temas y debates 16 - Asociación Docente Barrancas del Paraná
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ISSN <strong>16</strong>66-0714<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong><br />
[revista universitaria de ciencias sociales<br />
semestral / año 12 / número <strong>16</strong> / diciembre 2008]
ISSN <strong>16</strong>66-0714<br />
Comité Editorial<br />
Directora<br />
Adriana Chiroleu / U.N. Rosario<br />
Hugo Quiroga / U.N. Rosario<br />
Sandra Valdettaro / U. N. Rosario<br />
Graciela Zubelzú / U.N. Rosario<br />
María Eugenia Garma / U.N. Rosario<br />
Waldo Ansaldi / U. de Buenos Aires<br />
Carlos Borsotti / U.N. Luján<br />
Francisco Delich / U.N. Córdoba<br />
Emilio De Ipola / U. de Buenos aires<br />
Alicia Entel / U. de Buenos Aires<br />
Andrés Fontana / U. de Belgrano<br />
Aníbal Ford / U. de Buenos Aires<br />
Daniel García Delgado / U. de Buenos Aires / FLACSO<br />
Aldo Isuani / U. de Buenos Aires<br />
Carlos Juárez Centeno / U.N. Córdoba<br />
Alfredo Monza / U. de Buenos Aires / FLACSO<br />
Paulo Netto / U. Federal de Río de Janeiro<br />
José Nun / CONICET<br />
Félix Peña / U.N. de Tres de Febrero<br />
Luis Alberto Romero / U. de Buenos Aires<br />
Roberto Russell / U. Torcuato Di Tella<br />
Héctor Schmucler / U.N. Córdoba<br />
Carlos Strasser / Flacso<br />
Emilio Tenti Fanfani / U. de Buenos Aires<br />
Eliseo Verón / U. de San Andrés<br />
Secretaria Técnica<br />
María Elena Nogueira<br />
Corrección<br />
Claudia Voras<br />
Diseño Gráfico<br />
Lorena Arroyo<br />
María Julia Ferrari<br />
Silvia Gastaldo<br />
Eugenia Reboiro
TEMAS Y DEBATES es una revista de periodicidad semestral editada por la Facultad de Ciencia Política<br />
y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario (ISSN <strong>16</strong>66-0714). Tiene como<br />
objetivo principal la difusión de la producción académica en Ciencias Sociales, procurando generar un<br />
ámbito de discusión sobre temáticas propias de esta área de conocimiento a partir de la presentación<br />
de artículos inéditos, seleccionados por el Comité de Redacción con la colaboración de árbitros externos<br />
especialmente convocados para tal fin.<br />
Dirigir correspondencia a: TEMAS Y DEBATES, Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales.<br />
Universidad Nacional de Rosario, Riobamba 250 Bis, �onobloc�� �onobloc�� 1, Box Segundo Piso Ala Este, , 2000<br />
2000<br />
Rosario, Argentina.<br />
Autoridades<br />
FACULTAD DE CIENCIA POLITICA Y RELACIONES INTERNACIONALES<br />
UNIVERSIDAD NACIONAL DE ROSARIO<br />
DECANO: Lic. Fabián Bicciré<br />
VICEDECANA: Lic. Silvia Robin<br />
SECRETARIA ACADE�ICA: Lic. �ercedes Caila<br />
SECRETARIA DE INVESTIGACION Y POSGRADO: Lic. Claudia Voras<br />
SECRETARIO DE PLANIFICACION Y GESTION INSTITUCIONAL: Lic. Franco Bartolacci<br />
SECRETARIA DE EXTENSION: Lic. �aría Inés Suidini<br />
SECRETARIO ESTUDIANTIL: Lic. Pablo Alesandroni<br />
SECRETARIO FINANCIERO: Lic. Oscar Sgrazzutti<br />
DIRECTOR ESCUELA DE CIENCIA POLITICA: �g. V. Gastón �utti<br />
DIRECTORA ESCUELA DE CO�UNICACION SOCIAL: Lic. Elizabeth �artínez de Aguirre<br />
DIRECTOR ESCUELA DE RELACIONES INTERNACIONALES: Lic. Pedro Romero<br />
DIRECTOR ESCUELA DE TRABAJO SOCIAL: �g. Roberto Zampani
ARTICULOS<br />
Argentina, una vez más en la encrucijada<br />
Liliana De Riz<br />
La pérdida de legitimidad de los<br />
partidos políticos argentinos<br />
Ricardo Sidicaro<br />
El Parlamento <strong>del</strong> �ercosur: ¿hacia<br />
un proceso de integración más<br />
democrático?<br />
María Victoria Álvarez<br />
Educación, ciudadanía y democracia.<br />
Análisis en torno al acceso a la<br />
universidad de los sectores sociales<br />
de menores ingresos<br />
María Fernanda Juarros y Alejandra<br />
Martinetto<br />
�enores e inseguridad. Analizando las<br />
“cifras” de la <strong>del</strong>incuencia juvenil en la<br />
ciudad de Rosario<br />
Daniela Polola<br />
Las políticas sensibles al género:<br />
variedades conceptuales y desafíos<br />
de intervención<br />
Ana Laura Rodríguez Gustá<br />
Familia, sexualidad y género en los<br />
años 60. Pensar los cambios desde<br />
la Argentina: desafíos y problemas de<br />
investigación<br />
Isabella Cosse<br />
9<br />
29<br />
49<br />
61<br />
87<br />
109<br />
131<br />
ISSN <strong>16</strong>66-0714<br />
Sumario<br />
CONFERENCIAS<br />
La universidad frente a los desafíos de<br />
la democracia<br />
Alain Renaut<br />
RESEÑAS<br />
La política después de los partidos de<br />
Isidoro Cheres��y (comp.)<br />
Martín Pedro González<br />
Verdades y saberes sobre el marxismo.<br />
Reacciones de una tradición política<br />
ante su “crisis” de Elías Palti<br />
Juan Bautista Lucca<br />
Los senderos de la nueva izquierda<br />
partidaria de Juan Abal �edina<br />
María Laura Eberhardt<br />
¿Qué hacer con las universidades? de<br />
Alain Renaut<br />
Clara Ruvituso<br />
Historia reciente. Perspectivas para<br />
un campo en construcción de �arina<br />
Franco y Florencia Levín<br />
Mariángeles Zapata<br />
153<br />
<strong>16</strong>5<br />
<strong>16</strong>9<br />
173<br />
177<br />
183
artículos<br />
Argentina, una vez más en la encrucijada<br />
Liliana De Riz<br />
La pérdida de legitimidad de los partidos políticos<br />
argentinos<br />
Ricardo Sidicaro<br />
El Parlamento <strong>del</strong> �ercosur: ¿hacia un proceso de<br />
integración más democrático?<br />
María Victoria Álvarez<br />
Educación, ciudadanía y democracia. Análisis en<br />
torno al acceso a la universidad de los sectores<br />
sociales de menores ingresos<br />
María Fernanda Juarros y Alejandra Martinetto<br />
�enores e inseguridad. Analizando las “cifras” de la<br />
<strong>del</strong>incuencia juvenil en la ciudad de Rosario<br />
Daniela Polola<br />
Las políticas sensibles al género: variedades<br />
conceptuales y desafíos de intervención<br />
Ana Laura Rodríguez Gustá<br />
Familia, sexualidad y género en los años 60.<br />
Pensar los cambios desde la Argentina: desafíos y<br />
problemas de investigación<br />
Isabella Cosse
Argentina, una vez más en la encrucijada*<br />
Liliana De Riz<br />
Liliana De Riz es Investigadora de CONICET.<br />
�ail: liliana.deriz@fibertel.com.ar<br />
resumen<br />
Este artículo analiza las dimensiones de la crisis<br />
social y político-institucional que acompañó<br />
al colapso de la economía argentina a fines de<br />
2001, el proceso de normalización institucional<br />
y pacificación social, la presidencia de Néstor<br />
Kirchner y los comienzos de la presidencia de<br />
Cristina Kirchner. La autora sostiene que la fragmentación<br />
<strong>del</strong> Partido Justicialista y <strong>del</strong> espectro<br />
político no peronista, así como el mantenimiento<br />
de las redes clientelares y las rivalidades personales<br />
obstaculizan un proceso de aprendizaje<br />
innovador en la dirigencia política.<br />
palabras claves<br />
crisis / desafíos / gobierno de Néstor Kirchner /<br />
gobierno de Cristina Kirchner<br />
summary<br />
This paper analyses the extent of the social<br />
and political-institutional crisis that accompanied<br />
the collapse of the Argentine economy at<br />
the end of 2001, the path towards social pacification<br />
and institutional normalization, Néstor<br />
Kirchner´s government, and the beginning of<br />
Cristina Kirchner’s administration. The author<br />
outstands that the fragmentation of the PJ and<br />
the non-peronist party spectrum, as well as the<br />
maintenance of clientilist networks and personal<br />
rivalries are serious obstacles for innovative<br />
learning processes in the political elite.<br />
keywords<br />
crisis / challenges / Néstor Kirchner’s<br />
government / Cristina Kirchner’s government<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008
I. La Argentina en crisis<br />
Las experiencias históricas de la democracia en Argentina, recurrentemente<br />
interrumpidas por golpes militares a lo largo <strong>del</strong> siglo XX, estuvieron pervertidas<br />
por el fraude, la persecución de las minorías, la proscripción política <strong>del</strong> peronismo,<br />
la corrupción y el clientelismo. El primer gobierno de la democracia establecida<br />
en 1983 sucumbió al marasmo de la hiperinflación y el presidente Alfonsín debió<br />
a<strong>del</strong>antar la transmisión <strong>del</strong> mando. Tras dos presidencias (1989-1999), Menem<br />
fue derrotado en su intento de ser reelecto por tercera vez, por una coalición<br />
opositora que supo interpretar las demandas de restaurar la ética en la función<br />
pública y respetar el gobierno de la ley. El gobierno de la Alianza por el Trabajo,<br />
la Justicia y la Educación (1999-2001) no pudo modificar el curso de la economía<br />
y las medidas de austeridad que implementó profundizaron la recesión que se<br />
iniciara en 1998. 1 Como observa Juan Corradi, “Argentina parecía un monumento<br />
desvencijado <strong>del</strong> segundo mundo, un rompecabezas estatista desencajado que<br />
nadie podía o quería volver a armar” (Corradi, 2004:144; De Riz, 1995:59-78; De<br />
Riz, 1996:147-<strong>16</strong>5).<br />
Sin embargo, un escándalo de sobornos en el Senado fue el primero de una<br />
serie de episodios que restaron credibilidad al gobierno y precipitaron su caída.<br />
El clima de generalizado descontento cristalizó en los resultados de las elecciones<br />
legislativas de renovación parcial de octubre de 2001. Esas elecciones reflejaron<br />
el descrédito de la clase política: los votos nulos y en blanco y la tasa de abstención<br />
ascendieron a niveles inéditos. 2<br />
La percepción generalizada de un Estado a la deriva –la crisis de gobernabilidad,<br />
y en particular, de liderazgo– motorizó el desenlace. La negativa <strong>del</strong> Fondo<br />
Monetario Internacional (FMI) a a<strong>del</strong>antar un desembolso de U$S <strong>16</strong>00 millones<br />
que hubiera dado un respiro al gobierno, llevó al entonces ministro de Economía<br />
Domingo Cavallo a imponer estrictos límites a los retiros bancarios y a la circulación<br />
de efectivo en un intento por frenar la fuga de capitales <strong>del</strong> sistema financiero.<br />
Las consecuencias devastadoras <strong>del</strong> denominado “corralito” financiero sobre los<br />
ahorros de las clases medias y sobre los sectores empobrecidos dependientes de la<br />
economía informal, fueron inmediatas. La sociología analizó la importancia de la<br />
amplia clase media argentina en la contención <strong>del</strong> conflicto social; fue siempre un<br />
amortiguador frente a la pobreza creciente. Argentina tenía ciertos niveles básicos<br />
de igualdad reconocidos en todo el mundo y un paisaje social relativamente bien<br />
integrado. Cuando la clase media pacífica salió a la calle, en el acto la siguieron<br />
los excluidos. La rabia y la desesperación se multiplicaron en las calles. Los días<br />
18 y 19 de diciembre de 2001, Argentina fue sacudida por una ola de protestas,<br />
en gran parte espontáneas –manifestaciones a veces violentas, bloqueo de rutas<br />
por desocupados, demostraciones de decenas de miles de ahorristas golpeando<br />
cacerolas– y, en menor medida, menos espontáneas, como lo fueron los saqueos<br />
de comercios. La represión de las masas movilizadas ante la casa de gobierno para<br />
reclamar la renuncia <strong>del</strong> Presidente y todo su gabinete, dejó un saldo de treinta<br />
muertos y decenas de heridos.<br />
El 20 de diciembre el presidente De la Rúa renunció. 3 A pesar de la debacle
económica, la crisis social e institucional y la sucesión de cinco presidentes en<br />
menos de dos meses, las instituciones de la democracia sobrevivieron. Una salida<br />
parlamentaria aseguró la continuidad <strong>del</strong> régimen democrático en medio <strong>del</strong> vacío<br />
creado por la ausencia de proyectos políticos. La sociedad quedó a merced de<br />
iniciativas justificadas por la resignación o la impotencia.<br />
Argentina estuvo durante muchos meses sumergida en el caos institucional y<br />
social. La perspectiva de una desintegración incontenible acompañó las reacciones<br />
de la sociedad y <strong>del</strong> gobierno. Lo que había comenzado como una protesta<br />
contra la gestión de De la Rúa, se convirtió en una masiva rebelión cívica contra<br />
toda la dirigencia política. La rebelión llevaba una crítica implacable contra todo<br />
el sistema político. Bajo el slogan “Que se vayan todos”, las protestas atacaron los<br />
tres órdenes de gobierno, exigiendo la renuncia de todo el Congreso y la Corte<br />
Suprema de Justicia. La impugnación al sistema representativo y el reclamo de<br />
formas de democracia directa que cortaran de raíz con el pasado inmediato, tuvo<br />
su centro en la ciudad de Buenos Aires y entre sus principales protagonistas, a<br />
los ahorristas provenientes de la clase media que vieron sus ahorros pesificados<br />
y cautivos en los bancos. Los desocupados, conocidos como “piqueteros”,<br />
marcharon en todos los centros urbanos importantes <strong>del</strong> país exigiendo trabajo y<br />
comida. También comenzaron a formar parte de la vida cotidiana las “asambleas<br />
barriales” que dieron voz al descontento de la clase media empobrecida. En Buenos<br />
Aires primero, y en otras ciudades <strong>del</strong> interior después, los bancos acorazaron<br />
sus edificios para defenderse de los ahorristas que reclamaban la devolución de su<br />
dinero bloqueado; proliferaron las huelgas generales, las manifestaciones de los<br />
desocupados, los “piquetes”. El historiador Luis Alberto Romero describe las tres<br />
figuras sociales que sintetizaron la nueva realidad: los caceroleros, los piqueteros<br />
y los cartoneros: “[…] Los primeros, en general provenientes de los sectores de<br />
clase media, que reclamaban ante los bancos o las sedes gubernamentales por sus<br />
ahorros perdidos o por la corrupción de los políticos, expresan la protesta rabiosa<br />
e irreflexiva de los defraudados. Los segundos, desocupados que se manifiestan<br />
cortando caminos, son la voz, terrible y justa a la vez, de los excluidos. Los últimos,<br />
que por las noches revuelven la basura para juntar papeles y cartones que<br />
valen su peso en dólares, semejan la invasión de los ejércitos de las tinieblas sobre<br />
la ciudad propia, como decía hacia 1870, en circunstancias similares, el intendente<br />
de Santiago de Chile, Benjamín Vicuña Mackenna” (Romero, 2003:113; De<br />
Riz, 2007).<br />
II. Hacia la normalización institucional<br />
Las elecciones presidenciales de abril de 2003 se llevaron a cabo en medio de<br />
un clima de incertidumbre: en ese contexto, un 92% de los argentinos desconfiaba<br />
<strong>del</strong> gobierno y un 95%, de los partidos políticos (Latinobarómetro, 2002). Sin<br />
embargo, el dólar no se disparó y las señales de reactivación económica cambiaron<br />
el humor colectivo. 4 La fase favorable <strong>del</strong> ciclo económico, puede ser un<br />
instrumento formidable para reconstituir el liderazgo político. En el último siglo,<br />
los gobiernos con supremacía presidencial (el primer gobierno de Juan Domingo<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
11
Perón y el primero de Carlos Menem) estuvieron asociados a vientos favorables<br />
en la economía. En 2002, seis de cada diez argentinos consideraban que hay democracia<br />
cuando se garantiza el bienestar de la gente, atribuyéndole al voto y a la<br />
libertad de expresión, un papel secundario (PNUD, 2002:11).<br />
La previa manipulación <strong>del</strong> marco institucional a través de la suspensión de<br />
las internas partidarias en el Partido Justicialista –por ley se establecía la obligatoriedad<br />
de su realización– y la autorización a tres candidatos provenientes <strong>del</strong><br />
mismo partido a competir, reiteraron una práctica política de larga tradición en<br />
Argentina: cuando las reglas no favorecen los resultados esperados por los poderosos<br />
de turno, se cambian. 5 Los resultados de las elecciones de octubre de 2003<br />
confirmaron el colapso parcial <strong>del</strong> sistema partidario. El peronismo, en conjunto,<br />
cosechó el 61% de los votos. La crisis de representación quedó confinada sobre<br />
todo a los votantes de clase media que habían apoyado en el pasado, al Partido<br />
Radical. La debacle electoral <strong>del</strong> radicalismo –el candidato de la Unión Cívica<br />
Radical obtuvo el 2,27% de los sufragios– mostró el estallido <strong>del</strong> sistema partidario<br />
que desde 1983 había girado en torno <strong>del</strong> justicialismo y el radicalismo. El<br />
peronismo pudo sortear la crisis e iniciar el difícil proceso de reunificación interna<br />
bajo un nuevo liderazgo. El presidente Kirchner fue consagrado con el 22,4% de<br />
los sufragios, tras la renuncia de Menem, el candidato más votado <strong>del</strong> peronismo<br />
(24,5%), a competir en la segunda vuelta. Se descubrió entonces que no había<br />
sido regulada la circunstancia de que uno de los dos competidores renunciara a la<br />
segunda vuelta y en ausencia de especificaciones sobre qué hacer debido a “lagunas”<br />
en la legislación electoral, se consagró al segundo candidato más votado. No<br />
hubo ballotage a pesar de la enorme fragmentación partidaria que lo anunciaba<br />
como inevitable. Esta anomalía explica la excepcionalidad de la situación en la<br />
que Kirchner asumió el mando.<br />
El Presidente tenía que afirmar su autoridad para compensar la debilidad de su<br />
origen y debía hacerlo en el contexto de un sistema partidario en crisis, instituciones<br />
frágiles e inéditos niveles de fragmentación y protesta social. 6 El Presidencialismo<br />
argentino otorga al Ejecutivo un formidable número de competencias<br />
y facultades que le permiten tomar decisiones unilaterales (De Riz y Sabsay,<br />
1991:215-232; De Riz, 2005:223-228). No obstante, la fuerza de un presidente no<br />
depende sólo de sus poderes constitucionales: la solidez de su base partidaria, el<br />
alcance de los poderes administrativos que le permiten obtener los apoyos necesarios,<br />
la calidad <strong>del</strong> liderazgo presidencial, la tradición y la cultura política <strong>del</strong><br />
país, cuentan.<br />
III. La presidencia de Néstor Kirchner<br />
La acefalía <strong>del</strong> Partido Justicialista y la pasividad de su Consejo Nacional dieron<br />
un importante margen de autonomía al presidente en los comienzos de su<br />
gestión para fijar su impronta en el movimiento político creado por Perón. El<br />
crecimiento ininterrumpido y a elevadas tasas de la economía desde el segundo<br />
semestre de 2002, la exitosa reestructuración de la deuda, el notable crecimiento<br />
<strong>del</strong> empleo y la reducción de la pobreza y la indigencia, afirmaron la autoridad
presidencial, condición sine qua non de la gobernabilidad democrática en un país<br />
presidencialista, y lo hicieron en el doble sentido <strong>del</strong> término “gobernabilidad”,<br />
i.e., como eficacia <strong>del</strong> gobierno para lograr sus metas, y como reconocimiento de<br />
la autoridad estatal por parte de la sociedad, un aspecto clave para dejar atrás la<br />
crisis y comenzar la reconstrucción <strong>del</strong> aparato estatal. 7<br />
La renovación de los cargos de la Corte Suprema de Justicia y la anulación<br />
por la vía legislativa de las Leyes de Obediencia Debida 8 y de Punto Final 9 , en el<br />
contexto de la proclamada voluntad <strong>del</strong> Presidente de terminar con las formas tradicionales<br />
de hacer política, respondieron a la demanda de la sociedad de respeto<br />
de los derechos humanos y de transparencia en la gestión de la res pública. Las<br />
elecciones de renovación parcial de la legislatura, en octubre de 2005, dieron un<br />
triunfo claro al gobierno con el 40% de los sufragios logrado por el Frente para<br />
la Victoria, el partido creado por el Presidente. El Partido Justicialista (PJ) –peronistas<br />
no kirchneristas– obtuvo el 11% y la Unión Cívica Radical (UCR), poco<br />
más <strong>del</strong> 13%. Con 112 diputados, el partido <strong>del</strong> Presidente no logró el quórum<br />
propio, pero no le habría de ser difícil obtenerlo. 10 La fortaleza de los liderazgos<br />
partidarios está sometida al ciclo electoral. Quien se consagra en las urnas como<br />
presidente o como gobernador maneja recursos con los que sostiene su coalición<br />
de apoyo. Esta ha sido una regla de la política partidaria argentina que la implosión<br />
de los partidos políticos ha exacerbado al compás de los realineamientos<br />
internos que preceden o suceden a las elecciones. El triunfo electoral alimenta la<br />
cohesión partidaria.<br />
Las elecciones a mitad de mandato permitieron a Kirchner reparar la debilidad<br />
de origen que representó el 22% de los votos con los que fue consagrado presidente.<br />
El duelo Kirchner-Duhalde que se encarnó en esas elecciones, terminó con<br />
la victoria <strong>del</strong> Presidente sobre su adversario más poderoso. Ese fue un paso necesario<br />
para iniciar la reunificación <strong>del</strong> peronismo bajo su liderazgo. La disciplina<br />
partidaria de la bancada mayoritaria en ambas cámaras <strong>del</strong> Congreso y la fragmentación<br />
de los partidos de la oposición favorecieron la <strong>del</strong>egación de atribuciones<br />
y la concentración de las decisiones en el Presidente, única figura de alcance<br />
nacional. La ley que reglamentó los decretos de necesidad y urgencia (DNU) no<br />
fija plazos para que el Congreso se expida sobre un decreto de esas características<br />
y establece que basta una de las Cámaras para ratificarlo. Tampoco estableció la<br />
caducidad de los DNU no ratificados dentro de un plazo determinado y estableció<br />
que en caso de rechazo se deben expedir las dos Cámaras, de modo que si una lo<br />
rechaza y la otra lo aprueba, el decreto seguirá vigente. 11<br />
Por su parte, gracias a la modificación de la legislación de la administración<br />
financiera <strong>del</strong> Estado, el jefe de gabinete puede reformar el presupuesto, lo que libera<br />
al Ejecutivo de toda ingerencia <strong>del</strong> Congreso en materia presupuestaria. Esta<br />
es una formidable herramienta para que el presidente decida sin la interferencia<br />
de otros actores relevantes. 12<br />
La anunciada reforma política desapareció de la agenda. Ésta ha sido la suerte<br />
corrida por los reiterados compromisos que hicieron los partidos a favor de la renovación<br />
de las instituciones y luego abandonaron, sin dar explicación. El Partido<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
13
Justicialista logró descomprimir tensiones en su seno, atenazadas por las pujas<br />
constantes por el liderazgo, y fue cerrando filas alrededor de Kirchner, su líder<br />
de facto desde los resultados electorales de 2005. La oposición fragmentada no<br />
ha podido disputarle su supremacía y las encuestas continúan reflejando los altos<br />
niveles de popularidad <strong>del</strong> presidente. La fragmentación <strong>del</strong> PJ y <strong>del</strong> espectro partidario<br />
no peronista, el clientelismo y las rivalidades personales, son factores que<br />
bloquean la renovación de la dirigencia política e incentivan coaliciones ad hoc.<br />
Argentina es hoy un país en crecimiento y en proceso de reconstrucción social<br />
tras el marasmo de la crisis. La demanda por la transparencia sigue viva, pero no<br />
encuentra eco, como si la sociedad se resignara a que el gobierno quede encarnado<br />
en la voluntad de un presidente a quien se confía el timón y <strong>del</strong> que no se<br />
espera que rinda otra cuenta que no sea la eficacia de su desempeño para satisfacer<br />
demandas de diversos sectores de la población. Esta es una democracia de<br />
un partido dominante, unificado alrededor <strong>del</strong> presidente, ya sea por convicción<br />
de quienes le siguen, o bien por conveniencia de quienes siempre se alinean con<br />
los ganadores.<br />
Contrariando las previsiones acerca de la necesaria búsqueda de consensos a<br />
que se vería obligado por el escaso caudal electoral con que llegó al poder, y<br />
la proclama en su discurso inaugural de “una cultura de diálogo”, el presidente<br />
Kirchner gobierna prescindiendo de los partidos de la oposición, rodeado de un<br />
estrecho círculo de funcionarios de su confianza, sin la coordinación de los miembros<br />
de su gabinete ni la injerencia de su propio partido que en los hechos es un<br />
movimiento político movilizado en las elecciones. El triunfo electoral en las elecciones<br />
intermedias de octubre de 2005 fortaleció ese modo autocrático de ejercer<br />
el poder. La política aparece como un duelo entre el Presidente y los enemigos<br />
que lo acechan, pocas veces identificados de manera explícita (los periodistas, el<br />
FMI, algunos empresarios, el neoliberalismo, los ortodoxos…). Los recursos públicos<br />
son administrados como si fueran propiedad privada por un presidente que<br />
gobierna concentrando todas las decisiones y crea instituciones ad hoc como los<br />
fideicomisos en la obra pública que escapan al control <strong>del</strong> Congreso y desincentivan<br />
la gestión transparente de los bienes públicos por parte de los funcionarios<br />
<strong>del</strong> Estado, favoreciendo toda clase de manejos discrecionales. 13<br />
Las protestas sociales fueron contenidas con diferentes estrategias que incluyeron<br />
la implementación de programas sociales, la cooptación y el aislamiento de<br />
los más radicales (por ejemplo, <strong>del</strong> movimiento piquetero) y el tránsito desde una<br />
política inicial más permisiva hacia otra, más restrictiva, que ha resultado exitosa.<br />
Las protestas sociales continúan, pero su intensidad ha sido menor en la segunda<br />
mitad <strong>del</strong> mandato presidencial.<br />
Los sindicatos tradicionales y los grupos industriales fueron los principales<br />
apoyos de la política económica post convertibilidad. La Confederación General<br />
<strong>del</strong> Trabajo (CGT) obtuvo la elevación <strong>del</strong> salario mínimo vital; la rebaja <strong>del</strong> impuesto<br />
a las ganancias para trabajadores sindicalizados; el inminente aumento de<br />
las asignaciones familiares, y un futuro rédito político en el ajuste de jubilaciones,<br />
que se anunciará semanas antes de las elecciones. La Confederación Argentina de
Trabajadores (CTA) 14 , la promesa <strong>del</strong> postergado reconocimiento de su personería<br />
gremial. Y la Unión Industrial Argentina (UIA) la designación de un hombre de<br />
sus filas al frente <strong>del</strong> Ministerio de Economía; el plan Energía Total (que subsidia<br />
los combustibles a las fábricas que reemplacen el consumo de gas), más el compromiso<br />
oficial de crear un banco de fomento para inversiones fabriles, apurar una<br />
nueva legislación de accidentes de trabajo y eliminar la indemnización extra por<br />
despido. Sin embargo, un acuerdo social tripartito (Estado-empresas-sindicatos),<br />
como el propuesto por la candidata a la presidencia, Cristina Fernández, tiene<br />
una historia de fracasos recurrentes. A diferencia de los pactos que tuvieron éxito<br />
en otros países, basados en lo que cada sector sacrificó en lo inmediato a cuenta<br />
de beneficios futuros y en función de una estrategia global consensuada, las<br />
ventajas que cada uno logró a expensas de otros en la mesa de negociaciones fue<br />
el rasgo distintivo de los acuerdos décadas atrás en la Argentina. Resta ver si el<br />
sindicalismo y los grupos industriales se involucrarán en una política económica<br />
consensuada y en caso de que así sea, si esa política logrará estabilidad a través<br />
<strong>del</strong> tiempo en un eventual contexto en el que la inflación se acelere (De Riz et al.,<br />
1987; Etchemendy, 2005). 15<br />
Transcurridos 24 años desde el restablecimiento de la democracia, el período<br />
más prolongado de vigencia de la democracia en Argentina, seguido por el radicalismo<br />
(19<strong>16</strong>-1930) y el peronismo (1946-1955), la calidad y la transparencia<br />
de las instituciones no son hoy en día más sólidas que en los comienzos de la<br />
democracia. El Poder Ejecutivo está marginando al Congreso Nacional a través<br />
<strong>del</strong> expediente de los Decretos de Necesidad y Urgencia y de la <strong>del</strong>egación de<br />
facultades por parte <strong>del</strong> Poder Legislativo. La modificación en la integración <strong>del</strong><br />
Consejo de la Magistratura atenta contra la división de poderes entre el Poder<br />
Ejecutivo y el Poder Judicial. Durante 2007, las manipulaciones sobre el Índice<br />
de Costo de Vida que genera el Instituto de Estadística y Censos (INDEC) quita<br />
credibilidad a la información que produce el Estado, las sospechas de corrupción<br />
que involucran a funcionarios <strong>del</strong> gobierno en el caso de la empresa Skanska, la<br />
renuncia de la ministra de Economía en cuya oficina se encontró un sobre con una<br />
importante suma de dinero que aun no se ha justificado o el ingreso de 800 mil<br />
dólares no declarados por un ciudadano venezolano integrante de la comitiva de<br />
funcionarios argentinos de la empresa estatal ENARSA (Ente Regulador <strong>del</strong> Gas)<br />
que regresaban en jet privado al país, son algunos de los casos más resonantes,<br />
que reflejan la falta de transparencia en la gestión pública y alimentan las sospechas<br />
de corrupción. <strong>16</strong> Las tensiones sociales y políticas en provincia de Santa<br />
Cruz, de la que Néstor Kichner fuera tres veces gobernador –en 1991, 1995 y<br />
1999– luego de modificar la Constitución, ocurren pese a que la provincia registra<br />
el desempleo más bajo y los salarios públicos de bolsillo más altos. 17<br />
Los resultados de las elecciones a gobernadores provinciales celebradas con anterioridad<br />
a las elecciones generales de octubre son indicadores <strong>del</strong> mapa político<br />
heterogéneo que está emergiendo. Desaparecieron los emblemas y liturgias de los<br />
partidos dominantes en el siglo pasado y ya no se puede anticipar tendencias o<br />
gobernadores claramente alineados en el plano nacional.<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
15
En Córdoba, las denuncias de fraude realizadas por el candidato a gobernador<br />
<strong>del</strong> Frente Cívico y Social, integrado por sectores <strong>del</strong> peronismo, el radicalismo y<br />
organizaciones de la sociedad civil, fracturaron a la política y a la sociedad cordobesa,<br />
en el contexto de una sociedad nacional en la cual la percepción de que las<br />
elecciones son, en general, limpias, se redujo <strong>del</strong> 51% al 47% de los argentinos en<br />
2006 (Latinobarómetro, 2006). Córdoba refleja bien cómo los electorados urbanos<br />
canalizan sus expectativas de cambio a través de nuevos liderazgos y fuerzas<br />
políticas también nuevas –como es el caso de Juez y el Frente Cívico y Social–.<br />
Pero la burocracia <strong>del</strong> Partido Justicialista continúa siendo el actor clave para asegurar<br />
a la administración su anclaje en las provincias, los gremios y el Congreso.<br />
La debilidad de las instituciones representativas se refleja en la percepción que<br />
los argentinos tienen: el 74% expresó su rechazo por el Congreso y dijo que no se<br />
siente representado por sus legisladores (IPSOS/Mora y Araujo, 2007). Cuando<br />
se comparan datos entre el inicio de la democracia y el presente, se observa que<br />
mientras que en 1984 sólo un 7% respondía que “nunca va a sentir simpatía<br />
por ningún partido”, la cifra se eleva al 20% en 1990 tras la experiencia de la<br />
hiperinflación y el acortamiento <strong>del</strong> mandato presidencial. En 1998 alcanza al<br />
48% y desciende en 2000 al 40% con la llegada de la Alianza. En 2001 trepa<br />
al 60% de los argentinos y alcanza su máximo en 2002 con el 64%. Aun con<br />
tendencia decreciente a partir de entonces, más de la mitad de la población sigue<br />
afirmando que no sentirá simpatía por ningún partido en 2007 (IPSOS/Mora y<br />
Araujo, 2007). Con 2,9 puntos en la escala de 1 a 10, que registra la mínima a la<br />
máxima calidad institucional en un país, el Índice de Percepción de la Corrupción<br />
2007 de Argentina ubica al país entre los casos en que la corrupción es percibida<br />
como desenfrenada (Transparencia Internacional, 2007). Hay una demanda<br />
insatisfecha de modernización política en los sectores medios urbanos que plantea<br />
al gobierno un viejo dilema: ¿cómo satisfacer esa demanda sin perder el apoyo <strong>del</strong><br />
aparato peronista tradicional?<br />
La estrategia de la denominada “transversalidad” que consiste en construir<br />
alianzas basadas en la lealtad personal, mal se aviene con la declarada intención<br />
de renovación de la política de Kirchner. En los hechos, el gobierno se sigue<br />
estructurando en torno a alianzas con gobernadores que tienen consolidado su<br />
dominio territorial. Luego de meses de rumores, el presidente Kirchner designó<br />
a su esposa, la senadora Cristina Fernández y renunció a postularse a un segundo<br />
mandato al que la Constitución lo habilita. Su decisión desató rivalidades y resquemores<br />
en el seno <strong>del</strong> peronismo. A diferencia de las monarquías, el presidencialismo<br />
puede influir en la sucesión, pero no puede organizar el orden sucesorio.<br />
Este precepto también ha sido vulnerado. 18 El presidente constitucional puede<br />
asumir las facultades de un rey aunque se denomine presidente y establecer una<br />
dinastía en una variante de la “república posible” que muchos se resignan a aceptar.<br />
Comparado con su par en Estados Unidos, el presidencialismo argentino se<br />
distinguió por las atribuciones de intervención federal, declaración de estado de<br />
sitio e iniciativa legislativa, pero se trata de atribuciones compartidas o avaladas<br />
por el Congreso (Mustapic, 2000). 19 Una tradición de poder presidencial fuerte se
ve reforzada por la crisis de los partidos y por instrumentos como la <strong>del</strong>egación<br />
de facultades por parte <strong>del</strong> Congreso, o los DNU.<br />
La derogación de la ley de internas abiertas, previamente suspendida para las<br />
elecciones de 2003 con la intención de evitar que Carlos Menem pudiera ser consagrado<br />
candidato <strong>del</strong> justicialismo, despejó el camino hacia la proliferación de<br />
candidatos y de partidos “sellos” que cuelgan sus listas a la de un candidato/a. La<br />
permisividad de la legislación vigente sobre partidos políticos explica que la cifra<br />
de partidos que compiten ronda los 700 en la actualidad. Esa permisividad y las<br />
cambiantes interpretaciones de la legislación electoral, hacen posible que en el<br />
contexto de la pulverización de los partidos tradicionales haya listas denominadas<br />
“colectoras” que se cuelgan detrás de las figuras que se postulan a cargos ejecutivos.<br />
Son listas de diputados, gobernadores o intendentes que quieren beneficiarse<br />
<strong>del</strong> efecto arrastre. También da cuenta <strong>del</strong> hecho de que haya listas de un mismo<br />
partido presentadas para sostener a candidatos de partidos diferentes –las denominadas<br />
“listas espejo”– (De Riz, 2005). En la práctica funciona una suerte de<br />
doble voto simultáneo y acumulativo que, a diferencia <strong>del</strong> aplicado en el Uruguay,<br />
se colecta para candidatos, no para partidos. Este sistema permite sobrevivir a<br />
pequeños partidos personales al conseguir superar el requisito <strong>del</strong> 2% de los votos<br />
para conservar el reconocimiento como partido político y los provee de financiamiento<br />
para su actividad ya que los votos conseguidos por la lista resultan de la<br />
sumatoria de los obtenidos en las listas de los diferentes candidatos y el apoyo<br />
financiero <strong>del</strong> Fondo creado a ese efecto en el Ministerio <strong>del</strong> Interior depende de<br />
los votos obtenidos.<br />
Algunos de los dirigentes <strong>del</strong> justicialismo comenzaron a impulsar la resurrección<br />
<strong>del</strong> Partido Justicialista, en particular, el ex presidente Duhalde quien<br />
declaró: “Vuelvo a la política para hacer lo que nadie hace. Sólo me interesan<br />
dos cosas: reconstruir el justicialismo, que hace cuatro años que está cerrado, y<br />
aprobar la reforma política que no logré durante mi gestión. Nada más. Cosas de<br />
las que nadie se ocupa. El resto son todas macanas”. 20 En la tradición <strong>del</strong> peronismo,<br />
el presidente de la Nación es el presidente <strong>del</strong> partido y no existe la idea<br />
de que esos dos roles puedan no coincidir en la misma persona. Kirchner declara<br />
que se dedicará a la construcción de una fuerza política durante el mandato de su<br />
esposa, pero lo cierto es que se trata de conquistar los bastiones <strong>del</strong> peronismo<br />
tradicional y para ello, es imprescindible el triunfo electoral que posibilite quedarse<br />
con las banderas, los aparatos y la gente. Esa contienda aún no ha terminado.<br />
La normalización <strong>del</strong> Partido Justicialista y el futuro de esa organización como<br />
tal se ha transformado en una pretexto para hacer valer posiciones. La designación<br />
de la senadora Fernández vino a avivar la puja por los aparatos, territorios y<br />
clientelas.<br />
La continuidad de los ejes de la actual política económica y el objetivo de “acumulación<br />
con inclusión social” para reducir la pobreza que hoy alcanza a casi<br />
un tercio de los argentinos fue el leitmotiv <strong>del</strong> discurso de la candidata <strong>del</strong> oficialismo.<br />
21 Esos objetivos, empero, no generaron <strong>debates</strong> en la sociedad. Pocos<br />
están en desacuerdo. Lo distintivo de esta campaña fue la ausencia de <strong>debates</strong><br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
17
sobre propuestas. Cristina Kirchner omitió la consideración de los problemas que<br />
existen para avanzar en la dirección de un crecimiento sostenido con inclusión social.<br />
La candidata, Cristina, como se la llama, centró su discurso en el valor de la<br />
diferencia, a la que considera fuente de enriquecimiento antes que de conflicto, y<br />
se mantuvo en el ámbito más abstracto de los valores <strong>del</strong> pluralismo, los derechos<br />
humanos y la tolerancia, sin abordar el territorio más pragmático de las políticas<br />
con las que mejorar la calidad institucional, combatir la pobreza y la desigualdad,<br />
atraer inversiones, hacer frente a la crisis energética o a los déficit de infraestructura.<br />
Su consigna, “el cambio en la continuidad”, es consistente con la épica<br />
retórica a la que echó mano el gobierno de su esposo, indiferente a la distancia que<br />
media entre la radicalización en su discurso y sus acciones.<br />
La debilidad de la oposición no sólo resulta de su fragmentación, es, además, la<br />
consecuencia de que no consiguió instalar en la sociedad propuestas alternativas<br />
al oficialismo. El fracaso de la Alianza contribuyó a afectar más la ya deteriorada<br />
imagen de los partidos políticos, pero el descrédito no hizo impacto en todos<br />
los partidos por igual. Éste fue comparativamente menor para el PJ que desde la<br />
oposición pudo capitalizar el descontento. El peronismo logró sobrevivir como<br />
fuerza política predominante en las elecciones de renovación parcial de la Cámara<br />
de Diputados en 2001 y en las elecciones de 2003 en las que logró en conjunto<br />
el 61% de los votos. Fue el electorado de centro-derecha y los disidentes por izquierda<br />
de la Alianza –los “huérfanos de la política” según la oportuna expresión<br />
que Juan Carlos Torre propuso para designar a la masa crítica de ciudadanos y<br />
ciudadanas exigentes que demandan una democracia de partidos más transparente<br />
y con rendición de cuentas al público de sus actos– los que convirtieron su disconformismo<br />
en el problema político de la crisis de la representación partidaria en<br />
Argentina en 2001 (Torre, 2007).<br />
El fracaso de la Alianza, además, reactivó un prejuicio de larga data en Argentina<br />
según el cual toda alianza entre fuerzas políticas es un “contubernio”<br />
destinado a beneficiar sólo a los políticos. En el vacío creado por la crisis de los<br />
partidos también recobró fuerza la creencia arraigada en importantes sectores de<br />
la población en el rol de una presidencia fuerte encarnada en una figura capaz de<br />
resolver los problemas de los argentinos por encima de las estructuras partidarias<br />
(“pilotos de tormenta”, los presidentes son el actor clave para alimentar la esperanza<br />
ya sea de reparación o bien de transformación que anida en la sociedad). La<br />
envergadura de la crisis vivida en 2001/2002 ha favorecido políticas de corto plazo<br />
destinadas a dar respuesta a la emergencia económica y social en el contexto<br />
<strong>del</strong> vacío creado por la desarticulación <strong>del</strong> sistema de partidos. El eje <strong>del</strong> gobierno<br />
de Néstor Kirchner fue puesto en las políticas de reparación. Las reformas de<br />
fondo fueron postergadas.<br />
IV. El legado económico <strong>del</strong> futuro gobierno<br />
La economía argentina continuó su rápida recuperación y se logró revertir la<br />
tendencia negativa de los indicadores sociales. La cantidad de personas que vivían<br />
bajo la línea de pobreza pasó <strong>del</strong> 57% en mayo de 2002 al 27% en el segundo
semestre de 2006 y la indigencia se redujo <strong>del</strong> 25% al 9% en ese lapso. El desempleo<br />
que había alcanzado su pico en mayo de 2002 (24,5%) cayó al 8,7% en<br />
el segundo trimestre de 2006. Las cifras <strong>del</strong> INDEC también indican que durante<br />
el segundo semestre de 2006 el empleo no registrado descendió al 44,1%, pero<br />
fue superior al registrado a comienzos de la recesión, a pesar de que la economía<br />
argentina tiene registros de producción e inversión superiores a los de 1998.<br />
El paisaje social de la Argentina se ha transformado. La sociedad argentina está<br />
polarizada entre los de arriba y los de abajo y deja importantes sectores de la<br />
población fuera <strong>del</strong> mercado. La brecha de ingresos entre el 10% superior de la<br />
distribución y el 10% inferior llega a 30 veces en el primer trimestre de 2007 y<br />
mientras el 10% superior en la escala de ingresos capta el 35% <strong>del</strong> PBI, el 10%<br />
inferior, sólo el 1%. 22<br />
Parte de los logros –el crecimiento <strong>del</strong> consumo, la inversión, la ocupación, la<br />
masa salarial, la recaudación impositiva y las reservas <strong>del</strong> Banco Central– fueron<br />
posibles acumulando desequilibrios macroeconómicos importantes que dada su<br />
magnitud se reflejan en crecientes niveles de inflación. El gobierno, a través de<br />
subsidios que erosionan el ahorro público, ha logrado sostener las distorsiones<br />
en las tarifas en los mercados regulados y evitar que la mayor inflación impacte<br />
sobre el nivel de consumo. No obstante, la dinámica de “tapar” con subsidios<br />
la inflación para que no afecte al bolsillo <strong>del</strong> consumidor, tiene como límite el<br />
bolsillo <strong>del</strong> gobierno y el saturado cuadro energético. 23 Acuerdos sectoriales de<br />
precios, límites a las exportaciones de productos de consumo masivo e incentivos<br />
a la inversión son otros de los instrumentos con los que el gobierno ha tratado de<br />
controlar la inflación que según como se mida alcanza dos dígitos (entre 15 y 20<br />
anual). El Presidente, por su parte, adjudica la responsabilidad a “algunos empresarios<br />
que quieren inflar los costos de la producción para volver por la puerta<br />
de atrás a las esferas <strong>del</strong> poder” (La Nación, 19/09/2007), convencido de que la<br />
inflación es el exclusivo resultado <strong>del</strong> comportamiento de los malos empresarios.<br />
El secretario de Comercio, Guillermo Moreno, reitera a los empresarios que no<br />
hay leyes económicas intangibles y que eso es lo que el Consenso de Washington<br />
quiso instalar para dominarnos. El Gobierno pone en práctica la concepción de<br />
la economía que el propio Perón formulara en carta al presidente chileno, Carlos<br />
Ibáñez: “Mi querido amigo, déle al pueblo, especialmente a los trabajadores,<br />
todo lo que sea posible. Cuando parezca que ya les ha dado demasiado, déles<br />
más. Todos tratarán de asustarle con el fantasma <strong>del</strong> colapso económico, pero<br />
todo eso es mentira. No hay nada más elástico que la economía, a la que todos<br />
temen tanto porque no la entienden”. 24<br />
Estadísticas inflacionarias poco creíbles; déficit energético; insuficiencia de inversiones<br />
en bienes de capital y en infraestructura; aumento <strong>del</strong> gasto público y de<br />
los subsidios estatales; escasez de financiamiento externo e interno de largo plazo;<br />
aumento de la deuda pública y deterioro <strong>del</strong> tipo de cambio real así como de los<br />
superávit gemelos (fiscal y de la balanza comercial) que han pasado a depender<br />
cada vez más de los buenos precios internacionales de la producción exportable<br />
y de mercados financieros externos, configuran un panorama que pone en riesgo<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
1
la sustentabilidad <strong>del</strong> crecimiento. En el largo plazo se necesita más que el crecimiento<br />
de las exportaciones. La alta dependencia <strong>del</strong> contexto internacional y de<br />
pocos productos, y sobre todo, productos primarios de exportación, combinada<br />
con la baja inversión en ciencia y tecnología, tornan vulnerable el crecimiento.<br />
Una reforma estructural que siente las bases <strong>del</strong> crecimiento sostenido, el aumento<br />
de las inversiones y la mejora <strong>del</strong> clima de negocios es una tarea pendiente.<br />
V. La sucesión matrimonial<br />
La fragmentación fue el rasgo distintivo de las elecciones presidenciales celebradas<br />
en octubre de 2007. El Partido Justicialista concurrió dividido a las urnas,<br />
esta vez no en tres como lo hizo en 2003, sino en dos: el oficialista Frente para la<br />
Victoria (FPV) y el Frente Justicia, Unidad y Libertad (Frejuli). En la oposición,<br />
volvieron a competir por la presidencia, López Murphy (RECREAR) en alianza<br />
con Propuesta Republicana (PRO) y Carrió (Coalición Cívica). La UCR llevó<br />
como candidato a presidente a Roberto Lavagna, ex Ministro de Economía <strong>del</strong> gobierno,<br />
de filiación peronista, en coalición con sectores <strong>del</strong> peronismo no kirchnerista.<br />
Partidos menores a la izquierda y la derecha <strong>del</strong> espectro político, muchos<br />
de los cuales son partidos personales, completaron el panorama. El gobernador<br />
peronista reelecto, Alberto Rodríguez Saá compitió por los votos peronistas y<br />
conservadores remanentes al igual que el gobernador Sobisch, <strong>del</strong> Movimiento<br />
Popular Neuquino. Por primera vez en mucho tiempo, ni el Partido Justicialista<br />
ni la Unión Cívica Radical tuvieron boletas propias en elecciones presidenciales,<br />
sólo fueron aliados de varias coaliciones. Desapareció el viejo sistema de partidos<br />
políticos.<br />
Una indiscutida mayoría consagró presidenta a Cristina Fernández de Kirchner,<br />
la primera mujer en llegar a ese cargo a través de elecciones, en un país con arraigados<br />
resabios machistas en política. Con casi el 45% de los votos, el resultado<br />
más pobre para una elección presidencial desde la recuperación de la democracia<br />
en 1983, pero –a excepción de las elecciones irregulares de 2003– con la mayor<br />
ventaja registrada sobre la segunda fuerza política, encabezada por Elisa Carrió.<br />
La demanda de transparencia y mayor control de la acción de gobierno se dispersó<br />
en el arco opositor. Con los partidos pulverizados y retazos <strong>del</strong> radicalismo y <strong>del</strong><br />
peronismo distribuidos por doquier, un personalismo rampante y las identidades<br />
políticas en crisis, el voto <strong>del</strong> electorado de los sectores medios de los centros urbanos<br />
no encontró una expresión política unificada capaz de convertirse en alternativa<br />
al oficialismo. En las tres mayores ciudades argentinas, Buenos Aires, Rosario<br />
y Córdoba, Cristina Kirchner fue derrotada. Su fuerza electoral se afincó en el voto<br />
peronista <strong>del</strong> interior más alejado de las grandes ciudades, el voto más uniforme y<br />
masivamente pobre de todos los presidentes electos desde 1983, muy distante de la<br />
imaginada coalición con los sectores progresistas de la clase media. Sus registros<br />
más altos estuvieron en Santiago <strong>del</strong> Estero (77,91%), Salta (74,29%), Formosa<br />
(72,33%), Misiones (68,25%). En Mendoza, la fórmula oficialista alcanzó el 60%<br />
de los sufragios gracias a la tracción de Julio Cobos, ex gobernador radical de esa<br />
provincia y candidato a la vicepresidencia en la fórmula oficialista. 25
Cristina Kirchner recibió como propio el capital electoral de la gestión de su<br />
esposo y el beneficio de una oposición fragmentada y a la defensiva. El balance de<br />
lo sucedido en el último lustro, más que las aspiraciones hacia el porvenir, inclinó<br />
las preferencias. El crecimiento económico, el notable crecimiento <strong>del</strong> empleo, la<br />
recuperación <strong>del</strong> crédito y el salario, la reducción de la pobreza y la indigencia, el<br />
aumento <strong>del</strong> consumo, el superávit fiscal y externo y el prestigio de la Corte Suprema<br />
renovada pavimentaron el camino hacia la consagración electoral. Uno de<br />
cada cuatro votos de la fórmula oficialista Cristina Kirchner/Julio Cobos, provino<br />
<strong>del</strong> Gran Buenos Aires. La provincia de Buenos Aires fue la mayor impulsora<br />
de votos, más <strong>del</strong> 37% de los sufragios obtenidos a nivel nacional provinieron<br />
de dicha jurisdicción en la que el FPV logró el triunfo en 28 de los partidos <strong>del</strong><br />
conurbano y sólo en 2 fue derrotado. Lo que puede considerarse el legado de Eva<br />
Perón al peronismo como organización –la capacidad <strong>del</strong> peronismo bonaerense<br />
de movilizar tanto a hombres como a mujeres– benefició al oficialismo. Una vez<br />
más quedó comprobado, tal cual viene sucediendo desde 1983, que quien obtiene<br />
la mayor cantidad de votos en este distrito, gana las elecciones presidenciales. 26<br />
Casi el 90% de los sufragios se repartió entre tres coaliciones: la oficialista, la<br />
de Elisa Carrió y la de Roberto Lavagna. Heterogéneas tanto desde el punto de<br />
vista de las ideas como de los grupos representados, será difícil lograr la convergencia<br />
cuando en el gobierno o en la oposición deban definirse cuestiones sustanciales.<br />
No hubo reelección presidencial, pero se reeligió un gobierno. No sólo<br />
continúa el mismo partido en la gestión, sino que se inaugura una variante inédita:<br />
la sucesión matrimonial. Néstor Kirchner decidió continuar de otra manera. Jefe<br />
indiscutido <strong>del</strong> movimiento peronista, se propone construir la fuerza política que<br />
de sostén al oficialismo encarnado por su esposa. Que ese proyecto resulte en la<br />
transformación <strong>del</strong> peronismo en una suerte de aglutinador de un eje de centroizquierda,<br />
parece poco probable. La victoria alcanzada tuvo el perfil sociológico <strong>del</strong><br />
peronismo clásico como lo atestigua el pobre resultado electoral <strong>del</strong> oficialismo<br />
en las grandes ciudades <strong>del</strong> país. El ex senador Antonio Cafiero, un dirigente histórico<br />
<strong>del</strong> peronismo, advierte que “El Justicialismo como partido político podrá<br />
confluir con otras fuerzas políticas y sociales en diversas coaliciones electorales,<br />
pero como movimiento deberá seguir expresando un modo de pensar y de sentir<br />
la Argentina que le es propio e intransferible. En él adquieren otro significado las<br />
clásicas oposiciones ideológicas entre “derecha” e “izquierda”, que más bien<br />
quedan libradas a la oportunidad de los hechos. Esta característica que tanto<br />
critican algunos intelectuales no es un síntoma de debilidad o confusión, como<br />
pretenden, sino que es uno de los fundamentos de su eficacia, ya que permite<br />
compatibilizar el idealismo con el pragmatismo o, si se quiere, conjugar la “ética<br />
de las convicciones” con la “ética de las responsabilidades””(Clarín, 6/12/2007).<br />
El dirigente sindical Luis Barrionuevo, por su parte, señala que “Lo único que yo<br />
espero es que si decide (Néstor Kirchner) normalizar el peronismo, no sea plural.<br />
Porque en el peronismo –enfatizó– no puede haber radicales K” (La Nación,<br />
8/12/2007). Sin el aval de los votos de los sectores medios y con la resistencia<br />
manifiesta de dirigentes políticos y sindicales, el objetivo hasta ahora frustrado<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
21
de transformar al peronismo en una nueva fuerza política, desafiando la estrategia<br />
<strong>del</strong> propio Perón de anexar socio menores al conglomerado peronista, parece lejos<br />
de ser alcanzable.<br />
VI. La continuidad en el cambio<br />
Desde la reapertura democrática de 1983 ningún presidente de la Nación asumió<br />
sus funciones con una cuota de poder institucional comparable a la que logró<br />
Cristina Kirchner. Una abrumadora superioridad le permite alcanzar el quórum<br />
propio en ambas cámaras y acercarse a los dos tercios que le posibilitan un control<br />
absoluto <strong>del</strong> poder legislativo. 27 La ventaja de una oposición débil y fragmentada<br />
le augura un comienzo sin mayores tropiezos en el Congreso. Sin embargo, la<br />
disciplina <strong>del</strong> peronismo kirchnerista es difícil de predecir. La tradición <strong>del</strong> movimiento<br />
creado por Perón ha sido el desplazamiento de las luchas partidarias al<br />
seno de los órganos de gobierno, de tal suerte que el peronismo fue gobierno y<br />
oposición a la vez. Acaso el temor a repetir esta historia haya llevado a mantener<br />
las facultades legislativas que los legisladores otorgaron al poder Ejecutivo –los<br />
denominados superpoderes–.<br />
La promesa de la Presidenta de mejorar la calidad institucional e instalar el<br />
diálogo, la tolerancia y la concordia entre los argentinos no se aviene con la<br />
perduración de los superpoderes <strong>del</strong> Ejecutivo, la defensa de la manipulación <strong>del</strong><br />
Índice de Costo de Vida que genera el Instituto de Estadística y Censos (INDEC)<br />
o el no tratamiento de la ley de acceso a la información pública que ha esperado<br />
en vano en su despacho <strong>del</strong> Senado. ¿Cómo satisfacer las expectativas de modernización<br />
política que moviliza a los sectores medios y, a la vez, no perder el<br />
dominio sobre el peronismo, condición sine que non para el ejercicio <strong>del</strong> poder?<br />
Este dilema no ha sido resuelto aún por el matrimonio presidencial. Acaso la estrategia<br />
de alianzas de la presidenta innove respecto de su antecesor, pero ésta es<br />
una incógnita a develar.<br />
Cristina Kirchner ratificó a la mayoría de los ministros <strong>del</strong> gobierno de su esposo.<br />
“La continuidad en el cambio” es el lema que refleja la ambigüedad como<br />
punto de partida de la nueva gestión. ¿Cambia el gobierno para seguir fiel a sí<br />
mismo o bien continúa decidido a cambiar? Acaso, como algunos sospechan, comienza<br />
una etapa de sucesiones consecutivas entre la pareja presidencial que la<br />
prolongará en el poder, una vez “pingüino”, otra “pingüina”, como gusta decir el<br />
ex presidente. Una suerte de “presidencialismo matrimonial” combina los riesgos<br />
<strong>del</strong> presidencialismo con los que trae aparejado el vínculo entre los cónyuges,<br />
emocional, patrimonial, de pasado y de futuro común para ejercer el poder. Empero,<br />
la nominación <strong>del</strong> nuevo ministro de Economía, Martín Lousteau, ha sido<br />
percibida como un cambio: oficialistas y opositores han abierto un compás de<br />
espera sobre su futura acción y han registrado los buenos antecedentes <strong>del</strong> candidato.<br />
Resta ver cuánto de continuidad y cuánto de innovación habrá en las acciones<br />
de gobierno. 28 La expectativa de que se mantenga la bonanza en los precios<br />
agrícolas y un alto ritmo de crecimiento –instrumento formidable para consolidar<br />
liderazgos políticos– otorga condiciones muy favorables al gobierno. Sin embar-
go, la Presidenta deberá enfrentar un legado difícil signado por la inflación, la<br />
energía en estado límite, las sospechas de corrupción que afectan a funcionarios<br />
<strong>del</strong> gobierno –incluso a miembros confirmados en el nuevo gabinete– y los problemas<br />
de inseguridad. ¿Cómo se gobernará en ausencia de estadísticas oficiales<br />
creíbles? La reconstrucción de la credibilidad <strong>del</strong> INDEC es otro desafío que tiene<br />
por <strong>del</strong>ante la Presidenta.<br />
VII. Los desafíos de la nueva presidencia<br />
El sindicalismo será el más grande de los desafíos en los inicios de la gestión<br />
para controlar la inflación. La convocatoria hecha por la Presidenta a un acuerdo<br />
social orientado a asegurar crecimiento, controlar la inflación, incrementar<br />
la inversión y mejorar la distribución <strong>del</strong> ingreso, reitera un viejo dilema de la<br />
Argentina inflacionaria: la cerrada defensa que hace el sindicalismo <strong>del</strong> salario<br />
nominal en el presente so pena de resignar aumentos <strong>del</strong> salario real en el futuro.<br />
Algunas señales auguran un futuro difícil al acuerdo. El representante <strong>del</strong> gremio<br />
gastronómico, Luis Barrionuevo calificó la convocatoria a una concertación social<br />
hecha por la Presidenta como “una expresión de deseos” y afirmó : “Yo no<br />
creo en esos acuerdos. Los pactos son entre el empresariado y el Gobierno y a los<br />
trabajadores se los mandan cocinado” (La Nación, 8/12/2007).<br />
La novedad de una suerte de doble comando que inauguraría la gestión de Cristina<br />
Kirchner, encarnado en la presencia de su esposo como jefe <strong>del</strong> Partido Justicialista,<br />
en la actualidad acéfalo, y ella, a la cabeza <strong>del</strong> Ejecutivo, dota a la nueva<br />
administración <strong>del</strong> recurso de un conductor de probada eficacia para disciplinar<br />
los conflictos en el seno <strong>del</strong> peronismo. 29 Las reformas han sido aplazadas bajo<br />
el imperio de la urgencia de la coyuntura crítica, situación que refleja la frase <strong>del</strong><br />
ex presidente Kirchner al declarar que el objetivo de su gobierno fue salir <strong>del</strong><br />
infierno para acceder al purgatorio, no al cielo. Una reforma estructural que siente<br />
las bases <strong>del</strong> crecimiento sostenido y reformas que incentiven la transparencia y<br />
eficacia de las decisiones, poniendo límites al ejercicio discrecional <strong>del</strong> poder, son<br />
desafíos que enfrenta la Presidenta. Más que la batalla entre el centro izquierda<br />
y el centro derecha –una batalla que refleja la fractura vertical de la sociedad<br />
argentina hoy dividida entre los de arriba y los de abajo– es la batalla entre la<br />
modernización y el continuismo lo que está en juego en la próxima gestión. Resta<br />
saber si el nuevo gobierno habrá de representar un cambio de fondo frente a los<br />
cambios estructurales que esperan al país para adaptarlo a los requerimientos de<br />
la nueva realidad mundial. También es una incógnita saber si la Presidenta fijará<br />
los principios y objetivos estratégicos que inspirarán la política exterior y abandonará<br />
una política errática y dependiente de los conflictos domésticos.<br />
VIII. La debilidad de la oposición<br />
La oposición desconcertada y dividida poco ayuda para animar el debate de<br />
ideas que diseñe los cambios. El ex ministro de Economía Roberto Lavagna,<br />
candidato de una coalición entre el peronismo no kirchnerista y la Unión Cívica<br />
Radical, con el 17% de los votos y el tercer lugar en la competencia, perdió su<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
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oportunidad. Hoy, un sector de la diezmada UCR busca aliarse a la Coalición Cívica<br />
de Carrió que supo apropiarse <strong>del</strong> papel de opositora implacable y eficaz <strong>del</strong><br />
matrimonio Kirchner, pero que no pudo contener los conflictos de su heterogénea<br />
coalición y sufre los efectos de la sangría. Los restos <strong>del</strong> peronismo no kirchnerista<br />
tratan de reacomodarse en el nuevo mapa político surgido de las elecciones. La<br />
oposición enfrenta dos grandes problemas. Por un lado, la incapacidad de crecer<br />
fuera de las grandes ciudades, en parte debida a un sistema electoral con sesgo<br />
mayoritario y partidario que ha beneficiado al peronismo. Por otro, la dificultad<br />
de conciliar la competencia política con la convergencia en un frente común, fruto<br />
de la afirmación de personalismos que perciben los acuerdos como pura amenaza.<br />
Estas limitaciones aplazan la necesaria recomposición de un sistema político<br />
que exprese las demandas de una sociedad transformada por los cambios ocurridos<br />
en democracia. Sin embargo, el triunfo de una coalición socialista-radical<br />
en Santa Fe y <strong>del</strong> candidato <strong>del</strong> centro derecha en la Ciudad de Buenos Aires, en<br />
las elecciones subnacionales que precedieron a los comicios de octubre, puso de<br />
manifiesto que importantes franjas <strong>del</strong> electorado no contenidas en el esquema<br />
bipartidista peronista-radical, apoyaron nuevos liderazgos. Esta renovación generacional<br />
en la dirigencia puede ser considerada como síntoma de cambios hacia<br />
la reconstrucción <strong>del</strong> sistema de partidos. 30 Las elecciones que instalaron el sexto<br />
mandato presidencial desde 1983 se llevaron a cabo con partidos convertidos en<br />
cáscaras vacías o en “taxis” que conducen a posiciones de poder según la acertada<br />
metáfora de Dahrendorf (2003:108). La ausencia de organizaciones partidarias<br />
sólidas en el plano nacional, el peronismo dominante aunque dividido y las crisis<br />
de liderazgos alternativos, poco ayudan a los cambios de fondo postergados. Acaso<br />
la Presidenta, coherente con su declarada intención de diálogo, abra un nuevo<br />
capítulo en las relaciones <strong>del</strong> gobierno con la oposición en el que, antes que intentar<br />
deglutirla, valore la necesidad de reforzarla. Se trata de una condición sine<br />
qua non para que emerja un sistema multipartidario moderado al calor de nuevos<br />
liderazgos y sea el pilar de futuras coaliciones de gobierno capaces de sostener en<br />
el tiempo una política de compromisos.<br />
Referencias<br />
* Este artículo fue publicado en Cultura Política y Alternancia en América Latina, Madrid, Fundación<br />
Pablo Iglesias, 2008, 47-70.<br />
1. La crisis financiera asiática, la mexicana y por último la brasileña, alimentaron la prolongada recesión<br />
iniciada en 1998.<br />
2. Entre 1983 y 1999, el voto nulo osciló entre el 0,5% y el 1,5% de los sufragios emitidos; el voto<br />
blanco a su vez lo hizo entre el 2% y el 4%. En 2001, el primero ascendió hasta el 12,5% y el segundo<br />
hasta el 9,4%. La tasa de abstención, que en el período 1983-1999 se ubicó en promedio entre el 15%<br />
y el 20%, en octubre de 2001 alcanzó el 27%.<br />
3. Vacante la vicepresidencia, el Congreso, tras una breve asunción <strong>del</strong> Presidente Provisional <strong>del</strong><br />
Senado, eligió a Adolfo Rodríguez Saá, gobernador peronista de la provincia de San Luis, como presidente<br />
interino. Rodríguez Saá declaró la suspensión de pagos de la deuda externa. Sin el aval de su<br />
partido, y en medio de un clima de tumultos y saqueos, terminó por renunciar a tan sólo una semana de<br />
haber sido electo. En enero, luego de un fugaz paso por la presidencia <strong>del</strong> Presidente de la Cámara de<br />
Diputados, el Congreso designó a Eduardo Duhalde presidente, el quinto en menos de dos semanas.
4. Con el sistema bancario paralizado y sin perspectivas claras de una posible ayuda internacional, el<br />
Producto Bruto Interno (PBI) se contrajo <strong>16</strong>% en el primer semestre de 2002. La tasa de desempleo<br />
alcanzó uno de sus niveles más altos en la historia con un porcentaje cercano al 25%. Alrededor de 5<br />
millones de personas cayeron en la pobreza entre octubre de 2001 y junio de 2002 y la indigencia alcanzó<br />
a un cuarto de la población urbana. Cuando parecía reinar una suerte de tregua social, en junio de<br />
2002, el asesinato de dos piqueteros en una represión policial a una protesta precipitó el acortamiento<br />
<strong>del</strong> mandato <strong>del</strong> presidente Duhalde y abrió un período de gran incertidumbre política. La amenaza de<br />
una espiral de violencia sin control, con un presidente transitorio en retirada a plazo definido, instaló la<br />
confusión generalizada y tiñó la convocatoria a elecciones de sospechas de violencia.<br />
5. Una abrumadora mayoría de argentinos –82%– reconoce que la falta de respecto a las leyes es un<br />
problema grave en el país (PNUD, 2005:36).<br />
6. La desconfianza hacia los políticos y los partidos se extiende al Poder Judicial. Sólo un 29% de los<br />
ciudadanos confía en la Justicia (Latinobarómetro, 2006:80).<br />
7. La economía cumplió cinco años de crecimiento ininterrumpido, a tasas estables y muy elevadas. La<br />
historia <strong>del</strong> país no mostró crecimiento con tasas de esa magnitud y por tantos años desde el período<br />
previo a la Primera Guerra Mundial. Hubo, en rigor, períodos más prolongados de expansión (en años<br />
comprendidos entre las décadas <strong>del</strong> 30 al 40 y <strong>del</strong> 60 al 70), pero a tasas menores y más volátiles.<br />
8. La Ley de Obediencia Debida, sancionada en junio de 1987, calificó como no punibles a todos<br />
aquellos que obraron en estado de coerción bajo subordinación a la autoridad superior y en cumplimiento<br />
de órdenes, sin facultad o posibilidad de inspección, oposición o resistencia a ellas en cuanto a<br />
su oportunidad y legitimidad.<br />
9. La Ley de Punto Final sancionada en diciembre de 1986 fijó un plazo de sesenta días corridos a<br />
partir de la fecha de su promulgación para iniciar acciones legales. A partir de esa fecha se extinguía la<br />
acción penal contra toda persona que hubiere cometido <strong>del</strong>itos vinculados a la instauración de formas<br />
violentas de acción política hasta el 10 de diciembre de 1983.<br />
10. El Frente para la Victoria es una coalición que incluye a peronistas y no peronistas alineados con el<br />
presidente Kirchner. La fórmula no es nueva, porque el peronismo ha practicado esa estrategia durante<br />
décadas. La diferencia es que el presidente Kirchner y su esposa han asumido el riesgo de abandonar<br />
las emblemáticas siglas peronistas aunque para las elecciones presidenciales de octubre próximo están<br />
gestionando la autorización <strong>del</strong> PJ para utilizar en las boletas electorales el escudo peronista. Los partidos<br />
menores, como Propuesta Republicana (PRO) y Recrear para el Crecimiento (RECREAR), ambos<br />
en el centro derecha <strong>del</strong> espectro partidario, y afirmación para una República Igualitaria (ARI), en el<br />
centro izquierda, sólo tienen caudal electoral importante en algunos distritos.<br />
11. En todo el gobierno de Alfonsín sólo se aprobaron diez decretos de necesidad y urgencia. En los tres<br />
primeros años <strong>del</strong> Gobierno de Menem se sancionaron 178 decretos y durante la gestión de Kirchner<br />
249 DNU. Centro de Estudios para Políticas Públicas, cit. en La Nación, 02/10/2007.<br />
12. Ejemplifica esta afirmación el Presupuesto presentado en el Congreso en setiembre de 2007, un<br />
texto que ningún analista duda en afirmar que es fantasioso, que puede ser modificado cuantas veces<br />
quiera y con la profundidad que su criterio le dicte por el presidente, o por el jefe de Gabinete. En<br />
términos presupuestarios no existe la división de poderes. El Congreso le ha <strong>del</strong>egado también lo que<br />
la Constitución le prohíbe ceder, que es la materia tributaria. Los denominados cargos específicos a<br />
la energía eléctrica y el gas son impuestos, que el Ejecutivo puede administrar, aumentar, reducir y<br />
exceptuar como le plazca.<br />
13. En los fideicomisos, funcionarios públicos manejan fondos privados o mixtos (los grandes consumidores<br />
pagan cargos específicos establecidos por el Congreso que engrosan el fondo) no está regulado<br />
-es un limbo jurídico-. Son los funcionarios quienes determinan qué obras se harán y quiénes las<br />
realizarán (pocas empresas siempre ganan licitaciones o concursos). Hay unos <strong>16</strong> fideicomisos (de<br />
transporte, <strong>del</strong> gas, hídrico, etc.). El Ministerio de Planificación es el encargado de administrarlos. No<br />
hay ninguna razón que no sea la vocación de evadir los controles administrativos y el escrutinio <strong>del</strong><br />
Congreso que justifique la extraordinaria expansión de la cantidad de recursos manejados por fuera<br />
<strong>del</strong> presupuesto.<br />
14. La CTA, escindida de la CGT en 1992, moviliza a los desocupados y sus sindicatos tienen muchos<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
25
menos recursos que la CGT. Incluye dos federaciones nacionales, la de los maestros y una de los trabajadores<br />
estatales.<br />
15. En la actualidad, la conducción de la CGT en manos <strong>del</strong> dirigente de los camioneros, Hugo Moyano,<br />
está siendo cuestionada por representantes de otros gremios. La representatividad y la estabilidad de<br />
los grupos que pactan, requisitos para el éxito de los pactos sociales tripartitos, no están aseguradas.<br />
<strong>16</strong>. La intervención <strong>del</strong> Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) y especialmente <strong>del</strong> índice<br />
de inflación, sumada a la falta de actualización de muchos índices y la decisión de discontinuar otros,<br />
trae como consecuencia que todas las estadísticas sean sospechosas y la falta de credibilidad de los<br />
datos con que el Gobierno construye el presupuesto nacional.<br />
17. En agosto de 2007, un ex funcionario kirchnerista de la provincia de Santa Cruz, acorralado en<br />
una manifestación de protesta de los docentes, huyó en su camioneta pasando por sobre los cuerpos<br />
de los manifestantes, una imagen brutal que hizo evocar el impacto de la quema <strong>del</strong> cajón en el acto<br />
de cierre de la campaña peronista de 1983, una acción que selló la derrota de su entonces candidato,<br />
Ítalo Luder.<br />
18. La esposa <strong>del</strong> general Perón, Isabel Martínez, llegó a la presidencia tras la muerte <strong>del</strong> general y lo<br />
hizo desde su cargo de vicepresidenta. Eva Perón no pudo lograr ese objetivo.<br />
19. J. B. ALBERDI (1980), Bases y puntos de partida para la organización política de la República<br />
Argentina, Buenos Aires, Plus Ultra.<br />
20. La Nación, 15/09/07. La inclusión <strong>del</strong> gobernador radical como acompañante en la fórmula de<br />
Cristina Fernández obedece a la estrategia adoptada por el presidente Néstor Kirchner, quien tras llegar<br />
a la Casa Rosada en 2003 y ver que no podía hacerse con las riendas <strong>del</strong> Partido Justicialista optó por<br />
cambiar de rumbo y aglutinar en torno a su persona a políticos y dirigentes fuera <strong>del</strong> peronismo.<br />
21. La pobreza en el primer semestre de 2007 fue de 28.3%, cinco puntos por encima de la cifra <strong>del</strong><br />
INDEC (23.4%), debido a la distorsión en el cálculo oficial de la inflación, SEL (2007), Newsletter<br />
sobre la situación laboral y social de la Argentina. (www.selconsultores.com.ar)<br />
22. I. BERMÚDEZ, Clarín, 20/06/07.<br />
23. R. CASTIÑEIRA, “ Se acentúa la descoordinación macroeconómica”, en Econométrica, setiembre<br />
de 2007 (www.econometrica.com.ar)<br />
24. Citado en A. HIRSCHMAN (1979), “The Turn to Authoritarianism in Latin America and the<br />
Search for its Economic Determinants”, en D. COLLIER (editor), The new Authoritarianism in Latin<br />
America, New Jersey, Princeton University Press, p.65.<br />
25. Pese a haber sido elegido como compañero de fórmula de su esposa, Kirchner impulsó en Mendoza<br />
una fórmula de gobierno propia cuya victoria dejó sin base territorial al vicepresidente Cobos.<br />
26. En las elecciones para la Cámara de Diputados, la sobre representación de los distritos pequeños<br />
(ninguno elige menos de 5 diputados, con independencia de su población) tiende a conformar gobiernos<br />
divididos cuando el presidente –elegido en los distritos grandes– no pertenece al partido que<br />
domina en esos distritos pequeños (tradicionalmente ha sido el peronismo el partido predominante en<br />
el interior). El gobierno dividido ha sido el rasgo de las dos administraciones radicales desde 1983.<br />
27. La sobre representación de los distritos pequeños en ambas cámaras explica la distribución <strong>del</strong><br />
poder institucional en el Congreso.<br />
28. “Para mí y para todos los argentinos (Néstor Kirchner) seguirá siendo presidente”, dijo Cristina<br />
Fernández en el acto de asunción <strong>del</strong> segundo mandato <strong>del</strong> gobernador Mario Das Neves en la provincia<br />
de Chubut, antes de asumir su mandato.<br />
29. Al momento de escribir estas líneas no se ha concretado aun la presidencia <strong>del</strong> Partido Justicialista<br />
en manos <strong>del</strong> ex presidente Kirchner. El jefe de Gabinete, Alberto Fernández, aseguró que el presidente<br />
Kirchner tiene para los próximos años “una tarea muy grande” que es “ordenar un espacio tan disímil”<br />
como el justicialismo (La Nación 9/12/2007).<br />
30. El socialista Hermes Binner se consagró gobernador de Santa Fe; Mauricio Macri, el candidato <strong>del</strong><br />
centro derecha, fue elegido jefe <strong>del</strong> gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.<br />
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Pennsylvania, The Pennsylvania State University press, University Park.<br />
Recibido: 10/08/08. Aceptado: 20/09/08<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
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La pérdida de legitimidad de los partidos políticos argentinos<br />
Ricardo Sidicaro<br />
Ricardo Sidicaro es Profesor de la Universidad de<br />
Buenos Aires e Investigador de CONICET<br />
�ail: rsidicaro@mail.fsoc.uba.ar<br />
resumen<br />
Para analizar las causas de la declinación de<br />
la legitimidad de los partidos políticos argentinos<br />
en el período de reconstrucción institucional<br />
abierto en 1983, este artículo se centra: 1) en el<br />
sentido de las acciones de los dirigentes políticos<br />
y 2) en las transformaciones de las subjetividades<br />
de los ciudadanos. El análisis sostiene que en<br />
la medida que la vida política nacional de 1930-<br />
1983 se caracterizó por la violación casi permanente<br />
de las reglas democráticas, los dirigentes<br />
políticos adquirieron estilos de acción que luego<br />
obstaculizaron la construcción de un sistema democrático<br />
moderno. Desde 1983, en la sociedad,<br />
las combinaciones entre reclamos antimilitaristas<br />
y demandas democráticas produjeron muchas<br />
expectativas que luego se frustraron. Por<br />
otra parte, el debilitamiento de la cohesión social<br />
y la mayor libertad cultural aumentaron los<br />
niveles de exigencias políticas de los ciudadanos<br />
y sus críticas a los partidos políticos.<br />
palabras claves<br />
partidos políticos / Estado / democracia<br />
Argentina<br />
summary<br />
To analyze the reasons of the decline of the<br />
legitimacy of the Argentine political parties in<br />
the period of institutional reconstruction opened<br />
in 1984, this article centres: 1) in the sense of<br />
the actions (shares) of the political leaders and<br />
2) in the transformations of the subjectivities of<br />
the citizens. The analysis holds that in the measure<br />
that the political national life of 1930-1983<br />
characterized for the almost permanent violation<br />
of the democratic rules, the political leaders acquired<br />
styles of action that complicated then the<br />
construction of a democratic modern system.<br />
From 1983, in the society, the combinations<br />
between claims antimilitarists and democratic<br />
demands produced many expectations that then<br />
frustrated. On the other hand, the weakening<br />
of the social cohesion and the major cultural<br />
freedom increased the levels of political requirements<br />
of the citizens and his critiques to the<br />
political parties.<br />
keywords<br />
political parties / State / democracy Argentina<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
2
Existen numerosos observables empíricos que permiten considerar a la pérdida<br />
de legitimidad de los partidos políticos como una de las características principales<br />
de la actual situación argentina. Ese fenómeno no es reciente, sus manifestaciones<br />
variaron en el curso de los últimos dos decenios, pero a partir de la crisis de 2001<br />
adquirió una notable visualización pública. Abordar este tema es, por cierto, introducirse<br />
en una cuestión compleja, en buena medida oscurecida y simplificada<br />
al ser mencionada corrientemente sin mayor precisión conceptual y como parte de<br />
controversias en las pujas por posiciones de poder. No está de más recordar que<br />
los conocimientos de las ciencias sociales sobre procesos en curso suelen tener<br />
fronteras porosas o difusas con los argumentos de los actores más directamente<br />
concernidos, con las opiniones normativas de índole jurídico y con las narraciones<br />
de los medios de comunicación. Usualmente, los avatares de la política que<br />
invaden las preocupaciones ciudadanas se trivializan y son naturalizados al punto<br />
tal que se pierde su significado detrás de anécdotas sobre las idiosincrasias de los<br />
altos personajes o las atribuciones de culpas.<br />
En términos sociológicos, la legitimidad política de un actor, individual o colectivo,<br />
se estima considerando el grado positivo de consenso social acordado a<br />
sus desempeños. En el caso de las democracias modernas, se trata, entonces, de<br />
una creencia existente en la ciudadanía situada en un plano distinto al de sus preferencias<br />
por una u otra fuerza política. A su vez, las creencias sobre los grados de<br />
legitimidad de los partidos pueden ser distintas a las referidas a la validez <strong>del</strong> orden<br />
político vigente y a la valoración de la función de los partidos, en abstracto, en<br />
tanto mecanismos necesarios para la representación de la diversidad de opiniones<br />
de la ciudadanía. En el caso argentino, como en muchos otros países, los considerables<br />
porcentajes de personas que critican los modos de acción de los partidos,<br />
no manifiestan puntos de vista adversos hacia el régimen político democrático y<br />
el principio de representación partidaria. En ese marco de percepciones de la vida<br />
pública, la erosión de la confianza en los dirigentes partidarios se combina contradictoriamente<br />
con el apoyo al sistema de regulaciones institucionales que supone<br />
necesaria su existencia para representar y para gobernar. De allí que no deba resultar<br />
paradójico que los mismos individuos inclinados a denostar a los dirigentes políticos<br />
en general, a la hora electoral escojan por algunos de sus partidos y declaren<br />
luego no tener expectativas en ser representados por ellos. En cierto sentido, puede<br />
decirse que la creencia en la validez <strong>del</strong> orden político democrático opera como un<br />
factor que da estabilidad a la democracia y neutraliza las posibilidades de que minorías<br />
activas antidemocráticas, de origen militar o civil, intenten la instauración<br />
de regímenes de tipo autoritario. Por otra parte, es probable que la distancia establecida<br />
entre la sociedad y los dirigentes partidarios haya favorecido la libertad de<br />
estos últimos para transgredir normas que, de todos modos, la ciudadanía suponía<br />
que no respetaban. En tanto las elecciones y las alternancias constituyeron elementos<br />
esenciales <strong>del</strong> orden democrático, los dirigentes de partidos cuya descomposición<br />
creciente era evidente continuaron obteniendo reconocimientos electorales<br />
y posiciones de gobierno y, en cierto grado, algunos candidatos consiguieron<br />
crear circunstancialmente una buena aceptación en parte de la sociedad, aunque
los estudios de opinión seguían reflejando la falta de confianza de los ciudadanos<br />
en sus partidos. Las entrevistas y las encuestas que revelan la falta de confianza<br />
de la sociedad en los partidos argentinos proporcionan informaciones confiables<br />
sobre las creencias vigentes en la sociedad sobre su pérdida de legitimidad, sin<br />
ser esos los únicos observables empíricos al respecto. Hechos más puntuales tales<br />
como los estallidos de protestas sociales, las acciones de autorepresentación de las<br />
personas que suponen no tener otros medios para hacer valer sus derechos o para<br />
peticionar, el ausentismo electoral, el voto en blanco, son otros tipos de conductas<br />
que pueden leerse en la misma clave.<br />
En este texto nos preguntaremos sobre las causas <strong>del</strong> deterioro de la legitimidad<br />
de los partidos diferenciando dos planos de análisis: 1) el de las ambivalencias<br />
iniciales <strong>del</strong> proceso de reconstrucción de las instituciones democráticas; y 2) el<br />
de las transformaciones de la sociedad que incidieron en los cambios de las creencias<br />
sobre la política. Ambos planos forman parte de una totalidad compleja de<br />
la que sólo destacaremos algunos de sus nexos más relevantes. En fin, no está de<br />
más aclarar que los procesos particulares, las corrientes de opinión, los acontecimientos<br />
puntuales o los sis<strong>temas</strong> de acciones <strong>del</strong>imitados espacio-temporalmente<br />
que mencionaremos, sólo tendrán por finalidad sustentar empíricamente nuestra<br />
interpretación sociológica.<br />
Las opiniones ciudadanas<br />
Para la elaboración de este análisis fueron de fundamental importancia los resultados<br />
de una investigación que realizamos en los años 2004-2005 sobre la legitimidad<br />
de las instituciones estatales y de los partidos políticos argentinos. 1 Una<br />
amplia mayoría de los entrevistados coincidió en criticar a los dirigentes de los<br />
partidos políticos por considerarlos: ajenos a las demandas y necesidades de la<br />
sociedad; preocupados por preservar sus cargos y los beneficios derivados de<br />
los mismos; incumplidores de sus anuncios electorales; carentes de capacidad<br />
para la gestión pública y, mediante ideas diversas, asociaron la política con la<br />
búsqueda de oportunidades ilícitas de enriquecimiento personal. En sus sentidos<br />
clásicos y modernos, el término corrupción tuvo una recurrente presencia en los<br />
relatos recogidos. Si bien los entrevistados fueron seleccionados de acuerdo a las<br />
distintas situaciones y condiciones sociales presentes en el conjunto <strong>del</strong> cuerpo<br />
electoral, las críticas a la falta de representatividad de las dirigencias partidarias<br />
fue casi unánime. En parte, la diversidad de las inserciones en la sociedad incidió<br />
en los estilos de argumentación: quienes tenían mayores formaciones educativas<br />
o se desempeñaban en puestos jerárquicos mostraron más propensión a proponer<br />
soluciones, ese tipo de respuestas fueron menos frecuentes en el resto de los entrevistados.<br />
Con independencia de ciertas variaciones menores relacionadas con<br />
experiencias generacionales, la valoración positiva <strong>del</strong> orden político democrático<br />
y las críticas a los dirigentes de los partidos fueron el punto de convergencia de la<br />
mayoría de las opiniones recogidas.<br />
En general, los entrevistados de más de 40 años expresaron sentimientos de<br />
desencanto al referirse a sus expectativas políticas de la época de comienzos <strong>del</strong><br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
31
égimen democrático. Una parte de esas personas hizo menciones explícitas a las<br />
esperanzas frustradas en materia de mejora de las condiciones socioeconómicas de<br />
la población, sin ser ese el tema que predominó. Las objeciones al modus operandi<br />
de los partidos en general no establecieron mayores distinciones entre los mismos.<br />
Sólo en una cantidad numéricamente poco significativa de los entrevistados, el<br />
descontento sobre el presente era acompañado de objeciones a eventuales abandonos<br />
de tradiciones ideológicas de los partidos a los que habían votado. En cuanto<br />
a los viejos enfrentamientos que en otras circunstancias dividieron las sensibilidades<br />
políticas nacionales, su mención fue secundaria. La antinomia efectivamente<br />
recurrente fue de otro carácter: nosotros, los ciudadanos, y ellos, los dirigentes<br />
políticos. Con independencia de sus discrepancias sobre los gobiernos iniciados a<br />
partir de 1983, la mayoría de las opiniones coincidió en la condena a la dictadura<br />
militar y a sus responsables. En lo que hace a las experiencias personales, sólo<br />
alrededor de un 10% de los entrevistados dijo haber participado de las actividades<br />
de algún partido político y una proporción ínfima declaró mantener todavía algún<br />
tipo de relación. Sobre la crisis de diciembre de 2001, las referencias a los perjuicios<br />
ocasionados por el fin de la convertibilidad fueron netamente más numerosas<br />
que las evocaciones <strong>del</strong> rechazo contra los dirigentes partidarios manifestado en<br />
aquella ocasión por los sectores movilizados de la población. El fin <strong>del</strong> gobierno<br />
de De la Rúa apareció como un hecho importante sólo para los entrevistados que<br />
se mostraron más interesados por cuestiones políticas. En general, primó el pesimismo<br />
sobre las posibilidades de renovación de las dirigencias partidarias o de<br />
sus modos de acción. Sin dejar de manifestar falta de confianza en la dirigencia<br />
política, una cierta cantidad de los entrevistados reveló expectativas favorables al<br />
inicio <strong>del</strong> gobierno de Néstor Kirchner.<br />
El análisis de las opiniones recogidas por nuestra investigación fue realizado<br />
mediante una lectura que apuntó a la comprensión global <strong>del</strong> sentido de lo dicho<br />
por los entrevistados, en tanto expresión de subjetividades individuales que con sus<br />
recuerdos no sistemáticos y sus ambigüedades, expresan pensamientos colectivamente<br />
compartidos sobre situaciones vividas individualmente pero decodificadas<br />
desde puntos de vista, o de visión, condicionados por los lugares ocupados en el<br />
espacio social. Digamos que si en apariencia no hay nada que se pueda considerar<br />
más personal que el acto de contestar en una entrevista, comparable si se quiere al<br />
de entrar al cuarto oscuro a depositar un sufragio, las selecciones de los recuerdos<br />
y de las palabras, al igual que las de los candidatos que se a vota, están socialmente<br />
condicionadas y expresan un saber común y experiencias colectivas y, casi siempre,<br />
previamente habladas. La alta homogeneidad de las miradas críticas sobre los<br />
dirigentes partidarios, más allá de las evaluaciones puntuales no necesariamente<br />
concordantes, brindó ejes temáticos, no siempre nombrados explícitamente por<br />
los entrevistados, a partir de los cuales nos propusimos establecer la comprensión<br />
<strong>del</strong> sentido de las conductas de quienes estiman que, por acción u omisión, los<br />
partidos y sus dirigentes carecen de legitimidad.<br />
Además de los datos cualitativos de nuestra investigación, hemos empleado informaciones<br />
elaboradas por distintas entidades que realizan mediciones cuantitati-
vas periódicas de los niveles de confianza en las instituciones públicas. En el Cuadro<br />
1 se resumen los resultados de un estudio realizado por la consultora Gallup:<br />
Cuadro 1. Indicadores de confianza en las instituciones 1984-2007<br />
1984 1991 2002 2007<br />
Congreso 73% 17% 7% 12%<br />
Partidos Políticos (**) 15% 4% 7%<br />
Fuente: Estudio acerca <strong>del</strong> trabajo voluntario y la responsabilidad empresaria. Gallup Argentina<br />
2007<br />
Cabe señalar que en la fuente citada se aclara que la primera medición sobre la<br />
confianza en los partidos políticos fue hecha en 1987 y que en esa oportunidad el<br />
38% de los encuestados manifestó confiar en ellos. Después de 1984, el aumento<br />
<strong>del</strong> porcentaje de opiniones críticas sobre el Congreso, es el indicador que mejor<br />
resume la caída de las expectativas puestas por la ciudadanía en la nueva etapa<br />
de la vida política nacional. Es interesante señalar que la leve recuperación de los<br />
porcentajes de confianza en el Congreso y en los partidos registrada entre 2002 y<br />
2007, no alteraron significativamente la tendencia general imperante.<br />
Cuadro 2. Indicadores de déficit de confianza en las instituciones 2004-2007<br />
2004 2007<br />
Valoración <strong>del</strong> Gobierno Nacional 82% 70%<br />
Valoración <strong>del</strong> Congreso 94% 84%<br />
Valoración de los Partidos Políticos 98% 95%<br />
Valoración <strong>del</strong> acto de votar 14% 22%<br />
Fuente: Índice de desarrollo humano y social. Boletín <strong>del</strong> Observatorio de la deuda social<br />
argentina. Nº 1/2008. Universidad Católica Argentina 2<br />
La otra fuente a la que hemos recurrido, el Observatorio de la deuda social argentina<br />
de la Universidad Católica Argentina, corresponde a los años 2004 y 2007,<br />
y aporta datos igualmente significativos. Los indicadores sobre el Congreso y los<br />
partidos son casi similares a los <strong>del</strong> estudio de Gallup, si bien en su presentación<br />
el Observatorio opta por referirse al déficit de confianza, es decir a los porcentajes<br />
de respuestas que dicen no tener confianza. La información <strong>del</strong> Cuadro 2 muestra<br />
que entre 2004 y 2007 se registró una mínima baja porcentual en el indicador de<br />
desconfianza en los partidos, pero que mejoró de un modo relativamente mayor la<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
33
confianza en el gobierno nacional y en el Congreso, así como la valoración asignada<br />
al acto de votar.<br />
La buena recepción en la opinión pública de la gestión presidencial de Néstor<br />
Kirchner fue, sin duda, la razón por la que se mejoraron los porcentajes de confianza,<br />
entre 2004 y 2007, en el Gobierno nacional. Cabe destacar que la modificación<br />
positiva de los valores de dicho indicador se dio en una situación en la que a los<br />
efectos de continuar con la reconstrucción de la economía la acción gubernamental<br />
adquirió una centralidad mayor y los logros, en ese aspecto, debieron estar en<br />
la base <strong>del</strong> cierto aumento de confianza captado en las encuestas. También el Poder<br />
Ejecutivo tuvo desempeños visualizados como antimilitaristas y favorables a la<br />
política de derechos humanos que, como veremos más a<strong>del</strong>ante, son cuestiones<br />
que despiertan la adhesión de una parte de la ciudadanía. En cambio, distintos<br />
análisis muestran que en ese período se registraron numerosas transgresiones al<br />
normal funcionamiento de la división de poderes, acrecentándose el decisionismo<br />
presidencial que emprendió tareas de orden legislativo constitucionalmente reservadas<br />
al parlamento. 3 Aún así, los porcentajes de mejora de la confianza en el Poder<br />
Legislativo se vieron acrecentados, probablemente, por su participación en las<br />
decisiones sobre los cambios en la Corte Suprema de Justicia o en la reapertura de<br />
los juzgamientos a los responsables de <strong>del</strong>itos durante la dictadura. Es interesante<br />
señalar que lo sucedido con la confianza en el Gobierno nacional y en el Congreso,<br />
prácticamente no repercutió en la mejoría de la valoración de los partidos. Más<br />
aún, tal como veremos, en las elecciones nacionales 2007 los partidos dejaron su<br />
lugar a frentes electorales y a candidaturas personalizadas, lo que de hecho mostró<br />
un nivel alto de autoconciencia de su desprestigio.<br />
La política y la segunda modernidad<br />
Entre los rasgos más característicos de la actual época de la modernidad occidental<br />
se encuentra el debilitamiento <strong>del</strong> atractivo de los partidos políticos que,<br />
con manifestaciones disímiles, se registra en las más diversas sociedades de nuestros<br />
días. Es común observar como la política dejó de proveer identidades colectivas<br />
y de polarizar las opiniones de los ciudadanos.<br />
Con conceptos durkhemnianos, puede decirse que el interés que suscitaban los<br />
partidos fue tanto mayor cuando existían tejidos sociales más integrados que daban<br />
lugar a las confrontaciones de ideas divididas en torno a las orientaciones de<br />
los llamados “destinos colectivos”. En ese tipo de situaciones, los partidos fueron<br />
los actores que condensaron la expresión de las representaciones colectivas de los<br />
diferentes sectores sociales que se cristalizaron en grandes y durables clivajes políticos.<br />
Los discursos y las acciones de esos partidos crearon tradiciones políticas<br />
e ideológicas que no necesariamente han desaparecido, pero junto con la declinación<br />
de los niveles de integración social perdieron intensidad las anteriores pasiones<br />
y certezas políticas. Los vínculos sociales más laxos se reflejan en la aparición<br />
de subjetividades menos apegadas a las herencias culturales de toda índole. Si bien<br />
esos cambios no impiden que los encargados de la puesta en escena de la acción<br />
política recurran a las retóricas que otrora habían mostrado ser efectivas para mo-
vilizar adhesiones, esos anacronismos en algunos casos debieron incrementar la<br />
desconfianza ciudadana.<br />
Es notorio que en la medida que se diversificaron las formas actuales de vida<br />
y se modificaron las inserciones sociales rígidas y permanentes, en especial, pero<br />
no sólo, en el mundo <strong>del</strong> trabajo, se fueron produciendo vaciamientos de sentido<br />
en los contenidos de los discursos y simbologías políticas. Los viejos sis<strong>temas</strong><br />
de alteridades colectivas que alcanzaron su apogeo en las luchas por la “ciudadanía<br />
política” primero y después por la “ciudadanía social”, comenzaron luego<br />
a desdibujarse con los efectos socialmente integradores de aquellas importantes<br />
conquistas.<br />
Luego, junto con las ampliaciones de los horizontes de posibilidades individuales,<br />
las preferencias políticas adquirieron más matices, y aún quienes siguieron<br />
votando por los mismos partidos ya no se subordinaron de igual forma a sus dirigentes<br />
y comenzaron a dudar sobre cómo orientar sus sufragios.<br />
Con la globalización y el paso de la modernidad sólida a la modernidad líquida,<br />
para decirlo con términos de Zygmunt Bauman (2003a), no debe verse como algo<br />
paradójico que los beneficiados de los cambios políticos y sociales de la etapa<br />
sólida, relativizaron sus anteriores identificaciones políticas. Por otra parte, con el<br />
avance de las desigualdades sociales y la fragmentación de los antiguos colectivos<br />
sociales, en el pasaje de la sociedad de protección a la de inseguridad social, según<br />
las nociones propuestas por Robert Castel (2004), los individuos quedaron más<br />
expuestos a riesgos antes controlados. En procesos sociales, que como sostiene<br />
Bauman (2003b:23): “los riesgos y las contradicciones siguen siendo producidos<br />
socialmente, y se está cargando al individuo con la responsabilidad y la necesidad<br />
de enfrentarlos”, hasta puede resultar un contrasentido que muchísimas personas<br />
carentes de otros medios para expresar sus situaciones de deterioro tomen distancia<br />
de los sis<strong>temas</strong> de partidos en los que podrían intentar buscar, u organizar, la<br />
representación de sus intereses.<br />
Sin embargo, los efectos ambiguos de las transformaciones en curso no aceptan<br />
lecturas unilineales: en la nueva etapa de la modernidad occidental se producen<br />
fenómenos múltiples cuya fluidez no es inteligible empleando las herramientas<br />
conceptuales aptas para épocas precedentes. La coexistencia entre la declinación<br />
<strong>del</strong> poder de las tradiciones en las diversas esferas de la vida, con el consiguiente<br />
retroceso de las estructuras estructurantes de los modos de hacer, pensar y sentir,<br />
tanto en los dominios de lo privado como de lo público, favorecen la autonomía de<br />
la reflexividad individual y colectiva que reclama más y mejores fundadas razones<br />
para aceptar la autoridad y la legitimidad de las instancias de poder. Cuando mucho<br />
de lo sólido parece desvanecerse en el aire, los espacios nacionales-estatales y<br />
los actores vernáculos de las luchas políticas, no quedaron al margen de las crisis<br />
de confianza.<br />
Puede afirmarse que el capital globalizado operó revolucionando las relaciones<br />
económicas y sociales y su movilidad mundial desarticuló el triángulo fordista o<br />
socialdemócrata de relaciones Estado-asalariados-empresarios. La disminución de<br />
las capacidades estatales ante los agentes <strong>del</strong> capitalismo globalizado y los orga-<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
35
nismos internacionales de supervisión y de crédito, le restó sentido en los foros<br />
políticos a las discusiones sobre las estrategias de desarrollo autónomo y en esas<br />
circunstancias el denominado pensamiento único <strong>del</strong> neoliberalismo se convirtió<br />
en una especie de acta notarial de la constatación de la nueva situación nacional<br />
y mundial. Por su parte, la globalización cultural contribuyó a la heterogeneidad<br />
de todos los sectores sociales. En el extremo, puede afirmarse que los partidos sin<br />
ideas no fueron más que una especie de sinceramiento <strong>del</strong> hecho de la exterioridad<br />
<strong>del</strong> poder de decisión sobre los grandes asuntos públicos que tendía a restringir las<br />
intervenciones efectivas de los partidos y de los gobiernos.<br />
Lo que Ralf Dahrendorf (1989) denominó la cuadratura <strong>del</strong> círculo o, si se<br />
prefiere, la difícil tarea de combinar el mantenimiento de la capacidad competitiva<br />
de un país bajo las inestables y agresivas condiciones de la mundialización<br />
económica, lograr ese objetivo sin lesionar las bases de la cohesión y de la solidaridad<br />
social, asegurando la plena vigencia <strong>del</strong> régimen político democrático y<br />
respetando las regulaciones de una sociedad libre, fue, sin duda, la mejor síntesis<br />
de los desafíos de la complicada situación de la política en la segunda modernidad.<br />
Los dirigentes partidarios o gubernamentales que debieron enfrentar esa situación,<br />
a diferencia de Dahrendorf no estaban en una cálida biblioteca <strong>del</strong> St. Antony´s<br />
College de Oxford; se hallaban, por el contrario, al frente de naciones, estructuras<br />
partidarias o de aparatos estatales que habían entrado en la vorágine de lo<br />
que Anthony Giddens llamó un mundo desbocado. Dicho autor designó como la<br />
paradoja de la democracia, al hecho que ese tipo de régimen político “se expande<br />
por el mundo mientras que en las democracias maduras a las que el resto <strong>del</strong> mundo<br />
debe −en teoría− copiar, existe una desilusión generalizada con los procesos<br />
democráticos. En la mayoría de los países occidentales los niveles de confianza<br />
en los políticos ha caído en los últimos años. Vota menos gente que antes, particularmente<br />
en Estados Unidos. Cada vez son más quienes dicen no tener interés en<br />
la política parlamentaria, especialmente entre las generaciones jóvenes” (Giddens,<br />
2000:85).<br />
Con Giddens puede decirse que la modernización de los partidos fue considerablemente<br />
más lenta que los cambios registrados en los modos de vida de sus electores.<br />
En el heterogéneo panorama ideológico derivado de las modificaciones de la<br />
sociedad <strong>del</strong> último cuarto <strong>del</strong> siglo XX no faltaron, tampoco, quienes reaccionaron<br />
en defensa de los valores <strong>del</strong> “hombre y de la mujer corriente” y encontraron<br />
ecos en los discursos antipolíticos de los viejos y nuevos qualunquistas, críticos<br />
de lo que denominaban las “partidocracias”.<br />
Si la idea de la corrupción, con sus usos varios y equívocos, conoció a finales<br />
<strong>del</strong> siglo XX una enorme difusión para vilipendiar a los dirigentes partidarios o<br />
gubernamentales, fue, en buena medida, por haber canalizado malestares sociales<br />
de orígenes diversos. Desde ópticas distintas, fue el lugar común de reflexiones<br />
profanas y de reformadores éticos, que predicaban nuevas morales políticas. Aquí<br />
también cabe coincidir con Giddens y dudar sobre la novedad de la corrupción en<br />
los países democráticos, y pensar que “en una sociedad abierta a la información<br />
es más visible y los límites de lo que se considera corrupción han cambiado”
(Ibídem, 83). Esa observación sobre los países democráticos de más larga data,<br />
probablemente no corresponde a los que combinaron la salida de regímenes de<br />
tipo totalitario o autoritario con las privatizaciones de empresas estatales, que,<br />
como lo mostraron diversos estudios, expandieron las posibilidades de corrupción<br />
partidaria y gubernamental. 4<br />
Manteniéndonos en el tema de la relación entre partidos y valores éticos, digamos<br />
que la denominada crisis <strong>del</strong> militantismo, con la disminución <strong>del</strong> componente<br />
vocacional de la acción política, favoreció la entrada en los partidos de<br />
buscadores de prebendas, centrados en los intercambios y en las gratificaciones<br />
materiales, prácticas que encuentran climas propicios en las condiciones sociales<br />
de anomia o de crisis de sentido, propias de las épocas de cambio político. Sin ser<br />
el único factor en presencia, el rechazo a la política sin valores incrementó la desconfianza<br />
de la sociedad en los partidos. Pero, como lo destaca Klaus von Beyme<br />
(1995:195), esas críticas al cinismo de los partidos no son sólo disfuncionales para<br />
el funcionamiento de los sis<strong>temas</strong> políticos ya que incentivan a sectores de sus<br />
dirigencias a buscar soluciones para superar esas imágenes negativas.<br />
En fin, al igual que cualquier otra cuestión vinculada con cambios políticos,<br />
sociales y culturales actuales, el tema de la relación de la sociedad con los partidos<br />
deja abierto los interrogantes acerca de su carácter de fenómeno coyuntural o estructural.<br />
¿Se trata de una distancia crítica pasajera destinada a resolverse mediante<br />
la readecuación de los partidos a las nuevas configuraciones societales o se está<br />
frente a un cambio en los vínculos de la ciudadanía con los partidos que anuncia el<br />
inicio de una modificación permanente de los modos de representación? En todo<br />
caso, una respuesta que considere, a la vez, la existencia en las sociedades occidentales<br />
de una nueva cultura política, en la que la desconfianza ciudadana frente<br />
al poder y a las jerarquías se articula con demandas mucho más individualizadas<br />
que las de épocas inmediatamente precedentes, puede permitir indagar mejor sobre<br />
las realidades presentes y evitar profecías sin fundamentos. En todo caso, está<br />
casi de más aclarar que la constatación de la declinación de la legitimidad de los<br />
partidos en muchos contextos nacionales contemporáneos, no permite explicar la<br />
existencia de esos procesos diciendo, simplemente, que esto ocurre porque es un<br />
fenómeno época.<br />
Democracia y antimilitarismo<br />
Juan Linz sostuvo que los gobiernos democráticos que llegan al poder sin rupturas<br />
violentas o sin enfrentamientos con los regímenes autoritarios anteriores encuentran<br />
siempre dificultades para emprender las tareas de depuración política, de<br />
modificación legislativa o de cambios de los equipos administrativos y militares<br />
(Linz, 1978:35). En el caso argentino, al listado de dificultades de Linz cabe agregar<br />
las aportadas por los dirigentes partidarios que nunca habían participado de<br />
cuerpos institucionales de <strong>del</strong>iberaciones democráticas normales durante períodos<br />
razonablemente prolongados. Tampoco los partidos políticos habían tenido vidas<br />
internas capaces de funcionar, como se suele decir, como escuelas de democracia.<br />
En las condiciones de restricciones de las libertades públicas, los microcosmos<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
37
partidarios fueron lugares de formación de pequeños grupos que rememoraban<br />
pasados mejores que, salvo en ocasiones excepcionales, no participaban realmente<br />
en conflictos políticos.<br />
Durante el Proceso, algunos dirigentes partidarios colaboraron con los dictadores,<br />
mientras la mayoría hibernó a la espera de su desgaste y sólo unos pocos<br />
actuaron pidiendo reivindicaciones democráticas. En las elecciones de 1983, los<br />
clivajes políticos de las épocas anteriores no se reavivaron excesivamente ya que<br />
las coincidencias pidiendo el fin <strong>del</strong> régimen autoritario operaron disminuyendo<br />
la mención de los anteriores antagonismos, pero, de todos modos, tanto los peronistas<br />
como los radicales atrajeron adhesiones por sus respectivos pasados. Probablemente,<br />
al denunciar la existencia de un pacto militar-sindical, Raúl Alfonsín<br />
consiguió ganar a su favor las sensibilidades más marcadamente antimilitaristas<br />
a la vez que estableció un nexo con la antinomia histórica. 5 Los peronistas, en<br />
cambio, se mostraron más inclinados a recordar su decenio fundacional ya que<br />
el efímero gobierno 1973-76 no debió parecerles un tema proselitista atractivo y,<br />
convencidos <strong>del</strong> seguro triunfo de su candidato, prefirieron no agitar propuestas<br />
antimilitaristas. En la confusión reinante, ninguna fuerza política pareció estar en<br />
condiciones de captar las transformaciones de la sociedad y <strong>del</strong> Estado dejadas por<br />
la experiencia autoritaria que se cerraba.<br />
En la sociedad, la efervescencia política que estalló en la agonía <strong>del</strong> régimen<br />
procesista generó una sensibilidad social antimilitarista de características desconocidas<br />
en el país, originada más por la derrota en la guerra de las Malvinas, que<br />
por las informaciones, escasas todavía, de lo sucedido en materia de violaciones<br />
a los derechos humanos. La simpatía popular que despertó en sus comienzos la<br />
iniciativa bélica <strong>del</strong> Atlántico sur actuó como un factor de reconstrucción circunstancial<br />
<strong>del</strong> tejido social. Las multitudes que plebiscitaron en las calles el inicio y<br />
desarrollo de la guerra, fueron acompañadas por la mayoría de los dirigentes de<br />
todos los partidos políticos, de las corporaciones empresarias y sindicales, y por<br />
figuras relevantes de la cultura. Esa efervescencia social cambió de signo ante<br />
la certeza de la derrota y se convirtió en la base de un verdadero sentido común<br />
antimilitar que resultó decisivo en la transformación institucional <strong>del</strong> país. Si bien<br />
en sus comienzos el conflicto malvinense había suscitado reacciones antiimperialistas<br />
que objetivamente fortalecieron a los altos jefes castrenses en la lucha<br />
contra la alteridad británica, haciéndoles fantasear, seguramente, con el logro de<br />
un duradero apoyo de masas, con la capitulación la sociedad civil buscó, esta vez<br />
sin metáfora, a los “mariscales de la derrota” y los militares in toto fueron condenados<br />
por la opinión pública. No es arriesgado suponer que sin esa indignación<br />
ciudadana, los dirigentes de los principales partidos no hubiesen optado por juzgar<br />
a las Juntas.<br />
El antimilitarismo convertido en adhesión a la democracia, y la reconstrucción<br />
<strong>del</strong> pluralismo político pensada como lo inverso de la dictadura, formaron la base<br />
de un complicado entramado ideológico que generó las expectativas políticas y<br />
emocionales de un amplio sector de la población que por razones diversas luego se<br />
sentiría defraudado por los modos en que las dirigencias partidarias respondieron a
sus demandas y reclamos. Esa confusión entre el antimilitarismo y la democracia<br />
fue, desde 1984, incentivada por los conflictos institucionales con el militarismo<br />
residual de esa década. Las amenazas de retorno de los militares a la escena política,<br />
así como los retrocesos en materia de castigos a los responsables <strong>del</strong> Proceso,<br />
potenciaron la particular manera en que se había definido la democracia. Puede<br />
afirmarse que en la efervescencia política <strong>del</strong> ’83, se yuxtapusieron, sin coincidir,<br />
dos demandas en sentido estricto no coincidentes: la primera era la consecuencia<br />
real <strong>del</strong> desenlace de la guerra; la segunda, una expectativa imaginada sobre la<br />
democracia, cuestión ideal sobre la que la gran mayoría de la población carecía<br />
de experiencia.<br />
Más allá <strong>del</strong> valor histórico que suele asignarse a las legislaciones de la década<br />
de 1910 sobre la instauración <strong>del</strong> sufragio universal, secreto y obligatorio, ese<br />
buen comienzo quedó archivado en menos de dos decenios. Luego, durante algo<br />
más de medio siglo las reglas democráticas de funcionamiento <strong>del</strong> sistema político<br />
fueron sistemáticamente vulneradas. Los gobiernos civiles y militares, desde<br />
1930, restringieron, de diferentes modos y con disímiles argumentos, la plena vigencia<br />
de las libertades públicas y limitaron el pluralismo político. Al respecto, redunda<br />
nombrar aspectos emblemáticos: los conservadores de 1930/43 y el fraude;<br />
los peronistas de 1946/55 y el cercenamiento de la libre expresión; los gobiernos<br />
militares de los años 1955/73 y la anulación <strong>del</strong> pluralismo partidario; los peronistas<br />
de 1973/76 y el uso de medios extralegales de represión; el “proceso” y la<br />
supresión total <strong>del</strong> Estado de Derecho y los crímenes de lesa humanidad. En los<br />
intersticios de esos cinco decenios existieron intentos precarios de restauración<br />
democrática, sin legitimidad de origen, bajo tutela militar y en todos los casos<br />
cerrados por golpes castrenses.<br />
Durante ese prolongado período de intervenciones de los uniformados en la<br />
vida política, importantes sectores de la sociedad civil, no siempre los mismos,<br />
participaron de la formación de coaliciones golpistas y apoyaron las políticas de<br />
los gobiernos de facto (Sidicaro, 2004). En ese medio siglo, limitaciones de los<br />
derechos de ciudadanía política fue el rasgo predominante <strong>del</strong> desarrollo institucional.<br />
El campo político sui generis creado en esa situación naturalizó tanto la<br />
presencia <strong>del</strong> actor militar destituyendo gobiernos civiles, como a los dirigentes<br />
políticos que aceptaban o prohijaban la violación de las normas constitucionales.<br />
La ruptura histórica de 1983, no pudo, obviamente, suprimir los habitus o sis<strong>temas</strong><br />
de predisposiciones de las dirigencias partidarias socializadas en la anormalidad<br />
institucional reinante durante un período tan prolongado. En general, los análisis<br />
que abordaron la transición argentina a la democracia no adjudicaron mayor<br />
importancia al hecho de que los partidos que debían asumir un papel central en el<br />
nuevo régimen político eran portadores de continuidades de prácticas y de modos<br />
de pensar que poco tenían en común con las virtudes republicanas necesarias para<br />
construir una democracia de tipo occidental. Los principales partidos capitalizaban<br />
sufragios de importantes conjuntos de ciudadanos con su capacidad de evocar<br />
recuerdos más o menos difusos que dividían a la sociedad en sensibilidades políticas<br />
divergentes, cuyo poder emocional se mantenía, en buena medida, ayudado<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
3
por las discontinuidades <strong>del</strong> sistema institucional. Como un efecto no buscado de<br />
los golpes militares y las periódicas supresiones de las actividades de esos partidos,<br />
se congelaban las representaciones imaginarias de la sociedad y los discursos<br />
partidarios. Las transformaciones sociales y culturales de la sociedad alcanzaban<br />
en cierto modo a los partidos pero sus efectos se iban depositando como capas<br />
geológicas, modificando poco sus tradiciones ideológicas, sin alterar los estilos<br />
caudillistas de liderazgos.<br />
Esas máquinas partidarias defectuosas, aisladas de la ciudadanía durante las dictaduras,<br />
en un momento u otro habían fracasado en efímeros pasos por los gobiernos.<br />
El peronismo, la fuerza política que concitaba más apoyos desde mediados<br />
de los años ’40, nunca había tenido una organización normal de partido político;<br />
proscripto durante muchos años, existió como una combinación de grupos heterogéneos<br />
conducidos por un líder carismático, quien al fallecer en el gobierno sin que<br />
se hubiese producido el tipo de proceso que Max Weber denomina de rutinización<br />
<strong>del</strong> carisma, su sucesión llevó al desorden de sus seguidores. La Unión Cívica<br />
Radical conoció desde 1930 una serie de divisiones que debilitaron su capacidad<br />
electoral; su poder de convocatoria política desde mediados de los ’40 se basó en<br />
presentarse como el rival <strong>del</strong> peronismo. Luego, la dictadura procesista les dejó a<br />
los gobernantes radicales una desorganización <strong>del</strong> Estado, de la sociedad y de la<br />
economía, que conformaron problemas cualitativamente distintos a los previstos<br />
por su dirigencia partidaria. Pero, sobre todo, el radicalismo alfonsinista había<br />
llegado al gobierno en la época de la cuadratura <strong>del</strong> círculo.<br />
La inflexión pascual<br />
Los sucesos de abril de 1987 no inauguraron el distanciamiento de la sociedad<br />
civil con respecto a los partidos políticos, pero dieron un salto en ese sentido, por<br />
eso perduraron en la memoria colectiva como el final de la primera etapa <strong>del</strong> período<br />
de reconstrucción de las instituciones. Semana Santa <strong>del</strong> ’87 fue, si se quiere,<br />
el último acto de la efervescencia popular iniciada con la derrota en la guerra de<br />
las Malvinas. Si en el primer trienio alfonsinista, el entusiasmo por la clausura <strong>del</strong><br />
ciclo militar se combinó con la ilusión democrática, resumidos ambos en la fuerza<br />
simbólica de los Juicios a las Juntas, las evidencias de los retrocesos ante las imposiciones<br />
de los uniformados en abril de 1987, crearon en el espíritu público las<br />
certezas de que las instancias representativas no expresaban las demandas de justicia.<br />
Los sentimientos y las expectativas antimilitaristas habían tenido ya algunos<br />
motivos de fricciones con el gobierno, pero recién con el golpe pascual pareció<br />
quedar por primera vez en claro que en las condiciones de democracia representativa<br />
el pueblo no <strong>del</strong>iberaba ni gobernaba sino por medio de sus representantes.<br />
Sin embargo, para que tal división <strong>del</strong> trabajo político, normal en los regímenes<br />
democráticos, fuese aceptada como tal por los representados hubiese sido necesario<br />
que los representantes previamente transmitiesen mediante discursos públicos<br />
y acciones partidarias ideas al respecto para hacerlas aceptar por la ciudadanía. Es<br />
probable que esa meta hubiese sido factible ya que en una demostración de confianza,<br />
según se calcula, alrededor de tres millones y medio de personas se habían
afiliado a los dos grandes partidos tradicionales en las vísperas de las elecciones<br />
presidenciales. Sin embargo, los dirigentes de esos partidos demostraron no tener<br />
vocación, o interés, en discutir sobre el sentido de la democracia con la ciudadanía<br />
o, al menos, en generar espacios de <strong>del</strong>iberación y formación de quienes poseían<br />
más vocación y conocimientos acerca de las cuestiones públicas.<br />
La efervescencia política que había acompañado el establecimiento de la democracia<br />
no había sido considerada por amplios sectores de la población como<br />
un acto de <strong>del</strong>egación sin condiciones y, en especial, buena parte de aquellos que<br />
habían apoyado al radicalismo en 1983 y muchos de los que luego le dieron su adhesión<br />
por sus iniciativas tendientes a castigar a los responsables de la dictadura,<br />
no tenían subordinación a ningún partido político.<br />
Si en condiciones normales los dirigentes partidarios creen que “la política es el<br />
arte de lo posible” y sus apoyos les dejan la responsabilidad de gobernar sin otro<br />
recurso que el de castigarlos en las urnas venideras, algo muy distinto sucedió<br />
cuando las movilizaciones sociales se convirtieron en actores de la esfera pública<br />
de la política en los momentos liminares de la restauración democrática. Con independencia<br />
de las cantidades de personas que participaron en las movilizaciones<br />
antidictatoriales, en la sociedad había ganado espacio un nivel de <strong>del</strong>iberación y de<br />
politización como nunca se había conocido hasta entonces: las prioridades en materia<br />
de derechos humanos y peticiones de justicia se habían colocado por encima<br />
de las comparativamente menos atractivas agendas de los partidos tradicionales.<br />
Dichos partidos, sin experiencia de gestión, se vieron superados por el lenguaje de<br />
las reivindicaciones de carácter universal que venían de la sociedad y por el tenor<br />
de los reclamos fundados en valores. Sin proponérselo, los sublevados de Semana<br />
Santa de 1987 pusieron la piedra fundacional de un nuevo período: la clásica<br />
disyuntiva entre la ética de las convicciones y la ética de las responsabilidades no<br />
fue el dilema de un actor sino que abrió dos senderos que se bifurcaron. Con la<br />
inflexión pascual, lo que dio en llamarse el posibilismo argumentó en nombre <strong>del</strong><br />
grado de justicia posible en las condiciones políticas imperantes, mientras que en<br />
amplios sectores de la opinión movilizada se instaló la tesis de que la justicia no<br />
era materia de negociación. 6<br />
La legitimidad de la democracia<br />
Con conceptos de Max Weber se puede caracterizar al régimen democrático<br />
como un sistema de dominación legítimo basado en la creencia reinante en la población<br />
acerca de la aceptación de las directivas y orientaciones de las autoridades<br />
políticas a cargo de la conducción de los asuntos públicos por medio de las actividades<br />
de las burocracias estatales (Weber, 1999:173-180). 7 Dos elementos son<br />
fundamentales para asegurar esa creencia: el origen de las autoridades se ajusta a<br />
las normas legales establecidas para su designación y en el ejercicio de sus funciones<br />
éstas se subordinan al mandato de las leyes y aseguran la igualdad legal de los<br />
ciudadanos. No pocas veces se ha señalado el carácter formal de dicha igualdad<br />
ante la ley, pues las desigualdades sociales y económicas colocan a los individuos<br />
en asimetrías reales que contrastan con la igualdad legal. En ese sentido, la exis-<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
41
tencia <strong>del</strong> régimen democrático debe considerarse, justamente, a partir <strong>del</strong> poder<br />
simbólico <strong>del</strong> criterio de igualdad ante la ley compartido por sujetos conscientes<br />
de vivir en sociedades social y económicamente desiguales. Los privilegios de<br />
quienes poseen más riqueza y las asimetrías cotidianas surgidas de la división <strong>del</strong><br />
trabajo social son aspectos normales de las sociedades capitalistas cuyos sis<strong>temas</strong><br />
políticos se rigen por principios democráticos y esas diferencias usualmente son<br />
aceptadas salvo en las situaciones de extrema injusticia. Resulta aún más interesante<br />
el hecho de que cualquier ciudadano medianamente informado sabe que sus<br />
representantes en el ejecutivo o en el parlamento, a los que otorga su sufragio,<br />
reciben desde el momento de asumir sus funciones salarios que los sitúan en el<br />
estrato correspondiente al diez por ciento superior de los perceptores de ingresos.<br />
En las opiniones recogidas en nuestra investigación sobre la legitimidad de las<br />
instituciones públicas y de los partidos políticos argentinos, y lo mismo se constata<br />
en muchos estudios sobre <strong>temas</strong> conexos, las críticas a los dirigentes partidarios y<br />
a los funcionarios estatales en general se referían con gran frecuencia a las prácticas<br />
de corrupción y a su impunidad. Desde comienzos <strong>del</strong> decenio de 1990, las<br />
denuncias de corrupción se habían multiplicado en los medios de comunicación,<br />
encontrando acogida en las oposiciones antimenemistas, y sus ecos, naturalmente,<br />
se reflejaron en los estudios de opinión. Pero, detrás de las reiteradas menciones<br />
a la corrupción, aún cuando no todos los que nombran el tema lo digan explícitamente,<br />
se encuentra, en realidad, una cuestión mucho más significativa que el<br />
hecho de lucrar desde puestos de gobierno: la impunidad de los actos de corrupción<br />
en un régimen democrático revela la existencia de comportamientos que no<br />
se ciñen a las obligaciones de respeto a las leyes a la vez que muestran la falta de<br />
igualdad entre los ciudadanos. Si con la idea de la falta de justicia con respecto a<br />
los crímenes de la dictadura se había iniciado la erosión de la legitimidad de los<br />
dirigentes partidarios, luego, con el tema de la corrupción ese deterioro se amplió.<br />
Las percepciones individuales y/o colectivas de incumplimiento de las obligaciones<br />
legales minaron las bases <strong>del</strong> reconocimiento de las autoridades públicas y<br />
fueron haciendo crecientemente verosímiles las denuncias sobre nuevos actos de<br />
corrupción. Aún cuando, la corrupción no es una práctica inmediatamente visible,<br />
sin embargo, cuando se instala en una sociedad la creencia en su existencia a partir<br />
de algunos hechos puntuales, se deteriora la legitimidad <strong>del</strong> poder político que<br />
acepta, por acción u omisión, su existencia. 8<br />
Fragmentación social y la legitimidad política<br />
La idea de fragmentación social se ha incorporado al uso corriente para aludir<br />
al debilitamiento de la cohesión social, o de la integración social, y al aumento de<br />
las conductas individualistas. De modo más o menos directo según los casos, la<br />
fisura social resumida en la ampliación de la brecha de ingresos entre ganadores<br />
y perdedores de la experiencia económica neoliberal suele ser la referencia más<br />
conocida de las interpretaciones sobre los cambios sociales de las últimas décadas.<br />
Desde esa óptica, el descontento de la mayor parte de la ciudadanía con los<br />
partidos tiende a relacionarse mecánicamente con el deterioro de sus niveles de
ingresos. El error de ese tipo de reducciones explicativas consiste en convertir al<br />
interés económico en el factor clave de la producción de las subjetividades, visión<br />
de lo social, por otra parte, totalmente afín al denominado pensamiento único popularizado<br />
por el neoliberalismo.<br />
Por el contrario, aquí entendemos que es válido relacionar la fragmentación social<br />
con lo sucedido con las creencias en la legitimidad de los partidos políticos<br />
y sus dirigentes, en la medida que consideramos que dicho debilitamiento de la<br />
cohesión social tiene como consecuencia la aparición de procesos de individualización,<br />
en el sentido que Ulrich Beck da a ese concepto, que hacen que los sujetos<br />
tiendan a tomar distancia de sus anteriores creencias y tradiciones. La gran<br />
mutación social que se registró en los recientes decenios no fue la aparición de la<br />
pobreza ni la concentración <strong>del</strong> poder económico, tampoco es nueva la heterogeneidad<br />
de los sectores medios. Lo más relevante de los cambios producidos fue la<br />
crisis de las anteriores identidades sociales, la declinación de los antiguos actores<br />
colectivos, la multiplicación de los modos de vida diferentes, la caída de muchas<br />
de las certezas precedentes.<br />
Para decirlo de otro modo, se registraron crisis de sentido, fenómenos que aparecen<br />
en las sociedades que registran cambios sociales rápidos, ya sea que favorezcan<br />
o que perjudiquen a distintos sectores de sus poblaciones. Con la crisis de<br />
sentido aumenta la reflexión sobre lo social, y lógicamente sobre lo político, de<br />
muchas personas que antes estaban más sujetadas por las ideas hegemónicas y<br />
por los criterios de autoridad que fijaban límites a sus percepciones y a sus razonamientos.<br />
En otras palabras: el mayor éxito de la vigencia de la democracia, de<br />
la libertad de expresión, <strong>del</strong> fin <strong>del</strong> autoritarismo en los ámbitos culturales y de<br />
la comunicación, fue la aparición de múltiples y opuestos modos de pensar. Los<br />
efectos <strong>del</strong> cambio de régimen político se combinaron luego con la modernización<br />
económica que hizo más heterogénea la estructura social y, a la vez, la apertura al<br />
mundo globalizado completó la complejidad de los factores en presencia.<br />
De todas esas contradictorias transformaciones salieron individuos más exigentes<br />
frente a las instituciones estatales y a los partidos políticos, menos proclives a<br />
acordar legitimidad a partir de criterios tradicionales o de sus afinidades políticas<br />
anteriores con sectores dirigentes y, por lo tanto, más inclinados a defender lo<br />
que consideran sus derechos de ciudadanos. Esas personas, no importa cual fue<br />
su participación porcentual sobre el total de la población, reaccionaron en esferas<br />
distintas contra los privilegios, los abusos de poder y las más disímiles formas<br />
de injusticia, más allá que se hallasen entre los ganadores o los perdedores de la<br />
esfera económica.<br />
Si en lugar de tomar el término fragmentación como un sustantivo que describe<br />
las fisuras <strong>del</strong> mundo social se lo emplea como un concepto para hacer inteligible<br />
el debilitamiento de los vínculos sociales y sus consecuencias sobre las subjetividades,<br />
con la desorganización de las anteriores entidades colectivas, se puede<br />
establecer una referencia teórica fuerte para explicar las nuevas construcciones<br />
imaginarias de la sociedad que verbalizan los entrevistados o encuestados que<br />
dicen no tener confianza en los dirigentes partidarios. El debilitamiento de la co-<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
43
hesión social está en la base de la mayor diferenciación individual que posibilita<br />
las evaluaciones ciudadanas más exigentes sobre el respeto de las regulaciones<br />
jurídicas y, obviamente, la percepción de las desigualdades políticas que vulneran<br />
el funcionamiento esperado <strong>del</strong> régimen democrático.<br />
En el caso argentino, las frecuentes movilizaciones sociales de protesta ante<br />
situaciones de injusticia de los más disímiles tipos produjeron las fusiones de esas<br />
conciencias individuales en torno a los <strong>temas</strong> directamente relacionados con el<br />
cuestionamiento a la legitimidad de las instituciones públicas, de los partidos políticos<br />
y de sus dirigentes. Más allá que se tratase de incumplimientos de compromisos<br />
salariales, crímenes que se atribuían a elites provinciales, violación de regulaciones<br />
<strong>del</strong> sistema bancario, reclamos de mayor seguridad urbana, etc., la falta<br />
de idoneidad y/o las transgresiones de quienes desempeñaban funciones públicas<br />
suscitaron reacciones individuales y colectivas denunciando el incumplimiento<br />
de las leyes. Si los tejidos sociales más sólidos y la mayor integración social tienden<br />
a generar representaciones colectivas durables, con altas probabilidades de<br />
aparición de organizaciones corporativas o políticas permanentes, en cambio, con<br />
las condiciones de fragmentación social surgen conductas anómicas, generándose<br />
reacciones puntuales y erráticas, a veces violentas, que provocan un mayor debilitamiento<br />
de la legitimidad de las instituciones políticas.<br />
En la medida que la sociedad se hace menos representable, quienes se proponen<br />
realizar procesos de agregación de las demandas dispersas se encuentran con las<br />
dificultades de hacerlas compatibles entre sí. No es sorprendente, entonces, que<br />
con el aumento de las acciones sectoriales de autorepresentación hayan declinado<br />
las creencias en la legitimidad de los partidos y <strong>del</strong> parlamento, dado que esas<br />
instancias institucionales de negociación perdieron capacidades para armonizar y<br />
articular intereses parciales a los efectos de convertirlos en intereses generales.<br />
Conclusiones abiertas<br />
Tal como muchos aspectos lo indican, la combinación de factores que llevaron<br />
a la pérdida de la legitimidad de las instituciones estatales y de los partidos<br />
políticos se pone de manifiesto con frecuencia en nuestros días. Esa situación de<br />
escasa legitimidad no implica un riesgo inmediato para la existencia <strong>del</strong> régimen<br />
democrático pero disminuye la calidad de la vida pública. Sin duda, no existen<br />
soluciones mágicas e inmediatas para mejorar los nexos entre la ciudadanía y el<br />
sistema representativo, pero eso no debe llevar a obviar que la reproducción de<br />
las prácticas que debilitaron la legitimidad de las instituciones estatales y de los<br />
partidos deja abierto un futuro incierto para el todavía joven régimen democrático.<br />
Es notorio que en la opinión pública no existe un cuestionamiento de la validez <strong>del</strong><br />
orden político democrático en cuanto tal y el horizonte de referencias negativas<br />
lo siguen ocupando los dictadores militares. Las críticas a los dirigentes partidarios,<br />
las objeciones al funcionamiento de la justicia, las disconformidades con las<br />
políticas económicas, las denuncias de los numerosos casos de corrupción, las<br />
protestas ante los excesos e ineficiencias policiales, y la enumeración podría continuar,<br />
son <strong>temas</strong> que en principio preocupan a sectores distintos de la población
que ven afectados sus intereses particulares. Es más, no sólo todos los integrantes<br />
de esos sectores no coinciden en sus apreciaciones sino que, además, en no pocos<br />
dominios las opiniones se dividen según líneas de ruptura que impiden encontrar<br />
la unidad de las visiones contradictorias que fundamentan el malestar político<br />
existente.<br />
La novedad de diciembre de 2001 residió en la puesta en escena de una beligerante<br />
configuración de un sistema de alteridades en la que una amplia corriente<br />
de opinión coincidió en identificarse en un nosotros (el pueblo o los ciudadanos)<br />
versus ellos (la clase política). La caída de los relatos unificadores, el debilitamiento<br />
de las corporaciones profesionales, los deterioros <strong>del</strong> sistema ocupacional,<br />
la descomposición de las antiguas solidaridades, la erosión de las filiaciones<br />
institucionales, habían dado como consecuencia la vacancia política de quienes, a<br />
los tanteos, buscaban nuevas identidades. En no pocos casos, desde las ciencias<br />
sociales, el fenómeno tendió a pensarse cifrando expectativas en la eventual aparición<br />
de nuevos partidos o movimientos sociales destinados a suturar a los individuos<br />
atomizados, para convertirlos en protagonistas de procesos de recomposición<br />
progresista de la escena política primero y de la sociedad luego. Sería, entonces,<br />
resuelta una crisis que era definida, como en el caso de la salud de una persona,<br />
como una enfermedad pasajera. Siguiendo ese tipo de razonamientos no fueron<br />
pocos los que creyeron que en los sucesos de 2001 se encontraba el nacimiento<br />
de nuevas fuerzas sociales que reemplazaban a las de etapas anteriores. Desde esa<br />
óptica, la protesta de los individuos debía dar paso a la organización de sus demandas,<br />
al encuadramiento de sus preferencias, en síntesis, a la “reconstrucción de un<br />
sistema político normal para un país en serio”.<br />
Dichos observadores y narradores interesados por los fenómenos políticos de<br />
2001 pusieron el énfasis en la irrupción en el espacio público de nuevos actores<br />
destinados a sustituir, según opinaban, a los antiguos. En el margen opuesto se<br />
situaron aquellos que leyeron los hechos desde una óptica que remitía a la simple<br />
alternancia, poco prolija por cierto, entre las dos fuerzas partidarias que se turnaban<br />
en el control de los gobiernos nacionales y provinciales desde hacía más de<br />
medio siglo. Prácticamente, todas las visiones inmediatas captaban aspectos significativos<br />
de los acontecimientos, pero a la distancia de esos sucesos cabe destacar<br />
como traza más permanente de lo ocurrido el mantenimiento de la declinación de<br />
la legitimidad los partidos políticos, así como las notorias dificultades de crear<br />
nuevos. Mientras que en el plano económico existió una recuperación exitosa, en<br />
el político se generó una cierta polarización entre los adherentes y los opositores<br />
al gobierno 2003-2007, que se restableciese un sistema de partidos capaces de<br />
representar de un modo organizado las distintas sensibilidades en las que se habían<br />
dividido las opiniones de la ciudadanía. En las elecciones presidenciales de 2007,<br />
los Frentes expresaron la adecuación de los dirigentes políticos a la pérdida de<br />
legitimidad de los partidos. Pero, igualmente, fue un modo de aceptar el hecho de<br />
que los viejos conjuntos colectivos de personas se habían debilitado y que la convocatoria<br />
de apoyos debía hacerse a los individuos más que a los sectores sociales.<br />
Hoy, cuando se usa la noción de “sector social”, se está haciendo referencia a lo<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
45
que Pierre Bourdieu (2000) denomina un sector en el papel muy distinto al que<br />
poseía los atributos de hace varias décadas atrás. Si en un plano los Frentes pusieron<br />
de manifiesto las debilidades organizativas y las divisiones de los partidos<br />
que formalmente los integraban, en otro, al juntar candidatos de las más opuestas<br />
procedencias revelaron el alto grado de licuación de las antiguas identidades. Los<br />
Frentes supusieron alteridades ocasionales a diferencia de la época de los partidos,<br />
en la que el otro era un adversario bien definido. Es interesante destacar al respecto<br />
que la idea de la volatilidad de las preferencias ciudadanas se encontró presente en<br />
las estrategias de los tres Frentes considerados con más probabilidades competitivas:<br />
todos sabían, más por sentido práctico que por lecturas de modernas teorías<br />
sociales, que los procesos de individualización habían hecho más heterogénea la<br />
sociedad y exigentes a los ciudadanos. Los viejos partidos habían sido constructores<br />
de la política sólida, en tanto que la fluidez de los Frentes era una expresión <strong>del</strong><br />
bricolage precario de la política líquida: “hoy estamos, mañana…”.<br />
La distancia sociedad-partidos, no debe, sin embargo, confundirse con el desinterés<br />
por lo público ya que el mismo crece, normalmente, junto con la mayor<br />
información y educación ciudadana que caracteriza la época actual. Las personas<br />
que se hacen más exigentes y desconfían de muchas de las instituciones y personalidades<br />
en las que antes creían más o menos irreflexivamente, no son apolíticas.<br />
Por otra parte, si en la Argentina se mantuviese de un modo prolongado el debilitamiento<br />
de la legitimidad de fuerzas políticas sin organizaciones <strong>del</strong>iberativas y<br />
continuase la inclinación a colocar en el centro de la arena electoral a personalidades<br />
que compiten por los altos cargos de gobierno, eso crearía las condiciones<br />
típicas en las que los grandes intereses corporativos ven crecer sus capacidades de<br />
intervención en los procesos de toma de decisiones. No cabe descartar, tampoco,<br />
que la demagogia, la desviación clásica de la democracia, gane espacio en una<br />
escena política así desestructurada.<br />
Referencias<br />
1. La investigación se desarrolló en el marco <strong>del</strong> proyecto UBACyT: “Desestructuración de los<br />
vínculos sociales y pérdida de legitimidad de los partidos políticos argentinos y de las instituciones<br />
estatales en los 20 años de reconstrucción <strong>del</strong> régimen democrático” y de un Taller de Investigación de<br />
la Carrera de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Se realizaron 250 entrevistas<br />
no directivas a ciudadanos argentinos residentes en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, siguiendo<br />
los criterios de selección y de análisis de la información que muy resumidamente se presentan en el<br />
curso <strong>del</strong> presente texto.<br />
2. Se trata de informaciones provenientes de una encuesta multipropósito y longitudinal, con diseño<br />
en panel, aplicada a una muestra aleatoria de 2.500 casos representativos de la población de 18 años y<br />
más, residentes en el Área Metropolitana de Buenos Aires, Gran Córdoba, Gran Rosario, Gran Salta,<br />
Gran Resistencia, Gran Mendoza, <strong>Paraná</strong>, Bahía Blanca y Neuquén.<br />
3. Al respecto ver, N. BOTANA (2006) y H. QUIROGA (2005), Cap. 8.<br />
4. Al respecto, ver K. VON BEYME (1995), p.97.<br />
5. Al respecto, ver G. ABOY CARLÉS (2001).<br />
6. Sobre la politización de los Juicios a la Juntas, J. MALAMUD GOTI (2000:204) sostiene que: “Lo<br />
que sucedió en la Argentina es que una sociedad fragmentada no consideró –y sigue sin considerar– a<br />
los juicios como un modo de implantar el sentido de la responsabilidad personal, esencial para una<br />
democracia fundada en el respeto a los derechos individuales”. Al respecto, ver S. PEREYRA (2005).
7. Como resume Habermas (2005:535): “Max Weber entiende los órdenes estatales de las sociedades<br />
occidentales modernas como acuñaciones de la ‘dominación legal’. Basan su legitimidad en la fe en<br />
la legalidad <strong>del</strong> ejercicio de la dominación. La dominación legal cobra su carácter racional entre otras<br />
cosas porque la fe en la legalidad de los órdenes establecidos y en la preparación y competencia de los<br />
llamados al ejercicio de la dominación es de calidad distinta que la fe en la tradición o el carisma: es la<br />
racionalidad inmanente a la forma jurídica misma la que procura legitimidad a la dominación ejercida<br />
en formas legales”.<br />
8. Sobre las percepciones sociales de la corrupción en Argentina, hemos consultado los Informes<br />
Latinbarómetro <strong>del</strong> período analizado.<br />
Bibliografía<br />
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GERNSHEIM, La individualización. El individualismo institucionalizado y sus consecuencias sociales<br />
y políticas, Barcelona, Paidós.<br />
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Emecé.<br />
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grupos”, en P. BOURDIEU, Poder, derecho y clases sociales, Bilbao, Desclée.<br />
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términos de teoría <strong>del</strong> discurso, Madrid, Editorial Trotta.<br />
J. LINZ (1978), The Breakdown of democratic regimes: Crisis, Breakdown and Reequilibration,<br />
Baltimore, John Hopkins University.<br />
J. MALAMUD GOTI (2000), Terror y justicia en la Argentina. Responsabilidad y democracia después<br />
<strong>del</strong> terrorismo de Estado, Buenos Aires, Ediciones de la Flor.<br />
S. PEREYRA (2005), “¿Cuál es el legado <strong>del</strong> movimiento de derechos humanos? El problema de la<br />
impunidad y el reclamo de justicia en los noventa”, en F. SCHUSTER et al. (compiladores), Tomar la<br />
palabra. Estudios sobre protesta social y acción colectiva en la Argentina contemporánea, Buenos<br />
Aires, Prometeo-Facultad de Ciencias Sociales.<br />
H. QUIROGA (2005), La Argentina en emergencia permanente, Buenos Aires, Edhasa.<br />
R. SIDICARO (2004), “Coaliciones golpistas y dictaduras militares: el “proceso” en perspectiva<br />
comparada”, en A. PUCCIARELLI (comp.), Empresarios, tecnócratas y militares. La trama<br />
corporativa de la última dictadura, Buenos Aires, Siglo XXI.<br />
M. WEBER (1999), Economía y sociedad. Esbozo de sociología comprensiva, México, Fondo de<br />
Cultura Económica.<br />
K. VON BEYME (1995), Las clases políticas en el Estado de los partidos, Madrid, Alianza.<br />
Recibido: 20/09/08. Aceptado: 20/10/08<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
47
El Parlamento <strong>del</strong> �ercosur: ¿hacia un proceso de integración más<br />
democrático?<br />
María Victoria Álvarez<br />
María Victoria Álvarez es �agister en Integración y<br />
Cooperación Internacional – Universidad Nacional de<br />
Rosario y Katholie��e Univeriteit Leuven, Bélgica.<br />
�ail: mvalvarez@fcpolit.unr.edu.ar<br />
resumen<br />
La instalación de un Parlamento regional, cuyos<br />
miembros serán elegidos a través de sufragio<br />
universal directo a partir de 2011, constituye un<br />
hito sin precedentes en la historia <strong>del</strong> bloque.<br />
Este trabajo pretende realizar un breve análisis<br />
<strong>del</strong> alcance de la instalación de un órgano de estas<br />
características en el Mercosur, especialmente<br />
en relación al “déficit democrático” <strong>del</strong> bloque.<br />
Desde un punto de vista político, el Parlamento<br />
–que significa una señal de compromiso con la<br />
continuidad <strong>del</strong> proceso de integración– podría<br />
ejercer un papel fundamental en la defensa de la<br />
democracia y los derechos humanos; así como<br />
en la protección de los diversos intereses de la<br />
población. Adicionalmente, la elección directa<br />
de los parlamentarios podría constituir un ejercicio<br />
ciudadano que contribuya a incrementar<br />
la representatividad y legitimidad democrática<br />
<strong>del</strong> proceso de integración. Sin embargo, desde<br />
una perspectiva jurídica, el Parlamento regional<br />
se caracteriza por ser un órgano consultivo, con<br />
débiles atribuciones legislativas, presupuestarias<br />
y de control. Difícilmente la existencia <strong>del</strong><br />
Parlamento <strong>del</strong> Mercosur, tal como ha sido instituido,<br />
sea capaz de enmendar el “déficit democrático”<br />
<strong>del</strong> bloque.<br />
palabras claves<br />
Procesos de integración / Mercosur / Parlamento<br />
<strong>del</strong> Mercosur / déficit democrático<br />
summary<br />
The creation of a directly elected parliamentary<br />
body constitutes a milestone in the history of<br />
the bloc. Representatives to the Parliament will<br />
be elected by direct, universal and secret ballot<br />
in 2011. We analyze the creation of the Mercosur<br />
Parliament from both a political and a legal perspective,<br />
with emphasis on its effects on the “democratic<br />
deficit”. From a political point of view,<br />
the Mercosur Parliament could play an outstanding<br />
role in the defence of democracy and human<br />
rights, as well as the protection of interests<br />
of Member States’ populations. Additionally,<br />
direct elections to the Parliament could contribute<br />
to enlarge the bloc’s democratic legitimacy.<br />
From a legal standpoint, however, the regional<br />
Parliament’s fragile legislative, budgetary and<br />
oversight powers seem to hinder any possibility<br />
to overcoming the “democratic deficit” of the<br />
bloc.<br />
keywords<br />
Processes of economic integration / Mercosur /<br />
Mercosur Parliament / democratic deficit<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
4
Introducción<br />
Los procesos de integración no se desarrollan en el vacío sino en determinados<br />
contextos políticos, sociales y económicos. El desenvolvimiento de las instituciones<br />
democráticas internas de los países embarcados en proyectos integracionistas tiene<br />
repercusiones en las instituciones comunes.<br />
La consolidación democrática de los países <strong>del</strong> Mercosur en los últimos años,<br />
junto con el compromiso de sus gobiernos respecto al reforzamiento <strong>del</strong> bloque en<br />
el ámbito político, se conjugaron para llevar a<strong>del</strong>ante la creación de un Parlamento<br />
regional, elegido por los ciudadanos <strong>del</strong> Mercosur.<br />
El Parlamento <strong>del</strong> Mercosur (PM), que entró efectivamente en funciones el 7 de<br />
mayo de 2007, está compuesto por parlamentarios designados por sus respectivos<br />
congresos nacionales. El nuevo órgano unicameral cuenta con 18 parlamentarios<br />
por cada Estado parte <strong>del</strong> bloque, con un mandato de cuatro años. Además de Argentina,<br />
Brasil, Uruguay y Paraguay, participan <strong>del</strong> Parlamento los representantes<br />
de Venezuela, con voz pero sin voto hasta que se complete su proceso de adhesión<br />
al bloque.<br />
La novedad principal <strong>del</strong> PM, indudablemente, reside en el hecho de que sus<br />
miembros serán elegidos en forma directa por la ciudadanía a partir de 2011. El<br />
Parlamento estará conformado, entonces, por legisladores elegidos por los ciudadanos<br />
a través de sufragio universal, convirtiéndose en la única institución <strong>del</strong><br />
bloque que contará con una representación democrática directa.<br />
Este trabajo pretende realizar un breve análisis <strong>del</strong> significado que posee la instalación<br />
de un órgano de estas características en el Mercosur, teniendo en cuenta que<br />
el abordaje de la institucionalización <strong>del</strong> bloque regional “debe hacerse a partir de<br />
las características propias de esta alianza y de su expresión histórica, identificando<br />
con realismo necesidades y posibilidades, y no tratando de deducir respuestas institucionales<br />
basadas en mo<strong>del</strong>os teóricos o en experiencias de procesos de integración<br />
con rasgos diferentes” (Pena y Rozemberg, 2005:14).<br />
A un año de su puesta en marcha efectiva, el Parlamento se constituye en un<br />
actor digno de ser analizado, desde dos puntos de vista complementarios. Por un<br />
lado, por el significado presente y futuro <strong>del</strong> Parlamento desde una perspectiva<br />
política. En particular, analizaremos en este artículo el papel <strong>del</strong> PM en la defensa<br />
de derechos humanos y en los vínculos con la sociedad civil. Por otro, la justa<br />
valoración de un órgano de este tipo resulta incompleta si se excluye el examen jurídico<br />
de su naturaleza y atribuciones. Finalmente, incluiremos algunas reflexiones<br />
acerca de los efectos que la instalación <strong>del</strong> Parlamento podría producir respecto al<br />
llamado “déficit democrático” <strong>del</strong> Mercosur.<br />
Perspectiva política<br />
Tal como afirma Bernal-Meza (2001:39), la institucionalización es la manifestación<br />
jurídica de la voluntad política de integrarse, de la decisión política de<br />
avanzar en un proceso irreversible de integración. La instalación <strong>del</strong> Parlamento<br />
formaliza la voluntad de los gobiernos <strong>del</strong> bloque (principalmente de Argentina y<br />
Brasil) de afirmar la continuidad <strong>del</strong> proyecto integracionista.
La instalación <strong>del</strong> Parlamento concreta una importante señal política, por parte<br />
de los Estados parte, hacia dentro y hacia afuera <strong>del</strong> Mercosur respecto a la irreversibilidad<br />
<strong>del</strong> proceso de integración. Más aún, implica un intento por dejar<br />
de entender al Mercosur solamente como un proyecto económico-comercial para<br />
apuntar a convertirse en una empresa de integración más profunda.<br />
Este ha sido el objetivo principal de la política brasileña respecto al Mercosur<br />
desde la llegada al gobierno de Luiz Inácio “Lula” da Silva en 2002. El cambio<br />
de gobierno implicó un giro respecto a la percepción <strong>del</strong> proyecto integracionista<br />
en el Cono Sur, otorgando mayor importancia a los avances institucionales de tipo<br />
político, como la constitución de un parlamento regional elegido mediante sufragio<br />
universal (Castro Mendizábal, 2005:13).<br />
La creación de órganos que no habían sido contemplados en los acuerdos originarios,<br />
y que surgen con posterioridad, forma parte <strong>del</strong> “gradualismo” típico <strong>del</strong><br />
Mercosur, una tendencia a crear organismos a partir de los requerimientos que el<br />
proceso va demandando (Pena y Rozemberg, 2005:2). Sin embargo, es materia<br />
de controversia si los resultados <strong>del</strong> proceso de institucionalización <strong>del</strong> bloque<br />
proveen un marco de referencia consistente para el intercambio de capitales,<br />
bienes, personas y servicios, tareas imprescindibles en un proceso de integración<br />
que aspira a convertirse en un mercado común. En este sentido, se torna vital la<br />
necesidad de realizar una reformulación conceptual <strong>del</strong> Mercosur paralelamente a<br />
la creación de instancias institucionales, de manera que la institucionalización sea<br />
justificada por la profundización <strong>del</strong> proceso de integración (Bernal-Meza, 2001:74).<br />
Un proceso de mayor institucionalización, sin embargo, no necesariamente conduce<br />
a un incremento de la eficiencia gubernamental, ya que puede suceder que se<br />
sustituya la burocracia doméstica por una internacional (Bernal-Meza 2001:40).<br />
En particular, existe el riesgo de que el Parlamento regional se convierta en otro<br />
órgano burocrático vacío de sentido, que aumente el costo de la estructura institucional<br />
sin alcanzar sus cometidos políticos. La introducción de una institución<br />
costosa e ineficiente pondría en juego la confianza de las sociedades de los Estados<br />
parte en el proyecto integracionista. El crecimiento exponencial de órganos y<br />
mecanismos institucionales, además, no lograría disimular las evidentes deficiencias<br />
<strong>del</strong> Mercosur (Czar de Zalduendo, 2004:5).<br />
El Parlamento <strong>del</strong> Mercosur debería evitar el desprestigio de otras experiencias<br />
en América Latina, como el Parlamento Centroamericano, que sufre la amenaza<br />
de desaparición bajo acusaciones de ser ineficiente, despilfarrar fondos públicos y<br />
proteger a ex-funcionarios corruptos gracias a sus inmunidades. Por el contrario,<br />
al otro lado <strong>del</strong> Atlántico, el Parlamento Europeo ofrece una enseñanza clara en el<br />
sentido que la consolidación como institución legislativa es una tarea que requiere<br />
tiempo, y sobre todo, voluntad política.<br />
Para que el establecimiento <strong>del</strong> Parlamento constituya un aporte institucional<br />
positivo, y no forme parte de una inconveniente multiplicación de órganos, esta<br />
institución debería encarnar la representación política y social de las comunidades<br />
de los Estados participantes. En este sentido, las esperanzas se orientaron a la<br />
posibilidad de que el Parlamento <strong>del</strong> Mercosur amplíe la agenda interna <strong>del</strong> bloque<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
51
y tenga la capacidad de contener, articular y orientar los diversos intereses de las<br />
sociedades de los Estados parte que no encuentran cabida en otras instituciones.<br />
Inclusive, muchos de los <strong>temas</strong> conflictivos <strong>del</strong> bloque podrían ser debatidos en el<br />
Parlamento, como foro privilegiado para intentar zanjar las discusiones y alcanzar<br />
consensos.<br />
Competencias <strong>del</strong> PM en el ámbito político<br />
El Parlamento <strong>del</strong> Mercosur podría convertirse en un canal privilegiado de<br />
conexión con la ciudadanía. En este ámbito, sobresale la función de “organizar<br />
reuniones públicas, sobre cuestiones vinculadas al desarrollo <strong>del</strong> proceso de integración,<br />
con entidades de la sociedad civil y los sectores productivos” (art. 4<br />
inciso 9 Protocolo Constitutivo <strong>del</strong> Parlamento <strong>del</strong> Mercosur, PCPM, el énfasis es<br />
nuestro). Asimismo, el PM puede “recibir, examinar y en su caso canalizar hacia<br />
los órganos decisorios, peticiones de cualquier particular de los Estados Partes,<br />
sean personas físicas o jurídicas, relacionadas con actos u omisiones de los órganos<br />
<strong>del</strong> Mercosur” (art. 4 inciso 10 PCPM, el énfasis es nuestro). Estas disposiciones<br />
resultan sumamente relevantes ya que la calidad <strong>del</strong> vínculo que el Parlamento<br />
establezca con los ciudadanos y la sociedad civil es central para avanzar hacia una<br />
cultura política e institucional favorable al proceso de integración.<br />
En este sentido, se trata de un órgano que ha sido concebido para desempeñar<br />
un fuerte papel político. El Parlamento tiene importantes funciones referidas a la<br />
preservación de la democracia y el respeto de los derechos humanos. Es destacable<br />
la obligación <strong>del</strong> Parlamento de presentar un informe anual sobre la situación de<br />
los derechos humanos en la región (art. 4 inciso 3 PCPM, el énfasis es nuestro),<br />
el cual podría ser utilizado como instrumento de presión hacia cualquier tentativa<br />
de los gobiernos de afrentar esos derechos en su territorio. De particular interés,<br />
asimismo, es el deber <strong>del</strong> Parlamento de velar por la preservación <strong>del</strong> régimen<br />
democrático en los Estados Partes, de conformidad con las normas <strong>del</strong> Mercosur<br />
(art. 4 inciso 2 PCPM, el énfasis es nuestro).<br />
Los logros <strong>del</strong> PM en el ámbito político<br />
Desde que entró efectivamente en funciones, en mayo de 2007, el Parlamento<br />
<strong>del</strong> Mercosur ha realizado una tarea por demás discreta en su rol político y de vínculo<br />
entre el esquema institucional <strong>del</strong> Mercosur y la ciudadanía.<br />
Las primeras cinco sesiones ordinarias (de mayo a septiembre de 2007) estuvieron<br />
dedicadas a la puesta en marcha y organización interna <strong>del</strong> Parlamento,<br />
que incluyó, entre las cuestiones más importantes, la aprobación <strong>del</strong> Reglamento<br />
interno, la conformación de las comisiones parlamentarias y la organización de los<br />
órganos internos <strong>del</strong> Parlamento.<br />
A partir de la VI sesión ordinaria (octubre 2007) el Parlamento inició su accionar<br />
propiamente dicho. La VII sesión ordinaria (noviembre 2007) y la sesión extraordinaria<br />
de diciembre de 2007 completaron el primer año de actividad. El resultado<br />
de esas reuniones se resume en varias Disposiciones, cuatro Declaraciones y dos<br />
Resoluciones.
De los principales actos jurídicos aprobados, sólo pueden destacarse la Declaración<br />
de Apoyo <strong>del</strong> Parlamento <strong>del</strong> Mercosur al régimen institucional de<br />
Bolivia 1 , de respaldo a las gestiones <strong>del</strong> Presidente de Venezuela Hugo Chávez<br />
para un acuerdo humanitario en Colombia 2 , y la condena al genocidio <strong>del</strong> pueblo<br />
armenio 3 .<br />
Desde el inicio <strong>del</strong> año 2008, el Parlamento se ha reunido en dos ocasiones: el<br />
31 de marzo (VIII sesión plenaria) y los días 28 y 29 de abril (IX sesión plenaria).<br />
Entre los actos aprobados, cabe mencionar una Declaración de aplauso al Grupo<br />
de Rio y al Consejo Permanente de la Organización de los Estados Americanos,<br />
que condenaron la violación <strong>del</strong> territorio ecuatoriano por parte de las fuerzas<br />
militares de Colombia, durante la operación contra guerrilleros de las Fuerzas Armadas<br />
Revolucionarias de Colombia 4 .<br />
Más allá de estas exiguas manifestaciones, algunos <strong>temas</strong> políticos sensibles<br />
dentro <strong>del</strong> Mercosur no han podido ingresar en el orden <strong>del</strong> día <strong>del</strong> Parlamento.<br />
Este es el caso de los cortes de puentes internacionales entre Argentina y<br />
Uruguay por parte de movimientos ambientalistas argentinos en protesta por la<br />
instalación de papeleras sobre el Río Uruguay. La cuestión, de importantes efectos<br />
medioambientales y económicos, y que, además, ha generado ásperas rigideces<br />
entre los respectivos gobiernos, ha estado ausente <strong>del</strong> debate parlamentario<br />
regional. La insistencia <strong>del</strong> gobierno argentino sobre la “bilateralidad” <strong>del</strong> conflicto<br />
en contra de cualquier intento de “multilateralización” quedó fielmente reflejada en<br />
la constante oposición de los diputados argentinos oficialistas a discutir la cuestión<br />
en el recinto pese a constantes pedidos por parte de legisladores uruguayos, quienes<br />
consideran a los cortes como una trasgresión al Tratado de Asunción.<br />
La lentitud en la puesta en marcha <strong>del</strong> Parlamento, la aprobación de declaraciones<br />
que no constituyen ningún tipo de aporte a la visibilidad <strong>del</strong> nuevo órgano,<br />
sumado a la falta de debate sobre <strong>temas</strong> de interés para la ciudadanía de los Estados<br />
parte, acrecienta las dudas sobre las condiciones <strong>del</strong> PM para conducir la<br />
representación de las sociedades de los países <strong>del</strong> bloque.<br />
Perspectiva jurídica<br />
El análisis en este ámbito gira alrededor de dos cuestiones principales: la supranacionalidad<br />
y las competencias <strong>del</strong> nuevo órgano.<br />
En cuanto a la primera cuestión, funcionarios y especialistas afirman que el<br />
establecimiento <strong>del</strong> parlamento regional representa para el bloque el paso de una<br />
estructura institucional exclusivamente intergubernamental a un sistema mixto, al<br />
añadir una institución supranacional.<br />
Para que una institución sea supranacional debe cumplir rígidas condiciones<br />
–que suponen cesión de soberanía de los Estados–, que no están presentes en el<br />
PM. El Parlamento es beneficiario, sin embargo, de algunas disposiciones que lo<br />
aproximan a la supranacionalidad.<br />
Uno de estos elementos está expresado en el PCPM: “Los miembros <strong>del</strong> Parlamento<br />
no estarán sujetos a mandato imperativo y actuarán con independencia<br />
en el ejercicio de sus funciones” (art. 9). El Parlamento se erige así en un órgano<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
53
independiente y autónomo de los demás órganos <strong>del</strong> bloque y de los gobiernos de<br />
los Estados parte. Adicionalmente, los parlamentarios <strong>del</strong> Mercosur, al redactar<br />
su Reglamento interno, han reforzado esta predisposición. Tal como ocurre en el<br />
Parlamento Europeo, el PM podrá organizarse en grupos de acuerdo con sus afinidades<br />
políticas (art. 33 Reglamento interno <strong>del</strong> PM). 5 La existencia de grupos<br />
políticos trans-nacionales es una condición esencial para avanzar en la construcción<br />
de una representatividad regional.<br />
El Protocolo <strong>del</strong> PM ofrece un elemento adicional intrínsecamente supranacional<br />
al establecer que el Parlamento adopta sus decisiones y actos por distintas<br />
mayorías (mayoría simple, absoluta, especial o calificada, art. 15 PCPM).<br />
Una organización de tipo supranacional tiene capacidad de adoptar decisiones<br />
por mayoría en contraposición a los órganos intergubernamentales, que deciden<br />
por unanimidad, lo cual otorga un poder de veto a cualquiera de los Estados parte.<br />
El mecanismo de mayorías previsto para el PM constituye un rasgo que lo diferencia<br />
de su antecesora, la Comisión Parlamentaria Conjunta <strong>del</strong> Mercosur (CPC),<br />
que por su carácter intergubernamental, sólo adoptaba decisiones por consenso.<br />
Sin embargo, el rasgo de supranacionalidad que podría otorgar la forma de<br />
tomar decisiones no consigue convertir al Parlamento <strong>del</strong> Mercosur en un órgano<br />
supranacional.<br />
En primer lugar, las decisiones <strong>del</strong> PM carecen de estatus superior a las normas<br />
de los parlamentos nacionales; la normativa <strong>del</strong> bloque es creada por los órganos<br />
decisorios intergubernamentales, y continúa vigente la necesidad de incorporar<br />
dicha normativa a los respectivos ordenamientos jurídicos nacionales. Las normas<br />
Mercosur carecen de aplicabilidad inmediata y efecto directo, característico de<br />
esquemas supranacionales.<br />
En segundo lugar, la relevancia <strong>del</strong> procedimiento de decisión por mayoría resulta<br />
reducida por el hecho de que las competencias legislativas, de control y presupuestarias<br />
<strong>del</strong> Parlamento son sumamente débiles.<br />
Competencias legislativas, de control y presupuestarias <strong>del</strong> PM<br />
La existencia de un parlamento regional conlleva ventajas a un proceso de integración<br />
por su contribución a la función legislativa. Las competencias <strong>del</strong> Parlamento<br />
en este ámbito son cualitativa y cuantitativamente superiores a las de la<br />
CPC. Ello no implica, sin embargo, que el Parlamento sea propiamente un órgano<br />
legislativo.<br />
Por un lado, las llamadas atribuciones legislativas <strong>del</strong> Parlamento <strong>del</strong> Mercosur<br />
no atañen estrictamente la “creación” de normas supranacionales, pese a que la<br />
variedad de actos jurídicos que puede generar se ve acrecentada, al poder “emitir<br />
declaraciones, recomendaciones e informes sobre cuestiones vinculadas al desarrollo<br />
<strong>del</strong> proceso de integración” (art. 4 inc. 11 PCPM), “proponer proyectos de<br />
normas Mercosur al Consejo Mercado Común (CMC)” (art. 4 inc.13) o “elaborar<br />
estudios y anteproyectos de normas nacionales” (art. 4 inc. 14).<br />
Por otro lado, se configura un procedimiento que requiere el dictamen <strong>del</strong> PM<br />
sobre proyectos de normas <strong>del</strong> Mercosur. Los órganos decisorios <strong>del</strong> bloque tienen
la obligación de transmitir al Parlamento los proyectos de normas antes de ser<br />
aprobados, para que éste emita un dictamen. Si el proyecto de norma es aprobado<br />
por el órgano decisorio de conformidad con los términos <strong>del</strong> dictamen <strong>del</strong> Parlamento,<br />
la norma debe ser considerada por los poderes legislativos nacionales<br />
dentro de los 180 días siguientes a través de un procedimiento preferencial. Sin<br />
embargo, los órganos decisorios <strong>del</strong> Mercosur no están obligados a aprobar la<br />
norma según los términos <strong>del</strong> dictamen <strong>del</strong> Parlamento sino que sólo tienen la<br />
obligación de solicitarlo (art. 4 inc. 12 PCPM). Pese a ser un avance, este procedimiento<br />
no significa la incorporación de una competencia propiamente de creación<br />
de legislación.<br />
En definitiva, el Parlamento carece de poderes que le permitan exceder su carácter<br />
de órgano básicamente consultivo y asesor. La limitación de sus competencias<br />
legislativas es especialmente grave, y crea dudas acerca de la capacidad <strong>del</strong><br />
Parlamento para avanzar en sus objetivos de armonización de las legislaciones<br />
nacionales e incorporación de la normativa <strong>del</strong> Mercosur a los ordenamientos jurídicos<br />
internos, designios fundamentales para acrecentar la seguridad jurídica <strong>del</strong><br />
bloque.<br />
En cuanto a las competencias de control, el Parlamento <strong>del</strong> Mercosur supone<br />
un a<strong>del</strong>anto respecto a la CPC. Mientras que ésta podía “solicitar a los órganos<br />
institucionales <strong>del</strong> Mercosur informaciones respecto a la evolución <strong>del</strong> proceso de<br />
integración” (art. 3 inc. c Reglamento interno CPC), el Parlamento puede efectuar<br />
pedidos de informes u opiniones por escrito a los órganos decisorios y consultivos<br />
<strong>del</strong> Mercosur sobre cuestiones vinculadas al desarrollo <strong>del</strong> proceso de integración<br />
que deben ser respondidos en un plazo máximo de 180 días (art. 4 inc. 4 PCPM).<br />
El PM, entonces, puede solicitar informes y este pedido debe ser respondido en<br />
menos de seis meses. Si bien este plazo es relativamente prolongado, representa<br />
una mejora respecto a la CPC, que no preveía ningún lapso de tiempo para que su<br />
pedido fuera satisfecho. Adicionalmente, el PM recibe de la Presidencia Pro Tempore<br />
<strong>del</strong> Mercosur un programa de trabajo al inicio de cada semestre, y un informe<br />
final sobre las actividades realizadas (art. 4 incisos 6 y 7). Sin embargo, el PM no<br />
tiene ninguna potestad sobre el nombramiento o remoción de los miembros de<br />
los órganos decisorios intergubernamentales. Los frágiles mecanismos de control<br />
institucional <strong>del</strong> Mercosur no son comparables con el control político instaurado<br />
en otros procesos de integración.<br />
Por último, el Parlamento <strong>del</strong> Mercosur carece prácticamente de atribuciones<br />
presupuestarias, ya que sólo es notificado sobre estas cuestiones al recibir, dentro<br />
<strong>del</strong> primer semestre de cada año, un informe sobre la ejecución <strong>del</strong> presupuesto de<br />
la Secretaría Administrativa <strong>del</strong> Mercosur <strong>del</strong> año anterior. El presupuesto de la<br />
Secretaría en 2008 representa algo más de un millón de dólares.<br />
Los logros <strong>del</strong> PM en materia legislativa y de control<br />
Hasta la fecha, el Parlamento <strong>del</strong> Mercosur se ha limitado a aprobar un puñado<br />
de Declaraciones, Resoluciones y Recomendaciones. El órgano parlamentario<br />
regional no ha aprovechado las atribuciones que posee (y que no contaba su an-<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
55
tecesora, la CPC) en cuanto a la posibilidad de aprobar anteproyectos de normas<br />
–que son las proposiciones orientadas a la armonización de las legislaciones de los<br />
Estados Parte, dirigidos a los parlamentos nacionales para su eventual consideración–;<br />
y los proyectos de normas <strong>del</strong> Mercosur, que constituyen las proposiciones<br />
normativas presentadas para la consideración <strong>del</strong> CMC.<br />
El Parlamento tampoco ha tenido la ocasión de llevar a<strong>del</strong>ante el denominado<br />
“procedimiento de dictamen consultivo” ya que el CMC todavía no ha enviado<br />
proyectos de normas –que requieren aprobación legislativa en uno o más Estados<br />
Parte– para que el Parlamento emita su opinión antes de su aprobación.<br />
En cuanto a las tareas de control, el Parlamento, en cumplimiento <strong>del</strong> PCPM, se<br />
limitó a recibir el programa de trabajo al inicio de la Presidencia Pro Tempore de<br />
Paraguay para el primer semestre de 2007 y de Uruguay para el segundo semestre<br />
de 2007. Asimismo, en la IX Sesión Plenaria recibió <strong>del</strong> Canciller argentino el<br />
informe de la Presidencia Pro Tempore para el primer semestre de 2008.<br />
El debate sobre el “déficit democrático”<br />
El Parlamento <strong>del</strong> Mercosur dista de ser un órgano legislativo en tanto el poder<br />
reglamentario se mantiene en manos de los órganos decisorios, y sólo se instala un<br />
procedimiento que requiere el dictamen <strong>del</strong> PM aunque no es vinculante. Igualmente,<br />
sus potestades de control y presupuestarias son prácticamente inexistentes.<br />
El Parlamento se asemeja a un órgano con funciones netamente consultivas sin<br />
protagonismo en los procesos de decisión <strong>del</strong> bloque. Con todo, supone un avance<br />
con relación a la CPC. Entonces, ¿se ha conseguido subsanar la falta de “democratización”<br />
en el Mercosur con la creación <strong>del</strong> Parlamento?<br />
Recordemos que el problema <strong>del</strong> llamado “déficit democrático” es causado, según<br />
los especialistas, por la falta de mayor participación <strong>del</strong> poder legislativo en<br />
el proceso de toma de decisiones, esto es, la ausencia de mecanismos propios de<br />
control y de creación de normas (Vázquez, 2002:<strong>16</strong>9).<br />
Explicar el “déficit democrático” que se registra en el Mercosur en términos<br />
de falta de efectiva intervención <strong>del</strong> órgano legislativo en el proceso decisorio<br />
implica, consiguientemente, que la solución se remitiría a la constitución de un<br />
parlamento regional, de características supranacionales, con amplios poderes, que<br />
reduzca la hegemonía de los ejecutivos en el bloque. Entendido el déficit en estos<br />
términos, difícilmente la existencia <strong>del</strong> Parlamento <strong>del</strong> Mercosur, tal como ha sido<br />
instituido, sea capaz de enmendarlo.<br />
No obstante, la conveniencia de crear el Parlamento <strong>del</strong> Mercosur podría basarse<br />
en el empeño de dotar de mayor representatividad al proceso de integración, teniendo<br />
en cuenta que los parlamentos disfrutan de una función de representación.<br />
Según el PCPM, los parlamentarios representan a los pueblos <strong>del</strong> Mercosur (art.<br />
2). La elección de los miembros <strong>del</strong> Parlamento por sufragio universal directo se<br />
constituiría, así, como un medio para la promoción de la participación ciudadana<br />
en el proceso de integración y el aumento de la legitimidad democrática. Asimismo<br />
muchos creen que el PM puede coadyuvar a la construcción de un demos e<br />
identidad “mercosureñas”.
Estas consideraciones están imbuidas de enfoques que aseveran que las instituciones<br />
poseen un valor “constitutivo” y, por lo tanto, pueden contribuir a robustecer<br />
el propio proceso de integración regional. A la luz de esta visión, el PM podría<br />
apuntar a la construcción de una nueva auto-percepción y de una identidad en<br />
relación con el espacio regional (Colacrai, 2005:394).<br />
Sin embargo, es apresurada cualquier conclusión sobre la posibilidad que tengan<br />
las elecciones al Parlamento de construir una conciencia de identidad regional, y<br />
otorgar mayor legitimidad al proceso de integración. La experiencia en otras partes<br />
<strong>del</strong> mundo indica claramente que la construcción de una identidad regional es<br />
una cuestión cultural y no se resuelve a fuerza de tratados o procesos electorales<br />
(CERA, 2006:19). En el caso de la Unión Europea, por ejemplo, las elecciones al<br />
Parlamento Europeo aún no han logrado crear una verdadera “identidad comunitaria”.<br />
La continua merma en la concurrencia de los votantes –sumado al hecho<br />
de que las elecciones europeas resultan ser referendos sobre el desempeño de los<br />
respectivos gobiernos nacionales– son manifestaciones de las persistentes dificultades<br />
para alcanzar ese objetivo.<br />
Tal como ha sido concebido, el Parlamento <strong>del</strong> Mercosur no resuelve por sí solo<br />
el importante “déficit democrático” que caracteriza al bloque (Geneyro y Vázquez,<br />
2006:14). Adicionalmente, la posibilidad de avanzar hacia una cultura política e<br />
institucional favorable a un proceso de integración cualitativamente diferente no<br />
deja de estar condicionada por la situación política que se registre en los países<br />
miembros, caracterizada en los últimos años por sucesivas crisis de representatividad<br />
y legitimidad democrática (CERA, 2006:14).<br />
Consideraciones finales<br />
Son diversas las dudas sobre el futuro <strong>del</strong> Parlamento <strong>del</strong> Mercosur. Una nueva<br />
institución puede implicar formidables costos financieros y políticos si el acrecentamiento<br />
de la burocracia no se traduce en respuestas y mayor representatividad<br />
para los ciudadanos. La falta de competencias relevantes y el consecuente papel<br />
relegado en el proceso de toma de decisiones hacen <strong>del</strong> Parlamento un órgano<br />
jurídicamente irrelevante en el esquema institucional. Por consiguiente, es incierta<br />
su contribución en el proceso de internalización de normas y la seguridad jurídica<br />
<strong>del</strong> bloque.<br />
Sin embargo, los beneficios de contar con un órgano parlamentario democrático<br />
deberían ser superiores a las desventajas. Desde el punto de vista político, el<br />
Parlamento –cuya cristalización significa una señal de compromiso con la continuidad<br />
<strong>del</strong> proceso de integración– puede ejercer un papel fundamental en la<br />
defensa de la democracia y los derechos humanos; así como en la protección de<br />
los diversos intereses de la población. Adicionalmente, la elección directa de los<br />
parlamentarios a partir de 2011 podría constituir un relevante ejercicio ciudadano<br />
que contribuya a incrementar la representatividad y legitimidad democrática <strong>del</strong><br />
proceso de integración.<br />
El logro de este objetivo se cumplirá en la medida en que el Parlamento consiga<br />
superar los condicionamientos jurídicos que lo debilitan, maximizar su papel po-<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
57
lítico, y convertirse en un verdadero órgano representativo de los ciudadanos <strong>del</strong><br />
bloque y en un auténtico legislador de la integración. Difícilmente el proceso de<br />
integración logre un carácter democrático si el cuerpo legislativo no es más que un<br />
órgano consultivo y no tiene verdadera y efectiva intervención en los procesos de<br />
decisión relevantes para la ciudadanía.<br />
El desafío es lograr articular la idea política de un Mercosur democrático y representativo<br />
con una institución parlamentaria ambiciosa y eficaz.<br />
Referencias<br />
1. MERCOSUR/PM/DECL, 05/2007.<br />
2. MERCOSUR/PM/DECL, 03/2007.<br />
3. MERCOSUR/PM/DECL, 04/2007.<br />
4. MERCOSUR/PM/DECL, 03/2008. La declaración incluye la sugerencia de que América <strong>del</strong> Sur<br />
continúe siendo una región en que “predominen la cooperación y la solución negociada de los conflictos,<br />
con vistas a su integración en los marcos de democracias prósperas, estables y socialmente<br />
justas”.<br />
5. Actualmente, el Parlamento <strong>del</strong> Mercosur cuenta con un grupo político constituido: el Partido<br />
Nacional.<br />
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Recibido: 20/05. Aceptado: 07/07<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
5
Educación, ciudadanía y democracia.<br />
Análisis en torno al acceso a la universidad de los sectores sociales de<br />
menores ingresos<br />
María Fernanda Juarros y Alejandra Martinetto<br />
María Fernanda Juarros es �agíster en Política<br />
y Gestión de la Ciencia y la Tecnología (CEA-UBA),<br />
docente- investigadora <strong>del</strong> Instituto de Investigaciones<br />
en Ciencias de la Educación (IICE-FFyL-UBA).<br />
�ail: fjuarros@clacso.edu.ar<br />
resumen<br />
La plena ciudadanía se ejerce haciendo uso<br />
de todos los derechos ciudadanos; esto implica<br />
no sólo el derecho a votar y expresarse en las<br />
urnas, sino también, a educarse, trabajar, a tener<br />
atención en salud, a tener previsión social, entre<br />
otros. Si la mitad de la población, no puede hacer<br />
uso pleno de sus derechos porque no tiene<br />
acceso real a los servicios básicos que el Estado<br />
debiera garantizar, la democracia no funciona<br />
plenamente.<br />
En una sociedad estructurada alrededor <strong>del</strong><br />
mundo <strong>del</strong> trabajo, los certificados de estudio<br />
cobran cada vez mayor importancia. La pregunta<br />
es si la universidad pública puede dar respuesta a<br />
esta fragmentación <strong>del</strong> tejido social, democratizando<br />
su acceso a los distintos sectores sociales,<br />
posibilitando el ejercicio de sus derechos.<br />
Las políticas de admisión que buscan regular<br />
el acceso a este nivel en función de la relación<br />
demanda-capacidad, establecen requisitos exigibles<br />
a los aspirantes. Allí se sitúa la discusión<br />
acerca de la Educación Superior como derecho o<br />
como privilegio.<br />
El presente artículo intenta plantear algunas<br />
líneas de discusión y reflexión a partir de la necesidad<br />
de atender la problemática de acceso real<br />
a los estudios universitarios, y analiza el perfil<br />
de los estudiantes universitarios para visualizar<br />
la composición social de este colectivo en los<br />
25 años de democracia en nuestro país, especialmente<br />
en la UBA.<br />
palabras claves<br />
universidad pública / ciudadanía / democracia /<br />
ingreso / perfil de los estudiantes<br />
Alejandra Martinetto es �agíster en Políticas<br />
Sociales (FCS-UBA), docente-investigadora <strong>del</strong><br />
Instituto de Investigaciones en Ciencias de la<br />
Educación (IICE-FFyL-UBA).<br />
�ail: alemartinetto@arnet.com.ar<br />
summary<br />
Full citizenship works when exercised by<br />
people through their all citizen rights, which<br />
means not only their political rights, but to receive<br />
a full education, to healthcare, the rights<br />
to work, standard rights, and more. When half<br />
of the citizens in a nation haven’t access to the<br />
social rights, that the Estate should guarantee,<br />
democracy cannot be substantive.<br />
When society is structured about work’s<br />
world, education certificates become more and<br />
more social- valued. The present question is if<br />
public university may contribute to reconstruct<br />
social integration, democratizing access for social<br />
groups traditionally excluded from this level<br />
of studies.<br />
Admission policies that regulate the entrance<br />
at this high level of education by regulating the<br />
ratio between qualifications and applications,<br />
establish the requirements of average skills for<br />
applying students. Is at this point where resides<br />
the discussion about High School education as a<br />
right or a privilege.<br />
The present article tries to lead some of the<br />
most important issues about this theme, intending<br />
to analyze the “real access” to the university<br />
studies, and to characterize the students’<br />
social composition during the actual democracy<br />
process in our country, particularly at Buenos<br />
Aires University.<br />
keywords<br />
public university / citizenship / democracy /<br />
access / students’ social composition<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
61
Introducción<br />
En el presente trabajo nos proponemos analizar el concepto de ciudadanía y la<br />
ampliación de los derechos sociales 1 focalizándolo en el derecho a la educación, y<br />
en particular a la Educación Superior de la que históricamente los grupos sociales<br />
de menores ingresos han quedado excluidos.<br />
En nuestro país, el ingreso a este nivel <strong>del</strong> sistema educativo aparece como tema<br />
problemático. 2 Al inicio de cada año lectivo, los medios de comunicación se hacen<br />
eco de esta situación proyectando la conflictiva y compleja relación que se establece<br />
entre el Estado, la sociedad y las instituciones universitarias. 3 Asimismo, su<br />
centralidad como tema permanente de preocupación de los actores involucrados<br />
en la actividad académica quedó manifiesta en la realización <strong>del</strong> Primer Encuentro<br />
Nacional sobre la Problemática de Ingreso que se realizó en el año 2004, organizado<br />
por la Universidad Nacional de Córdoba, y en el II Encuentro Nacional de<br />
Ingreso realizado en octubre de 2006, en la Universidad Nacional de Entre Ríos,<br />
con el fin de profundizar el debate iniciado, comparar prácticas y elaborar críticamente<br />
aportes y propuestas que enriquezcan esta compleja temática.<br />
Las políticas de admisión que buscan regular el acceso a este nivel mediante<br />
diversos procedimientos, constituyen el componente en discusión en las políticas<br />
universitarias, que en función de la relación demanda-capacidad, establecen requisitos<br />
exigibles a los aspirantes. 4 Estas políticas han llevado, en algunas instituciones,<br />
a la configuración de un sistema de mayor selectividad desde el punto de vista<br />
social por el hecho de ser restringido a los jóvenes con mayor formación previa,<br />
y dificultar el ingreso de jóvenes de menores recursos que no pueden competir en<br />
términos académicos con aquellos. 5 Sin embargo, la argumentación a favor <strong>del</strong><br />
ingreso directo que apela a garantizar la igualdad de oportunidades, no toma en<br />
cuenta que el ingreso irrestricto sólo garantiza el acceso a las instituciones universitarias<br />
pero no la permanencia en ellas. Si a éstas ingresan alumnos que no poseen<br />
las habilidades necesarias para apropiarse de los conocimientos que las mismas<br />
producen y reproducen, el acceso es sólo ilusorio. De este modo, existe consenso<br />
en torno a la idea de la inexistencia de un ingreso irrestricto en las actuales condiciones<br />
de desigualdad y exclusión social. Es posible distinguir entonces, el acceso<br />
formal <strong>del</strong> acceso real a las instituciones universitarias.<br />
Nuestra intención es dar cuenta <strong>del</strong> fenómeno por el cual el nivel universitario<br />
continúa presentando un claro sesgo en su composición socioeconómica hacia los<br />
sectores de clase media y alta. Asimismo, pretendemos plantear algunas líneas<br />
de discusión y reflexión a partir de la necesidad de atender la problemática de la<br />
democratización <strong>del</strong> nivel que se impone con creciente preocupación en la agenda<br />
de la Educación Superior.<br />
El concepto de ciudadanía y la adquisición de los derechos sociales en<br />
el contexto de los países de la región<br />
La plena ciudadanía se ejerce pudiendo hacer uso de todos los derechos <strong>del</strong><br />
ciudadano; esto implica no sólo el derecho a votar y expresarse en las urnas, sino<br />
también, a educarse, a trabajar, a tener atención en salud, a contar con previsión
social, y a ampliar todas sus capacidades como ser humano. Si la mitad de la población<br />
no puede hacer uso pleno de sus derechos porque no tiene acceso real a<br />
los servicios básicos que el Estado debería garantizar, el carácter democrático <strong>del</strong><br />
gobierno no funciona plenamente.<br />
La constitución <strong>del</strong> Estado de Derecho en Europa tuvo, como dimensión paralela,<br />
la configuración de la sociedad civil como expresión de la influencia de las<br />
asociaciones libres sobre las políticas públicas. El emblema de esta nueva relación<br />
entre poder político y sociedad fue la figura <strong>del</strong> ciudadano opuesta a la <strong>del</strong> súbdito<br />
(Portantiero, 2000:124). La legitimidad reconocida al orden social y político no<br />
era incompatible, sino que incluía, la aceptación amplia de un conjunto de desigualdades<br />
en ciertos aspectos de la vida colectiva, que Carlos Franco (1998:176)<br />
denominó principio de desigualdades socialmente aceptadas. 6 De este modo, la<br />
ciudadanía, clave de la tradición política de la modernidad, impregnó también el<br />
horizonte de nuestra historia latinoamericana desde el momento en que la constitución<br />
de las repúblicas en el siglo XIX se inspiraron en las declaraciones de<br />
derechos norteamericana y francesa (Portantiero, 2000:127). Sin embargo, a partir<br />
de la constitución de los Estados latinoamericanos, se han dado procesos de autoritarismo<br />
ligados con mo<strong>del</strong>os populistas en lo político, en el marco de un desarrollo<br />
económico basado en los principios capitalistas, pero cumpliendo el rol de<br />
países dependientes. En este contexto, se generó una sociedad desigual, ya desde<br />
su origen, con gran presencia de pobres y un núcleo pequeño de sectores de elite,<br />
decisores de las políticas, ligados a intereses económicos nacionales y/o foráneos,<br />
que han concentrado más de la mitad de la riqueza desarrollada en la región y que<br />
se han mantenido hasta la actualidad en el poder.<br />
La transición a las democracias en los países de nuestra región a partir de los<br />
’80 no cambió este mo<strong>del</strong>o, más bien intentó una reconstrucción de las prácticas<br />
de la democracia liberal, y hoy conviven una relativamente afianzada democracia<br />
electoral (con los límites que esta práctica tiene en nuestros países) con un deterioro<br />
significativo de sus aspectos republicanos y con una exclusión y marginalidad<br />
social y cultural que va en crecimiento. Según Portantiero (2000:131) constituye<br />
un espacio de escasa densidad ciudadana y baja calidad democrática dentro de los<br />
parámetros de una poliarquía.<br />
De este modo, si acordamos que la democracia debe ser un régimen indisociable<br />
de una concepción sustantiva de los fines de la institución política (Castoriadis,1997:59)<br />
podemos señalar que en Argentina y también en el resto de la región,<br />
no ha tenido lugar el proceso de consolidación <strong>del</strong> régimen democrático, no se han<br />
realizado cambios económicos y sociales tales como la mayor redistribución de<br />
ingresos, los derechos económico-sociales, igualdad de oportunidades, necesarios<br />
para que se de la igualdad de todos los ciudadanos. Por lo tanto el principio que<br />
planteara Franco de desigualdades socialmente aceptadas se ve continuamente<br />
resquebrajado; los sectores excluidos se reconocen como marginados <strong>del</strong> sistema<br />
y sin acceso a los derechos que la legislación garantiza. Para el caso latinoamericano,<br />
Gino Germani 7 utilizó la conceptualización de Marshall elaborando un<br />
diseño sobre los dilemas de la constitución de una comunidad política en América<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
63
Latina. En su enfoque, la saga de los derechos se articula con modulaciones de la<br />
participación ciudadana (desde la limitada a la plena, pasando por la ampliada)<br />
a la vez que propone una suerte de desviación lógica y cronológica <strong>del</strong> patrón<br />
marshalliano, derivada de formas particulares de relación entre movilización y<br />
representación (Portantiero, 2000:174).<br />
Uno de los aparatos por excelencia para reproducir estas relaciones sociales de<br />
poder es el sistema educativo. El acceso a los diferentes niveles de educación es,<br />
por lo tanto, un objeto de estudio interesante para analizar cómo se constituye y se<br />
resignifica la ciudadanía en un país periférico, luego de la reforma neoliberal <strong>del</strong><br />
Estado y en un contexto de aparente cambio superador de la misma. Asimismo, se<br />
debe poner en consideración que pertenecemos a una sociedad estructurada alrededor<br />
<strong>del</strong> mundo <strong>del</strong> trabajo, en la cual los certificados de estudio cobran cada vez<br />
mayor importancia, al tiempo que se agudizan los procesos de desigualdad.<br />
Hasta la segunda mitad <strong>del</strong> siglo pasado, el centro de atención en el análisis<br />
<strong>del</strong> ejercicio de la ciudadanía a partir de la búsqueda de igualdad, estuvo puesto<br />
en la dimensión político- jurídica. El énfasis en el acceso a derechos sociales y<br />
la distribución justa –y no sólo formal– de oportunidades económicas inspiró<br />
desde la posguerra las políticas de bienestar universales. Se sostenía que toda diferenciación<br />
temprana perseguía una consolidación de las diferencias de clase. Sin<br />
embargo, las transformaciones socio-económicas de las últimas décadas, la crisis<br />
<strong>del</strong> empleo y los procesos de exclusión, han abierto la preocupación en el debate<br />
social-demócrata sobre la igualdad de oportunidades no sólo de la cuestión de la<br />
justa distribución de oportunidades, sino también en torno al principio que Rawls<br />
(2000) llama de la diferencia. Según este principio, las expectativas de quienes<br />
están mejor situados son justas sí y sólo sí funcionan como parte de un esquema<br />
que mejora las expectativas de los miembros menos favorecidos de la sociedad.<br />
En este marco, la equidad significa el derecho igual a tratamiento equivalente. La<br />
equidad de las oportunidades consiste entonces no sólo en compensar en el punto<br />
de partida las desigualdades de la naturaleza o las disparidades de fortuna, sino que<br />
apunta a dar de manera permanente los medios para garantizar equidad (Rosanvallon,<br />
1995:210). De este modo, el concepto de equidad concentra los reclamos por<br />
redistribución económico-social y reconocimiento de diversidades culturales.<br />
En la región, en desarrollos más recientes nos encontramos con un mo<strong>del</strong>o que<br />
parte de la política social de los noventa. Sonia Fleury (1997), por ejemplo, critica<br />
a los mo<strong>del</strong>os ideales en sentido weberiano que fueron sujetos a las realidades de<br />
ciertos países industrializados <strong>del</strong> Primer Mundo y que a pesar de eso, no se pueden<br />
ver reflejados en los casos concretos. De todas maneras rescata la importancia de<br />
contar con mo<strong>del</strong>os que sirven para realizar el análisis y brindan instrumental para<br />
organizar las características principales <strong>del</strong> fenómeno (Ibídem:135). Esta estrecha<br />
relación entre políticas sociales e ideologías queda explícita en la diversidad de<br />
conceptos aplicados a un mismo aspecto y, más aún, en el significado antagónico<br />
atribuido, a veces, a un mismo concepto. En ese sentido, desarrolla una nueva conceptualización,<br />
inspirada en la clasificación de Tittmus (1981) y Esping-Andersen<br />
(1993) y también distingue tres modalidades. 8
E. Bustelo (1998) integra no sólo la tensión compensación-redistribución, sino<br />
que enfatiza el eje de la autonomía y emancipación de los actores sociales. En ese<br />
sentido desarrolla la noción de Ciudadanía Asistida que apunta a la no preocupación<br />
por la distribución <strong>del</strong> ingreso y la riqueza; las desigualdades son vistas<br />
como naturales, considerando que las políticas <strong>del</strong> Estado deben ser marginales. 9<br />
De manera opuesta, presenta la Ciudadanía Emancipada que toma la igualdad<br />
social como valor central, entendida principalmente como derecho de las personas<br />
a tener iguales oportunidades para acceder a los bienes social y económicamente<br />
relevantes. Igualdad implica equidad y también la justicia redistributiva basada en<br />
la solidaridad colectiva. 10<br />
Estos últimos aportes tienen una relación directa con el rol que juega la educación<br />
en los logros de este tipo de ciudadanía. A su vez, el nivel universitario<br />
es el encargado de proveer, no sólo profesionales, sino también productores de<br />
políticas, mo<strong>del</strong>os, propuestas superadoras de la situación actual. Esta temática ha<br />
comenzado a ocupar un espacio en los <strong>debates</strong> de los estudios sobre la universidad.<br />
Poder tener en claro la relación con el desarrollo de la ciudadanía, nos da más<br />
elementos para intentar trabajar por una democratización integral y sustantiva.<br />
Una mirada histórica al proceso de nuestras universidades<br />
Los cambios ocurridos en el mundo a partir de mediados <strong>del</strong> siglo XX, suscitaron<br />
en los países de la región, una extraordinaria demanda <strong>del</strong> incremento de<br />
las oportunidades para acceder a niveles superiores de educación, de manera que<br />
la admisión restrictiva a la universidad fue difícil de sostener. Durante los años<br />
’60, la teoría <strong>del</strong> Capital Humano 11 , tuvo notable influencia en el crecimiento de<br />
instituciones y en el aumento de la cobertura esencialmente <strong>del</strong> segundo nivel de<br />
educación. 12<br />
En este contexto de crecimiento de los estudios secundarios habilitantes para<br />
cursar estudios superiores, la demanda por estos últimos comenzó a imponer la<br />
necesidad de atender el tema de la admisión a la universidad (Chiroleu, 1999:32).<br />
En otros términos, la expansión de la matrícula de educación media generó en<br />
las instituciones de Educación Superior un desplazamiento <strong>del</strong> acceso de elite al<br />
acceso de masa.<br />
Si hasta mediados <strong>del</strong> siglo XX, la universidad recibía a un número reducido<br />
de jóvenes que reunían condiciones semejantes de pertenencia social, a partir de<br />
esa etapa, se incorporaron grupos heterogéneos tanto en su formación académica<br />
como en su origen social. Surgieron entonces mecanismos de control explícitos<br />
como el ingreso restringido para lograr un aumento de la eficacia seleccionando a<br />
los mejores, o mecanismos de control implícito como el ingreso irrestricto apelando<br />
al principio de justicia social. De modo que la selección operó en ambos casos<br />
aunque en momentos diferentes <strong>del</strong> transcurso de los estudios, y con costos y<br />
resultados institucionales y sociales diferentes (García Guardilla, 1991:78). Estos<br />
mecanismos fueron desde la imposición de exámenes de ingreso y cupos, hasta la<br />
diferenciación de la Educación Superior y la creación de circuitos alternativos a<br />
partir de la ampliación de la oferta de carreras terciarias.<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
65
Aunque el crecimiento de estos circuitos alternativos al sistema universitario en<br />
América Latina fue heterogéneo, en Argentina la matrícula total de la Educación<br />
Superior que comprende tanto al sector superior terciario como al universitario, se<br />
expandió a un ritmo elevado a lo largo de todo el siglo XX y comienzos <strong>del</strong> XXI,<br />
con una tasa de crecimiento <strong>del</strong> orden <strong>del</strong> 14% anual (ver Cuadro 1). Asimismo<br />
cuenta con una de las tasas brutas de escolarización superior más altas de Latinoamérica,<br />
<strong>del</strong> 50% de los jóvenes en el año 2001 (INDEC, 2005).<br />
Cuadro 1<br />
Aumento de la matrícula de nivel Terciario, por sexos. Argentina<br />
Año Ambos sexos Masc. Fem.<br />
1970 13.4 15.1 11.6<br />
1980 21.8 21.8 21.9<br />
1983 25.1 23.2 27.0<br />
1984 29.0 26.9 31.0<br />
1985 35.7 33.6 37.8<br />
1986 37.7 35.0 40.4<br />
1987 39.5 36.4 42.7<br />
1994 36.2<br />
Fuente: Elaboración propia, 2008, sobre la base de los datos de UNESCO, 2008.<br />
Cabe destacar que en América Latina, el sistema de Educación Superior (unisistema<br />
de Educación Superior (universitario<br />
y no universitario) se ha caracterizado históricamente por el beneficio<br />
<strong>del</strong> financiamiento estatal. Aún hoy, en nuestro país el porcentaje de jóvenes matriculados<br />
en instituciones públicas asciende a más <strong>del</strong> 82% en relación al 18% que<br />
elige estudiar en universidades de gestión privada (ver Cuadro 2). Sin embargo,<br />
la crisis por la que atravesó la región a partir de la década <strong>del</strong> 80, impactó en las<br />
prácticas y formas de organización de estas instituciones, las que debieron afrontar<br />
el desafío de actuar en escenarios cada vez más complejos, inciertos e inestables a<br />
partir de la desaceleración de la expansión económica producida por las políticas<br />
keynesianas. Los nuevos escenarios se edificaron entonces a partir <strong>del</strong> cambio en<br />
el papel <strong>del</strong> Estado que se plasmó en las nuevas tendencias de las políticas públicas<br />
en relación con la Educación Superior. La aplicación de los principios <strong>del</strong> libre<br />
mercado estableció presiones a los gobiernos de la región para que adoptaran estrategias<br />
tendientes a racionalizar y recortar el presupuesto universitario (Juarros,<br />
2006:71).<br />
Para el caso argentino, la dictadura militar de 1976 significó el desplazamiento<br />
de los ejes centrales <strong>del</strong> principal discurso educacional, que con revisiones y reformas<br />
en diversos momentos, tenía un siglo de existencia. A partir de la nueva<br />
orientación <strong>del</strong> régimen autoritario, comenzó a enunciarse lo que sería una nueva<br />
tendencia en el modo de entender las funciones y sentidos colectivos <strong>del</strong> sistema
educativo en general, y <strong>del</strong> sistema universitario público en particular (Martinetto,<br />
2007 en prensa). Básicamente, la educación dejó de ser una razón de Estado para<br />
pasar a ser una razón individual, poniendo en cuestión la concepción sobre aquél<br />
como principal agente educativo. Ese desplazamiento en el discurso generó una<br />
serie de consecuencias, entre las que entraba fuertemente en cuestión la tradicional<br />
concepción <strong>del</strong> sistema educacional argentino, que articulaba las nociones de<br />
modernización, civilización, laicismo, Estado educador, progreso, educación para<br />
todos como cuestión de Estado (Southwell, 2006) e igualación como homogeneización,<br />
entre otras; es decir, entró en cuestión la concepción tradicional sarmientina<br />
que había funcionado por casi un siglo de nuestra historia.<br />
Cuadro 2<br />
Cantidad de estudiantes de carreras de pregrado y grado según tipo de gestión<br />
Estudiantes 2006 %<br />
Total 1.583.376 100<br />
Gestión estatal 1.304.003 82,36<br />
Gestión privada 279.373 17,64<br />
Fuente: Secretaría de Políticas Universitarias, Ministerio de Educación, Anuario de Estadísticas<br />
Universitarias 2007.<br />
Después de la profunda interrupción que significó la dictadura, era necesario<br />
generar las condiciones para el desarrollo de un nuevo discurso educacional, tal<br />
como ocurriera con el discurso político. Por ello, el intento <strong>del</strong> gobierno radical de<br />
1983 fue fundamentalmente restablecer el canon clásico <strong>del</strong> sistema educacional,<br />
más que generar uno nuevo. En ese contexto, se dieron varias disputas en torno<br />
a lo que significaba una educación democrática para los diferentes sectores en<br />
pugna. Sin lugar a dudas el gobierno de la transición democrática –y la figura de<br />
Alfonsín en particular– hicieron importantes esfuerzos vinculados a dejar de lado<br />
el autoritarismo a través <strong>del</strong> descabezamiento de ciertas figuras e instituciones; sin<br />
embargo, los intentos no fueron tan profundos como para construir una tradición<br />
político-educacional nueva. Puede decirse que el alfonsinismo tuvo una concepción<br />
de la educación, cercana a la <strong>del</strong> yrigoyenismo de principios de siglo XX,<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
67
asociadas a una idea de modernización que era entendida como una expresión <strong>del</strong><br />
desenvolvimiento estatal. En ese discurso, el sistema educacional crecía como<br />
parte de una lógica civilizatoria y de modernización generadas por la acción estatal.<br />
A partir de esta lógica es que buscaba la redistribución de bienes simbólicos.<br />
Braslavsky (1985) señalaba por aquel entonces, que el nuevo mo<strong>del</strong>o societal<br />
que se enunciaba en 1983 contenía elementos que encerraban la oposición con<br />
rasgos <strong>del</strong> mo<strong>del</strong>o anterior, debía ser: democrático para superar el régimen autoritario<br />
anterior, moderno para superar el atraso tecnológico, productivo para revertir<br />
la tendencia a la desindustrialización, libre de condicionamientos externos para<br />
detener el creciente endeudamiento externo, con justicia social para invertir la<br />
creciente concentración de la riqueza.<br />
Sobre esas bases, el gobierno intentó generalizar las características estructurales<br />
que el sistema educativo argentino había tenido tradicionalmente, ampliando su<br />
capacidad de cobertura. Esto se llevó a<strong>del</strong>ante quitando los condicionamientos<br />
para el ingreso a las instituciones educativas y promoviendo formas de<br />
participación de los integrantes de la comunidad educativa. El intento fue reabrir<br />
los mecanismos institucionales para que la población pudiera volver a contar con<br />
las instituciones. En el ámbito educativo, el mayor afán restaurador estuvo en<br />
las universidades, a partir de la reapertura de las carreras que habían sido<br />
cerradas y el restablecimiento de los principios establecidos desde la Reforma<br />
Universitaria.<br />
Democracia era el significante 13 central. En este sentido, pareció existir un intento<br />
hacia lo que Braslavsky ha caracterizado como un nuevo estilo educativo<br />
democrático (Ibídem, 1985), pero este enunciado tenía diferentes sentidos para<br />
los distintos sectores involucrados. El carácter propio <strong>del</strong> concepto democracia<br />
estaba también presente y los <strong>debates</strong> educacionales hacían eje en la dicotomía<br />
democracia-autoritarismo como punto de partida. Significantes como democracia,<br />
participación, pluralismo, soberanía, entre otros, eran adoptados como el marco<br />
desde el cual se enunciaban diferentes proyectos educacionales. 14 Tanto en los<br />
documentos oficiales, como en los que se producían por fuera <strong>del</strong> circuito oficial,<br />
las prescripciones y recomendaciones para experiencias educativas contenían esas<br />
ideas anti-autoritarias.<br />
El escenario, consecuencia de la crisis –ya descripta– que sufrió América Latina<br />
sobre fines de los 70 y se agudizó en los 80, significó la puesta en cuestión <strong>del</strong><br />
preponderante papel adjudicado a la educación en la construcción de las naciones<br />
a partir de su independencia (Filmus y Miranda, 1999:126). Cuando los procesos<br />
de industrialización incipiente de la región así lo requirieron, los sis<strong>temas</strong> educativos<br />
se dedicaron a priorizar la formación de mano de obra calificada para<br />
atender las nuevas necesidades laborales. En el marco de las concepciones <strong>del</strong><br />
capital humano, que ya describimos, sobre todo en la época <strong>del</strong> desarrollismo en<br />
Argentina, la educación pasó a convertirse en un insumo indispensable para el<br />
aumento de la productividad de las personas y para el desarrollo económico de<br />
los países. Sin embargo, el énfasis puesto en el rol económico de la escuela se<br />
desdibujó cuando se comenzó a quebrar la correlación positiva entre educación y
desarrollo. Mientras que la primera continuó con importante ritmo de expansión,<br />
las economías comenzaron a estancarse. En efecto, durante la década de los 80 el<br />
Producto Bruto Interno per cápita de América Latina decreció a una tasa media<br />
<strong>del</strong> -1,1% (BID 1993, citado por Filmus, 1999), al tiempo que las tasas brutas de<br />
matriculación en la enseñanza básica tendieron a universalizarse y en la enseñanza<br />
secundaria y superior crecieron <strong>del</strong> 45% y el 14% en 1980 al 53% y el 17% en<br />
1990 respectivamente (datos citados por Filmus y Miranda, 1999:2). Las consecuencias<br />
de este proceso fueron previsibles: el efecto combinado de la recesión, el<br />
ajuste y la reestructuración afectó relativamente más la demanda de trabajadores<br />
más calificados frente al rápido aumento de la oferta. Los ingresos promedio de la<br />
fuerza de trabajo urbana con instrucción secundaria y universitaria disminuyeron,<br />
en general, con respeto a quienes sólo habían recibido instrucción primaria (Altimir,<br />
citado por Filmus y Miranda, 1999:3).<br />
Por otra parte, el aumento constante de la deuda externa, la situación inflacionaria<br />
y las recomendaciones de los organismos multilaterales de crédito llevaron<br />
a un marcado descenso en la inversión educativa (ver Cuadros 3 y 4). Pero la<br />
desatención educativa no estuvo únicamente vinculada a los factores macroeconómicos;<br />
también existieron importantes condicionantes políticos e ideológicos.<br />
Desde los organismos internacionales de crédito se cuestionó la pertinencia <strong>del</strong><br />
papel educador <strong>del</strong> Estado, especialmente en el nivel superior, argumentando<br />
la necesidad de su arancelamiento, la restricción en el acceso por falta de presupuesto,<br />
etc.<br />
Estas argumentaciones y los antecedentes <strong>del</strong> Congreso Pedagógico de<br />
1986 15 , generaron el consenso social necesario para la discusión de la Ley<br />
Federal de Educación en 1993 y la Ley de Educación Superior en 1995 (Martinetto;<br />
2006). Ambas fueron debatidas por algunos sectores de la población,<br />
generalmente provenientes <strong>del</strong> ámbito educativo y de Ciencia y Técnica, pero<br />
no por la sociedad en general. Las dos leyes tienden a la privatización y mercantilización<br />
de la educación en todos sus niveles, entendiendo esto, no sólo<br />
como el aumento de la oferta privada de educación sino también como el ingreso<br />
de la empresa privada en el negocio de la educación, de momento que la<br />
misma se define como un servicio y por lo tanto como bien que debe competir<br />
en el mercado.<br />
Cuadro 3<br />
Gasto público en educación, América Latina y el Caribe, 1980-1994<br />
1980 1985 1994<br />
Gasto público (miles de millones de U$S) 33,5 27,9 72,8<br />
Gasto público como % <strong>del</strong> PNB 3,8 3,9 4,5<br />
Gasto público per cápita (U$S) 93 70 153<br />
Fuente: UNESCO Statistical Yearbook 1997 (París, UNESCO y Lanham, Maryland, Bernan<br />
Press, 1997)<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
6
Cuadro 4<br />
Gasto Anual por alumno por nivel de educación 1992<br />
América Latina y<br />
el Caribe<br />
Países de la<br />
OCDE<br />
Educación preescolar y primaria $252 $4.170<br />
Educación secundaria $394 $5.170<br />
Educación superior $1.485 $10.030<br />
Fuente: UNESCO, World Education Report, 1995 (París, UNESCO, 1995); Centre for<br />
Educational Research and Innovation, Education at a Glance (París, Organización para la<br />
Cooperación y Desarrollo Económicos, 1995).<br />
Así, el sector educativo vivió un proceso de profunda reforma, a partir de la<br />
sanción de las siguientes leyes que se llevó a cabo a lo largo de los dos gobiernos<br />
de Menem: de transferencia de los servicios de enseñanza media y superior <strong>del</strong><br />
Estado Nacional a los Estados Provinciales (1992); la Ley Federal de Educación<br />
(1993), que brinda el marco legal para la puesta en marcha de la autodenominada<br />
Transformación Educativa (1994), que incluyó una reforma curricular, un cambio<br />
en la estructura <strong>del</strong> sistema educativo y un incremento en la obligatoriedad escolar<br />
(de 7 a 10 años); la modificación de la formación docente y la necesidad de reconversión<br />
laboral de los docentes en ejercicio. <strong>16</strong> La educación como derecho era,<br />
para ese entonces, un discurso fuera de lugar.<br />
La universidad y el complejo proceso de normalización a partir de 1983<br />
En nuestro país, la vuelta a la democracia dentro de las universidades públicas<br />
significó un lento proceso marcado por contradicciones y <strong>debates</strong> significativos<br />
después de haber vivido una época tan dura y siniestra. El 11 de abril de 1980 la<br />
dictadura sancionó la ley 22.202 que determinaba la autonomía académica y la<br />
autarquía administrativa, económica y financiera (artículo 11), pero debía ajustarse<br />
a rigurosas normas programáticas, acordes con los principios y objetivos <strong>del</strong> régimen<br />
imperante, detallados en los artículos 2, 3 y 4 (Mignone, 1998:54-55). Los<br />
concursos se sustanciaron en un momento en que buena parte de la intelectualidad<br />
argentina estaba muerta, exiliada o por lo menos proscripta en nuestro país.<br />
En diciembre de 1983, el Poder Ejecutivo Nacional dictó el decreto 143 y envió<br />
al Congreso un proyecto de ley de tres artículos que lo ratificaba y derogaba la ley<br />
de facto 22.207, con excepción de seis cláusulas sobre intervenciones a las universidades<br />
y atribuciones de los órganos de gobierno universitario. (Ibídem:56). El<br />
11 de enero de 1984 la Cámara de Diputados aprobó dicho proyecto con algunos<br />
cambios de forma. Se realizó de este modo, un ordenamiento legal, dentro <strong>del</strong> cual<br />
se incorporaron modificaciones a los seis artículos que provenían de la ley de facto<br />
22.207.
A partir de entonces, comenzó un largo proceso de restauración de las condiciones<br />
académicas y de gobierno (Paviglianiti et al.,1996:22) para que las universidades<br />
pudieran recuperar su autonomía y reiniciar el proceso de transmisión y<br />
producción <strong>del</strong> conocimiento. Hubo un largo proceso legislativo durante el cual no<br />
se logró llegar a una ley de fondo, por ello las universidades siguieron funcionando<br />
con ese ordenamiento legal. La falta de consenso se evidenció en que a pesar de la<br />
cantidad de proyectos de ley orgánica para las universidades nacionales presentados,<br />
no se logró su tratamiento y sanción. Según Buchbinder (2005:2<strong>16</strong>), de todas<br />
maneras, el proceso de normalización se inició y se sustanciaron cerca de 15.000<br />
concursos entre 1984 y 1988. Asimismo, en 1985 se dotó a las universidades de un<br />
presupuesto más elevado, ya desde principios de 1986 se fueron conformando las<br />
asambleas universitarias, que designaron, por primera vez en más de 20 años, a las<br />
autoridades de las casas de estudios.<br />
El haber consensuado los concursos de 1980, dio un marco de debilidad a la<br />
tan ansiada normalización universitaria. La situación que debieron enfrentar las<br />
universidades en ese periodo estuvo signada por la ausencia de proyectos de investigación,<br />
un grave deterioro de la formación docente, importantes problemas<br />
edilicios debido a la falta de mantenimiento, y el aumento explosivo de la matrícula.<br />
En 1985 (ver Cuadro 5), la cantidad de alumnos casi superaba el medio millón,<br />
cifra cercana a la de 1975. En 1986 sumaban 664.000 y hacia 1988 llegaban a<br />
los 700.000. Los primeros años <strong>del</strong> gobierno de Alfonsín se vieron teñidos por el<br />
optimismo de la primavera alfonsinista. En este marco, los estudiantes que finalizaban<br />
el nivel medio y querían continuar sus estudios en la universidad, debían<br />
atravesar, para el caso de la Universidad de Buenos Aires, el Ciclo Básico Común.<br />
Este ciclo introductorio fue creado como una instancia niveladora, que brindaba,<br />
de algún modo, la posibilidad de homogeneizar las diferencias de calidad de los<br />
distintos establecimientos de educación media. Asimismo, todas las universidades<br />
nacionales implementaron políticas tendientes al acceso irrestricto, al crecimiento<br />
de la investigación y al mejoramiento de las condiciones de trabajo en el ámbito<br />
académico, pero en poco tiempo se vieron afectadas por la creciente crisis económica.<br />
A principios de 1989, la hiperinflación licuó el presupuesto universitario y<br />
agudizó los conflictos gremiales.<br />
Si tenemos en cuenta la falencia de base que fue no profundizar el sentido real<br />
de la democracia y sumamos a ello el retroceso en las acciones de juicio a los militares<br />
involucrados en la dictadura, es claro que creció el desencanto en la sociedad<br />
en general y también en las universidades (Martinetto, 2006). Se necesitaba una<br />
verdadera reforma que apuntara a la misión de la universidad en la sociedad post<br />
dictadura, pero esta profundización no ocurrió.<br />
Muy por el contrario, la reforma universitaria de los 90 en Argentina se inscribió<br />
dentro de un proceso de reforma profunda <strong>del</strong> Estado que se dio al mismo<br />
tiempo en casi todos los países de la región (Ibídem, 2006). La implementación<br />
de políticas neoliberales en todos los sectores que atendía el Estado, dieron como<br />
resultado un aumento de la pobreza y de la desigualdad social que nuestro país no<br />
había sufrido en épocas anteriores.<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
71
Cuadro 5<br />
Matrícula en la enseñanza de tercer nivel*<br />
Argentina 1970 1980 Aumento 1985 Aumento<br />
N° de alum.<br />
Matriculados<br />
274634 491473 55,90% 852500 173,50%<br />
Tasa bruta de matrícula en el tercer nivel de enseñanza**<br />
Argentina 1980 1985 Aumento<br />
Porcentaje 22,2 36,4 +14,2<br />
Fuente: Elaboración propia, 2008, sobre la base de Series Estadísticas, CEPAL, 2005.<br />
* Incluye a los estudiantes de las universidades, establecimientos equivalentes, como<br />
asimismo, de Instituciones de enseñanza normal y de establecimientos no universitarios<br />
de tercer nivel.<br />
**Total de matriculados, independientemente de su edad, sobre la población, multiplicado<br />
por 100.<br />
Como antecedentes al proceso de sanción de la Ley de Educación Superior<br />
en Argentina, debemos destacar, a partir de 1993, la creación de la Secretaría de<br />
Políticas Universitarias, a través de la cual, el entonces Ministerio de Cultura y<br />
Educación, modificó la estrategia de definición de políticas para el sector. Así,<br />
de las propuestas <strong>del</strong> Poder Ejecutivo que se basaban en discursos más que en<br />
definiciones, se pasó a la aplicación concreta de políticas parciales, diseñadas por<br />
los nuevos equipos técnicos <strong>del</strong> Ministerio y establecidas a través de decretos o resoluciones,<br />
que cambiaron, en esencia, el funcionamiento de la casas de estudios.<br />
Estas modificaciones se encontrarían en el Proyecto de Ley de Educación Superior<br />
que posteriormente enviara el PEN al Congreso. (Paviglianitti et al., 1996:93).<br />
Según la autora, las grandes líneas de políticas propuestas por el Ministerio de<br />
Cultura y Educación en materia universitaria durante este período se refieren a<br />
modificaciones:<br />
Institucionales: creación de la Secretaría de Políticas Universitarias; creación<br />
de los Consejos de Planificación Universitaria Regional; creación <strong>del</strong> Consejo<br />
Nacional de Educación Superior; otra medida es la limitación a las universidades<br />
nacionales para la creación de nuevas sedes o unidades académicas –sólo podrán<br />
crearlas con la autorización <strong>del</strong> Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) –. También<br />
se establece una nueva reglamentación de la Ley de Universidades Privadas<br />
Nº 17.504.<br />
Al régimen laboral: se dio a conocer el documento Bases para la discusión <strong>del</strong><br />
régimen Laboral <strong>Docente</strong>, junto con un proyecto que establece, entre otras cuestiones,<br />
nuevas categorizaciones y dedicaciones <strong>del</strong> personal docente, las características<br />
de la carrera académica, un nomenclador salarial y el régimen de licencias.<br />
El Decreto <strong>16</strong>10/93 establece un criterio de asignación de un adicional mensual
emunerativo no bonificable aplicable a los cargos de profesores y auxiliares con<br />
dedicación semiexclusiva y simple. Se crea mediante el Decreto 2427/93 el programa<br />
de incentivos a docentes investigadores. En el proyecto de Presupuesto<br />
Nacional para el ejercicio 1995 el Poder Ejecutivo Nacional propone la descentralización<br />
salarial de las universidades nacionales. De esta manera, las casas<br />
de estudios comenzaban a determinar el régimen salarial y la administración de<br />
personal y representar a la parte empleadora en las negociaciones colectivas de<br />
trabajo.<br />
En el financiamiento y gestión económico- financiera: el PEN envía al Congreso<br />
el Proyecto de Ley de modificación <strong>del</strong> Régimen económico-financiero de<br />
las Universidades Nacionales, en forma separada y previa al proyecto de Ley de<br />
Educación Superior. También se determina la modificación de la administración<br />
financiera y de sis<strong>temas</strong> de control en la Administración Pública Nacional establecida<br />
en la ley 24.156. 17<br />
Académicas: básicamente se centraron en el tema de la evaluación de<br />
la calidad, ya incorporado por el Ministerio de Educación en 1991 a partir de<br />
la ejecución <strong>del</strong> Subproyecto 06 <strong>del</strong> Banco Mundial. El Ministerio fija criterios<br />
y promueve la firma de convenios en los que el PEN se compromete al<br />
financiamiento de dicha tarea a través de la firma de convenios-tipo con cada<br />
universidad. La autoevaluación la financia la universidad, la evaluación externa,<br />
el Ministerio de Educación. A partir <strong>del</strong> Decreto 256/94 se reglamenta la atribución<br />
<strong>del</strong> Ministerio de Cultura y Educación con respecto a la determinación de la<br />
validez nacional de estudios y títulos y las habilitaciones e incumbencias<br />
profesionales (Ibídem, 96). También se crea el Programa de Mejoramiento <strong>del</strong><br />
Sistema de Información Universitaria a través de la Resolución Nº 1069/93.<br />
Con esta nueva configuración que se llevó a cabo en todos sus aspectos,<br />
la universidad reformada genera nuevos desafíos a la cuestión <strong>del</strong> ingreso y<br />
permanencia de los estudiantes en estas casas de estudios.<br />
La Educación Superior ¿es un derecho o un privilegio?<br />
La discusión y la legislación argentina sobre este tema han girado, con variantes,<br />
alrededor de los dos mo<strong>del</strong>os de ingreso que coexisten en las universidades<br />
públicas con sus correspondientes variantes: el ingreso directo puede o no ir acompañado<br />
de cursos introductorios, algunas veces incorporados al currículum y otras<br />
organizados por cada unidad académica con carácter no eliminatorio; el ingreso<br />
restringido se obtiene a partir de la aprobación de un examen selectivo y puede<br />
ir o no acompañado de un cupo determinado por carrera (Chiroleu, 1999:62). El<br />
debate acerca de la limitación o no en el acceso a la universidad en nuestro país<br />
muchas veces quedó compendiado en dos posiciones antagónicas. Las mismas son<br />
definidas como: el ingreso restringido que pone su énfasis en la preservación de<br />
elevados patrones de excelencia académica a través de la selectividad de los ingresantes,<br />
y el ingreso irrestricto y directo que prioriza criterios de justicia social.<br />
Situación antagónica que supone relaciones directas entre la calidad y la equidad,<br />
abreviando el debate a un interés institucional o político de seleccionar o no a los<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
73
aspirantes. Analicemos los argumentos que sostienen dichas posiciones.<br />
El ingreso restringido supone los mecanismos que reglan el pasaje entre el segundo<br />
y el tercer nivel <strong>del</strong> sistema, estableciendo los requisitos para el ingreso a<br />
este último (pruebas de admisión con o sin cupos) y está vinculado a las prácticas<br />
de selectividad social para garantizar la exclusividad de la educación universitaria<br />
a ciertos sectores (Chiroleu, 1999:33). Para algunos autores, esta tendencia a promover<br />
el proceso selectivo se fundamenta en la inadecuación de las posibilidades<br />
de absorción de graduados por parte <strong>del</strong> mercado laboral, en el costo para la sociedad<br />
y en el presupuesto insuficiente a partir <strong>del</strong> cual la cantidad atentaría contra la<br />
calidad. La idea de aplicar mecanismos de racionamiento se basaría, de este modo,<br />
en el reconocimiento de la existencia de una cierta capacidad de recursos físicos y<br />
humanos, de manera que si esa capacidad no es respetada, el ajuste se daría por la<br />
vía de la disminución de la calidad. La excelencia sólo podría estar asegurada en<br />
instituciones que utilicen mecanismos para certificar un ingreso anual regulado a<br />
partir de las disponibilidades físicas y los recursos humanos <strong>del</strong> establecimiento. 18<br />
En síntesis, la dificultad para mantener la calidad en contextos de masividad es el<br />
argumento más usado.<br />
El ingreso irrestricto supone el pasaje <strong>del</strong> segundo nivel al tercero con el sólo requisito<br />
de la obtención <strong>del</strong> título secundario. Contrariamente a la posición anterior,<br />
la argumentación a favor <strong>del</strong> ingreso directo se basa en sostener que éste garantizaría<br />
la igualdad de oportunidades, la inclusión de los sectores menos favorecidos,<br />
el aumento de la equidad. Plantea que la Educación Superior cumpliría otras<br />
funciones no tradicionales como la socialización juvenil o la ampliación de la<br />
base cultural de la población, considerando la cantidad de ingresantes como factor<br />
de democratización de la Educación Superior. Sin embargo, el ingreso irrestricto<br />
sólo garantiza el acceso a la institución pero no la permanencia en ella. El elevado<br />
porcentaje de abandono en los primeros años y la tasa de egresados promedio en<br />
las universidades públicas 19 son una muestra de los limitados efectos democratizadores<br />
de esta política.<br />
Sin embargo, el ingreso irrestricto sólo garantiza el acceso a la institución pero<br />
no la permanencia en ella. Según datos de la Secretaría de Políticas Universitarias<br />
es en los primeros años de la carrera donde se cifran las tasas más altas de abandono<br />
constituyendo una muestra <strong>del</strong> recorte de los efectos democratizadores de esta<br />
política. Se puede legalizar el ingreso irrestricto a la institución, pero no se puede<br />
garantizar por decreto la distribución igualitaria <strong>del</strong> saber elaborado que garantiza<br />
la permanencia y el éxito en el sistema universitario. Tedesco (1985:49) refiere<br />
en este sentido, a una “selección por el fracaso que, analizada desde el punto de<br />
vista social, tiene el mismo carácter antidemocrático <strong>del</strong> limitacionismo y un costo<br />
social y personal muy alto”. El autor distingue además entre acceso formal a las<br />
instituciones y acceso real al conocimiento teniendo en cuenta que sin la posesión<br />
de ciertos niveles mínimos de conocimiento no se puede garantizar un aprendizaje<br />
efectivo. En la misma línea de análisis, Sigal (1998:78) elabora el concepto de<br />
selección implícita, señalando que los sis<strong>temas</strong> de Educación Superior sujetos a<br />
la presión de la demanda responden con un mecanismo implícito de selección
que opera a lo largo de la formación universitaria con mayor concentración en los<br />
primeros años de formación; es decir, demora la exclusión <strong>del</strong> sistema de aquellos<br />
que no están en condiciones de afrontar las exigencias de un nivel tradicionalmente<br />
restringido para los sectores populares.<br />
El predominio de los sectores medios y altos en la universidad<br />
Para examinar la composición social de los estudiantes universitarios, dado que<br />
para ingresar a la Educación Superior se requiere disponer de título secundario, lo<br />
pertinente es tomar como base de análisis comparativo exclusivamente a aquellos<br />
que han concluido sus estudios de nivel medio. Los datos para el total de la población<br />
en Argentina publicados en un trabajo realizado por Ana García de Fanelli<br />
(2005:4) para el Sistema de Información de Tendencias Educativas en América<br />
Latina (SITEAL), confirman que los jóvenes de los sectores socioeconómicos más<br />
altos (los quintiles 4 y 5 de ingreso familiar per cápita) tienen una mayor presencia<br />
entre los estudiantes de la Educación Superior y sobre todo entre sus graduados<br />
(ver Cuadro 6), también resulta evidente que la barrera más clara al acceso al nivel<br />
universitario o terciario por parte <strong>del</strong> 40% más pobre de la población se encuentra<br />
en el nivel medio.<br />
Cuadro 6<br />
Argentina 2000. Jóvenes de 18 a 30 años por nivel educativo alcanzado,<br />
asistencia y quintil de ingreso per cápita familiar (IPCF) e indicador de<br />
deserción (en porcentajes)<br />
Indicador<br />
Quintil de IPCF<br />
1 2 3 4 5<br />
Total<br />
1- Secundario a 58,7 50,4 43,0 33,4 21,0 34,8<br />
2- Desertor educación<br />
superior b 9,2 8,9 8,1 8,3 10,9 9,3<br />
3- Estudiante educación<br />
superior<br />
4- Graduado educación<br />
superior<br />
28,2 35,1 42,1 47,5 46,5 43,3<br />
3,9 5,4 6,5 10,8 21,8 12,6<br />
TOTAL 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0<br />
a. Jóvenes de 18 a 30 años que han concluido el nivel medio y que no asisten ni asistieron<br />
a la educación superior.<br />
b. Jóvenes de 18 a 30 años que han concluido el nivel medio y que han asistido pero que ya<br />
no asisten al nivel superior.<br />
Fuente: García de Fanelli, 2005, sobre la base de información de SITEAL, EPH, octubre<br />
2000.<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
75
Analizando los cuadros que nos ofrecen una perspectiva histórica de matrícula<br />
en el nivel de Educación Superior (Cuadros 1, 5 y 7), se puede advertir el aumento<br />
de la misma desde el año 1980 hasta 2006 (últimos datos obtenidos). Aunque a<br />
primera vista sean positivos, por el aumento de la matrícula, debemos focalizar la<br />
atención en tres cuestiones que hacen a la diferenciación de los circuitos a los que<br />
ingresan.<br />
Primero, de los jóvenes de 18 a 30 años que no han alcanzado el nivel secundario,<br />
entre el 79% y el 67,5% pertenecen a los sectores socioeconómicamente<br />
más desfavorecidos. Asimismo, dentro de este subconjunto de jóvenes de 18 a 30<br />
años que han logrado concluir el nivel medio, si bien una proporción mayor de<br />
aquellos pertenecientes al 40% más rico sigue estudios universitarios y terciarios<br />
en comparación con el 40% más pobre, la brecha no es tan pronunciada como en<br />
ocasiones se suele señalar, aunque sí lo es cuando se considera al grupo de los que<br />
se han graduado (ver Cuadro 7). De este modo, si bien la probabilidad de acceder<br />
a la Educación Superior aumenta con el ingreso per cápita familiar, no deja de ser<br />
significativo el porcentaje de jóvenes de los quintiles de ingreso más bajo (primer<br />
y segundo quintil) que logran realizar su tránsito a este nivel (Ibídem:5). Esto se<br />
puede observar en la comparación de datos entre 1980 y 2006.<br />
Lo que se destaca en el análisis es que si bien los jóvenes logran ingresar a la<br />
Educación Superior, un alto porcentaje de ellos no logra concluir sus estudios<br />
universitarios o superiores terciarios. Esto se percibe con claridad si comparamos<br />
los cuadros 6 y 7: mientras que para la matrícula, las diferencias se mantienen bastante<br />
constantes, con una brecha un poco mayor entre los quintiles 1 y 5, cuando<br />
se analiza por graduados, la brecha se profundiza mucho más.<br />
Cuadro 7<br />
Asistencia escolar de ambos sexos en áreas urbanas por quintiles de ingreso<br />
per cápita <strong>del</strong> hogar, según grupos de edad (Porcentaje de la población de<br />
ambos sexos de la misma edad: rango: 20-24 años)<br />
Año QUINTIL<br />
1 3 5<br />
1980 11,1 20,3 33,5<br />
1986 15,1 27,7 42,8<br />
1990 12,4 22 39,8<br />
1997 11,3 27,6 61,4<br />
2002 21,7 47,2 61,6<br />
2006 24 41,5 62,2<br />
Fuente: elaboración propia, 2008, sobre la base de los datos de UNESCO, 2008 y CEPAL,<br />
División de Estadística y Proyecciones Económicas. Unidad de Estadísticas Sociales, sobre<br />
la base de tabulaciones especiales de las encuestas de hogares de los respectivos países.
Para aproximar una estimación de la deserción diferencial según nivel socioeconómico,<br />
en el trabajo mencionado se elaboró un indicador que relaciona para cada<br />
quintil de IPCF el total de los que abandonaron la Educación Superior, respecto<br />
de aquellos que asisten, asistieron a la Educación Superior sin graduarse y los que<br />
egresaron. Según este indicador, la deserción es un fenómeno con mayor impacto<br />
en el 40% de jóvenes con menor ingreso per cápita familiar (ver Cuadro 8). Asimismo,<br />
según datos <strong>del</strong> Censo Nacional de Población y Viviendas <strong>del</strong> año 2001, la<br />
tasa de abandono para la franja de 25 a 39 años, ascendía al 39,2%.<br />
Cuadro 8<br />
Argentina 2000. Egresados de la población urbana de 25 años y más según<br />
máximo nivel alcanzado e ingreso per cápita familiar (IPCF) (en porcentaje)<br />
Quintil<br />
IPCF<br />
Secundario Terciario Universitario<br />
1 6,1 2,1 0,6<br />
2 11,1 7,1 1,1<br />
3 18,6 12,9 5,4<br />
4 26,5 29,2 15,7<br />
5 37,6 48,6 76,4<br />
Total 99,9 99,9 100,0<br />
Fuente: SITEAL, sobre la base de la EPH, total urbano octubre 2000.<br />
Los indicadores elaborados por SITEAL permiten aproximarnos a algunos rasgos<br />
sociodemográficos y laborales de aquellos que abandonaron la Educación Superior<br />
(ver Cuadro 9).<br />
Cuadro 9<br />
Argentina 2000: Jóvenes de 18 a 30 años según máximo nivel de estudios<br />
alcanzados e indicadores laborales seleccionados<br />
Indicadores<br />
Seleccionados<br />
Secundario<br />
Completo<br />
Superior<br />
Incompleto<br />
asistían<br />
Superior<br />
Incompleto<br />
asisten<br />
% Jefes y Cónyuges 31,5 41,3 17,5<br />
Tasa de actividad 81,8 86,8 43,1<br />
% de Asalariados<br />
precarios<br />
42,8 34,5 42,1<br />
Fuente: SITEAL, sobre la base de la EPH, total urbano octubre 2000.<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
77
En el subgrupo de jóvenes de 18 a 30 años que abandonaron los estudios encontramos<br />
que más <strong>del</strong> 40% era jefe de hogar o cónyuge. Los datos aportados<br />
por dichos indicadores permiten advertir que la necesidad de ingresar al mercado<br />
laboral es un factor de probable relevancia en la explicación <strong>del</strong> fenómeno de la<br />
deserción según se refleja en la mayor tasa de actividad de los que abandonan los<br />
estudios respecto de aquellos que continúan estudiando. Este resultado se encadena<br />
con la mayor incidencia de la deserción en el quintil de menor ingreso, según<br />
muestran los datos <strong>del</strong> Cuadro 6.<br />
En segundo lugar debemos tener en cuenta que los jóvenes que acceden al nivel<br />
superior, ingresan a instituciones que pueden ser universitarias o no universitarias<br />
(no hay datos desagregados), con finalidades y calidades de oferta muy distintas,<br />
y por último, la asistencia a circuitos diferenciados de educación resulta en niveles<br />
de aprendizaje también muy diferenciados al terminar la carrera. Por lo cual el<br />
acceso a la vida laboral también se verá afectado.<br />
De ello se desprende que el sistema de admisión con bajo nivel de selectividad y<br />
la enseñanza gratuita predominantes en las universidades públicas de la Argentina<br />
no son condiciones suficientes para garantizar la permanencia de los sectores de<br />
menores ingresos en la Educación Superior. Cuando comparamos cómo se distribuyen<br />
los graduados <strong>del</strong> nivel medio, superior terciario y superior universitario<br />
entre quintiles, se puede apreciar que tres de cada cuatro profesionales universitarios<br />
se ubican en el quintil más elevado socioeconómicamente (Ver Cuadro 10<br />
para la UBA). Este cuadro refleja tanto el fenómeno de reproducción social de la<br />
clase de origen 20 : los grupos de mayor nivel socioeconómico acceden y concluyen<br />
la educación universitaria en mayor medida que los más pobres, como el de movilidad<br />
social ascendente. Este resultado contrasta con la posición socioeconómica<br />
que alcanzan los egresados de nivel medio y de nivel terciario no universitario.<br />
También es claro que en términos de nivel de ingreso per cápita familiar, los últimos<br />
se ubican en una mejor posición que los que alcanzaron, como máximo, el<br />
título <strong>del</strong> nivel medio. 21<br />
Por ejemplo, de acuerdo a los datos proporcionados por el Censo de la UBA de<br />
1954, el 18,4% de los alumnos pertenecía al sector de bajos ingresos; en 1993,<br />
con 10 años de vigencia <strong>del</strong> ingreso irrestricto, sólo el 13,3 % de los alumnos<br />
pertenecía a ese sector (Sigal, 1998:64). Lo que se puede observar es que, a pesar<br />
de la masificación producida a partir de los años 50 en a<strong>del</strong>ante, los sectores más<br />
desfavorecidos no solo no incrementaron su permanencia, sino que ésta disminuyó<br />
en un 7,2% a esa fecha.<br />
Si tomamos los censos de estudiantes de la UBA de 1996, 2000 y 2004 (últimos<br />
datos disponibles), y los comparamos con datos generales <strong>del</strong> país, <strong>del</strong> Censo<br />
Nacional 2001 y de la Encuesta Permanente de Hogares de los últimos años, teniendo<br />
como referencia histórica, el censo de 1954 antes citado, podemos realizar<br />
algunas inferencias.<br />
De los datos de la UBA, se desprende que en 1996 el total de alumnos cursantes<br />
de las distintas carreras –incluido el Ciclo Básico Común (CBC)– era de 183.347.<br />
En el año 2000 ese número aumentó, llegando a 253.260, lo cual representó un in-
cremento <strong>del</strong> 28%. Para los datos preliminares <strong>del</strong> Censo 2004, el número de estudiantes<br />
ascendía a 294.038, representando un aumento <strong>del</strong> <strong>16</strong>,3%, lo cual muestra<br />
una marcada desaceleración en la matrícula.<br />
Cuadro 10<br />
Resumen de las comparaciones entre consultas EPH 1991 y 2001 y Censos<br />
estudiantes UBA 1996, 2000 y 2004 expresados en porcentajes.<br />
%<br />
Grado de<br />
ocupación<br />
País Alumnos UBA Padres UBA Madres UBA<br />
1991 2000 1996 2000 2004 1996 2000 2004 1996 2000 2004<br />
74 76 59 61 58 84 84 95 52 65 81<br />
Uso de PC s/d 21 71 74 s/d<br />
Uso de Internet s/d 9 18 64 s/d<br />
Nivel de<br />
Instrucción<br />
1º 51 42 23 22 20 25 22 19<br />
2º 31 37 33 34 33 35 35 32<br />
3º<br />
7 8 8 7 17 17 18<br />
Univ. 14 13 36 36 32 23 25 23<br />
Fuente: elaboración propia, 2008, sobre la base de: Censos de estudiantes de la UBA: 1996-<br />
2000-2004, datos de la EPH- INDEC de los Censos 1991 y 2001 y Encuesta Permanente<br />
de Hogares, 2000 en a<strong>del</strong>ante.<br />
Para la categoría nivel de ingresos, que nos permitiría la comparación por quintiles,<br />
no hay datos directos, por lo cual los estudios se centran, generalmente, en<br />
los datos llamados indirectos, que incluyen: ocupación, tipo de actividad, nivel de<br />
instrucción, y otros como tenencia de PCs domiciliarias, uso de internet, manejo<br />
de idiomas, etc., para aproximar una idea <strong>del</strong> nivel de ingresos que podrían tener<br />
según la actividad que realizan. Estos son los indicadores utilizados en nuestro<br />
caso para los alumnos de la UBA y comparados con los generales <strong>del</strong> país.<br />
Si se observan los datos volcados en el Cuadro 10, de la comparación de indicadores<br />
se puede concluir que por lo menos alrededor <strong>del</strong> 70% de las familias de<br />
alumnos de la UBA en el periodo analizado, corresponderían a los quintiles más<br />
altos (considerando nivel de ocupación, tipo de actividad, nivel de instrucción<br />
de los padres, uso de PC, uso de internet). Esto determinaría que por lo menos el<br />
18% de las familias se ubicarían en los quintiles más bajos (teniendo en cuenta la<br />
posibilidad de errores por uso de indicadores indirectos), lo cual nos muestra un<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
7
elativo aumento, sobre todo para los datos de 2004, acercándose al valor histórico<br />
más alto de 1954 (18,5%), y revirtiendo la tendencia negativa de 1993, pero<br />
aún insuficiente para poder asegurar una democratización genuina y sustantiva<br />
en el acceso y permanencia de estos sectores en la universidad. Esta composición<br />
<strong>del</strong> alumnado no ha tenido grandes fluctuaciones en los últimos años. La<br />
escasa participación de alumnos de niveles de ingresos bajos (Sigal, 1998:81), es<br />
similar en períodos en que el acceso a la universidad adquirió carácter selectivo<br />
(mediante exámenes, durante las dictaduras militares), y en períodos en los que<br />
no existieron restricciones (a partir de la reapertura democrática), aunque observándose<br />
una incipiente tendencia al aumento en la participación de este sector<br />
de la población.<br />
Reflexiones finales<br />
La democracia debe ser un régimen indisociable de una concepción sustantiva<br />
de los fines de la institución política. Sin embargo, en Argentina y también en el<br />
resto de la región, no ha tenido lugar el proceso de consolidación <strong>del</strong> régimen<br />
democrático. Como señaláramos, no se han realizado los cambios económicos y<br />
sociales tales como la redistribución de ingresos, los derechos económicos sociales,<br />
igualdad de oportunidades, necesarios para que se de la igualdad de todos los<br />
ciudadanos, el derecho a tratamiento equivalente.<br />
La igualdad de todos los ciudadanos consiste entonces no sólo en compensar en<br />
el punto de partida las desigualdades de la naturaleza o las disparidades de fortuna,<br />
sino que apunta a dar de manera permanente los medios para garantizar equidad<br />
y concentra los reclamos por redistribución económico-social. En el campo de los<br />
estudios sobre la universidad, la temática de la igualdad de oportunidades para<br />
todos los ciudadanos forma parte central <strong>del</strong> debate de las últimas décadas acerca<br />
<strong>del</strong> poder democratizador de la educación y sus posibilidades o no de debilitar<br />
circuitos de reproducción social.<br />
Este trabajo presenta argumentos para llevar a cabo una discusión abierta y<br />
fundamentada acerca de la cuestión <strong>del</strong> acceso de los estudiantes al sistema universitario,<br />
y acerca de la capacidad de éste para dar respuesta a la necesidad de<br />
recomposición <strong>del</strong> tejido social, democratizando el ingreso y permanencia de los<br />
distintos sectores sociales para su formación profesional e inclusión en el mercado<br />
laboral. En relación con ello, en las últimas décadas aparecen dos posiciones antagónicas<br />
(arancelamiento y selectividad, por un lado, y provisión pública y acceso<br />
irrestricto, por el otro). La primera se fundamenta en la dificultad de mantener<br />
la calidad en contextos de masividad. En la segunda, el argumento se basa en la<br />
democratización de la educación como garantía de la igualdad de oportunidades.<br />
No obstante, muchos trabajos coinciden en señalar que existe una selección que<br />
tiene lugar a posteriori <strong>del</strong> ingreso en función de los resultados académicos que<br />
los estudiantes obtienen principalmente en los primeros años de sus carreras. Si<br />
ingresan alumnos que no poseen las cualidades necesarias para apropiarse de los<br />
saberes elaborados propios <strong>del</strong> nivel superior, el acceso directo es sólo ilusorio;<br />
los fracasos y abandonos frecuentemente se corresponden con las condiciones so-
cioeconómicas de origen y muy frecuentemente con sus trayectorias educativas<br />
anteriores.<br />
Más allá de las debilidades que presenta el sistema universitario argentino, la<br />
incorporación creciente de estudiantes es un activo valioso. Si bien de los datos<br />
analizados, no se desprende que los que alcanzaron una educación superior incompleta<br />
lograron mejores oportunidades laborales que los egresados <strong>del</strong> nivel<br />
medio, el ingreso irrestricto aunque continúe siendo, como ya se señaló ilusorio,<br />
confiere a los que acceden un capital social y cultural acumulado en su paso por<br />
la Universidad.<br />
En la sociedad actual, el conocimiento es un factor esencial para el desarrollo<br />
productivo y por ende éste se constituye en un elemento de poder. La disparidad<br />
en el nivel de desarrollo de recursos humanos entre los países de Latinoamérica y<br />
otras regiones sigue creciendo. Esa disparidad se explica observando las cifras de<br />
matriculación en el nivel secundario, el porcentaje de ingresantes al nivel superior<br />
y el número de científicos producidos por el sistema.<br />
Referencias<br />
1. Tomamos la clasificación elaborada en 1949 por T. H. Marshall.<br />
2. Al respecto ver: “La Universidad no promueve la igualdad”, nota firmada por Jorge Gelman en el<br />
Diario Clarín de Buenos Aires, 28/3/ 2005. Sitio web: www.clarin.com<br />
3. Por ejemplo: “Faltaron políticas a largo plazo”, Diario Página 12, 17/3/2008. http://www.pagina12.com.ar/diario/universidad/10-100776-2008-03-17.html;<br />
“La mayoría sigue ciencias sociales”,<br />
de la misma fecha. http://www.pagina12.com.ar/diario/universidad/10-100775-2008-03-17.html;<br />
“Los que no logran seguir estudiando”, Diario Página 12, 14/10/2005 http://www.pagina12.com.<br />
ar/diario/universidad/10-57921-2005-10-14.html<br />
4. Al respecto, se puede leer: “La Universidad, un lugar para sobrevivir. Entrevista con Claudio Rama,<br />
especialista en Educación Superior”, publicado por el Diario La Nación, 21/09/2006. Link: http://<br />
www.lanacion.com.ar/842157<br />
5. En términos de Bourdieu, hablamos de diferencia en el capital cultural de cada grupo social, a partir<br />
de la construcción de sus respectivos habitus.<br />
6. Según el autor, este principio sintetiza la convergencia de tres aspectos: “1) las demandas y expectativas<br />
democráticas de la ciudadanía, y en particular lo que ésta considera que son sus derechos<br />
frente al poder institucionalizado en el Estado, 2) la dinámica <strong>del</strong> mercado capitalista y su impronta<br />
generadora de desigualdades, y 3) la eficacia <strong>del</strong> poder político para limitar cualquier tamaño de la<br />
desigualdad producida por el orden económico que sea incompatible con la gestión política de los<br />
conflictos, y extender, con los recursos proveídos por el orden económico, todos los derechos de ciudadanía<br />
que no pongan en cuestión las garantías básicas a la propiedad <strong>del</strong> capital y el funcionamiento<br />
<strong>del</strong> mercado” (Franco, 1998:177).<br />
7. Citado por Portantiero (2000:<strong>16</strong>9).<br />
8. A) Ciudadanía Invertida: en la cual subyace el mo<strong>del</strong>o de asistencia social. Aquí el individuo o<br />
grupo objetivo pasa a ser objeto de la política como consecuencia de su propio fracaso social. B) Ciudadanía<br />
Regulada: propia de los mo<strong>del</strong>os de seguro social. La ciudadanía se vincula con el principio<br />
de mérito, razón por la cual, tal relación es denominada Ciudadanía Regulada en base a la condición de<br />
inserción en la estructura productiva. C) Ciudadanía Universal: asociada al mo<strong>del</strong>o de la seguridad social.<br />
Aquí se procura garantizar a la totalidad de los ciudadanos, un mínimo vital en términos de renta,<br />
bienes y servicios, fundamentado en un ideal de justicia social. (Fleury, 1997:140-143).<br />
9. Bajo esta mirada, las políticas sociales son meros mecanismos de control social que permiten la<br />
gobernabilidad necesaria para la legitimación de reformas estructurales exigidas por el mercado y los<br />
organismos internacionales de crédito; políticas focalizadas para grupos en riesgo en lugar de procurar<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
81
la distribución <strong>del</strong> ingreso.<br />
10. La Ciudadanía Emancipada es por definición una propuesta socialmente inclusiva: el acceso a un<br />
empleo productivo, a una educación de calidad y a los códigos socialmente relevantes que permitan a<br />
los ciudadanos participar y ampliar el campo de sus derechos y responsabilidades.<br />
11. Mo<strong>del</strong>o tecno-democrático previsto en el marco teórico <strong>del</strong> funcionalismo que consideraba la inversión<br />
pública en educación como factor clave <strong>del</strong> desarrollo económico y como el vehículo principal<br />
de igualación de oportunidades sociales.<br />
l2. Las cifras dan cuenta de procesos y de prioridades diferentes entre los países. En 1970, Argentina<br />
tenía un nivel de escolarización secundaria superior al de Portugal. Sin embargo, en 1994 Portugal ya<br />
había universalizado ese nivel entre sus jóvenes. Uruguay, en 1970, tenía porcentajes de escolarización<br />
similares a los de España en el nivel secundario (58,7% y 52,3% respectivamente). Sin embargo,<br />
España logró acercarse mucho más a la meta de universalización, mientras Uruguay (tanto como Argentina)<br />
aún están lejos de lograrlo (PNUD, 2000).<br />
13. En los términos en que E. Laclau hace uso de este concepto.<br />
14. En este trabajo no tomamos el desarrollo <strong>del</strong> Congreso Pedagógico Nacional de 1986 que excede<br />
su extensión y profundidad.<br />
15. Para más información acerca de las mesas de discusión y las conclusiones de dicho Congreso se puede<br />
consultar: http://www.fmmeducacion.com.ar/Sisteduc/Segundocongreso/0segundocongreso.htm<br />
<strong>16</strong>. Para ampliar información sobre las leyes y reglamentaciones se puede consultar la página web de<br />
CTERA: http://www.ctera.org.ar/docum/docum.htm<br />
17. Hay que tener en cuenta que una de las fuentes de financiamiento privilegiadas por el PEN en<br />
ese momento fueron los organismos multilaterales de crédito, como por ejemplo el crédito <strong>del</strong> Banco<br />
Mundial-BIRF, de 150 millones de dólares destinado a mejorar la capacitación docente, desarrollo de<br />
posgrados, fortalecer las ciencias básicas e ingenierías y apoyar los proyectos de reforma global de<br />
universidades medianas.<br />
18. En un Informe realizado por el Decanato de la Facultad de Medicina de la UBA en 1999, se señalaba<br />
que dicha Facultad podría aceptar en primer año un máximo de 900 alumnos. El cupo se calculó<br />
en base al número de plazas para la práctica final de la carrera (en 52 hospitales de la Capital Federal<br />
y el Gran Buenos Aires asociados a la Facultad). Según el entonces Decano, ese era el número al que<br />
se le podría brindar una educación de calidad (Diario Clarín, nov. 2000).<br />
19. Según datos de la Secretaría de Políticas Universitarias (SPU) <strong>del</strong> Ministerio de Educación, la tasa<br />
de egresados de carreras de grado, para Instituciones Universitarias de Gestión Estatal en el año 2005,<br />
fue de 30,7%.<br />
20. Los “herederos” en términos de Bourdieu.<br />
21. El porcentaje de jefes de hogar y cónyuges en todos los grupos de egresados de 25 años y más<br />
es muy elevado: 81,2% nivel secundario, 82,2% nivel terciario, 86,7% nivel universitario (SITEAL,<br />
2005).<br />
Bibliografía<br />
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Santiago de Chile, FLACSO.<br />
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y Ed. Santillana.<br />
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trabajo = más desigualdad”, en D. FILMUS (comp.), Los noventa. Política, sociedad y cultura en<br />
América Latina y Argentina de fin de siglo, Buenos Aires, EUDEBA, FLACSO.<br />
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Editorial.<br />
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C. JARQUE (2001), “Los retos de la educación secundaria en América Latina”, en Seminario “Alternativas<br />
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Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras,UBA, Miño y Dávila editores.<br />
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consulta marzo 2008).<br />
Instituto Nacional de Estadística y Censo (INDEC): consulta en el sitio web: http://www.indec.mecon.<br />
ar/ Última consulta: marzo 2008.<br />
Ministerio de Cultura y Educación (MCE) (2005), Anuario de Estadísticas Universitarias, Buenos<br />
Aires. Disponible en: http://www.me.gov.ar/spu/index.html<br />
SITEAL (2005), en: http://www.siteal.iipe-oei.org . Última consulta: mayo 2006.<br />
UNESCO, Database, Education & Literacy; Enrolment by level. Disponible en: http://www.uis.unesco.<br />
org/pagesen/ed.htm. Última consulta: agosto 2008.<br />
Universidad de Buenos Aires, Censos estudiantiles, disponible en: http://www.uba.ar/institucional/<br />
contenidos.php?idm=28.<br />
Universidad de Buenos Aires, Censos de estudiantes universitarios. Disponible en: http://www.uba.<br />
ar/institucional/uba/datos.php. Última consulta: marzo 2008.<br />
Recibido: 03/07/08. Aceptado: 19/09/08
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
85
�enores e inseguridad. Analizando las “cifras” de la <strong>del</strong>incuencia juvenil en<br />
la ciudad de Rosario<br />
Daniela Polola<br />
Daniela Polola es Antropóloga, Becaria CONICET,<br />
Facultad de Humanidades y Artes, Universidad<br />
Nacional de Rosario.<br />
�ail: danielapolola@ciudad.com.ar<br />
resumen<br />
En el presente trabajo realizaremos un acercamiento<br />
a la problemática de las personas de<br />
edad en conflicto con la ley penal en la ciudad<br />
de Rosario, Santa Fe, desarrollando, en una primera<br />
instancia, el estado de la cuestión en torno<br />
al tema, y describiendo la estructura burocrático-administrativa<br />
y judicial, junto con el marco<br />
legal que regula las intervenciones.<br />
El objetivo central <strong>del</strong> trabajo radica en analizar<br />
la información estadística proporcionada por<br />
la Corte Suprema de Justicia sobre los Juzgados<br />
de Menores de la ciudad de Rosario, para analizar<br />
la situación de los menores de edad infractores<br />
a la ley, y así poder realizar una contrastación<br />
entre los datos oficiales y aquellos expuestos por<br />
la prensa gráfica, en particular en lo referente a<br />
<strong>temas</strong> de alta sensibilidad social tales como la<br />
(in)seguridad, los <strong>del</strong>itos cometidos por menores<br />
y los consecuentes pedidos de reducción de la<br />
edad de imputabilidad penal.<br />
palabras claves<br />
menores en conflicto con la ley penal / edad de<br />
imputabilidad / (in)seguridad<br />
summary<br />
In this paper we shall approach the issue of<br />
underage offenders in the city of Rosario, Santa<br />
Fe, developing the state of the art and describing<br />
the judicial and bureaucratic structure, including<br />
the legal frame that regulates intervention.<br />
The main purpose of this paper is to analyze<br />
statistics produced by the Law Court about<br />
underage offenders in the city of Rosario to<br />
evaluate their situation so as to contrast official<br />
information with articles of the press, especially<br />
those referring to (in)security, juvenile crime<br />
and the consequent request of lowering the age<br />
of imputability amongst underage people.<br />
keywords<br />
underage offenders / age of imputability /<br />
(in)security<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
87
1. Introducción<br />
La problemática de las personas menores de edad en conflicto con la ley penal<br />
ha cobrado gran notoriedad en los últimos años en Argentina, en especial a través<br />
de los medios masivos de comunicación. Desde estos ámbitos se hace hincapié<br />
no sólo en el aumento de las causas cometidas por menores, sino también en los<br />
niveles de violencia que estos <strong>del</strong>itos involucran. Expresiones tales como la “ola<br />
<strong>del</strong>ictiva”, que “azota” a nuestras ciudades, se constituyen en moneda corriente<br />
en los artículos de la prensa gráfica y constantemente se enfatizan las demandas<br />
por parte de la ciudadanía de “mayor seguridad” al mismo tiempo que se apela,<br />
como una de las posibles soluciones, a la baja de la edad de imputabilidad de los<br />
menores.<br />
Nuestro objetivo en este trabajo es realizar un análisis de la información estadística<br />
suministrada por la Corte Suprema de Justicia con respecto a causas cometidas<br />
por menores de edad en el período 1997-2006 en la ciudad de Rosario, provincia<br />
de Santa Fe, para efectuar una contrastación con los dichos de la prensa gráfica.<br />
Como marco general <strong>del</strong> trabajo, se tomarán tanto los antecedentes de investigación<br />
como el contexto jurídico-burocrático que regula la intervención sobre<br />
menores de edad en nuestra provincia.<br />
2. Aproximación al estado <strong>del</strong> arte<br />
Desde la sanción, por parte de Naciones Unidas, de la Convención Internacional<br />
de los Derechos <strong>del</strong> Niño (CIDN) 1 , el tema niñez y adolescencia se convirtió en<br />
básico y prioritario en las agendas políticas de los diferentes países que la incorporaron<br />
–entre ellos Argentina– (al menos desde el punto de vista discursivo) y<br />
en función de esto, comenzó la proliferación de una gran cantidad de bibliografía<br />
en torno a la niñez, adolescencia y/o minoridad (dependiendo de la concepción<br />
doctrinaria de los investigadores y juristas) y sus derechos.<br />
Existen numerosos antecedentes en torno a la problemática de la minoridad bajo<br />
procesos de intervención, ya sea <strong>del</strong> orden judicial como técnico-administrativo.<br />
Desde Donzelot (1990) se puede rastrear cómo se fue configurando en Francia, en<br />
torno a la infancia, una red de instituciones de control de las cuales la familia y<br />
la escuela son sólo el comienzo, culminando en las instituciones de reclusión, los<br />
juzgados de menores y las sociedades de beneficencia.<br />
A nivel nacional, Dubaniewicz (1997) desarrolla un rastreo historiográfico de<br />
las instituciones de protección de menores desde la época colonial hasta 1997,<br />
describiendo cada una de las características principales de las instituciones de protección<br />
y castigo para menores abandonados o infractores.<br />
Larrandart (1990), por su parte, realiza un racconto histórico a partir <strong>del</strong> cual el<br />
control institucionalizado (familia, escuela, policía) se tornó insuficiente debido a<br />
la gran ola inmigratoria que recibiera nuestro país a principios <strong>del</strong> siglo pasado y<br />
tal preocupación derivó en la creación de instituciones que pudieran ejercer dicho<br />
control, comenzando a tomar fuerza el discurso sobre la necesidad de “tutelar y<br />
proteger” a los menores y crear leyes e instituciones específicamente destinadas a<br />
ellos. Dentro de este contexto, de fuerte corte positivista e higienista, se sanciona,
a nivel nacional, en 1919 la ley 10.903 de Patronato <strong>del</strong> Estado, que establecía la<br />
tutela <strong>del</strong> Estado tanto para los casos de comisión de un <strong>del</strong>ito como para los de supuesto<br />
abandono de menores, enmarcada en la doctrina de la Situación Irregular 2<br />
(vigente en toda América Latina). El duro cuestionamiento que recibió la anómala<br />
situación legislativa generada por la vigencia de esta ley simultáneamente con<br />
la CIDN, provocó la proliferación de gran cantidad de bibliografía en torno al<br />
tema, fundamentalmente a cargo de juristas. García Méndez (2004) desarrolla un<br />
exhaustivo análisis de las leyes de menores en la Argentina y, comparativamente,<br />
en algunos países de América Latina que modificaron sus legislaciones en virtud<br />
de la incorporación de la CIDN. En una línea similar de trabajo, Beloff (2000)<br />
indaga en algunos aspectos negativos que implica la aplicación de la CIDN, y<br />
simultáneamente hace hincapié en la necesidad de atender a la “responsabilidad”<br />
de los jóvenes en conflicto con la ley penal, plasmado en un sistema de sanciones<br />
específicas que se base en medidas alternativas a la privación de la libertad, tales<br />
como la mediación y conciliación.<br />
Desde las ciencias sociales, en los últimos quince años, el tema ha comenzado a<br />
adquirir interés y se han desarrollado investigaciones en el ámbito de la sociología<br />
y la antropología. Guemureman y Daroqui (2001) realizan un exhaustivo análisis<br />
acerca de las instituciones que surgen dentro <strong>del</strong> paradigma de la Situación Irregular<br />
y que se definen bajo el marco legislativo de la ley 10.903, conjuntamente<br />
con un amplio relevamiento de la situación normativa actual. Asimismo, describen<br />
el funcionamiento de una serie de instituciones que intervienen en menores, tales<br />
como los organismos técnico-administrativos, la policía y las comisarías de menores<br />
y cómo se incorporan al circuito judicial menores cuyos motivos de ingreso se<br />
vinculan a problemas de orden psiquiátrico o de droga-dependencia. Realizan una<br />
interesante contrastación entre el discurso de los jueces de menores y su práctica<br />
concreta –plasmada en la resolución de la situación que motivó la judicialización–<br />
a través de la sentencia.<br />
Desde la antropología hay varios antecedentes, especialmente referidos a Buenos<br />
Aires. En cuanto al análisis de la estructura institucional de los juzgados de<br />
menores en la Ciudad de Buenos Aires, Villalta (1999) describe las peculiaridades<br />
de la justicia de menores y la problematización de los procesos de construcción de<br />
identidad en lo distintos agentes que la componen. Por su parte, Noriega (2002)<br />
realiza una indagación acerca de las “formas alternativas de resolución de conflictos”<br />
implementadas en el marco de la Red de Defensorías de Niños, Niñas y<br />
Adolescentes <strong>del</strong> gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, tomando como contexto<br />
la Convención de los Derechos <strong>del</strong> Niño.<br />
Grinberg (2004) focaliza en el análisis <strong>del</strong> entramado burocrático de protección<br />
y atención a la infancia en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, a partir de los<br />
cambios de orden político-administrativo, legislativo y judicial producidos luego<br />
de la sanción de la constitución local en 1996.<br />
Miguez y González (2003), desde una perspectiva diferente, problematizan la<br />
noción clásica <strong>del</strong> sistema de minoridad como mecanismo de control social y enfatizan<br />
en la necesidad de un abordaje etnográfico en profundidad que permita<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
8
desmitificar ciertos presupuestos. Sostienen que lejos de encontrarse en las instituciones<br />
de menores una estructura disciplinadora, lo que subyace es un “palimpsesto<br />
organizacional con prácticas contradictorias”, que reproduce la violencia pero<br />
hacia el interior de los institutos, es decir, sobre los menores.<br />
Kessler (2006), desde una perspectiva de corte etnográfico, se sumerge en las<br />
lógicas de “trabajo y provisión” entre las cuales pivotean jóvenes para los cuales<br />
el <strong>del</strong>ito no es su único medio de ingresos, sino que también alternan con períodos<br />
de trabajo. Asimismo analiza las relaciones que se establecen dentro de los grupos<br />
de pares y la vinculación de los mismos con las drogas y el alcohol.<br />
Desde el psicoanálisis, Degano (2004) problematiza la noción de “responsabilidad”<br />
en menores en conflicto con la ley penal a partir de una investigación realizada<br />
en Rosario. Cuestiona la rehabilitación como objetivo <strong>del</strong> tratamiento judicial.<br />
Elabora la categoría de “ficción jurídica” que define como la “característica ficcional<br />
<strong>del</strong> concepto de rehabilitación en el marco judicial de Menores” y finalmente<br />
propone una “política de la subjetividad” que involucre la responsabilización y la<br />
“producción de espacios para la subjetividad” de los menores.<br />
Por otro lado, parecería ser una preocupación que se habría instalado en la agenda<br />
política como un área de vacancia y como consecuencia se han generado desde<br />
el Estado intentos –algo aislados y recientes– por activar una mirada más crítica<br />
sobre el tema, con actividades orientadas a la discusión de estas problemáticas,<br />
dirigidas tanto a los funcionarios de las instituciones de atención <strong>del</strong> área, como<br />
al público en general. 3<br />
Es interesante considerar también la producción en torno al tema generada desde<br />
los mismos organismos estatales como la Dirección Nacional de Política Criminal.<br />
4 Si bien existen trabajos de relevamiento, en especial de tipo cuantitativo en<br />
cuanto a las “cifras” de la <strong>del</strong>incuencia juvenil, estos informes sólo se limitan a la<br />
exposición de los datos, sin que se vislumbre un interés por analizar, problematizar,<br />
de-construir esos datos, y convertirlos en información útil para sugerir líneas<br />
de acción en torno al tema. 5<br />
Desde el ámbito de las ciencias de la comunicación existe un significativo aporte<br />
a partir de investigaciones que abordan la incidencia de los medios masivos de<br />
comunicación en la conformación en la opinión pública de una imagen de “niñez<br />
<strong>del</strong>incuente y peligrosa” en virtud de un énfasis en las noticias policiales protagonizadas<br />
por menores de edad. Desde esta perspectiva, algunos trabajos indagan<br />
acerca de la construcción <strong>del</strong> problema de la violencia en los medios gráficos<br />
(Manguía, 2004).<br />
Martini et al. (2002) analiza las crónicas policiales en los medios en torno a categorías<br />
de inclusión/exclusión y las representaciones <strong>del</strong> “nosotros” y “los otros”<br />
y cómo, a través de estas categorizaciones se naturalizan discursos hegemónicos,<br />
instalándose en la sociedad el tema de la inseguridad y la violencia por su constante<br />
aparición en los medios. El enemigo es el <strong>del</strong>incuente, en especial joven y<br />
pobre.<br />
Vasilachis de Gialdino (2003), por su parte, evalúa el tratamiento que se realiza<br />
de los niños en situación de calle desde la prensa gráfica. En este sentido, analiza
cómo a través de diversos procesos sintácticos y semánticos se enfatizan u ocultan<br />
los roles de estos niños, al mismo tiempo que se los estigmatiza por una situación<br />
(la de estar en la calle) que lejos de considerarse contingente se establece como<br />
inherente a ellos. Asimismo observa cómo dichos procesos construyen representaciones<br />
acerca de estos niños en la opinión pública que determinarán la manera en<br />
que serán vistos por la sociedad.<br />
Calzado (2006) analiza, a través de las asambleas <strong>del</strong> Plan de Prevención <strong>del</strong><br />
Delito de la ciudad de Buenos Aires, cómo éstas se convierten en generadoras<br />
de un discurso en torno a la inseguridad y al <strong>del</strong>ito cometido por jóvenes, y esto<br />
ayuda a reforzar el binomio minoridad/inseguridad, para lo cual se conjugan tanto<br />
la opinión pública como los medios de comunicación. En consecuencia, esta construcción<br />
discursiva legitima respuestas políticas punitivas a problemas de orden<br />
estructural de nuestra sociedad.<br />
Siguiendo esta idea <strong>del</strong> “miedo al <strong>del</strong>ito” que se comienza a generalizar en la<br />
sociedad, Varela (2005) analiza la aparición de dicho concepto en la investigación<br />
criminológica británica y su utilización a nivel local como “sensación de inseguridad”<br />
asociado a la realización de la Encuesta de Victimización de la Dirección<br />
Nacional de Política Criminal, que establece el problema <strong>del</strong> <strong>del</strong>ito antes de que<br />
los encuestados lo manifiesten como tal y en este sentido, también alude a cómo<br />
los medios de comunicación coadyuvan a instalar esta “sensación de inseguridad”<br />
en la población.<br />
3. Nuestro mapa institucional<br />
La Dirección Provincial <strong>del</strong> Menor, la Mujer y la Familia 6 contaba inicialmente<br />
con el Programa de Menores en Conflicto con la Ley Penal, que comenzó a funcionar<br />
en abril de 1994. El 11 de agosto de 2000 este programa se convirtió en<br />
la Dirección <strong>del</strong> Menor en Conflicto con la Ley Penal que, en lugar de continuar<br />
dependiendo de la Secretaría de Estado de Promoción Comunitaria, pasó a estar<br />
bajo la órbita <strong>del</strong> Ministerio de Gobierno, Justicia y Culto.<br />
En la actualidad, dichas instancias burocráticas están sufriendo una profunda<br />
reestructuración, paralelamente a una renovación de autoridades, a partir <strong>del</strong> cambio<br />
de gobierno de la provincia de Santa Fe a fines de 2007. En este contexto, se<br />
crea el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos <strong>del</strong> cual pasa a depender la<br />
ya existente Subsecretaría de Asuntos Penales, que a su vez controla la Dirección<br />
Provincial <strong>del</strong> Menor en Conflicto con la Ley Penal (DPMCLP), organismo que<br />
rige para toda la provincia de Santa Fe.<br />
La DPMCLP tiene incumbencia en toda la provincia de Santa Fe y se organiza<br />
en torno a tres grandes Programas dentro de los cuales se agrupan los más específicos.<br />
Estos son los Programas de Primera Intervención, por un lado Diagnóstico<br />
y Orientación, y Dispositivos de Asistencia en Seccionales Policiales. En segunda<br />
instancia los Programas de Tratamientos Alternativos a la privación de la libertad,<br />
que comprenden: Libertad Asistida, Centro de Día con Capacitación Laboral<br />
y emprendimientos productivos, y Centros de Asistencia de Víctimas en Violencia<br />
Familiar y Delito Sexual, y por último, los Programas de Tratamiento con In-<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
1
tervención, que pueden revestir tres modalidades: Hogares de Puertas Abiertas,<br />
Institutos Cerrados y Gestión Mixta.<br />
Desde su creación a mediados de 2000 hasta fines de 2007, la DPMCLP estuvo<br />
bajo la órbita de control <strong>del</strong> Ministerio de Gobierno, Justicia y Culto, es decir, bajo<br />
la estructura de Seguridad, la misma instancia de la cual dependía tanto la Policía<br />
como el Servicio Penitenciario Provincial y todo el sistema de castigo vinculado a<br />
adultos. En este sentido, la decisión de que el ámbito penal en cuestiones referidas<br />
a menores (en lo que concierne a la provincia de Santa Fe), dependa de la misma<br />
estructura institucional de castigo de la cual dependen los mayores, implica que la<br />
justicia juvenil está concebida –al menos en parte– en los mismos términos que la<br />
justicia de adultos.<br />
De todos modos, a la luz de los cambios institucionales que se están produciendo<br />
actualmente en los estamentos burocráticos provinciales, es muy aventurado a<strong>del</strong>antar<br />
una hipótesis sobre la morfología que adquirirán dichas instancias estatales<br />
y si, eventualmente, esos cambios redundarán en modificaciones en las prácticas<br />
de intervención sobre la población de menores en conflicto con la ley penal.<br />
4. Marco legal y situación jurídico-administrativa de los menores de<br />
edad en la ciudad de Rosario<br />
La ley nacional de fondo que regía desde 1919 en Argentina era la Nº 10.903 de<br />
Patronato de Menores que se correspondía con la doctrina de la Situación Irregular.<br />
Sin embargo, a partir de la aprobación de la CIDN por parte de la Asamblea<br />
General de las Naciones Unidas, el 20 de noviembre de 1989, su ratificación al año<br />
siguiente en nuestro país por Ley 23.849 <strong>del</strong> Congreso de la Nación y su posterior<br />
incorporación en 1994 a la Constitución Nacional, la situación jurídica de los menores<br />
de edad se tornó anómala dada la vigencia de dos leyes prácticamente antagónicas,<br />
durante casi quince años. Situación que sólo se modificó, en septiembre<br />
de 2005 al sancionarse la ley 26.061 de Protección Integral de los Derechos de las<br />
Niñas, Niños y Adolescentes, que automáticamente deroga la 10.903.<br />
Si bien el texto de la nueva ley retoma en sus principios generales lo propugnado<br />
por la CIDN añade algunas cuestiones interesantes en las disposiciones generales<br />
en torno a las políticas públicas, en las cuales enfatiza el rol <strong>del</strong> Estado como garante<br />
<strong>del</strong> fortalecimiento familiar, la descentralización de los organismos de aplicación<br />
y de planes y programas, la gestión asociada de los organismos de gobierno<br />
en sus diferentes niveles coordinado con la sociedad civil, con una fiscalización<br />
permanente, y la promoción de redes intersectoriales locales. A pesar de que la<br />
sanción de esta ley constituye un avance importante desde el ámbito jurídico todavía<br />
se requieren adecuaciones, de tipo burocrático y de carácter procedimental,<br />
para lograr que ésta se efectivice plenamente.<br />
En cuanto a la situación de la ciudad de la ciudad de Rosario, en 2001 su población<br />
era de 1.121.558 habitantes, según el Censo Nacional de Población, Hogares<br />
y Viviendas <strong>del</strong> mismo año. 7 Para atender a los menores de edad, Rosario contaba<br />
con tres Juzgados de Menores, a los cuales se agregó un cuarto a mediados de<br />
2006. Dichos juzgados, de acuerdo al marco legislativo que regula su práctica,<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
3
intervenían tanto en el orden civil sobre menores en estado de abandono, como en<br />
el orden penal, sobre menores a los cuales se les imputaban hechos sancionados<br />
por la ley penal. 8<br />
A partir de la sanción de la ley 26.061 de Protección Integral de los Derechos<br />
de Niñas, Niños y Adolescentes gran parte de las competencias de los Juzgados de<br />
Menores pasan a los Juzgados de Familia, y a los órganos técnico-administrativos<br />
(Subsecretaría de la Niñez, Adolescencia y Familia) con lo cual, los Jueces de<br />
Menores restringen su área de incumbencia casi exclusivamente a lo relacionado<br />
con el ámbito penal.<br />
5. Las cifras de la <strong>del</strong>incuencia juvenil<br />
5.1. El acceso a los datos<br />
Con este contexto jurídico-administrativo como marco general de nuestra investigación<br />
y, habiendo consultado la página web institucional <strong>del</strong> Poder Judicial<br />
de la Provincia de Santa Fe, constatamos que si bien existía información estadística<br />
correspondiente al fuero penal, ésta no figuraba desagregada entre mayores<br />
y menores de edad, motivo por el cual decidimos solicitar por nota material de<br />
tipo estadístico a la Corte Suprema de Justicia de la provincia de Santa Fe sobre<br />
Juzgados de Menores de la ciudad de Rosario, con respecto a: cantidad de causas<br />
por juzgados, cantidad de menores imputados, edad de los menores, tipo de <strong>del</strong>ito,<br />
etc., <strong>del</strong> período 1997-2006. En base a nuestro conocimiento surgido de entrevistas<br />
informales con personal de un Juzgado de Menores, estábamos al tanto que<br />
existía un “Sistema de Gestión de Menores” informatizado en el cual se registraban<br />
este tipo de datos.<br />
A partir de nuestro pedido concreto, se nos entregó un detalle estadístico desde<br />
el año 1997 al 2006. Algunos cuadros estadísticos adolecían de errores, que<br />
surgieron a partir de controles cruzados que efectuamos sobre los mismos (Rao,<br />
1994). El origen de los errores puede deberse a varios motivos, entre ellos: un mal<br />
registro inicial de los datos, un incorrecto traspaso de los mismos <strong>del</strong> Sistema de<br />
Gestión de Menores a las planillas de tabulación de la Oficina de Estadísticas de la<br />
Corte o, inclusive, la falta de un rubro en el cual registrar datos, que incidiera en el<br />
total, pero no se viera reflejado en la desagregación.<br />
El material se podía dividir en dos tipos: los datos ya tabulados y los datos<br />
“crudos”, planillas directamente impresas <strong>del</strong> Sistema de Gestión de Menores sin<br />
procesamiento alguno. El análisis de ambos tipos de material implicó un arduo<br />
trabajo no solamente por los errores sino además, porque, los datos sobre <strong>del</strong>itos<br />
estaban ordenados alfabéticamente, sin ningún criterio específico, por lo cual decidimos<br />
clasificarlos según la tipificación de <strong>del</strong>itos establecida por el Código Penal<br />
de la Nación. Por otro lado, dentro de la categoría <strong>del</strong>itos aparecían ítems que no<br />
lo eran, por ejemplo figuras legales tales como el amparo.<br />
5.2. El análisis de los datos<br />
En la Tabla 1, nos interesa analizar la progresión de las causas iniciadas por<br />
Juzgado durante los diez últimos años.
Tabla Nº 1. Cantidad de causas ingresadas por Juzgado. Período 1997-2006<br />
Juzgado / Años 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006*<br />
Juzgado Nº 1 3368 2742 3146 3112 3022 3259 2915 2876 2645 1965<br />
Juzgado Nº 2 2857 3251 3098 3200 3593 3657 3134 3208 4008 2855<br />
Juzgado Nº 3 3<strong>16</strong>9 3158 32<strong>16</strong> 3494 3604 3524 3015 3001 2305 1889<br />
Juzgado Nº 4 .... .... .... .... .... .... .... .... .... 1329<br />
Total 9394 9151 9460 9806 10219 10440 9064 9085 8958 8038<br />
* A mediados de este año se incorpora el Juzgado de Menores Nº 4<br />
Fuente: Elaboración propia en base a datos suministrados por la Corte Suprema de Justicia<br />
de la Provincia de Santa Fe.<br />
Gráfico Nº 1. Total de causas Ingresadas. Período 1997-2006<br />
A partir de esta Tabla, podemos inferir que a pesar de las fluctuaciones, el número<br />
de causas ingresadas no muestra diferencias significativas, salvo en el período<br />
2001-2002, lo cual podría ser atribuido a la crisis socio-política-económica que<br />
sufriera Argentina a fines <strong>del</strong> 2001. 9<br />
Según el Gráfico 1, los guarismos estarían dando cuenta que el fenómeno de la<br />
<strong>del</strong>incuencia juvenil –de acuerdo a las causas ingresadas en el fuero de Menores–<br />
lejos de estar in crescendo, y a pesar de algún pico puntual, se mantiene constante<br />
e incluso registra un leve descenso en los últimos años.<br />
En la Tabla 2 se puede ver claramente que tanto las contravenciones de mayores<br />
contra menores 10 , como los recursos de Hábeas Corpus 11 , son los dos ítem<br />
que registran los guarismos más bajos, en relación con la averiguación de hechos/consultas,<br />
y fundamentalmente con respecto a los <strong>del</strong>itos o faltas cometidos<br />
por menores de edad que superan ampliamente a los demás ítem. No obstante<br />
esto, si realizamos un análisis en términos diacrónicos vemos que las contravenciones<br />
de mayores contra menores, la averiguación de hechos, y los recursos de<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
5
Hábeas Corpus se mantienen relativamente constantes en el decenio analizado.<br />
En cambio, los <strong>del</strong>itos o faltas cometidas por menores registran una tendencia en<br />
aumento desde 1997 hasta 2002, año, este último, en que se verifica el máximo<br />
número de causas, y desde esa fecha comienza a descender bruscamente hasta el<br />
año 2003, registrando un ascenso en los años 2004 y 2005, que sin embargo nunca<br />
alcanza el pico de 2002, y que se encuentra en disminución en el último año.<br />
Tabla Nº 2. Desagregación de causas en Secretaría Penal<br />
Delitos o faltas cometidas<br />
por menores<br />
Contravenciones de<br />
mayores c/menores<br />
Averiguación de<br />
hechos/denuncias/consult.<br />
1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006<br />
7132 7465 7749 8361 8557 8915 5771 7202 7603 6948<br />
4 0 1 4 204 0 0 192 0 0<br />
413 253 476 255 254 325 248 264 233 <strong>16</strong>7<br />
Recursos de Habeas Corpus <strong>16</strong> 9 19 14 12 29 26 19 17 15<br />
Total causas iniciadas<br />
Secretaría Penal<br />
7565 7727 8245 8634 9027 9269 6045 7677 7853 7130<br />
Fuente: Elaboración propia en base a datos suministrados por la Corte Suprema de Justicia<br />
de la Provincia de Santa Fe<br />
5.3. Menores de edad y tipos de <strong>del</strong>ito cometidos. Un acercamiento desde el<br />
Código Penal<br />
En cuanto al tipo de <strong>del</strong>ito cometido por menores de edad, establecimos un ordenamiento<br />
de acuerdo a la tipificación <strong>del</strong> Código Penal de la Nación, ya que en<br />
las planillas que nos suministrara la Corte Suprema los <strong>del</strong>itos estaban ordenados<br />
alfabéticamente, sin ningún otro criterio de clasificación, excepto la discriminación<br />
entre menores de hasta <strong>16</strong> años de edad, que la ley clasifica como no punibles<br />
y aquellos mayores de <strong>16</strong> años, que sí son pasibles de recibir sanción. 12<br />
Un dato importante es que en estas planillas de la Corte figura una leyenda que<br />
dice: “El cálculo de la edad tiene en cuenta la fecha de nacimiento y la fecha <strong>del</strong><br />
hecho, si alguno de estos datos no posee información, no se contabiliza en la estadística”.<br />
Esta aclaración cobra sentido si la relacionamos con el hecho de que los<br />
menores a veces mienten sobre su edad para evitar ser sancionados, entonces, si no<br />
se conocen los datos de nacimiento, o <strong>del</strong> hecho, no se lo consigna para evitar un<br />
registro erróneo. Esta situación implica que probablemente exista un subregistro<br />
de hechos, que nos impide realizar un control cruzado para establecer la confiabilidad<br />
de los mismos.<br />
Tomamos un Juzgado de Menores como caso testigo para evaluar qué tipos de<br />
<strong>del</strong>itos poseen mayor incidencia.
Tabla Nº 3. Desagregación por tipo de <strong>del</strong>ito. Período 2003-2006<br />
Tipo de <strong>del</strong>ito<br />
Menores no<br />
punibles<br />
Juzgado Nº 1<br />
Menores<br />
punibles<br />
(hasta <strong>16</strong> años) (<strong>16</strong> a 18 años) Total<br />
contra las personas 714 534 1248<br />
1. Homicidio 30 30 60<br />
2. Tentativa de homicidio 8 5 13<br />
3. Lesiones 644 466 1110<br />
4. Abuso de armas 30 32 62<br />
5. Agresión con armas 2 0 2<br />
6. Aborto 0 1 1<br />
contra la integridad sexual 45 22 67<br />
1. Abuso 36 18 54<br />
2. Violación 1 0 1<br />
3. Exhibiciones obscenas 8 4 12<br />
contra la libertad 420 325 745<br />
1. Amenazas 378 302 680<br />
2. Privación ilegal de la libertad 2 5 7<br />
3. Violación de domicilio particular 40 18 58<br />
contra la propiedad 3511 1915 5426<br />
1. Daño 269 175 444<br />
2. Hurto 7<strong>16</strong> 355 1071<br />
3. Tentativa de hurto 400 <strong>16</strong>2 562<br />
4. Robo 1298 1079 2377<br />
5. Tentativa de robo 819 140 959<br />
6. Estafa y defraudación 6 2 8<br />
7. Usurpación 2 1 3<br />
8. Tentativa de extorsión 1 1 2<br />
contra la seguridad pública 420 263 683<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
7
1. Acopio de armas 2 0 2<br />
2. Portación de arma de fuego 28 32 60<br />
3. Tenencia de arma de uso civil 1 2 3<br />
4. Incendios 29 23 52<br />
5. Infracción leyes policía sanitaria<br />
animal 360 206 566<br />
contra la Adm. Pública 97 137 234<br />
1. Encubrimiento 31 45 76<br />
2. Falsa denuncia 1 0 1<br />
3. Evasión 17 17 34<br />
4. Desobediencia 2 0 2<br />
5. Resistencia contra la autoridad 46 72 118<br />
6. Atentado contra la autoridad 0 1 1<br />
7. Falso testimonio 0 2 2<br />
Ley 23.737 (tenencia y tráfico<br />
estupefacientes) 17 27 44<br />
Total 5224 3223 8447<br />
Fuente: Elaboración propia en base a datos suministrados por la Corte Suprema de Justicia<br />
de la Provincia de Santa Fe<br />
Con una simple visualización de la Tabla 3, podemos inferir que los <strong>del</strong>itos contra<br />
la propiedad son los que registran el mayor número de casos que corresponden<br />
a 64,24% <strong>del</strong> total. Y dentro de esta categoría los guarismos más altos se dan en<br />
robo y hurto, siendo el primero relativamente similar entre menores y mayores de<br />
<strong>16</strong> años. Sin embargo, en el hurto, los casos de menores de <strong>16</strong> años duplican a los<br />
mayores de esa edad. Dado que el robo implica la utilización de “fuerza en las cosas<br />
o (…) violencia física en las personas” 13 , podríamos inferir que los menores de<br />
<strong>16</strong> años cometen hurtos más ocasionales y con menor grado de organización, sin<br />
la utilización de armas. Sin embargo si prestamos atención a la columna de <strong>del</strong>itos<br />
contra la seguridad pública vemos que tanto la tenencia de armas de guerra, como<br />
de uso civil, es muy similar en ambos estratos etarios con un leve aumento en los<br />
mayores de <strong>16</strong> años. Con lo cual los datos no confirmarían esta hipótesis.<br />
En cuanto a los <strong>del</strong>itos contra la integridad sexual, el abuso es el que registra<br />
mayor incidencia, especialmente en menores de <strong>16</strong> años, que duplican a los cometidos<br />
por los mayores de <strong>16</strong> años.<br />
Los <strong>del</strong>itos contra las personas constituyen el 14,78% <strong>del</strong> total, pero dentro de<br />
los mismos, las lesiones ocupan el primer lugar, con 88,95%, siendo los homici-
dios sólo el 4,80% <strong>del</strong> total de estos <strong>del</strong>itos.<br />
A diferencia de las demás tipificaciones, los <strong>del</strong>itos contra la administración<br />
pública y los de tenencia y tráfico de estupefacientes, son los únicos que sufren<br />
incrementos en la franja etaria de <strong>16</strong> a 18 años de edad, que en el caso de los primeros,<br />
los mayores de <strong>16</strong> años representan el 58,54% <strong>del</strong> total de estos <strong>del</strong>itos,<br />
mientras que con respeto a la ley de estupefacientes, sería el 61,36%.<br />
Grafico Nº2: Desagregación por tipo de <strong>del</strong>ito. Menores no punibles y punibles.<br />
Período 2003-2006<br />
En otro orden de cosas, nos preguntamos por el objetivo que tiene el relevamiento<br />
de estos datos a nivel <strong>del</strong> fuero de menores, es decir, si efectivamente se<br />
utilizan en el mejoramiento <strong>del</strong> sistema, o si son aprovechados por otra instancia<br />
institucional para el diseño de políticas públicas para el sector. En otras palabras,<br />
si el dato se recopila con algún fin específico, o si sólo obedece a un requerimiento<br />
formal.<br />
Los jueces <strong>del</strong> fuero penal consultados, sostienen que las estadísticas que pro-<br />
ducen los Juzgados sirven para su mismo control (Juez de Menores, Reg. Nº 2,<br />
2007) y que sería interesante que además puedan ser utilizadas para formular e<br />
implementar políticas hacia el sector e inclusive para modificar lo códigos de procedimientos<br />
(Juez de Cámara en lo Penal, Reg. Nº 1, 2007). De las entrevistas<br />
realizadas no surge que los datos, generados por los propios juzgados y procesados<br />
por la Oficina de Estadísticas de la Corte, se utilicen efectivamente para formular<br />
políticas públicas, para adaptar o mejorar cuestiones procedimentales o simplemente<br />
para realizar un diagnóstico de situación. De ser así, los jueces entrevistados<br />
no están al tanto <strong>del</strong> fin con que se recopilan dichos datos.<br />
6. La prensa gráfica y la inseguridad<br />
6.1. Estableciendo lineamientos generales<br />
Es interesante analizar la información precedente a la luz de las noticias periodísticas<br />
que hacen hincapié en un aumento de los <strong>del</strong>itos cometidos por menores<br />
de edad dentro de una presunta “ola <strong>del</strong>ictiva” que “azota” a nuestro país y especialmente<br />
a las ciudades más populosas.<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008
Para ello, se seleccionaron noticias periodísticas relacionadas con la <strong>del</strong>incuencia<br />
juvenil, pero especialmente intentando analizar si se plasma desde los funcionarios<br />
<strong>del</strong> área una preocupación por el tema. Escogimos el diario La Capital<br />
de la ciudad de Rosario (por ser el periódico con mayor tirada a nivel local) sobre<br />
el cual relevamos las notas <strong>del</strong> primer mes de cada cuatrimestre <strong>del</strong> período<br />
2001-2006. 14<br />
A través <strong>del</strong> establecimiento de ejes a partir de los cuales ordenar las noticias<br />
periodísticas por año, pudimos constatar cómo el tema de la inseguridad atraviesa<br />
transversalmente los seis años analizados, siendo un común denominador en todo<br />
el país –según los medios– en un contexto marcado por la crisis de fines de 2001<br />
en Argentina. También comienza a destacarse una notoria participación pública<br />
–especialmente la aparición de la clase media– en manifestaciones –a partir de las<br />
restrictivas medidas económicas implementadas por el entonces ministro de Economía<br />
Domingo Cavallo, en noviembre de 2001– y conjuntamente, comienzan a<br />
proliferar, a partir de 2002, las marchas solicitando mayor “seguridad”.<br />
Otro tema que aparece es el de la violencia institucional, es decir, muertes en<br />
cárceles o casos de “gatillo fácil”. 15 Y como contrapartida surge la preocupación<br />
por sanear la imagen de las fuerzas de seguridad, probablemente vinculado con lo<br />
anterior, pero también debido al alto índice de corrupción dentro de las mismas.<br />
En este sentido, el tratamiento que realiza la prensa gráfica sobre el tema de la<br />
“(in)seguridad”, sin duda contribuye a generar aquello que Hall define como “pánico<br />
moral”, una reacción oficial desproporcionada en relación con aquello que se<br />
percibe como amenaza (Isla, 2003; Miguez y González, 2003). Y esto conduce a<br />
la demanda, por parte de la población, de más policía y mayor seguridad –otro de<br />
los ejes que aparece en el material periodístico–.<br />
Ante esta situación, se postulan como posibles soluciones el establecimiento de<br />
planes de seguridad a nivel provincial; la construcción de más cárceles o la adaptación<br />
de edificios desocupados a tal fin. Como contracara, Apropol <strong>16</strong> sostiene que<br />
los planes de seguridad provincial sólo implican dotar de más vehículos y mayor<br />
cantidad de efectivos policiales y que esto, aparte de no constituir una solución<br />
tiende a “la destrucción paulatina de la seguridad pública” (25/05/04).<br />
En otros casos, la visibilidad que la prensa le otorga a ciertos sucesos contribuye<br />
a denunciar situaciones problemáticas. Por ejemplo, a partir de algunos motines<br />
protagonizados por menores de edad alojados en comisarías, se resuelve que sean<br />
trasladados a institutos de internación dependientes de la DPMCLP, ya sea de régimen<br />
abierto o cerrado, para solucionar una situación que de hecho ya era irregular:<br />
que existan personas menores de edad detenidas en comisarías.<br />
Por otro lado, las políticas públicas destinadas a menores de edad que estén o<br />
hayan estado en conflicto con la ley penal son muy escasas, sólo en dos notas (de<br />
un total de noventa y una relevadas) se menciona un programa de deporte, alfabetización,<br />
educación formal y talleres de oficios gestionado a través de la DPMCLP<br />
(29/09/02) y, en otra, la propuesta de fomentar actividades deportivas como factor<br />
de contención social (09/05/05).<br />
Un Juez de Menores se refiere a esta situación de la siguiente manera: “Para
extraerlo <strong>del</strong> <strong>del</strong>ito, es decir, un ejemplo tonto, tonto: no puede haber ningún pibe<br />
que haya cometido un <strong>del</strong>ito aunque sea el más grave, que se vaya en libertad y<br />
no tenga, por ejemplo, trabajo. O no tenga, que no termine sus estudios…” (Juez<br />
de Menores: 2007).<br />
Asimismo, la consulta a especialistas en el tema –cuando se realiza– se ve restringida<br />
a abogados, que participan en instituciones <strong>del</strong> Estado, o a criminólogos.<br />
Algo notorio es el casi nulo recurso de este medio gráfico a incluir la opinión de<br />
cientistas sociales, ya que en los seis años relevados sólo aparece una nota en la<br />
cual opina sobre el tema una socióloga.<br />
Al respecto, en un informe publicado por la ONG Periodismo Social 17 , la Dra.<br />
Trumper sostiene que “…es problema de las sociedades científicas, que no sabemos<br />
llegar o creemos que no nos van a tener en cuenta. Desconocemos el trabajo<br />
de los periodistas. No hay relación fuera de la coyuntura noticiosa… Tendríamos<br />
que usar más los medios de prensa para que pueda llegar más información veraz a<br />
la prensa” (Periodismo Social, 2006:20).<br />
La duda que surge entonces es: ¿la prensa se aleja de los cientistas sociales o los<br />
cientistas sociales no se acercan a la prensa? 18<br />
6.2. Los menores infractores y la prensa gráfica<br />
Es interesante, entonces, analizar ahora las cifras de la <strong>del</strong>incuencia juvenil en<br />
cruce con los dichos de la prensa. Para ello tomaremos una serie de noticias, que<br />
consideramos paradigmáticas en la construcción de la “inseguridad” vinculada a<br />
<strong>del</strong>itos cometidos por menores de edad.<br />
Un titular anuncia “A contrapelo <strong>del</strong> país, en la provincia no disminuye el índice<br />
de <strong>del</strong>itos” (30/05/2005) y más a<strong>del</strong>ante expresa: “Mientras la media nacional indica<br />
una merma de 2,12% entre los años 2003 y 2004, en Santa Fe se registró un incremento<br />
<strong>del</strong> 4,29%”. Si bien no queda claro si estos porcentajes incluyen a los <strong>del</strong>itos<br />
cometidos por menores de edad, lo más probable es que sí los tengan en cuenta 19 ,<br />
entonces, parecería ser que nuestros datos sobre menores siguen la tendencia enunciada<br />
para el resto <strong>del</strong> país (con una disminución en 2003-2004), que sin embargo,<br />
no coincidiría con la esbozada por el medio gráfico para la provincia de Santa Fe.<br />
“El <strong>del</strong>ito en menores sube con el colapso <strong>del</strong> sistema tutelar” (18/05/2005) y<br />
en el subtítulo continúa “En un año calendario en Rosario se abrieron más de 6<br />
mil causas”, lo cual, según nuestros informes de hecho es cierto, porque en 2005<br />
la cantidad de causas fue 8958. No obstante, este guarismo está por debajo de<br />
los nueve años anteriores, lo cual implica el riesgo que existe al realizar aseveraciones<br />
de este tipo en un medio masivo de comunicación sin contextualizar los<br />
datos con los de años previos, permitiendo que el lector pueda sacar sus propias<br />
conclusiones.<br />
Es notorio que a pesar de la resonancia de la cual goza el tema de menores en<br />
conflicto con la ley penal, no se encuentren datos oficiales de fácil acceso sobre<br />
las cifras de este fenómeno. En este sentido, Daroqui y Guemureman señalan que:<br />
“...la ausencia de producción de información sobre un tema candente como la <strong>del</strong>incuencia<br />
juvenil, permite, en contraposición, la vulneración de derechos, ya que<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
101
promueve -por omisión- la posibilidad de decir virtualmente “cualquier cosa” sobre<br />
los adolescentes y jóvenes y el diseño responsable de políticas públicas sobre<br />
la desinformación” (citado en Guemureman, 2004:48).<br />
En otra noticia se hace hincapié en los <strong>del</strong>itos cometidos en un turno judicial,<br />
que equivale a un mes: “En un mes, hubo más de 600 <strong>del</strong>itos de menores en el<br />
área de Rosario” (12/05/2003). Si calculamos la media de las causas iniciadas<br />
en el período 1997-2006 obtendríamos 9300 por año, y tendríamos alrededor de<br />
775 causas por mes, lo cual supera al número mencionado en esta nota, pero que,<br />
volvemos a remarcar, tomado el dato aisladamente, sin una correcta contextualización,<br />
puede resultar “alto” para el lector, pero ¿alto con respecto a qué?<br />
Martín et al. (2002:88) señala: “Se asume que la agenda policial de los medios<br />
excluye a la ciudadanía de la posibilidad de participación activa en el debate público<br />
por la reiteración de representaciones simplificadas y reduccionistas de la<br />
realidad construidas por los medios y por el modo incompleto en que se publican<br />
las noticias sobre el crimen.”<br />
Estos discursos contribuyen a construir una imagen dicotomizada de “nosotros” y<br />
“los otros” (Calzado, 2006; Martín et al., 2002) que refuerza los estereotipos y asocia<br />
joven con <strong>del</strong>incuente, al mismo tiempo que ubica los actos <strong>del</strong>ictivos fuera de todo<br />
contexto social y como simple resultado de la voluntad individual de los sujetos.<br />
En este sentido, no debemos olvidar que la prensa construye discursos que se<br />
constituyen en verdad y son apenas cuestionados o tomados críticamente por la<br />
opinión pública: “La legitimidad que tiene históricamente la prensa le concede<br />
el estatuto de voz autorizada, y que se deriva de su coincidencia con el discurso<br />
hegemónico, “oficial”, es decir con las fuentes que producen autoridad.” (Martín<br />
et al., 2002:90 - subrayado original)<br />
Entonces, noticias que mencionan <strong>temas</strong> tales como “La ola de inseguridad<br />
que padece Rosario desató un fuego cruzado entre la Municipalidad y la Casa<br />
Gris” (30/05/2003 - el subrayado es nuestro) desatan polémica en la opinión pública<br />
y llevan a que la solución se encauce por la vía de la reducción de la edad<br />
de imputabilidad de los menores, tal y como se manifiesta en este titular: “El gobierno<br />
analiza bajar a 14 años la edad para imputar <strong>del</strong>itos. El funcionario negó<br />
que se trate de una reacción al reclamo <strong>del</strong> empresario Juan Carlos Blumberg”<br />
(18/05/2005). 20<br />
Según Calzado (2006:28) “este tipo de estados de conmoción social no necesariamente<br />
coinciden con mayores índices <strong>del</strong>ictivos”. En este sentido, en un artículo<br />
publicado el 19/09/04 cuyo titular era: “Rosario: la mayoría de los crímenes<br />
son por conflictos personales y no por robos”, se hace hincapié en que “…una<br />
caída <strong>del</strong> número de crímenes en Rosario, reflejaría un declive <strong>del</strong> homicidio como<br />
emergente de la inseguridad pública” y a continuación agrega: “Sin embargo, lejos<br />
de decaer, el temor público a la <strong>del</strong>incuencia aumenta”. En el mismo artículo, el<br />
criminólogo Máximo Sozzo sostiene que los <strong>del</strong>itos contra las personas –puntualmente<br />
los homicidios– no se hayan en la base <strong>del</strong> temor público sino, por el<br />
contrario, los que atentan contra la propiedad.<br />
Un informe presentado por la ONG Periodismo Social menciona que: “La Vio-
lencia, en sus diversas formas, ha sido el tema más tratado por el conjunto de los<br />
diarios nacionales argentinos durante 2004 en asuntos de niñez y adolescencia<br />
(26,1% <strong>del</strong> total de notas)” (Informe Anual 2005, pp.22). Pero agrega que “…los<br />
textos sobre chicos víctimas de actos violentos quintuplican –incluido abuso y<br />
explotación sexual– a aquellos en los que fueron agentes: el 65,6% de las piezas<br />
sobre violencia los tiene como víctimas, el 12,6%, como agentes” (Ibídem). 21<br />
Por otro lado, debemos tener en cuenta que “el crimen vende” y que: “La información<br />
periodística sobre el “mundo <strong>del</strong> <strong>del</strong>ito” constituye una de las más poderosas<br />
narrativas explicativas que ha diseñado lo modernidad y se ha instaurado…como<br />
forma más o menos sutil de control social” (Martín et al., 2002:87<br />
- subrayado original).<br />
Este cruce <strong>del</strong> material periodístico con los datos provenientes de la Corte Suprema<br />
nos indica lo cuidadosos que debemos ser al establecer conclusiones, para<br />
que éstas no impliquen una generalización incorrecta o una total descontextualización<br />
<strong>del</strong> problema en términos comparativos.<br />
7. Algunas reflexiones finales. Retomando ideas<br />
En el presente trabajo desarrollamos el complejo entramado jurídico-administrativo<br />
que interviene sobre menores de edad, a través de una somera descripción<br />
de las instituciones <strong>del</strong> área <strong>del</strong> Estado provincial santafesino, con incumbencia<br />
en la ciudad de Rosario. Asimismo realizamos un acercamiento al estado <strong>del</strong> arte<br />
para, finalmente, sumergirnos en el análisis de las estadísticas oficiales en contraste<br />
con el tratamiento de la problemática que se realiza desde la prensa gráfica.<br />
Como vimos, la situación de la provincia es paradigmática ya que la estructura<br />
burocrática de la DPMCLP (desde su creación hasta fines <strong>del</strong> 2007) estuvo<br />
vinculada al Ministerio <strong>del</strong> cual dependía todo el sistema penal de adultos. En<br />
este sentido, la decisión política de incluir a los menores dentro de esta instancia<br />
institucional implicaba, de algún modo, que el sistema de justicia juvenil estaba<br />
siendo pensado en términos de castigo más que de reinserción de los jóvenes en<br />
ámbitos de contención social que les posibilitaran salir de la <strong>del</strong>incuencia. Con lo<br />
cual, se continuaba con un tratamiento tutelar de los menores que desatiende el<br />
interés en la responsabilización subjetiva de los mismos. Esta decisión en parte<br />
contradice el espíritu de los tratados y convenciones internacionales a los cuales<br />
adhirió Argentina. 22<br />
Sin embargo, debemos puntualizar también que, a la luz de las recientes reestructuraciones<br />
institucionales que está sufriendo la provincia de Santa Fe a partir<br />
<strong>del</strong> cambio de gobierno en 2007, es demasiado aventurado a<strong>del</strong>antar el curso que<br />
tomará el tratamiento de la problemática a nivel provincial. Situación que, probablemente,<br />
sólo podrá ser evaluada a largo plazo.<br />
En cuanto a las “cifras” de la <strong>del</strong>incuencia juvenil, los datos aportados por la<br />
Corte Suprema reflejan no sólo una relativa estabilidad en el número de causas,<br />
sino inclusive, un leve descenso de las mismas en el último año. Sin embargo, desde<br />
los medios de comunicación se construyen imágenes en torno a la (in)seguridad<br />
que ubican a los menores de edad como uno de los principales causantes <strong>del</strong> pro-<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
103
lema y en este sentido, la exacerbación de la sensibilidad social en torno al tema<br />
genera reacciones de la opinión pública que se orientan hacia el endurecimiento<br />
de las penas, la baja de la edad de imputabilidad penal y otras medidas de corte<br />
punitivo que, lejos de resolver el problema, son sólo medidas paliativas de muy<br />
corto alcance.<br />
En este sentido, el problema no son los datos que maneja la prensa, sino la utilización<br />
que se realiza de ellos, especialmente cuando se los analiza descontextualizadamente,<br />
sin otorgar al lector elementos que le permitan evaluar críticamente<br />
la información.<br />
En cuanto a las políticas públicas destinadas al sector, tanto desde lo analizado<br />
a partir de los medios masivos de comunicación como a través de las voces de los<br />
jueces <strong>del</strong> fuero penal, parece vislumbrarse una ausencia <strong>del</strong> tema en la agenda<br />
política, en especial en torno a programas que tiendan a la reinserción social de<br />
adolescentes infractores a la ley penal en ámbitos de contención, ya sean vinculados<br />
al estudio o al trabajo.<br />
Finalmente creemos que no basta con sancionar leyes “supuestamente”<br />
aggiornadas al contexto internacional –que luego fallan en el momento de la<br />
implementación, porque no fueron realizadas las reestructuraciones institucionales<br />
suficientes para llevarlas a cabo– ni el agregado de Juzgados de Menores, ni<br />
medidas paliativas aisladas, sino que, una política juvenil comprometida con<br />
nuestra realidad social implica comprender la complejidad <strong>del</strong> problema cuya<br />
raigambre es eminentemente social y su abordaje debe ser también pensado en<br />
esos términos, articulando a nivel horizontal los diferentes Ministerios y a nivel<br />
transversal los estamentos nacional, provincial y municipal y, fundamentalmente,<br />
abordando el problema desde una perspectiva holística que entienda a la niñez y a<br />
la adolescencia no como parcialidades sino como una totalidad.<br />
Referencias<br />
1. El 20 de noviembre de 1989 es aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas la Convención<br />
Internacional de los Derechos <strong>del</strong> Niño y ratificada en nuestro país por Ley 23.849 <strong>del</strong> Congreso<br />
de la Nación y en 1994 incorporada a la Constitución Nacional.<br />
2. Para mayor información sobre la doctrina de la Situación Irregular y de la Protección Integral y las<br />
leyes que se inscriben dentro de cada una de ellas en la República Argentina, consúltese POLOLA,<br />
Daniela (2004) De Niños y de Menores. Los profesionales y el complejo mapa institucional de la<br />
“minoridad” en la ciudad de Rosario, Tesis de licenciatura, Escuela de Antropología, Facultad de<br />
Humanidades y Artes, Universidad Nacional <strong>del</strong> Rosario.<br />
3. Iº Seminario Internacional “Respuesta institucional a la niñez en riesgo” (marzo de 2005) y IIº<br />
Seminario Internacional “La violencia en la familia, escuela y sociedad” (noviembre de 2006), ambos<br />
organizados por la Defensoría <strong>del</strong> Pueblo de la Provincia de Santa Fe, 1º Foro sobre Niñez, Adolescencia<br />
y Familia: El Sistema de Protección Integral de Derechos en el marco de la nueva Ley Nacional<br />
26.061 (agosto de 2006), organizado por la Municipalidad de Rosario.<br />
4. Cfr. Dirección Nacional de Política Criminal, Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la<br />
Nación. Adolescentes infractores a la ley penal. Tribunales Orales de Menores. 2002 Informe de la<br />
http://www.polcrim.jus.gov.ar; L. ELBERT; V. VASILE; F. REYES (2002), Situación normativa de las<br />
personas menores de 18 años imputadas de la comisión de un <strong>del</strong>ito, Dirección Nacional de Política<br />
Criminal, Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación. http://www.polcrim.jus.gov.ar; L.<br />
ELBERT; V. VASILE; F. REYES, Violencia juvenil y seguridad ciudadana. Problemas y soluciones,
Informe de la Dirección Nacional de Política Criminal, Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de<br />
la Nación. http://www.polcrim.jus.gov.ar<br />
5. Guemureman (2004:3) señala que actualmente existen más “usinas generadoras de datos” que las<br />
que había hace algunos años, probablemente porque se visualiza como positiva la información. Al<br />
mismo tiempo señala que “Hoy por hoy existe muchísima más información disponible, pero por ese<br />
mismo motivo también hay mayor fragmentación y atomización. La lectura integrada resulta mucho<br />
más difícil…”.<br />
6. Esta Dirección recientemente cambió su nombre por el de Subsecretaría de Niñez, Adolescencia y<br />
Familia como parte de la adecuación a la ley 26.061 de Protección Integral de los Derechos de niñas,<br />
niños y adolescentes sancionada en octubre de 2005. Sin embargo, en el presente trabajo utilizaremos<br />
la antigua denominación ya que al momento de los relatados cambios institucionales llevaba ese<br />
nombre.<br />
7. Datos obtenidos <strong>del</strong> Instituto Nacional de Estadística y Censos de la República Argentina.<br />
8. Art. 5, Ley 11.452, Código Procesal <strong>del</strong> Menor de la provincia de Santa Fe.<br />
9. De todos modos, ésta sería una hipótesis provisional que requeriría una indagación más profunda.<br />
10. Derogado en 2005 por la ley 11.452, Código Procesal <strong>del</strong> Menor de la provincia de Santa Fe.<br />
11. Éstos se presentan para retirar a los menores de un lugar de detención.<br />
12. “Art. 1º. No es punible el menor que no haya cumplido <strong>16</strong> años de edad. Tampoco lo es el que no<br />
haya cumplido 18 años, respecto de <strong>del</strong>itos de acción privada o reprimidos con una pena privativa de la<br />
libertad que no exceda de dos años, con multa o inhabilitación - Art. 2º Es punible el menor de dieciséis<br />
a dieciocho años de edad que incurriere en <strong>del</strong>ito que no fuera de los enunciados en el art. 1º” - Ley<br />
22.278, Régimen Penal de la Minoridad.<br />
13. Art.<strong>16</strong>4 <strong>del</strong> Código Penal de la Nación Argentina.<br />
14. Establecimos como comienzo <strong>del</strong> período el año 2001 por ser el momento en que comienza a funcionar<br />
la DPMCLP en la provincia de Santa Fe.<br />
15. Se denomina “gatillo fácil” a las ejecuciones llevadas a cabo por miembros de la fuerzas de seguridad<br />
en “supuestos” enfrentamientos armados con <strong>del</strong>incuentes, cuya veracidad es difícil de<br />
establecer.<br />
<strong>16</strong>. <strong>Asociación</strong> Profesional Policial de la provincia de Santa Fe.<br />
17. La ONG Periodismo Social realiza monitoreos de los principales diarios <strong>del</strong> país (entre los cuales<br />
incluye La Capital, de Rosario) sobre diversos <strong>temas</strong> (entre ellos niñez y adolescencia), estableciendo<br />
la ocurrencia de los mismos en los medios gráficos y analizando qué temática tiene mayor aparición,<br />
fuentes consultadas, etc. Para mayor información consúltese: http://www.periodismosocial.org.<br />
ar/quienes.cfm?hd=2.<br />
18. Este interrogante excede ampliamente los objetivos <strong>del</strong> presente artículo. Sin embargo, nos interesa<br />
dejarlo planteado, ya que se requiere una reflexión profunda sobre la vinculación entre academia y<br />
sociedad, en el sentido de considerar si un medio de llegada tan amplio como es la prensa no permitiría<br />
una interacción más fluida entre las producciones de los cientistas sociales y el conjunto de la población.<br />
Al respecto puede consultarse J. GLEDHILL (2000), “Antropología y política: compromiso,<br />
responsabilidad y ámbito académico”, en El poder y sus disfraces. Perspectivas antropológicas de la<br />
política, Barcelona, Edicions Bellaterra.<br />
19. Como indicáramos ut supra las estadísticas sobre <strong>del</strong>itos que están publicadas en la página oficial<br />
de Poder Judicial de la provincia de Santa Fe (http://www.poderjudicial-sfe.gov.ar/) contienen la sumatoria<br />
de causas de mayores y menores de edad dentro <strong>del</strong> fuero penal; en consecuencia, podríamos<br />
suponer que los datos que maneja el medio gráfico corresponden a ambos grupos de edad.<br />
20. A fines de marzo de 2004 se produce la muerte de un joven luego de su secuestro extorsivo, y su<br />
padre, un empresario de la Capital Federal comienza una “cruzada” contra el <strong>del</strong>ito y la inseguridad,<br />
exigiendo —a través de manifestaciones que congregan un gran número de personas— el endurecimiento<br />
de las penas, la baja de la edad de imputabilidad, etc. Para ampliar este tema consúltese: M.<br />
CALZADO (2006), “Elementos para el análisis <strong>del</strong> tratamiento mediático <strong>del</strong> caso Blumberg”, Documento<br />
de Trabajo Nº 5, Programa de Antropología Social y Política, Buenos Aires, FLACSO.<br />
21. Dado que nuestro tema de análisis es menores en conflicto con la ley penal, no tomamos los casos<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
105
de menores víctimas de violencia, pero sí nos interesa poder cotejar estos datos, ya que consideramos,<br />
nos aportan una visión más relacional <strong>del</strong> problema que nos permite un abordaje holístico <strong>del</strong><br />
mismo.<br />
22. Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la Administración de la Justicia de Menores —Reglas<br />
de Beijing—; Directrices de las Naciones Unidas para la Administración de la Justicia Juvenil —Directrices<br />
de Ryadh—; Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para los Jóvenes Privados de Libertad,<br />
Convención Internacional de los Derechos <strong>del</strong> Niño.<br />
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la opinión pública en las asambleas <strong>del</strong> Plan de Prevención <strong>del</strong> Delito”, en DELITO y Sociedad, Revista<br />
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Tesis de doctorado, Facultad de Psicología, Rosario, Universidad Nacional de Rosario.<br />
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Documentos<br />
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Convención sobre los Derechos <strong>del</strong> Niño – Ley 23.849<br />
Ley 11.452, Código Procesal de Menores de la Provincia de Santa Fe<br />
Ley 26.061, Protección Integral de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes<br />
Registro Nº 1, Entrevista a Juez de Cámara en lo Penal, octubre de 2007.<br />
Registro Nº 2, Entrevista a Juez de Menores, diciembre de 2007.<br />
Recibido: 28/02/08. Aceptado: 22/05<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
107
Las políticas sensibles al género: variedades conceptuales y desafíos de<br />
intervención<br />
Ana Laura Rodríguez Gustá<br />
Ana Laura Rodríguez Gustá es docente-investigadora<br />
<strong>del</strong> Centro de Estudios de Desarrollo y Estrategias<br />
Territoriales (CEDET), Escuela de Política y Gobierno,<br />
Universidad Nacional de San �artín.<br />
�ail: alrgusta@unsam.edu.ar<br />
resumen<br />
Este artículo repasa algunas de las principales<br />
características de las políticas orientadas a<br />
instaurar una mayor igualdad de género, discutiendo,<br />
en líneas generales, cuatro grandes categorías<br />
identificadas en la literatura: a) las políticas<br />
de acción afirmativa, b) las políticas para<br />
las mujeres, c) las políticas con perspectiva de<br />
género y, finalmente, d) las políticas de transversalización<br />
de género –conocidas por su término<br />
en inglés gender mainstreaming–. Dichas<br />
políticas difieren en sus enfoques teóricos y en<br />
sus metodologías de intervención. Además, este<br />
artículo discute sus efectos imprevistos e inesperados.<br />
A modo de conclusión, examinamos qué<br />
aspectos de cada una de estas líneas de acción<br />
podrían combinarse en una plataforma de políticas<br />
mayor en aras de promover intervenciones<br />
estatales capaces de instaurar un Estado democrático<br />
de género.<br />
palabras claves<br />
políticas de género / institucionalidad de género<br />
/ transversalización de género / políticas de acción<br />
afirmativa<br />
summary<br />
This article reviews some of the main features<br />
of those policies geared towards introducing<br />
a greater degree of gender inequality. In broad<br />
strokes, this paper discusses four main categories<br />
commonly addressed in the literature: a)<br />
affirmative action policies, b) women’s policies,<br />
c) gender policies, and, lastly, d) gender mainstreaming<br />
policies. They differ in their theoretical<br />
perspectives as well as in their practical methodologies,<br />
though all of them have unexpected<br />
consequences and ramifications beyond their<br />
planned goals. By means of conclusions, we ask<br />
whether we combine piecemeal aspects of these<br />
policies into a larger institutional platform in order<br />
to promote actions for an enhanced gender<br />
democratic state.<br />
keywords<br />
gender policy / gender mainstreaming / affirmative<br />
action<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
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I. Introducción<br />
El Estado tiene un papel primordial en la construcción de condiciones de igualdad<br />
para varones y mujeres puesto que las intervenciones públicas distribuyen recursos<br />
materiales y oportunidades de reconocimiento simbólico entre los géneros<br />
(Fraser, 1995; Haney, 1998). En un sentido estricto, todas las políticas públicas<br />
estarían, de acuerdo con Joan Acker (1990) generizadas, lo cual significa que los<br />
contenidos, los objetivos y las metodologías de las acciones <strong>del</strong> Estado están imbuidos<br />
de concepciones sobre el valor relativo de atributos culturales masculinos<br />
y femeninos, así como de creencias respecto de los comportamientos normativamente<br />
deseables para cada uno de los sexos.<br />
El interés de este trabajo es discutir aquellas políticas públicas que han sido<br />
enunciadas explícitamente con el fin de asegurar el bienestar, la seguridad, la autonomía,<br />
y los derechos de las mujeres, las cuales denominamos sensibles al género.<br />
En América Latina, estas políticas han ganado creciente relevancia desde mediados<br />
de los años setenta al punto que, actualmente, prácticamente la totalidad de la<br />
región cuenta con planes de igualdad de oportunidades.<br />
En líneas generales, este trabajo discute las características de cuatro categorías<br />
de políticas sensibles al género identificadas en la literatura: a) las políticas de acción<br />
afirmativa, b) las políticas para las mujeres, c) las políticas con perspectiva de<br />
género y, finalmente, d) las políticas de transversalización de género –conocidas<br />
por su término en inglés gender mainstreaming–. Como veremos en la primera<br />
parte, estas políticas difieren en sus enfoques teóricos y en sus metodologías de intervención.<br />
Seguidamente, examinaremos cuáles son las consecuencias y las ramificaciones<br />
de estas políticas, destacando así sus efectos imprevistos e inesperados.<br />
Estos dos ejes de discusión aparecen resumidos en la Tabla 1 más a<strong>del</strong>ante en el<br />
texto. Finalmente, las conclusiones abordarán la posibilidad de combinar aspectos<br />
selectivos de estas políticas en una plataforma institucional ampliada, con el fin<br />
de promover intervenciones estatales orientadas hacia un Estado democrático de<br />
género.<br />
II. Los supuestos principales de las políticas con sensibilidad de<br />
género<br />
II. 1. Las políticas de acción afirmativa<br />
En América Latina, la obtención de la ciudadanía política mediante el sufragio<br />
femenino consagrado entre los años cuarenta y cincuenta resultó insuficiente para<br />
garantizar el acceso de las mujeres a las jerarquías estatales. En vistas de ello, los<br />
movimientos de mujeres y las mujeres políticas han procurado introducir medidas<br />
de acción afirmativa en aras de alcanzar mayores grados de participación en ámbitos<br />
decisorios.<br />
Inspiradas en los planteos <strong>del</strong> Art. 4 de la Convención sobre la Eliminación de<br />
todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW), las medidas afirmativas<br />
–también denominadas positivas–, promueven la presencia femenina en<br />
los lugares decisorios <strong>del</strong> Estado. Si bien la acción afirmativa no está restringida a<br />
procesos políticos e institucionales, en América Latina, éstos han sido el principal
foco de atención de las políticas positivas (Astelarra, 2004). 2<br />
Al menos diez países de la región cuentan con leyes de cuotas femeninas para<br />
las candidaturas legislativas nacionales y otros gobiernos están debatiendo la<br />
adopción de mecanismos análogos (i.e., Uruguay). Brasil y Colombia, por su parte,<br />
disponen de instrumentos afirmativos para la asignación de cargos en el Poder<br />
Ejecutivo (Htun 2002 y 2004).<br />
En su visión más clásica, las acciones afirmativas son procedimientos que procuran<br />
garantizar la representación de grupos cuyos atributos adscriptos están socialmente<br />
desvalorados (como el género femenino, las minorías raciales y étnicas,<br />
ciertos grupos etarios, entre otros). Precisamente, esta baja valoración daría cuenta<br />
de su exigua participación en jerarquías formalmente exentas de restricciones relativas<br />
a cualidades subjetivas. En el caso de las mujeres, su escasa representación<br />
parece deberse –entre múltiples factores– a creencias culturales que malinterpretan<br />
y devalúan las contribuciones que las mujeres podrían imprimir en la política<br />
y las instituciones (Ridgeway y Correll, 2004).<br />
Los argumentos esgrimidos a favor de las acciones afirmativas rescatan el hecho<br />
de que las mujeres conforman un grupo en desventaja y, por ende, el Estado está<br />
obligado a garantizar sus derechos mediante disposiciones normativas específicas<br />
(Harper y Reskin, 2005). De esta forma, el reconocimiento <strong>del</strong> derecho al ejercicio<br />
de una ciudadanía política plena permitiría un efecto de protección grupal<br />
contra las prácticas de discriminación. A pesar de ello, las acciones positivas son<br />
comúnmente criticadas porque, como su nombre denota, constituyen remedios<br />
meramente “afirmativos” frente a las injusticias más estructurales –un importante<br />
punto sobre el cual volveremos más a<strong>del</strong>ante–.<br />
Las políticas de acción afirmativa más conocidas son las directas, al estar orientadas<br />
a modificar la composición demográfica de una organización en forma inmediata<br />
(Harper y Reskin, 2005). La Ley de Cupo Femenino que rige la conformación<br />
de las listas electorales de los partidos para el Congreso de la Nación en Argentina<br />
es un buen ejemplo de ello (Marx, Borner y Caminotti, 2007). Aunque menos<br />
conceptuadas como políticas de acción afirmativa, existen medidas indirectas que<br />
promueven transformaciones en la estructura de oportunidades de las instituciones<br />
para que, eventualmente, exista una mayor representación femenina en las jerarquías<br />
organizacionales. A diferencia de las acciones directas, este segundo tipo de<br />
medidas afirmativas no cambia de manera automática las proporciones de varones<br />
y mujeres pero, análogamente, su propósito es tender a una pirámide institucional<br />
más paritaria. Entre estos procedimientos encontramos, por ejemplo, instancias de<br />
reorganización de puestos laborales a efectos de facilitar la promoción de mujeres<br />
a otros de mayor responsabilidad.<br />
Más allá de estas variantes, las acciones afirmativas implican una clara política<br />
de acceso de mujeres a las instituciones con el fin de asegurar su participación en<br />
los procesos de toma de decisión política, al garantizar, como ya fuera mencionado,<br />
su mayor presencia numérica en las jerarquías.<br />
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II. 2. Políticas para las mujeres y políticas con perspectiva de género<br />
En términos generales, las mujeres enfrentan más dificultades que los hombres<br />
para acceder a los trabajos mejor remunerados, usualmente acompañados de mayores<br />
perspectivas profesionales y de protección social. En el hogar, ellas permanecen<br />
en una posición de desventaja respecto de las decisiones familiares, a lo que<br />
se suma una carga prácticamente unilateral en el cuidado de los hijos y las tareas<br />
domésticas.<br />
A efectos de abordar estos problemas provenientes de una división sexual desigual<br />
<strong>del</strong> trabajo, que reserva el ámbito de lo público para los varones y la esfera<br />
doméstica para las mujeres, aparecen dos propuestas de intervención alternativas:<br />
las políticas para las mujeres y las políticas con perspectiva de género que, en<br />
América Latina, han influido en el diseño y la implementación de políticas sociales<br />
(Dador Tozzini, 2007). 3 Si bien podríamos establecer cierta cronología en el<br />
sentido de que las políticas para las mujeres fueron antecesoras de las políticas de<br />
género, asociadas con el pasaje <strong>del</strong> enfoque de mujeres y desarrollo a la perspectiva<br />
de género (WID y GAD respectivamente por sus siglas en inglés) 4 , la realidad<br />
empírica resulta menos lineal, con ambos tipos de orientaciones reinscribiéndose,<br />
con variantes e innovaciones, aún en las más recientes acciones estatales.<br />
Ambas líneas de intervención concuerdan en situar en la división sexual <strong>del</strong><br />
trabajo la fuente principal de desigualdad entre los sexos. Aquí concluye el acuerdo,<br />
puesto que, mientras las políticas para las mujeres mantienen las diferencias<br />
primarias buscando compensar a las mujeres por su eventual doble inserción en el<br />
ámbito público y privado, la perspectiva de género propone acciones para transformar<br />
dicha división <strong>del</strong> trabajo. No sorprende, entonces, que ambas políticas<br />
mantengan concepciones muy disímiles sobre las relaciones de género y el papel<br />
<strong>del</strong> Estado.<br />
Concepciones de género y orientaciones de acción<br />
Bajo el enfoque de las políticas para las mujeres, los roles y las responsabilidades<br />
entre los sexos en la reproducción y el bienestar familiar y social son asuntos<br />
tomados como dados y no como resultantes de una situación históricamente construida.<br />
Bajo esta óptica, la conciliación entre el trabajo y el cuidado de la familia<br />
supone mejorar las condiciones de las mujeres para realizar ambas actividades,<br />
más que lograr una distribución equitativa entre los integrantes <strong>del</strong> hogar (Pascall<br />
y Lewis, 2004).<br />
La agenda de intervención derivada de este enfoque de política buscaría rectificar<br />
los denominados efectos negativos de la división sexual <strong>del</strong> trabajo –como una<br />
mayor carga laboral diaria para las mujeres– mediante políticas que compensen las<br />
desventajas <strong>del</strong> género femenino. En consecuencia, las políticas para las mujeres<br />
procuran disminuir las brechas de género como lo son, por ejemplo, las diferencias<br />
en el ingreso de varones y mujeres, mediante cambios en la legislación laboral y educativa.<br />
El papel socialmente asignado a los hombres no es cuestionado y estas políticas<br />
asumen, de hecho, su desvinculación de la esfera doméstica. En tal sentido, estas<br />
políticas no han fomentado la participación masculina en las tareas <strong>del</strong> cuidado.
Como contrapunto, las políticas con perspectiva de género buscan distribuir<br />
recursos materiales y simbólicos con el fin de ampliar las oportunidades de elección<br />
de las mujeres, por lo cual la transformación de las relaciones jerárquicas de<br />
género constituye el núcleo fundamental de intervención. 5 En consecuencia, estas<br />
políticas implementan acciones concernientes a los derechos de las mujeres, la<br />
democratización de las familias y las responsabilidades domésticas compartidas<br />
(Di Marco, 2005).<br />
Al intentar modificar las raíces estructurales de la desigualdad, y en particular<br />
las instituciones sociales de la familia y el mercado de trabajo, estas políticas emplean<br />
el término relaciones de género: lo que se cuestiona en última instancia es<br />
la división entre lo público (masculino) y lo privado (femenino). Esta perspectiva<br />
concibe el género como un sistema institucionalizado de prácticas sociales que, a<br />
partir de la organización de categorías sexuales diferenciadas, edifica relaciones<br />
de poder (Ferree, Lorber y Hess, 2000). En su calidad de sistema de diferencias<br />
y desigualdades, las relaciones de género se despliegan en múltiples niveles, es<br />
decir, en creencias culturales socialmente hegemónicas, en pautas sesgadas de distribución<br />
de recursos sociales, y en identidades individuales con disímiles grados<br />
de aceptación y reconocimiento (Ridgeway y Correll, 2004).<br />
A efectos de lograr distinguir cabalmente las divergencias entre estos dos tipos<br />
de políticas públicas, considérese el siguiente ejemplo. Una política de salud sexual<br />
y reproductiva estaría elaborada desde una perspectiva de género busca asegurar<br />
los derechos de las mujeres. Esto último supondría el desarrollo de acciones tendientes<br />
a garantizar la maternidad voluntaria, la elección de la contracepción, el<br />
acceso al aborto y el ejercicio pleno de la sexualidad. Un ejemplo paradigmático<br />
lo ofrece el Programa de Salud Reproductiva de Atención Integral a la Mujer de la<br />
Intendencia Municipal de Montevideo (Uruguay), vigente desde 1996, cuyos ejes<br />
son, de acuerdo con Varela Petito (2007), la promoción de los derechos sexuales<br />
y reproductivos y el empoderamiento de las mujeres a partir <strong>del</strong> desarrollo de sus<br />
capacidades individuales, la participación comunitaria en el marco de grupos de<br />
vecinas, y la capacitación <strong>del</strong> personal técnico de salud en la perspectiva de los<br />
derechos en salud sexual y reproductiva (44-45). Por el contrario, la política para<br />
las mujeres, procuraría regular la reproducción femenina mediante una opción de<br />
planificación familiar que responsabilice primordialmente a las mujeres y donde<br />
su elección respecto de la maternidad voluntaria esté menos clara. 6<br />
La visión acerca <strong>del</strong> Estado<br />
En el contexto de las políticas con perspectiva de género, el cambio social aparece<br />
como un deber normativo <strong>del</strong> Estado que debería plasmarse en estrategias<br />
de política pública. En principio, el Estado –aún el democrático– representaría,<br />
predominantemente, los intereses de varones, por lo cual sería una institución patriarcal<br />
y, por tanto, un vehículo significativo de la opresión sexual y de la propia<br />
regulación de la desigualdad de género (Connell, 1990). A pesar de estas limitaciones,<br />
es posible impulsar políticas que fomenten una mayor igualdad de género<br />
por la mentada “autonomía relativa” <strong>del</strong> Estado y, además, porque los intereses<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
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usualmente conforman un terreno contradictorio (y no homogéneo) de preferencias<br />
(Haney, 1996). De esta forma, y en combinación con demandas provenientes<br />
de grupos de mujeres organizadas insertas en los espacios públicos <strong>del</strong>iberativos,<br />
el Estado podría mejorar las condiciones de vida relativas de ambos sexos.<br />
En términos de política pública, la elaboración de políticas con perspectiva de<br />
género presupone el diseño y la puesta en marcha de acciones de largo plazo,<br />
relacionadas con políticas sectoriales más amplias. Ello resultaría en la elaboración<br />
de planes de igualdad de oportunidades nacionales y sectoriales (como lo<br />
son, por ejemplo, los planes para las mujeres rurales, para la igualdad <strong>del</strong> género<br />
en la educación, etc.). En tal sentido, la propia conformación de una agenda de<br />
políticas de desigualdad quedaría enmarcada en aquellas concernientes al desarrollo<br />
nacional en general. A su vez, esto implica que el Estado debería contar<br />
con funcionarios y funcionarias entrenados en las perspectivas de género y capaces<br />
de confeccionar indicadores para establecer cómo y dónde se requiere de<br />
la intervención estatal. A título ilustrativo, el Plan de Igualdad de Oportunidades<br />
para las Mujeres 1994–1999 de Chile es una de las primeras muestras regionales<br />
de la incorporación de la perspectiva de género en un proyecto político de mayor<br />
alcance.<br />
Por otra parte, las políticas con perspectiva de género suponen una interacción<br />
con las organizaciones de mujeres (tanto ONGs como de base) y los movimientos<br />
feministas. Por cierto, esta interlocución no constituye un proceso automático.<br />
En particular, coloca el Estado en un lugar de constructor de espacios públicos de<br />
“inclusión popular” con el propósito de elaborar marcos de política (Ferree et al.,<br />
2002).<br />
Así, la política se inicia con las mujeres organizadas y movilizadas desde la<br />
sociedad civil, quienes han tradicionalmente propugnado por la incorporación en<br />
la agenda estatal las cuestiones relativas a la desigualdad de género en calidad de<br />
problema público. Esta modalidad de conformación de agenda remite a lo que<br />
Guzmán (2001) denomina mo<strong>del</strong>o de iniciativa externa. Los movimientos y las<br />
organizaciones de mujeres son fundamentales para convocar y agrupar a quienes<br />
están en desventaja, ya que la acción colectiva es la estrategia básica para obtener<br />
poder y autonomía individual, es decir, empoderamiento en términos de las políticas<br />
con perspectiva de género (León, s/d).<br />
De acuerdo con Ferree et al. (2002), la inclusión popular privilegia la “doble<br />
visión” de quienes son “extraños dentro” <strong>del</strong> sistema: en la medida en que existan<br />
mecanismos de consulta abiertos y asiduos, la interlocución entre el Estado y la<br />
sociedad civil permitiría una política de presencia de las voces y los intereses de<br />
mujeres, especialmente de quienes han estado marginadas y situadas por fuera de<br />
la elite política.<br />
Si las políticas con perspectiva de género consideran que la organización colectiva<br />
de las mujeres es primordial para el propio proceso de elaboración de los<br />
planes de acción, la transversalización presupone, como desarrollamos a continuación,<br />
el reconocimiento de que las propias políticas públicas así como la estructura<br />
<strong>del</strong> Estado presentan sesgos de género.
II. 3. Políticas de transversalización de género<br />
En palabras de Rees (2005), las políticas de gender mainstreaming (cuya dificultosa<br />
traducción sería transversalización de género) consisten en “la promoción<br />
de la igualdad de género mediante su integración sistemática en todos los sis<strong>temas</strong><br />
y las estructuras, en todas las políticas, los procesos y los procedimientos, en la<br />
organización y su cultura, en las formas de ver y hacer” (560; énfasis propio). De<br />
esta forma, la igualdad de género sería un criterio que daría forma y significado a<br />
las políticas y la institucionalidad <strong>del</strong> Estado. Por ello es que, desde el enfoque de<br />
la transversalización, cobra relevancia la idea de un Estado imbuido de una lógica<br />
de género. Siguiendo a Acker (1990):<br />
“Afirmar que una organización, o cualquier otra unidad analítica, está generizada<br />
significa que las ventajas y las desventajas, la explotación y el control, la<br />
acción y la emoción, los significados y las identidades, cobran forma a través,<br />
y en términos de, una distinción entre varones y mujeres, y entre masculino y<br />
femenino. El género no es un proceso que se añade a otros ya en curso concebidos<br />
como neutrales. Por el contrario, es una parte integral de estos procesos<br />
que no pueden ser adecuadamente comprendidos sin un análisis de género”<br />
(Acker, 1990: 146).<br />
En otras palabras, asumir la perspectiva de la transversalización de género en<br />
las políticas públicas significa que las construcciones culturales en torno a lo femenino<br />
y lo masculino están cristalizadas en las estructuras y las prácticas <strong>del</strong><br />
propio Estado. De esta forma, las relaciones entre varones y mujeres son asimétricas<br />
ya que se despliegan en el marco de reglas y procedimientos androcéntricos,<br />
donde los elementos simbólicos <strong>del</strong> mundo cultural femenino están subordinados<br />
y devaluados respecto de los masculinos (Acker, 1990).<br />
En consecuencia, la institucionalidad <strong>del</strong> Estado y las desigualdades de género<br />
están inexorablemente imbricadas: a través de sus regulaciones y de sus jerarquías,<br />
el Estado construye estas desigualdades y, asimismo, refracta y reproduce<br />
desigualdades socialmente existentes, amplificándolas e imprimiéndoles nuevos<br />
significados (Connell, 1990). Habida cuenta de estas consideraciones, el fin último<br />
de las políticas de transversalización es transformar los estándares asociados con<br />
la masculinidad y la feminidad así como su desigual valoración cultural, de modo<br />
tal de cambiar las inercias de género sedimentadas en el apartado estatal y perpetuadas<br />
mediante sus regulaciones e intervenciones (Rees, 2005).<br />
En otras palabras, a la larga, es preciso modificar un Estado culturalmente edificado<br />
a partir de jerarquías de género. Es decir, las mujeres lograrían ejercer más<br />
plenamente sus derechos sociales, civiles y políticos si se producen transformaciones<br />
en la lógica generizada masculina <strong>del</strong> Estado (Britton, 2000). Se presupone,<br />
entonces, que las acciones orientadas a modificar los sesgos de género institucionalizados<br />
en el aparato <strong>del</strong> Estado son un paso previo para poder combatir la<br />
inequidad socialmente existente. En particular, y tal como su nombre lo denota, la<br />
transversalización intenta incorporar una visión de género en las políticas clave<br />
<strong>del</strong> Estado como son las económicas, y de inversión, tradicionalmente ajenas a las<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
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problemáticas de las relaciones entre varones y mujeres a pesar de su indiscutible<br />
relevancia en la distribución de recursos.<br />
Respecto de la concepción de género de las políticas de transversalización, Rees<br />
(2005) sugiere que, en términos normativo-ideales, hay un especial interés en dar<br />
cuenta de las múltiples desigualdades mutuamente imbricadas con el género, como<br />
las de clase, raza y etnia entre otras (Hill Collins, 1999).<br />
Las políticas de transversalización incorporan a los varones y sus necesidades<br />
particulares como destinatarios de las políticas (Rees, 2005). Después de todo,<br />
las vidas de las mujeres no cambiarán si no cambian las de los hombres. A título<br />
ilustrativo, por ejemplo, para que la conciliación entre el empleo y la vida familiar<br />
implique una mayor responsabilidad de los varones en el cuidado y en la vida<br />
doméstica, las políticas de empleo deberían acompañarse de regulaciones que los<br />
afecten directamente. Precisamente, algunos países europeos cuentan con licencia<br />
de paternidad extendida, la cual es además bonificada con un monto económico<br />
extrasalarial (Pascall y Lewis, 2004).<br />
Un nuevo paradigma de política y esfera pública<br />
Algunas investigadoras afirman que las políticas de transversalización de género<br />
implican un cambio de paradigma de gestión. En primer lugar, la transversalización<br />
debería acompañarse de ámbitos de inclusión democrática. Squires (2005)<br />
expresa que, en la medida en que la desigualdad de género esté considerada junto<br />
con otras desigualdades sociales, la consecuente pluralidad de problemáticas requiere<br />
de mecanismos de discusión diferentes a los enmarcados dentro de estructuras<br />
burocráticas. De allí que serían necesarios espacios de <strong>del</strong>iberación inclusiva<br />
amplificados:<br />
“Lo que los demócratas de la <strong>del</strong>iberación ofrecen a las teorías de la transversalización<br />
de género es una preocupación por la calidad y la forma de compromiso<br />
entre los ciudadanos y los foros participativos, enfatizando en particular la<br />
importancia de la igualdad política y la inclusividad, y la importancia <strong>del</strong> diálogo<br />
sin restricciones. Los demócratas de la <strong>del</strong>iberación al igual que los teóricos<br />
de la transversalización de género sugieren que si el proceso de elaboración de<br />
decisiones es inclusivo y el diálogo irrestricto, entonces es más probable una<br />
extensa comprensión de las diferentes perspectivas planteadas. De este modo,<br />
es posible obtener una mayor aceptación de resultados por parte de los participantes”<br />
(Squires, 2005:381).<br />
Las redes de organizaciones ofrecen una plataforma desde la cual impulsar el<br />
debate y la elaboración de acciones de transversalización de género. A través de<br />
estas redes circula información y tiene lugar el proceso de identificación de problemas<br />
sociales, de formación de problemas de agenda y de toma de decisión. En<br />
la medida en que las mismas estén integradas por actores disímiles, es posible<br />
contar con comunidades epistémicas (Incháustegui Romero, 1999), es decir, comunidades<br />
de generación y debate de conocimiento constituidas entre el Estado,
las expertas y los movimientos de mujeres.<br />
Respecto de la gestión pública, la transversalización de políticas supone mecanismos<br />
más horizontales al interior <strong>del</strong> Estado a efectos de visualizar problemáticas<br />
de género en la totalidad de las áreas de intervención. Ello demanda capacidades<br />
sinérgicas, usualmente asociadas con estructuras menos jerárquicas y<br />
grupos de trabajo denominados integradores. En definitiva, la transversalización<br />
implicaría mayores grados de articulación en redes intra-burocráticas más que un<br />
Estado con una alta diferenciación funcional y jerárquica.<br />
A propósito, una vieja propuesta <strong>del</strong> feminismo de las organizaciones es, precisamente,<br />
una estructura institucional más flexible, con jerarquías más achatadas y<br />
una débil diferenciación funcional que de paso a una interacción colegiada (Ferree<br />
y Martín, 1995). La transversalización en la elaboración y ejecución de las políticas<br />
públicas recoge este enfoque, puesto que sus acciones deberían acompañarse<br />
de un contexto organizacional “orgánico” que permita marcos políticos creativos.<br />
Las desigualdades de género, en constante flujo y redefinición, demandan un escrutinio<br />
permanente que sería menos probable en contextos burocráticos tradicionales<br />
centralizados y gestionados con procedimientos formales poco proclives al<br />
cambio (Squires, 2005).<br />
III. Dificultades, tensiones y efectos paradójicos de las políticas<br />
Es poco común observar una relación unívoca y lineal entre el diseño de las políticas<br />
públicas, su implementación y sus resultados. De acuerdo con Portes (2000),<br />
es posible identificar consecuencias no esperadas, efectos emergentes e impactos<br />
imprevistos de las intervenciones públicas. En este sentido, los contextos de implementación<br />
son clave para entender cómo y por qué razones una política puede<br />
eventualmente promover situaciones disímiles a las inicialmente propuestas o aún<br />
contrarias a sus propósitos. Precisamente, en este apartado exploramos, para cada<br />
una de las políticas anteriormente discutidas, los efectos no deseados y paradójicos<br />
que las mismas suelen acarrear, lo cual debería hacernos más sensibles a las<br />
contingencias <strong>del</strong> terreno y al propio azar de las interacciones sociales.<br />
Tabla 1: Comparación y valoración de las políticas con sensibilidad de género<br />
Ejes<br />
principales<br />
Aspectos<br />
definitorios<br />
Políticas de<br />
acción afirmativa<br />
. Promueven<br />
la inclusión<br />
femenina<br />
en ámbitos<br />
decisorios <strong>del</strong><br />
Estado sexual<br />
<strong>del</strong> trabajo<br />
desigual que<br />
Políticas para la<br />
mujer<br />
. Las mujeres<br />
tienen necesidades<br />
propias en<br />
el marco de una<br />
división<br />
Políticas con<br />
perspectiva de<br />
género<br />
. Las relaciones<br />
de género entre<br />
varones y mujeres<br />
están basadas<br />
en asimetrías de<br />
poder por lo cual,<br />
para lograr una<br />
mayor<br />
Políticas de<br />
transversalización<br />
de género<br />
. Las políticas<br />
de género son<br />
sistémicas: deben<br />
estar presentes en<br />
el conjunto de la<br />
institucionalidad<br />
<strong>del</strong> Estado<br />
. El género es un<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
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Objetivo<br />
específico<br />
deben ser<br />
atendidas<br />
. Lograr aumentar<br />
el número de<br />
mujeres en las<br />
jerarquías<br />
Críticas . Reducción<br />
<strong>del</strong> género a<br />
la presencia<br />
numérica de<br />
mujeres<br />
. Remedio o<br />
tratamiento<br />
paliativo de las<br />
discriminaciones<br />
Aportes . Cuestiona la<br />
composición de<br />
las jerarquías<br />
. Fomenta políticas<br />
explíticas de<br />
acceso<br />
. Lograr conciliar<br />
el trabajo y<br />
la familia, o el<br />
papel dual de<br />
las mujeres mediante<br />
políticas<br />
compensatorias<br />
. No cuestionan<br />
la asimetría de<br />
poder de la división<br />
sexual <strong>del</strong><br />
trabajo<br />
. Reducen las<br />
necesidades de<br />
las mujeres a<br />
compensaciones<br />
. No integran a los<br />
varones<br />
. Históricamente,<br />
representó un<br />
primer paso en<br />
identificar problemas<br />
relativos<br />
a la posición de<br />
desventaja de las<br />
mujeres<br />
equidad,<br />
es preciso<br />
transformar la<br />
división sexual de<br />
trabajo<br />
. Empoderamiento<br />
de las mujeres<br />
y transformación<br />
de las relaciones<br />
de poder y autoridades<br />
en las familias,<br />
la escuela y<br />
el trabajo<br />
. El género como<br />
un sistema de<br />
múltiples niveles<br />
de desigualdad<br />
excede a la división<br />
sexual<br />
<strong>del</strong> trabajo y,<br />
por tanto, no son<br />
suficientes las acciones<br />
relativas al<br />
empoderamiento<br />
de mujeres<br />
. Si bien parte<br />
<strong>del</strong> supuesto <strong>del</strong><br />
género como<br />
categoría relacional,<br />
no ha fomentado<br />
acciones<br />
activas de trabajo<br />
con los varones<br />
. Coloca al poder<br />
en el centro de las<br />
acciones de las<br />
políticas públicas<br />
. Las necesidades<br />
de las mujeres<br />
aparecen inscriptas<br />
en el marco<br />
<strong>del</strong> ejercicio de<br />
derechos y de<br />
su participación<br />
social y política<br />
sistema de niveles<br />
múltiples que entra<br />
en intersección<br />
con raza y clase<br />
. Integrar la perspectiva<br />
de género<br />
en la totalidad<br />
de las políticas<br />
públicas<br />
. Las cuestiones<br />
de género pueden<br />
perder especificidad<br />
al colocarse<br />
entre otros objetivos<br />
de políticas<br />
públicas<br />
. Al transversalizarse,<br />
puede<br />
ocurrir una pérdida<br />
de espacios<br />
institucionales<br />
propios<br />
. El Estado es un<br />
actor clave en<br />
la construcción<br />
<strong>del</strong> sistema de<br />
desigualdad de<br />
género<br />
. No hay equidad<br />
si no hay una<br />
transformación<br />
de los términos<br />
culturales <strong>del</strong><br />
Estado
Efectos no<br />
esperados<br />
. Encapsulamiento<br />
de las necesidades<br />
y los derechos<br />
de las mujeres a<br />
sus números en<br />
la jerarquía <strong>del</strong><br />
Estado<br />
Fuente: Elaboración propia<br />
. Clara reproducción<br />
de la<br />
subordinación<br />
femenina<br />
. Reducción de<br />
las necesidades<br />
de las mujeres a<br />
las de sus hijos y<br />
familias<br />
. En algunas prácticas,<br />
se reducen<br />
las complejas<br />
cuestiones de<br />
empoderamiento<br />
a asuntos actitudinales<br />
de psicología<br />
individual<br />
. Las políticas de<br />
género quedan<br />
aisladas de otras<br />
políticas públicas<br />
centrales <strong>del</strong><br />
Estado<br />
. Evaporación de<br />
la política<br />
. Uso ceremonial<br />
y tecnocrático que<br />
toma el lenguaje<br />
de equidad de<br />
género pero poco<br />
apunta a transformar<br />
la sustancia<br />
de las relaciones<br />
. Captura de los<br />
actores más dinámicas<br />
de los espacios<br />
<strong>del</strong>iberativos<br />
III. 1. Las políticas de acción afirmativa: ¿re-segregación o transformación<br />
por demografía?<br />
Las políticas de acción afirmativa procuran remediar injusticias mediante la<br />
corrección en los resultados de los procesos de discriminación manifestados en<br />
la escasa representación de mujeres en las jerarquías institucionales. Con todo,<br />
al centrarse en los resultados, estas políticas poco podrían hacer respecto de los<br />
procesos valorativos de orden macro-social que reproducen las creencias culturales<br />
de género sobre las cuales se edifican las jerarquías entre varones y mujeres<br />
(Ridgeway y Correll, 2004). En efecto, si una mayor participación femenina en<br />
las jerarquías implica, además, la representación sustantiva de los intereses de<br />
mujeres, esto es una cuestión netamente empírica y no un requisito impuesto por<br />
estas políticas. Htun (2002) sugiere, no obstante, que la expansión de la presencia<br />
de mujeres en las legislaturas nacionales ha resultado primordial en la promoción<br />
de una agenda sensible a los derechos de mujeres en América Latina.<br />
Una aguda crítica a la acción afirmativa es elaborada por Rees (2005), para<br />
quien estas políticas ignoran la discriminación institucional presente en el Estado,<br />
es decir, los sesgos de género existentes en las estructuras, los procedimientos<br />
y las culturas de las organizaciones públicas. Los cambios demográficos en las<br />
jerarquías institucionales serían meramente superficiales y, por ende, re-absorbidos<br />
sin consecuencias sustantivas sobre la equidad en la medida en que el Estado<br />
permanezca generizado.<br />
Aún con estas críticas en mente, es preciso recuperar la noción de que la representación<br />
numérica supone un reconocimiento social al derecho a participar<br />
de grupos previamente excluidos. Por cierto, el riesgo es, de acuerdo con Britton<br />
(2000), reducir el reconocimiento de la identidad de las mujeres a una cuestión<br />
únicamente nominal: si las relaciones de género corresponden a la proporción de<br />
mujeres y varones en las jerarquías, se pierden de vista las asimetrías de poder de<br />
toda relación social. Sin embargo, y admitiendo que los estereotipos desplegados<br />
en la interacción cotidiana entre varones y mujeres están presentes entre quienes<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
11
toman decisiones, la mayor presencia femenina entre las jerarquías adquiere un<br />
valor simbólico por su potencial de remover prejuicios de género (Kanter, 1977).<br />
En este sentido, la presencia de mujeres en espacios políticos formales constituye<br />
un punto de influencia para los y las interesadas en promover temáticas de<br />
igualdad de género, lo que se correspondería con un mo<strong>del</strong>o de acceso interno de<br />
políticas públicas (Guzmán, 2001). Esto se ha visto reflejado en la conformación<br />
de alianzas con el fin de promover leyes de interés de mujeres (Htun, 2002). Alternativamente,<br />
los asuntos de la agenda formal pueden, mediante una mayor presencia<br />
femenina en el Estado, incorporarse a una agenda pública a fin de incrementar<br />
su visibilidad y, así, ampliar sus posibilidades de aprobación. En consecuencia, las<br />
políticas de acción afirmativa podrían disparar lo que Guzmán (2001) denomina<br />
un mo<strong>del</strong>o de movilización en torno a la formulación de agendas y políticas donde<br />
un actor político (por ejemplo, una legisladora) busca obtener apoyo público en<br />
organizaciones de la sociedad civil en pos de la aprobación de una determinada<br />
iniciativa.<br />
Finalmente, los resultados de las políticas de acción afirmativa indirectas parecerían<br />
ir más allá de la presencia numérica de mujeres. Como fue mencionado,<br />
estas políticas suponen revisar, por ejemplo, las prácticas informales y formales<br />
de selección o promoción de aspirantes en las organizaciones con el propósito de<br />
aumentar la participación jerárquica de mujeres (Sheridan, 1998). En los hechos<br />
y paradójicamente, estas políticas han abierto la puerta a acciones de género más<br />
amplias, como las de “igual valor por igual trabajo”. 7<br />
III. 2. Los cambios en las políticas en contextos de ajuste estructural<br />
Las políticas para la mujer, con su énfasis puesto en el papel (tradicional) de<br />
los sexos respecto de las tareas remuneradas y no remuneradas despiertan duras<br />
críticas porque, en definitiva, legitiman la desigualdad de género. Las necesidades<br />
de las mujeres son conceptuadas como problemas a paliar y no como el resultado<br />
de intersecciones de desventajas acumuladas (Rees, 2005).<br />
En América Latina, estas políticas han sido desplegadas en el marco de las políticas<br />
sociales de “combate a la pobreza”. Estas últimas consisten en programas<br />
con beneficios a término y atados a requisitos de elegibilidad. Tienen un carácter<br />
altamente focalizado y están desligadas de las políticas económicas y de empleo<br />
más estratégicas. Además, estas políticas utilizaron el enfoque <strong>del</strong> maternalismo<br />
como un pilar organizador de su instrumentación: las mujeres son ejecutoras porque<br />
su “papel” de madre es visualizado como fundamental en la consecución de<br />
los objetivos <strong>del</strong> programa —aunque no necesariamente para las propias mujeres<br />
(Molyneux, 2006)—.<br />
Las políticas anti-pobreza supusieron que las destinatarias fueran “co-responsables”<br />
en la ejecución, lo cual implicaría un proceso simultáneo de cambio<br />
de “actitud” para lograr superar su “dependencia” <strong>del</strong> Estado (Daeren, 2004;<br />
Molyneux, 2006; Schild, 2000). 8 Puesto que estas políticas no se diseñaron con<br />
un propósito de movilidad social e integración, se produjo una desafortunada<br />
alquimia: las desventajas de las mujeres socialmente excluidas fueron construi-
das como “patologías sociales” y “situaciones extremas”, estigmatizando así a<br />
las mujeres por su propia pobreza (Álvarez, 1999; Di Marco, 2005). Incluso, las<br />
destinatarias de las políticas fueron concebidas como “ciudadanas de mercado”<br />
y no como sujetos con derechos universales (Schild, 2000). Los crecientes niveles<br />
de pobreza, la baja capacidad de las economías de generar empleo, y las<br />
modificaciones sociales en la estructura familiar, no fueron interpretadas como<br />
manifestaciones propias de la desigualdad de género que afectó, en particular, a<br />
las mujeres pobres.<br />
Algunas investigaciones señalan que, dado el enfoque maternalista adoptado,<br />
estas políticas significaron una sobrecarga de las tareas de las mujeres y una verdadera<br />
“jornada redonda” (Daeren, 2004; Molyneux, 2006). Las destinatarias fueron<br />
un engranaje en la implementación de las intervenciones públicas, pasando a<br />
constituirse ellas mismas en proveedoras de servicios sociales para las familias y<br />
sus comunidades, otrora en manos <strong>del</strong> Estado y cuyo acceso se restringió al transferirse<br />
al mercado. Las oportunidades para la transformación de la desigualdad en<br />
la esfera doméstica se desvanecieron, al no cuestionar las asimetrías de poder en<br />
las tareas no remuneradas y dejar a los varones por fuera de toda consideración<br />
programática.<br />
Además, la ciudadanía femenina parecería confinarse a un asunto meramente<br />
instrumental, ya que la misma se produciría únicamente si las mujeres resultaran<br />
ser co-ejecutoras de programas. En tal sentido, las necesidades de las mujeres no<br />
adquirieron identidad propia y quedaron subordinadas a las necesidades de los<br />
otros (ya sean los hijos, la familia e incluso los ejecutores de programas).<br />
Con todo, aunque en forma involuntaria y bajo ciertas circunstancias, algunas<br />
de estas políticas anti-pobreza lograron impulsar micro prácticas de ejercicio de<br />
derechos. En efecto, Daeren (2004), Montaño et al. (2003) y Garzón de la Rosa<br />
(2006) identificaron procesos de desarrollo de ciudadanía femenina en el marco<br />
de la capacitación colectiva y las acciones comunitarias que fueron promovidas a<br />
partir de algunas de estas políticas sociales. En resultados preliminares de investigación,<br />
Di Marco et al. (2006) amplían esta visión proponiendo que la calidad de<br />
las instituciones en las cuales se albergan y despliegan los procesos de capacitación<br />
y trabajos comunitarios deriva en procesos disímiles de ejercicio de derechos.<br />
Aquí resulta clave la difusión de los discursos de género y derechos en los niveles<br />
territoriales <strong>del</strong> Estado y en las organizaciones de la sociedad civil. Podemos<br />
argumentar, entonces, que se conforman diferentes regímenes institucionales de<br />
género por la propia heterogeneidad <strong>del</strong> Estado que, en ocasiones, desafían las<br />
visiones restringidas impuestas desde las políticas para las mujeres (Rodríguez<br />
Gustá, 2007).<br />
Inversamente, en algunas ocasiones, las políticas concebidas desde la perspectiva<br />
de cambio social de la visión relacional de género, fueron tergiversadas cuando<br />
la participación de organizaciones de mujeres resultó ceremonial y no sustantiva<br />
(Craske, 2000). A propósito, Álvarez (1999:192) resume esta mutación en los siguientes<br />
términos: “Entre los miembros <strong>del</strong> staff de las maquinarias de mujeres<br />
<strong>del</strong> gobierno que entrevisté, el género parece haberse tornado parte <strong>del</strong> léxico de<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
121
la planificación técnica, un indicador neutro de poder de la “modernidad” y el<br />
“desarrollo” más que un campo teñido de poder de relaciones desiguales entre<br />
mujeres y varones”.<br />
Si bien las políticas con perspectiva de género han fomentado el desarrollo de<br />
planes sectoriales e incluso nacionales de igualdad de oportunidades, en América<br />
Latina, su grado de avance práctico ha estado condicionado por la vulnerabilidad<br />
de la institucionalidad frente a los cambios de gobierno, las presiones de la iglesia<br />
católica y los ajustes en el gasto fiscal (Gray, 2004; Montaño, 2003; Zaremberg,<br />
2004).<br />
III. 3. Pérdida de sentido, tecnocracia y captura<br />
La capacidad de impulsar políticas de transversalidad de género representa un<br />
verdadero desafío porque demanda una articulación política e institucional virtuosa.<br />
En primer término, el Estado precisa de capacidades burocráticas afinadas destacándose,<br />
entre otras, las prácticas formalizadas de planificación, la presencia de<br />
personal estable y entrenado, así como instancias de coordinación y articulación<br />
continuas (Rees, 2005). A su vez, es preciso contar con la capacidad de establecer<br />
objetivos estratégicos, construir indicadores y metodologías de seguimiento, e introducir<br />
prácticas flexibles para la contratación de expertas en los diversos <strong>temas</strong><br />
que afectan la desigualdad de género (Beverdige et al., 2000).<br />
Más allá de estos aspectos que atañen a la gestión interna <strong>del</strong> Estado, las políticas<br />
de transversalización de género adquieren un sentido sustantivo solamente<br />
si están acompañadas por redes sociales capaces de nutrir la formulación de las<br />
políticas públicas (Squires, 2005). Por ello, estas políticas demandan modalidades<br />
activas de articulación con la sociedad civil así como la apertura de lazos de decisión<br />
y comunicación propios de redes de organizaciones.<br />
Respecto de las experiencias de transversalización en la región, los denominados<br />
Programas de Mejoramiento de Gestión (PMG) de Chile posiblemente constituyan<br />
el ejemplo más acabado. Estos Programas han permitido al Servicio Nacional<br />
de la Mujer (SERNAM) un verdadero “antes y después” en cuanto a su trabajo de<br />
coordinar con otros organismos la adopción <strong>del</strong> enfoque de género (Alvarez San<br />
Martín, 2007). A pesar de ello, las instancias participativas con los movimientos<br />
de mujeres aún son su punto más débil (Richards, 2002). Con todo, las experiencias<br />
municipales son más frecuentes, destacándose la ciudad de Montevideo (en<br />
Uruguay), y Morón y Rosario en Argentina (Provincia de Buenos Aires y Santa Fe<br />
respectivamente), donde existen espacios de consulta <strong>del</strong>iberativos con las redes<br />
territoriales de mujeres.<br />
Evaporación de la política<br />
Como afirman Moser y Moser (2005), las políticas de transversalización de<br />
género pueden “evaporarse”, entre otros factores, por la escasez de recursos o la<br />
presencia de culturas institucionales adversas a la igualdad y, en particular, por<br />
el tratamiento de la equidad de género como un asunto encapsulado de política.<br />
Esta evaporación es más plausible de ocurrir cuando las maquinarias de género
son vulnerables. En América Latina, los organismos de género no cuentan con<br />
suficiente autoridad jerárquica respecto de los otros segmentos <strong>del</strong> Estado. Adicionalmente,<br />
en ausencia de un equipo técnico entrenado, estable y comprometido<br />
con la tarea, es difícil cumplir con los requisitos de la transversalización.<br />
Por su parte, en la región, el propio proceso de planificación de políticas públicas<br />
está débilmente institucionalizado y poco formalizado, con las excepciones<br />
de Chile y de Brasil (Iacoviello y Zuvanic, 2006; Iacoviello y Rodríguez Gustá,<br />
2006), lo cual atenta contra la naturaleza sistémica de la transversalización.<br />
Deben agregarse, además, fallas en la disponibilidad de información válida, actualizada<br />
y comprehensiva <strong>del</strong> conjunto <strong>del</strong> Estado. Si las organizaciones no recopilan<br />
información asiduamente, y, además, no tienen mecanismos de difusión<br />
entre la ciudadanía, la probabilidad de construir indicadores de género y hacerlos<br />
transparentes para su escrutinio por parte de la sociedad civil es baja, aún cuando<br />
exista compromiso político con la equidad. Además, en vistas de que el análisis<br />
de género en el presupuesto está considerado como un instrumento fundamental<br />
de la transversalización (Rees, 2005), las debilidades en la planificación son un<br />
obstáculo de envergadura para que los gobiernos efectivamente puedan adoptar<br />
esta perspectiva.<br />
La pérdida de sentido<br />
Actualmente, son muchos los gobiernos que manejan un lenguaje de género.<br />
Con todo, existe una amplia brecha entre “las concepciones y comprensiones sobre<br />
el tema que tienen los/as integrantes de las oficinas y las autoridades y funcionarios<br />
<strong>del</strong> resto de los sectores <strong>del</strong> Estado”, a lo que se sumaría “la distancia e<br />
incluso las contradicciones entre los discursos de las autoridades y funcionarios y<br />
sus prácticas institucionales” Guzmán (2001:7).<br />
En varias ocasiones, los términos igualdad de género y transversalización serían<br />
una pantalla de “humo y espejo” (Meyer y Rowan, 1977), al emplearse en forma<br />
ceremonial y ritual y carecer de significado real sobre las actividades <strong>del</strong> Estado.<br />
En particular, el hecho de iniciar acciones orientadas a transformar el comportamiento<br />
de los varones acarrea enormes tensiones, por lo que se los incorpora de<br />
forma mecánica, sin politizar su presencia en las acciones estatales ni cuestionar<br />
cómo, en los hechos, estos actores pueden desarrollar relaciones de poder alternativas<br />
a las establecidas. A efectos de evitar la pérdida de sentido, Rees (2005) destaca<br />
la relevancia <strong>del</strong> compromiso político de quienes deciden y ejecutan políticas<br />
públicas. Ello evitaría que la transversalización de género resulte, eventualmente,<br />
en un significante vaciado de contenido susceptible de ser maleable en diferentes<br />
contextos y, por ende, desvirtuado.<br />
Connell (1990), por su parte, señala que el Estado es, esencialmente, un terreno<br />
de conflictos y de negociación, donde grupos privilegiados de varones podrían<br />
movilizar sus intereses en contra de una mayor igualdad de género. La incorporación<br />
de las temáticas de género en las políticas poco tiene de consensual y lineal<br />
porque afecta intereses diversos –dentro y fuera <strong>del</strong> Estado–. En consecuencia,<br />
la pérdida de sentido podría tratarse de una estrategia que busque evitar una ver-<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
123
dadera transformación. En esta dirección, aún faltaría identificar quiénes serían<br />
los “porteros” (gatekeepers) que promuevan, en términos sustantivos, políticas de<br />
transversalización en pos de una mayor equidad (Connell, 2005).<br />
El riesgo tecnocrático<br />
Al examinar experiencias nacionales europeas, Daly (2005) concluye que existe<br />
un proceso de “embudo” y “selectividad” que desplazaría el compromiso sustantivo<br />
con la transversalización por cierto tecnicismo en la implementación de las<br />
políticas. Así, la transformación de los estándares de género sería reducida a la<br />
generación de estadísticas desagregadas por sexo y a un análisis de impacto de las<br />
acciones de política, distanciado de la realidad cotidiana de los sujetos.<br />
Ello ocurre cuando la transversalización se despliega en el marco de lo que Beverdige<br />
et al. (2000) denominan “burocracias expertas”, conformadas por especialistas<br />
en <strong>temas</strong> de género, más que en instancias “participativas-democráticas” que<br />
involucrarían un rango de organizaciones y mujeres de disímil extracción social.<br />
En definitiva, se trata aquí <strong>del</strong> desplazamiento de una racionalidad sustantiva o<br />
material donde importa la equidad y los principios de justicia por otra racionalidad<br />
formal en la que prima el cumplimiento de la norma como principio de acción<br />
abstracto (López Novo, 1994).<br />
El riesgo de la captura<br />
Como fue mencionado, las políticas de transversalización de género requieren<br />
de un espacio público con ideas y participantes diversos, y además, con continuidad<br />
temporal. En la práctica, no obstante, existen importantes impedimentos que<br />
atentan contra su conformación. Como lo resume Guzmán (2001):<br />
“(...) no todos los sujetos que participan en este proceso cuentan con los mismos<br />
recursos, ni tienen las mismas oportunidades para acceder a los espacios<br />
donde se debaten las agendas. Tampoco los distintos espacios están abiertos de<br />
manera similar a los diversos tipos de problemas... En efecto, los espacios públicos<br />
erigen barreras a la incorporación de algunos <strong>temas</strong> y sujetos sociales.<br />
Desde su interior se ejercen presiones para excluir a los actores más débiles o<br />
divergentes y los criterios de prioridad hegemónicos llevan a considerar algunos<br />
problemas en menoscabo de otros” (12; énfasis propio).<br />
A propósito, las redes de mujeres no constituyen un todo homogéneo y ello se<br />
refleja, por ejemplo, en las divergencias entre grupos de mujeres de base y ONGs.<br />
En particular, Álvarez (1999) señala la tensión existente entre las ONGs profesionales,<br />
expertas en <strong>temas</strong> de género y consultoras <strong>del</strong> Estado, con trabajo técnico<br />
de tiempo completo, por un lado, y las organizaciones “de base” de mujeres, inorgánicas,<br />
fluctuantes y dependientes de otras actividades para su supervivencia.<br />
La creciente labor puramente técnica de las ONGs afectaría, de acuerdo con esta<br />
autora, el desarrollo de un trabajo conjunto con mujeres populares en territorios<br />
vulnerables, y así impediría que la visión de estas últimas sea conocida, represen-
tada e incorporada al momento de diseñar políticas.<br />
Además, existen importantes asimetrías en las oportunidades de acceso al espacio<br />
público (Craske, 2000). En efecto, varias ONGs reciben, para su subsistencia,<br />
financiamiento oficial. Desde el ángulo de la representación de las ideas, existe el<br />
riesgo de que sean convocadas las ONGs que están en sintonía con el discurso<br />
dominante. Asimismo, ciertas ONGs son más aptas para captar fondos y conseguir<br />
financiamiento internacional, por lo que saben “empaquetar” sus proyectos y, por<br />
ende, instalar sus ideas, mientras otras no cuentan con estas ventajas.<br />
A partir de estas observaciones, es posible que un segmento de mujeres organizadas<br />
presente mayores habilidades para dialogar con el Estado y plasmar sus intereses<br />
en la definición de los problemas de política. La representación en nombre<br />
de otros grupos resulta más complicada de garantizar, habida cuenta de la actual<br />
variedad de feminismos (Vargas, 2001). Estas cuestiones invitan a reflexionar si la<br />
variedad de voces e intereses de las organizaciones de mujeres está representada y<br />
si, aún las temáticas de género, no podrían ser definidas sólo desde la perspectiva<br />
de algunos grupos específicos con ciertas ventajas estructurales.<br />
IV. Conclusiones<br />
El recorrido realizado sugiere que las medidas orientadas a promover la equidad<br />
de género requieren múltiples factores, como lo son un mayor número de mujeres<br />
en las jerarquías institucionales, organizaciones de mujeres activas y con liderazgo<br />
en el plano de las ideas, y funcionarios y funcionarias con conocimiento en<br />
<strong>temas</strong> de género capaces de plasmarlo en políticas. Además, la interlocución con<br />
las organizaciones de mujeres presupone modalidades ampliadas de articulación<br />
entre el Estado y la sociedad civil. En esta dirección, si bien el menú de políticas<br />
con sensibilidad de género parece diverso, ninguna política tomada aisladamente<br />
produce resultados óptimos.<br />
En tal sentido, cabe la pregunta: ¿qué aspectos de cada una de estas políticas<br />
podrían combinarse en una plataforma de política más potente? La respuesta no es<br />
unívoca. En efecto, por un lado, las políticas para la mujer son las más problemáticas<br />
desde el punto de vista de la justicia de género, por lo cual es difícil extraer<br />
conclusiones que rescaten aspectos selectivos más allá de valorar su aporte histórico<br />
por haber reconocido que las mujeres tienen necesidades especificas. Pero,<br />
como hemos visto, las políticas con perspectiva de género son las que realmente<br />
imprimen un sentido más amplio a la noción de necesidad.<br />
Por otro lado, las políticas con perspectiva de género y las acciones afirmativas<br />
podrían ser instrumentos de la transversalización, cuyo valor reside precisamente<br />
en su planteo sistémico acerca de la totalidad de las acciones <strong>del</strong> Estado. En efecto,<br />
cuestiones como el acceso de un mayor número de mujeres a las jerarquías<br />
político-institucionales, la presencia de maquinarias de género adecuadamente financiadas,<br />
la disponibilidad de información desagregada por sexo, la construcción<br />
de ámbitos de consulta y la articulación con las organizaciones de mujeres, son<br />
requisitos esenciales para que las políticas de transversalización sean exitosas.<br />
Finalmente, la formulación de los problemas de políticas, los diseños de obje-<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
125
tivos e instrumentos así como la dinámica de la ejecución, han sido territorios no<br />
siempre en armonía entre el Estado y sus expertas, los movimientos feministas,<br />
los grupos de mujeres y los organismos de financiamiento internacional. Los mecanismos<br />
institucionales de género no han estado exentos de críticas, entre otras<br />
razones, por desmovilizar los movimientos de mujeres e incluso desvirtuar los<br />
proyectos más radicales de transformación social.<br />
A pesar de ello, como lo demuestra Franceschet (2003:14), a propósito <strong>del</strong> SER-<br />
NAM en Chile, estas maquinarias difunden discursos de género, en particular, “un<br />
discurso de derechos de las mujeres e iniciativas de política” a partir de los cuales<br />
las organizaciones de mujeres pueden movilizarse e interpelar al propio Estado.<br />
Análogamente, las divergencias entre redes feministas locales y globales y las<br />
expertas gubernamentales (e internacionales) no han impedido la conformación de<br />
redes temáticas (issue networks) que han traído avances cruciales para la región en<br />
términos de derechos de mujeres (Craske, 2000; Gray, 2004; Guzmán, 2003).<br />
En síntesis, las políticas con sensibilidad de género requieren, simultáneamente,<br />
de Estados capaces así como de una sociedad civil más diversa y organizada. Los<br />
intereses y las preferencias de las mujeres no son cuestiones fijas a priori, sino<br />
que emergen de procesos políticos dinámicos. En el mismo sentido, las políticas<br />
no son acciones estáticas, sino que sus efectos pueden ser disímiles a los originalmente<br />
previstos por lo cual el doble monitoreo <strong>del</strong> Estado y de los movimientos de<br />
mujeres es un imperativo normativo así como un requisito de gestión.<br />
Referencias<br />
1. Agradezco los sugerentes comentarios de Mariana Caminotti, Valeria Llobert y Andrea Voria a<br />
versiones anteriores de este trabajo. Las opiniones aquí vertidas son de exclusiva responsabilidad de<br />
la autora.<br />
2. Una compleja excepción a ello es la acción positiva <strong>del</strong> programa Progresa/Oportunidades, donde<br />
las madres reciben un monto adicional monetario para garantizar la educación de las niñas (Molyneux,<br />
2006).<br />
3. En Europa occidental, estas políticas se han traducido, primordialmente, en temáticas relativas a la<br />
regulación sobre el empleo (Walby, 2005).<br />
4. WID significa Women in Development y GAD Gender and Development (Para la evolución<br />
conceptual y terminológica, véase Rathgeber, 1989).<br />
5. Existe un abundante cuerpo de literatura que caracteriza este tipo de política. Por ejemplo, véase<br />
Astelarra (2004), Incháustegui Romero (1999), Di Marco (2005) y Pascall y Lewis (2004) (por su<br />
aplicación en Europa).<br />
6. Para clarificar con otro ejemplo tómese el tratamiento de la violencia doméstica. Las políticas hacia<br />
las mujeres enfatizan la necesidad de su pronta denuncia así como la obligatoriedad <strong>del</strong> Estado en<br />
ofrecer refugios adecuados. En una perspectiva de género, las políticas compartirían estas acciones pero,<br />
esencialmente, cuestionarían el problema como una violación a los derechos humanos (de acuerdo con<br />
la Conferencia de Viena de 1993), sugiriendo, además, otras intervenciones en un organización familiar<br />
que genera violencia y acentuando las prácticas de prevención (Bustelo y Lombardo, 2004).<br />
7. Las políticas de igual trabajo por igual valor (comparable worth) implican, en contextos altamente<br />
segregados por género, el valorar las tareas que realizan los cargos ocupados, mayoritariamente, por las<br />
mujeres, al: a) tornar visibles el conjunto de acciones ejecutadas, b) de-construir la diferencia trabajo<br />
secretarial versus trabajo gerencial, y c) hacer posible la movilidad entre puestos feminizados hacia<br />
puestos jerárquicos (usualmente ocupados por varones). La estrategia de igual trabajo por igual valor<br />
conlleva a una profunda revisión de las descripciones de puestos (Acker, 1989).
8. Cabe señalar que este lenguaje sobre cómo debería ser la arquitectura de instrumentación de<br />
las políticas sociales, forjado por el Banco Mundial, paradójicamente, parecería converger con los<br />
principios básicos de la Plataforma de Acción de Beijing: énfasis en las mujeres jefas de hogar, aumento<br />
de la participación de las mujeres en los procesos de decisión comunal, y extensión de créditos y<br />
subsidios para las mujeres.<br />
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Recibido: 18/05/08. Aceptado: 26/06/08<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
12
Familia, sexualidad y género en los años 60. Pensar los cambios desde la<br />
Argentina: desafíos y problemas de investigación*<br />
Isabella Cosse<br />
Isabella Cosse es Licenciada en Historia por la<br />
Universidad de la República (Uruguay), �agíster<br />
en Ciencias Históricas y Doctora en Historia por la<br />
Universidad de San Andrés.<br />
�ail: icosse@mail.retina.ar.<br />
resumen<br />
La comprensión de los cambios en las costumbres,<br />
los mo<strong>del</strong>os familiares y la moral<br />
sexual requiere pensar estrategias y enfoques<br />
de investigación que discutan los antecedentes<br />
para Estados Unidos y Europa en función de las<br />
especificidades <strong>del</strong> caso argentino y que, de ese<br />
modo, contribuyan a entender las peculiaridades<br />
<strong>del</strong> proceso de cambio en estas latitudes y aporten<br />
a una perspectiva latinoamericana.<br />
Con esa intención, este artículo analiza dos<br />
problemas. En primer término, se plantea que las<br />
interpretaciones sobre el proceso argentino han<br />
estado marcadas por una comparación implícita<br />
o explícita con el proceso en Estados Unidos y<br />
Europa, discutiéndose los efectos de esta perspectiva.<br />
En segundo lugar se analiza la importancia<br />
<strong>del</strong> peso de los actores tradicionalistas y<br />
el carácter moderado de la ruptura en la moral<br />
sexual en la Argentina de los años 60.<br />
El examen de estos problemas pone de relieve<br />
los rasgos peculiares y distintivos de las transformaciones<br />
en la Argentina y, de este modo,<br />
ofrece un insumo para avanzar en la formulación<br />
de marcos interpretativos para comprender<br />
los cambios que en los últimos treinta años han<br />
modificado radicalmente las formas de vivir en<br />
familia.<br />
palabras claves<br />
historia / Argentina / años sesenta / familia /<br />
revolución sexual<br />
summary<br />
The analysis of the changes in the customs,<br />
the family mo<strong>del</strong>s and the sexual morality in<br />
the Argentina of the 60s needs to think research<br />
strategies and approaches to discuss the interpretations<br />
for the United States and European<br />
countries depending on the specificities of the<br />
Argentine case. This position helps to understand<br />
the peculiarities of the process of change<br />
in these latitudes and to find a Latin American<br />
perspective.<br />
With this goal, this article analyse two problems.<br />
First, I explain that Argentine process has<br />
been marked by an implicit or explicit comparison<br />
with the process in The United States and<br />
Europe and I discuss the effects of this perspective.<br />
Secondly, I analysis the importance of the<br />
traditionalist actors and I describe the moderate<br />
character of the break in the sexual morality in<br />
the Argentina of the 60s.<br />
This examination shows the peculiar and distinctive<br />
features of the changes in the Argentina.<br />
Thus, it offers an input to advance in the formulation<br />
of interpretive frames to understand the<br />
changes that in the last thirty years have modified<br />
radically the ways of living in family.<br />
keywords<br />
history / Argentina / the sixties / family / sex<br />
revolution<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
131
1. Introducción<br />
A escala mundial los años 60 inauguraron transformaciones en los más variados<br />
planos de la vida de las personas que tuvieron especial significación en el de las<br />
formas de organizar la vida cotidiana, los mo<strong>del</strong>os familiares y los criterios relativos<br />
a la moral sexual. De acuerdo con los antecedentes de investigación, en países<br />
como Estados Unidos, Inglaterra y Francia las uniones consensuales aparecieron<br />
como una alternativa al matrimonio y el divorcio perdió su condición vergonzante;<br />
las relaciones familiares fueron concebidas desde nuevos parámetros, entre los<br />
cuales cada vez tuvo mayor peso la libertad personal y la autenticidad, y emergió<br />
un nuevo paradigma de crianza de los hijos: progresista, centrado en los niños y<br />
contrario a la disciplina; las mujeres reclamaron condiciones de igualdad, la crisis<br />
de la ética <strong>del</strong> hombre proveedor dio lugar la reformulación de la identidad masculina<br />
y la sexualidad se desligó de la unión conyugal (Rothman, 1984:308-330;<br />
Ehrenreich et al., 1987; Gordon, 1990; Singly y Cicchelli, 2004:417-464; Segalen,<br />
1992).<br />
Sin embargo, la significación de estos cambios ha sido discutida. Los propios<br />
estudios para Estados Unidos y Europa han cuestionado sus alcances, desde diferentes<br />
puntos de mira. Por un lado, desde lecturas sociológicas o demográficas,<br />
se considera que los controles sexuales más que relajarse se redefinieron, que el<br />
matrimonio siguió siendo una opción mayoritaria, que la cohabitación se convirtió<br />
en una fase de prueba hacia el matrimonio, que la pauta de unión estable persistió<br />
como marco ideal de la procreación y que, finalmente, las parejas homosexuales<br />
terminaron por reivindicar la estabilidad <strong>del</strong> vínculo y los derechos a formar una<br />
familia legítima (Bozon, 2002:45; de Singly y Cicchelli, 2004:427-451; Roudinesco,<br />
2003:195).<br />
Por otro lado, desde ciertas posturas feministas de tenor militante, se plantea que<br />
las transformaciones pasaron por el surgimiento de un mercado <strong>del</strong> sexo que reforzó<br />
la dominación y la marginación de las mujeres, quienes siguieron cargando con<br />
las tareas domésticas (referencias a tales posturas en Ehrenreich et al., 1987:3-4 y<br />
Cook, 2004:1-3). Ciertamente, las expectativas albergadas por los activistas de la<br />
liberación sexual de los años 60 quedaron limitadas. La revolución sexual no cambió<br />
drásticamente las relaciones de poder en el capitalismo, ni surgió una sociedad<br />
reconfigurada sobre nuevos principios políticos, derivados de una nueva moral<br />
sexual, como planteaba el optimismo de Wilheim Reich (1992, 1ª edición 1945) y<br />
de Hebert Marcuse (1968, 1ª edición 1953). Tampoco desaparecieron la iniquidad<br />
en las relaciones de pareja y la discriminación a las mujeres y a los homosexuales.<br />
Finalmente, en el plano de las políticas públicas en Europa y Estados Unidos la<br />
ola liberal y progresiva de los años 60 y de los tempranos 70 fue seguida de una<br />
etapa de reacción y conservadurismo en los años 80 (Weeks, 1992:3-6 y 294-312<br />
y D`Emilio y Freedman, 1988:301-330).<br />
De todas formas, estas críticas no impiden resaltar que el clima de los tardíos<br />
años 60 y tempranos 70 resulta diferente al dominante después <strong>del</strong> fin de la segunda<br />
guerra mundial, cuando resurgió un impulso familiarista que atacó la permisividad<br />
sexual de las décadas previas, expresado en el aumento <strong>del</strong> promedio de hijos
por mujer, la reducción de la edad <strong>del</strong> casamiento y la disminución de las tasas<br />
de divorcio. Como han mostrado diferentes estudios, los jóvenes de la posguerra<br />
apostaron a la felicidad dada por los moldes de la división de género por la cual la<br />
mujer debía realizarse a través de su dedicación al marido, los hijos y el hogar, y el<br />
varón hacerlo mediante la capacidad de mantenerlos a través de su trabajo fuera<br />
<strong>del</strong> hogar, mandatos considerados una medida de su éxito y promesa de seguridad,<br />
contención y bienestar (Tyler, 1988:301-330). En este panorama, los jóvenes de<br />
los años 60 introdujeron un cambio radical en este clima de posguerra.<br />
De todas formas, los resultados de investigación exigen considerar que el impacto<br />
de las transformaciones de los años 60 aparece en toda su envergadura poniéndola<br />
en relación con el horizonte de 1980, momento en el cual los mo<strong>del</strong>os<br />
y las convenciones inaugurados en los años 60 y 70 se consolidaron en nuevas<br />
pautas de comportamiento expresadas en tendencias demográficas definidas. Así,<br />
en Europa entre 1960 y 1980 la proporción de matrimonios se redujo entre el 30 y<br />
el 40% y el divorcio aumentó entre 25 y 35%; en Francia el número de divorcios<br />
se duplicó entre 1960 y 1976 y se triplicó hacia 1985; la cohabitación aumentó un<br />
50% entre 1960 y 1970, haciendo que a mediados de esta década el 9,7% de los jóvenes<br />
de 18 a 29 años estuvieran cohabitando y que el 44% de las parejas casadas<br />
entre 18 y 30 años hubieran convivido antes <strong>del</strong> matrimonio (Segalen, 1992:133-<br />
139 y 198; Engelen, 2004:384-387). En Estados Unidos, el divorcio pasó de 2,2<br />
en 1960 a 4% en 1970 y a 5,2 en 1980; entre 1960 y 1980 el matrimonio declinó<br />
en un 25%, aumentó la cohabitación previa al matrimonio que se ubicaba en el 3%<br />
en 1960 al 11% en 1970 y al 50% en 1980; los nacimientos extramatrimoniales en<br />
la población blanca pasaron <strong>del</strong> 2,3% en 1960 al 5,7% en 1970 y al 11% en 1980<br />
y en la población negra pasaron <strong>del</strong> 21,6% al 37,6% y al 55,2% para las mismas<br />
fechas (Varenne, 1988:435 y 443; Sassler y Goldscheider, 2004:140).<br />
Estos parámetros indican que entre 1960 y 1980 se produjo una transformación<br />
amplia de la familia y la sexualidad. Tales cambios mostraban que en países como<br />
Estados Unidos y Francia los cimientos de un mo<strong>del</strong>o familiar, de largo predominio<br />
en Occidente, comenzó a derrumbarse en los años 60 y 70, etapa en la cual se<br />
produjo una ruptura en el plano cultural. El mo<strong>del</strong>o impugnado estaba definido por<br />
la entronización <strong>del</strong> matrimonio como espacio legítimo <strong>del</strong> amor, la sexualidad y<br />
la reproducción, la asunción de un doble patrón moral (que valorizaba la virginidad<br />
de las jóvenes solteras y la experimentación sexual de los varones); mandatos<br />
articulados con la teoría de las dos esferas separadas, de lo público y lo privado,<br />
confinando a las mujeres al dominio de la vida doméstica, al cuidados de los hijos<br />
y dotando al varón de la capacidad de acción en el ámbito exterior. Dicho mo<strong>del</strong>o,<br />
aquí denominado de la domesticidad, había surgido de un largo proceso originado<br />
por la “revolución sentimental” de los siglos XVII y XVIII con la cual se habría<br />
producido la reclusión de la familia en el espacio <strong>del</strong> hogar, convertido en privado,<br />
el estrechamiento de los vínculos familiares, el surgimiento de la noción de amor<br />
conyugal y un nuevo vínculo entre padres e hijos (Ariès, 1987; Shorter, 1977;<br />
Stone, 1990; Rothman, 1984:91-158; Maynes, 2003; Pateman, 1995). De allí que<br />
la ruptura de los años 60 y 70 haya significado el inicio de una transformación<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
133
profunda de las bases de la división de género, de la organización familiar y de la<br />
moral sexual que cuestionó el sentido común que había dominado durante siglos<br />
en las sociedades occidentales.<br />
Claro está que, como han mostrado numerosos estudios, la realidad de la vida<br />
familiar con frecuencia escapaba a los mandatos de la domesticidad pero lo cierto<br />
es que las columnas vertebrales de este mo<strong>del</strong>o se habían reinstalado en la posguerra<br />
y regían las convenciones para el comportamiento de varones y mujeres a<br />
principios de los años sesenta cuando los cambios en las costumbres, los estilos<br />
de vida y las modas se transformaron en una forma de rebeldía de los jóvenes y<br />
cuando las bases de este mo<strong>del</strong>o sufrieron un severo embate (Tyler, 1988; Gordon,<br />
1990:356-362; Kimmel, 1996:384-387).<br />
En resumen, según las investigaciones para los Estados Unidos, Francia e Inglaterra<br />
los años 60 y 70 significaron paradigmáticamente cambios de orden cultural<br />
que recién se expresaron en las tendencias demográficas en las décadas siguientes.<br />
Esto no significa desconocer la importancia de las rupturas producidas durante<br />
este período sino entender la época como una especie de “bisagra” entre el mo<strong>del</strong>o<br />
de la domesticidad y la apertura a la aceptación de una diversidad de prácticas<br />
familiares, con la aceptación de la jefatura femenina de los hogares, las uniones<br />
consensuales, de la cohabitación a prueba y <strong>del</strong> divorcio, y la aparición de nuevos<br />
ideales de género y estilos de relación, con la valoración de la realización profesional<br />
de la mujer; el rechazo de la doble moral sexual y la legitimación de la<br />
búsqueda de la satisfacción sexual, incluso fuera <strong>del</strong> matrimonio.<br />
2. Pensar el proceso de cambio desde la Argentina<br />
Suele suponerse que estos cambios tuvieron alcance mundial. Los escasos estudios<br />
sobre esta problemática en América Latina exigen considerar que el surgimiento<br />
<strong>del</strong> mo<strong>del</strong>o de la domesticidad estuvo atravesado por los rasgos característicos<br />
de las sociedades latinoamericanas, en las cuales las diferencias sociales,<br />
culturales y étnicas potenciaron la diversidad de formas de organización familiar<br />
y reforzaron el papel jugado por el Estado y las elites políticas e intelectuales en<br />
dicho proceso (entre otros, Gonzalbo Aizpuru y Rabell Romero, 1996; Samara,<br />
2001; Barrán, 1990). Estos factores, a los que se sumaron los relacionados con<br />
las peculiaridades de la modernización latinoamericana y el peso de la Iglesia<br />
católica, hicieron que el mo<strong>del</strong>o de domesticidad se articulara con otros modos de<br />
organización familiar.<br />
Para la Argentina, también se ha resaltado esta diversidad de formas de organizaciones<br />
familiares (Barrancos, 2001:553-601). Como han descubierto numerosas<br />
investigaciones para la época colonial y el siglo XIX, la diversidad de comportamientos<br />
familiares se expresó en pautas culturales que suponían liberalidad en los<br />
comportamientos sexuales, la aceptación de las uniones consensuales y la escasa<br />
segregación de los hijos naturales, vigentes en contextos sociales y culturales muy<br />
diferentes, como eran las dinámicas familiares de la pampa húmeda, las poblaciones<br />
indígenas y los sectores populares urbanos (Cicerchia, 1994:49-72; Mateo,<br />
1996; Moreno, 2004a:97-117 y 2004b:133-170). En el siglo XX, estos patrones
siguieron siendo importantes, como reflejan tasas de nacimientos ilegítimos. En<br />
1950 la tasa de nacimientos ilegítimos en el total <strong>del</strong> país se ubicaba en el 27,8%;<br />
la proporción menor, que correspondía a la Capital, se situaba en 11,2%, seguida<br />
por la provincia de Buenos Aires, <strong>16</strong>,9%, porcentajes que se elevaban en provincias<br />
como Jujuy (46%), Salta (45,1%) y Corrientes (53%), donde existían tasas<br />
más altas de natalidad y menor número de inmigrantes transatlánticos (IV Censo,<br />
ca.1950:LXXV). Hernán Otero (2004:92-102) propone que la conexión de la<br />
alta fecundidad con la ilegitimidad y las uniones de hecho más que entenderse,<br />
siguiendo las interpretaciones europeas, como el resultado de comportamientos<br />
laicos, opuestos a la influencia católica, debe explicarse por la presencia <strong>del</strong> Estado<br />
nacional, el avance de la integración normativa y la persistencia de tradiciones<br />
culturales antiguas. De hecho, estos comportamientos demográficos en la Capital<br />
quedaron asociados a los patrones de los sectores populares, los cuales fueron<br />
resignificados por la consolidación <strong>del</strong> mo<strong>del</strong>o de domesticidad, con el cual las<br />
estigmatizaciones a quienes vivían fuera <strong>del</strong> mismo adquirieron creciente visibilidad,<br />
contribuyendo a <strong>del</strong>inear, por contraposición, el sentido de la normatividad<br />
social (Cosse, 2006).<br />
En este contexto, existe acuerdo, aunque no se ha estudiado con profundidad,<br />
en que el mo<strong>del</strong>o de domesticidad decantó de un proceso en el que confluyeron,<br />
no sin contradicciones, las propias políticas estatales, la religión, las regulaciones,<br />
las ideas de las elites y el discurso médico, que engarzaron con una tendencia a<br />
la organización doméstica nuclear y con las aspiraciones de respetabilidad de los<br />
sectores medios urbanos. Es consensual suponer que la movilidad social jugó un<br />
papel decisivo en la conexión entre el mo<strong>del</strong>o de la domesticidad y los sectores<br />
medios. En ese sentido, el cumplimiento de los mandatos de la domesticidad habría<br />
dotado de respetabilidad a las familias y, a la vez, habría funcionado como<br />
mecanismo y requisito para la movilidad social. Es decir, tener una familia doméstica<br />
(nuclear, conyugal, con separación de roles, y con pocos hijos) dotaba de prestigio<br />
a los nuevos sectores urbanos, diferenciándolos de los sectores populares, y<br />
exigía estrategias que, además, contribuían, a mejorar la condición social, como la<br />
reducción <strong>del</strong> número de hijos (Míguez, 1999:21-45; Nari, 2004:55-71). A esto se<br />
suma el hecho de que este mo<strong>del</strong>o rígido y compartimentado introducía un ancla<br />
firme de expectativas y valores en un mundo urbano, muchas veces nuevo, para<br />
esa sociedad de inmigrantes que era la Argentina, en plena transformación.<br />
De tal forma que existe cierto consenso en suponer que el mo<strong>del</strong>o de la domesticidad<br />
predominó entre los sectores medios urbanos, fundamentalmente en Buenos<br />
Aires, y alcanzó un punto de cristalización hacia los años 30 y 40. Esto significa<br />
que para ese momento este mo<strong>del</strong>o no sólo se había erigido como norma social<br />
sino también que existía cierta concordancia entre ésta y las conductas de los sectores<br />
medios, en forma diferente a lo que sucedía entre los sectores populares. Para<br />
éstos la consolidación <strong>del</strong> estándar de la domesticidad en el marco <strong>del</strong> proceso de<br />
integración normativa parecería haber potenciado la conciencia de la minusvalía<br />
de derechos.<br />
Es decir, los cuestionamientos de los años 60 y los tempranos 70 al mo<strong>del</strong>o fa-<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
135
miliar supusieron una ruptura con los estándares que tenían especial fuerza entre<br />
los estratos medios. Lo interesante resulta que dichas transformaciones habrían<br />
estado protagonizadas por los jóvenes provenientes de familias identificadas con<br />
estos sectores, por lo cual, el cambio implicó un cuestionamiento generacional con<br />
los moldes vigentes en los hogares de origen. En ese sentido, debe considerarse<br />
que según los antecedentes, existieron importantes diferencias entre las culturas<br />
juveniles, diferenciándose un polo politizado/intelectual y otro contracultural, que<br />
estuvieron, de distinto modo, a la vanguardia de las transformaciones y tuvieron<br />
impacto disímil en las distintas realidades sociales <strong>del</strong> continente.<br />
Para el caso mexicano, Eric Zolov (1999) sostiene que la cultura <strong>del</strong> rock fue<br />
un agente modernizador, que quebró la “familia revolucionaria” <strong>del</strong> Partido de<br />
la Revolución Institucional y, al mismo tiempo, cuestionó los valores familiares<br />
instituidos creando conflictos intergeneracionales que significaron el repudio al<br />
autoritarismo y el impulso de la liberación <strong>del</strong> cuerpo, la aceleración <strong>del</strong> consumo<br />
y la distensión de las relaciones entre varones y mujeres. Esta cultura <strong>del</strong> rock interceptó<br />
a la revuelta estudiantil de 1968 que, a pesar <strong>del</strong> carácter heroico y masculino<br />
de la memoria surgida después de Tlatelolco, significó transformaciones en la<br />
dimensión subjetiva y de la vida cotidiana que remo<strong>del</strong>aron los ritos de iniciación<br />
sexual, las relaciones entre varones y mujeres, los roles de género y lazos de los<br />
jóvenes con la familia.<br />
Dado que estos movimientos afectaron mayormente a segmentos juveniles de<br />
las clases medias y altas durante los años 60 y los tempranos 70, los cambios no<br />
reflejaron a escala de los comportamientos demográficos de la población mexicana<br />
que, como sucedió con la transición de la fecundidad recién se inició en México<br />
entre 1965 y 1968 y estuvo unida a las políticas oficiales de anticoncepción o<br />
que, como la tendencia al descenso en las uniones consensuales, manifestaron una<br />
tendencia inversa a los países centrales en conexión con la importancia de la divergencia<br />
histórica entre los mo<strong>del</strong>os instituidos y las prácticas familiares, dentro<br />
de las cuales el concubinato está unido con la existencia de condiciones sociales<br />
desfavorables en vez <strong>del</strong> avance de nuevos patrones de relación entre los segmentos<br />
medios (Quilodrán, 2001:239-260; para el caso brasilero, Pedro, 2003:239-<br />
260). En pocas palabras, los cambios culturales protagonizados por los jóvenes<br />
mexicanos en los años 60 no se habrían expresado en patrones demográficos hasta<br />
décadas posteriores.<br />
El panorama en Argentina presenta tres diferencias sustanciales con el caso<br />
mexicano que deben ser consideradas para entender las peculiaridades locales.<br />
En primer término, debe recordarse que el país, al igual que el Uruguay, tuvo una<br />
temprana y rápida transición demográfica, iniciada a partir de las últimas décadas<br />
<strong>del</strong> siglo XIX, en la cual descendieron simultáneamente las tasas de mortalidad y<br />
natalidad. La tasa bruta de natalidad comenzó el descenso hacia 1890, cuando se<br />
ubicaba en el orden <strong>del</strong> 49,1‰, es decir, en los niveles de reproducción biológica<br />
sin que interviniese la limitación de los nacimientos, tasa que pasó a 36,5‰ en<br />
1914 y que se ubicó en 26,3‰ para 1947 (Pantelides, 1981). En la Capital este<br />
proceso fue más acelerado: partiendo de un nivel similar, la ciudad de Buenos
Aires alcanzó en 1914 el 27,6‰ y en 1936 llegó a su nivel más bajo, 13,6‰ (Nari,<br />
1996:182-183). En términos de la tasa global de fecundidad en el total <strong>del</strong> país la<br />
transición ya había comenzado en 1914 cuando el número promedio de hijos por<br />
mujer para el total <strong>del</strong> país se ubicaba en 5,3, proporción que descendió a 3,2 en<br />
1947, momento en el cual los índices prácticamente se estabilizaron. En Buenos<br />
Aires, la fecundidad habría pasado de un promedio de 4,8 hijos por mujer en 1887<br />
a 3,4 en 1909 y 1,3 en 1936, su momento más bajo a partir <strong>del</strong> cual comenzó a<br />
crecer hasta 1975, cuando se ubicó en 2,48 (Pantelides, 1981). En forma simultánea<br />
con la transición demográfica, se mantenía la importancia de los patrones<br />
familiares que suponían liberalidad en los comportamientos sexuales que, como<br />
se ha planteado anteriormente, adquirieron una nueva significación ante el carácter<br />
homogéneo y excluyente <strong>del</strong> nuevo mo<strong>del</strong>o que definía la normatividad social<br />
(Cosse, 2006).<br />
En segundo lugar, a diferencia de otros países de la región, esta transición no<br />
sólo se caracterizó por ser temprana sino, también, por no haber sido el resultado<br />
directo de las políticas estatales de población aunque no pueda dilucidarse el efecto<br />
indirecto de la acción <strong>del</strong> Estado en otras esferas, como en la escolarización y<br />
en la integración normativa, dimensiones que, como ha analizado Hernán Otero<br />
(2004) son variables correlacionadas con el descenso de la natalidad. De todos<br />
modos, a diferencia de los casos mexicano y brasileño, en Argentina la transición<br />
demográfica fue un fenómeno relacionado con los cambios sociales producidos<br />
por la inmigración, el desarrollo económico y la conformación de los sectores<br />
medios en las primeras décadas <strong>del</strong> siglo XX. En ese sentido, el descenso <strong>del</strong><br />
número de hijos debe inscribirse en el surgimiento <strong>del</strong> mo<strong>del</strong>o de familia de la<br />
domesticidad en articulación con las aspiraciones de respetabilidad de los sectores<br />
medios urbanos, pudiéndoselo concebir con una racionalidad que explica los comportamientos<br />
de las parejas (Míguez, 1999:21-45).<br />
En tercer lugar, en este panorama de largo plazo, en la Argentina es posible<br />
detectar ciertas inflexiones en los patrones demográficos a partir de los años 60 en<br />
una dirección similar a los de otras latitudes: pequeñas variaciones entre 1960 y<br />
1970 que adquieren envergadura en 1980. Así, los divorcios, que no eran vinculares<br />
al haber quedado suspendida con la deposición <strong>del</strong> peronismo la ley que lo<br />
había aprobado en 1954, pasaron de representar el 0,6% en 1960 a 1,6% en 1970<br />
y 2,1% <strong>del</strong> total de la población en el conjunto <strong>del</strong> país, proporción que se consideraba<br />
poco representativa de la escala real <strong>del</strong> fenómeno (Censo 1960 2: Cuadro<br />
6: <strong>16</strong>; Censo 1960 1: Cuadro 7: 88); las uniones consensuales pasaron <strong>del</strong> 7% en<br />
1960, al 9,5% en 1970 y al 11,5% en 1980, alcanzando el 18% en 1990; la natalidad<br />
extramatrimonial pasó <strong>del</strong> 24% de los nacimientos en 1960 al 30% en 1980,<br />
careciéndose de esta información para 1970 (Torrado, 2003:268-272). También la<br />
población femenina económicamente activa creció <strong>del</strong> 21,5% en 1960, al 25,3%<br />
en 1970 y al 27,5% en 1980, lo cual resulta significativo dado que representa algo<br />
más <strong>del</strong> doble en relación al total y que la aceleración fue especialmente notable<br />
en las edades centrales, en las cuales se supone que las mujeres cambian de estado<br />
civil y tienen su primer hijo (Rechini de Lattes, 1980:13-23, 47 y 101). No obs-<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
137
tante, al mismo tiempo, la nupcialidad tuvo un pico de aumento a principios de<br />
los años 70, momento para el cual se discute si existió una pauta similar en cuanto<br />
al número de hijos por mujer (Pantelides, 1981). Es decir, estos indicadores demográficos<br />
resultan significativos pero adquirieron toda su magnitud en los años<br />
80, subrayándose el componente cultural de las transformaciones de la década <strong>del</strong><br />
sesenta y de los tempranos setenta.<br />
Pero las investigaciones para Argentina sobre las dimensiones culturales también<br />
resaltan el carácter ambiguo y moderado <strong>del</strong> proceso de cambio. Encuentran<br />
que en esta época comenzó a hablarse más libremente sobre la sexualidad, se<br />
aceptaron las relaciones prematrimoniales, produciéndose un debilitamiento de<br />
los prejuicios de la doble moral de género, mediante el rechazo, por ejemplo, de la<br />
asociación entre la decencia y la virginidad femenina. A pesar de ello, los mismos<br />
análisis advierten la timidez de estas transformaciones: los actores contraculturales<br />
fueron débiles, no se desafió la condición maternal de las mujeres, las expresiones<br />
de permisividad sexual fueron limitadas y no existió fuerte protagonismo de<br />
los movimientos feministas o de las minorías sexuales (Feijoó y Nari, 1996:7-27;<br />
Plotkin, 2003:150-<strong>16</strong>1; Cosse, 2006: 131-153; Barrancos, 2007:209-264).<br />
Estas conclusiones muestran que la comprensión de las continuidades y rupturas<br />
a escala de los valores, actitudes y convenciones en los años 60 constituye<br />
un desafío complejo. Las páginas siguientes tienen por objeto explorar ciertos<br />
presupuestos interpretativos que colaboren a sortear las dificultades que presenta<br />
el estudio de estos fenómenos y lograr entender, no sólo la envergadura de los<br />
cambios, sino los significados que tuvieron para los hombres y las mujeres que los<br />
vivieron y protagonizaron. En otras palabras, no se busca a continuación discutir<br />
el carácter moderado de las transformaciones de los años 60 y de los tempranos 70<br />
en la Argentina sino pensar marcos de análisis para su comprensión.<br />
3. La escala de la comparación<br />
Las conclusiones sobre la moderación <strong>del</strong> proceso argentino se realizan basándose<br />
en una comparación, implícita o explícita, con los estándares de la revolución<br />
sexual en otras latitudes, que conduce a una evaluación <strong>del</strong> proceso argentino<br />
según su mayor cercanía o lejanía respecto a dichos parámetros. Estas interpretaciones,<br />
al convertir los procesos de los países desarrollados en el estándar de medición<br />
de los cambios, impiden comprender la magnitud de las transformaciones<br />
en los escenarios locales, dado que las realidades de cada una de estas regiones en<br />
la fase previa al cambio tenían considerables distancias.<br />
Esta constatación exige, entonces, un enfoque que ilumine cuánto se modificó el<br />
statu quo en el escenario local, mostrando las continuidades y rupturas respecto a<br />
ese momento inicial y, considerando las variaciones <strong>del</strong> fenómeno según género,<br />
generaciones y pertenencia cultural, entre otros. Es decir, sólo el conocimiento<br />
pormenorizado de las pautas y conductas vigentes en los años 50 permite comprender<br />
el grado en el que fueron erosionadas y el significado de las transformaciones<br />
en las décadas siguientes.<br />
Por un lado, este enfoque, casi de sentido común, trasciende la mera reconstruc-
ción de antecedentes, exigiendo contar con una descripción <strong>del</strong> mo<strong>del</strong>o instituido,<br />
vigente en la etapa previa a los años 60, con una densidad de análisis semejante<br />
a la manejada para la fase de cambio. Tal necesidad no sólo se debe a la escasez<br />
de las investigaciones, lo cual efectivamente impide la elaboración de un cuadro<br />
completo de los años 50, sino también a la importancia de contar con un ancla<br />
segura de apoyo para la comparación. Un ejemplo ayudará a precisar la perspectiva<br />
propuesta. Las mujeres argentinas de principios de los años 60 no tenían posiciones<br />
demasiado atrevidas en relación a la revolución sexual. Ellas eran más<br />
tolerantes con la infi<strong>del</strong>idad <strong>del</strong> varón que con la de su mismo sexo, respetaban el<br />
matrimonio, rechazaban el aborto y pasaban por alto su insatisfacción sexual. Sin<br />
embargo, los resultados también evidenciaban que estaban a favor de la limitación<br />
de la natalidad y de la educación sexual, y que, entre las casadas, se apoyaba la iniciación<br />
sexual antes <strong>del</strong> matrimonio (Feijoó y Nari, 1996:<strong>16</strong>-17). La comparación<br />
de estos resultados con ciertas situaciones de esa misma época en Estados Unidos,<br />
por ejemplo, en las cuales puede encontrarse que las jóvenes universitarias neoyorquinas<br />
quemaban sus corpiños o que la educación sexual estaba incorporándose<br />
en el currículo de las escuelas, conduce a resaltar la timidez y escasa relevancia de<br />
las expresiones locales. Sin embargo, las opiniones de las encuestadas adquieren<br />
otra dimensión, al contrastarlas con las sostenidas a principios de los años 50 en<br />
Argentina, cuando no sólo las relaciones sexuales prematrimoniales eran penadas<br />
sino también lo eran las chicas que coqueteaban en forma abierta con los muchachos,<br />
estigmatizadas como “muchachas fáciles” y cuando se les contestaba a los<br />
niños que los bebés venían en cigüeña de París y no existía currículo de educación<br />
sexual en las escuelas (Cosse, 2008:244). Esta perspectiva hace pensar que los<br />
cambios en los años 60 y 70 modificaron presupuestos centrales de la moral sexual<br />
imperante una década atrás. De tal forma, colocar el proceso de cambio en relación<br />
con la situación previa a su inicio, modifica la interpretación de los mismos.<br />
Por otro lado, el conocimiento de la fase previa al cambio ofrece una vía diferente<br />
de usar las comparaciones entre la Argentina y los países europeos y Estados<br />
Unidos ya que permite desplazarlas hacia las distancias en el orden familiar y<br />
moral cuestionado en cada una de estas latitudes. Esto resulta visible, por ejemplo,<br />
al considerar las diferencias en los estándares sexuales vigentes hacia 1950 en<br />
Argentina y Estados Unidos. Según la bibliografía norteamericana ya en los años<br />
20, en el marco de las secuelas de la experiencia de la primera guerra mundial,<br />
más la importancia de la experiencia de los high school (muchos de los cuales<br />
eran mixtos y a los que asistían en 1930 el 60% de los jóvenes en edad de hacerlo),<br />
habían surgido dos nuevos patrones de trato entre varones y mujeres: el dating y<br />
el petting (Fass, 1977:119-135). El dating, sistema de citas, desplazó el encuentro<br />
en las casas y anuló el control parental, disoció la salida <strong>del</strong> compromiso afectivo<br />
con vistas al casamiento y creó nuevas formas para la exploración de la compatibilidad<br />
y el conocimiento de otro género. El petting, es decir, los juegos sexuales<br />
en los que se evitaba consumar el acto sexual completo, significó un nuevo patrón<br />
sexual caracterizado por una mayor tolerancia, el reconocimiento de la sexualidad<br />
femenina y la aceptación de la experimentación sexual. Por último, se afianzó la<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
13
permisividad de la sexualidad premarital con compromiso afectivo, cambiando<br />
el estándar de virginidad al matrimonio por el de virginidad al compromiso. Hacia<br />
los años 50 estos patrones tenían plena importancia (Rothman, 1984:289-307;<br />
Bailey, 1989 y Mo<strong>del</strong>l, 1983:91-126).<br />
En cambio, en la Argentina, antes de 1950, no parecería haber existido un proceso<br />
semejante. Cierto es que en la entreguerra, el ideal de la domesticidad fue acicateado<br />
por nuevas preocupaciones en una época en la cual la mujer adquirió los<br />
derechos civiles (1926), las imágenes femeninas se contaminaron de una aureola<br />
moderna, se usó una expresión más libre <strong>del</strong> cuerpo y reglas de sociabilidad más<br />
flexibles y surgió una curiosidad acerca de la sexualidad (Barrancos, 1999:199-<br />
226 y Guy, 1994:175-187), como muestra el éxito editorial <strong>del</strong> libro El Matrimonio<br />
Perfecto de Van de Velde que agotó más de treinta ediciones entre 1939 y<br />
1950 (Vezzetti, 1996:104-106 y 150-155). Sin embargo, el insinuante componente<br />
disruptivo de estos cambios no alcanzó a la valoración de la virginidad femenina,<br />
no modificó el cortejo ni la importancia atribuida a la contención <strong>del</strong> deseo sexual<br />
previo al matrimonio. En concreto, en esta margen <strong>del</strong> Río de la Plata a fines de los<br />
años 40 las citas recién comenzaban a difundirse, el “franeleo” no era una convención<br />
aceptada socialmente y la virginidad femenina era un valor importante dentro<br />
<strong>del</strong> estándar de la doble moral sexual.<br />
Esta comparación permite subrayar la existencia de puntos de partida diferentes en<br />
Estados Unidos y Argentina. En el Río de la Plata, recién hacia los años 50 comenzaron<br />
a implantarse formas más flexibles de relación entre varones y mujeres y se<br />
aflojaron los controles paternales sobre los encuentros de las parejas. En otras palabras,<br />
el hecho de que a principios de la década de 1950 no existiera en Argentina el<br />
estándar de virginidad al compromiso constituye un aspecto central para comprender<br />
el alcance de las transformaciones de los años 60 y 70. De tal modo, mediante<br />
este enfoque la comparación entre dos realidades históricas contrastantes facilita<br />
la comprensión de las singularidades locales.<br />
En ese sentido, las comparaciones deben prestar atención a las fases, los tiempos<br />
y las especificidades de los procesos en pos de desmontar visiones monolíticas<br />
sobre las dinámicas de cambio a escala y la relación entre los fenómenos en Argentina<br />
y en Estados Unidos, Francia o Inglaterra, referentes principales de estas<br />
evaluaciones. Así, por ejemplo, el tardío desarrollo de los movimientos feministas,<br />
gays y lesbianas ha sido considerado un factor decisivo para remarcar la timidez y<br />
moderación <strong>del</strong> proceso argentino. Sin embargo, esta interpretación adquiere otro<br />
carácter al recordar que el apogeo <strong>del</strong> progresismo sexual en Estados Unidos y<br />
Europa se produjo recién hacia finales de la década de 1960 y principios de la de<br />
1970: el movimiento feminista alzó las consignas de despenalización <strong>del</strong> aborto<br />
en los tardíos 60, la rebelión gay en Nueva York se desató en 1969 y la comunidad<br />
médica dio de baja a la homosexualidad en el listado de enfermedades en 1973<br />
(D´Emilio y Freedman, 1988:319-326 y Gordon, 1990:397-400). Esta fase coincide<br />
en Argentina con la caída <strong>del</strong> general Juan Carlos Onganía, las primeras acciones<br />
armadas de Montoneros y las estrategias de Lanusse para llamar a elecciones<br />
y el triunfo <strong>del</strong> peronismo. En este acelerado y conmovido escenario político, se
produjo una creciente visibilidad de los movimientos feministas (Grammáttico,<br />
2005: 19-38 y Vasallo, 2005:45-88; Gil Lozano, 2006:881-902), surgieron organizaciones<br />
gays y existió cierta inflexión en el tratamiento de la homosexualidad de<br />
ciertos medios de comunicación (Rapisardi y Modarelli, 2001:140-173; Sebreli,<br />
1997:273-370; Cosse, 2008:261-266). Es decir, en el contexto <strong>del</strong> impulso transnacional<br />
de las luchas de las mujeres y los homosexuales en Estados Unidos es<br />
posible detectar una inflexión en el país: notas de prensa menos estigmatizantes de<br />
los homosexuales, la aparición de una organización gay y de varios nucleamientos<br />
feministas.<br />
En conclusión, la envergadura de los cambios sólo puede ser comprendida mediante<br />
el conocimiento de las pautas y los comportamientos vigentes que habrían<br />
sido erosionados en los escenarios locales. La comparación entre la Argentina y<br />
los países concebidos pioneros de la revolución sexual requiere considerar los<br />
distintos puntos de partida para poder sopesar el alcance y el significado de las<br />
transformaciones desde una óptica que contemple las distancias de partida, así<br />
como atender a la existencia de diferentes tiempos y fases en el proceso de cambio.<br />
Por esta razón, el conocimiento pormenorizado de la realidad previa a las transformaciones<br />
constituye el punto de arranque desde el cual puede pensarse cuánto<br />
cambiaron y en qué las conductas y los valores respecto a la moral familiar y sexual<br />
en los años 60 y 70.<br />
4. La moderación: entre la modernización y el conservadurismo<br />
El proceso de cambio en los años 60 fue inicialmente conceptualizado en términos<br />
de una modernización de las costumbres que había despuntado con el derrocamiento<br />
<strong>del</strong> peronismo y había alcanzado renovado impulso con el frondizismo. Sin embargo,<br />
los primeros avances de investigación rápidamente detectaron que esta perspectiva<br />
debía ser discutida, dada la envergadura de los actores, los emprendimientos y<br />
las concepciones moderadas y conservadoras.<br />
En este marco, la existencia en Argentina de actores que legitimaban el cambio<br />
de actitudes hacia la familia y la sexualidad mediante argumentos moderados<br />
(como el papel maternal de la mujer) son interpretados como una evidencia<br />
<strong>del</strong> corto alcance de las transformaciones. Esta interpretación suele estar unida<br />
a una visión homogénea de la escala mundial donde predominan la radicalidad<br />
<strong>del</strong> movimiento feminista, la permisividad <strong>del</strong> destape sexual, el impacto de los<br />
estilos contraculturales, por nombrar algunos factores (Terán, 1993:156 y King,<br />
1985:108). Sin embargo, una mirada atenta a las complejidades, las variaciones y<br />
las temporalidades <strong>del</strong> proceso en países como Estados Unidos o Francia muestra<br />
que en los mismos también existieron fenómenos semejantes. Fue el caso, por<br />
ejemplo, de SIECUS, una institución decisiva en la incorporación de nuevos contenidos<br />
en la educación sexual en las escuelas en Estados Unidos, cuyo lema de<br />
moralidad y liberalismo tenía por fin enfrentar la revolución sexual: fomentaba las<br />
relaciones estables entre varones y mujeres pero también afirmaba la importancia<br />
de la realización <strong>del</strong> deseo personal, <strong>del</strong> conocimiento de la sexualidad y <strong>del</strong> rechazo<br />
al autoritarismo (Moran, 2000:156-170). En otras palabras, por sí misma<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
141
la existencia de actores con amplia audiencia y con posiciones moderadas desde<br />
las cuales apoyaban el cambio no constituye, necesariamente, un indicador de la<br />
debilidad de las transformaciones.<br />
Incluso se ha considerado que la reacción conservadora fue una característica común<br />
a los procesos de cambio de los años 60, incluyéndose a los países que encabezaron<br />
la revolución sexual. En estos países, esta época abrió enfrentamientos<br />
virulentos en torno a la moral, las costumbres y los valores respecto a los roles de<br />
género, las dinámicas familiares y la sexualidad. En Estados Unidos se produjeron<br />
elementos de extrema reacción, concentrados en fuerzas políticas y grupos religiosos,<br />
que en las etapas últimas provocaron <strong>del</strong>iberadamente a la violencia (Marwick,<br />
1998:<strong>16</strong>-25). Así lo muestra la oposición a la enmienda de Igualdad de Derechos de<br />
las organizaciones de mujeres conservadoras cuya movilización tuvo por lema la<br />
defensa <strong>del</strong> “derecho” de ser ama de casa y mantenida por sus maridos. Estas expresiones<br />
conservadoras adquirieron especial importancia en ciudades alejadas de<br />
los centros cosmopolitas, donde, los activistas contraculturales, contestatarios <strong>del</strong><br />
orden familiar y sexual, fueron fuertemente combatidos (Ehrenreich, 1983:150-<br />
152 y Bailey, 2002). En cualquier caso en este esquema la reacción conservadora<br />
es considerada una respuesta al efecto de los actores propulsores de un nuevo<br />
orden familiar y sexual.<br />
Considerando lo anterior, vale preguntarse cuáles fueron las peculiaridades <strong>del</strong><br />
proceso argentino en relación al enfrentamiento virulento de los actores a favor<br />
<strong>del</strong> cambio y la reacción conservadora. Oscar Terán (1993:89-115) explica que<br />
en los años 60, y especialmente con el golpe <strong>del</strong> general Juan Carlos Onganía, las<br />
fuerzas tradicionalistas, integristas y familiaristas, nutridas de diversas franjas de<br />
la sociedad civil y de la Iglesia católica, cuajaron en un “bloqueo tradicionalista”<br />
que se propuso detener a la subversión que incluía no sólo al avance de la izquierda<br />
y el comunismo sino también los cambios que se producían en las costumbres<br />
y la moral. Recientemente, Valeria Manzano (2005 y 2007) ha subrayado este<br />
enraizamiento de las fuerzas conservadoras (no sólo en el Estado sino también<br />
en la sociedad), sugiriendo que las mismas no constituyeron una reacción ante el<br />
avance de la subversión, sino una dimensión permanente y central <strong>del</strong> proceso de<br />
cambio que no surgió con el golpe de Estado de Onganía sino que estuvo presente<br />
desde muy temprano. En ese sentido, las campañas moralistas (la primera de las<br />
cuales se remonta a los años 1960 y 1961, durante la presidencia de Arturo Frondizi)<br />
reflejaron el intento de frenar, mediante la acción <strong>del</strong> Estado, el avance de los<br />
cambios en las costumbres y la moral sexual, como demostraban los allanamientos<br />
a los hoteles alojamientos, las detenciones en los bailes y los vigilantes en las<br />
playas. En otras palabras, la ofensiva de los actores tradicionalistas hace pensar en<br />
las conmociones producidas por los impulsos de cambio y, al mismo tiempo, en la<br />
capacidad de respuesta <strong>del</strong> espectro conservador. Este fenómeno matrizó el proceso<br />
de cambio con efectos que no siempre, y no sólo, produjeron una limitación<br />
en el proceso de cambio.<br />
De tal modo que, paradójicamente, mientras en Estados Unidos, Francia e Inglaterra<br />
los años 60 se caracterizaron por el levantamiento de la censura y la asunción
de políticas de Estado más permisivas, aún cuando estas tendencias hubieran sido<br />
combatidas por organizaciones y sectores de la opinión pública conservadores, en<br />
la Argentina este período representa el afianzamiento de medidas represivas <strong>del</strong><br />
Estado, visibles desde temprano en el campo cultural. Es decir, una característica<br />
central <strong>del</strong> proceso argentino está dada por el hecho de que los cambios en las<br />
costumbres y la moral de los años 60 se produjeron en un contexto autoritario en<br />
el cual las perspectivas moralistas y tradicionalistas permearon las políticas <strong>del</strong><br />
Estado. En la misma dirección, mientras la circulación libre de anticonceptivos<br />
se amplió en países como Estados Unidos, Inglaterra y Francia ampliaron la circulación<br />
libre de anticonceptivos, una de las consignas centrales <strong>del</strong> movimiento<br />
feminista, en la Argentina se produjo el proceso inverso: se pasó de la libre circulación<br />
a las medidas restrictivas. En 1974 el tercer gobierno justicialista, en el marco<br />
de un repunte de la preocupación por la denatalidad, se instituyó el control de la<br />
comercialización y venta de anticonceptivos, disponiendo el requerimiento de una<br />
receta médica triplicada y la realización de una campaña de educación sanitaria.<br />
Como plantea Karina Felitti (2005), la exigencia de la receta no se aplicó en forma<br />
sistemática y la campaña educativa no se llevó a cabo, pero la medida sirvió para<br />
cerrar los más de sesenta consultorios de planificación familiar que funcionaban<br />
en hospitales públicos. De tal modo, la medida muestra que, a contrapelo de la<br />
tendencia predominante en otras latitudes, en Argentina las tendencias tradicionalistas<br />
hacían retroceder políticas estatales en plena implementación. De allí que<br />
las expresiones tradicionalistas, acicateadas por la expansión de las voces críticas<br />
y contestatarias, compusieron un contexto particular que dotó de unidad a los actores<br />
innovadores y redimensionó los programas de cambio moderados y otorgó<br />
alcances disruptivos a expresiones que no las hubieran tenido en otro contexto.<br />
Ahora bien, la visión conservadora de un enemigo subversivo que incluía a las<br />
organizaciones de la izquierda revolucionaria y a los actores que promovían un<br />
cambio en la moral familiar y sexual no debe ocultar las tensiones y las discordancias<br />
existentes entre quienes se consideraban la vanguardia política y la vanguardia<br />
contracultural. Al respecto, debe señalarse que la lucha en contra de la doble<br />
moral de género y sexual se engarzó de un modo complejo con los movimientos<br />
de izquierda. Éstos oscilaron entre ofrecer un horizonte de cambio en el cual la<br />
vida privada se inscribía en un movimiento más amplio de carácter político (donde<br />
las relaciones de pareja y la decisión de tener hijos adquirían sentido en el marco<br />
de la lucha revolucionaria) y sostener principios fuertemente moralistas de las<br />
relaciones familiares y la sexualidad que se fundamentaban, paradójicamente, en<br />
la lucha en contra de los valores burgueses, como revelan los código de disciplina<br />
de ciertas organizaciones guerrilleras, en los cuales se penaba la infi<strong>del</strong>idad de<br />
pareja. De tal modo que, en un clima marcado por la urgencia y la certeza de una<br />
revolución inminente, las reivindicaciones relacionadas con los derechos de las<br />
mujeres, la revolución sexual y las luchas de los homosexuales se incorporaron en<br />
forma tardía y conflictiva, como muestra la formación de la Agrupación Evita en<br />
1973 (Grammáttico, 2005) y la aparición <strong>del</strong> Frente de Liberación Homosexual en<br />
1971 (Rapisardi y Modarelli, 2001:140-173). Debe advertirse que ello no significa<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
143
afirmar que los cambios en esta dimensión hayan estado ausentes de las dinámicas<br />
y las experiencias concretas de los hombres y mujeres que participaron de los<br />
movimientos de izquierda, como reflejan las investigaciones existentes y estudios<br />
testimoniales (Oberti, 2004:77-84; Ciriza y Rodríguez, 2004:85-92; Diana, 1996;<br />
Ollier, 1998).<br />
A diferencia de la situación en otras latitudes, en Argentina el detenimiento de<br />
la contienda pública contra la moral sexual imperante fue consecuencia <strong>del</strong> avance<br />
de la polarización y <strong>del</strong> terrorismo de Estado que se dio en simultáneo con el<br />
momento en el cual los actores progresistas y contraculturales en Estados Unidos y<br />
Europa alcanzaban su máxima radicalidad. En ese sentido, debe considerarse que el<br />
golpe de Estado de 1976 fue el límite a este proceso de cambio y abrió una ruptura<br />
de tal magnitud que tiene una entidad propia (Gilman, 2003:39-44; Filc, 1997;<br />
Jelin, 2005).<br />
En resumen, una de las peculiaridades <strong>del</strong> proceso de cambio a escala de la moral<br />
familiar y sexual en los años 60 y 70 estuvo dada por el peso de las corrientes tradicionalistas<br />
y moralistas, cuya ofensiva expresa la apertura a los cambios, y por la<br />
inexistencia de una fuerte y temprana articulación entre la revolución política y la<br />
revolución sexual.<br />
Ahora bien, el señalamiento de la importancia de la moderación y el conservadurismo<br />
en el proceso argentino ha conducido a discutir su interpretación en términos<br />
de modernización, en un debate que trasciende a la problemática abordada en esta<br />
investigación. En la actualidad existe consenso en considerar que las respuestas en<br />
clave de modernización suponen una perspectiva simplificada, progresiva y etnocéntrica<br />
<strong>del</strong> proceso histórico, que no dan cuenta <strong>del</strong> proceso histórico en América<br />
Latina. El argumento central radica en que el concepto de modernización favoreció<br />
un enfoque teleológico que ocultó la multiplicidad de direcciones <strong>del</strong> proceso<br />
histórico, el papel de las asincronías y de la diversidad.<br />
Con esta idea, las investigaciones actuales en Argentina han focalizado en las<br />
tensiones entre modernización y tradicionalismo (Feijoó y Nari, 1996; Plotkin,<br />
2003; Barrancos, 2007:209-264), en sintonía con la idea de hibridación propuesta<br />
desde la tradición mexicana, para detectar ambigüedades, dotar de complejidad al<br />
análisis y ofrecer una visión más ajustada <strong>del</strong> proceso histórico. En tal sentido, los<br />
estudios sobre las ideas y las imágenes asociadas a la mujer y los roles de género<br />
en los años 60 muestran que los cambios estuvieron lejos de poderse considerar<br />
una ruptura clara, observándose más bien una zona confusa e interpenetrada de<br />
perspectivas contradictorias (Canclini, 1989).<br />
La interpretación en clave modernizadora resulta aún más problemática al ser<br />
usada para analizar las transformaciones en la familia, la pareja y la sexualidad en<br />
los años 60 y 70, dado que los propios actores apoyaron la promoción de cambios<br />
en la moral familiar y sexual en la teoría de la modernización, la cual se constituyó<br />
en una especie de sentido común que operó a favor de los cambios.<br />
El acuerdo sobre la inadecuación de la noción de modernización y sobre la importancia<br />
de las tensiones contradictorias a favor y en contra <strong>del</strong> cambio exige<br />
pensar una estrategia de investigación que permita avanzar en la comprensión <strong>del</strong>
fenómeno desde otro lugar. En ese sentido, parecería conveniente reconstruir las<br />
tendencias de cambio concretas y ponerlas en relación con el punto de partida inicial<br />
y el contexto en el cual surgieron. De allí que parezca necesario elegir dimensiones<br />
de análisis que permitan dar cuenta de la complejidad <strong>del</strong> proceso, registrando las<br />
tendencias moderadas y conservadoras pero también los impulsos de cambio a escala<br />
masiva.<br />
Conclusiones<br />
En las páginas anteriores se discutieron dos problemas. En primer término, se<br />
pensaron los efectos de analizar el proceso argentino en términos de una evaluación<br />
<strong>del</strong> grado de cercanía/lejanía respecto a los países desarrollados. Se argumentó<br />
que estas posturas desconocen los distintos puntos de partida en cada una<br />
de las regiones analizadas, tienen una visión homogénea <strong>del</strong> proceso de cambio<br />
en los países pioneros de la revolución sexual y suponen que la tensión modernidad<br />
versus tradición no estuvo presente en ellos. En segundo lugar, se analizaron<br />
ciertos rasgos particulares que asumieron las transformaciones en la moral sexual<br />
y familiar en la Argentina de los años 60. En especial, se subrayó el peso de las<br />
corrientes tradicionalistas y moralistas, acicateadas por los impulsos de cambio,<br />
y la inexistencia de una fuerte y temprana articulación entre la revolución política y<br />
la revolución sexual.<br />
En este marco, para avanzar en la comprensión de los cambios en Argentina,<br />
durante los años 60 y los tempranos 70 se propusieron dos estrategias de análisis<br />
tendientes a resaltar las peculiaridades locales. La primera consiste en analizar los<br />
cambios en relación con el momento previo al inicio de los mismos, como forma<br />
de contextualizar el alcance y la significación de los cuestionamientos. La segunda<br />
radica en estudiar las transformaciones a partir de la reconstrucción de patrones<br />
concretos de comportamiento, considerando que éstos facilitan comprender el alcance<br />
y el significado de las mismas.<br />
La pertinencia de estas estrategias asume especial importancia porque contribuyen<br />
a establecer una distancia con los años 60 y, de ese modo, descentrar su<br />
análisis de la importancia que esta época tiene en la actualidad. En ese sentido, es<br />
necesario considerar que las reflexiones sobre el grado de trasgresión o las limitaciones<br />
<strong>del</strong> “cambio radical” producido en los años 60 constituyen, en cierto modo,<br />
un epifenómeno <strong>del</strong> carácter presente de la época estudiada. Esta cercanía facilita<br />
que las interpretaciones sobre los cambios estén impregnadas de una crítica a los<br />
protagonistas –es decir, a generaciones aún prevalecientes en diferentes espacios<br />
sociales, culturales y políticos– en función de un reclamo formulado desde la experiencia<br />
de otras latitudes o desde el punto de llegada contemporáneo.<br />
Por eso, aquí se propone poner en suspenso este tipo de valoraciones para intentar<br />
una comprensión en términos <strong>del</strong> propio proceso de cambio. Desde este<br />
ángulo, más que reclamar de los años 60 y los tempranos 70 una uniformidad de<br />
la que carecieron, resultaría más útil colocar las ambigüedades en el marco de un<br />
cambio de sensibilidades. La dinámica de este tipo de procesos –de carácter cultural–<br />
supone pensar en transformaciones graduales, contradictorias y con marchas<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
145
y contramarchas, en las cuales no es posible esperar el surgimiento inmediato de<br />
patrones por completo articulados, en rápido reemplazo <strong>del</strong> mo<strong>del</strong>o cuestionado.<br />
De allí que resulta útil pensar a los años 60 y 70 como una época bisagra en la<br />
cual el sentido común imperante a mediados de siglo habría sufrido un quiebre<br />
profundo, aunque en ese momento no hubiese sido sustituido por un nuevo sistema<br />
único, definido y hegemónico.<br />
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Historia, Universidad de San Andrés, Buenos Aires, inédito, 2008. Quiero agradecerle a Eduardo<br />
Míguez, director de la tesis, las discusiones sobre los problemas aquí abordados y los comentarios a<br />
versiones previas de este texto; a Lila Caimari, directora <strong>del</strong> Taller de Tesis y a Elena Urrutia, tutora<br />
en mi estancia de investigación en El Colegio de México. También deseo expresar mi agradecimiento<br />
a esta institución que puso a mi disposición su biblioteca y a todos los investigadores de esa Casa de<br />
Estudios que me ofrecieron su interlocución, así como al gobierno mexicano que me otorgó una beca<br />
para realizar mi investigación.<br />
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<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / artículos / diciembre 2008<br />
14
conferencias<br />
La universidad frente a los desafíos de la<br />
democracia<br />
Alain Renaut
La universidad frente a los desafíos de la democracia 1<br />
Alain Renaut<br />
Alain Renaut es Doctor en Filosofía, Profesor de Ética<br />
y Filosofía Política (Universidad de Paris – Sorbonne,<br />
Francia), Director de la �aestría en Filosofía Política<br />
y Sociología, Director <strong>del</strong> Observatorio Europeo de<br />
Políticas Universitarias.<br />
La política universitaria encarna, desde el siglo XVIII hasta nuestros días, la<br />
mayoría de las interrogaciones a las que se ha enfrentado el Estado moderno cuando,<br />
haciendo <strong>del</strong> individuo como tal un principio y un valor, tuvo que integrar en<br />
la definición de sus objetivos las exigencias, mayormente formuladas en términos<br />
jurídicos, que estos individuos le reclamaban. En el caso de la institución universitaria,<br />
esta nueva situación suscitó interrogaciones particularmente difíciles,<br />
porque esta institución, procedente <strong>del</strong> mundo medieval, estaba regida por principios<br />
provenientes de un universo dominado por las ideas de jerarquía y privilegio<br />
más que por los valores individuales de libertad y de igualdad. Dejaré aquí<br />
de lado la consideración <strong>del</strong> valor de la libertad, sobre el que gira la cuestión de<br />
la autonomía de las universidades y de los universitarios, y limitaré mi intervención<br />
para presentarles algunos elementos de reflexión sobre el segundo debate,<br />
es decir, la consideración <strong>del</strong> valor de la igualdad de los individuos. Este debate<br />
es muy antiguo. En Francia, nació en gran medida a partir <strong>del</strong> momento revolucionario,<br />
en los años que siguieron a 1789, a propósito <strong>del</strong> conflicto entre Condorcet<br />
y Robespièrre. No recordaré cómo, a favor de una interrogación profunda<br />
y apasionada sobre los niveles de educación, se inició un amplio debate sobre la<br />
cuestión de saber si la conquista de nuevas verdades y su difusión a una elite <strong>del</strong><br />
espíritu eran tan útiles a la nación para formar sus cuadros, como la implementación<br />
de una enseñanza elemental para un número mayor de personas; y si, para<br />
hacerlo, sería o no necesaria la existencia de una institución como la universidad.<br />
Sabemos que los Jacobinos, después de la eliminación de Condorcet, eligieron<br />
resolver ese problema de manera radical, a través de la total y simple supresión<br />
de las universidades, que sólo volvieron a aparecer, expresamente en Francia, un<br />
siglo más tarde.<br />
Saltando, para simplificar el análisis, por encima de aquel siglo, observaré solamente<br />
que la noción de igualdad que sirvió de referencia en el debate sobre las universidades<br />
en Francia, a partir de su re-creación en 1896 por la Tercera República,<br />
marcó, de hecho, el objeto de dos interpretaciones bien distintas; colocando de esa<br />
manera al Estado democrático, en materia de políticas universitarias, frente a una<br />
nueva interrogación: desde entonces la cuestión se planteó en relación al tipo de<br />
igualdad que las universidades y, más generalmente, el conjunto <strong>del</strong> sector público<br />
(<strong>del</strong> que las universidades francesas formaban parte) tenían que favorecer. Clara-<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / conferencias / diciembre 2008<br />
153
mente, se perfiló allí todo un debate sobre los principios mismos de una política<br />
preocupada por la justicia; en este caso de una clase de política universitaria preocupada<br />
por asegurar a los estudiantes una justa igualdad de posibilidades en el<br />
acceso a los establecimientos de enseñanza superior, en el éxito de sus estudios o<br />
en las perspectivas de una profesionalización conforme a ese éxito.<br />
Ese debate ha desbordado el contexto francés de reflexión sobre los fines <strong>del</strong><br />
servicio público universitario. De manera evidente, es en el espacio norteamericano<br />
donde este debate ha tomado la mayor amplitud, al mismo tiempo que, allí,<br />
los procedimientos para procurar la igualdad adoptaron formas en relación a las<br />
cuales la concepción republicana <strong>del</strong> principio de igualdad, tematizada en Francia<br />
a partir de una reflexión sobre la figura particular <strong>del</strong> elitismo, debería finalmente<br />
hacer el esfuerzo de plantearse con claridad. Es en el fondo la necesidad de emprender<br />
tal clarificación, necesidad inducida por las exigencias de una sociedad de<br />
individuos, lo que quisiera poner en evidencia en el curso de mi análisis.<br />
Antes de avanzar con algunos elementos de información y de reflexión que van<br />
en la dirección de esta clarificación, quisiera, en un primer momento, proponer<br />
una conceptualización rigurosa de esta figura precisa <strong>del</strong> elitismo, la <strong>del</strong> elitismo<br />
republicano, para mostrar qué clase de apuesta se propuso sostener en materia de<br />
política universitaria.<br />
1. La apuesta <strong>del</strong> elitismo republicano<br />
En lo que concierne a la apuesta <strong>del</strong> elitismo republicano, sólo recordaré que<br />
consistía en intentar construir, con la universidad, una nueva forma de “institución<br />
aristocrática”. La invención medieval de las universidades había estado animada<br />
en su tiempo por el proyecto de hacer coincidir la producción de saber de alto<br />
nivel con la formación de los mejores estudiantes de ese saber, y esto, en vistas a<br />
reclutar los mejores espíritus llamados a transformarse en los juristas, los médicos,<br />
los clérigos que la sociedad necesitaba. La determinación de esos “mejores”<br />
necesarios para el buen funcionamiento de la sociedad ha sin duda evolucionado<br />
al compás de los siglos, y hoy sería necesario incluir allí un conjunto más diferenciado<br />
de “cuadros” administrativos, pedagógicos o políticos, al igual que el<br />
marco tecno-científico y económico requerido después de las diferentes revoluciones<br />
industriales: al menos no hay ninguna duda de que, en su concepto mismo,<br />
la universidad incluye así la perspectiva de construir, a través de la formación que<br />
dispensa, lo que es necesario llamar una “aristocracia”. A fin de cuentas, toda una<br />
sensibilidad de revolucionarios franceses (la sensibilidad jacobina) no se había<br />
equivocado, en los años de 1790, al denunciar expresamente la aristocracia de los<br />
sabios, fundada sobre nuevos privilegios, que, según ellos, otorgaba la posesión<br />
<strong>del</strong> saber: nuevos privilegios que la institución universitaria, tanto si continuaba<br />
funcionando o si se encontraba recreada sobre nuevas formas, no dejaría de hacer<br />
resurgir en una sociedad que había intentado hacer tabla rasa de todos los privilegios<br />
y hacer desaparecer toda forma de aristocracia.<br />
Es precisamente por intentar hacer compatibles, a pesar de todo, la pasión<br />
democrática de la igualdad, o incluso <strong>del</strong> igualitarismo (en una sociedad que no
econoce más que individuos) y la vocación “aristocrática” de la universidad,<br />
que la doctrina <strong>del</strong> elitismo republicano ha debido ser elaborada a fines <strong>del</strong> siglo<br />
XIX.<br />
En efecto, a falta de tal elaboración, las posibilidades de ver reaparecer y desarrollarse<br />
esta institución “aristocrática” en una sociedad y una cultura democráticas,<br />
habrían sido nulas. Esta constatación da por sí misma una idea de las puestas<br />
en juego ligadas a la producción de una noción y de una práctica que son lo<br />
suficientemente coherentes con aquel famoso “elitismo republicano”: a falta de<br />
tal coherencia, insisto , no podría ser desmentido el oscuro pronóstico según el<br />
cual las universidades de las sociedades modernas se encontrarían por definición<br />
condenadas a ser reducidas, al menos en lo que tienen propiamente de universitario,<br />
por la dinámica <strong>del</strong> individualismo democrático que atraviesa su medio.<br />
Ciertamente que podrían continuar existiendo “universidades”, instituciones que<br />
se remiten en su denominación a la tradición “universitaria”, pero ellas cumplirían<br />
entonces funciones muy diferentes a las de la selección de los “mejores”, es decir<br />
de aquellos que serían llamados a transformarse, en el sentido amplio <strong>del</strong> término,<br />
en “los prominentes de la ciudad”. De alguna manera, un análisis tan severo como<br />
el de Allan Bloom, que avoca en 1987 la “descomposición de la universidad” bajo<br />
el efecto de lo que designa como “la educación democrática”, no tiene otra raíz<br />
que esta suposición. Cuando Bloom, para entender la lógica de la crisis que, a sus<br />
ojos, aqueja a las universidades, escribe que “en los Estados Unidos, la igualdad<br />
parece acabar en el rechazo y en la incapacidad de pretender una superioridad<br />
cualquiera”, su propósito corresponde solamente a la versión pesimista, o incluso<br />
desesperada, de la constatación de que existe una tensión fuerte entre la vocación<br />
aristocrática de la institución universitaria y la pasión democrática de la igualdad<br />
entre los individuos: por supuesto, nosotros no estamos obligados a compartir ese<br />
pesimismo, pero para seguir siendo optimistas en ese terreno, es, en todo caso,<br />
necesario analizar con precisión los términos de la tensión y reflexionar sobre las<br />
condiciones capaces de permitir su control.<br />
Para observarlo más de cerca, me parece indispensable conservar el espíritu<br />
de la expresión “elitismo republicano”, en la cual los dos términos, aunque antagónicos,<br />
resultan necesarios: un elitismo, esto es una selección de los “mejores”,<br />
pero de carácter republicano (en el sentido de que en una democracia republicana,<br />
cada ciudadano debe tener el derecho de competir en esa selección). En efecto, es<br />
sólo a condición de integrar lo que inducen esas dos exigencias “potencialmente<br />
antagónicas”, que el elitismo social universitario no derivará en una pura y simple<br />
reconducción, o incluso en una pura y simple “reproducción”, <strong>del</strong> elitismo social:<br />
excepto en la integración de esas dos exigencias, los análisis críticos sobre la universidad<br />
desarrollados por un sociólogo como Pierre Bourdieu, en los años 60<br />
y 80, se volverían en efecto imposibles de remediar, ya que la meritocracia que<br />
constituye el objetivo <strong>del</strong> elitismo republicano devendría entonces en una pura<br />
y simple selección social. En este caso los “mejores” serían únicamente, en su<br />
inmensa mayoría y algunos casi “milagrosamente”, los “herederos” de aquellos<br />
que, detentando el “capital cultural”, ponían a disposición de sus descendientes la<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / conferencias / diciembre 2008<br />
155
posibilidad de adquirir más eficientemente el saber de alto nivel dispensado por la<br />
universidad: de manera que la aristocracia universitaria coincidiría finalmente con<br />
los poseedores de nuevos privilegios sociales, los que refieren al acceso, desde la<br />
infancia, a una cultura que se constituye de hecho en el prerrequisito –no declarado–<br />
de una trayectoria académica exitosa. Al mismo tiempo, a pesar de su violencia,<br />
la supresión revolucionaria de las universidades, en 1793, habría procedido de<br />
un análisis vuelto básicamente, a posteriori, más exacto de lo que era seguramente<br />
entonces: la historia de las sociedades democráticas hubiera validado en efecto la<br />
apreciación según la cual, en un mundo donde en principio se afirma la igualdad<br />
de derechos de todos los individuos, los privilegios, aunque fueran en apariencia<br />
<strong>del</strong> saber, reintroducen desigualdades inadmisibles.<br />
Cualquiera sea la parte de verdad de los estudios que han puesto en evidencia<br />
la tendencia <strong>del</strong> elitismo social a hipotecar los avances <strong>del</strong> elitismo meritocrático,<br />
tenemos mientras tanto, me parece, buenas razones (para no suscribir al diagnóstico<br />
bloomiano de una “descomposición de la universidad”) para no renunciar al<br />
ideal universitario que yo señalo aquí como aquel de una “aristocracia democrática”<br />
(Ludivine Thiaw-Po-Une) o todavía como aquel de una “aristocracia para todo<br />
el mundo” (Benjamin Barber), expresiones ambas fuertes que muestran lo que<br />
constituye para las universidades un profundo dilema: o bien eliminar el elitismo,<br />
y entonces arriesgarse a perder el ideal de la excelencia, o bien deshacerse <strong>del</strong><br />
componente democrático, y entonces reservar la excelencia a una elite social que<br />
se reproduce indefinidamente. Cuesta decir que la apuesta de las universidades,<br />
en nuestras sociedades, es la de conseguir evitar dos orientaciones tan ruinosas la<br />
una como la otra:<br />
- Por un lado, un republicanismo sin elites, que aparece a menudo particularmente<br />
amenazante en Europa, a través <strong>del</strong> surgimiento contemporáneo de universidades<br />
de masas donde el acceso está ciertamente dispuesto a todo el mundo, pero donde<br />
la apertura a todos tiende a acompañarse de una reducción de los criterios de excelencia<br />
aplicados por las formaciones universitarias. De esto resulta cada vez con<br />
mayor frecuencia, que las universidades abiertas se abren ellas mismas cada vez<br />
menos a una selección de los mejores quienes, designados por los méritos de sus<br />
trayectorias académicas, estarían llamados a constituir una elite en los principales<br />
sectores de actividad.<br />
- Por otro lado y simétricamente, la otra orientación ruinosa correspondería a<br />
aquella de un elitismo sin igualdad democrática de oportunidades, riesgo al cual<br />
se encontrarían a menudo expuestas, si ellas (por ejemplo las universidades norteamericanas)<br />
no inventaban, particularmente a causa de las exigencias de las familias,<br />
las condiciones financieras de acceso a los mejores establecimientos, realizando<br />
una verdadera “inversión”. En ese marco, si contrafuegos no han sido encendidos,<br />
la universidad podrá desempeñar bien, gracias a la asistencia financiera<br />
que las inscripciones procuran a su presupuesto, el programa de construcción de<br />
sectores de excelencia permitiendo sacar una elite de saber. Pero, bajo reserva de<br />
introducir, en el funcionamiento mismo de las universidades, importantes correctivos,<br />
la elite universitaria podrá apenas despegarse de una base que será aquella
de la elite socio-económica.<br />
A partir de este contexto, para intentar escapar a esos dos escollos, debemos<br />
referirnos a un principio como el de la igualdad de oportunidades. Respecto de<br />
este principio, no es inútil recordar el pasaje de John Rawls, que explicita, en<br />
1971, los “principios de justicia” sobre los cuales una sociedad democrática debería<br />
ponerse de acuerdo e insiste sobre la importancia de implementar una “justa<br />
igualdad de oportunidades” en el acceso a los títulos y a las funciones. Esta dimensión,<br />
considerada por Rawls como constitutiva de la justicia, se aplicaba especialmente<br />
al caso <strong>del</strong> acceso a los estudios universitarios. En efecto, en vistas de las<br />
condiciones de igualdad, en la definición que daba, la equidad debía integrar una<br />
consideración suplementaria según la cual los más desfavorecidos no deberían<br />
verse excluidos de ciertos lugares que, más allá <strong>del</strong> derecho de estar abiertos a<br />
todos, en realidad no lo estaban. Y esto, no en razón de diferencias existentes en<br />
los talentos de unos y de otros, sino porque la posibilidad de dar pruebas de sus talentos<br />
no se encontraba igualmente dada para algunos, por motivos de orden puramente<br />
materiales. 2 Esta profundización de la igualdad en el sentido de la igualdad<br />
de oportunidades permite en este caso, independientemente de su alcance general,<br />
construir los diversos objetivos que una política universitaria puede darse si ella<br />
desea hacer que el funcionamiento de la institución sea lo más justo posible respecto<br />
de los individuos. En materia de igualdad, al menos, parece que se debe<br />
cumplir con dos tipos de condiciones. A la identificación de estas condiciones<br />
consagraré la segunda parte, más breve, de mi intervención.<br />
2. Las condiciones de la igualdad de oportunidades<br />
El primer tipo de condición a cumplir por las universidades, si esperan realizar<br />
el ideal de una “aristocracia para todo el mundo”, es necesaria, pero no suficiente.<br />
Acabamos de verlo, en la consideración de la equidad. Ella concierne a las<br />
condiciones formales de la apertura de las universidades a todos aquellos que<br />
satisfagan las exigencias requeridas para entrar; en Francia, por ejemplo, quienes<br />
hayan obtenido un diploma como el de bachillerato, o, en los Estados Unidos,<br />
para quienes hayan aprobado los test nacionales de aptitud, en base a los cuales<br />
las universidades proceden al reclutamiento de sus estudiantes. La definición de<br />
ese primer tipo de condición parece evidente, puesto que consideramos que todos<br />
los individuos “nacen y permanecen libres e iguales en derechos” y que el reconocimiento<br />
de esta igualdad en derechos excluye, en méritos y talentos comparables,<br />
toda forma de discriminación en la admisión a los establecimientos universitarios<br />
<strong>del</strong> mismo modo que, según la fórmula de 1789, a “todas las dignidades, puestos<br />
y empleos públicos”.<br />
Aunque sea sólo necesario y no suficiente, sin embargo, este parámetro de igualdad<br />
debería ser recordado, ya que fue necesario esperar, como sabemos, a 1865<br />
y el fin de la esclavitud en los Estados Unidos, para que los primeros estudiantes<br />
negros entraran a Harvard o a Yale, y luego a Princeton. No se puede ignorar que,<br />
en los hechos, una discriminación <strong>del</strong>iberada tuvo lugar, luego de la esclavitud,<br />
durante mucho tiempo y que, hasta finales de los años cuarenta, sólo un número<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / conferencias / diciembre 2008<br />
157
simbólico de estudiantes negros fueron admitidos a frecuentar los grandes establecimientos<br />
universitarios. Esta situación no se modificó antes <strong>del</strong> movimiento por<br />
los derechos cívicos de comienzos de los años sesenta y la política radical <strong>del</strong> gobierno<br />
de Kennedy. De hecho, en relación con un pasado todavía reciente, persiste<br />
la evocación de las condiciones formales de igualdad como no-discriminación, la<br />
cual continúa siendo un fundamento indispensable para toda reflexión sobre lo que<br />
debe ser una política universitaria no discriminatoria.<br />
Pero estas condiciones formales no aseguran todavía por sí mismas, insisto,<br />
la igualdad en el acceso al espacio universitario: un acceso libre no equivale a<br />
un acceso igual. El ejemplo americano da testimonio de ese tipo de situaciones<br />
inequitativas, ya que en 1970, un decenio después de la conquista de la igualdad<br />
de derechos civiles, un 21% de negros de 18 a 21 años entraban en un College<br />
contra un 36% de blancos de la misma franja etaria; aún, 7% de negros de 21 a<br />
24 años figuraban entre los estudiantes graduados, contra 15% de blancos. Alain<br />
Touraine, quien elaboró esas cifras desde 1972 en un estudio sobre las universidades<br />
americanas, agregó que en el mismo periodo las mujeres representaban sin<br />
duda el 43% de los nuevos estudiantes, pero que no constituían más que el 13%<br />
de los estudiantes que obtenían un doctorado. Señalo simplemente, respecto de la<br />
situación francesa, que actualmente sólo el 18% de los profesores de la universidad<br />
son mujeres. De modo que es necesario insistir en que la necesaria abolición<br />
de las barreras jurídicas es insuficiente para asegurar una verdadera inscripción en<br />
los principios <strong>del</strong> elitismo republicano o de la aristocracia democrática. Para que<br />
la aristocracia académica sea una “aristocracia para todo el mundo”, es decir, una<br />
aristocracia democrática, es necesario que las barreras sociales no impidan que<br />
una gran parte de los individuos puedan probar su posibilidad con perspectivas<br />
razonables de éxito.<br />
Claramente, la cuestión consiste en saber qué política universitaria es necesaria<br />
para garantizar a todos los individuos la posibilidad de probar su chance de emprender<br />
un estudio universitario. Desde este punto de vista, uno puede ciertamente<br />
estimar que la cuasi gratuidad de los estudios superiores, en los países europeos<br />
que han hecho esa elección, facilita el pasaje de las condiciones formales a las<br />
condiciones reales de la igualdad. Esta opción “europea” (dejo de lado, por así<br />
decirlo, el caso de las universidades británicas) por los estudios gratuitos, se vincula<br />
con el “principio de gratuidad” de la doctrina francesa <strong>del</strong> servicio público.<br />
Aunque haya sido considerado en general como un “principio falso”, de estatuto<br />
menos asegurado que el <strong>del</strong> principio de igualdad; sin embargo, desde hace tiempo,<br />
el principio de gratuidad se ha convertido en una especie de regla no escrita acerca<br />
de la no participación financiera directa o de la cuasi ausencia de participación<br />
financiera directa de los usuarios de servicios públicos como contrapartida de las<br />
prestaciones que reciben. Aunque el debate sobre la espinosa cuestión de derechos<br />
de inscripción está regularmente a punto de abrirse, es de todas maneras dudoso<br />
que se lo pueda desarrollar verdaderamente en el estado actual de los espíritus.<br />
La modicidad de gastos de una matrícula universitaria se inscribe, de hecho, en<br />
todo caso en Francia, en la lógica de la afirmación, continua desde 1896, de que
la universidad es un servicio público, respecto de cuyas prestaciones, de acuerdo<br />
con las conquista de la democracia, los usuarios gozan gratuitamente.<br />
Específicamente en el caso <strong>del</strong> acceso a la universidad, no se trata, a pesar de<br />
todo, esta es la observación con la que quisiera terminar o casi terminar, más que<br />
de una nueva especie de condición formal. La gratuidad prepara seguramente el<br />
paso hacia las condiciones reales de la igualdad, pero no la realiza enteramente.<br />
Además, el libre acceso, en el sentido, esta vez, <strong>del</strong> acceso gratuito, no equivale,<br />
en efecto, a un acceso igual, es decir a un acceso que garantice a todos los individuos<br />
la oportunidad de “probar sus posibilidades” en igualdad. Una vez inscripto<br />
en la universidad, todo estudiante, cualquiera sea su mérito y sus esfuerzos<br />
personales, no está verdaderamente en “igualdad” con todos los otros, respecto<br />
de su capacidad de sacar provecho de las prestaciones que se le ofrecen y de ser<br />
parte de la “aristocracia democrática” en curso de formación en su generación.<br />
Son necesarias, como todos nosotros sabemos, importantes mediaciones que conciernen<br />
tanto al manejo de diferentes lenguajes de saber como a los fundamentos<br />
culturales sobre los cuales el saber se construirá. Ahora bien, estas mediaciones<br />
no están igualmente disponibles, a la entrada de las universidades, para todos los<br />
estudiantes, ellas llevan todavía la marca de diferencias sociales.<br />
Para que el objetivo de una “aristocracia democrática” no ceda ante la constitución<br />
de una mera oligarquía, establecida sobre una determinada base social o<br />
sociológica, es necesario dar un paso más a<strong>del</strong>ante en la búsqueda de las condiciones<br />
de realización de un elitismo auténticamente republicano (o de una verdadera<br />
igualación de oportunidades) que incluya a todos los ciudadanos que desean intentar<br />
la carrera hacia la excelencia. Esta búsqueda sobrepasa evidentemente los<br />
límites de esta intervención, pero quisiera simplemente subrayar que, desde ese<br />
punto de vista, Francia aparece particularmente mal parada, de manera paradojal,<br />
si tenemos en cuenta sus proclamaciones de sentirse satisfecha con la búsqueda<br />
de las condiciones de realización de un elitismo verdaderamente republicano. En<br />
pocas palabras, diría simplemente que la enseñanza superior de tipo universitario<br />
no sólo se mantuvo durante mucho tiempo en las condiciones simplemente formales<br />
(las de la apertura) y cuasi-formales (las de la gratuidad) de la igualdad,<br />
sino también que no se interrogó sobre lo que podría introducir una igualdad realmente<br />
“equitativa” de posibilidades. Y es necesario agregar, además, que Francia<br />
ha duplicado las limitaciones de su sistema, en materia de elitismo republicano,<br />
por la puesta en marcha de un dispositivo paralelo, nacido particularmente durante<br />
el siglo donde no existían las universidades: las “grandes escuelas”, que no<br />
fueron fundadas sobre un principio de apertura, sino sobre un fuerte principio de<br />
selección. Dejo de lado esta dimensión <strong>del</strong> sistema francés, porque es demasiado<br />
específico de Francia para introducirlo en mi argumentación, que quiere concentrarse<br />
en las condiciones generales de realización <strong>del</strong> programa de una “aristocracia<br />
democrática”. 3<br />
De una manera más general, en efecto, la evaluación de las políticas universitarias,<br />
desde el punto de vista de su capacidad de estar a la altura de la apuesta<br />
democrática de la igualdad, supondría una reflexión profunda sobre el derecho de<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / conferencias / diciembre 2008<br />
159
ser tratado como un igual sobre el que se funda la noción de igualdad de posibilidades:<br />
¿Cómo entenderlo? Se trata en principio, ciertamente, <strong>del</strong> derecho de cada<br />
uno, de ser tratado con el mismo interés y el mismo respeto que todos los otros.<br />
Como lo ha explicado bien Ronald Dworkin, ese derecho fundamental no debe<br />
ser confundido con el derecho a un tratamiento igual, que significaría el derecho<br />
de recibir todos los mismos recursos, o a ejercer todos las mismas funciones, o<br />
a ocupar todos los mismos puestos. Perspectiva utópica, irrealista, que relevaría<br />
un estricto igualitarismo con el que hoy ya nadie sueña. El derecho a la igualdad<br />
significa entonces más bien el derecho de todos a ser tratados igualitariamente,<br />
por ejemplo, cuando somos candidatos para cumplir una función, para un empleo<br />
o cuando somos candidatos a ingresar en una universidad; aún cuando no seamos<br />
admitidos, nuestro derecho a la igualdad es, por lo menos por una parte respetado,<br />
cuando nuestro expediente ha sido examinado según los mismos procedimientos<br />
que todos los otros, no ha sido cambiado. En pocas palabras, que hayamos tenido<br />
las mismas posibilidades que todos los otros, sin exclusión o discriminación a<br />
priori, por el sexo, el color de nuestra piel, la consonancia de nuestro apellido.<br />
Esta dimensión de la igualdad de oportunidades ¿agota la exigencia, en el caso<br />
de los estudios universitarios? Que no haya discriminación en las inscripciones, es<br />
lo menos que puede esperarse. Pero si el derecho a la igualdad de oportunidades se<br />
limita a esas condiciones formales indispensables, esta concepción de la igualdad<br />
de oportunidades corre el riesgo, en el caso de estudiantes salidos de familias o<br />
barrios desfavorecidos, de traducirse, en la mayoría de los casos, en la posibilidad<br />
de hacer solamente una “prueba de pista” en los estudios elegidos; porque, faltando<br />
un sostén específico para sus necesidades, ¿tendrán, de hecho, alguna posibilidad<br />
de tener éxito? De modo que, entre la igualdad formal de oportunidades (la no<br />
discriminación al ser admitidos por ejemplo), que es una condición necesaria<br />
de la igualdad, y la igualdad de resultados (que es utópica e irrealizable), ¿no<br />
es necesario considerar una forma más compleja de igualdad de oportunidades<br />
que busque que cada uno obtenga (bajo la forma, en el caso de los estudios, de<br />
complementos de formación) la posibilidad de emprender su trayectoria con<br />
posibilidades razonables de éxito? Contar con esas posibilidades razonables de<br />
éxito no es prometer la igualdad de resultados, porque el éxito depende todavía<br />
de los talentos y de los esfuerzos de unos y de otros. Pero no es tampoco quedarse<br />
sólo con una “igualdad de probar la pista”. Entre la igualdad de resultados y la<br />
igualdad-prueba de pista, en vista de disponer, por ejemplo, de los complementos<br />
de formación, hay lugar para una política preferencial o, si me permiten introducir<br />
esta noción, para una forma de “acción positiva” (affirmative action) que no<br />
pasaría a ser nunca, en mi espíritu, el establecimiento de cuotas 4 (sólo lo sería, en<br />
todo caso, en la medida en que esta problemática tiene sentido, no en un país como<br />
el mío, donde las universidades están abiertas y donde la ausencia de selección no<br />
inducen este tipo de interrogación, pues para establecer cuotas es necesario que los<br />
bienes a asignar sean raros, y no es el caso de este tipo de bienes que es el acceso<br />
de los estudios cuando no hay selección para ingresar a las universidades).<br />
Se trataría en efecto, en mi espíritu, de otra forma de acción positiva, que con-
sideraría, en los primeros años de los estudios académicos, dar más en materia de<br />
cultura general, sobre dominios de la lengua nacional o <strong>del</strong> inglés como lengua<br />
de comunicación internacional, en donde algunos, por razones familiares, sociales<br />
o contingentes (ligados a contingencias de la historia personal), se encuentran<br />
disminuidos. Evidentemente esto no los conducirá necesariamente al éxito en sus<br />
estudios (eso sería reivindicar la absurda igualdad de resultados), pero les dará posibilidades<br />
más equitativas de éxito como las que hubieran conseguido en función<br />
de sus cualidades y de sus esfuerzos, si no se hubieran encontrado en desventaja<br />
desde la línea de partida de su trayecto académico, por eso que podríamos llamar<br />
la lotería familiar, social o histórica.<br />
Correlativamente a estas decisiones organizacionales poco costosas (porque no<br />
exigen la creación de formaciones nuevas, pero sí de diversificar las formaciones<br />
excesivamente homogéneas que no tienen en cuenta la diversificación familiar o<br />
social de los estudiantes) la institución universitaria se aproximaría al objetivo<br />
que debe ser el suyo en una sociedad democrática: crear, en cada generación, una<br />
aristocracia “abierta”, una aristocracia “para todo el mundo”, ya no en el sentido<br />
que cada individuo debería formar parte de los “mejores”, sino en el sentido que<br />
cada uno debería tener la posibilidad equitativa de mostrar si, por sus esfuerzos y<br />
talentos, merece ser parte de ellos.<br />
Referencias<br />
1. Conferencia pronunciada por el Dr. Alain Renaut el día 26 de junio de 2008 en el Honorable Senado<br />
de la Nación, en el marco <strong>del</strong> Seminario de Investigación “Universidad y Democracia: los desafíos de<br />
una política <strong>del</strong> conocimiento”, organizado por el Observatorio de Políticas Universitarias y Educación<br />
Superior de la Universidad Nacional de San Martín. Traducción de: Clara Ruvituso. Temas y Debates<br />
agradece la gentileza <strong>del</strong> Dr. Edgardo Castro, director <strong>del</strong> Observatorio, al autorizar la inclusión de este<br />
texto en este número de la Revista.<br />
2. La manera en que Rawls plantea el problema de la igualdad toma un curso mucho más pausado en<br />
el capítulo 17 de su Teoría de la justicia, poniendo en cuestión el principio mismo de la meritocracia.<br />
A partir <strong>del</strong> capítulo 14, Rawls señala, en efecto, que el principio de equidad, de la manera que él lo<br />
entiende, no obra sobre una “sociedad meritocrática”. El autor precisa en el capítulo 17 que si acordamos<br />
que “las desigualdades no merecidas deben ser corregidas” (principio de reparación), se sigue que,<br />
“debido a que las desigualdades de nacimiento y los dones naturales son inmerecidos, es necesario dar<br />
compensaciones”. Contra la idea de meritocracia, Rawls agrega que “para tratar a todas las personas de<br />
manera igual, para ofrecer una verdadera igualdad de oportunidades, la sociedad debe poner más atención<br />
en los más disminuidos en relación a los dones naturales y en los menos favorecidos socialmente<br />
por nacimiento”. De manera que se pueda “corregir la influencia de contingencias en el sentido de la<br />
mayor igualdad”. A fin de realizar ese principio, concluye él, “podríamos consagrar más recursos a la<br />
educación de los menos inteligentes que a la de los más inteligentes, al menos durante un determinado<br />
tiempo, por ejemplo los primeros años de la escuela primaria”. La última precisión, permite dejar de<br />
lado, en nuestra propia reflexión, esa dimensión anti-meritocrática <strong>del</strong> principio de equidad.<br />
3. Nota <strong>del</strong> T: Sobre esta temática puede consultarse además, A. Renaut (2008), ¿Qué hacer con las<br />
universidades?, UNSAM Edita, Buenos Aires.<br />
4. Nota <strong>del</strong> T: Las cuotas constituyen mecanismos de acción afirmativa que reservan un porcentaje de<br />
vacantes para un grupo determinado de la población, en este caso para el ingreso a la universidad.<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / conferencias / diciembre 2008<br />
<strong>16</strong>1
eseñas<br />
La política después de los partidos de Isidoro<br />
Cheres��y (comp.)<br />
Martín Pedro González<br />
Verdades y saberes sobre el marxismo. Reacciones<br />
de una tradición política ante su “crisis” de Elías<br />
Palti<br />
Juan Bautista Lucca<br />
Los senderos de la nueva izquierda partidaria de<br />
Juan Abal �edina<br />
María Laura Eberhardt<br />
¿Qué hacer con las universidades? de Alain Renaut<br />
Clara Ruvituso<br />
Historia reciente. Perspectivas para un campo en<br />
construcción de �arina Franco y Florencia Levín<br />
Mariángeles Zapata
Libro: La política después de los partidos<br />
Isidoro Cheres��y (comp.)<br />
Prometeo Libros, Buenos Aires, 2006. (440 pp.)<br />
Martín Pedro González<br />
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires<br />
martinpgonzalez@hotmail.com<br />
Con una fecha de edición un tanto engañosa –ya que el libro vio la luz de las<br />
estanterías recién a partir de febrero <strong>del</strong> año pasado–, la presente compilación de<br />
artículos coordinada por Isidoro Cheresky constituye un lúcido análisis de la escena<br />
política nacional, partiendo asimismo de una reflexión teórica sustentada en<br />
la larga experiencia de Cheresky como politólogo, y en el equipo de investigación<br />
que dirige, “Las Nuevas Formas Políticas”, con sede en el Instituto de Investigaciones<br />
Gino Germani. 1<br />
El armazón teórico general <strong>del</strong> libro –desarrollado en una breve introducción,<br />
“La política después de los partidos”, confeccionada por el mismo compilador,<br />
pero compartido y reflejado en la totalidad de los artículos– se entronca dentro<br />
de los últimos aportes de la teoría política francesa. En este sentido, la base fundamental<br />
la constituye el análisis de Bernard Manin (1993), quien afirmó, hace<br />
ya quince años, que asistimos a un proceso de metamorfosis de la representación<br />
política, fundamentada en el ocaso de la llamada “democracia de partidos” y el<br />
surgimiento de un nuevo mo<strong>del</strong>o, el de la “democracia de audiencia”, signado<br />
por la importancia de los liderazgos mediáticos, el declive de las viejas lealtades<br />
partidarias, la constitución de nuevas identidades en el espacio público y la contingencia<br />
<strong>del</strong> vínculo de representación.<br />
Tras esta breve introducción, el libro se divide en tres secciones claramente<br />
diferenciadas. La primera versa sobre las características de la escena nacional y su<br />
recomposición tras la crisis de 2001. La segunda parte, la más extensa en cuanto a<br />
cantidad de artículos y páginas, analiza los escenarios políticos locales –generalmente<br />
municipales–, y cómo se posicionan frente al aparato justicialista y la figura<br />
de Néstor Kirchner, mientras que el tercer segmento da cuenta de la normativa y<br />
calidad de los actos electorales a partir de dos estudios de caso. Finalmente, encontramos<br />
una serie de anexos destinados a ilustrar gráficamente los resultados de<br />
las elecciones de diputados y senadores de 2005.<br />
La primera sección <strong>del</strong> libro consta de dos artículos, “Un signo de interrogación<br />
sobre la evolución <strong>del</strong> régimen político”, de Isidoro Cheresky, y “La arquitectura<br />
<strong>del</strong> poder en un gobierno de la opinión pública”, de Hugo Quiroga. El eje<br />
de análisis está centrado en los fundamentos de la legitimidad <strong>del</strong> gobierno de<br />
Kirchner, haciendo especial hincapié en la construcción de un mo<strong>del</strong>o de salida de<br />
la crisis de 2001 basado en la creación de sus propios recursos de afirmación en<br />
el poder presidencial, sustentando claramente su liderazgo en la opinión pública.<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / reseñas / diciembre 2008<br />
<strong>16</strong>5
La reestructuración de los altos mandos de las Fuerzas Armadas, su compromiso<br />
con los Derechos Humanos, el enjuiciamiento de los miembros de la “mayoría automática”<br />
de la Corte Suprema, sumados a la reestructuración de la deuda externa<br />
y un exitoso encarrilamiento de la economía, dan cuenta de un accionar de gobierno<br />
identificado –tanto política como económicamente– en la figura <strong>del</strong> –ahora<br />
ex– presidente Néstor Kirchner.<br />
Ahora bien, el argumento fundamental en este análisis es que dicha popularidad<br />
presidencial no llega a constituirse en una verdadera identidad política, puesto que<br />
su dependencia <strong>del</strong> estado de opinión no le permite cristalizarse en un comportamiento<br />
electoral predecible y de alcance nacional. Toman pertinencia entonces los<br />
diferentes estudios de caso que componen el segundo apartado de este libro. 2<br />
De la gran cantidad de artículos que se ocupan de los escenarios locales, hay<br />
dos que son especialmente interesantes, debido a que logran ir más allá de una<br />
mera descripción de la escena política, logrando así articularla con una reflexión<br />
teórica. El primero de estos trabajos es el realizado por Rocío Annunziata, “Ni oficialista<br />
ni opositor: más acá de la nacionalización de la campaña. La significación<br />
<strong>del</strong> caso moronense”, en el cual, a partir de la experiencia de Martín Sabbatella<br />
como intendente <strong>del</strong> municipio de Morón, la autora da cuenta de cómo la crisis<br />
de representación a nivel nacional impactó en el escenario municipal, y cómo la<br />
ciudadanía, desinteresada por los asuntos públicos, parece mostrarse mucho más<br />
activa a nivel local. El gran logro <strong>del</strong> nuevo Intendente ha sido el de darle forma<br />
al ser moronense, demostrando así que la crisis de las identidades políticas nacionales<br />
puede tener su contracara en una recomposición de las identificaciones a<br />
nivel local. Dentro de esta misma lógica se inscribe también el artículo de Darío<br />
Rodríguez, “Nacionalización y localización: las elecciones 2005 en La Plata y la<br />
fragmentación <strong>del</strong> escenario político municipal”, quien da cuenta de las diversas<br />
lógicas –nacionales, provinciales y locales– que entraron en conflicto en las elecciones<br />
de 2005 en La Plata, donde un viejo liderazgo municipal (el de Julio Alak)<br />
se vio problematizado por las nuevas dinámicas nacionales y provinciales.<br />
Hemos elegido estos dos casos ya que, frente a un mismo fenómeno –el de la<br />
crisis de las identidades políticas y la metamorfosis de la representación– han dado<br />
resultados disímiles: por un lado, una territorialización de la ciudadanía en torno a<br />
la figura de un líder, y por el otro, una fragmentación de la escena política municipal<br />
a partir de la problemática coexistencia de lógicas diferenciadas.<br />
El tercer apartado <strong>del</strong> libro analiza el aspecto normativo-institucional y la calidad<br />
<strong>del</strong> acto electoral, y se compone a su vez de dos artículos, “Reformas políticas:<br />
internas abiertas obligatorias y unificación electoral en las elecciones de 2005”,<br />
de Virginia Oliveros y Gerardo Scherlis, y “Ritos y rutinas: una aproximación<br />
etnográfica al Acto Electoral de 2005”, de Daniela Slipak.<br />
En resumen, si bien la presente compilación de artículos constituye una sólida<br />
e interesante reflexión sobre el devenir de la política argentina actual, es objetable<br />
que el análisis teórico no presente una gran novedad en relación con los paradigmas<br />
dominantes en la teoría política contemporánea. Asimismo, los análisis de las<br />
coyunturas locales han sido un tanto dispares, teniendo trabajos verdaderamente
excelentes –como los que comentamos anteriormente– con otras producciones<br />
comparativamente más pobres, demasiado centradas en aspectos descriptivos, realizando<br />
escasas reflexiones sobre los mismos.<br />
De todas maneras, La política después de los partidos es un valioso intento de<br />
iluminar los oscuros laberintos de la turbulenta escena política nacional, tan convulsionada<br />
en estos días de conflicto entre el gobierno y el campo, permitiéndonos<br />
así reflexionar sobre la naturaleza <strong>del</strong> poder político de los Kirchner y cómo han<br />
construido los fundamentos de su legitimidad, marcando así la actualidad de la<br />
presente compilación.<br />
Referencias<br />
1. Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires. Además, muchos de los aportes <strong>del</strong><br />
equipo pueden consultarse en la página <strong>del</strong> Observatorio Político Electoral, http://www.observadorpolitico.com.ar/<br />
2. Debido a la gran cantidad de artículos (son ocho en total), haremos referencia a los más significativos.<br />
De todas maneras, los artículos son: Rodríguez, Darío, “Liderazgos y partidos “partidos”: la<br />
fractura <strong>del</strong> justicialismo y la reconfiguración <strong>del</strong> escenario político en la Provincia de Buenos Aires”;<br />
Rocca Rivarola, María, “La Matanza: avatares de la continuidad asegurada. Peronismo, partidos opositores<br />
y organizaciones piqueteras”; Annunziata, Rocío, “Ni oficialista ni opositor: más acá de la nacionalización<br />
de la campaña. La significación <strong>del</strong> caso moronense”; Rodríguez, Darío, “Nacionalización<br />
y localización: las elecciones 2005 en La Plata y la fragmentación <strong>del</strong> escenario político municipal”;<br />
Delgado, María Soledad, “Frente a frente. Alianzas electorales, reforma institucional y recomposición<br />
política en Rosario y Santa Fe (2004-2006)”; Mauro, Sebastián y Montero, Federico, “Dilemas de<br />
la recomposición en la escena porteña. El Juicio Político y la articulación de la retórica opositora”;<br />
Silveti, María, “Alianza entre dirigentes y apatía ciudadana en Santiago <strong>del</strong> Estero”; Slipak, Daniela,<br />
“Entre liderazgos locales y nacionales: popularidad, desagregación partidaria y nuevas alianzas en la<br />
escena política mendocina”.<br />
Bibliografía citada<br />
B. MANIN, B. (1993), “Metamorfosis de la representación”, en M. DO SANTOS (coord.) ¿Qué queda<br />
de la representación política?, Caracas, Nueva Sociedad.<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / reseñas / diciembre 2008<br />
<strong>16</strong>7
Libro: Verdades y saberes <strong>del</strong> marxismo. Reacciones de una tradición<br />
política ante su “crisis”<br />
Elías José Palti<br />
Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2005. (232 pp.)<br />
Juan Bautista Lucca<br />
Universidad Nacional de Rosario / FLACSO Argentina/ Universidad de Salamanca<br />
La intelectualidad europea de izquierda convive con los enigmas de las innumerables<br />
cesuras impuestas por este interregno post que los emplaza, en un tiempo<br />
extra después <strong>del</strong> final <strong>del</strong> tiempo de descuento <strong>del</strong> match –o de la caída <strong>del</strong> muro<br />
para hacerlo más explícito– que genera por un lado, la pérdida de uno de los nortes<br />
brujuleares de la tradición marxista y, por el otro, el desvanecer en mil pedazos<br />
de su solidez en el aire que ha generado justamente una pluralidad de entradas y<br />
salidas <strong>del</strong> –y al– marxismo contemporáneo.<br />
Esta nueva ola de intelectuales busca, por un lado, reponerse a los sinsabores de<br />
la imposibilidad de remontar la evidencia <strong>del</strong> esparcimiento de los escombros que<br />
amuraban e imantaban la “tradición” marxista y, por el otro, recuperar con nuevas<br />
claves y perspectivas post (modernas, estructuralistas o marxistas), al marxismo<br />
mismo. Allí encontramos por ejemplo las perspectivas de Perry Anderson, Fredric<br />
Jameson, Alain Badiou, Ernesto Laclau, Slavoj Žižek y Jacques Derrida, cuyas<br />
formulaciones se encuentran tantas veces tan próximas entre sí, aunque como sucede<br />
con aquellos que comparten la misma polaridad, la repelencia es irremediable<br />
a pesar que la similitud es fácilmente reconocible.<br />
Estos pensadores forman el mosaico de los que, en palabras de E. Palti, se han<br />
repuesto a la crisis <strong>del</strong> marxismo, a partir de entender de qué se trataba ella y que<br />
en grandes rasgos han recuperado de aquellas ruinas sus “saberes” o sus “verdades”<br />
para lanzarlas a la post-eridad.<br />
El cuerpo de la propuesta de Palti parte de la reflexión sobre la crisis, y las<br />
vicisitudes <strong>del</strong> marxismo en torno a ella. Tras hacer un racconto etimológico <strong>del</strong><br />
vocablo, aborda la particular crisis <strong>del</strong> marxismo, “…no como otras tantas ya ocurridas,<br />
sino su crisis última y final” (p.<strong>16</strong>), que está directamente emparentada con<br />
la puesta en tensión <strong>del</strong> propio concepto de crisis dentro de la tradición marxista,<br />
y cómo un cúmulo de autores han reaccionado teóricamente frente a este nuevo<br />
desafío.<br />
Según el propio Palti, la obra se articula en el tratamiento que Nahuel Moreno<br />
y Alain Badiou (capítulo 2 y 5 respectivamente) realizan sobre la mencionada<br />
crisis <strong>del</strong> marxismo, recuperando en el primer caso “una visión más trágica <strong>del</strong><br />
mundo”, en tanto Badiou –según Blanchot– propondría filosofar las “experiencias<br />
<strong>del</strong> desastre”.<br />
Según Palti, más allá de las diferencias, “… el presupuesto común a ambos es<br />
que únicamente en la ortodoxia marxista la crisis se volvería una suerte de expe-<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / reseñas / diciembre 2008<br />
<strong>16</strong>9
iencia vívida, mientras que en las corrientes revisionistas, por su propia versatilidad<br />
conceptual, tendería a diluirse” (p. 21).<br />
Parte de este corpus revisionista –que se adentra en los intersticios de la crisis<br />
sobrepasándola– lo encontramos en el rodeo que Palti realiza de la obra de F.<br />
Jameson y P. Anderson (capítulo 1). Allí, la particularidad de la propuesta de Palti<br />
reside en leer al primer autor desde el prisma <strong>del</strong> segundo, con lo cual la mediatización<br />
de su mirada produce en más de una ocasión un desenfoque que acorta la<br />
profundidad de su análisis.<br />
Luego, en el tercer capítulo, Palti recupera la matriz posestructuralista que marcó<br />
la tónica <strong>del</strong> capítulo sobre Badiou, pero en este caso para contraponerlo y/o<br />
complejizarlo, a partir de sus relecturas sobre la obra de E. Laclau y los puntos de<br />
cesura de éste en relación a Z. Žižek. Como el mismo Palti aduce, es la obra de J.<br />
Derrida la que le permitirá realizar el pendant entre las obras de Badiou-Laclau-<br />
Žižek, ya que le habilita una reentrada en los vestigios de la crisis <strong>del</strong> marxismo,<br />
para encontrar en este campo derrumbado algún rastro de Ariadna y su hilo que<br />
nos permita encontrarle un sentido al juego, después <strong>del</strong> fin <strong>del</strong> juego.<br />
Al decir de Palti –con remembranzas de Derrida– este panorama (y tarea) “…se<br />
vuelve un síntoma e índice de una dislocación objetiva más general, que abraza,<br />
por lo tanto, de conjunto al pensamiento político finisecular” (p. 22).<br />
El colofón de la obra es plantear esta deriva por los enfoques <strong>del</strong> posestructuralismo/posmarxismo<br />
como un objeto de preocupación analítica sobre el sentido<br />
de la política, una vez que lo sólido <strong>del</strong> sentido de la política (parece) haberse<br />
desvanecido en el aire.
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / reseñas / diciembre 2008<br />
171
Libro: Los senderos de la nueva izquierda partidaria<br />
Juan Abal �edina (compilador)<br />
Editorial Prometeo, Buenos Aires, 2006. (296 pp.)<br />
María Laura Eberhardt<br />
Becaria Doctoral, Universidad Nacional de Gral. San �artín<br />
Un novedoso marco conceptual para el estudio <strong>del</strong> origen de los partidos políticos,<br />
el mo<strong>del</strong>o multidimensional, constituye uno de los principales aportes de este<br />
libro, en cuyos diversos capítulos se da prueba contundente de la solidez y consistencia<br />
<strong>del</strong> mismo, aplicable no sólo (como muy sobradamente se demuestra en<br />
este caso), al estudio <strong>del</strong> surgimiento de las nuevas agrupaciones partidarias de la<br />
izquierda ascendente en América Latina y el mundo –Frente Grande (Argentina),<br />
Partido de los Democráticos de Izquierda (Italia), Movimiento Quinta República<br />
(Venezuela), Partido Verde (Alemania), Frente Farabundo Martí para la Liberación<br />
Nacional (El Salvador), Partido de la Revolución Democrática (México), Partido<br />
de los Trabajadores (Brasil) y Frente Amplio (Uruguay)–, sino también, por qué<br />
no, a otras tantas y variadas organizaciones de partidos de extracciones ideológicas<br />
y características divergentes.<br />
La riqueza de este mo<strong>del</strong>o consiste en su capacidad de fusionar los distintos enfoques<br />
teóricos preexistentes sobre el tema a partir de seis dimensiones específicas:<br />
las variables institucionales, los conflictos sociales, los procesos de modernización<br />
social, los incentivos de los grupos, los incentivos electorales para la constitución<br />
de nuevos partidos, y los cambios importantes en los partidos vigentes. Todas ellas<br />
aparecen agrupadas en dos racimos de variables explicativas básicas, institucional<br />
y societal, que impactan en un tercero más residual: los espacios electorales disponibles<br />
y/o las motivaciones de las elites para ocuparlos. En la articulación de<br />
estas tres dimensiones es donde se hallará el motivo central de la presencia de los<br />
incentivos clave para tales surgimientos.<br />
El segundo gran aporte de esta obra tiene que ver con el análisis comparado <strong>del</strong><br />
proceso de institucionalización atravesado por tales partidos, por medio de la aplicación<br />
de un marco interpretativo compuesto por dos dimensiones centrales: el arraigamiento<br />
organizacional y la autonomía <strong>del</strong> liderazgo, operacionalizadas cada<br />
una de ellas en torno a cuatro indicadores principales: la relación miembros/votos,<br />
la disponibilidad de padronazgo, el tamaño <strong>del</strong> aparato administrativo partidario,<br />
y la integración ideológica por un lado; y el control en la selección de candidatos<br />
nacionales, el control de los Congresos partidarios, el dominio de los dirigentes<br />
sobre las autoridades partidarias, y la autonomía de los líderes partidarios frente<br />
a los sindicatos, por el otro. Dichos indicadores se resumirán luego en otras cuatro<br />
combinaciones estipuladas, las que permitirán clasificar ciertamente los casos<br />
empíricos bajo examen.<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / reseñas / diciembre 2008<br />
173
Fiel a su propuesta inicial, este libro consigue reducir la deuda pendiente contraída<br />
por una teoría insuficiente respecto de la emergencia e institucionalización<br />
de los partidos en general, así como de estas nuevas organizaciones partidarias<br />
exitosas de izquierda en particular, introduciendo al campo de estudio dos herramientas<br />
heurísticas de gran utilidad y notable relevancia en la cruzada contra ambos<br />
vacíos.<br />
Evitando recaer en meras “narraciones densas” de poco contenido explicativo,<br />
los autores recrean la historia partidaria de las diferentes organizaciones bajo estudio,<br />
identificando sus causas de origen, la forma de su institucionalización, y el<br />
núcleo central de su organización, factores importantes al momento de dar cuenta,<br />
de modo científico, de los múltiples motivos y caracteres de su construcción y<br />
desarrollo.<br />
Finalmente, si bien se anexa en último término un Post Scriptum a fin de actualizar<br />
al lector respecto de la situación coyuntural atravesada por cada uno de los<br />
ocho partidos relevados al momento de cerrar la confección <strong>del</strong> libro, su alcance<br />
se extiende mucho más allá <strong>del</strong> solo intento de reseñar el sendero recorrido por<br />
aquellos en sus escenarios respectivos. Por el contrario, pretende, y ciertamente<br />
consigue, brindar una lectura interpretativa de los motivos y condiciones específicas<br />
de su aparición y crecimiento, a modo individual y extensivo primero, pero<br />
comparado e intensivo después, sobre la base de una matriz interrelacionada de<br />
factores explicativos de influencia variada para cada caso, que permite valorar la<br />
multicausalidad implicada en los momentos originario e institucionalizador.<br />
Un novedoso y fructífero marco teórico-conceptual explicativo de análisis, junto<br />
con un amplio y consistente trabajo empírico aplicado sobre la izquierda partidaria<br />
de extracción reciente, constituye la combinación explosiva de esta obra, esfuerzo<br />
a incorporar y también a continuar por todo cientista social comprometido<br />
con este área <strong>del</strong> conocimiento.
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / reseñas / diciembre 2008<br />
175
Libro: ¿Qué hacer con las universidades?<br />
Alain Renaut<br />
UNSA� EDITA, Universidad Nacional de San �artín, Buenos Aires, 2008. (71 pp.).<br />
Clara Ruvituso<br />
Secretaria <strong>del</strong> Observatorio de Educación Superior de la UNSA�<br />
“La universidad debe readquirir la unidad de espíritu que ha perdido por inadaptación<br />
a la época y al medio; y debe, a su vez, infundir e todos los que la<br />
frecuenten –profesores, alumnos, oyentes– esa cultura general que refluirá toda<br />
sobre la sociedad cuya ideología aspira a representar” 1 (José Ingenieros, 19<strong>16</strong>).<br />
En cada época, la educación no cesó de requerir una vasta y profunda reflexión<br />
sobre sí misma y la filosofía no ha dejado de sentirse concernida por esta convocatoria.<br />
Con el sugerente título ¿Qué hacer con las universidades?, el filósofo francés<br />
Alain Renaut invita a renovar el espíritu crítico de la filosofía a través <strong>del</strong> desarrollo<br />
de lo que denomina una “filosofía política aplicada a la universidad”. Esta<br />
perspectiva implica retomar la cuestión central de la crisis de “modernización”<br />
en la que se encuentra inmersa, indicando, a su vez, vías de salidas posibles en<br />
el marco de las actuales sociedades democráticas. A lo largo de los seis capítulos<br />
que componen el libro, la crisis de la universidad francesa es comprendida a la luz<br />
de la importancia de su origen medieval y de sus transformaciones históricas. Su<br />
especificidad muestra para Renaut las consecuencias de una crisis de largo plazo,<br />
cuando la universidad medieval debió enfrentarse a las exigencias de la dinámica<br />
global de la modernidad democrática de finales <strong>del</strong> siglo XVIII. Mientras en<br />
Francia las universidades eran suprimidas durante más de un siglo dando lugar al<br />
desarrollo de las grandes escuelas profesionales 2 , <strong>del</strong> otro lado <strong>del</strong> Rin, el mo<strong>del</strong>o<br />
humboldtiano salvó con extraordinario éxito a la universidad de su desaparición,<br />
recreando las funciones heredadas <strong>del</strong> mundo medieval a la luz de los imperativos<br />
de la modernidad. Las posteriores reformulaciones <strong>del</strong> mo<strong>del</strong>o alemán para<br />
superar las exigencias de los nuevos tiempos no ofrecieron soluciones a la crisis;<br />
en este sentido, la miseria presente de la universidad francesa exige formular las<br />
propias respuestas.<br />
En el primer capítulo de la obra, Renaut da cuenta de la perspectiva general de<br />
este análisis, centrada en las dificultades que la universidad francesa encontró,<br />
desde el inicio de la modernidad, en el intento de superar los cuestionamientos<br />
sobre su capacidad de asumir los valores de igualdad y libertad exigidos por la<br />
modernización. Pero antes de presentar en toda su complejidad lo que significó<br />
para Francia el enfrentamiento con la modernidad, Renaut examina, en el capítulo<br />
dos, la situación actual de la crisis universitaria a través de datos institucionales,<br />
demográficos y político-económicos. En este capítulo se recalca la “miseria” en<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / reseñas / diciembre 2008<br />
177
que la universidad se encuentra inmersa, en competencia con las grandes escuelas<br />
que convocan un número mucho menor de estudiantes seleccionados y reciben la<br />
mayoría <strong>del</strong> presupuesto asumiendo la función, que antes correspondía a la universidad,<br />
de reclutar a la elite. La universidad, por el contrario, está abierta al ingreso<br />
irrestricto de todo bachiller y ha aumentado el número de sus estudiantes sin encontrar<br />
una función que le sea propia. La concentración en el área de humanidades<br />
y la masividad de la convocatoria constituyen, para Renaut, datos centrales para el<br />
análisis, que moldearán, al final de este texto, posibles caminos para su solución.<br />
Antes de pensar los caminos que pudieran conducir a salir de la crisis, el siguiente<br />
capítulo da cuenta <strong>del</strong> concepto de universidad en el que fundamenta su análisis.<br />
Esta noción se desprende de lo que ha sido el desarrollo de la universidad desde el<br />
siglo XIII en dos momentos claves, el origen medieval y su reformulación sobre<br />
nuevas bases a fines <strong>del</strong> siglo XVIII a partir <strong>del</strong> mo<strong>del</strong>o humboldtiano. Lo extraordinario<br />
de la refundación modernizante de la universidad que inició Wilhelm von<br />
Humboldt fue conseguir preservar la esfera <strong>del</strong> “saber puro” incluyendo, a su vez,<br />
una perspectiva “práctica” en la convicción según la cual el saber constituido de<br />
manera libre y autónoma “forma” lo humano en el hombre. De este modo, Alemania<br />
lograba preservar a la universidad como ámbito de enseñanza, investigación y<br />
reclutamiento de las elites, contra los riesgos de su disolución a favor de las escuelas<br />
superiores especializadas. Este fascinante mo<strong>del</strong>o, que sirvió como base para<br />
la construcción de universidades en todo el mundo, es retomado por Renaut con el<br />
fin de reflexionar sobre su capacidad de enfrentar la actual realidad universitaria.<br />
En el capítulo cuatro, “Olvidar Berlín”, nuestro autor comprende esta cuestión a<br />
través de un análisis crítico de dos reformulaciones que la filosofía alemana ensayó<br />
como soluciones de la crisis <strong>del</strong> idealismo, la de Jürgen Habermas y Jürgen<br />
Mittelstrass. La solución planteada por Habermas a la crisis <strong>del</strong> mo<strong>del</strong>o idealista<br />
se basó en el reemplazo <strong>del</strong> árbitro <strong>del</strong> “conflicto de las facultades”, planteado por<br />
Kant en 1798 como función de la filosofía. Para el Habermas de los años sesenta,<br />
esta función debía pasar a las ciencias humanas, garantes de una nueva reflexibilidad<br />
y constitutivas de una nueva instancia formadora.<br />
La concepción habermasiana es rechazada por Renaut. Por un lado, porque la<br />
sustitución de la filosofía por las ciencias humanas no garantiza que puedan volver<br />
a generarse nuevos dogmatismos y, por otro, deja intacto –después <strong>del</strong> paso<br />
de un siglo y medio de historia– casi la totalidad <strong>del</strong> edificio humboldtiano-kantiano<br />
para una universidad que ha cambiado tanto en términos de organización<br />
administrativa y demográfica como disciplinar. Luego de esta crítica, Renaut pasa<br />
a analizar el debate alemán contemporáneo retomando las ideas de Mittelstrass.<br />
Para este especialista alemán, la universidad de masas y los actuales imperativos<br />
de profesionalización han desmoronado el mito humboldtiano de unidad de ciencia<br />
e investigación como “formación”. Mittelstrass critica las transformaciones<br />
que profesionalizaron los primeros ciclos universitarios, defendiendo una solución<br />
inversa: la deportación de una serie de carreras profesionales y técnicas fuera de la<br />
universidad hacia las escuelas superiores. Para Mittelstrass, esta solución dejaría<br />
el espacio universitario libre de la demasía de estudiantes para reorganizar sus
tareas específicas: la formación de elites sabias a través de la unión entre enseñanza<br />
e investigación. Renaut critica severamente esta opción, sosteniendo que<br />
esta “cura de a<strong>del</strong>gazamiento” estaría renunciando a un desarrollo que lleva más<br />
de cuarenta años, el que hizo posible que más estudiantes accedan a la formación<br />
universitaria; al tiempo que una evacuación de tal envergadura no estaría dando<br />
una respuesta satisfactoria a una mayoría de estudiantes que están interesados<br />
en una formación humanística, sin interés prioritario en la profesionalización. La<br />
masividad y la inquietud literaria es una experiencia cultural que para Renaut no<br />
debería ser descuidada.<br />
Descartadas las alternativas alemanas, Renaut vuelve a la especificidad francesa<br />
en el capítulo cinco. La crisis <strong>del</strong> sistema francés tiene su origen en el prolongado<br />
vacío que generó la supresión de la universidad por parte de la Convención en<br />
1793, medida sostenida por los diferentes gobiernos durante más de un siglo hasta<br />
la ley <strong>del</strong> 10 julio de 1896 durante la Tercera República. Esta supresión motivó<br />
el desarrollo de las grandes escuelas con un vigor sin equivalente en el mundo,<br />
en ellas se concentró desde entonces la vida cultural y científica de la nación,<br />
así como el reclutamiento de las elites. La universidad francesa convive desde<br />
su reapertura con el dispositivo de las grandes escuelas, este sistema dual genera<br />
competencias desiguales y un desfasaje creciente en la búsqueda de funciones propias<br />
para la universidad. A través de este esquema Renaut llega a una conclusión<br />
que puede sorprendernos por la gravedad <strong>del</strong> diagnóstico. Si la crisis <strong>del</strong> 68 fue<br />
fuerte en el imperativo de democratización interna y apertura, no ponía en duda<br />
que la universidad cumplía con cierto número de funciones sociales; en cambio, la<br />
universidad actual, sin funciones propias, con bajo presupuesto y una marea de estudiantes<br />
concentrados en todos sus ciclos, enfrenta una crisis que, “sin estruendo<br />
ni explosión”, pone en cuestión su propia existencia.<br />
Lejos de quedar paralizado ante semejante cuadro, Renaut culmina este texto<br />
con una propuesta que invita a refundar las funciones universitarias a partir de<br />
una opción que realza los rasgos positivos que tanto la masividad como la demanda<br />
por las humanidades constituyen para la modernización de la universidad,<br />
marcando un fuerte rechazo a las propuestas que intentaron saldar la crisis con el<br />
vaciamiento de la universidad o la profesionalización de los estudios. Nuestro autor<br />
propone entonces una serie de transformaciones: contra la profesionalización<br />
de los primeros ciclos, los tres primeros años deberían dispensar una “formación<br />
general” considerada indispensable para el dominio de una disciplina. A este primer<br />
ciclo le seguirían dos años consagrados a la adquisición de los fundamentos<br />
disciplinares, para culminar con una profesionalización fuerte en el tercer ciclo<br />
que trataría de hacer que las ofertas de formación se encuentren suficientemente<br />
diversificadas. La libertad de acceso al complemento de cultura general que significaría<br />
este primer ciclo, ofrece las mejores oportunidades para seguir el camino<br />
de la especialización en las diferentes disciplinas con una base sólida y plural.<br />
Además de preámbulo para la especialización, la formación general dispensada<br />
por la universidad a una población cada vez más vasta, dotaría a la universidad de<br />
una misión esencial en la vida de la democracia: la reducción de las desigualdades<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / reseñas / diciembre 2008<br />
179
culturales. La universidad así reestructurada, sin atacar a las grandes escuelas ni<br />
exigir inversiones imposibles, lograría ser parte <strong>del</strong> saber de una época, en un<br />
devenir cultural, plural y abierto, constituyendo el soporte de una sociedad más<br />
democrática e igualitaria.<br />
El libro de Renaut proporciona un punto de vista que, en el medio de fuegos<br />
cruzados entre especialistas y funcionarios, vuelve a retomar el análisis de la universidad<br />
desde la filosofía que, en tanto acompañó las reflexiones fundamentales<br />
sobre sus transformaciones, tiene mucho que decirnos sobre cómo pensar los dilemas<br />
y crisis contemporáneos. No ha de sorprendernos entonces la similitud que<br />
encuentran las propuestas que Renaut planteaba en el año 2002 en Francia, con los<br />
postulados que enfatizaba José Ingenieros para la modernización de la universidad<br />
argentina en 19<strong>16</strong>. Ambos filósofos, activos en el devenir de la universidad en<br />
épocas y países diferentes, rechazaron su devenir en mera profesionalización y en<br />
la técnica, y postularon que la universidad tiene la misión fundamental de fijar los<br />
principios que permitan organizar la cultura superior al servicio de las sociedades<br />
democráticas contemporáneas de sus respectivos tiempos.<br />
¿Qué hacer con las universidades? es, pues, un aporte fundamental al debate<br />
universitario abierto en la cultura occidental hace más de dos siglos con el cual<br />
estamos destinados, por su profundidad y cercanía, a dialogar.<br />
Referencias<br />
1. En J. INGENIEROS, La universidad <strong>del</strong> porvenir y otros escritos, Buenos Aires, Ediciones<br />
Meridión, 1957.<br />
2. El sistema de educación superior francés está constituido por ochenta y siete establecimientos<br />
estrictamente catalogados como “universidades” y noventa y dos Institutos Universitarios de<br />
Tecnología (IUT) que corresponden a la parte que no incluye ni a las grandes escuelas (grandes écoles)<br />
ni a las denominadas secciones de técnico superior (STS). Las universidades francesas se caracterizan<br />
por ser abiertas y gratuitas, de modo que todo poseedor de bachillerato puede acceder a los estudios<br />
universitarios. Las grandes escuelas, creadas a finales <strong>del</strong> siglo XVIII paralelamente al sistema<br />
universitario, ofrecen una enseñanza profesionalizada de muy alto nivel con una rigurosa selección<br />
para el ingreso que incluye la aprobación de clases preparatorias de dos o tres años de duración.
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / reseñas / diciembre 2008<br />
181
Libro: Historia reciente: perspectivas y desafíos para un campo en<br />
construcción<br />
�arina Franco – Florencia Levín (comps.)<br />
Editorial Paidós, Buenos Aires, 2007. (352 pp.)<br />
Mariángeles Zapata<br />
UNNOBA<br />
mariangeleszp_84@yahoo.com.ar<br />
En nuestro país la preocupación académica y la demanda social por abordar e<br />
interpretar el pasado reciente, convirtiéndolo en campo de estudio, se ha acrecentado<br />
en los últimos tiempos. De ello da cuenta el incremento en el número de jornadas,<br />
congresos y publicaciones abocados a esta temática. Sin embargo, debido<br />
a que es un margen muy <strong>del</strong>gado el que separa a este pretérito <strong>del</strong> presente en el<br />
que transcurren nuestras vidas, interpretarlo implica problematizarlo, reconocerlo<br />
como un “pasado que no pasa”, un tiempo que apela a la subjetividad de lo vivido,<br />
que por ser tan cercano, genera tanto pasiones como odios o rencores, aunque<br />
también indiferencias.<br />
Partiendo de estas premisas, el trabajo de compilación de las historiadoras Marina<br />
Franco y Florencia Levín, se propone generar un espacio de debate y reflexión<br />
sobre este nuevo campo que, denominado de diferentes maneras –historia <strong>del</strong> presente,<br />
historia muy contemporánea, historia de nuestros tiempos, historia reciente,<br />
etc.– ha convertido al pasado cercano en un objeto legítimo de investigación para<br />
ser abordado por los cientistas sociales, y propicio, a su vez, para ser interpelado<br />
a partir de un enfoque interdisciplinario, capaz de enriquecer y complejizar su<br />
comprensión. No obstante esta ventaja, la Historia Reciente –tomando de esas<br />
denominaciones la más usual– por representar un campo historiográfico todavía<br />
en ciernes requiere, para su abordaje, de amplios <strong>debates</strong> tanto epistemológicos y<br />
metodológicos, como éticos y políticos, capaces de impulsar su eficaz desarrollo.<br />
Con el objetivo de contribuir a este debate, el libro se compone de una serie de trabajos,<br />
que desde diferentes autorías y disciplinas sociales, abordan tanto las cuestiones<br />
metodológicas y conceptuales, como las éticas y políticas que, consideran,<br />
se deben tener en cuenta a la hora de historizar e interpretar el pasado cercano.<br />
Si bien el mismo se halla organizado en tres partes, determinadas cada una de ellas<br />
por una temática matriz: problemáticas conceptuales e historiográficas, en la<br />
primera; acercamientos metodológicos y cuestiones ético-políticas, en la segunda<br />
y, finalmente la relación entre pasado cercano y sociedad actual, en la tercera; hay<br />
cuestiones que son comunes y transversales a todos los artículos que forman parte<br />
de él. De esta manera, conceptos como “memoria”, “trauma”, “verdad” y “justicia”<br />
se presentan como ejes vertebradores de esta obra colectiva.<br />
La primera parte está conformada por cuatro artículos. El primero de ellos, “El<br />
pasado cercano en clave historiográfica”, elaborado por las propias compiladoras,<br />
consiste en una puesta en discusión de la Historia Reciente como disciplina<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / reseñas / diciembre 2008<br />
183
historiográfica, en proceso aún de construcción y consolidación, por lo cual trata<br />
de abordar, desde una perspectiva analítica su posicionamiento e inserción en el<br />
campo académico. Para ello da cuenta, por un lado, de las objeciones y críticas<br />
que desde éste ámbito le han sido formuladas al abordaje <strong>del</strong> pasado cercano, y<br />
por otro lado, de los fundamentos metodológicos utilizados por los propios cientistas<br />
sociales abocados al estudio de esta disciplina; asimismo la íntima relación<br />
existente entre la historia reciente y el pasado traumático, por un lado, y las demandas<br />
sociales que recaen sobre ella, exigiéndole su aporte en aras de contribuir<br />
a la verdad y la justicia, por el otro, llevan a las autoras a poner en primer plano<br />
la correlación entre este campo con los conceptos de “memoria” y “testimonio”.<br />
Por último, el texto aporta una mirada prospectiva sobre el lugar de la Historia Reciente<br />
en el campo historiográfico, desde sus posibilidades de legitimación como<br />
objeto de estudio específico, hasta lo fructífero de la interdisciplinariedad como<br />
forma de abordaje <strong>del</strong> mismo.<br />
El segundo artículo “Historia y memoria. Notas sobre un debate” corresponde<br />
a la autoría <strong>del</strong> historiador italiano Enzo Traverso, quien basando su análisis en<br />
las relaciones entre historia y memoria, coteja los hechos traumáticos <strong>del</strong> pasado<br />
reciente –desde la Shoá hasta el terrorismo de Estado argentino– y la forma en<br />
que han sido y son resignificados e incorporados a la memoria colectiva en el<br />
presente. Esto lo lleva a plantear el peligro que puede significar –y ha significado<br />
en algunos casos– la reificación de ese pasado por la posibilidad que encierra de<br />
cosificar o convertir a la memoria en un producto de consumo. Por último, su<br />
trabajo pone en evidencia, al igual que el resto de los artículos que forman parte<br />
de esta compilación, los lazos estrechos que unen los conceptos de historia y memoria<br />
con los de “verdad” y “justicia”, lo cual vincula al estudio de este pasado<br />
cercano, por el hecho de haber sido tan traumático, con la noción de deber cívico<br />
y político, haciendo de la construcción de la memoria un mandato ético. Todas<br />
estas consideraciones son atravesadas por una permanente introspección sobre la<br />
incidencia <strong>del</strong> historiador en este proceso de construcción <strong>del</strong> saber histórico y de<br />
la memoria colectiva.<br />
El tercero de los artículos, “Historia reciente de los pasados traumáticos. Desde<br />
los fascismos y colaboracionismos europeos a la historia de la última dictadura<br />
argentina”, es obra de otro historiador, Daniel Lvovich, quien se aboca a analizar,<br />
de manera más amplia y exhaustiva los modos de construcción de la memoria<br />
colectiva en los diferentes países que comparten el hecho de haber vivenciado un<br />
pasado traumático.<br />
A partir de una comparación entre los casos de Italia, Francia y Alemania, entre<br />
sí y de un cotejo entre estos tres países en general, con el terrorismo aplicado por la<br />
última dictadura en Argentina, el trabajo busca y logra mostrar las resignificaciones<br />
que cobra el pasado a partir de un presente, que se expresa y legitima a sí mismo<br />
interpelándolo. Teniendo en cuenta que en este proceso de interpelación intervienen<br />
tanto los <strong>debates</strong> intelectuales como las elaboraciones de las distintas memorias<br />
en pugna sobre ese pasado y la producción historiográfica, Lvovich considera las<br />
formas en que en cada uno de estos países estas diversas instancias se vincularon.
No obstante, su planteo no se agota en los alcances de esta interpelación, sino<br />
que bucea, sobre todo para lo que concierne al caso argentino, en sus limitaciones<br />
y desafíos a futuro, brindando desde la perspectiva historiográfica un conjunto<br />
de claves interpretativas y metodológicas para el abordaje de la historia reciente,<br />
como campo específico de estudio.<br />
Esta primera parte <strong>del</strong> libro se cierra con el trabajo <strong>del</strong> historiador Roberto Pittaluga<br />
“Miradas sobre el pasado reciente argentino. Las escrituras entorno a la militancia<br />
setentista”, en el cual el autor hace un recorrido historiográfico por un tema<br />
que durante mucho tiempo permaneció ausente como objeto de estudio de la disciplina<br />
histórica, para luego convertirse en una de las temáticas más recurrentes de la<br />
historia reciente. Así, Pittaluga expone, en clave analítica, los factores que durante<br />
la década que siguió al retorno de la democracia, contribuyeron a invisibilizar o<br />
soslayar, en el campo académico e historiográfico, el pasado inmediato de los años<br />
sesenta y setenta; luego, a la inversa, da cuenta de las posibles causas que llevaron,<br />
desde mediados de los ’90, a abordar la temática de la militancia setentista desde<br />
diferentes perspectivas: historia, literatura, memorias, autobiografías de los propios<br />
militantes, etc. De esta manera, su trabajo permite vislumbrar y comprender<br />
los diferentes modos en que este pasado ha sido resignificado desde el presente, y<br />
las ambigüedades que estas interpelaciones aún conllevan en el tratamiento, sobre<br />
todo, de las figuras de los desaparecidos, cuya categorización binaria antagónica, o<br />
“víctima” o “mártir”, muchas veces ocluye la necesidad de un análisis más crítico<br />
y complejo.<br />
La segunda parte <strong>del</strong> libro, cuyo eje articulador es el tratamiento e interrelación<br />
entre los aspectos éticos, políticos y metodológicos, que se presentan a los cientistas<br />
sociales al momento de abordar una investigación, consta de cuatro artículos,<br />
provenientes de diferentes disciplinas sociales: historia, antropología, filosofía y<br />
comunicación.<br />
El primero de ellos, “Aportes y problemas de los testimonios en la reconstrucción<br />
<strong>del</strong> pasado reciente en la Argentina” es el trabajo de la historiadora Vera Carnovale<br />
quien, partiendo de un ejemplo concreto <strong>del</strong> testimonio de quien fuera un militante<br />
<strong>del</strong> PRT-ERP, da cuenta de los alcances, limitaciones y cuidados que conlleva el<br />
uso metodológico de la historia oral en el tratamiento <strong>del</strong> pasado reciente. Este<br />
trabajo muestra que, si bien los testimonios orales se presentan como una fuente<br />
indispensable para el abordaje de la historia reciente, contraponer a estas memorias<br />
un análisis crítico es una tarea ineludible por parte <strong>del</strong> investigador. Asimismo,<br />
dado que todas estas consideraciones metodológicas se encuentran atravesadas<br />
por otras de orden ético y político, la autora advierte acerca de la empatía que<br />
puede significar estar frente al testimonio que <strong>del</strong>ata un pasado traumático vivido<br />
en primera persona, así como de la necesidad de un abordaje más sistemático <strong>del</strong><br />
pasado cercano con el fin de “interpelar a la sociedad en su conjunto para poder<br />
dar cuenta de las responsabilidades colectivas en la instalación y funcionamiento<br />
<strong>del</strong> aparato terrorista” (p.178).<br />
El segundo trabajo “Etnografía de los archivos de la represión en la Argentina”<br />
proviene <strong>del</strong> campo de la antropología cultural, y en él su autora, Ludmila Catela<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / reseñas / diciembre 2008<br />
185
Da Silva realiza un reconto descriptivo y analítico, a su vez, de la disponibilidad<br />
de fuentes documentales de la represión y de las posibilidades de acceso a ellas,<br />
así como también de los <strong>debates</strong> metodológicos que entorno a ellas se generan. La<br />
autora analiza por un lado las riquezas y limitaciones de esas fuentes para su tratamiento<br />
metodológico, y por otro, advierte sobre las expectativas sociales que se<br />
desprenden <strong>del</strong> uso público de estos archivos, ya que se los suele considerar como<br />
depositorios o baluartes de verdad y generadores de justicia per se, sin considerar<br />
que esos documentos fueron construidos por los mismos agentes de la represión,<br />
por lo cual se los deberá cotejar con otros testimonios, para poder, de esta forma<br />
dar cuenta de una manera más crítica y compleja de ese pasado traumático.<br />
Seguidamente, en esta segunda sección <strong>del</strong> libro se halla el artículo de la historiadora<br />
Hilda Sabato “Saberes y pasiones <strong>del</strong> historiador. Apuntes en primera<br />
persona”. Este artículo, narrado por la autora en primera persona, da cuenta de los<br />
avatares que conlleva el trabajo <strong>del</strong> historiador abocado a los estudios de historia<br />
reciente. Analiza cómo su propia subjetividad y anclaje ideológico se entrecruzan<br />
con las relaciones propias entre historia y memoria en el proceso de construcción<br />
de una conciencia histórica y de una memoria colectiva, y cómo en este entrecruzamiento<br />
interviene también el factor ético y político. Todas estas consideraciones<br />
llevan a la autora a preguntarse cómo y hasta qué punto el historiador puede controlar<br />
“sus pasiones presentes (políticas, ideológicas, culturales) que orientan sus<br />
preguntas a la hora de generar las respuestas, de producir resultados” (p.231).<br />
Esta segunda parte <strong>del</strong> libro culmina con el artículo de Alejandro Kaufman “Los<br />
desaparecidos, lo indecidible y la crisis. Memoria y ethos en la Argentina <strong>del</strong> presente”.<br />
Kaufman analiza la desaparición como un concepto y condición que al<br />
estar cargado de indeterminación, por estar fuera de las condiciones binarias esenciales<br />
<strong>del</strong> ser humano –la vida y la muerte– se traduce en algo completamente<br />
indecidible. El eje que recorre este trabajo consiste en la postulación de la imposibilidad<br />
de generar una memoria histórica y epistémica de la inconmensurabilidad<br />
y singularidad que representaron la Shoá y el terrorismo de Estado en Argentina,<br />
soslayando el valor de los testimonios morales y anamnéticos de las figuras de los<br />
sobrevivientes de ambos pasados traumáticos. De esta manera, estos testimonios,<br />
al estar atravesados por un ethos tan fuerte, se convierten en piezas únicas, singulares<br />
e incomparables por sí mismas, capaces de volver falaz cualquier atisbo de<br />
discordia entre historia y memoria.<br />
La tercera y última parte de esta compilación está compuesta por tres trabajos,<br />
que provenientes de tres disciplinas diferentes (ciencias de la educación, sociología<br />
y antropología cultural), comparten en común la temática de indagar en<br />
la relación entre la historia reciente y la sociedad civil posdictatorial, postulando<br />
a través de un exhaustivo análisis las resignificaciones, discursos y miradas que<br />
conviven e interactúan en la interpelación de ese pasado, en distintas esferas <strong>del</strong><br />
campo social.<br />
El primero de ellos, “Entradas educativas en los lugares de la memoria”, que<br />
corresponde a la autoría de Silvia Finocchio, se aboca al análisis de las diferentes<br />
formas en que el pasado traumático de la última dictadura militar ha sido
abordado en el ámbito de la educación formal, específicamente en la enseñanza<br />
escolar de la historia, desde el retorno de la democracia hasta nuestros días. A<br />
partir de un somero pero rico esbozo sobre la conformación y modos de abordaje<br />
de la disciplina histórica en la historia escolar, la autora plantea los avances de los<br />
programas educativos, en la última década, en cuanto han sido capaces de incluir<br />
el tratamiento de la historia reciente, pero advierte acerca de la fragilidad y dificultad<br />
que esta tarea conlleva en el campo de la praxis, a la hora de transmitirlos<br />
a los alumnos. De esta manera, el artículo permite vislumbrar cuáles son los retos<br />
que enfrenta hoy la escuela ante la enseñanza de la historia en general, y ante los<br />
lugares de memoria, en particular; al mismo tiempo aporta posibles caminos para<br />
repensar las formas de abordaje <strong>del</strong> pasado reciente en las escuelas, para que en<br />
efecto éstas dejen de ser una “máquina imponente de memoria institucionalizada”<br />
(p.274).<br />
El artículo siguiente, titulado “Historias próximas, historias lejanas. Usos sociales<br />
de las distancias temporales en la organización de las experiencias sobre<br />
el pasado: el caso <strong>del</strong> servicio de psiquiatría <strong>del</strong> Lanús” pertenece a Sergio<br />
Visacovsky. A partir de un estudio etnográfico, anclado en el campo de la antropología<br />
cultural, el autor se sumerge en el análisis de un caso ejemplar: las formas<br />
en que los actores sociales de una institución, separados entre sí por condicionantes<br />
generacionales, etarios y por la forma en que conciben su propia historia y la<br />
de la institución a la que pertenecen, el ‘Lanús’, resignifican el pasado cercano<br />
traumático como modo de validar o legitimar sus percepciones <strong>del</strong> propio presente.<br />
Así, a partir de este trabajo, Visacosvky da cuenta de un hecho, muchas veces<br />
invisibilizado en el campo historiográfico: la coexistencia de una doble perspectiva<br />
o escala de análisis, subyacente en todo abordaje teórico: la <strong>del</strong> investigador<br />
y la de los propios actores estudiados, quienes a su vez, presentan o crean una<br />
pluralidad de significantes y significados diferentes, más aún cuando se trata <strong>del</strong><br />
abordaje de la historia reciente. Esto a su vez da cuenta de que las conceptualizaciones<br />
o usos sociales de las distancias temporales, no son ahistóricas o naturales,<br />
sino que responden a una determinada concepción de la realidad social, y a fines<br />
político-ideológicos concretos. Los <strong>debates</strong>, posicionamientos y revalidaciones<br />
<strong>del</strong> pasado, efectuados por integrantes <strong>del</strong> servicio de psiquiatría <strong>del</strong> ‘Lanús’, estudiados<br />
por el autor, permiten ejemplificar perfectamente estos procesos.<br />
Finalmente, el último artículo “La conflictiva y nunca acabada mirada sobre<br />
el pasado” de la socióloga Elizabeth Jelin, bucea en forma comparativa, a partir<br />
<strong>del</strong> caso alemán y de los casos <strong>del</strong> Cono Sur, en los modos en que ha sido construida<br />
la memoria colectiva en países que han atravesado pasados traumáticos, y<br />
las tensiones entre estas memorias y otros sentidos <strong>del</strong> pasado, construidos por<br />
diferentes actores e instituciones. Dado que el pasado no es algo inmóvil y cerrado<br />
en el tiempo, sino que por el contrario, se halla permanentemente resignificado e<br />
interpelado por el presente, la autora sostiene que los procesos de construcción<br />
de memorias se presentan como eternamente inacabados, sujetos a ser revisados<br />
una y otra vez, desde el presente y los posibles futuros. A su vez, Jelin, sugiere<br />
interesantes herramientas conceptuales y sendos interrogantes para acceder a la<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / reseñas / diciembre 2008<br />
187
comprensión <strong>del</strong> modo en que las memorias de este pasado cercano han sido<br />
elaboradas a lo largo <strong>del</strong> tiempo.<br />
Como corolario, se puede sostener que si bien al pasado reciente –como a cualquier<br />
otro pasado– sólo se puede acceder asintóticamente, a partir <strong>del</strong> cotejo de<br />
diferentes fuentes, como ha sido planteado por todos los autores que conforman<br />
este libro, su abordaje es indispensable para toda sociedad, especialmente para<br />
aquellas que han vivenciado procesos traumáticos, como es el caso de nuestro<br />
país. En este sentido, y como quedó plasmado en todos los artículos, el abordaje<br />
de la historia reciente no se puede deslindar de una cuestión ética y moral. De<br />
aquí también emana la importancia de la consolidación de la Historia Reciente<br />
como campo de estudio específico. Por todo ello, este libro representa un aporte<br />
insoslayable para quien desee indagar en este período de la historia.
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / reseñas / diciembre 2008<br />
189
Convocatoria<br />
Temas y Debates es una publicación académica, editada por la Facultad de Ciencia<br />
Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario, que recoge<br />
colaboraciones de las diversas disciplinas de las ciencias sociales, es editada de manera<br />
semestral y recibe los siguientes tipos de trabajos:<br />
- Artículos de investigación: deberán ser textos originales.<br />
- Comunicaciones y estados <strong>del</strong> arte.<br />
- Reseñas.<br />
Los trabajos con pedido de publicación deben ser inéditos en español y observar las<br />
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1. Presentar una nota con pedido de publicación dirigida al Comité de Redacción, que<br />
incluya, el título <strong>del</strong> trabajo, los datos completos <strong>del</strong> autor (nombre y apellido, máximo<br />
grado académico alcanzado), la pertenencia institucional, la dirección postal, el número de<br />
teléfono y el correo electrónico.<br />
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electrónico el texto con los datos completos <strong>del</strong> autor. Las copias impresas deberán ser<br />
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3. Extensión de los trabajos: máximo 65.000 caracteres para artículos, 25.000 caracteres<br />
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deben presentarse en hoja A4 (297 x 210 mmm), a espacio y medio, con márgenes de 3 cm.<br />
Deben ser digitados en fuente Times New Roman tamaño 12.<br />
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haciendo referencia a su ubicación en el texto.<br />
5. Citas y Referencias: Para las citas se utilizará el sistema Harvard (Apellido <strong>del</strong> autor, año<br />
de edición: número de página si correspondiere) en el cuerpo <strong>del</strong> texto. Ejemplo: (Bourdieu,<br />
2000:23). Las notas ampliatorias o aclaratorias deberán enumerarse correlativamente a pie<br />
de página.<br />
6. La Bibliografía deberá ser ordenada alfabéticamente por autor, al final <strong>del</strong> artículo, y<br />
deberá contener los siguientes datos en este orden: a) iniciales de los nombres y apellido<br />
<strong>del</strong> autor (en mayúsculas); b) año de edición, entre paréntesis; c) título de la obra (en<br />
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de revistas, el título de estas últimas se incluirá en bastardilla y el título <strong>del</strong> artículo en letra<br />
normal, entre comillas separados entre comas.
Ejemplos:<br />
- Para libros:<br />
P. BOURDIEU (2000), Las estructuras sociales de la economía, Buenos Aires, �anantial.<br />
- Para capítulos de libro:<br />
�. DIA�OND (1996), “El Federalista” en L. STRAUSS y J. CROPSEY (comp.) Historia de la<br />
Filosofía Política, �éxico, Fondo de Cultura Económica.<br />
- Para artículos de revistas:<br />
J. �. GÓ�EZ (1997), “Globalização da política. �itos, realidades e dilemas”, en Praia Bermelha,<br />
Río de Janeiro, Vol. I, Nº 1.<br />
- Para la Web:<br />
Citar los datos según se trate de un libro, artículo de libro, revista o artículo de diario o<br />
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disponible, y la fecha en que se accedió al sitio Web y se tomó la cita, así como la dirección<br />
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<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / diciembre 2008<br />
191
fundamentos en humanidades<br />
año VIII - número II (<strong>16</strong>) 2007<br />
san luis - argentina<br />
fundamentos en humanidades<br />
sumario / table of contents<br />
artículos / papers<br />
Educación<br />
Paulina Perla Aronson (Instituto de Investigaciones Gino<br />
Germani - UBA - Argentina) • 9<br />
El retorno de la teoría <strong>del</strong> capital humano<br />
The return of human capital theory<br />
Judith Naidorf (UBA - CONICET - Argentina) - Raúl Omar<br />
Ferrero (UTN - Argentina) • 27<br />
La militancia con compromiso. La universidad nacional entre<br />
1966 y 1976<br />
A committed political affiliation at national universities between<br />
1966 and 1976<br />
Adriana Chiroleu (Universidad Nacional de Rosario - CONICET<br />
- Argentina) • 43<br />
Senderos en la niebla: reflexiones acerca <strong>del</strong> cambio en la<br />
universidad<br />
Foggy Pathways: reflections on the changes in University<br />
Fernando Pablo Napoli (UTN - Argentina) • 53<br />
Órganos de Gobierno y toma de decisiones para la gestión<br />
académica de la Educación de Posgrado en la Facultad Regional<br />
Buenos Aires, de la Universidad Tecnológica Nacional<br />
Institutional administration and decision-making process in the<br />
academic area of Postgraduate Education in the Buenos Aires<br />
Regional Faculty of National Technological University<br />
año VIII - número II (<strong>16</strong>) / 2007<br />
5
fundamentos en humanidades<br />
Saada Bentolila - Beatriz Pedranzani - Mónica Clavijo (UNSL<br />
- Argentina) • 67<br />
El campo de la formación universitaria: rasgos y contornos de los<br />
cambios <strong>del</strong> currículum en un contexto de crisis estructural<br />
University education: features of curriculum changes in a context<br />
of structural crisis<br />
Ana I. Medina (UNSL - Argentina) - Elena C. Mazzola (UARG<br />
- Argentina) • 97<br />
Comités de ética - bioética en la institución universitaria: análisis<br />
<strong>del</strong> caso en la Universidad Nacional de San Luis<br />
University ethics/bioethics committees: a case study at San Luis<br />
National University<br />
Carlos Francisco Mazzola (UNSL - Argentina) • 113<br />
La elección directa en la UBA. ¿Puede aportar alguna solución a<br />
la crisis de gobierno?<br />
Direct Election at National University of Buenos Aires (UBA). May<br />
it provide any solution to the university administration crisis?<br />
Psicología<br />
Susana Quiroga - Glenda Cryan (UBA - Argentina) • 127<br />
Resultados <strong>del</strong> Inventario EDI-II en Adolescentes Tardías<br />
Femeninas con Trastornos de la Alimentación. Comparación de<br />
Tratamientos<br />
Outcomes of the eating disorder inventory EDI-II in late female<br />
adolescents with eating disorders. A comparative therapeutic study<br />
María Paula Perarnau - Sara Verónica Fasulo - Adriana<br />
Alejandra García - Roberto Daniel Doña (UNSL - Argentina) • 153<br />
Síndrome premenstrual y trastorno disfórico premenstrual en<br />
estudiantes universitarias adolescentes<br />
Premenstrual Syndrome (PMS) and Premenstrual Dysphoric<br />
Disorder (PMDD) in University Students<br />
6<br />
año VIII - número II (<strong>16</strong>) / 2007<br />
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / diciembre 2008<br />
193
fundamentos en humanidades<br />
Maria Fernanda Galarsi - Cristina Marrau (UNSL - Argentina) • <strong>16</strong>5<br />
La influencia <strong>del</strong> entorno laboral en el personal no docente de la<br />
Universidad Nacional de San Luis<br />
Influence of Work Environment on Administrative Staff of San<br />
Luis National University<br />
Sergio Mosconi - María Susana Correche - María Fernanda<br />
Rivarola - Fabrizio Penna (UNSL - Argentina) • 183<br />
Aplicación de la técnica de relajación en deportistas para mejorar<br />
su rendimiento<br />
Relaxation technique applied to <strong>16</strong>-year-old sportsmen to<br />
improve their performance<br />
Comunicación<br />
José Luis Jofre (UNSL - Argentina) • 199<br />
Teoría de la Discursividad social. La constitución <strong>del</strong> campo y los<br />
desplazamientos epistemológicos<br />
Theory of social discursivity. The constitution of the field and<br />
epistemological shifts<br />
Adriana <strong>del</strong> Valle Velez - Jackeline Miazzo (UNSL - Argentina) • 223<br />
La modularidad lingüística en un caso con síndrome de down<br />
Linguistic modularity in a down syndrome case<br />
Libros / Books • 235<br />
año VIII - número II (<strong>16</strong>) / 2007<br />
7
<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / diciembre 2008<br />
195
estudios sociales<br />
revista universitaria semestral<br />
Consejo Editorial: Darío Macor (Director), Ricardo Falcón, Eduardo Hourcade,<br />
Enrique Mases, Hugo Quiroga, César Tcach, Darío Roldán.<br />
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Nº 35 segundo semestre 2008<br />
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Artículos<br />
JOSÉ CARLOS CHIARAMONTE: Sobre el uso historiográfico <strong>del</strong> concepto de<br />
Región.<br />
VALENTINA AYROLO: Hombres armados en lucha por poder. Córdoba de la<br />
pos independencia.<br />
NATACHA BACOLLA: Debatiendo sobre lo incierto. La crisis <strong>del</strong> treinta en la<br />
tinta de sus actores e intérpretes.<br />
CÉSAR TCACH: La Unión Nacional Fascista y La página de Italia.<br />
HÉCTOR GHIRETTI: Invención y destrucción <strong>del</strong> Fiscal de la patria. El partido<br />
comunista, su reconstrucción ideológica de la figura de Lisandro de la Torre y la<br />
revisión histórica de la Izquierda Nacional.<br />
RICARDO SIDICARO: Las elites políticas peronistas y la democracia<br />
(1946-1955).<br />
RAANAN REIN Y EFRAIM DAVIDI; Deporte, política y exilio: protestas en Israel<br />
durante la Copa Mundial de Fútbol. (Argentina, 1978)<br />
CRISTIAN BUCHRUCKER: La penetración <strong>del</strong> antisemitismo nazi en la<br />
población <strong>del</strong> Tercer Reich.<br />
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Estudios sociAlEs, Universidad Nacional <strong>del</strong> Litoral; CC 353, Correo Argentino,<br />
(3000) Santa Fe, Argentina; e-mail: suspia@fcjs.unl.edu.ar<br />
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<strong>temas</strong> y <strong>debates</strong> <strong>16</strong> / diciembre 2008<br />
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