre y apellido, máximo<br />

grado académico alcanzado), la pertenencia institucional, la dirección postal, el número de<br />

teléfono y el correo electrónico.<br />

2. Deben presentarse dos (2) copias impresas, que no contengan los datos <strong>del</strong> autor para<br />

garantizar el anonimato de la evaluación. Asimismo, debe presentarse en CD o vía correo<br />

electrónico el texto con los datos completos <strong>del</strong> autor. Las copias impresas deberán ser<br />

enviadas a la dirección que se indica al final.<br />

3. Extensión de los trabajos: máximo 65.000 caracteres para artículos, 25.000 caracteres<br />

para notas y comunicaciones y 10.000 caracteres para reseñas bibliográficas. Los trabajos<br />

deben presentarse en hoja A4 (297 x 210 mmm), a espacio y medio, con márgenes de 3 cm.<br />

Deben ser digitados en fuente Times New Roman tamaño 12.<br />

4. Los cuadros y gráficos se incluirán en hojas separadas <strong>del</strong> texto, numerados y titulados,<br />

haciendo referencia a su ubicación en el texto.<br />

5. Citas y Referencias: Para las citas se utilizará el sistema Harvard (Apellido <strong>del</strong> autor, año<br />

de edición: número de página si correspondiere) en el cuerpo <strong>del</strong> texto. Ejemplo: (Bourdieu,<br />

2000:23). Las notas ampliatorias o aclaratorias deberán enumerarse correlativamente a pie<br />

de página.<br />

6. La Bibliografía deberá ser ordenada alfabéticamente por autor, al final <strong>del</strong> artículo, y<br />

deberá contener los siguientes datos en este orden: a) iniciales de los nombres y apellido<br />

<strong>del</strong> autor (en mayúsculas); b) año de edición, entre paréntesis; c) título de la obra (en<br />

bastardilla); d) lugar de edición; e) casa editorial; f) volumen, tomo; g) en el caso de artículos<br />

de revistas, el título de estas últimas se incluirá en bastardilla y el título <strong>del</strong> artículo en letra<br />

normal, entre comillas separados entre comas.


Ejemplos:<br />

- Para libros:<br />

P. BOURDIEU (2000), Las estructuras sociales de la economía, Buenos Aires, �anantial.<br />

- Para capítulos de libro:<br />

�. DIA�OND (1996), “El Federalista” en L. STRAUSS y J. CROPSEY (comp.) Historia de la<br />

Filosofía Política, �éxico, Fondo de Cultura Económica.<br />

- Para artículos de revistas:<br />

J. �. GÓ�EZ (1997), “Globalização da política. �itos, realidades e dilemas”, en Praia Bermelha,<br />

Río de Janeiro, Vol. I, Nº 1.<br />

- Para la Web:<br />

Citar los datos según se trate de un libro, artículo de libro, revista o artículo de diario o<br />

periódico. Incluir la fecha de publicación electrónica, la fecha de la última actualización<br />

disponible, y la fecha en que se accedió al sitio Web y se tomó la cita, así como la dirección<br />

electrónica o URL entre < >.<br />

7. Resumen: El/los autores deberán enviar un resumen de una extensión máxima de 200<br />

palabras (o 1000 caracteres) y las palabras claves, ambos en español e inglés.<br />

Para la aprobación de su publicación los trabajos serán sometidos a la consideración <strong>del</strong><br />

Comité de Redacción y de evaluadores externos.<br />

En caso de ser publicado el artículo, el/los autor/es transfieren todos los derechos de<br />

autor a Temas y Debates, sin cuyo permiso expreso no podrá reproducirse ninguno de los<br />

materiales allí publicados. Asimismo, Temas y Debates, asume los derechos para editar,<br />

publicar, reproducir, distribuir copias, preparar trabajos derivados en papel y/o electrónicos<br />

e incluir el artículo en índices nacionales e internacionales o bases de datos.<br />

Temas y Debates no se hace responsable por los trabajos no publicados ni se obliga a<br />

mantener correspondencia con los autores.<br />

Toda correspondencia debe dirigirse a:<br />

Revista Temas y Debates<br />

Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales<br />

de la Universidad Nacional de Rosario<br />

Riobamba 250 Bis – �onobloc�� 1 – Box Segundo Piso Ala Este<br />

2000 Rosario / ARGENTINA<br />

Correo electrónico: <strong>temas</strong>y<strong>debates</strong>@fcpolit.unr.edu.ar<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / diciembre 2008<br />

191


fundamentos en humanidades<br />

año VIII - número II (<strong>16</strong>) 2007<br />

san luis - argentina<br />

fundamentos en humanidades<br />

sumario / table of contents<br />

artículos / papers<br />

Educación<br />

Paulina Perla Aronson (Instituto de Investigaciones Gino<br />

Germani - UBA - Argentina) • 9<br />

El retorno de la teoría <strong>del</strong> capital humano<br />

The return of human capital theory<br />

Judith Naidorf (UBA - CONICET - Argentina) - Raúl Omar<br />

Ferrero (UTN - Argentina) • 27<br />

La militancia con compromiso. La universidad nacional entre<br />

1966 y 1976<br />

A committed political affiliation at national universities between<br />

1966 and 1976<br />

Adriana Chiroleu (Universidad Nacional de Rosario - CONICET<br />

- Argentina) • 43<br />

Senderos en la niebla: reflexiones acerca <strong>del</strong> cambio en la<br />

universidad<br />

Foggy Pathways: reflections on the changes in University<br />

Fernando Pablo Napoli (UTN - Argentina) • 53<br />

Órganos de Gobierno y toma de decisiones para la gestión<br />

académica de la Educación de Posgrado en la Facultad Regional<br />

Buenos Aires, de la Universidad Tecnológica Nacional<br />

Institutional administration and decision-making process in the<br />

academic area of Postgraduate Education in the Buenos Aires<br />

Regional Faculty of National Technological University<br />

año VIII - número II (<strong>16</strong>) / 2007<br />

5


fundamentos en humanidades<br />

Saada Bentolila - Beatriz Pedranzani - Mónica Clavijo (UNSL<br />

- Argentina) • 67<br />

El campo de la formación universitaria: rasgos y contornos de los<br />

cambios <strong>del</strong> currículum en un contexto de crisis estructural<br />

University education: features of curriculum changes in a context<br />

of structural crisis<br />

Ana I. Medina (UNSL - Argentina) - Elena C. Mazzola (UARG<br />

- Argentina) • 97<br />

Comités de ética - bioética en la institución universitaria: análisis<br />

<strong>del</strong> caso en la Universidad Nacional de San Luis<br />

University ethics/bioethics committees: a case study at San Luis<br />

National University<br />

Carlos Francisco Mazzola (UNSL - Argentina) • 113<br />

La elección directa en la UBA. ¿Puede aportar alguna solución a<br />

la crisis de gobierno?<br />

Direct Election at National University of Buenos Aires (UBA). May<br />

it provide any solution to the university administration crisis?<br />

Psicología<br />

Susana Quiroga - Glenda Cryan (UBA - Argentina) • 127<br />

Resultados <strong>del</strong> Inventario EDI-II en Adolescentes Tardías<br />

Femeninas con Trastornos de la Alimentación. Comparación de<br />

Tratamientos<br />

Outcomes of the eating disorder inventory EDI-II in late female<br />

adolescents with eating disorders. A comparative therapeutic study<br />

María Paula Perarnau - Sara Verónica Fasulo - Adriana<br />

Alejandra García - Roberto Daniel Doña (UNSL - Argentina) • 153<br />

Síndrome premenstrual y trastorno disfórico premenstrual en<br />

estudiantes universitarias adolescentes<br />

Premenstrual Syndrome (PMS) and Premenstrual Dysphoric<br />

Disorder (PMDD) in University Students<br />

6<br />

año VIII - número II (<strong>16</strong>) / 2007<br />

<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / diciembre 2008<br />

193


fundamentos en humanidades<br />

Maria Fernanda Galarsi - Cristina Marrau (UNSL - Argentina) • <strong>16</strong>5<br />

La influencia <strong>del</strong> entorno laboral en el personal no docente de la<br />

Universidad Nacional de San Luis<br />

Influence of Work Environment on Administrative Staff of San<br />

Luis National University<br />

Sergio Mosconi - María Susana Correche - María Fernanda<br />

Rivarola - Fabrizio Penna (UNSL - Argentina) • 183<br />

Aplicación de la técnica de relajación en deportistas para mejorar<br />

su rendimiento<br />

Relaxation technique applied to <strong>16</strong>-year-old sportsmen to<br />

improve their performance<br />

Comunicación<br />

José Luis Jofre (UNSL - Argentina) • 199<br />

Teoría de la Discursividad social. La constitución <strong>del</strong> campo y los<br />

desplazamientos epistemológicos<br />

Theory of social discursivity. The constitution of the field and<br />

epistemological shifts<br />

Adriana <strong>del</strong> Valle Velez - Jackeline Miazzo (UNSL - Argentina) • 223<br />

La modularidad lingüística en un caso con síndrome de down<br />

Linguistic modularity in a down syndrome case<br />

Libros / Books • 235<br />

año VIII - número II (<strong>16</strong>) / 2007<br />

7


<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / diciembre 2008<br />

195


estudios sociales<br />

revista universitaria semestral<br />

Consejo Editorial: Darío Macor (Director), Ricardo Falcón, Eduardo Hourcade,<br />

Enrique Mases, Hugo Quiroga, César Tcach, Darío Roldán.<br />

________________________________________________________<br />

Nº 35 segundo semestre 2008<br />

_________________________________________________________<br />

Artículos<br />

JOSÉ CARLOS CHIARAMONTE: Sobre el uso historiográfico <strong>del</strong> concepto de<br />

Región.<br />

VALENTINA AYROLO: Hombres armados en lucha por poder. Córdoba de la<br />

pos independencia.<br />

NATACHA BACOLLA: Debatiendo sobre lo incierto. La crisis <strong>del</strong> treinta en la<br />

tinta de sus actores e intérpretes.<br />

CÉSAR TCACH: La Unión Nacional Fascista y La página de Italia.<br />

HÉCTOR GHIRETTI: Invención y destrucción <strong>del</strong> Fiscal de la patria. El partido<br />

comunista, su reconstrucción ideológica de la figura de Lisandro de la Torre y la<br />

revisión histórica de la Izquierda Nacional.<br />

RICARDO SIDICARO: Las elites políticas peronistas y la democracia<br />

(1946-1955).<br />

RAANAN REIN Y EFRAIM DAVIDI; Deporte, política y exilio: protestas en Israel<br />

durante la Copa Mundial de Fútbol. (Argentina, 1978)<br />

CRISTIAN BUCHRUCKER: La penetración <strong>del</strong> antisemitismo nazi en la<br />

población <strong>del</strong> Tercer Reich.<br />

- - - - - - - - - -<br />

Estudios sociAlEs, Universidad Nacional <strong>del</strong> Litoral; CC 353, Correo Argentino,<br />

(3000) Santa Fe, Argentina; e-mail: suspia@fcjs.unl.edu.ar<br />

comprAs y suscripcionEs: www.unl.edu.ar/editorial


<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / diciembre 2008<br />

197

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!