Morthond, Literatura y Black Metal [REVISTA]

Muchas noches y lunas, debajo de las agónicas tierras escarchadas por la nevisca. En aquellos rincones inhóspitos
donde el viento ha ido a morir, las sombras de los árboles se permitieron la vida entre las montañas para poseer en
sus cortezas, el reflejo que ardía en las pupilas de quienes adoraron una sola verdad; allí se doblegaba la trinidad,
esta que caía con un grito que azotaba la historia y el pecho de sus esclavos.
Muchas noches se hizo escuchar el llanto de la naturaleza por la profanidad de su virgen esencia, penetrada por la
lluvia de acidas palabras que recitaron quienes adoraron a un Brujo entre sus clavos, y contaminaron sus suelos
para que nada crezca allí. Altos fueron los ídolos que se levantaron y muchos cayeron en la penumbra, junto a un
crepúsculo cubierto de rojas estelas. ¿Dime si no has escuchado el dolor y la furia en los labios resecos del invierno
al azotar las espigas delgadas de los pinos en su lecho de muerte? .
Los ríos bebieron embriagados la sangre que brotaba de la misma nieve y los canales que se conducían a los
poblados enfermaron con peste. La carne abundaba, la locura caminaba besando con sus demonios la carne
fatigada que adoraba la fatalidad de creer en su Precioso Amo, que nefasto en su gloria, la única casa que aún
estaba de pie, sostenía a su hijo en tortura. Un pueblo abrazado a una inútil suerte, una historia que glorifica una de
las tantas mentiras, un solo hombre enriquecido en las alturas autoritarias; el etnocidio un principio en las leyes de
la conquista de los que temieron a las palabras de un mortal, este que los fortalecía y creaba miedo en sus
corazones buscando que todo se perdiera en su luz tan oscura.
Pero de lo lejos, en las periferias, en las profundices de los ríos, en el refilo de los grandes pisos de hielo de los
lagos y en la eterna espera, en la profundidad del bosque, un grito voraz y destructor nació como el martillo al
yunque, y quienes lloraron por la lepra de una cruz prendieron sus antorchas, forjando un alarido que se oiría por
todo el mundo, por todos los rincones de la tierra, y sacudiría los cielos inalcanzables para hacerlos caer en su
resistencia.
Bien ha pasado tiempo que se forjo en las tinieblas una nueva torre, de humos espesos y cierras refiladas con la
ceniza de un monte que sostiene nuestro destino en las letras de un hombre y de muchos que padecieron por un
solo Amo, y sus secuaces. Mucho es el daño, cuando el látigo se hace uno con los músculos y poco cree uno, que
puede contra él y su idealización.
El tormento ha venido como un huracán, y en las letras de los bardos, poetas y músicos que quisieron liberarse,
desde el rio Morthond hasta las puertas oscuras de tu poblado, aun ellos recitan sin espera de los héroes, junto a la
caída de los pétalos de hielo que se funden junto a las ondas pulsantes del Black Metal.
Editorial.
Diego Vera.
Jeremías Vergara.
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