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numero-dieciseis

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MiradasReportajeHey girl! You better dress up for the party!Pensando el transfeminismoPorque el único problema que para mí tienenla feminidad y la masculinidad es que se nos imponen.Que se erigen como un objetivo que tratará deboicotearde por vida el fluir de nuestras mutaciones continuas,de nuestra identidad en permanente construcción.Itziar Ziga en Un zulo propioHay palabras complicadas, palabras con muchossignificados y palabras que se quedan en los bolsillos.Palabras pendientes de definición, palabras quela Academia se dejará en el tintero por los siglosde los siglos, palabras incómodas. Palabras conetimología griega, palabras para amenazar, palabrasque pasan desapercibidas o que levantan polvaredas.Las palabras, al final, no dejan de ser una forma decreación, una ficción rastreable que utilizamos si nosconviene.Me pasé toda la adolescencia sin saber nada sobre eltransfeminismo. Cuando escribo nada, quiero decirque ni siquiera sabía de su existencia, que nada ni nadiehabía traído la palabra a mi vida. Me denominabafeminista porque en nuestro mundo occidental,cuando te toca sentarte del lado progre, acabasposicionándote contra el racismo, el machismo, lapobreza, la homofobia y todas las formas de opresiónque ves cómodamente de lejos. O desde un poco máscerca. A los quince o dieciséis años me identifiquécomo lesbiana y empecé a constatar que las cosas ami alrededor no funcionaban como yo me esperabaque funcionasen. Empecé a intuir un espacio difícilde saltar. Empecé a plantearme qué sería eso de losprivilegios.No quiero caer en el tópico personalista de hablar demis primeras lecturas, de mi primera manifestacióno de las discusiones en las que me enzarcé. Aun así,mantengo que del sujeto se puede pasar al sujetoamplio o, lo que es lo mismo, que algo tiene en comúnmi experiencia con la de otras personas, otras vidas.Me llevó tiempo ser consciente de la agresividad delentorno y un poco más darme cuenta de que lo queyo veía como casos aislados funcionaban dentro deun sistema con unas normas. Y que, siendo realistas,al sistema le caía mejor el chico que nos silbaba a minovia y a mí por la calle que mi amiga transexual.Me faltaban las formulaciones teóricas y losconocimientos. Me faltaban, quizá más, las palabras,que son lo que nos permite modelar el mundo y buscarnuestro lugar en él. Leí mucho sobre los derechos delas sufragistas y sobre el patriarcado, pero la cabezase me iba a otra parte. Tenía dudas muy serias sobrecómo funcionaba mi cuerpo, qué me hacía una mujery qué significaba ser mujer en el mundo dónde vivía.Me empecé a sentir muy culpable al no saber pensarlas opresiones de otras personas, al dividirme entreel drama sensacionalista y la preocupación por lasmujeres de culturas que no entendía.Así que me puse a leer y a escuchar y a escucharme.Quise aprender, aprender otra vez y no guardarmeninguna pregunta. En una de estas búsquedas metopé con la palabra transfeminismo, que de entradano entendí y de salida me dejó con varias definicionesen la mano. Me acerqué al transfeminismo no comouna categoría dentro del feminismo o una corriente,sino como un planteamiento, una manera de mirardiferente a lo que conocía. Una óptica más directa,inclusiva y plural. Decidí quedarme un rato a explorar.El género y los fantasmasLa idea de que el género funciona como unaconstrucción social no es nueva, pero sí lo es la reflexiónsobre las consecuencias que el transfeminismosupone. El feminismo tradicional discute el rol que seha asignado a la mujer y lo considera pre-establecido,de ninguna manera natural. Lo considera, en otraspalabras, discriminador e injusto. Sin embargo, desdeel transfeminismo se discute la propia existencia delgénero como un valor que encaja cómodamente enel binomio identidad-represión, un valor utilizadopor el sistema para estructurarse y para coartar a laspersonas.No hace falta una argumentación extensa paraexpresar que las mujeres no nacieron para quedarseen casa y los hombres para triunfar, que las mujeresson más sensibles y los hombres unos brutos. Sí esnecesario un esfuerzo para dejar atrás la superficie,el tópico tan fácil de suscribir, y volverse radicales,entendiendo por radicales ir a la raíz del problema.¿Qué pasa si las diferencias entre hombres y mujeresno son el problema, sino la presunción de que esasdiferencias existen y la forma en la que las describimos?¿Qué es ser una mujer y qué es identificarse con unamujer y qué significa dentro del sistema? La inclusióndel elemento trans, prófugo y renegador de ideaspreconcebidas, pone al género sobre la mesa y le daunas cuantas vueltas.Si entiendo el género como una construcción social,que me asigna una serie de roles por el hecho dehaber nacido con genitales considerados femeninos,entiendo también que es posible deconstruir esta idea.Puedo preguntarme qué es ser femenina y en qué lugarme coloca eso. Luego es posible que me pregunte cuáles la relación entre actuar de una manera y tener losgenitales que tengo. Finalmente podría preguntarmesi mis genitales son de verdad femeninos, cuál es ladiferencia real entre mi clítoris con sus terminacionesnerviosas y su capacidad para erectarse, y un pene.Todo esto me llevaría a cuestionar por completo misitio en el mundo, mi papel en las relaciones personalesy, en definitiva, mi identidad. Cuánto de creación ycuánto de construcción tiene mi identidad.Se ha acusado al feminismo mainstream de ignorarlas llamadas luchas marginales, como la de lastransexuales o las mujeres negras. Esta acusación,que tiene décadas y flotaba en el aire en tiempos deAdrienne Rich, no es tan descabellada. Los feminismosque cuestionan no solo la desigualdad hombre-mujer,sino la existencia y función de los conceptos de hombrey mujer son incómodos, no quedan bien en la tele nien las fotos oficiales. Significan no solo el machismo ola opresión histórica de las mujeres, sino el papel queel género desempeña como tecnología de poder, comoherramienta de opresión. No son cómodos porque nohablan de la culpa, sino que señalan al culpable.4 5

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