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LA FIESTA DEL PUEBLO

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REVISTA BASCONGADA 421<br />

madre? ¿Qué hora será? Me hacía estas reflexiones, cuando el reloj de la<br />

vecina parroquia me sacó de mi abstracción dando tan... tan... las seis.<br />

¡Las seis! Imposible que mi madre me permitiese levantarme y<br />

menos correr tras el tamboril. Llamé... vino mi madre.—¿Qué quieres,<br />

hijo, tan temprano?—me dijo.<br />

—Vestirme pronto.<br />

—¿Para qué? calla, calla y duerme.<br />

—Quiero ir con mis amigos tras el tamboril.<br />

—No digas disparates y duerme, que tiempo tendrás luego para<br />

correr.—<br />

Y cerrando la puerta se marchó.<br />

Dudé, luché y al fin me decidí. Callando, muy callandito me vestí<br />

y salí á la calle á reunirme con los míos... allá van... corriendo tras el<br />

tamboril.... Me uní á ellos y dimos la vuelta al pueblo. Cuando terminamos<br />

eran las siete dadas.... y había que volver á casa.... y verse<br />

con la madre. Ánimo—me dije;—si no me ve, me meto otra vez en<br />

la cama, y si me ve, ya la engañaré.... ¡que si quieres! Apenas atravesé<br />

el umbral de la puerta me agarró por el brazo y me llevó al cuarto<br />

de mi padre... ¡esto ya era peor!<br />

Se lo contó todo ¡todo! y terminó diciendo:—Por consiguiente,<br />

merece un castigo.—Se me cayó el mundo encima.... ¡Si me prohibian<br />

salir aquel día!... Pero no, no fué eso.<br />

Por haber desobedecido—dijo mi padre—te daré diez céntimos<br />

menos de lo que te prometí para las fiestas.<br />

—Y lo mismo haré yo—dijo mi madre.<br />

¡Veinte céntimos menos! ¡qué barbaridad! pensaba yo. Pero había<br />

que conformarse.<br />

Estrené mi traje, me lucí con él, pasó la mañana y volví á casa á<br />

comer aunque sin mucha gana; ¡quién se acordaba de comer! Habían<br />

llegado numerosos parientes y amigos que iban á pasar el día entre<br />

nosotros. ¡Si alguno de ellos me diese lo que mis padres me rebajaron!<br />

Comimos. Me levanté y fuí á donde estaba mi padre.<br />

—Papá—le dije—los dineros.<br />

—Toma. Un real debía darte pero sólo te doy quince céntimos<br />

por lo que tú sabes, anda.<br />

—¿Castigado?—preguntaron todos.—Y mi padre contó lo ocurrido.<br />

Mamá me dió otros quince céntimos. Entonces me llamó mi abuelito<br />

y me dijo:

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