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aunque de momento no lo he hecho. (Mientras procedía<br />
a la segunda revisión de este libro, he aprovechado la<br />
ocasión sin pensármelo dos veces y he dado de baja el<br />
contrato telefónico.)<br />
Si no me falla la memoria, esas son mis únicas posesiones<br />
que consumen energía eléctrica. Por tanto, mi<br />
factura mensual está muy cerca del mínimo del canon<br />
fijo que se paga en Japón.<br />
Mi rica vida de pobre<br />
El resto de mis efectos personales se reduce a la bicicleta<br />
que uso para mis desplazamientos y… ah, sí, una vieja<br />
estufa de petróleo. En verano, el calor no me da muchos<br />
problemas, pero dado que soy de complexión delgada,<br />
en invierno paso frío. Por eso, durante esa estación debo<br />
añadir a mis gastos el coste del queroseno.<br />
Profundizaré en estas cuestiones a lo largo de los<br />
próximos capítulos, pero ya puedo adelantar que puesto<br />
que la premisa de cada una de mis posesiones es que<br />
las utilizaré largo y tendido y con el máximo cuidado,<br />
intento comprar objetos que resulten estéticamente<br />
agradables y estén fabricados con materiales de primera<br />
calidad. Aunque sean algo más caros, no me importa<br />
y los compro igualmente. Este es un detalle importante<br />
para evitar comportarnos como si fuésemos pobres.<br />
Con los elementos que acabo de enumerar, la lista de las<br />
cosas que poseo está prácticamente terminada. Pasemos<br />
ahora a la forma en que utilizo mi dinero.<br />
Aparte de la factura de la luz y del gasto del queroseno<br />
durante el invierno, el importe mensual del gas se<br />
sitúa en algo más del 2,5 % de lo que gasto al mes, dado<br />
que para mis dos comidas diarias preparo el arroz en<br />
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