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Participación Educativa

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Ministerio<br />

de Educación, Cultura<br />

y Deporte<br />

<strong>Participación</strong> <strong>Educativa</strong><br />

REVISTA DEL CONSEJO<br />

ESCOLAR DEL ESTADO<br />

Las relaciones entre familia y escuela<br />

Consejo<br />

Escolar<br />

del Estado<br />

Segunda Época/Vol. 4/N.º 7/2015


<strong>Participación</strong> <strong>Educativa</strong><br />

Segunda época/Vol. 4/N.º 7/Diciembre 2015<br />

Las relaciones entre familia y escuela<br />

Órganos de dirección<br />

Consejo de dirección<br />

Presidencia<br />

Franciso López Rupérez<br />

Presidente del Consejo Escolar del Estado<br />

Vicepresidencia<br />

María Dolores Molina de Juan<br />

Vicepresidenta del Consejo Escolar del<br />

Estado<br />

Secretario<br />

José Luis de la Monja Fajardo<br />

Secretario del Consejo Escolar del Estado<br />

Vocales<br />

María Rodríguez Alcázar<br />

Consejera de la Comisión Permanente<br />

José Luis López Belmonte<br />

Consejero de la Comisión Permanente<br />

Fernando López Tapia<br />

Consejero de la Comisión Permanente<br />

Consejo editorial<br />

María Dolores Molina de Juan<br />

(Consejo Escolar del Estado)<br />

José Luis de la Monja Fajardo<br />

(Consejo Escolar del Estado)<br />

Isabel García García<br />

(Consejo Escolar del Estado)<br />

Juan Ramón Villar Fuentes<br />

(Consejo Escolar del Estado)<br />

M. Almudena Collado Martín<br />

(Consejo Escolar del Estado)<br />

Carmen Arriero Villacorta<br />

(Consejo Escolar del Estado)<br />

Antonio Frías del Val<br />

(Consejo Escolar del Estado)<br />

Juan Luis Cordero Ceballos<br />

Consejo asesor<br />

Bonifacio Alcañiz García<br />

Francisco J. Carrascal García<br />

Julio Delgado Agudo<br />

José Antonio Fernández Bravo<br />

Mariano Fernández Enguita<br />

Alfredo Fierro Bardají<br />

José Luis Gaviria Soto<br />

Samuel Gento Palacios<br />

María Luisa Martín Martín<br />

José María Merino<br />

Sara Moreno Valcárcel<br />

Arturo de la Orden Hoz<br />

Francesc Pedró i García<br />

Beatriz Pont<br />

Gonzalo Poveda Ariza<br />

María Dolores de Prada Vicente<br />

Ismael Sanz Labrador<br />

Rosario Vega García<br />

Imágenes:<br />

http://ntic.educacion.es/cee/revista/n7/imagenes.html<br />

ISSN 1886-5097<br />

NIPO 030-15-152-3<br />

DOI 10.4438/1886-5o97-PE<br />

ntic.educacion.es/cee/revista/n7<br />

participacioneduca@mcd.es<br />

CONSEJO<br />

E SCOLAR<br />

DEL ESTADO<br />

Presentación<br />

Francisco López Rupérez 3<br />

Diálogo<br />

Diálogo entre neurociencia y educación. Joaquín Fuster–José Antonio Marina 5<br />

Investigaciones y estudios<br />

Las relaciones entre familia y escuela. Una visión general. Inmaculada Egido Gálvez 11<br />

Principales características de las familias españolas según el nivel de participación en la<br />

educación escolar. María Castro, Eva Expósito, Luis Lizasoain, Esther López y Enrique Navarro 19<br />

Acciones y actitudes diferenciales de los tutores y su relación con la participación de las<br />

familias. María Castro, Eva Expósito, Luis Lizasoain, Esther López y Enrique Navarro 29<br />

Padres, tutores y directores ante la participación de la familia en la escuela. Un análisis<br />

comparado. Rosario Reparaz y Eva Jiménez 39<br />

El sentimiento de pertenencia en la relación entre familia y escuela. María Ángeles Hernández<br />

Prados, María Ángeles Gomariz Vicente, Joaquín Parra Martínez y María Paz García-Sanz 49<br />

La visión de las familias<br />

La participación necesita la implicación, pero es mucho más que eso. José Luis Pazos Jiménez 59<br />

La participación de los padres en la educación. Un análisis crítico. José Manuel Martínez Vega 65<br />

Una mirada externa<br />

Cuando familia y escuela caminan de la mano. Carlota Fominaya 71<br />

Padres en conflicto con sus hijos. Javier Urra y Beatriz Urra 75<br />

Buenas prácticas y experiencias educativas<br />

Comprensión lectora: una forma entretenida de aprender. Federación de asociaciones de<br />

madres y padres de alumnos Nueva Escuela Canaria de Santa Lucía de Tirajana 81<br />

Si supieras lo que sé. Colegio Nuestra Señora de La Paz de Torrelavega 89<br />

Escuela de familias: nos educamos juntos. Colegio Nuestra Señora de la Providencia de Palencia 93<br />

Transformando el centro, transformando el barrio. CEIP Antonio Machado de Mérida 101<br />

Entretejiendo universos. IES Ciudad de los Ángeles de Madrid 111<br />

Intervención psicoeducativa con alumnos en riesgo de abandono escolar y con sus familias.<br />

IES Mariano Baquero Goyanes de Murcia 123<br />

Otros temas<br />

Hacia una conceptualización dialógica de la neuroeducación. Daniel Pallarés Domínguez 133<br />

Localización de fuentes cerebrales en niños invidentes durante la discriminación táctil pasiva<br />

de letras. Angélica M. Soria Claros y Tomás Ortiz 143<br />

La especialización de la Inspección de Educación: aproximación histórica y fundamentos.<br />

Fernando Tébar Cuesta 151<br />

Mejora del espacio exterior escolar desde la participación comunitaria. Nekane Miranda, Iñaki<br />

Larrea, Alexander Muela, Aitziber Martínez de Lagos y Alexander Barandiaran 161<br />

Recensiones de libros<br />

Didáctica de las operaciones mentales (VV. AA., Narcea, 2012). M.ª Rosa Elosúa de Juan 169<br />

La fábrica de ilusiones. Conocernos para ser mejores (Ignacio Morgado Bernal, Ariel, 2015).<br />

Miguel Escudero 172<br />

«La crisis de la educación» en Entre el pasado y el futuro. Ocho ejercicios sobre la reflexión política<br />

(Hannah Arendt, Península, 2003). Juan Luis Cordero Ceballos 174<br />

Diciembre 2015. <strong>Participación</strong> <strong>Educativa</strong> 1


Diálogo entre neurociencia y educación<br />

Joaquín Fuster-José Antonio Marina<br />

Joaquín Fuster, investigador del «Semel Institute for Neuroscience & Human Behavior»<br />

de la UCLA (Universidad de California, Los Ángeles), es uno de los grandes entre los<br />

grandes dentro de la comunidad científica internacional que trabaja en neurociencia.<br />

Su impresionante currículum profesional (www.joaquinfuster.com) es imposible<br />

resumir sin perder en el proceso algo interesante. El hecho de que sus contribuciones<br />

fundamentales a la investigación sobre el cerebro se agrupen en torno a la Neurociencia<br />

cognitiva y a la naturaleza y dinámica de las memorias, hace de su colaboración en este<br />

número de la revista <strong>Participación</strong> educativa un privilegio y una oportunidad para, en<br />

el contexto español, avanzar en ese diálogo necesario entre neurociencia y educación.<br />

José Antonio Marina es una figura del panorama intelectual español que, por<br />

mérito propio, ha logrado situarse en la ‘esfera de las estrellas’ de nuestro universo<br />

cultural. Y lo ha hecho sin desconectarse del ámbito de la enseñanza media, de la que<br />

profesionalmente procede; de modo que no sólo reivindica, con frecuencia, su condición<br />

de profesor y alude a las correspondientes experiencias con sus alumnos, sino que su<br />

obra –en tanto que filósofo y ensayista de prestigio– concierne, desde un plano más<br />

profundo, a la educación de los jóvenes.<br />

La descripción sintética de su vasto programa de investigación que, recurriendo a sus<br />

propias palabras, ‘comienza en la neurología y concluye en la ética’ nos aboca a dos<br />

condicionantes de su infatigable labor intelectual que es preciso destacar: su extensísima<br />

erudición sobre las problemáticas que aborda y su profundo respeto por los hechos. Se<br />

trata por tanto, en el tema que nos ocupa, de la persona adecuada para sostener este<br />

diálogo entre un científico y un filósofo sobre una cuestión de tanto interés para el futuro<br />

de la educación.<br />

El texto que publicamos, extraído de la correspondencia epistolar entre ambos autores, presenta tan solo el marco de un programa de<br />

investigación que, en su opinión, resulta necesario y estimulante para el mundo educativo. <strong>Participación</strong> <strong>Educativa</strong> les agradece sinceramente<br />

el haber hecho un hueco en sus densas agendas de trabajo para poner, generosamente, su tiempo y su talento a disposición<br />

de la comunidad educativa, de las comunidades científicas que trabajan, respectivamente, en neurociencia y en educación, del mundo<br />

intelectual hispano-parlante y de la sociedad en general. Dicho marco mira al futuro de una conversación reforzada y rigurosa entre ambas;<br />

conversación que, en una suerte de fertilización cruzada, puede contribuir al avance del conocimiento y a la mejora de la educación.<br />

José Antonio Marina— Querido Joaquín, antes del verano<br />

Francisco López Rupérez, presidente del Consejo Escolar del<br />

Estado, nos invitó a mantener un diálogo sobre «neurociencia y<br />

educación». En aquel momento, aceptamos pero demoramos la<br />

cuestión porque cada uno estaba metido en trabajos urgentes y<br />

a plazo fijo. Ahora, Francisco me insiste de nuevo y por eso te escribo.<br />

En esta pausa he llegado al convencimiento de que tenemos<br />

entre manos un tema apasionante, pero demasiado complejo, y<br />

que este diálogo podría ser solo el esbozo compartido de un programa<br />

de investigación sobre las relaciones entre neurociencia y<br />

educación. Lo ‘neuro’ se ha puesto de moda. Hay ‘neuroeconomia’,<br />

‘neuromárquetin’, ‘neuropolitica’ y temo que la ‘neuropedagogía’<br />

se quede en manos de personas poco competentes. Por eso, creo<br />

que tu intervención en este campo es fundamental.<br />

He vuelto a revisar gran parte de tu obra y creo que sobre<br />

ella puede (y debe) construirse una teoría del aprendizaje y de la<br />

educación. Para mí fue una agradable sorpresa que después de<br />

dedicar tantos años al estudio del cortex prefrontal, publicases<br />

Memory in the cerebral cortex. Aunque la educación se basa en<br />

la memoria, la memoria es desdeñada en el mundo educativo, lo<br />

que me ha llevado a una continua ‘reivindicación de la memoria’.<br />

Por eso, me pareció iluminador leer en tu libro que «memory is<br />

a functional property, among others, of each and all the areas of<br />

the cerebral cortex and thus of all cortical systems» (Memory in<br />

the Cerebral Cortex, 1995). ¿Significa esto que todas las funciones<br />

mentales –percepción, movimiento, representación, lenguaje, razonamiento,<br />

imaginación, etc.– se basan en la memoria?<br />

Joaquín Fuster— Querido José Antonio, coincido contigo<br />

en que hoy día hay demasiados ‘neuros’ en los medios de comunicación<br />

y en el debate divulgador público. A mi modo de ver, casi todos<br />

esos ‘neuros’ son gratuitos y se utilizan para obtener injustificada<br />

credibilidad y encubrir ignorancia.<br />

Efectivamente, amigo mío, en sentido amplio todas las funciones<br />

cognitivas y emocionales utilizan memoria. Pero claro, hay muchas<br />

clases de memoria, tantas como sistemas de función nerviosa.<br />

Diciembre 2015. <strong>Participación</strong> <strong>Educativa</strong> 5


Robert Antoine Pinchon (1910). The Corneille Bridge, Rouen. Colección privada.<br />

Como vengo a decir en el texto que citas, refiriéndome concretamente<br />

a la corteza cerebral, cada subsistema dentro del sistema<br />

nervioso tiene su memoria. Así es que, para empezar (en filogenia<br />

y ontogenia), los sistemas instintivos, sensoriales y motores utilizan<br />

lo que yo llamo ‘memoria filética’. Con ello quiero decir que<br />

el genoma nervioso –y la memoria ancestral que trae consigo– es<br />

‘información’ puramente estructural, contenida en la estructura<br />

misma de aquellos sistemas con los que nacemos. Es la ‘memoria<br />

de la especie’. Se trata sin duda de memoria, a saber, de información<br />

adquirida por los miembros de una misma especie animal en el<br />

curso de la evolución –‘en la noche de los tiempos’– para adaptarse<br />

al mundo en que viven. Esta memoria incluye partes esenciales y<br />

atávicas del sistema nervioso, como son los órganos de los sentidos,<br />

la innervación muscular, las cortezas sensorial y motora primarias,<br />

el hipotálamo, la amígdala, el sistema vegetativo autonómico y los<br />

arcos reflejos a todos los niveles. Para repetir, es legítimo llamar al<br />

conjunto de todas estas estructuras memoria (filética) porque todas<br />

ellas contienen y retienen información que se dinamizará (‘se evocará’)<br />

en cada percepción, en cada movimiento muscular, en cada<br />

emoción y en cada acto instintivo.<br />

Ahora bien, encima de esa memoria filética se construye y almacena<br />

la memoria individual de cada uno de nosotros. Lo hace<br />

especialmente en la corteza cerebral en forma de redes neuronales<br />

(o ‘cógnitos’), las cuales redes se auto-organizan con la experiencia<br />

vital y la consiguiente facilitación de cambios sinápticos de transmisión<br />

entre células nerviosas, tal como ya Cajal intuyó en Barcelona<br />

alrededor de 1890.<br />

Estas redes cognitivas o cógnitos de memoria personal, con<br />

todos sus matices emocionales, se van organizando a sí mismas a<br />

medida que se adquieren, entrando a formar parte de una jerarquía<br />

de redes corticales ampliamente distribuidas, interconectadas<br />

y solapadas entre sí. Las redes inferiores de esta jerarquía representan<br />

los elementos perceptuales y motores más concretos de la<br />

experiencia personal, mientras que las redes superiores, más amplias<br />

y complejas, representan las memorias episódicas y semánticas<br />

(el conocimiento no es más que memoria semántica). Todas las<br />

funciones cognitivas y emocionales superiores consisten en transacciones<br />

nerviosas entre y dentro de aquellas redes de memoria.<br />

El fundamento y misión de la educación del niño es favorecer la<br />

estructuración de esas redes de memoria y conocimiento que harán<br />

de él un ser social feliz y útil para beneficio propio y de los demás.<br />

José Antonio Marina— Ese mismo libro tuyo sobre la memoria<br />

termina diciendo que muchas de las influencias no conscientes<br />

que dirigen nuestras decisiones «may come from yet unidentified<br />

cortical areas that represent our higher values, indeed<br />

from a fund of abstract perceptual and motor memory built by<br />

education and the good example of fellow humans». Esto implica<br />

que la educación ‘construye’ de alguna manera el propio cerebro<br />

que la hace posible. Trabajo con la hipótesis de que en el ser humano<br />

la educación ha sido un tercer factor evolutivo (unido a la<br />

mutación y la selección natural), es decir, que la evolución del cerebro<br />

humano fue una co-evolución biológico-cultural. ¿Estarías<br />

de acuerdo?<br />

Joaquín Fuster— Para responder a tu pregunta, voy a extenderme<br />

aquí un poco con objeto de plantear, aunque sea solo brevemente<br />

pero con la debida cautela científica, siete puntos que yo<br />

considero esenciales en todo diálogo entre educación y neurociencia:<br />

Primer punto: «La evolución del cerebro humano es una coevolución<br />

biológico-cultural». Tu idea me parece aceptable si nos<br />

limitamos a los aspectos de la cultura que contienen determinantes<br />

filéticos de carácter social, teniendo en cuenta que la evolución es<br />

un proceso colectivo, de comunidad y de población. Entre ellos están<br />

el apego o afiliación, la confianza en el prójimo, la recompensa<br />

y el altruismo. A mi modo de ver todo esto, que no es poco, es lo que<br />

aporta la evolución biológica a la educación. Donde difiero de ti es<br />

en un implícito lamarkismo de la cultura, a saber, de la ‘circunstancia’<br />

de Ortega. Si la cultura adquirida por educación fuera heredable<br />

genéticamente y evolucionara con resultados beneficiosos para<br />

la sociedad, grandes civilizaciones habrían sobrevivido a pesar de<br />

6 <strong>Participación</strong> P<br />

<strong>Educativa</strong>. Diciembre 2015


las invasiones y los cambios climáticos. Sin embargo, del código de<br />

Hammurabi y de la escritura jeroglífica no queda ni rastro, excepto<br />

en los museos. Y no hablemos de los jardines de Babilonia (hoy<br />

día probablemente convertidos en áridos y sangrientos campos de<br />

batalla) o de la pedagogía de Lysenko. Donde sí reconozco puede<br />

tal vez funcionar el ‘efecto Baldwin’ es en el área del lenguaje, más<br />

concretamente en la gramática universal.<br />

José Antonio Marina— Al hablar del ‘efecto Baldwin’ estoy<br />

en realidad refiriéndome a algo relacionado con la ‘memoria filética’,<br />

la memoria de la especie, que has mencionado antes. Dices<br />

que la experiencia se convierte en ‘estructura’ neuronal. Sin duda,<br />

ha sido así. Pero creo que necesitamos una explicación de ese hecho.<br />

Lo que hemos aprendido de los trabajos sobre ‘domesticación’<br />

de Beliáyev o de Tomasello permiten suponer que la especie humana<br />

sufrió un proceso de ‘autodomesticación’ que podría haber<br />

inducido, por una especie de selección acelerada, algunos cambios<br />

estructurales. Me parece que es un tema que merece una investigación.<br />

Sigamos.<br />

Joaquín Fuster— Segundo punto: La inteligencia ejecutiva.<br />

Lo que también sin duda evoluciona con el desarrollo filogenético<br />

y ontogenético de la corteza, sobre todo la corteza prefrontal,<br />

son las funciones ejecutivas de esa corteza que en su conjunto, a<br />

mi modo de ver, constituyen lo que tu llamas inteligencia ejecutiva:<br />

la planificación, la atención prospectiva (set), la memoria de<br />

trabajo y la toma de decisiones. Todas ellas miran al futuro (¡incluso<br />

la tercera!); el lóbulo frontal abre el organismo a su futuro, a<br />

la predicción y a la pre-adaptación. Desde luego lo hace basándose<br />

en el pasado (Past makes future, Fuster y Bressler, 2015). Así es<br />

que lo primario en la educación es aprender a aprender, es decir, a<br />

desarrollar aquellas funciones innatas de la corteza prefrontal y a<br />

hacerlas habituales. Es esto lo que nos hace libres –en la acepción<br />

tomista– y abre ante nosotros el abanico prácticamente infinito de<br />

posibilidades con el que hacemos nuestra ‘agenda’, en sentido literal.<br />

En este escenario, el debate entre deterministas y defensores<br />

del libre albedrío pierde completamente su sentido. Considerando<br />

la multiplicidad de fuentes de información e influencia sobre la corteza<br />

prefrontal, el determinismo a ultranza se disuelve en un mar<br />

de probabilidades bayesianas y en una infinidad de opciones. A lo<br />

más puede hablarse de un ‘determinismo blando’, como hacía William<br />

James.<br />

José Antonio Marina— Uno de tus hallazgos científicos<br />

mas interesantes es la relación de la corteza frontal con la organización<br />

temporal. Has contado la sorpresa que te produjo hace 30<br />

años, cuando editabas Human Neurobiology, recibir un artículo<br />

de David Ingvar titulado «Memory of the Future», y, sin embargo,<br />

has sido pionero en el estudio de los mecanismos neurológicos que<br />

‘representan’ el futuro. Eso forma parte esencial de las ‘funciones<br />

ejecutivas’, tal como yo las entiendo, y por eso incluyo entre ellas<br />

la working memory, que utiliza prospectivamente los cógnitos que<br />

la componen. De nuevo un tema esencial para la educación.<br />

Joaquín Fuster— Tercer punto: El ciclo percepción-acción<br />

(PA). Lo anterior podría hacer pensar que la corteza prefrontal es<br />

el ‘ejecutivo central’, el centro del libre albedrío, de la voluntad, o<br />

del ‘yo’ consciente. Contra esta suposición, que me parece bastante<br />

simplista, hay dos poderosas razones. Una es que el pensar de esta<br />

manera invita a un dualismo inaceptable: un super-agente ‘mental’,<br />

metido en un pedazo de corteza, desde el cual se inicia toda<br />

acción intencional y del cual salen las órdenes de actuar al resto del<br />

cerebro; es una idea casi frenológica que cae por su propio peso.<br />

La segunda razón es que el argumentar de aquel modo nos lleva<br />

Alfred Sisley (1910). River-steamboat and bridge. Colección privada.<br />

Diciembre 2015. <strong>Participación</strong> <strong>Educativa</strong> 7


ciclo comienza con la percepción. En realidad puede argüírse que el<br />

primer ciclo de la vida comienza con la acción: el llanto del recién<br />

nacido y su palpar del pecho de la madre en busca del pezón.<br />

José Antonio Marina— Recuerdo que en una de las primeras<br />

conversaciones que tuvimos me dijiste una cosa que me sorprendió<br />

y a la que he dado muchas vueltas: no sabemos, en realidad,<br />

donde comienza un movimiento. El ciclo accion-percepción<br />

explica la razón de esa ignorancia. La acción puede iniciarse en<br />

cualquier parte del ciclo. Respecto al tema del homúnculo, es curioso<br />

comprobar la seguridad con que creemos que al decir ‘yo’nos<br />

estamos refiriendo a un agente que está dentro de nosotros. Me<br />

inclino a pensar que es un ‘epifenómeno’ social y educativamente<br />

construido. Hay culturas, como la budista, que buscan una psicología<br />

sin yo, pero lo consiguen con un gran esfuerzo. En general,<br />

todas las culturas han intentado fortalecer la idea de un yo responsable,<br />

porque es enormemente interesante para la convivencia.<br />

La aparición del lenguaje, la formación del habla (tan relacionada<br />

con la conciencia, según los trabajos de Gazzaniga), el ‘yo’<br />

como sujeto lingüístico, pueden haber colaborado a la ilusión del<br />

homúnculo. Tema apasionante y complejo.<br />

Alfred Sisley (1885). Pont en construction (detalle). The Museum Ordrupgaard.<br />

Charlottenlund. Denmark.<br />

inevitablemente a una petición de principio, una reductio ad infinitum:<br />

¿qué agente está por encima de aquel super-agente diciéndole<br />

a éste lo que ha de hacer? ¿y cuál por encima de este otro, etc…? A<br />

mi modo de ver, el único proceso cerebral en el que cabe pensar<br />

para evitar estas falacias es el ciclo percepción-acción (ciclo PA).<br />

Este es un circulo cibernético cerrado formado por un conjunto de<br />

estructuras cerebrales y por el entorno, en una unidad funcional<br />

indivisible. Este círculo, en estado dinámico, ajusta –y pre-ajusta–<br />

continuamente el organismo a cambios en el entorno durante el<br />

curso de cualquier conducta dirigida a un objetivo (κυβερνάω es<br />

la acción del timonel, origen etimológico de la palabra ‘gobierno’,<br />

que en una democracia es también circular, si en el entorno pones<br />

al pueblo, la ley y la urna de por medio). El ciclo PA tiene raíces<br />

biológicas muy profundas. Actúa a todos los niveles jerárquicos del<br />

sistema nervioso, desde la médula espinal hasta la corteza. Tiene<br />

dos componentes paralelos, ambos circulares e interactivos entre<br />

sí: uno cognitivo que circula por la corteza y el otro emocional que<br />

circula también por la corteza y por el sistema límbico. Durante la<br />

conducta o el lenguaje dirigido a un objetivo, estímulos procedentes<br />

del mundo externo o interno son analizados en la corteza posterior<br />

(memoria sensorial y perceptual); el producto de aquel análisis<br />

informa la corteza frontal, la cual informa la ejecución de la acción,<br />

la cual causa cambios en el entorno, los cuales informan las cortezas<br />

posterior y frontal, etc., etc., hasta que el organismo alcanza la<br />

meta. A cada paso, como también al alcanzar la meta, entran en el<br />

sistema aferencias de logro, de error o de recompensa que mantienen<br />

el ciclo en marcha o inician nuevos ciclos. Si bien es verdad<br />

que la corteza prefrontal, en la cumbre del ciclo para la conducta<br />

y lenguaje novedosos, actúa como directora de orquesta, la acción<br />

puede tener su inicio en cualquier parte del ciclo: en el medio ambiente,<br />

en el medio interno (e.g., instintos), en la corteza posterior<br />

o en la corteza frontal. Por lo tanto es incorrecto suponer que todo<br />

Joaquín Fuster— Cuarto punto: Inhibición. La inhibición<br />

es un mecanismo universal que también funciona a todos los niveles<br />

del sistema nervioso. No hay visión retiniana ni movimiento<br />

ambulatorio de la pierna sin la excitación y la inhibición trabajando<br />

en tándem para garantizar la acuidad, el contraste y la eficacia<br />

de la sensación o la acción motriz. Todas las funciones cognitivas<br />

dependen de la inhibición, pero ninguna tan claramente como<br />

la atención. La atención tiene dos componentes: uno excitatorio<br />

para el enfoque selectivo y el otro inhibitorio para la exclusión de<br />

lo irrelevante o interferente. En niños que padecen del trastorno<br />

por déficit de la atención con hiperactividad (TDAH) por retardo<br />

del desarrollo de la corteza prefrontal, ambos componentes de la<br />

atención están afectados. El niño con TDAH, para desespero de padres<br />

y maestros, tiene mucha dificultad en concentrar la atención<br />

en sus tareas y en evitar la distracción. Además suele sufrir de una<br />

falta de control inhibitorio de le impulsividad, con lo que se mueve<br />

constantemente y a veces se torna agresivo. Con el tiempo y la<br />

educación, estos problemas suelen aminorarse o incluso resolverse.<br />

Coincido contigo, como has dicho alguna vez, en la importancia<br />

que tiene para la educación el refuerzo y afianzamiento de los<br />

mecanismos inhibitorios del niño y el adolescente. Quizás uno de<br />

los fundamentos de este aspecto de la educación es el aumentar la<br />

capacidad de postergar –i.e., inhibir el impulso a obtener– la gratificación<br />

inmediata, lo cual es un signo de madurez emocional y<br />

cognitiva en cualquier edad.<br />

José Antonio Marina— Querido Joaquín, aquí has tocado<br />

un aspecto esencial de la educación. La ‘inhibición’ tiene muy mala<br />

fama, porque despierta resonancias tiránicas y liberticidas. Sin<br />

embargo, la capacidad de inhibir ciertas conductas es la esencia<br />

de la libertad. Una persona descontrolada no es libre, porque la<br />

libertad depende del autocontrol. Espero que podamos seguir profundizando<br />

en este tema.<br />

Joaquín Fuster— Quinto punto: ¿Un programa superior<br />

semántico rigiendo mecanismos determinantes? Me parece que<br />

esta idea, que tú enunciaste en cierta ocasión, es perfectamente<br />

compatible con mi modelo jerárquico del cógnito, a saber, de las<br />

redes cognitivas corticales organizadas en estratos, que se remontan<br />

desde lo más concreto a lo más abstracto. Hay cógnitos en las<br />

alturas de la corteza asociativa que modulan, ordenan en el tiempo<br />

y el espacio, que rigen si tu quieres, la activación más fija y directa,<br />

‘determinista’, de los cógnitos inferiores sensoriales y motores. Es<br />

más, aquellos, los semánticos, pueden surgir ‘de novo’ a partir de<br />

los bajos, por generalización más o menos consciente de repetidas<br />

experiencias que activan simultáneamente varios de los cógnitos<br />

bajos con atributos comunes. Te diré, si no me sacas las neuronas y<br />

aceptas la jerarquía cerebral del conocimiento y de la memoria, que<br />

estoy completamente de acuerdo contigo. De lo contrario me temo<br />

que nos es fácil caer en un dualismo implausible. Lo que tu llamas<br />

la ‘racionalidad matemática’ encaja con las transacciones entre cógnitos<br />

de alto nivel. Yo añadiría que esas transacciones pueden ser<br />

probabilísticas, como son la mayoría de nuestras decisiones importantes.<br />

Poincaré y Bayes no han entrado todavía en la neurociencia<br />

cognitiva o la llamada ‘neuroeconomía’. El ‘mercado cerebral de<br />

8 <strong>Participación</strong> P<br />

<strong>Educativa</strong>. Diciembre 2015


cógnitos’, que asemeja de lejos la bolsa de valores, funciona a base<br />

de principios probabilísticos bayesianos, con competición de cógnitos<br />

en un cálculo interno –consciente o intuitivo– de veracidad, de<br />

riesgo y de éxito. En este mercado, la conjetura rige a las neuronas<br />

lo mismo que el teorema de Pitágoras.<br />

José Antonio Marina— Mi interés, como el tuyo, es intentar<br />

explicar cómo podemos explicar los niveles superiores de comportamiento<br />

–las creaciones científicas o artísticas, la libertad,<br />

la cultura– sin tener que crear mitologías. Eso implica hacerlo a<br />

partir de mecanismos muy simples. ¿Cómo pasar de la neurona<br />

al Quijote, a la novena sinfonía, a la alta matemática, o a la lucha<br />

por los derechos civiles? Sospecho que el gran salto se da cuando<br />

una actividad sintáctica se convierte en semántica. Cuando la<br />

actividad de una red se convierte en ‘cógnito’. Lo intentó David<br />

Marr, tan prematuramente fallecido. Lo que en alguna ocasión<br />

te he propuesto es considerar que cuando un cógnito se vuelve<br />

consciente lo hace con un significado (semánticamente), y que ese<br />

output se convierte en input y entra en las redes de memoria de<br />

una manera diferente, lo que permite que la jerarquía se organice<br />

semánticamente.<br />

Joaquín Fuster— Esto está relacionado con el sexto punto:<br />

«Crees que en el fenómeno consciente emerge algo nuevo?» (Una<br />

pregunta que tú me hiciste en otra ocasión). Claro que sí. Solo te<br />

pido que, para poder estar plenamente de acuerdo con tu implícita<br />

sugerencia, hagas un cambio de preposiciones y suposiciones<br />

en tu pregunta. La consciencia (‘Bewustsein’) es un fenómeno, por<br />

definición. No es un agente y no está ni por encima ni por debajo<br />

de nada. El agente está en la corteza. Por encima de la corteza no<br />

hay nada. Pero ciertamente, con la experiencia vital surgen en ella<br />

cosas nuevas. Como te decía, con la sucesiva llegada de información<br />

del mundo externo e interno, y por auto-organización de pesos<br />

sinápticos, se van formando, a partir de la corteza filética sensorial<br />

y motora, lo que yo llamo cógnitos, a saber, representaciones de<br />

memoria y conocimiento, imaginarias si tu quieres, en forma de<br />

redes neuronales. Según sea su rango en la jerarquía, y subiendo<br />

hacia arriba, éstas son cada vez más amplias y generales, más categóricas,<br />

más abstractas y conceptuales. Los cógnitos (redes) altos<br />

se forman por repetida instanciación de los bajos, por la asociación<br />

de atributos comunes de los últimos. Es un proceso gradual en un<br />

continuum estructural y dinámico dentro de la corteza cerebral. A<br />

medida que se van formando, las redes cognitivas se solapan unas a<br />

otras y establecen nodos de mutua conexión que asocian atributos<br />

comunes de memoria o de conocimiento.<br />

José Antonio Marina— En la organización jerárquica de las<br />

redes que tú defiendes encuentro un gigantesco recurso educativo,<br />

porque podemos ayudar a construirla de la manera más eficiente.<br />

Joaquín Fuster— Séptimo punto: El cógnito y el ciclo percepción-acción<br />

(PA) en la educación. El proceso neural que he esbozado<br />

es justamente la esencia del proceso educativo. La educación<br />

del niño consiste en la formación en su cerebro de un armazón<br />

de cógnitos, es decir, de redes de memoria y conocimiento, organizados<br />

jerárquicamente desde lo más concreto en los escalones bajos<br />

de la jerarquía hasta lo más abstracto en sus escalones más altos.<br />

Naturalmente, hay cógnitos que debido a la complejidad de sus conexiones<br />

franquean varios escalones de distinta altura; son ‘heterárquicos’<br />

por así decirlo. (Por ejemplo, en cada una de nuestras<br />

memorias personales hay elementos concretos y episódicos mezclados<br />

con elementos semánticos). Todas las funciones cognitivas<br />

–atención, percepción, memoria, inteligencia y lenguaje– utilizan<br />

cógnitos a todos los niveles y contribuyen, en el proceso educativo,<br />

a la estructuración de aquel armazón de redes cognitivas en<br />

la corteza del alumno. Esto lo hacen todas aquellas funciones por<br />

medio del ciclo percepción-acción, el cual está también jerárquicamente<br />

organizado. Los padres, tutores, maestros y la sociedad en<br />

general cierran en el medio ambiente el ciclo del educando. El ciclo<br />

emocional, o afectivo, paralelo al cognitivo, es fundamental para el<br />

rendimiento escolar. Su retorno (feedback, realimentación) positivo,<br />

en forma de corrección razonable, alabanza, buena nota, premio<br />

y recompensa de cualquier otro género, son imprescindibles para<br />

Robert Antoine Pinchon. Bateaux au port (detalle). Brissoneau, Paris.<br />

reforzar la eficiencia de los ciclos (aunque en una clase de muchos<br />

alumnos, se me dirá, esto se hace difícil). En la educación, como en<br />

la ciencia, el proceso va de abajo arriba, de lo concreto, sensorial y<br />

motor, a lo abstracto y categórico. Un aspecto fundamental de la<br />

educación del individuo como ser social es la formación de cógnitos<br />

de alto nivel que representan los principios éticos de juicio y de<br />

conducta. A esto contribuyen decisivamente, en el sector externo del<br />

ciclo educativo, el consejo y buen ejemplo de familiares y amigos.<br />

José Antonio Marina— Me parece que esto es lo más importante<br />

que se ha dicho sobre educación desde el punto de vista<br />

neurológico –sobre ‘aprendizaje’ en general habéis descubierto<br />

cosas sensacionales, por eso me refiero solo a educación–. Nos<br />

permite entender la educación desde el punto de vista neuronal<br />

como el diseño de esa jerarquía de cógnitos que mencionas. Podemos<br />

‘aumentar el peso’ de la información de unas redes, hacerlas<br />

más potentes, subirlas de nivel de jerarquía. Eso, además, nos<br />

permitiría resolver el problema de la libertad, sin tener que apelar<br />

a un homúnculo, que tanta lata nos ha dado. En Cerebro y libertad<br />

sostienes que no se puede decir que la persona sea libre, pero<br />

que el cerebro sí lo es, porque sus decisiones las decide de manera<br />

probabilística. Es cierto, pero la educación, sin poder liberarse de<br />

esas leyes, sí puede ‘cargar los dados’, es decir, aumentar la probabilidad<br />

de que las cosas sucedan (con mecanismos deterministas)<br />

pero de acuerdo a los planes del sujeto. Eso nos hace un poco<br />

‘tramposos’, pero prefiero utilizar un termino hegeliano: son las<br />

astucias de la razón. Siento mucho que no podamos entrar en este<br />

complejo y fascinante territorio en este momento.<br />

Diciembre 2015. <strong>Participación</strong> <strong>Educativa</strong> 9

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