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Inteligenciaemocional

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Daniel Goleman<br />

Inteligencia Emocional<br />

escritos todos ellos en el lenguaje del corazón. Y lo mismo ocurre en el caso de los sueños y los mitos, en<br />

los que el flujo narrativo está determinado por asociaciones difusas que siguen la lógica de la mente<br />

emocional. Quienes sintonizan naturalmente con la voz de su propio corazón -con el lenguaje de la<br />

emoción— son más proclives a escuchar sus mensajes, ya sea como novelistas, compositores o<br />

psicoterapeutas. Esta sintonía interna les hace más aptos para escuchar la voz de «la sabiduría del<br />

inconsciente» y captar así el significado que sienten sobre sus sueños y sus fantasías, los símbolos que<br />

encaman nuestros deseos más profundos.<br />

La conciencia de uno mismo —la facultad que trata de fortalecer la psicoterapia— es fundamental<br />

para la introspección psicológica. De hecho, el modelo de la inteligencia intrapsíquica que sigue Howard<br />

Gardner es el propuesto por Sigmund Freud, el gran cartógrafo de la dinámica oculta del psiquismo. Como<br />

señaló claramente Freíd, gran parte de nuestra vida emocional es inconsciente, y nuestros sentimientos no<br />

siempre logran cruzar el umbral de la conciencia. La verificación empírica de este axioma psicológico<br />

procede, por ejemplo, de los experimentos sobre las emociones inconscientes, como el descubrimiento de<br />

que las personas relacionan concretamente cosas que ni siquiera saben que han visto anteriormente.<br />

Cualquier emoción puede ser —y normalmente es— inconsciente.<br />

El correlato fisiológico de la emoción suele tener lugar antes de que la persona sea consciente del<br />

sentimiento que le corresponde. Cuando, por ejemplo, a las personas que temen a las serpientes se les<br />

muestra la imagen de una serpiente, sensores convenientemente colocados en su piel detectan el sudor —<br />

un signo de ansiedad— antes de que los sujetos afirmen experimentar miedo. Y esta respuesta tiene lugar<br />

aun en el caso de que el sujeto se vea expuesto a la imagen una fracción tan corta de tiempo que no tenga<br />

la menor idea consciente de lo que ha visto y que sólo sepa que está comenzando a sentirse ansioso. Sin<br />

embargo, en la medida en que esa emoción preconsciente sigue intensificándose, llega un momento en el<br />

que logra atravesar el umbral y emerge en la conciencia. Existen, pues, dos niveles de la emoción, un nivel<br />

consciente y otro inconsciente, y el momento en que llega a la conciencia constituye el jalón que indica su<br />

registro por el córtex frontal.<br />

Pero. aunque no tengamos la menor idea de ellas, el hecho es que las emociones que bullen bajo el<br />

umbral de la conciencia pueden tener un poderoso impacto en nuestra forma de percibir y de reaccionar.<br />

Tornemos, por ejemplo, el caso de alguien que haya tenido un encuentro desagradable y que luego<br />

permanezca irritable durante muchas horas, sintiéndose insultado por el menor motivo y respondiendo mal<br />

a la menor insinuación. El sujeto puede ser completamente inconsciente de su susceptibilidad y<br />

sorprenderse mucho si alguien le llama la atención a este respecto, aunque no cabe la menor duda de que<br />

las emociones están bullendo en su interior y son las que dictan sus ariscas respuestas.<br />

Pero una vez que el sujeto toma conciencia de este hecho —una vez que su córtex lo registra—,<br />

puede evaluar las cosas de un modo nuevo, decidir dejar a un lado los sentimientos que experimento aquel<br />

día y transformar así su visión y su estado de ánimo.<br />

Así es como la conciencia emocional de uno mismo conduce al siguiente elemento constitutivo<br />

esencial de la inteligencia emocional: la capacidad de desembarazarse de los estados de ánimo negativos.<br />

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