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prescinde del NT, y, más genéricamente, del acontecimiento de Cristo, en la interpretación ypresentación del AT. La interpretación cristiana del AT sería concebida como un momentoulterior del método, de modo que en el análisis objetivo inicial deberíamos ser capaces decoincidir con la interpretación judía. Dejando al margen esta última ingenuidad (considerar a lajudía la interpretación natural del AT), la posición descrita implica una última deslealtad ante lapretensión que el acontecimiento cristiano y el mismo NT vehiculan.Cristo se presenta todavía hoy como un acontecimiento que comporta una cierta lectura delAT ante la que uno debe posicionarse. Y debe hacerlo porque supone una mayor inteligencia delAT. Interpretar el AT al margen de Cristo supone ya una decisión que relativiza el alcancerevelador de la novedad cristiana. La de Cristo sería entonces una interpretación entre otras, consus derechos. Sin embargo, el acontecimiento de Cristo se dirige a la persona del exegeta comouna novedad radical capaz de dilatar la razón, arrojando luz nueva sobre toda la realidad. Esimposible separar esta experiencia personal de la tarea exegética (la separación delata, de hecho,una debilidad de dicha experiencia).A la vez, podríamos hablar de una segunda deslealtad del exegeta católico que interpretael AT al margen de Cristo. Es la deslealtad frente al testimonio del NT. Son realmente numerososlos pasajes en los que el mismo Jesús o los hagiógrafos hablan del testimonio que el AT da deCristo. Una vez más, leer estos pasajes (canónicos e inspirados), y no conformar nuestrainterpretación del AT a la luz de ellos, implica una debilidad de la experiencia cristiana, unaconcepción dualista de la fe (que tiene como resultado la separación drástica de exégesis –científica– y teología –creyente–)¿Por qué tildamos de marcionita esta última posición? Porque promoviendo una lectura nocristológica del AT a la larga hace prescindible este corpus dentro de la catequesis y lapredicación cristiana.3. Cristo, intérprete de la EscrituraHemos insistido, analizando las distintas versiones que la tentación marcionita ha asumidoen la historia, que la eliminación o relativización del AT trae consigo una necesaria mutilacióndel NT. ¿Cuál es la razón última de esta paradoja, visto que lo que pretendían Marción y susseguidores (de todos los tiempos) era subrayar la novedad del NT? La razón es sencilla: lanovedad del NT consiste en proclamar el inaudito cumplimiento de la promesa testimoniada en elAT. Así la lectura eclesial, lejos de superar o minusvalorar los libros de la Vieja Alianza, los lee apartir de Cristo, sacando a la luz toda su potencialidad. La lectura eclesial del AT coincide conuna lectura cristológica.Detengámonos ahora en algunos textos paradigmáticos del NT que nos ayudarán aentender cuál es la verdadera lectura eclesial del AT y en qué condiciones se nos desvelan todoslos tesoros de ese enorme corpus, de modo que podamos vernos libres de la tentación marcionita.Elegiremos un texto del inicio del evangelio de Juan, otro del final de Lucas, un pasaje de losHechos de los Apóstoles y por último un texto de una carta de Pablo.En el primer capítulo del evangelio de Juan encontramos la descripción del primerencuentro entre Jesús y sus discípulos. Después del diálogo inicial de Jesús con Andrés y,presumiblemente, Juan, dos discípulos del Bautista, se produce lo que podríamos llamar unacascada de encuentros. Andrés se encuentra con su hermano Simón y le lleva a Jesús. Al día10

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