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Pamela Aguilera<br />

:<br />

Alumna: Tirza Rosales


1) Desde que te vi venir 2) ÉL<br />

le dije a mi corazón<br />

Las mujeres de este tiempo<br />

qué bonita piedrecita<br />

son como el café molido,<br />

para darme un tropezón.<br />

apenas tienen quince años<br />

ya quieren tener marido.<br />

ELLA<br />

Los muchachos de este tiempo<br />

son como el café tostado<br />

se tiran de jailosos<br />

y andan todos acabados.<br />

3) ÉL 4) ÉL<br />

Desde lejos he venido<br />

Las ramas del tamarindo<br />

rodando como una tusa<br />

se juntan con las del coco,<br />

solo por venirte a ver<br />

si tu amor va precisado<br />

niña ojitos de guatusa.<br />

el mío poco a poco<br />

ELLA<br />

Si desde lejos llegaste<br />

a yo no me diga eso<br />

mejor andá restregate<br />

esas costras del pescuezo.<br />

ELLA<br />

Las ramas del sunzapote<br />

se enredan con las del mango,<br />

si tu amor va despacito<br />

el mío desburrungando


1) Por una calle va caminando un animal que<br />

no es gente; adivínalo, imprudente, que el<br />

nombre se queda atrás.<br />

2) Santa soy, pero no bautizada, traigo<br />

conmigo el día, tengo el corazón<br />

colorado y la sangre fría.<br />

3) Somos dos lindos gemelos del mismo<br />

modo vestidos, morimos todas las noches<br />

y por el día vivimos.<br />

4) Siempre me dicen algo, aunque muy<br />

humilde soy; no soy señor, y sin<br />

embargo, siempre me dicen “don”.<br />

5) La última soy en el cielo y en Dios el tercer<br />

lugar, siempre estoy en barco y nunca<br />

estoy en el mar.


La Última Perla<br />

Nació un niño y todas las hadas fueron a<br />

conocerlo: el Hada de la Salud, el Hada de la<br />

Alegría, el Hada de la Fortuna, el Hada del Amor y<br />

muchas otras le llevaron, cada una, una perla.<br />

Solo un Hada no había llegado todavía para darle<br />

su regalo.<br />

Entonces el Ángel de la Guarda, que vigilaba<br />

cerca de la cuna del recién nacido, decidió ir en su<br />

busca.<br />

El ángel se elevó por los aires y llego hasta una casa donde estaban velando una<br />

mujer que acababa de morir. En el marco de la ventana se encontraba el hada del<br />

Dolor que lloraba en silencio. Una lagrima al caer, se transformó en una bella perla<br />

y el ángel de la guarda se apresuró a recogerla.<br />

-Esta es la Perla del Dolor –Dijo el Ángel-. ¡Pobre del que no la tenga! Sin esta perla,<br />

las otras perlas no tendrán ningún valor, porque quien no conoce esta perla. Jamás<br />

sabrá apreciar lo que valen todas las demás.<br />

Y el Ángel deposito la perla en la cuna del recién nacido.


El Diamante del Rico<br />

Un Hombre muy rico tenía un vecino muy pobre.<br />

Una vez, un adivino le dijo al rico que todas sus<br />

riquezas pasarían algún día a manos de su<br />

vecino.<br />

El rico se impresiono mucho, porque era un<br />

hombre muy tacaño. Entonces vendió todo lo<br />

que tenía y con ese dinero compro un gran<br />

diamante, que escondió en el turbante con que<br />

cubría siempre su cabeza.<br />

disfrutar de lo que es mío.<br />

– Así -dijo- cuando me muera me enterraran<br />

con el turbante y mi vecino jamás podrá<br />

Algún tiempo después, el hombre rico tuvo que viajar al otro lado del río. Mientras<br />

iba en el bote, el viento, llevo el turbante, que cayó en el agua y se hundió.<br />

Ya pueden imaginarse la desesperación del rico, al ver que su fortuna desaparecía<br />

bajo el agua. Pero luego se consoló pensando: “De todos modos, si he perdido el<br />

diamante, mi vecino nunca podrá tenerlo”.<br />

Pero, pocos días después, el vecino pobre compro un pescado en el mercado y al<br />

abrirlo encontró el diamante que el pez se había tragado.


Tío Buey, Tío Jaguar y Tío Conejo<br />

Tío Jaguar iba por la selva buscando algo<br />

para cazar cuando comenzó a soplar un fuerte<br />

huracán. Uno de los árboles con la fuerza del<br />

viento cayó sobre él y lo dejó atrapado.<br />

Tío Jaguar intentó salir pero no era capaz.<br />

Como escuchó que venía Tío Buey le pidió<br />

ayuda pero éste le dijo:<br />

- No me fio de ti, Tío Jaguar, ya intentaste<br />

comerme varias veces. Si te dejo salir lo volverás a intentar.<br />

- Te prometo ser bueno, le respondió Tío Jaguar. Si me sueltas seré tu protector y<br />

nunca te haré daño.<br />

Así que Tío Buey lo soltó y una vez libre Tío Jaguar se olvidó de su promesa e<br />

intentó atrapar a Tío Buey para comerlo.<br />

Tío Conejo llegó al lugar y los vio discutir, al preguntarles qué les pasaba, ambos<br />

decidieron que debería ser juez de su problema.<br />

Tanto Tío Jaguar como Tío Buey le contaron su versión de lo ocurrido y Tío Conejo,<br />

que era muy listo, enseguida se dio cuenta de lo que había pasado y esto fue lo que<br />

les dijo:<br />

- No lo entiendo, es muy difícil imaginar la situación sin verla. Si me la pudieseis<br />

representar será más fácil y podría tomar una decisión justa.<br />

Tío Buey volvió a colocar el tronco sobre Tío Jaguar dejándolo atrapado de nuevo y<br />

él se situó en el camino donde escuchara sus gritos de socorro. En ese momento le<br />

dijo Tío Conejo a Tío Buey:<br />

-¡Corre Tío buey, eres libre! Esta es mi decisión: que Tío Buey quede atrapado por<br />

desagradecido.<br />

Y así fue como Tío Conejo salvó la vida de Tío Buey.


La Llorona<br />

Cuenta la leyenda que hace mucho vivía una mujer<br />

junto a sus tres hijos, ellos vivían bien y eran<br />

felices, hasta que en una noche de invierno, ocurrió<br />

algo terrible. El padre de los niños, regresó después<br />

de muchos años de haberlos abandonado. Ellos<br />

habían vivido muy felices sin él sin este mal<br />

hombre, siempre paraba gritando y en borracheras,<br />

sin olvidar que siempre los castigaba sin sentido,<br />

así como también se metía con la madre. La mujer<br />

siempre rezaba para que este hombre no regrese,<br />

pero lastimosamente regresó. Cuando llegó este<br />

hombre, de una patada tiró la puerta y gritó por<br />

qué no lo habían recibido. Los niños muy espantados se escondieron. La madre se<br />

enfrentó a su esposo con tal de defender a sus hijos pero lamentablemente, ella<br />

fue golpeada y se desmayó por varias horas. Cuando ella despertó, lo primero que<br />

hizo fue buscar a sus hijos, pero al buscarlos por toda la casa, no los encontró ni a<br />

su esposo. Muy desesperada, salió fuera de la casa y corrió bajo la tormenta<br />

llorando y gritando el nombre de sus hijos por varios días, meses, años, pero nunca<br />

los encontró.<br />

Un día, tras buscarlos por mucho tiempo, la madre murió de tristeza. Tampoco se<br />

supo nada de los niños, ni mucho menos de aquel hombre que se los llevó. Desde<br />

ese entonces, el espíritu de esta Madre no descansa y todas las noches se le oye<br />

llorar y lamentar por los alrededores de los pueblos buscando a sus hijos. Las<br />

mujeres que logran oír los lamentos y gritos de la Llorona, corren asustadas<br />

rápidamente tras sus hijos para esconderlos de ella, por qué si los encuentra, se los<br />

puede llevar para siempre.


El Jinete Sin Cabeza<br />

Cuenta la leyenda, que en un pueblo muy aislado de toda civilización, un Jinete<br />

acostumbraba a recorrer por las noches en un caballo muy hermoso. La gente muy<br />

extrañada se preguntaba por qué este hombre hace algo tan raro muy tarde, ya<br />

que, no era usual que alguien saliera y mucho menos por las noches a hacer ese<br />

tipo de recorridos.<br />

Una noche, que estaba muy oscura y con fuertes relámpagos, el Jinete desapareció<br />

sin dar señas de su desaparición. Con el pasar de los años, la gente se olvidó de él<br />

hasta que un día, en una noche similar cuando desapareció, se escuchó<br />

nuevamente la misma cabalgata de aquel caballo y su Jinete. Las personas que<br />

sintieron curiosidad, se asomaron para ver quién era, y no era otro que al mismo<br />

Jinete que estaba cabalgando en su caballo por las calles, hasta que de pronto, un<br />

rayo cayó, e iluminó al Jinete demostrando, que no tenía cabeza.<br />

La gente muy horrorizada, se escondió en sus casas y hasta ahora, no se explican el<br />

origen de aquel Jinete sin Cabeza.


La Sucia<br />

La leyenda cuenta que La Sucia era una<br />

muchacha muy bonita que vivía con sus<br />

Padres, a los que siempre ayudaba en los<br />

trabajos de la casa, entre ellos lavar la ropa en<br />

el río.<br />

Cuando la muchacha tenía 15 años, un joven<br />

bien trabajador y de buena familia se<br />

enamoró de ella y pronto fue a pedir la mano<br />

de la muchacha. Los padres de ella aceptaron de inmediato pues sabían que era el<br />

mejor partido para su hija y se pusieron de acuerdo en la fecha del matrimonio.<br />

El día de la boda, estando los novios en el altar el Sacerdote les solicitó que<br />

entregaran su fe de bautismo, requisito que ella no pudo cumplir porque no estaba<br />

bautizada.<br />

Ante el incumplimiento de este requisito, el cura se negó a realizar el matrimonio,<br />

esto a pesar de las súplicas de los familiares que solicitaban que en el mismo acto la<br />

bautizara y luego la casara. Al no poder casarse con su amado, la joven entro en<br />

una profunda depresión que casi la llevó a la locura. Al verla en ese estado, su<br />

novio perdió toda esperanza de casarse con su amada y se olvidó de ella.<br />

La muchacha, en su profunda tristeza decidió nunca quitarse su traje de novia, iba y<br />

venía a todos lados con él puesto. Un día que estaba en el río lavando la ropa, se<br />

enteró que su amado se iba a casar con otra.<br />

La noticia fue el tiro de gracia para ella, el dolor que sintió fue tan grande que en<br />

ese mismo momento se volvió loca, y como si estuviera poseída por algún demonio<br />

salió corriendo dando horrendos gritos de dolor, se paró frente al acantilado y saltó<br />

al vacío muriendo al instante. Se dice que desde entonces el espíritu de la<br />

muchacha vaga errante en busca de su enamorado.<br />

Se cree que por esta razón se le aparece en los ríos y riachuelos vestida de blanco<br />

especialmente a los hombres tunantes que deambulan borrachos por estos sitios,<br />

aunque también suele espantar también a cualquier persona.


El Duende<br />

Cuenta la leyenda, que este ser es<br />

descrito como una especie de niño<br />

muy pequeño que lleva consigo un<br />

sombrero enorme. Este, persigue<br />

a niños y niñas de buena<br />

presencia, y en especial, aquellos<br />

de cabello rubio. Su truco para<br />

atraerlos, son los regalos o los<br />

juguetes que les ofrece para por<br />

fin, llevárselos rápidamente muy<br />

lejos de sus padres. Se dice que<br />

"el Duende" se lleva a los Niños a<br />

las profundidades de la selva. Si<br />

estos, son buscados y rescatados,<br />

deben de ser bañados con Agua Bendita porque si no, estos Niños se volverían<br />

salvajes. La manera de evitar que se robe a un Niño este "Duende", es estar atento<br />

y recortar rápidamente el cabello de aquel Niño que sea perseguido.


El Águila y La Hormiga<br />

En el hueco de uno de esos peñones<br />

andinos, altísimos y helados, tenía su<br />

nido un águila. Reposaba<br />

indolentemente después de una<br />

accidentada y fructuosa cacería,<br />

cuando, de pronto, una hormiga que<br />

había descendido por el peñón hasta la<br />

altura del nido, le dijo con respetuosa<br />

voz:<br />

—Señora águila, ¡buenos días!<br />

El águila volvió la cabeza, le dirigió una mirada fulminadora, y no le contestó.<br />

La hormiga creyó que no había sido oída, y repitió con voz más fuerte:<br />

—¡Buenos días!<br />

—Es increíble que en un cuerpo tan pequeño quepa tanta audacia —dijo el águila—<br />

: tu mejor homenaje debería ser el silencio.<br />

—Señora, mi pequeñez… —dijo la hormiga.<br />

Pero no continuó, pues el águila, levantando el cuello, lanzó un picotazo en<br />

dirección de la hormiga para aplastarla. El choque con la roca fue muy fuerte; pero<br />

no lastimó a la hormiga, sino que ésta salió proyectada y en vez de rodar en el<br />

abismo, por una curiosa casualidad, cayó sobre la cabeza del águila.<br />

La hormiga se golpeó, naturalmente, en la caída; pero luego logró descender hasta<br />

la piel, y se agarró fuertemente al pie de una pequeña pluma. Repuesta ya del susto<br />

y sintiéndose bien afianzada, comprendió que en aquel instante su situación era<br />

muy ventajosa. Esta reflexión le dio ánimo para decir al águila:


—¡Señora águila! ¡Ahora quien manda soy yo!<br />

El águila sacudió su cabeza como un Júpiter indignado. La hormiga le aplicó un<br />

mordisco. Entonces sacó una pata del nido e inclinó la cabeza para rascarse, y<br />

destruir con garra aquel huésped importuno. La hormiga la mordió otra vez y se<br />

preparó para la lucha; lucha espantosa y larga entre su agilidad inteligente y la<br />

fuerza ciega de la garra. A cada zarpazo mal acertado, la hormiga contestaba con un<br />

fuerte mordisco. Como la cabeza estaba ya sangrando, el águila comprendió que<br />

ella misma con su garra se estaba destrozando, y que en tales condiciones la lucha<br />

era muy desigual. Entonces se quedó quieta y dijo a la hormiga:<br />

—Dí, ¿qué quieres?<br />

—Que vueles —contestó la hormiga.<br />

El águila agitó sus alas, y con un ruido semejante al crepitar de un viejo velero, se<br />

lanzó al espacio, y pasó por sobre llanuras, bosques y montañas, en raudo vuelo.<br />

La hormiga estaba maravillada ante el divino espectáculo de aquella sucesión de<br />

horizontes y pensó «¡Qué vasto es el mundo! Yo no habría podido recorrer esa<br />

extensión ni en cinco mil años!» Y ebria de azul y de infinito, gritó al águila:<br />

—¡Más arriba!<br />

Y el águila subió y subió hasta llegar a las nubes; pero luego se le vio descender a<br />

todo vuelo, jadeante de cansancio, y fue a posarse sobre una elevada cresta<br />

cubierta de árboles seculares. Entonces la hormiga soltó la pluma, rodó sobre el<br />

plumaje del águila y cayó desvanecida entre las hierbas.<br />

Moraleja: La moraleja es viejísima, como el mundo, y es ésta: No debemos<br />

desdeñar a los pequeños, y mucho menos ofenderles; porque el Destino se<br />

complace a veces en ponerlos sobre nuestra cabeza para hacer más humano<br />

nuestro corazón y para castigar nuestra soberbia.


La Cigarra y La Lechuza<br />

Importunaba una cigarra con su ruido<br />

insoportable a la lechuza, acostumbraba a<br />

buscar su alimento en las tinieblas y a dormir<br />

de día en el hueco de una rama. Rogóle la<br />

lechuza que se callara, y aquélla se puso a<br />

cantar con más fuerza; volvió a suplicar de<br />

nuevo, y la cigarra se excitó más todavía.<br />

Viendo la lechuza que ya no le quedaba ningún<br />

recurso y que sus ruegos eran despreciados,<br />

atacó a la habladora con este engaño:<br />

—Ya que no me dejan dormir tus cantos, que<br />

parecen sonidos de la cítara de Apolo, tengo el<br />

deseo de beber el néctar que Palas me ha regalado ha poco; si no te molesta, ven,<br />

lo beberemos juntos.<br />

La cigarra, abrasada por la sed, en cuanto oyó alabar su voz voló ávida a la cita.<br />

Salió la lechuza de su nido, persiguió a la incauta y le dio muerte.<br />

Moraleja: Quien no sabe ser complaciente encuentra casi siempre el castigo de su<br />

soberbia.


El Ciervo, El Manantial y El León<br />

Agobiado por la sed, llegó un ciervo a<br />

un manantial. Después de beber vio su<br />

sombra en el agua. Al contemplar su<br />

hermosa y variada cornamenta se<br />

sintió orgulloso, pero quedó<br />

desconcertado de sus piernas débiles y<br />

finas. Sumido aún en estos<br />

pensamientos apareció un león, que<br />

empezó a perseguirlo. Echó a correr y<br />

le ganó una gran distancia, pues la<br />

fuerza de los ciervos está en sus<br />

piernas y la del León, en su corazón.<br />

Mientras el campo fue liso, el ciervo guardó la ventaja que le salvaba; pero al entrar<br />

al bosque, sus cuernos se engancharon a las ramas, y no pudiendo escapar fue<br />

atrapado por el león. A punto de morir exclamó para sí mismo:<br />

“Desdichado. Mis pies, que pensaba me traicionaban, eran los que me salvaban, y<br />

mis cuernos, en los que ponía toda mi confianza son los que me pierden.<br />

Moraleja: Frecuentemente, viéndonos en peligro, los amigos de quienes<br />

desconfiamos nos salvan, y aquellos con quienes contamos firmemente son los que<br />

nos traicionan.


1) Camarón que se duerme se lo lleva la corriente.<br />

2) A mal tiempo, buena cara.<br />

3) A quien madruga, Dios le ayuda.<br />

4) A la fuerza ni la comida es buena.<br />

5) El tonto ni de Dios goza.<br />

6) De las aguas mansas líbrame Dios mío.<br />

7) A dos puyas no hay toro valiente.<br />

8) Candil de la calle, oscuridad de la casa.<br />

9) A buen entendedor, pocas palabras<br />

10) Perro que ladra, no muerde

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