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LA VIRTUD DE LA FORTALEZA

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1. Recordando a Juan Pablo IVolver al índiceEl Papa Juan Pablo I, hablando desde el balcón de la Basílica de SanPedro al día siguiente de su elección, recordó, entre otras cosas, que en elcónclave del día 26 de agosto, cuando se veía ya claro que iba a serelegido él precisamente, los cardenales que estaban a su lado lesusurraron al oído: "¡Animo!" Probablemente esta palabra la necesitaba enaquel momento y se le quedó grabada en el corazón, puesto que larecordó en seguida al día siguiente, Juan Pablo I me perdonará si ahorautilizo esta confidencia. Creo que a todos los aquí presentes podráintroducirnos del modo mejor en el tema que me propongo desarrollar. Enefecto, deseo hablar hoy de la tercera virtud cardinal: la fortaleza. A estavirtud concreta nos referimos cuando queremos exhortar a alguien a tenervalor, como lo hizo el cardenal que se encontraba cerca de Juan Pablo I enel cónclave al decirle: "¡Animo!"2. Hombres y mujeres fuertesVolver al índice¿A quién tenemos nosotros por hombre fuerte, hombre valiente? Deordinario esta palabra evoca al soldado que defiende la patria exponiendoal peligro su incolumidad y hasta la vida en tiempo de guerra. Pero, a lavez, nos damos cuenta de que también en tiempo de paz necesitamosfortaleza. Y por ello sentimos estima grande de las personas que sedistinguen por lo que se llama "coraje cívico". Un testimonio de fortalezanos lo ofrece quien expone la propia vida por salvar a alguno que está apunto de ahogarse, o también el hombre que presta ayuda en lascalamidades naturales: incendios, inundaciones, etc. Ciertamente sedistinguía por esta virtud San Carlos, mi Patrono, que durante la peste deMilán seguía ejerciendo el ministerio pastoral entre los habitantes de dichaciudad. Pero pensamos con admiración asimismo en los hombres queescalan las cimas del Everest o en los astronautas, por ejemplo en los quepusieron el pie en la luna por vez primera.Como se deduce de todo esto, las manifestaciones de la virtud de lafortaleza son abundantes. Algunas son muy conocidas y gozan de ciertafama. Otras son más ignoradas, aunque a menudo exigen mayor virtudaún. Como ya hemos dicho al comenzar, la fortaleza es, en efecto, unavirtud, una virtud cardinal. Permitidme que atraiga vuestra atención haciaejemplos poco conocidos en general, pero que atestiguan en sí mismosuna virtud grande, a veces incluso heroica.Pienso, por ejemplo, en una mujer, madre de familia ya numerosa, ala que muchos "aconsejan" que elimine la vida nueva concebida en suseno y se someta a una "operación" para interrumpir la maternidad; y ellaresponde con firmeza: "¡no!". Ciertamente que cae en la cuenta de toda la2

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